sábado, 21 de abril de 2018
Nuestra credencial:: por Santiago Agrelo
Piedra desechada:
Me encanta ese nombre tan tuyo, Señor, de “desechado”, “descartado”, “prescindible”.
Me encanta, porque deja a la vista esa dimensión tantas veces soslayada del misterio de la encarnación que es tu bajada desde Dios a los pobres, desde Dios a los prescindibles, desde Dios a los descartados, desde Dios a los desechados por la des-humanidad que cuenta, la que decide, la que se ha constituido a sí misma desde el principio en norma del bien y del mal, de lo útil y de lo inútil, de la vida y de la muerte.
Sobre la vida de tus hermanos pobres, lo mismo que un día sobre la tuya, no decide la humanidad, ni la justicia, ni la solidaridad; decide el poder, con sus parlamentos, sus leyes, sus jueces, sus fuerzas de seguridad.
El poder ha hecho criminal tu amor por encima de la ley, el amor de los padres a sus hijos enfermos, el amor de los pobres a los más pobres entre ellos: el poder, simplemente, ha hecho criminal el amor.
Para el poder, tú, Señor, con tu escandalosa opción por los desechados, eres una amenaza tan grande que le resulta inaceptable.
Tú, Señor, con tu absurda encarnación, con tu estúpida opción de abajamiento hasta lo hondo de la condición humana, eres la negación radical del sistema de opresión que devora desde el principio la vida de los últimos.
Gracias, Señor Jesús, porque te hiciste último, porque te hiciste siervo, porque entraste en la fila de los desechados, de los apartados, de los “sacados fuera” de la ciudad, de los que tienen que morir para que no se venga al suelo el edificio del poder.
Gracias porque tú, el Señor, te hiciste siervo de todos los esclavos de la tierra, y nos mostraste a tus discípulos el camino por el que hemos de llevar a los hombres el reino de Dios: haciéndonos últimos, siervos, esclavos de todos, y aceptando llevar contigo la estrella credencial de los desechados, los descartados, los prescindibles.
En cualquier otro lugar, estaríamos lejos de ti.
viernes, 20 de abril de 2018
La voz de una madre: por Santiago Agrelo
Lo has oído en el evangelio: “Yo soy el buen pastor, que da su vida por sus ovejas”. Oyéndolo, has entendido que Jesús de Nazaret te ha puesto en el centro de su vida; has entendido que el Hijo de Dios, porque te amaba, se ha hecho vulnerable hasta dar la vida por ti; has entendido que Dios, compadecido de ti, ha abierto de par en par las fronteras de su Reino para que entres, para que seas libre, para que vivas.
Lo has oído en el evangelio, lo has celebrado, lo has revivido, lo has experimentado en la Eucaristía: “Yo soy el buen pastor, que da su vida por sus ovejas”.
Y sabes, Iglesia cuerpo de Cristo, que ésa es tu vocación, que estás llamada a poner a los pobres en el centro de tu vida, a dar la vida por ellos, a mantenerte siempre abierta para ellos porque eres su casa.
Tu vocación es conocerlos: conocer su voz, su necesidad, sus anhelos, sus miedos, sus alegrías.
Tu vocación es hacerte para ellos deseable como un pan, vulnerable como un amante, acogedora como una madre; hacerte toda para ellos como Jesús se hizo todo para ti.
Que los empobrecidos sepan todos que pueden contar contigo: Todos, en todo tiempo, en todo lugar.
Que los pobres sepan que, allí donde te encuentren, encontrarán madre, encontrarán ternura, y si lo hay, encontrarán pan.
Que los empobrecidos conozcan tu voz, como reconoce un niño la voz de su madre.
miércoles, 18 de abril de 2018
Domingo 4º de Pascua. Domingo del Buen Pastor. Jornada Mundial de Oraciones por las Vocaciones.
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v
Cfr. Domingo 4 de Pascua, año B
1. Jesús es el Buen Pastor
v
1. Catecismo de la Iglesia Católica
o
Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a
las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta
v
2. Nuestra correspondencia: conversión a Jesucristo
en la fe y en el amor
o
La fe cristiana es ante todo conversión a Jesucristo: adhesión a su persona,
seguimiento.
v
3. Jesús
se presenta a sí mismo como buen pastor: evangelio de hoy
v
4. Algunas características del adjetivo “buen”.
o
a) Da la vida por las ovejas (vv. 11, 15, 17 y 18).
o
b) Conoce
a sus ovejas y las ovejas le conocen (v. 14)
o
c) La obra de Jesús parte históricamente de
Israel pero es pastor también de los otros pueblos.
o
d) Jesús, Buen Pastor, se sometió libremente a la voluntad del Padre.
El Catecismo de la Iglesia Católica habla expresamente
de esta característica del Buen Pastor.
2. Del mensaje de Francisco (3 de diciembre de 2017) para la 55 Jornada
Mundial de
Oración por las Vocaciones, que se celebra el 22 de abril de 2018.
v
Dios siempre nos sale al encuentro y es el
Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a
veces polvorientos de nuestra vida.
o
Por nuestra parte, es necesario «escuchar»,
«discernir» y «vivir».
§ Así
fructificamos nuestros talentos y somos instrumentos de salvación.
o
Escuchar
§ Dios
vienes de modo silencioso y discreto,
sin imponerse a nuestra libertad
Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra
o
Discernir
§ El
discernimiento espiritual del contenido de la misión
Sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra
del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda
al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la
historia.
o
Vivir
§ Cada
uno de nosotros está llamado a convertirse en testigo del Señor aquí y ahora.
¡La vocación es hoy! No llega a nosotros si permanecemos asomados a la
ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado.
No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso
«aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados.
Ø Domingo 4º de Pascua. Domingo del Buen Pastor. Jornada
Mundial de Oraciones por las
Vocaciones. Jesús se
presenta a sí mismo como el Buen Pastor. La fe cristiana es ante todo
conversión a Jesucristo: adhesión a su
persona, seguimiento. Dios siempre nos sale al encuentro: escuchar, discernir y vivir la llamada.
v
Cfr. Domingo 4 de Pascua, año B
22 de abril de 2018 - Hechos 4,
8-12; Salmo 117; 1 Juan 3, 1-1; Juan 10, 11-18
Domingo del Buen Pastor – 55
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
Juan 10, 11-18: 11 Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; 12 el
asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona
las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; 13 y es que a un asalariado
no le importan las ovejas. 14 Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y
las mías me conocen, 15 igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo
doy mi vida por las ovejas. 16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este
redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo
rebaño y un solo Pastor. 17 Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida
para poder recuperarla. 18 Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre».
Aunque son pastores
humanos quienes gobiernan a las ovejas,
sin embargo es Cristo
mismo el que sin cesar las guía y alimenta;
El, el Buen Pastor y
Cabeza de los pastores, que dio su vida por las ovejas.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 754)
1. Jesús es el Buen Pastor
v
1. Catecismo de la Iglesia Católica
o
Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a
las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta
·
n. 754 "La Iglesia, en efecto, es el redil
cuya puerta única y necesaria es Cristo (Juan
10, 1-
10). Es también el
rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Isaías 40, 11; Ezequiel 34, 11-31). Aunque son
pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el
que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores
(cf. Juan 10, 11; 1 Pedro 5, 4), que dio
su vida por las ovejas (cf. Juan 10, 11-15)".
v
2. Nuestra correspondencia: conversión a Jesucristo
en la fe y en el amor
o
La fe cristiana es ante todo conversión a Jesucristo: adhesión a su persona,
seguimiento.
·
“Mirad si sois de
verdad sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si
le conocéis, digo, no sólo
por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también
por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que nos dice lo que acabamos
de oir, añada también: «Quien dice: Yo le conozco, y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso»” (San Gregorio Magno (540-604), hom.14,3)
·
La fe cristiana
es ante todo conversión a Jesucristo:
adhesión a su persona, seguimiento. Pensar, juzgar,
vivir, como Él. Esta
conversión dura toda la vida: desde el inicio hasta llegar “a la medida de la
plenitud de Cristo” (Efesios 4, 13).
v
3. Jesús
se presenta a sí mismo como buen pastor: evangelio de hoy
·
Juan 10, 14-17
: 14 Yo soy el buen pastor; y
conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como
me conoce el Padre y yo
conozco a mi Padre y doy mi vida por las
ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a
ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla
de nuevo.
v
4. Algunas características del adjetivo “buen”.
Cfr. Temi di Predicazione
– Omelie, Editrice Domenicana Italiana 2/2012, Ciclo B. Claudio
Doglio,Quarta domenica di Pasqua, Vangelo,
Esegesi.
o
a) Da la vida por las ovejas (vv. 11, 15, 17 y 18).
- El adjetivo “bueno” se puede entender en el sentido de “auténtico,
justo, válido”, el pastor “por
excelencia”, el único capaz
de realizar en plenitud la promesa de Dios de ser pastor de su pueblo. “El buen
pastor ofrece la vida por las ovejas” (v. 11b); éste es su estilo y su
connotación esencial que se repite en los versículos 15, 17 y 18.
En
el v. 8 se distingue de otros, cualificados como “ladrones y salteadores”, y se
contrapone a la figura metafórica del “mercenario” que trabaja por un
estipendio y le interesa la paga y no las ovejas. Dentro del adjetivo bueno
está la disponibilidad para perder la vida por el otro.
Por
otra parte, el término pastor es usado para designar a los jefes (sobre todo
los reyes de Israel), a los responsables de la comunidad y la diversas
autoridades (civiles, políticas, militares, religiosas). Durante el Exilio, el
profeta Ezequiel escribió una página muy dura contra los pastores de Israel,
porque fueron culpables de la ruina del pueblo, de la dispersión del rebaño.
Sin embargo, Dios prometió a través de la voz del profeta una intervención suya
personal en el futuro: se presenta como el pastor que hará bien su trabajo,
buscará a sus ovejas y cuidará de ellas.
Ezequiel
34, 11-14: 11 Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi
rebaño y velaré por él. 12 Como un pastor vela por su rebaño cuando se
encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las
recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y
brumas. 13 Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y
las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por
los barrancos y por todos los poblados de esta tierra. 14 Las apacentaré en
buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí
reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel.
- En la tradición judía,
existía la convicción de que el Señor fuese personalmente el auténtico
pastor de Israel y de que los diversos jefes fuesen sus
delegados.
o
b) Conoce
a sus ovejas y las ovejas le conocen (v. 14)
- En el lenguaje bíblico, el verbo conocer no indica una noción
abstracta y teórica, sino una relación de
profundo afecto, de amistad
auténtica, un vínculo fuerte y apasionado. Aunque se emplee todavía el término
“ovejas”, se supera la imagen y las afirmaciones se refieren a las personas
humanas y su relación con Dios mismo; se trata de una relación semejante a la
que une a las personas divinas (v. 15: “como el Padre me conoce y yo conozco a
mi Padre” ….).
o
c) La obra de Jesús parte históricamente de
Israel pero es pastor también de los otros pueblos.
- La obra de Jesús (dar su
vida) tiene una perspectiva universal, se refiere a la humanidad,
aunque tenga su punto de partida históricamente en Israel
(“este aprisco”, v. 16). Aparece el proyecto de Dios de la unificación de la
humanidad, reconciliada en la escucha del único pastor.
o
d) Jesús, Buen Pastor, se sometió libremente a la voluntad del Padre.
El Catecismo de la Iglesia Católica habla expresamente
de esta característica del Buen Pastor.
·
n. 569: Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén sabiendo
perfectamente que allí moriría de
muerte violenta a causa de la
contradicción de los pecadores. (Cf Hebreos 12, 3).
·
n. 599: La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en
una desgraciada constelación de
circunstancias. Pertenece al
misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de
Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: «Fue entregado según el
determinado designio y previo conocimiento de Dios» (Hechos 2, 23). Este
lenguaje bíblico no significa que los que han «entregado a Jesús» (Hechos 3,
13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por
Dios.
·
n. CCE n. 609: Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre.
2. Del mensaje de Francisco (3 de diciembre de 2017) para la 55 Jornada
Mundial de
Oración por las Vocaciones, que se celebra el 22 de abril de 2018.
v
Dios siempre nos sale al encuentro y es el
Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a
veces polvorientos de nuestra vida.
o
Por nuestra parte, es necesario «escuchar»,
«discernir» y «vivir».
§ Así
fructificamos nuestros talentos y somos instrumentos de salvación.
También en estos tiempos inquietos en que
vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale
al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces
polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y
felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la especificidad de cada
vocación, personal y eclesial, se necesita escuchar, discernir y vivir esta
palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer
fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el
mundo y nos orienta a la plena felicidad.
Estos tres aspectos —escucha, discernimiento y vida—
encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días
de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se
pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el
Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc 4,16-21).
o
Escuchar
§ Dios
vienes de modo silencioso y discreto,
sin imponerse a nuestra libertad
Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra
La llamada del Señor —cabe decir— no es
tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra
experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse
a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las
numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro
corazón.
Es necesario entonces prepararse para
escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles
de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la
fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.
Si permanecemos encerrados en nosotros
mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en
el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial
y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de
soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y
original que Dios quiere escribir con nosotros.
También Jesús fue llamado y enviado; para
ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así,
con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su
significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.
Esta actitud es hoy cada vez más difícil,
inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia
de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior,
que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo
una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el
gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos
de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el
diligente designio de Dios para nosotros.
Como sabemos, el Reino de Dios llega sin
hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo
podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos
entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al
imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).
o
Discernir
§ El
discernimiento espiritual del contenido de la misión
Sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra
del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda
al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la
historia.
Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta
Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo
anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a
los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los
oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
Del mismo modo, cada uno de nosotros puede
descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un
«proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y
escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la
del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General
Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional,
II, 2).
Descubrimos, en particular, que la
vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la
Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran
precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de
conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que
levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que
ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la
promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las
tinieblas de la historia.
También hoy tenemos mucha necesidad del
discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y
del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los
instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo
cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e
intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor
le pide para ser continuador de su misión.
o
Vivir
§ Cada
uno de nosotros está llamado a convertirse en testigo del Señor aquí y ahora.
¡La vocación es hoy! No llega a nosotros si permanecemos asomados a la
ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado.
No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso
«aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados.
Por último, Jesús anuncia la novedad del
momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se
ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los
prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso
de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta
Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).
La alegría del Evangelio, que nos abre al
encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y
desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la
excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en
nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación
es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está
llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio
ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor,
aquí y ahora.
Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la
seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad
nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir
con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su
servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su
Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar
consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.
El Señor sigue llamando hoy para que le
sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso
«aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino
escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la
Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.
Vida Cristiana
LA VOCACIÓN EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
LA VOCACIÓN EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
Algunos números
[Cfr. 1 Samuel 3,
3-11; Salmo responsorial Sal 39,
2 y 4ab. 7. 8~9. 10 (vv: 8a y 9a) Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad. Juan 1, 35-42. Domingo Segundo del Tiempo Ordinario, Ciclo B].
1. Dios tiene un proyecto para todo hombre, a quien
se lo hace saber de diversos modos. Diversos aspectos de la
llamada/vocación.
o
Dios llama a todos los hombres; todos los hombres
tenemos una vocación
§ Los
diez mandamientos establecen los fundamentos de la vocación del hombre. Son una
luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los
caminos de Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1962: “La Ley antigua es el primer estado de la
Ley
revelada. Sus prescripciones
morales están resumidas en los Diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo
establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios.
Prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que
le es esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre
para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el
mal:
Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no leían en
sus corazones (S. Agustín, Sal. 57, 1).
o
Todos estamos llamados a la comunión con Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 27: El deseo de Dios está inscrito en el
corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y
Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre
la verdad y la dicha que no cesa de buscar:
La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del
hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde
su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es
conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no
reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (Gaudium et spes
19,1).
o
La vocación es llamada gratuita de Dios, que
tiene siempre la iniciativa. A veces, se sirve de intermediarios - es la
mediación - para comunicar ese proyecto.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1998: “(...) La vocación depende enteramente de
la
iniciativa gratuita
de Dios, porque sólo El puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las
capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de
toda criatura (Cf 1 Corintios 2, 7-9).”
§ La
mediación
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2578: (...) “El niño Samuel aprendió de su
madre Ana
cómo «estar ante el
Señor» (Cf 1 Samuel 1, 9-18) y del sacerdote Elí cómo escuchar su Palabra:
«Habla, Señor, que tu siervo escucha» (Cf 1 Samuel 3, 9-10) (...) ”.
o
Todos los discípulos de Cristo tenemos una
vocación común: es la llamada a la santidad y a la misión de evangelizar el
mundo (vocación al apostolado), cuyo fundamento son los sacramentos de la
iniciación cristiana. Nuestra respuesta a esa llamada.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1533: “El Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía son
los sacramentos de la
iniciación cristiana. Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de
Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo.
Confieren las gracias necesarias para vivir según el Espíritu en esta vida de
peregrinos en marcha hacia la patria”.
§ Nuestra
respuesta a esa llamada: tratar de ajustarnos al proyecto que Dios ha
querido para cada uno de nosotros.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2807: Santificado sea tu nombre (…). Esta petición es
enseñada por Jesús
como algo a desear profundamente y como proyecto en que Dios y el hombre se
comprometen. Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en
el misterio íntimo de su Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra
humanidad. Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en «el benévolo
designio que él se propuso de antemano» para que nosotros seamos «santos e
inmaculados en su presencia, en el amor» (Cf Efesios 1, 9. 4).
o
Todos estamos llamados a vivir las
bienaventuranzas, que están en el centro de la predicación de Jesús
·
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1716,
1717 y 1719: Las
bienaventuranzas expresan la
vocación de los
fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las
acciones y actitudes características de la vida cristiana; paradójicamente
sostienen la esperanza en las tribulaciones;
descubren la meta de la existencia humana.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1820: “ (…) Las bienaventuranzas elevan nuestra
esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de
las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de
Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en «la esperanza que no falla»
(Romanos 5, 5). La esperanza es «el ancla del alma», segura y firme, «que
penetra... a donde entró por nosotros como precursor Jesús» (Hebreos 6, 19-20). Es también un arma que nos protege
en el combate de la salvación: «Revistamos la coraza de la fe y de la caridad,
con el yelmo de la esperanza de salvación» (1 Tesalonicenses 5, 8). Nos procura
el gozo en la prueba misma: «Con la alegría de la esperanza; constantes en la
tribulación» (Romanos 12, 12). Se
expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre
Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear”.
o
La vocación del hombre a la vida eterna no
suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los
medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2820: Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben
distinguir entre el
crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la
sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La
vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de
poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir
en este mundo a la justicia y a la paz (Cf Gaudium et spes 22; 32; 39; 45;
Evangelii nuntiandi, 31).
o
Las circunstancias en las que vive cada uno hacen que haya unas connotaciones específicas
sobre el lugar o modalidad de vivir la vocación
común a la santidad
§ En
los fieles laicos esa vocación común a todos los fieles de la Iglesia, tiene
una característica propia: la búsqueda de la santidad (del Reino de Dios, de la
salvación), ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 898: “Los laicos tienen como vocación propia el
buscar el
Reino de Dios
ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de
manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades
temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas
lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y
Redentor» (Lumen gentium, 31)”.
§ La
intervención directa en la actividad
política y en la organización de la vida social forma parte de la vocación de
los fieles laicos
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2442: No corresponde a los pastores de la Iglesia
intervenir directamente
en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de los
fieles laicos, que actúan por su propia iniciativa con sus conciudadanos. La acción
social puede implicar una pluralidad de vías concretas. Deberá atender siempre
al bien común y ajustarse al mensaje evangélico y a la enseñanza de la Iglesia.
Pertenece a los fieles laicos «animar, con su compromiso cristiano, las
realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de
justicia» (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, n. 47; cf 42).
§ La
vocación específica de los padres de familia
Los padres de familia tienen también una vocación específica: han de
fomentar la vocación personal de cada hijo; y tienen la misión de enseñar a sus
hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1656: “En nuestros días, en un mundo
frecuentemente
extraño e incluso
hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en
cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II
llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia doméstica» (Lumen
gentium, 11; cf Familiaris consortio, 21.). En el seno de la familia, «los
padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su
palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y,
con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (Lumen gentium, 11)”.
La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna
infancia.
·
Catecismo de la Iglesia Católica n. 2226: “La educación en la fe por los padres debe
comenzar desde la
más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la familia
se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida cristiana de
acuerdo con el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece
las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de enseñar
a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (Cf Lumen
gentium, 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida
litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la
catequesis de los niños y de los padres”.
Los padres de familia tienen como misión - como
vocación - respetar y favorecer la
vocación de sus hijos, y favorecer la respuesta de ellos para seguirla. La
vocación primera del cristiano es seguir a Jesús.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2232: “Los
vínculos familiares, aunque son muy
importantes, no son
absolutos. A la par que el hijo crece hacia una madurez y autonomía humanas y
espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad
y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de
sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del
cristiano es seguir a Jesús: (Cf Mateo 16, 25) «El que ama a su padre o a su
madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que
a mí, no es digno de mí» (Mateo 10, 37)”.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2253: “Los padres deben respetar y favorecer la
vocación
de sus hijos. Han de
recordar y enseñar que la vocación primera del cristiano es la de seguir a
Jesús”.
2. La vocación cristiana es también, por su misma naturaleza,
vocación al apostolado:
todos los cristianos estamos llamados al apostolado. Características del
auténtico testigo.
·
Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 863: “Toda la Iglesia es apostólica mientras
permanezca,
a través de los
sucesores de S. Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su
origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es «enviada» al mundo
entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen
parte en este envío. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es
también vocación al apostolado». Se llama «apostolado» a «toda la actividad del
Cuerpo Místico» que tiende a «propagar el Reino de Cristo por toda la tierra»
(Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2).”
3. El pecado es la esclavitud más grave de los hombres, y el obstáculo en
su vocación de hijos de Dios.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 549: “Al liberar a algunos hombres de los males
terrenos
del hambre (Cf Juan
6, 5-15), de la injusticia (Cf Lucas 19, 8), de la enfermedad y de la muerte
(Cf Mateo 11, 5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino
para abolir todos los males aquí abajo (Cf Lucas 12, 13. 14; Juan 18, 36), sino
a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (Cf Juan 8,
34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas
sus servidumbres humanas”.
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