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Ø Domingo
2º de Cuaresma (12 de marzo de 2017), Año A. La figura de Abrahán: creyente y
amigo de Dios. Abrahán
tendrá que creer y confiar en la
misteriosa acción de Dios, quien le pide abandonar su tierra (sus
propiedades, sus bienes, las pequeñas y grandes cosas a que estaba
acostumbrado, los paisajes y los objetos, los amaneceres y los atardeceres, su
patria y la casa de su padre); su patria (el «lugar natal», es decir, el
horizonte humano y cultural, los usos y costumbres, la religión nacional, el
estilo social de vida, la propia identidad general, modelada por el entorno
humano y sus valores); la casa de su padre: (la familia, el clan, con
toda su red de relaciones humanas, afectivas, hereditarias, morales,
económicas, tradicionales). Dios le promete hacer de él una gran nación, que
bendecirá a los que le bendigan y maldecirá a los que le maldigan … Él
obedeció. La fe puede ser puesta a prueba.
v Cfr. 2º Cuaresma A – 12 marzo 2017
Mateo 17, 1-9; Génesis 12, 1-4a;
2 Timoteo 1, 8b-10
Génesis 12, 1-4a: 1 En aquellos días el Señor dijo a Abrán: "Sal
de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te
mostraré. 2 Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y
serás una bendición. 3 Bendeciré a los
que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias
de la tierra. "4 Abrán marchó, como le había dicho el Señor.
2 Timoteo 1, 8b-10: 8 Querido hermano: toma parte en los padecimientos
por el Evangelio, según la fuerza de Dios. 9 Él nos salvó y nos llamó con una
vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia
que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, 10 la cual se ha
manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que
destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del
Evangelio.
Dios llama a Abrahán: “Sal de tu tierra, y
de tu patria, y de la casa de tu padre,
a la tierra que yo te mostraré”.
(Primera Lectura,
Génesis 12, 1)
“Te bendeciré. Bendeciré a los que te
bendigan”.
(Génesis 12, 2-3)
Dios nos llama también a nosotros: “Él nos
salvó y nos llamó con una vocación santa”.
(Segunda Lectura, 2 Timoteo
1, 9)
1.
La figura de Abrahán
Cfr. Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva, Tipografía Poliglotta Vaticana 1983, n. 105
v Personaje típico de creyente y amigo de Dios
-
“Fue siempre
considerado por hebreos y cristianos como un personaje típico de creyente y
amigo de Dios por su fe
coherente (Juan 8, 39; Santiago 2, 20-24). Dios le confió un cometido
particular, prometiendo hacerle rico y feliz y, en él, «todos los pueblos de la
tierra». A diferencia del primer hombre,
desconfiado y desobediente (Génesis 3, 16-19) y privado por esto de las bendiciones
primordiales, de las que estaba lleno (Génesis 1, 28). Abrahán tuvo plena confianza
en Dios y obedeció: creyó con la fuerte convicción de que habría tenido una
numerosa descendencia como las estrellas del cielo, aunque la promesa divina,
que le había sido hecha cuando era ya viejo lo mismo que su mujer Sara, también anciana y además estéril desde
siempre, parecía absurda (Génesis 18, 11-15; 22,17; 24, 36; Romanos 4 , 1-25;
Gálatas 3, 6-9; Hebreos 11, 11-12, Santiago 2, 23).
Abrahán obedeció al mandato de dejar la casa, los
parientes y la patria; y al mandato, mil veces más duro, de sacrificar su único
hijo Isaac (Génesis 22, 1-18)”.
2. La fe de Abrahán
v La promesa divina se abrirá camino en medio de las pruebas.
Cfr. Gianfranco Ravasi, Los rostros de la biblia, San Pablo 2008, pp. 37-39
o Dios hace una promesa: te bendeciré, haré famoso tu nombre, bendeciré a quienes te bendigan …
·
La Biblia trata
de interpretar el nombre del patriarca recurriendo a una variación que tenga
afinidad con una expresión
hebrea: de Abrán (que literalmente significaba «padre elevado, exaltado»,
título glorioso reservado a la divinidad como padre) se tiene Abrahán, «padre
de una multitud de pueblos» (Génesis 17, 5).
De este modo aparece uno de los temas de la promesa que Señor había
hecho al patriarca, el de la descendencia, al que se unirá el don de la tierra
de Canaán. De cualquier modo la posteridad será como el signo fundamental de la
«bendición» divina para Abrahán.
Porque si se lee atentamente el texto bíblico de la
liturgia de hoy, se oye resonar por cinco veces un término: «Te bendeciré …
serás una bendición … bendeciré a los que te bendigan …en ti serán benditos los
pueblos de la tierra».
o Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios.
·
Sabemos que la
promesa divina se abrirá camino en medio de las pruebas del patriarca fatigosa
y lentamente, por lo que
Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios que,
primero, por medio de su esclava Agar, le da un hijo, Ismael, según un típico
procedimiento del antiguo Oriente Próximo, y después, a través de su mujer ya
anciana, Sara, le permitirá concebir a Isaac.
§
La prueba de la fe se consumará en
la cima del monte Moria: Abrahán está dispuesto a renunciar al hijo tan esperado
y prometido por el mismo Señor.
Pero
la prueba de la fe, que se consumará en la cima del monte Moria, va a llegar
entonces a su punto culminante: allá arriba Abrahán estará dispuesto a
renunciar al hijo tan esperado, y prometido por el mismo Señor que ahora le
pide que lo sacrifique. Sin embargo será Dios mismo el que se lo entregue de
nuevo como como signo total de su bendición y como suprema garantía de una fe
pura y absoluta que hará de Abrahán «nuestro padre en la fe», como dirá san
Pablo (léase Romanos 4, 1-25 y Gálatas 3, 1-19).
v
La triple ruptura respecto al pasado; Abrán debe abandonar su tierra, su patria y la casa de su padre
Cfr. Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento, El libro del Génesis (12-50), Herder - Ciudad Nueva 1994, pp. 33-35
·
Tierra: “su horizonte
material, sus propiedades, sus bienes, las pequeñas y grandes cosas a que
estaba acostumbrado, los
paisajes y los objetos, los amaneceres y los atardeceres dentro de un marco
conocido, ese cálido rincón que es la vida cotidiana” (Ravasi, 33); patria: “el «lugar natal», es decir, el
horizonte humano y cultural, los usos y costumbres, la religión nacional, el
estilo social de vida, la propia identidad general, modelada por el entorno
humano y sus valores” (Ravasi, 33); casa
de su padre: “la familia, el clan, con toda su red de relaciones humanas,
afectivas, hereditarias, morales, económicas, tradicionales. Es aquí donde la
vida continúa y donde el «nombre» se conserva asegurando la inmortalidad en la
memoria de sus miembros, que se suceden de generación en generación a través de
las cadenas de las genealogías, de las que el Génesis nos ofrece una amplia
documentación”. Este último nivel de renuncia es, absolutamente hablando, el
más áspero, genera miedo y soledad, es un auténtico desgarro, porque es como
salir de un seno cálido y protegido para afrontar la oscuridad y la
incertidumbre del mundo exterior”
(Ravasi, 33-34).
[1]
v La bendición a Abrahán: los tres horizontes
Cfr. Ravasi, Guía espiritual ... , pp. 35-41
o
La bendición divina, entonada cinco veces (pp. 35-41)
§
Implica una referencia concreta a la fecundidad, entendida como don
divino.
·
“Implica una referencia concreta a la fecundidad,
entendida como don divino”. “La llamada
«bendición constitutiva» -
la que desciende de Dios al hombre (distinta de la «bendición declarativa» del
hombre que «bendice» al Señor por los
dones recibidos) - tiene la
finalidad de «constituir» al hombre en su dignidad y función.” p. 36
§
Tiene tres horizontes
·
a) te bendeciré:
la persona del patriarca; b) bendeciré a los que te bendigan, vecinos,
familiares
y amigos de Abraham, cfr. el
canto del Salmo 128; c) en ti serán
bendecidos todos los linajes de la tierra, cfr. Isaías 19,24: «Aquel día,
Israel será un tercero con Egipto y Asiria; una bendición en medio de la
tierra» “La traducción más probable
desde el punto de vista filológico es la reflexiva ... Significa que si las
«familias de la tierra» piden la bendición invocando el nombre de Abraham, la recibirán. Sea como
fuera, aflora aquí una resplandor universalista”. (Ravasi, pp. 37-39)
§
El tercer horizonte: la vocación a la universalidad de la fe. Este
horizonte impide mantenerse cerrados en el propio gueto espiritual o humano,
nos obliga a salir fuera, a fecundar el jardín del mundo.
Cfr. Ravasi, Guía espiritual ... p. 39
·
“La elección no es un privilegio celoso, no es una
distinción honorífica que deba fijarse en el
escudo familiar. Es, por el
contrario, una misión que se debe cumplir frente a los otros. Es irradiación de
un bien recibido que no se puede reducir ámbito de sí mismo y de la propia
familia, sino que se debe sembrar con manos generosas en el mundo. En la estela
de la descripción del sabio diseñada por el Sirácida, podremos decir que el
justo es «como canal que sale del río, como acueducto que sale hacia el paraíso
... Ved que he trabajado no sólo para mí, sino para todos los que la buscan [la
verdad]» (Eclo 24, 30.34). La vocación a la fe tiene una irremediable vocación
misionera; impide mantenerse cerrados en el propio gueto espiritual o humano,
nos obliga a salir fuera, a fecundar el jardín
del mundo”.
3. La fe: fuerza que conforta en el sufrimiento
Francisco, Enc. Lumen fidei, 29 de junio de 2013
v En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que «no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor».
o El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que la fe le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor.
·
n. 56 San Pablo,
escribiendo a los cristianos de Corinto sobre sus tribulaciones y sufrimientos,
pone su fe en relación con la predicación
del Evangelio. Dice que así se cumple en él el pasaje de la Escritura: « Creí,
por eso hablé » (2 Co 4,13).
Es una cita del Salmo 116. El Apóstol se refiere a una expresión del Salmo 116
en la que el salmista exclama: « Tenía fe, aun cuando dije: ‘‘¡Qué desgraciado
soy!” » (v. 10). Hablar de fe comporta a menudo hablar también de pruebas
dolorosas, pero precisamente en ellas san Pablo ve el anuncio más convincente
del Evangelio, porque en la debilidad y en el sufrimiento se hace manifiesta y
palpable el poder de Dios que supera nuestra debilidad y nuestro sufrimiento.
El Apóstol mismo se encuentra en peligro de muerte, una muerte que se
convertirá en vida para los cristianos (cf. 2
Co 4,7-12). En la hora de la
prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la
debilidad, aparece claro que « no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Jesucristo como Señor » (2 Co 4,5).
El capítulo 11 de la Carta a los Hebreos termina con una referencia a aquellos
que han sufrido por la fe (cf. Hb 11,35-38), entre los cuales ocupa un
puesto destacado Moisés, que ha asumido la afrenta de Cristo (cf. v. 26). El
cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido,
puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios,
que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento
en la fe y en el amor. Viendo la unión de Cristo con el Padre, incluso en el
momento de mayor sufrimiento en la cruz (cf. Mc15,34),
el cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo. Incluso la
muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el
último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en
cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el
paso definitivo.
v ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren!
o La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar.
§ Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña.
·
n. 57 La luz de la fe no nos lleva a olvidarnos
de los sufrimientos del mundo. ¡Cuántos
hombres y mujeres de fe han recibido luz
de las personas que sufren! San Francisco de Asís, del leproso; la Beata Madre
Teresa de Calcuta, de sus pobres. Han captado el misterio que se esconde en
ellos. Acercándose a ellos, no les han quitado todos sus sufrimientos, ni han
podido dar razón cumplida de todos los males que los aquejan. La luz de la fe
no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros
pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le
da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia
que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de
sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha
querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz.
Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra
fe » (Hb12,2).
4. Cinco números del Catecismo sobre Abraham.
v La obediencia del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo.
- n. 2570: La Promesa y la oración de la fe - Cuando Dios lo llama,
Abraham se pone en camino «como se lo había dicho el Señor» (Génesis 12, 4):
todo su corazón se somete a la Palabra y obedece. La obediencia del corazón a
Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo.
Por eso, la oración de Abraham se expresa primeramente con hechos: hombre de
silencio, en cada etapa construye un altar al Señor. Solamente más tarde
aparece su primera oración con palabras: una queja velada recordando a Dios sus
promesas que no parecen cumplirse (Cf Génesis 15, 2-3). De este modo surge
desde el principio uno de los aspectos de la tensión dramática de la oración:
la prueba de la fe en Dios que es fiel.
v Obedecer («ob-audire») en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios. Abraham es el modelo. La Virgen la realización más perfecta.
- n.
144: I LA OBEDIENCIA DE LA FE - Obedecer («ob-audire») en la fe, es someterse
libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios,
la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La
Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
v Por la fe Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio
- n. 145: Abraham, «el padre de todos los creyentes» - La carta a los Hebreos, en el gran elogio de
la fe de los antepasados insiste particularmente en la fe de Abraham: «Por la
fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y
salió sin saber a dónde iba» (Hebreos 11, 8) (Cf Génesis 12, 1-4). Por la fe,
vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (Cf Génesis 23, 4). Por
la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe,
finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (Cf Hebreos 11, 17).
v La fe puede ser puesta a prueba.
- n. 164: (…) La fe puede ser puesta a
prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe
nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y
de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y
llegar a ser para ella una tentación.
- n. 165: Entonces es cuando debemos
volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra
toda esperanza" (Romanos 4, 18); la Virgen María que, en "la
peregrinación de la fe" (Lumen Gentium 58), llegó hasta la "noche de
la fe" (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 17) participando en el
sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de
la fe: "También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de
testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con
fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia
y consuma la fe" (Hebreos 12, 1 - 2).
Vida Cristiana
[1] Nota de la Redacción: Cada
cristiano se preocupará por discernir qué es lo que le pide el Señor, cuál es
su camino. Todos somos llamados a salir de la propia comodidad y a tomar parte
en los trabajos de la Evangelización.
Todos estamos llamados a
“escuchar” a Jesucristo, el Hijo amado
en quien se ha complacido Dios Padre
(Cfr. Evangelio de hoy, Mateo 17, 5). Si
lo pedimos, hará ver a cada uno la forma
concreta de la petición del Señor.