La memoria del pasado permite intuir la realidad del futuro.
La de los israelitas en Guilgal fue apenas una comida: “panes ázimos y espigas fritas”. Pero panes y espigas eran ya “el fruto de la tierra” que Dios les había prometido. Y esa certeza, a aquella frugalidad de mesa austera le daba sabor a fiesta, aire de banquete.
Podemos acercarnos a aquella comunidad, todavía nómada, reunida por familias; podemos recitar con ella la bendición antes de aquella primera comida ritual; podemos imaginar el asombro por el descanso y la libertad alcanzados con la tierra, la música y la danza al gustar las primicias de un mundo nuevo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor… Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”.
El de la parábola evangélica fue un banquete como sólo puede disponerlo un padre feliz de encontrar a su hijo que estaba perdido, quién sabe si muerto.
El hijo regresa de lejos con una confesión y una súplica, preparadas desde el primer paso en el camino de vuelta a casa.
El padre lo espera con una fiesta soñada desde que aquel hijo se le fue de casa y se le ocultó a la vista en el primer recodo del camino. La fiesta empieza en el corazón del padre cuando el hijo todavía estaba lejos, y es conmoción del corazón, y es danza de pies a la carrera, y es fundirse en un abrazo, y es una locura de besos. Luego será la gala y el banquete: “Sacad enseguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado”.
En aquel día de la parábola, incluso fuera de casa se oían música y baile. Y las viejas palabras del salmista habían adquirido un sentido nuevo: “Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Y el estribillo repetía: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Ahora, Iglesia santa, que haces tu camino cuaresmal hacia la Pascua, ya puedes gustar anticipada en la eucaristía la fiesta que el Padre ha preparado para ti.
Revístete de Cristo, de la túnica mejor para el día de tu reconciliación, ponte el traje de gracia, de justicia, de santidad, de compasión, de ternura. Recibe el anillo de tu dignidad en la casa de Dios. Siéntate a la mesa del banquete que el amor del Padre ha preparado para ti.
Un día será la Pascua. Un día será el banquete del cielo. Un día las palabras del viejo estribillo serán un cántico eternamente nuevo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Mientras tanto, aprendemos a abrazar como Dios nos abraza, y a resucitar con el abrazo a cuantos vienen de lejos.
Feliz domingo, Iglesia amada de Dios.
sábado, 30 de marzo de 2019
Cuaresma: 4C 2019 - Lucas 15, 1-3.11-32 - 31 de marzo de 2019
[Chiesa/Omelie1/Quaresima/4C19HijoPródigoPadreMisericordiosoConversiónExamenConciencia]
Ø Cuaresma, 4º domingo, Año C. (2019) La parábola llamada «del hijo pródigo» cuyo centro es «el Padre misericordioso». El itinerario de la conversión del hijo pródigo. El examen de conciencia es un momento central de la conversión: el hijo pródigo «recapacitó». Cada uno debemos prestar mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización. Importancia de la formación de la conciencia, para no ser objeto de manipulaciones ideológicas.
v Cfr. Cuaresma: 4C 2019 - Lucas 15, 1-3.11-32 - 31
de marzo de 2019
cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 101 – 106)
Lucas
15 1 Todos los publicanos y los pecadores se
acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: « Este acoge a los pecadores y come con ellos. ». 3 Entonces les dijo esta parábola. 11 « Un
hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre:
"Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les
repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió
todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un
libertino.14 « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un
hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los
ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y
deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie
se las daba. 17 Recapacitando, se dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre,
pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame
como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. «
Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su
cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el
cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero
el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle
un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y
celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto
a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. 25 « Su hijo mayor estaba en el campo y, al
volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello. 27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu
padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su
padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos
años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has
dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30.
y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con
prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" 31 « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse,
porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido,
y ha sido hallado."
La parábola llamada «del hijo pródigo»
cuyo centro es «el padre misericordioso».
El examen de conciencia:
El hijo pródigo “recapacitando, se dijo:
"¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo
aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé
contra el cielo y ante ti”.
(Evangelio vv. 17-19)
1.
En el sacramento de la penitencia “cada hombre
puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es
más fuerte que el pecado”.
v
La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia
o
Es infinita e inagotable “la prontitud del Padre
en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan
continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo.
-
Juan Pablo II,
Enc. Dives in misericordia, n. 13: “La
Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa
y
proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y
cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de
las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado
la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación
consciente y madura en la Eucaristía y en
el sacramento de la penitencia o reconciliación.
La
Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor
que es más fuerte que la muerte: en efecto, « cada vez que comemos de este
pan o bebemos de este cáliz », no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino
que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la
gloria. (Cfr. 1 Cor 11, 26; aclamación en el « Misal Romano »).
El
mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica
nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual
desea siempre El unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de
todos los corazones humanos.
Es
el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada
uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este
sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia,
es decir, el amor que es más fuerte que el pecado. Se ha hablado ya de ello en
la encíclica Redemptor Hominis; convendrá
sin embargo volver una vez más sobre este tema fundamental. (…) La misericordia
en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita. Infinita
pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que
vuelven a casa. Son infinitas la
prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor
admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por
encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede
limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la
conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación,
oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la
cruz y de la resurrección de Cristo.
Por
tanto, la Iglesia profesa y proclama la conversión. La conversión a Dios
consiste siempre en descubrir su
misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno (Cfr. 1
Corintios 13, 4) a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo » (2 Corintios 1, 3) es fiel hasta las últimas
consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta
la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto
del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.
El
auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es
una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo
acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo.
Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo « ven » así, no pueden
vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven pues in statu conversionis; es este estado el que traza la componente
más profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris. (…)
2.
La conversión y el examen de conciencia
v
El proceso de la conversión es descrito por
Jesús maravillosamente.
o
El itinerario del hijo pródigo y la acogida de
su padre
v Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 1439: “El proceso de la conversión y de la penitencia fue
descrito maravillosamente por
Jesús en la parábola llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el padre
misericordioso» (Lc 15,11-24):
la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la
miseria extrema en que el hijo
se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de
verse obligado a apacentar
cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los
cerdos; la reflexión sobre los
bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante
su
padre, el camino del retorno; la
acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos
propios del proceso de
conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de
esta
vida nueva, pura, digna, llena
de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia,
que es la Iglesia. Sólo el corazón
de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo
revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza”.
o
Algunos aspectos de ese itinerario.
a) Al hijo pródigo
sólo interesa el patrimonio (vv. 11-14) y rechaza las relaciones filiales.
·
Después de malgastar el dinero viviendo lujuriosamente, “ se puso a servir a un hombre de aquella
región,
el cual lo mandó a su tierra a guardar cerdos”.
·
“Ese trabajo, que no es ciertamente el más atractivo para un joven,
para un hebreo de aquel tiempo era
incluso
una grande infamia, porque el cerdo era considerado un animal inmundo”.
c) cl momento decisivo en la
conversión: «Recapacita» [1], hace examen
de conciencia. Cuántas cosas extraordinarias pueden derivar del coraje de
recapacitar, de ponerse la desnudo delante de la propia conciencia (vv. 17-20). Del coraje de recapacitar, de ponerse al desnudo
delante de la propia conciencia pueden derivarse cosas extraordinarias [2]
3.
El examen de conciencia en el Catecismo de
la Iglesia Católica
v
La conversión se realiza en la vida cotidiana, entre
otros modos, por la revisión de vida, por el examen de conciencia.
·
CEC 1435: La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante
gestos de reconciliación, la atención a
los
pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Cf Amós 5, 24;
Isaías 1, 17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la
corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la
dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la
persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es
el camino más seguro de la penitencia (Cf Lucas 9, 23).
v
Importancia del examen de conciencia
·
CEC 1454: Conviene preparar la recepción de este sacramento
[Reconciliación] mediante un examen de
conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los
textos más adaptados a este respecto se encuentran en la catequesis moral de
los Evangelios y de las Cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y
enseñanzas apostólicas (Cf Romanos 12-15; 1 Cotintios 12-13; Gálatas 5; Ef
4-6).
·
CEC 1779: Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo
para oír y seguir la voz de su
conciencia.
Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos
impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
Retorna a tu conciencia,
interrógala... retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad
al Testigo, Dios (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).
v
Qué es la conciencia
·
En CEC 1778, Newman al duque de Norfolk: “La conciencia es una ley de
nuestro espíritu, pero que va
más allá
de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza...
La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como
en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna.
La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo” (Newman, carta al
duque de Norfolk 5).
v Importancia de la formación de
la conciencia, para que el hombre no se convierta en objeto de manipulaciones
ideológicas, de decisiones arbitrarias o de abusos de los más fuertes sobre los
más débiles.
Cfr. Benedicto
XVI, Discurso, a los participantes en el Congreso organizado por la
Academia de
las Ciencias de
París y por la Academia Pontificia de las Ciencias, 28 enero 2008.
o
El hombre tiene una capacidad específica:
discernir lo bueno y el bien.
§ Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su
conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su
existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley
moral.
“El hombre no es fruto del azar, ni de un conjunto de
circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones fisicoquímicas; es un
ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la
trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo habita. Desde esta
perspectiva el gran pensador Pascal decía que «el hombre sobrepasa
infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda
orientar su vida hacia un fin, que por sus actos puede orientarse hacia la
felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad pone de
manifiesto que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su
auténtica libertad, la persona realiza su vocación; se cumple; da forma a su
identidad profunda. En el ejercicio de su libertad ejerce también su
responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del
ser humano es al mismo tiempo un don de Dios y la promesa de un porvenir.
El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el
bien. Impresa en él como un sello, la sindéresis le lleva a hacer el bien.
Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la
formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia,
fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En
nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las
posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de
nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en el criterio del
bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en
objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de
abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas
manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la historia humana, y en
particular en el siglo XX”.
4. A partir de que vuelve a su padre, Dios «padre misericordioso»
es el centro de la parábola del hijo pródigo.
v A) El padre acoge, en la alegría
de la comunión restablecida, al hijo que había renunciado a la comunión familiar.
o Jesús
muestra el rostro de Dios Padre misericordioso, tomando posición contra algunas
tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita severidad con respecto a
los pecadores.
·
San Juan Pablo II, Catequesis 8/09/1991: En el Nuevo
Testamento, el perdón de Dios se manifiesta a
través de las palabras y los gestos de Jesús. Al perdonar los
pecados, Jesús muestra el rostro de Dios Padre misericordioso. Tomando posición
contra algunas tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita severidad
con respecto a los pecadores, explica en varias ocasiones cuan grande y
profunda es la misericordia del Padre para con todos sus hijos (cf. Catecismo
de la Iglesia
Católica, n. 1443).
Culmen
de esta revelación puede considerarse la sublime parábola normalmente llamada
"del hijo pródigo", pero que debería denominarse "del padre
misericordioso" (Lc 15,11-32). Aquí la actitud de Dios se presenta
con rasgos realmente conmovedores frente a los criterios y las expectativas del
hombre. Para comprender en toda su originalidad el comportamiento del padre en
la parábola es preciso tener presente que, en el marco social del tiempo de Jesús,
era normal que los hijos trabajaran en la casa paterna, como los dos hijos del
dueño de la viña, de la que nos habla en otra parábola (Mt 21,28-31). Este
régimen debía durar hasta la muerte del padre, y sólo entonces los hijos se
repartían los bienes que les correspondían como herencia. En cambio, en nuestro
caso, el padre accede a la petición del hijo menor, que quiere su parte de
patrimonio, y reparte sus haberes entre él y su hijo mayor (Lc 15,12).
o
Frente a la opción de este hijo pródigo, la
racionalidad humana, expresada de alguna manera en la protesta del hermano
mayor, hubiera aconsejado la severidad de un castigo adecuado, antes que una
plena reintegración en la familia.
La
decisión del hijo menor de emanciparse, dilapidando los bienes recibidos del
padre y viviendo disolutamente (Lc 15,13), es una descarada renuncia a
la comunión familiar. El hecho de alejarse de la casa paterna indica claramente
el sentido del pecado, con su carácter de ingrata rebelión y sus consecuencias,
incluso humanamente, penosas. Frente a la opción de este hijo, la racionalidad
humana, expresada de alguna manera en la protesta del hermano mayor, hubiera
aconsejado la severidad de un castigo adecuado, antes que una plena reintegración
en la familia.
El
padre, por el contrario, al verlo llegar de lejos, le sale al encuentro,
conmovido, (o, mejor, "conmoviéndose en sus entrañas", como dice
literalmente el texto griego: Lc 15,20), lo abraza con amor y quiere que
todos lo festejen.
o
La misericordia paterna resalta aún más cuando
este padre, con un tierno reproche al hermano mayor, que reivindica sus propios
derechos (Lucas 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría.
La misericordia
paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano
mayor, que reivindica sus propios derechos (Lc 15,29 ss), lo invita al
banquete común de alegría. La pura legalidad queda superada por el generoso y
gratuito amor paterno, que va mas allá de la justicia humana, e invita a ambos
hermanos a sentarse una vez mas a la mesa del padre.
El
perdón no consiste solo en recibir nuevamente en el hogar paterno al hijo que
se había alejado, sino también en acogerlo en la alegría de una comunión
restablecida, llevándolo de la muerte a la vida. Por eso, "convenía
celebrar una fiesta y alegrarse" (Lc 15,32).
El
Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios
revelado por Cristo. Dios es, ante todo y sobre todo, Padre. Es el Dios Padre
que extiende sus brazos misericordiosos para bendecir, esperando siempre, sin
forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza
y al mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre
a la vez.
El
padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los
rasgos de la paternidad y la maternidad. Al arrojarse al cuello de su hijo,
muestra la actitud de una madre que acaricia al hijo y lo rodea con su calor. A
la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre se comprenden
las palabras de Jesús, desconcertantes para la lógica humana: "Habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y
nueve justos que no tienen necesidad de conversión" (Lc 15,7). Así
mismo: "Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierte" (Lc 15,10).
·
“Si le vio «cuando aún estaba lejos» es porque desde el día en que su
hijo se había marchado, no
Había dejado de escrutar
frecuentemente el horizonte. «Y se compadeció, y corrió a su encuentro.»
Ninguna alusión a la pena que tenía, a sus razones, ningún reproche”. (Cfr. R.
Cantalamessa o.c.).
v
B) El perdón y la reconciliación son fuente de
alegría. La culminación de toda la historia salvífica se expresa con la imagen
de un banquete.
·
San Juan
Pablo II, Catequesis 22/09/1999: “Como Jesús nos explica en la parábola del
Padre
misericordioso (Lc
15,11-32), para él perdonar y reconciliar es una fiesta. El Padre, en
ese pasaje evangélico, como en otros muchos, no solo ofrece perdón y
reconciliación; también muestra que esos dones son fuente de alegría para
todos.”
En
el Nuevo Testamento es significativo el vínculo que existe entre la paternidad
divina y la gran alegria del banquete. Se compara el reino de Dios a un
banquete donde el que invita es precisamente el Padre (Mt 8,11 Mt 22,4 Mt
26,29). La culminación de toda la historia salvífica se expresa asimismo
con la imagen del banquete preparado por Dios Padre para las bodas del Cordero
(Ap 19,6-9).
·
Juan Pablo II, Catequesis 28/02/1990: “La
alegría forma parte de la renovación incluida en la
"creación de un corazón puro". Es el resultado del
nacimiento a una nueva vida, como Jesús explicara en la parábola del hijo
pródigo, en la que el padre que perdona es el primero en alegrarse y quiere
comunicar a todos la alegría de su corazón (Lc 15,20-32)”.
5. Nuestro trato con Dios, «Padre misericordioso» estará lleno de sinceridad y confianza.
Cfr. Es Cristo que pasa, 64
-
(...)
“Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil,
ni una reverencia
formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y
de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de
nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa,
cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón.
Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y
se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia.
Mirad
que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos
contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la
parábola del hijo pródigo [3] .
Cuando aún estaba
lejos, dice la Escritura ,
lo vio su padre, y enterneciéronsele las
entrañas y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil
besos [4] .
Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a
besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más
gráfica el amor paternal de Dios por los hombres?
Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos
callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater!, Padre, ¡Padre mío!,
porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos
altisonantes, ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le
llamemos Padre, que saboreemos esa palabra, llenándonos el alma de gozo”.
v
La vida cristiana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro
padre, mediante la conversión.
“La vida humana es, en cierto modo, un constante volver
hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición, esa conversión
del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar
nuestra vida, y que —por tanto— se manifiesta en obras de sacrificio y de
entrega. Volver hacia la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón
en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos
así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios.
Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos
los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso
del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoranza
del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don
que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de
correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos”.
6.
La conciencia y el conformismo. A veces
malvendemos la conciencia por la llamada de una Sirena, por la ilusión de una
propuesta, y renunciamos a la dignidad del alma.
v
Cfr. El alma no os la doy: la conciencia y el conformismo
Gianfranco Ravasi, Avvenire 8 de febrero de 2005
“Áquel un brazo, este otro una pierna, una oreja, la
espalda, y éste, un ojo. Estamos recogiendo todas las partes del cuerpo”. “¿Y
tú que tienes?” Me examinó atentamente,
yo estaba desnudo. “¿Tú que cosa nos das? ¿El alma?” “No – le dije – el alma no te la doy”.
Esta parábola surrealista por desgracia es consecuencia
de una experiencia dramática, genuina. Es la de Varlam Shalamov, escritor ruso, deportado en la
mineras de oro de Siberia ( sus Cuentos de Kolyma [5] describen
este hecho), que después fue internado en una cárcel e más tarde en un
manicomio, donde morirá en 1982,
a 75 años. Ante el torturador estalinista que le pide el
alma, Shalamov opone un neto y absoluto rechazo: está preparado para dar un
órgano y hasta el cuerpo entero, pero no cederá su interioridad, intransitable
para toda dictadura, indisponible para toda tortura.
Es un testimonio ejemplar que hemos querido reservar para
el inicio de la cuaresma, el tiempo de la seriedad, del alma, de la dignidad
espiritual y moral reconquistada. «Me
habéis robado la tierra, el caballo, la mujer. Pero no conseguiréis jamás
robarme el alma». La frase que Toro Sentado dirigió a los invasores blancos de
su tierra va en la misma línea de la del escritor ruso y es un aviso severo
para nosotros. Frecuentemente, en efecto, estamos preparados para intercambiar
el alma por un triunfo, una posesión, un placer. ¡Si por lo menos estuviésemos
preparados para enajenar nuestro
espíritu por un segundo de eternidad
como hace el Faust de Goethe! No, malvendemos la conciencia para obtener a
cambio realidades más bien modestas; no sufrimos torturas como las de las
víctimas de la opresión - que incluso
permanecen inquebrantables – sino que es suficiente la llamada de una Sirena,
la ilusión de una propuesta, para que renunciemos a la dignidad del alma, a su
libertad, a su pureza, a su decoro, a sus valores.
Vida Cristiana
[1] Sinónimos: meditar, reflexionar, pensar, considerar, reconsiderar cuidadosa y detenidamente
sobre algo, en especial sobre los propios actos.
[2] Cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 101-106.
[3] Cfr. Lc 15, 11 ss
[4] Lc 15, 20
[5] Kolyma es una desolada
región pantanosa y con abundantes hielos, en el límite extremo nororiental de
Siberia. El verano dura poco más de un mes, y el resto es invierno, con una
temperatura que puede llegar a sesenta grados bajo cero. Al final de los años
veinte del siglo pasado, fueron deportados allí algunos millones de personas.
Shalamov llegó allí en 1937 y estuvo hasta 1953.
ESQUEMA GENERAL PARA EL EXAMEN DE CONCIENCIA Celebración de la Penitencia presidida por el Papa Francisco Roma, 9 de marzo de 2018
ESQUEMA GENERAL PARA EL
EXAMEN DE CONCIENCIA
Celebración de la
Penitencia presidida por el Papa Francisco
Roma, 9 de marzo de
2018
1. ¿Me acerco al Sacramento de la Penitencia por un sincero
deseo de purificación, de conversión, de renovación de vida y de más íntima
amistad con Dios, o lo considero más bien como un peso, al que solo raramente
estoy dispuesto a abrazarme?
2. ¿He olvidado o, a propósito, he callado pecados graves en
la confesión anterior o en las confesiones pasadas?
3. ¿He cumplido la penitencia que me fue impuesta? ¿He
reparado los errores que cometí? ¿He procurado poner en práctica los propósitos
hechos para enmendar mi vida según el Evangelio?
A la luz de la palabra de Dios, que cada uno se examine a sí
mismo.
I. El Señor dice: «Amarás el Señor tu
Dios con todo tu corazón».
1. ¿Mi corazón está realmente orientado a Dios? ¿Puedo decir
que lo amo de verdad sobre todas las cosas y con amor de hijo, en el
cumplimiento fiel de sus mandamientos? ¿Me dejo absorber demasiado por las
cosas temporales? ¿Es siempre recta mi intención en el obrar?
2. ¿Está firme mi fe en Dios, que en su Hijo nos dirigió su
palabra? ¿He dado mi plena adhesión a la doctrina de la Iglesia? ¿Me he
preocupado por mi formación cristiana, escuchando la palabra de Dios,
participando en la catequesis, evitando todo lo que pueda socavar la fe? ¿He
profesado siempre con valentía y sin temor mi fe en Dios y en la Iglesia?
¿Procuro demostrarme cristiano en la vida privada y pública?
3. ¿He rezado por la mañana y por la noche? ¿Mi oración es
un verdadero diálogo corazón a corazón con Dios, o es solo una vacía práctica
exterior? ¿He sabido ofrecer a Dios mis ocupaciones, mis alegrías y mis
dolores? ¿Acudo a Él con confianza también en las tentaciones?
4. ¿Tengo reverencia y amor al santo nombre de Dios, o le he
ofendido con blasfemias, falsos juramentos, nombrándolo en vano? ¿He sido
irreverente con la Virgen y los Santos?
5. ¿Santifico el día del Señor y las fiestas de la Iglesia,
formando parte activa, atenta y piadosa en las celebraciones litúrgicas, y
especialmente en la Santa Misa? ¿He evitado realizar trabajos no necesarios en
los días festivos? ¿He observado el precepto de la confesión al menos anual y
de la comunión pascual?
6. ¿Hay para mí «otros dioses», es decir, expresiones o
cosas de las cuales me intereso o en las que pongo más confianza que en Dios,
por ejemplo: riqueza, supersticiones, espiritismo y otras formas de magia?
II. El Señor dice: «Amaos los unos a los
otros como yo os he amado».
1. ¿Amo de verdad a mi prójimo, o abuso de mis hermanos,
sirviéndome de ellos para mis intereses y reservándole un trato que no querría
para mí? ¿He dado escándalo con mis palabras o mis acciones?
2. En mi familia, ¿he contribuido con paciencia y verdadero
amor al bien y a la serenidad de los demás?
Para cada componente de la familia:
– Para los hijos. ¿He sido
obediente a mis padres, les he respetado y honrado? ¿Les he prestado ayuda en
las necesidades espirituales y materiales? ¿Me he esforzado en el colegio? ¿He
respetado a las autoridades? ¿He dado buen ejemplo en toda situación?
– Para los padres. ¿Me he
preocupado de la educación cristiana de mis hijos? ¿Les ha dado buen ejemplo?
¿Les he apoyado y dirigido con mi autoridad?
– Para los cónyuges. ¿He sido
siempre fiel en los afectos y en las acciones? ¿He tenido comprensión en los
momentos de inquietud?
3. ¿Sé dar de lo mío, sin mezquino egoísmo, a quien es más
pobre que yo? En lo que de mí depende, ¿defiendo a los oprimidos y ayudo a los
menesterosos? ¿O trato con suficiencia o con dureza a mi prójimo, especialmente
a los pobres, los débiles, los viejos, los marginados, los inmigrantes?
4. ¿Me doy cuento de la misión que se me ha dado? ¿He
participado en las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia, en las iniciativas
y en la vida de la parroquia? ¿He rezado y ofrecido mi contribución por las
necesidades de la Iglesia y del mundo, por ejemplo, por la unidad de la
Iglesia,
por la evangelización de los pueblos, por la instauración de
la justicia y de la paz?
5. ¿Me preocupa el bien y la prosperidad de la comunidad
humana en la que vivo o me ocupo solo de mis intereses personales? ¿Participo,
cuando puedo, en las iniciativas que promueven la justicia, la moralidad
pública, la concordia, las obras de beneficencia? ¿He cumplido mis deberes
civiles? ¿He pagado regularmente los impuestos?
6. ¿Soy justo, comprometido, honesto en el trabajo,
dispuesto a prestar mi servicio por el bien común? ¿He dado la justa paga a los
obreros y a todos mis empleados? ¿He cumplido los contratos y confiado en las
promesas?
7. ¿He prestado a las legítimas autoridades la obediencia y
el respeto debidos?
8. Si tengo algún cargo o realizo funciones directivas,
¿presto atención solo a mi propio interés o me comprometo por el bien de los demás,
con espíritu de servicio?
9. ¿He practicado la verdad y la fidelidad, o he causado
daño al prójimo con mentiras, calumnias, detracciones, juicios temerarios,
violación de secretos?
10. ¿He atentado a la vida y a la integridad física del
prójimo, he ofendido su honor, he dañado sus bienes? ¿He procurado o aconsejado
el aborto? ¿He callado en situaciones donde podía animar al bien? En la vida
matrimonial, ¿soy respetuoso con la enseñanza de la Iglesia acerca de la
apertura a la vida y al respeto de la misma? ¿He actuado contra mi integridad
física (por ejemplo,
esterilización)? ¿He sido siempre fiel incluso con la mente?
¿He tenido odio? ¿He sido pendenciero? ¿He pronunciado insultos y palabras
ofensivas, fomentando desprecios y rencores? ¿He omitido culpable y
egoístamente manifestar la inocencia del prójimo? Conduciendo el coche o
utilizando otros medios de transporte, ¿he expuesto al peligro mi vida o la de
los demás?
11. ¿He robado? ¿He deseado injustamente las cosas de otros?
¿He dañado al prójimo en sus bienes? ¿He devuelto lo sustraído y he reparado
los daños ocasionados?
12. Si he recibido males, ¿me he demostrado dispuesto a la
reconciliación y al perdón por amor a Cristo, o guardo en el corazón odio y
deseo de venganza?
III. Cristo Señor dice: «Sed perfectos
como el Padre».
1. ¿Cuál es la orientación fundamental de mi vida? ¿Me anima
la esperanza de la vida eterna? ¿He procurado reavivar mi vida espiritual con
la oración, la lectura y la meditación de la palabra de Dios, la participación
en los sacramentos? ¿He practicado la mortificación? ¿He estado dispuesto y
decidido a arrancar los vicios, a someter las pasiones y las
inclinaciones perversas? ¿He reaccionado por envidia, he dominado la gula? ¿He
sido presuntuoso y soberbio? ¿He pretendido afirmarme tanto a mí mismo, hasta despreciar
a los demás y preferirme a ellos? ¿He impuesto a los demás mi voluntad,
pisoteando su libertad y descuidando sus derechos?
2. ¿Qué uso he hecho del tiempo, de las fuerzas, de los
dones recibidos de Dios como los «talentos del Evangelio»? ¿Me sirvo de todos
esos medios para crecer cada día más en la perfección de la vida espiritual y
en el servicio del prójimo? ¿He sido introvertido y perezoso? ¿Cómo utilizo
internet y otros medios de comunicación social?
3. ¿He soportado con paciencia, con espíritu de fe, los
dolores y las pruebas de la vida? ¿Cómo he intentado practicar la
mortificación, para completar lo que falta a la pasión de Cristo? ¿He observado
la ley del ayuno y la abstinencia?
4. ¿He conservado puro y casto mi cuerpo, en mi estado de
vida, pensando que es templo del Espíritu Santo, destinado a la resurrección y
a la gloria? ¿He guardado mis sentidos y he evitado mancharme en el alma y en
el cuerpo con malos pensamientos y deseos, con palabras y con acciones
indignas? ¿Me he permitido lecturas, discursos, espectáculos, diversiones en
contraste con la honestidad humana y cristiana? ¿He sido ocasión de escándalo
para los demás con mi comportamiento?
5. ¿He actuado contra mi propia conciencia, por temor o por
hipocresía?
6. ¿He intentado comportarme siempre y en todo con la
verdadera libertad de los hijos de Dios y según la ley del Espíritu, o me he
dejado esclavizar por mis pasiones?
7. ¿He omitido un bien que era para mí posible realizar?
Vida Cristiana
viernes, 29 de marzo de 2019
domingo, 24 de marzo de 2019
3º Domingo Cuaresma Ciclo C 24 de marzo de 2019
[Chiesa/Omelie1/Quaresima/3C19ConversiónMurmuraciónHiguera]
Ø Cuaresma, Domingo 3º ciclo C. 24 de marzo de 2019. La conversión. “La penitencia
interior es una reorientación
radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro
corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia
las malas acciones que hemos cometido” (Catecismo de la Iglesia Católica).
v Cfr. 3º Domingo Cuaresma Ciclo C
24 de marzo de 2019
Éxodo 3, 1-8.13-15; 1 Corintios
10, 1-6.10-12; Lucas 13, 1-9
2ª Lectura
(1Co 10,1-6.10-12) Hermanos: 1 No quiero que
olviden que en el desierto nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, todos
cruzaron el mar Rojo y 2 todos se sometieron a Moisés, por una especie de
bautismo en la nube y en el mar. 3 Todos
comieron el mismo alimento milagroso 4 y todos bebieron de la misma bebida
espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca
era Cristo. 5 Sin embargo, la mayoría de ellos desagradaron a Dios y murieron
en el desierto. 6 Todo esto sucedió como advertencia para nosotros, a fin de
que no codiciemos cosas malas como ellos lo hicieron.10 No murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron a manos
del ángel exterminador. 11Todas estas cosas les sucedieron a nuestros
antepasados como un ejemplo para nosotros y fueron puestas en las Escrituras
como advertencia para los que vivimos en los últimos tiempos. 12 Así pues, el
que crea estar firme, tenga cuidado de no caer. Palabra de Dios.
Evangelio
(Lc 13,1-9) 1. En aquel tiempo,
algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron lo de los galileos, cuya
sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios. 2 Jesús les hizo este comentario: "¿Pensáis que aquellos galileos, porque les sucedió
esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? 3 Ciertamente que no; y si no os arrepentís perecereís de manera semejante. 4 Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé,
¿pensáis acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de
Jerusalén? 5 Ciertamente que no; y si no os arrepentís, pereceréis de manera
semejante". 6 Entonces les
dijo esta parábola: "Un hombre tenía una
higuera
plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: `Mira,
durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he
encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?' 8
El viñador le contestó: `Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar
la tierra alrededor y a echarle abono, 9
para ver si da fruto. Si no, el año que
viene la cortaré`"..
NECESIDAD DE LA CONVERSIÓN A DIOS PARA LA SALVACIÓN.
LA CONVERSIÓN SE
REALIZA EN LA VIDA COTIDIANA
MEDIANTE GESTOS
DE RECONCILIACIÓN.
1.
Tres números del Catecismo de la Iglesia
Católica sobre la
conversión, sobre la
penitencia interior.
v
Una reorientación radical de
toda la vida, que comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida
esperando en la misericordia divina.
CEC 1431: La penitencia interior es
una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a
Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal,
con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo,
comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la
misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión
del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres
llamaron «animi cruciatus» (aflicción
del espíritu), «compunctio cordis»
(arrepentimiento del corazón) (Cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R.
2, 5, 4).
v
La conversión se realiza en
la vida cotidiana, en gestos concretos.
CEC 1435: La conversión se realiza en
la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres,
el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Cf Am 5, 24; Is 1, 17),
por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección
fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección
espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a
causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más
seguro de la penitencia (Cf Lc 9, 23).
v
Para convertirse es necesario
no ser presumidos
CEC 2092: Hay
dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades
(esperando poder salvarse sin la ayuda de
lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la
misericordia divinas, (esperando obtener
su perdón sin conversión y la gloria sin mérito).
v
Superación de posibles
perspectivas miopes, para considerar el proyecto de Dios para cada uno.
-
La
conversión en griego se expresa con el verbo metanoéö, del que proviene el sustantivo
metánoia. La etimología es instructiva: metá (más allá de) y nús
(mente): es necesario ir “más allá de nuestra mente”, en el sentido de superar
nuestras posibles perspectivas miopes, examinando si nuestros programas de vida
son ambiguos o mezquinos, para considerar el proyecto de Dios, su voluntad,
sobre nuestras vidas, lo cual es el criterio último de nuestras valoraciones y
acciones.
2.
También S. Pablo, en la segunda lectura, afirma
que lo que
importa para la
salvación es la responsabilidad personal, la
fidelidad.
v
Todos los israelitas
recibieron los mismos dones, pero no
todos fueron fieles
-
S. Pablo explica como el pueblo hebreo gozó de privilegios y ayuda
excepcionales por parte de
Dios:
«todos estuvieron bajo la nube [1], todos cruzaron el mar Rojo ... Todos comieron el mismo alimento
milagroso [2] y todos bebieron de la misma
bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba [3] ...»
Todos recibieron los mismos dones, pero
la mayor parte no fue fiel, y, por ello murieron en el desierto: «Sin embargo,
la mayoría de ellos desagradaron a Dios y murieron en el desierto». Se suele
comentar que el pueblo fue ingrato a Dios porque - haciendo un resumen - añoraba las delicias de Egipto, se entregaba
a la lujuria y murmuraba contra Dios.
o Un ejemplo concreto de materia de examen de conciencia necesario
para la salvación. La murmuración.
·
En
el v. 10 de 1 Corintios, san Pablo señala como realidad específica que va
contra la fidelidad a
Dios, la
murmuración: No murmuréis como algunos
de ellos murmuraron. Como sabemos,
la murmuración es un vocablo bíblico “característico, para indicar
incredulidad, rechazo y desconfianza” hacia Dios por parte de la criatura[4]. “Estamos en el desierto; en Israel, que está
en peregrinación hacia la tierra de la promesa divina y de la libertad, aparece
la polilla de la frustración, de la desesperación, de la rebelión. Se trata de
lo que la Biblia
llama, con un verbo curioso, «murmuración»: es un modo para indicar
la incredulidad, la sospecha en relación con Dios y de su incapacidad de
salvación”[5].
La
desconfianza en Dios tiene mucho que ver con la cultura de la sospecha,
propugnada muchas veces por el diablo, que pone a Dios en estado de sospecha[6].
3. Conversión es pasar de un modo de vivir a otro. No basta
el éxodo físico, hace falta el éxodo espiritual.
- R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, p. 98: «No basta el éxodo físico, hace falta el
éxodo espiritual; no basta pasar de un lugar a otro, hace falta pasar de un
estado a otro, de un modo de vivir a otro. Para muchos israelitas no sirvió
para nada el haber salido de Egipto, porque no habían salido de sí mismos, de
su propia voluntad. Del mismo modo, nos dice el Apóstol, para poco sirve
también a nosotros los cristianos el estar bautizados, e incluso comer el
Cuerpo del Señor y beber su sangre (el maná y el agua) si después, como sucedía
en Corinto, non se abandona el viejo modo de vivir en la fornicación y en la
idolatría»
- También para
nosotros, los bautizados, es necesaria
la conversión, como nos advierte el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1426),
pues la vida nueva no suprimió la debilidad de la naturaleza humana, ni la
inclinación al pecado:
(...) La vida nueva recibida en la
iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza
humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama [cfr CEC 405 y 978]
concupiscencia [cfr CEC 1264] , y que permanece en los bautizados a fin de que
sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la
gracia de Dios (Cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la
santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (Cf DS 1545;
LG 40).
4. La parábola de la higuera estéril (Evangelio de hoy)
·
Esta
parábola nos muestra la paciencia de Dios y, al mismo tiempo, nos dice que el
tiempo para la
conversión no es
eterno: hay una prórroga, después de la cual la higuera será cortada si no da
fruto.
·
Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Nota Lucas 13, 6-9: La parábola, para aquellos
hombres, y para
nosotros, es una
advertencia y un aviso: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva (cfr. Ezequiel 33,11), y «tiene paciencia con vosotros, porque
no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan» (2 Pedro
3,9).
·
En
el salmo responsorial de hoy (102) se afirma: “El Señor es compasivo y
misericordioso, nos
colma de amor y
de ternura”
Vida Cristiana
[1] La nube era
símbolo de la protección divina, de la
presencia misteriosa de Dios en medio de su pueblo; la nube marca el camino que
hay que seguir. Éxodo 13: 21 Yahveh iba al
frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de
noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día
y de noche. 22 No se
apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por
la noche. Cfr Deuteronomio 1, 30-33; 31,
15; Ex 16,10; 19,9; 20,21;
24, 15-18; 40, 36-38; etc.
[3] Dios hizo brotar agua de una roca, para que, en el
desierto, su pueblo apagase la sed: Ex 17, 1-7: 1
Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin, a la
orden de Yahveh, para continuar sus jornadas; y acamparon en Refidim, donde el
pueblo no encontró agua para beber. 2 . El
pueblo entonces se querelló contra Moisés, diciendo: « Danos agua para beber. »
Respondióles Moisés: « ¿Por qué os querelláis conmigo? ¿Por qué tentáis a
Yahveh? » 3 . Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió
murmurando contra Moisés: « ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacerme morir
de sed, a mí, a mis hijos y a mis ganados? » 4 . Clamó Moisés a Yahveh y dijo: « ¿Qué puedo
hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen. » 5 . Respondió Yahveh a Moisés: « Pasa delante
del pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también
en tu mano el cayado con que golpeaste el Río y vete, 6 . que allí estaré yo ante ti, sobre la piña,
en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo. »
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. 7 . Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa
de la querella de los israelitas, y por haber tentado a Yahveh, diciendo: «
¿Está Yahveh entre nosotros o no? (Éxodo
(SBJ) 17) Cfr. también Éxodo 15, 22-25.
[4] Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture anno
C, Piemme 1999, III domenica di quaresima, p. 82
[6]
Cfr. Juan Pablo II: Enc. Dominum et vivificantem, nn. 36-38; y Catequesis
12/11/1986.
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