[Chiesa/Omelie1/Pasqua/2PascuaB18MisericordiaDivinaSacramentoConfesión]
Ø Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia (2018) Ciclo B. La misericordia de Dios es eterna. Salmos que hablan de la misericordia de Dios. Una ola de misericordia que inunda toda la humanidad. Una imagen de la Divina Misericordia: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia. No hay pecado humano que pueda limitar la misericordia de Dios. El confesor. La confesión es un acto de honradez y valentía: un acto de entrega de nosotros mismos, más allá del pecado, a la misericordia de un Dios que ama y perdona. Es un tribunal, sobre todo, de misericordia.
v
Cfr. 2º Domingo de Pascua o de la Misericordia
Divina, Ciclo B, 8 de abril de 2018
Evangelio Juan 20, 19-31; Salmo Responsorial: 117,
2-4.16ab-18.22-24; Hechos 4, 32-
35; 1 Juan 5, 1-6
Salmo Responsorial (117): R/. Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia [o, Aleluya]
Diga
la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de
Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna
es su misericordia.
Juan 20, 19-31: 19 Al anochecer del día de la resurrección, estando
cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a
los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté
con vosotros". 20 Dicho esto, les mostró las manos y el
costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. 21 De nuevo les dijo Jesús: "La
paz esté con vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo". 22 Después de decir esto, sopló sobre
ellos y les dijo: "Recibid al Espíritu Santo. 23 A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes
se los retengáis, les serán retenidos". 24 Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba
con ellos cuando vino Jesús. 25 Los
otros discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor". Pero él les
contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi
dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no
creeré". Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta
cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos
y les dijo: "La paz esté con vosotros". 27 Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu
dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino
cree". 28 Tomás le respondió:
'¡Señor mío y Dios mío!' 29 Jesús
añadió: "Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haber
visto". 30 Muchos otros signos
hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en
este libro. 31 Sin embargo, éstos
han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Dad gracias al Señor
porque es bueno,
porque es eterna su
misericordia.
Diga Israel: «El Señor es
bueno.
Eterna es su misericordia».
(Salmo responsorial, 118
[Vg 117], 2º Domingo de Pascua)
1. Introducción
v
A. Declaración oficial del 2º Domingo de Pascua
como «Domingo de la Divina Misericordia»
- El segundo domingo
de Pascua es llamado “Domingo de la Misericordia divina”: - El 5 de mayo del
2000 la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la
Santa Sede declaró el Segundo Domingo de Pascua, es decir, el domingo siguiente
al Domingo de Resurrección, como “Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia”. El
Papa dispuso que se conservaran los mismos textos tanto en el Misal Romano,
como en la Liturgia de las Horas.
- Juan Pablo
II: “En todo el mundo
el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina
Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con
confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan
al género humano en los años venideros”.
v
B. Otros salmos que hablan de la misericordia de
Dios
o
Salmo 23/22, 6
Tu bondad y misericordia me
acompañan todos los días de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor
Por dilatados días.
Este salmo, que comienza con
“El Señor es mi pastor, nada me falta”, se recita en la Solemnidad del S.
Corazón de Jesús y en la fiesta de Cristo Rey. La bondad y la misericordia de
Dios se manifiestan en la humanidad de Cristo.
o
Salmo 31/30, 8
Me alegraré y me gozaré en tu misericordia,
pues te has fijado en mi miseria, has comprendido la
angustia de mi alma. No me has
entregado en manos del enemigo; has mantenido mis pies en lugar
espacioso.
o
Salmo 85/84, 8.11
Señor, muéstranos tu misericordia,
y danos tu salvación. Misericordia y fidelidad se encontrarán,
Justicia y paz se besarán.
o
Salmo 103/102, 2-4; 8; 11; 14-17.
Bendice a Yahveh, alma mía, no
olvides sus muchos beneficios. El, que todas tus culpas perdona, que cura
todas tus dolencias, rescata tu vida
de la fosa, te corona de misericordia y compasión. El Señor es compasivo
y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia.
Como se alzan los cielos por
encima de la tierra, así de grande es su misericordia para quienes le
temen. Pues Él conoce de qué estamos hechos, recuerda que somos polvo. ¡El hombre! Como la hierba
son sus días, florece como flor silvestre; sobre él pasa el viento y deja de
existir, ni se reconoce más su sitio. Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre, y para siempre con los que le temen; y su justicia con los hijos de los hijos,
o
Salmo 138/137, 2.8
Me postraré hacia tu Templo
santo, y daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad, porque
has engendrado tu promesa por encima de todo nombre. El Señor concluirá todo en
favor mío. Señor tu misericordia es eterna: no abandones la obra de tus
manos.
o
Salmo 144, 2 (Vg 143)
Misericordia mía, fortaleza mía/mi alcázar mi libertador;/mi
escudo en el que me protejo,/el que me somete los pueblos.
v
C. Las dos raíces de la palabra misericordia.
-
Misericordia es una palabra compuesta por dos
raíces: miseria (misereor) y
corazón (cordis).
“Es, efectivamente, un sentimiento compuesto de
piedad y de compasión que nace en el corazón del hombre de la consideración de
la miseria de la condición humana. La misericordia solamente se da hacia el
hombre. También Dios es, con nosotros,
«clemente y compasivo, paciente y lleno de amor» por el mismo motivo, «porque - dice el salmista – sabe de qué [de
qué pasta] estamos hechos, se acuerda de que somos polvo y de que los días
del hombre son como la hierba: florecen como la flor del campo, que cuando la
roza el viento deja de existir». (Sal 103)”. (Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, anno A, Città Nuova
luglio 1992, 24 dom tempo ordinario).
v
D. De las heridas de las manos de Jesús, de sus
pies y sobre todo de su costado traspasado brota una ola de misericordia que
inunda toda la humanidad.
-
Juan Pablo II, 22 abril 2001: “El evangelio, que acabamos de proclamar,
nos ayuda a captar
plenamente el
sentido y el valor de este don. El evangelista san Juan nos hace compartir la
emoción que experimentaron los Apóstoles durante el encuentro con Cristo,
después de su resurrección. Nuestra atención se centra en el gesto del Maestro,
que transmite a los discípulos temerosos y atónitos la misión de ser ministros
de la misericordia divina. Les muestra sus manos y su costado con los signos de
su pasión, y les comunica: "Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo" (Juan 20, 21). E
inmediatamente después "exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos"" (Juan 20, 22-23). Jesús les confía el don
de "perdonar los pecados", un don que brota de las heridas de sus
manos, de sus pies y sobre todo de su costado traspasado. Desde allí una ola de
misericordia inunda toda la humanidad.”
v
E. Una imagen de la Divina Misericordia: la del
costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua.
Cfr. Benedicto XVI, Regina caeli, 15 de abril de 202
-
Es muy importante lo
que refiere el Evangelio, o sea, que Jesús, en las dos apariciones a los
Apóstoles reunidos en el cenáculo, repitió varias veces el
saludo: «Paz a vosotros» (Jn 20, 19.21.26). El saludo tradicional,
con el que se desea el shalom, la paz, se convierte aquí en
algo nuevo: se convierte en el don de aquella paz que sólo Jesús puede dar,
porque es el fruto de su victoria radical sobre el mal. La «paz» que Jesús
ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la
cruz, a derramar toda su sangre, como Cordero manso y humilde, «lleno de gracia
y de verdad» (Jn 1, 14). Por eso el beato Juan Pablo II quiso
dedicar este domingo después de Pascua a la Divina Misericordia, con una imagen
bien precisa: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua,
según el testimonio ocular del apóstol san Juan (cf. Jn 19,
34-37). Pero Cristo ya ha resucitado, y de él vivo brotan los sacramentos
pascuales del Bautismo y la Eucaristía: los que se acercan a ellos con fe
reciben el don de la vida eterna.
Queridos hermanos y hermanas, acojamos el don de la paz que
nos ofrece Jesús resucitado; dejémonos llenar el corazón de su misericordia. De
esta manera, con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu que resucitó a
Cristo de entre los muertos, también nosotros podemos llevar a los demás estos
dones pascuales. Que nos lo obtenga María santísima, Madre de Misericordia.
2. La misericordia de Dios es revelada plenamente
en la Cruz.
cfr.
San Juan Pablo II, Enciclica «Dives in
misericordia», nn. 7-8
- n. 7: “Creer en el
Hijo crucificado significa « ver al Padre » (Cfr. Jn 14, 9), significa creer
que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda
clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer
en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la
dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo
específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente
en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su
corazón y puede hacerle « perecer en la gehenna ».(Mateo 10, 28)”
- n. 8: “La cruz es la inclinación más profunda de la
Divinidad hacia el hombre y todo lo que el hombre — de modo especial en los
momentos difíciles y dolorosos — llama su infeliz destino. La cruz es como un
toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena
del hombre, es el cumplimiento, hasta el final, del programa mesiánico que
Cristo formuló una vez en la sinagoga de Nazaret (Cfr. Lucas 4, 18-21) y
repitió más tarde ante los enviados de Juan Bautista.(Cfr. Lucas 7, 20-23)”.
- n. 8: “De manera particular Dios revela asimismo su misericordia,
cuando invita al hombre a la
«misericordia
» hacia su Hijo, hacia el Crucificado. Cristo,
en cuanto crucificado, es el Verbo que no pasa (Cfr. Mateo 24, 35), es el que
está a la puerta y llama al corazón de todo hombre (Cfr. Apocalipsis 3,
20), sin coartar su libertad, tratando
de sacar de esa misma libertad el amor que es no solamente un acto de
solidaridad con el Hijo del Hombre que sufre, sino también, en cierto modo, «misericordia»
manifestada por cada uno de nosotros al Hijo del Padre eterno”.
3.
La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia
Enc. Dives in misericordia, n. 13
-
“La
Iglesia profesa y proclama la conversión. La
conversión a Dios consiste siempre en
descubrir su misericordia,
es decir, ese amor que es paciente y benigno (Cfr. 1 Cor 13, 4) a medida del
Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » (2
Cor 1, 3) es fiel hasta las últimas consecuencias
en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la
resurrección de su Hijo. La conversión a
Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.
v
No hay pecado humano que pueda limitar la
misericordia de Dios. Por parte del hombre sólo puede limitarla la falta de
buena voluntad.
Encíclica Dives in misericordia, n. 13
-
“La misericordia en sí
misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita.
Infinita
pues e inagotable es la prontitud del
Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la
prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable
del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de
esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de
buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es
decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad
especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo”.
4. El sacramento de la confesión es el sacramento de la misericordia
divina.
v
A. En el evangelio de hoy, v. 23
·
El texto
evangélico de ese domingo (Juan. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a
la Misericordia
Divina: narra la
institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de la
Misericordia Divina.
v
B. Catecismo de la Iglesia Católica
o
Los que se acercan al sacramento de la
Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados.
·
n. 1422:
«Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia
de
Dios el perdón de
los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la
Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con
su amor, su ejemplo y sus oraciones» (Cf Lumen
gentium 11).
v
C. El confesor
“A quienes les perdonéis los pecados,
les quedarán perdonados;
a quienes se los retengáis, les serán retenidos".
(Juan 20, 23)
o
Juan Pablo II, al llamar al confesor «ministro
de la misericordia de Dios», hace las siguientes observaciones [1]:
-
“El
confesor, ministro de la misericordia de Dios, se sentirá comprometido a
ofrecer a los fieles,
con plena
disponibilidad, su tiempo y su paciencia comprensiva. (...) Exhorto a los
sacerdotes de todas las partes del mundo a ser ministros generosos de este
sacramento, para que la abundancia de la misericordia divina pueda llegar a
toda alma necesitada de purificación y consuelo”.
o
Papa Francisco: el sacerdote es instrumento de
la misericordia de Dios en su servicio de parte de Dios para perdonar los
pecados.
Catequesis sobre la fe. 20 de noviembre de
2013
§ También
los sacerdotes y los obispos deben confesarse: todos somos pecadores.
También el Papa se confiesa cada quince días, porque incluso el Papa es un
pecador.
-
El perdón de Dios que
se nos da en la Iglesia, se nos transmite por medio del ministerio de un
hermano nuestro, el
sacerdote; también él es un hombre que, como nosotros, necesita de
misericordia, se convierte verdaderamente en instrumento de misericordia,
donándonos el amor sin límites de Dios Padre. También los sacerdotes deben
confesarse, también los obispos: todos somos pecadores. También el Papa se
confiesa cada quince días, porque incluso el Papa es un pecador. Y el confesor
escucha las cosas que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos
tenemos necesidad de este perdón. A veces sucede que escuchamos a alguien que
afirma que se confiesa directamente con Dios... Sí, como decía antes, Dios te
escucha siempre, pero en el sacramento de la Reconciliación manda a un hermano
a traerte el perdón, la seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia.
§ El
servicio que el sacerdote presta como ministro de parte de Dios para perdonar
los pecados es muy delicado.
Ese servicio exige que el sacerdote tenga el corazón en paz, que no
maltrate a los fieles, sino que sea apacible, benévolo y misericordioso.
El servicio que el sacerdote presta como ministro de parte
de Dios para perdonar los pecados es muy delicado y exige que su corazón esté
en paz, que el sacerdote tenga el corazón en paz; que no maltrate a los fieles,
sino que sea apacible, benévolo y misericordioso; que sepa sembrar esperanza en
los corazones y, sobre todo, que sea consciente de que el hermano o la hermana
que se acerca al sacramento de la Reconciliación busca el perdón y lo hace como
se acercaban tantas personas a Jesús para que les curase. El sacerdote que no
tenga esta disposición de espíritu es mejor que, hasta que no se corrija, no
administre este Sacramento. Los fieles penitentes tienen el derecho, todos los
fieles tienen el derecho, de encontrar en los sacerdotes a los servidores del
perdón de Dios.
v
D. En la Encíclica «Dives in misericordia»: el
sacramento de la penitencia o reconciliación es una de las fuentes de la
misericordia divina.
·
En la
encíclica «Dives in Misericordia» se describen las diversas maneras en las que
la Iglesia
«acerca a los
hombres a la fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria
y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación
constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y
madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación»
[2]. Y
trata de practicar la misericordia «usando misericordia» con los demás, viendo
en las palabras de Jesús «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia» (Mateo 5,7) una llamada a la acción y al esfuerzo por
practicar la misericordia [3]. A
este respecto se pueden recordar, como ejemplo emblemático, todos los esfuerzos
que se hacen en la educación de las conciencias, en los testimonios de vida,
etc. para “hacer el mundo más humano” [4].
o
La Confesión es un acto de honradez y valentía:
un acto de entrega de nosotros mismos, más allá del pecado, a la misericordia
de un Dios que ama y perdona [5].
-
San Juan Pablo II, Reconciliatio et
paenitentia, n. 31: Os pido
que no veáis la Confesión
como un mero intento
de liberación psicológica - por más legítimo que esto pueda ser - sino como un sacramento, un acto litúrgico.
La Confesión es un acto de honradez y valentía: un acto de entrega de nosotros
mismos, más allá del pecado, a la misericordia de un Dios que ama y perdona. Es
un acto del hijo pródigo que regresa a su Padre y es recibido por él con un
beso de paz. Es fácil entender por qué “cada confesionario es un lugar
privilegiado y bendito desde el cual, canceladas las divisiones, nace nuevo e
incontaminado un hombre reconciliado, un mundo reconciliado”.
o
Es un tribunal, sobre todo, de misericordia
-
Es Cristo que pasa, 78: “Si se pierde la sensibilidad para las
cosas de Dios, difícilmente se
entenderá el Sacramento
de la Penitencia. La confesión sacramental no es un diálogo humano, sino un
coloquio divino; es un tribunal, de segura y divina justicia y, sobre todo, de
misericordia, con un juez amoroso que no desea la muerte del pecador, sino
que se convierta y viva (Ezequiel
33,11)”.
Vida Cristiana
[1] Discurso a un curso de la Penitenciaría apostólica,
sábado 31 de marzo 2001
[3] Cf. Dives in misericordia, n. 14
[4] Cf. Juan Pablo II, Dives in
misericordia, n. 14
[5] Juan Pablo II, Homilía durante la Misa en Westover Hills, en San Antonio (Estados
Unidos), 13-IX-1987