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Ø La Ascensión del Señor (2019), Ciclo C. Solemnidad de la Ascensión: el señor encarga a sus discípulos ser sus testigos. Encontrar la armonía entre historia y eternidad. Estamos llamados a mirar desde la tierra al cielo, con el empeño de consolidar el reino de Dios en la tierra: haciendo el bien al prójimo y promoviendo el bien común.
v Cfr. Solemnidad de la Ascensión Ciclo C
2 de junio de 2019
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11; Efesios 1, 17-23
o bien Hebreos 9, 24-28.10, 19-23; Lucas 24, 46-53
Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Ciclo C Piemme 1999, pp. 155-160; Temi di Predicazione – omelie, Ciclo C
49 Nuova Serie, Editrice Domenicana Italiana, pp. 82-88; San Josemaría Escrivá,
Es Cristo que pasa; Conversaciones. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittture Anno C, Piemme
1999, pp. 138-143
Hechos de los
Apóstoles 1, 1-11: En
mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había
escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó
después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y,
apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez
que comían juntos, les recomendó:
- «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: - «No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, 8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». 9 Y después de decir esto, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. 10 Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron: - «Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo»
- «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» 7 Jesús contestó: - «No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, 8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». 9 Y después de decir esto, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. 10 Estaban mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas 11 que dijeron: - «Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo»
Efesios 1, 17-23: Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la
gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle . 18 Ilumine los ojos de vuestro corazón para que
conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la
riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, 19 y cuál la soberana grandeza de su poder para
con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre
los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, 21 por encima de todo Principado, Potestad,
Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino
también en el venidero. 22 Bajo sus pies sometió
todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, 23 que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena
todo en todas las cosas.
Conclusión del evangelio según
san Lucas 24, 46-53: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así
estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer
día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. Y sabed que yo os envío
al que mi Padre ha prometido. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la
fuerza de lo alto » Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los
bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos
se postraron ante él y se volvieron a
Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros,
y
seréis mis testigos
en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría,
y
hasta los confines de la tierra.
(Hechos
de los Apóstoles 1,8)
1,8; Lucas 24, 48),
en el tiempo presente que nos toca vivir hasta su
segunda
venida.
v A. Después de la
Ascensión , los Apóstoles – y con
ellos todos los cristianos –tienen que continuar la misión de Jesús, con la
fuerza del Espíritu Santo.
Los apóstoles todavía están aturdidos por cuanto ha
sucedido delante de sus ojos. Con tristeza y nostalgia miran a Jesús que se
aleja. Pero he aquí algunos ángeles se les aparecen y les dicen: «Hombres de
Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo?»
Es verdad, ahora nos toca a nosotros ponernos a trabajar, ser sus
testigos. Es necesario seguir desarrollando la misión de Jesús y anunciar su
Evangelio a cada criatura, empezar a llevar a la práctica sus palabras y a
vivir según sus enseñanzas. ¿Pero dónde se encontrará la "fuerza"
para anunciar al mundo un mensaje tan comprometido como el de Jesús? Sólo con
la "potencia" y con el "don" del Espíritu Santo que Cristo
enviará a sus discípulos.
v B. Quién es el testigo
Cfr. Cantalamessa o.c. pp. 154-155
o
En primer lugar los Apóstoles: proclaman la
vida que se ha manifestado en ellos.
El «vosotros» [cfr. Lc 24,48], indica en primer lugar
a los apóstoles que han estado con Jesús. En efecto, después de Pentecostés,
ellos no hacen otra cosa que dar testimonio de Cristo. Proclaman a todos: «A
este Jesús le resucitó Dios, y de eso todos nosotros somos testigos» (Hech
2,32). «La vida se ha manifestado: nosotros la hemos visto y damos testimonio»:
así comienza la Primera
carta de Juan.
o
Sus sucesores
El testimonio que se puede llamar
«oficial», es decir ligado al oficio, pasa a sus sucesores, los obispos y
sacerdotes, que, en efecto, son definidos, en un texto del concilio Vaticano
II, «testigos de Cristo y del evangelio» (Lumen gentium, 21).
o
En sentido amplio, todos los bautizados y
creyentes en Cristo
Aquel
«vosotros», en sentido más amplio, son todos los bautizados y creyentes en
Cristo. «Cada laico debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la
vida del Señor Jesús y signo del Dios vivo» (Lumen gentium, 38).
v ¿Qué debe hacer un testigo?
pp. 156-157
o
Atestigua algo que ha visto, experimentado personalmente
Testigo es quien «atestigua»
(certifica), quien afirma algo. Pero no todos los que afirman algo son
testigos. Lo es quien atestigua una cosa que
ha visto, oído o experimentado personalmente; no quien refiere una cosa
sabida de otros. En este último caso, sólo puede atestiguar que alguien ha
dicho una cierta cosa, pero no que esa cosa es verdadera.
o
Corre un riesgo
En general, a la idea de testimonio
está unida la de riesgo. Siempre habrá alguien a quien no gusta la verdad, y que hará todo lo
posible para descalificar, o, incluso, eliminar el testigo incómodo. La palabra «mártir» ha adquirido un
significado autónomo y indica a alguien que da la vida por una causa, pero,
originariamente, significaba «testigo».
o
La diferencia entre testigos y maestros
Si el papel de los testigos es
vital en la sociedad civil, no es menos vital en el ámbito de la Iglesia. Se ha hecho
célebre la afirmación de Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de testigos más
que de maestros». (...) En efecto, en el mundo pululan los maestros, verdaderos
o falsos, pero escasean los testigos. Entre los dos papeles hay la misma
diferencia que existe , según el proverbio, entre el decir y el hacer. «Los
hechos, dice un proverbio inglés, hablan más fuertemente que las palabras» (Deeds speak louder than words).
o
El testigo y la vida
Testigo es quien habla con la vida.
En este sentido, el modelo de todo testimonio es Cristo mismo que, ante
Pilatos, se definió como el «testigo de la verdad» (literalmente: el mártir de
la verdad), y a quien la
Escritura llama el «testigo fiel». El, en efecto, ha vivido
hasta la última coma lo que enseñó, y ha dado la vida para dar testimonio de la
verdad.
(...) Existe el llamado «martirio cotidiano», es decir el testimonio
cotidiano, que a veces no es menos exigente que el martirio de sangre. (p. 158).
o
La fuerza del Espíritu es quien nos hace
testigos
Jesús no nos deja solos. «Tendréis
la fuerza del Espíritu Santo». Nos ha concedido anticipadamente un «abogado»
invencible que estará a nuestro lado. «Cuando venga el Paráclito ... Él dará
testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio». (Juan 15, 26-27; cfr.
Hechos 5,32). p. 159
o
El Espíritu da la alegría del testimonio:
testimoniar no es sólo un peso y un deber, sino necesidad del corazón
Un
modo de manifestarse la «fuerza» del Espíritu es darnos la alegría de
testimoniar, por lo que testimoniar el evangelio a los demás no es ya solamente
un peso y un deber, sino que se convierte en una necesidad del corazón. Se dice
de los Apóstoles que, después que habían sido azotados, «salían gozosos de la
presencia del Sanedrín , porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa
del nombre de Jesús» (Hechos 5,41)» p.
160
o
Amar el mundo apasionadamente
San Josemaría en Conversaciones,
n. 116
·
“Os
aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más
intrascendente de las
acciones diarias,
aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un
repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos
de la prosa de cada día. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse
el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros
corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...”
2. Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? (Hechos 1, 11)
Gianfranco Ravasi, pp. 139-140
v
La Ascensión: el
entrelazamiento entre el presente y el futuro, entre existencia y esperanza.
·
El
tiempo de la Iglesia no es una espera engañosa de alguien ausente o la evasión
alienante hacia un
cielo de sueño,
sino que es, en cambio, la vuelta a la Jerusalén terrena para recorrer
enteramente los caminos de la propia misión. Sólo así se abre al discípulo la
puerta de la Jerusalén celestial.
Por tanto, la
Ascensión en vez de ser una fiesta para soñadores o personas con mentalidad
apocalíptica, de hombres excitados por el íncubo de la imagen del fin del
mundo, es, en realidad, la imagen visible y simbólica de un entrelazamiento
entre presente y futuro, entre existencia y esperanzza. Ciertamente, como
escribe Pablo a los Efesios, Dios nos abre los ojos de la mente para hacernos
intuir «la maravillosa esperanza a la que nos ha llamado» (1,8).
Pero, como nos
sugieren los Hechos de los Apóstoles (1, 4.8), no debemos alejarnos de nuestra
ciudad, de la Jerusalén terrena, porque en ella y en todas las demás regiones
de la tierra, deberemos ser los testimonios de Cristo y de su palabra.
v
Dos extremismos espirituales
que hay que corregir
o
Mirar al cielo de modo que nos aparta del peso
de los compromisos.
Por tanto, es en
una correcta lectura de la Ascensión, signo de la última meta de Cristo y del
cristiano, donde se corrigen ciertos extremismos espirituales opuestos.
Por una parte, es
fuerte la tentación de «mirar al
cielo»- como arrebatados por una contemplación que aparta de la tierra, del
rumor de lo cotidiano, del peso de los compromisos, como atestiguan también en
nuestro tiempo los movimientos
apocalípticos como el de los Testigos de Jehová o ciertas experiencias carismáticas exaltadas.
o
la tentación “secularista”.
Que encierra
todo el cristianismo en un “hacer” concreto que se inmerge en las cosas.
o
Encontrar la armonía entre el tiempo presente y
la meta viva que debe haber en el horizonte, entre historia y eternidad.
Se trata, por tanto, de encontrar la
armonía entre el camino presente y la meta que hay que tener viva en el
horizonte, entre destino cotidiano e inmediato y destino último y perfecto. El
Concilio Vaticano II, en Gaudium et spes,
ha afirmado con claridad:
«Y ciertamente se nos advierte que de
nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo (Lucas
9, 25). Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien
excitar la preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel
Cuerpo de la nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguración del
mundo nuevo».
Desde que Cristo se ha encarnado, la historia y la
eternidad se han unido inseparablemente.
Lo que nosotros profesamos en el Credo no es tanto la inmortalidad del
alma como la «resurrección de la carne»,
es decir, el ingreso de todo el ser
y de toda la creación en el misterio glorioso de Dios. Esta es la
Ascensión plena y total, es éste el último sentido de la Pascua del Señor”.
o
En el tiempo que toca vivir a cada cristiano,
ninguno puede estar pasivo.
Cfr. Es
Cristo que pasa, 121
·
“Tenemos una gran tarea por delante. No cabe la
actitud de permanecer pasivos, porque el Señor nos
declaró expresamente: negociad, mientras vengo (Lc XIX,13). Mientras esperamos el retorno
del Señor, que volverá a tomar posesión plena de su Reino, no podemos estar
cruzados de brazos. La extensión del Reino de Dios no es sólo tarea oficial de
los miembros de la Iglesia
que representan a Cristo, porque han recibido de El los poderes sagrados. Vos autem estis corpus Christi (I Cor
XII, 27), vosotros también sois cuerpos de Cristo, nos señala el Apóstol, con
el mandato concreto de negociar hasta el fin”.
o
Estamos llamados a mirar desde la tierra al
cielo, con el empeño de consolidar el reino de Dios en la tierra: haciendo el
bien al prójimo y promoviendo el bien común.
Cfr.
Benedicto XVI, Homilía en Cracovia, 28 de mayo de 2006.
·
Estamos
llamados, permaneciendo en la tierra, a mirar fijamente al cielo, a orientar la
atención, el
pensamiento y el
corazón hacia el misterio inefable de Dios. Estamos llamados a mirar hacia la
realidad divina, a la que el hombre está orientado desde la creación. En ella
se encierra el sentido definitivo de nuestra vida. (…)
§ Mirad desde la tierra al cielo, fijando la mirada en Cristo y
consolidando su reino en la tierra: reino del bien, de la justicia, de la
solidaridad y de la misericordia.
También yo, Benedicto XVI, sucesor del
Papa Juan Pablo II, os ruego que miréis desde la tierra al cielo, que fijéis
vuestra mirada en Aquel a quien desde hace dos mil años siguen las generaciones
que viven y se suceden en nuestra tierra, encontrando en él el sentido
definitivo de la existencia. Fortalecidos por la fe en Dios, esforzaos con
empeño por consolidar su reino en la tierra: el reino del bien, de la justicia,
de la solidaridad y de la misericordia.
§ Llevando la esperanza a los pobres, a los que sufren .... haciendo
el bien al prójimo y promoviendo el bien común.
Os ruego que testimoniéis con valentía el
Evangelio ante el mundo de hoy, llevando la esperanza a los pobres, a los que
sufren, a los abandonados, a los desesperados, a quienes tienen sed de
libertad, de verdad y de paz. Haciendo el bien al prójimo y promoviendo el bien
común, testimoniad que Dios es amor.
(...)
(...)
3.
La Ascensión
en el Catecismo de la Iglesia Católica
v Jesucristo es Señor: posee todo poder en los
cielos y en la tierra
·
n. 668: "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser
Señor de muertos y
vivos"
(Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su
participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo.
Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está
"por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque
el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1,
20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1
Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad
e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10),
su cumplimiento transcendente.
Vida
Cristiana