sábado, 1 de diciembre de 2018

Domingo primero de Adviento (2018) Ciclo C. Las venidas de Cristo








Ø Domingo primero de Adviento (2018) Ciclo C.  Las venidas de Cristo. Vino por primera vez con su nacimiento, que celebramos en la fiesta de Navidad; vendrá  al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos y revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia;  está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo: ésta es llamada la venida intermedia, que se repite muchas veces en nuestras vidas si no ponemos obstáculos. Por eso el señor nos pide que vigilemos: «Vigilad para que vuestros corazones no estén embotados [ofuscados, adormecidos]» (Lucas 21, 34). Toda  venida de Cristo  es una llamada a la conversión y a la vigilancia.


v Cfr. I Domingo de Adviento, Año C

2 diciembre 2018
Jeremías 33, 14-16; Sal 25 (24); 1 Tesalonicenses 3, 12 – 4,2; Lucas 21, 25-28.34-36
Salmo responsorial Salmo 25 (24) 4-5. 8-9. 10 y 14. (R.: 1B)  

A ti, Señor, levanto mi alma
(Salmo responsorial 24,1B)

Lucas 21, 25-28.34-36: 25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. 27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.» 34 «Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje, la embriaguez y los afanes  de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, 35 porque caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de la tierra. 36 Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y podáis comparecer delante del Hijo del hombre.»

1 Tesalonicenses 3,12-4,2: 12 Hermanos, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; 13 y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. 4 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. 2 Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Salmo 25 (24): R. A ti, Señor, levanto mi alma. 4 Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador. 8  El Señor es bueno y recto; por eso enseña el camino a los pecadores. 9  Guía a los mansos en la justicia, enseña su camino a los humildes.  10   Las sendas del Señor  son amor y fidelidad  para los que guardan  su alianza y sus preceptos. 14  El  Señor es amigo de  quienes le temen, a ellos les da a conocer su alianza.

«Vigilaos a vosotros mismos,
para que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje,
por la embriaguez y por los afanes de esta vida,
y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros.
 (Evangelio, Lucas 21, 34)
Vigilad orando en todo tiempo.
 (Evangelio, Lucas 21, 36)

1.    En el tiempo litúrgico del Adviento preparamos la celebración de la Navidad, aniversario de la primera venida del Señor. Pero, además, queremos prepararnos para acoger al Señor que se hace presente en  nuestra vida  en cualquier momento si no ponemos obstáculos, si nuestros corazones no están ofuscados.


v A) Así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.

            Cfr. San Carlos  Borromeo (1538-1584), Arzobispo de Milán, en las Cartas Pastorales,  Acta
            Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917.

o   La venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros [el misterio de
la Navidad], exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.
La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo
en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
(…).

v B) La venida intermedia (en cualquier momento de nuestra vida). Es como una senda por la que se pasa de la primera venida (nacimiento de Jesús) a la última (al final de los tiempos).

  Cfr. San Bernardo (1090-1153), Sermón 5 en el Adviento del Señor, 1-3
§  Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él (Juan 14, 23).
  • La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí
mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad.
Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo.
Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él (Juan 14, 23).  He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien (Sirácida 15,1); pero pienso que, se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el, corazón, sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti (Salmo 118,11) .
Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos  los que la cumplen. Es como si la palabra de Dios tuviera que pasar a las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu conducta. Haz del bien tu comida, y tu alma disfrutará con este alimento sustancioso. Y no te olvides de comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva árido: por el contrario, que tu alma rebose completamente satisfecha.
Si es así cómo guardas la palabra de Dios, no cabe duda que ella te guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre, vendrá el gran Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal será la eficacia de esta venida, que nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial (1 Corintios 15, 49). Y así como el viejo Adán se difundió por toda la humanidad y ocupó al hombre entero, así es ahora preciso que Cristo lo posea todo, porque él lo creó todo, lo redimió todo, y lo glorificará todo.

v C) Algunos números del Catecismo acerca de la venida de Cristo al final de los tiempos.

·         n. 681:  El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo
definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.
·         n.  682:  Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la
disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.

v D) Toda  venida de Cristo  es una llamada a la conversión y a la vigilancia

o   El Señor advierte que, para detectar su presencia,  y escucharle y acogerle, hay que vigilar, procurando que nuestro corazón no esté ofuscado [«pesado»].

§  Evangelio de hoy, vv. 34-36:
·         «Guardaos de que no se hagan pesados [no estén ofuscados] vuestros corazones por el libertinaje,
por la embriaguez y por las preocupaciones [los afanes]  de esta vida, y venga aquel día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis comparecer ante el Hijo del hombre.»
§  Podemos entender qué es un corazón pesado, ofuscado, embotado,  recordando otros dos textos del Evangelio
a)   Cfr. Lucas 8,14:  
Lo que cayó  [semilla] entre espinos son los que oyeron, pero en su  caminar se ahogan a causa de las
preocupaciones, riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto.
b)   Cfr. Lucas 12, 13-21:
13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.» 14 Él  le
respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» 15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.» 16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; 17 y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" 18 Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo  y mis bienes, 19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien." 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" 21 Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios».

o   En la raíz de un corazón pesado u ofuscado, está:

·         el vivir el presente como si fuese definitivo; sobre todo cuando nos parece que están en nuestra mano
todas las metas que tenemos en nuestra cabeza;
·         sobre todo cuando tenemos la sensación de que nada nos falta; o pensamos que todo está en regla;
·         y como consecuencia ya no esperamos en el Señor.

v E) Las dificultades que llevan a no acoger al Señor en nuestra vida son la falta de atención por nuestra parte, el entorpecimiento de nuestro corazón y nuestra mente.

§  Algunos hechos que entorpecen (ofuscan) nuestra mente, nuestro corazón, nuestra conciencia.
·         Se podría concluir que,  los peligros para nuestra salvación,  no derivan tanto de los trastornos exteriores
- véanse en el evangelio de hoy, en los versículos 25-26,  las catástrofes anunciadas  -, como de la falta de atención y de la pereza en las condiciones normales de nuestra vida. Debemos tener miedo más que de la catástrofe final del entorpecimiento de la mente a lo largo de la vida.
            Podemos recordar algunos ejemplos que llevan al entorpecimiento de la mente a lo largo de la vida, que se pueden describir, de modo esquemático, así:
a) Tener una vida sentimental sin discernimiento; no olvidemos que todo consumo superficial de sentimientos nos hace frágiles. Deberíamos aprender a reconocer el significado de nuestras emociones y de nuestros impulsos:    
b) No percibir el influjo en nuestra vida de la tibieza, que nos aleja de las manifestaciones rectas y maduras del amor, con la consiguiente caída en el individualismo, en la instrumentalización de la vida de los demás;  
c) La ausencia prolongada de la capacidad de percibir las amistosas llamadas del Señor a la puerta de nuestras vidas. Véase el conocido texto del Apocalipsis (3,20): He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”;  
d) El descuido en nuestra vida de la importante práctica cristiana del examen diario de conciencia, durante unos pocos minutos. He aquí unas palabras certeras de Papa Francisco acerca de este examen : “¿Cómo es nuestro modo de vivir? ¿Vivimos como hijos o como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el Espíritu, rescatadas, libres? ¿O vivimos según la lógica mundana, corrupta, haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés?”.Del  examen de conciencia depende, para los cristianos, la calidad de nuestro obrar, de nuestro vivir, de nuestra presencia en la ciudad, de nuestro servicio al bien común, de nuestra participación en las instituciones públicas y eclesiales”.  (Homilía durante el Te Deum de acción de gracias al final del año 2014, 31 de diciembre).
 

2.    «Preparad los caminos del Señor»: la imagen del Salmo responsorial de hoy, salmo 25 (24).

      Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittura Anno C Piemme  1999  I Domenica di Avvento, pp. 14-15

v No todos los caminos son iguales: existe el camino del bien y el camino del mal, el de la paz y el del odio  ...  pp. 14-15

·         “«Todo sendero, en cuanto camino de la investigación humana, es al mismo tiempo camino y desvío,
progreso y extravío». Es uno de los mayores filósofos del novecientos, el alemán M. Heidegger quien, con esta frase, nos ayuda a descubrir este símbolo del adviento, el del camino: en efecto, es conocido el grito del Bautista « ¡Preparad sus caminos!». La imagen del camino que hay que recorrer incide en el salmo responsorial de hoy,  sacado de una súplica muy ferviente en el salmo 25 (24).  Es suficiente con que nos paremos en los vocablos: «tus caminos, tus senderos, guíame  [1], el camino recto, mostrar, enseñar los caminos …»
            La Biblia repite con insistencia que no todos los caminos son iguales: existe el camino del bien, de la vida y de la paz y el camino del mal, de la muerte y del odio; existe el camino ancho y fácil pero del final trágico, y el áspero y estrecho que sube hasta el esplendor de Dios.
El salmista pide a Dios que le guíe sobre el camino justo para no despistarse en el desierto. Es una oración también necesaria para nosotros, frecuentemente tentados por tantas desviaciones del camino maestro de la verdad y de la justicia, con frecuencia privados de una estrella polar para caminar en la noche de nuestras dudas, a menudo bloqueados por obstáculos aparentemente insuperables que nos obligan  a paradas y  bandazos. Una grande mística musulmana del siglo octavo, Rabía, rezaba así: «Dios mío, yo me refugio en ti para defenderme de todo lo que me desvía de ti, de toda barrera que se interpone entre tú y yo, y cancela tu horizonte en mi camino».  
  

v Unas palabras del Señor en imperativo para el Adviento: «Levantad la cabeza [2], estad atentos, vigilad, rezad». Una meditación sobre el tiempo y su valor.

            Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittura Anno C Piemme  1999  I Domenica di
            Avvento, pp. 16-18.

o   Una imagen sobre el tiempo

·         “El conocido escritor argentino Jorge L. Borges, muerto en 1986, tiene un verso fulgurante que
señalamos en la apertura del nuevo año litúrgico que se inaugura hoy con el Adviento: «No hay un instante de la vida que no esté cargado como un arma». Todo fragmento de tiempo está, en sí, rico de fecundidad y de mal, está lleno de fuerza como una semilla pero también como un explosivo peligroso de manejar. El texto del evangelio de hoy, leído tantas veces como un  pronóstico apocalíptico del fin del mundo, en realidad es una meditación sobre el tiempo y su valor.
            Por un  lado, en efecto, se trata de descripciones con imágenes que apreciaban los contemporáneos de Jesús sobre los «signos de los tiempos». Imágenes que, precisamente, están «cargadas como un arma», capaces de generar tensión, de inducir a la urgencia, de atraer la atención.

o   Cómo el hombre debe acoger el tiempo: «Levantad la cabeza, estad atentos, vigilad, rezad»

Por otra parte, en cambio, estamos ante la representación del modo con que el hombre debe acoger el
tiempo.  Precisamente queremos fijar nuestra mirada sobre este mensaje del Jesús. Hay una secuencia de imperativos  semejantes: «Levantad la cabeza, estad atentos. vigilad, rezad». El cristianismo no es una especie de dulcificante para poner en las amarguras de la vida sino que es como un toque de trompeta que turba el entorpecimiento nocturno y el gris de la indiferencia.  
§  El reconocimiento del carácter «inquietante» de la Palabra de Dios
Debemos reconocer con más frecuencia el carácter «inquietante» de la Palabra de Dios, su ser espada y
martillo, su ser sal y lluvia, por usar algunos conocidos símbolos bíblicos.  Amós, el profeta agricultor del siglo VIII a.C., declaraba (3, 6.8; 1,2): « ¿Si suena la trompeta en la ciudad, no se alarmará el pueblo?  Ruge el león: ¿quién no temerá? Habla el Señor Dios: ¿quién no profetizará?».
§  Cuando nuestra religiosidad es soporífera.
            Con demasiada frecuencia nuestra religiosidad  es soporífera, no conoce el «imperativo» sino solo un descontado «indicativo», no nos lleva a «alzar la cabeza» para reflexionar y para decidir. La espera que el Adviento suscita  tiene también esta finalidad: introducir una  espiritualidad del  día y de la vigilancia y eliminar una actitud de reposo y de oscuridad.  «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!».
§  Cuando la conciencia está vacía, inerte. En el interior del vicio, de la agitación frenética, del gozo ciego, se esconde una especie de muerte del espíritu.
            El espíritu somnoliento y tenebroso es representado por Jesús sustancialmente con dos ejemplos que no son evidentes totalmente en una primera lectura. Por un  lado las disipaciones y las borracheras y por el otro los afanes de la vida son, a primera vista, signo de una existencia movida, llena de actividad, de placer o de miedo, pero ciertamente no adormecida. Pero en realidad  anublan la mente y el corazón, vuelven vacía e inerte la conciencia, encierran  al  hombre en la prisión del egoísmo.  En el interior del vicio, de la agitación frenética, del gozo ciego, se esconde una especie de muerte del espíritu. Como dice un texto de los salmos, adorando a los ídolos, que son cosas muertas, nos convertimos semejantes a ellos: «son como ellos todos los que en ellos confían»» (115, 8).
§  La vigilancia es necesaria para comparecer delante del Hijo del Hombre  en el «día del Señor».
El cristiano debe salir de esta telaraña de superficialidad y de banalidad porque está a la espera de una persona, de un día y de un evento, la persona de Cristo: (v. 36) «Vigilad  para que tengáis la  fuerza de comparecer delante del Hijo del hombre».
El día es el del juicio que Jesús describe con la imagen del lazo: como los pájaros y las otras presas animales caen sin darse cuenta en la red preparada, así sucederá a los impíos que se encontrarán implicados en «el día del Señor».



Vida Cristiana



[1] Cfr. Temi di predicazione – Omelie, I Domenica di Avvento, Ciclo C , 6/2009 p. 17: “Según la mentalidad bíblica, la verdad no es una serie de nociones que hay que aprender, sino una relación en la que hay que entrar, es el vínculo con el Señor, roca estable sobre la que se ha de encontrar el agarradero y el fundamento de la propia existencia. El vocablo «verdad» lleva consigo la imagen de la roca sobre la que nos apoyamos y encontramos estabilidad. La verdad, roca firme de nuestra vida, es la Palabra fiel de Dios, que se inclina sobre nosotros, y «quiere salvar a todos los hombres».  El Señor que guía en la verdad, dice el Salmo 24, guía a los humildes según la justicia, enseña a los pobres sus caminos. Hace entrar a los humildes y a los pobres en una relación en la que descubren que Dios  es el primer «justo», porque es «fiel» y no falla en sus promesas”.  
[2] Nota de la redacción de Vida  Cristiana. “Alzad la cabeza”: las peticiones al Señor del salmo responsorial de hoy, manifiestan bien el contenido de  ese “alzad la cabeza”; muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador.   

Domingo primero de Adviento (2018) Ciclo C. La vigilancia y la oración, donde el discípulo espera atento. La oración de los discípulos es un combate, y el Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a la vigilancia.





Ø Domingo primero de Adviento (2018) Ciclo C.  La vigilancia y la oración, donde el discípulo espera atento. La oración de los discípulos es un combate, y el Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a la vigilancia.  Dos números del Catecismo de la Iglesia Católica.


v Cfr. I Domingo de Adviento, Año C

2 diciembre 2018
Jeremías 33, 14-16; Sal 25 (24); 1 Tesalonicenses 3, 12 – 4,2; Lucas 21, 25-28.34-36
Salmo responsorial Salmo 25 (24) 4-5. 8-9. 10 y 14. (R.: 1B)  

Vigilad orando en todo tiempo.
 (Evangelio de hoy, Lucas 21, 36)
A ti, Señor, levanto mi alma
(Salmo responsorial 24,1B)

Lucas 21, 25-28.34-36: 25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. 27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.» 34 «Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje, la embriaguez y los afanes  de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, 35 porque caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de la tierra. 36 Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y podáis comparecer delante del Hijo del hombre.»

1 Tesalonicenses 3,12-4,2: 12 Hermanos, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; 13 y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. 4 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. 2 Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

Salmo 25 (24): R. A ti, Señor, levanto mi alma. 4 Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador. 8  El Señor es bueno y recto; por eso enseña el camino a los pecadores. 9  Guía a los mansos en la justicia, enseña su camino a los humildes.  10   Las sendas del Señor  son amor y fidelidad  para los que guardan  su alianza y sus preceptos. 14  El  Señor es amigo de  quienes le temen, a ellos les da a conocer su alianza.

En comunión con su Maestro,
la oración de los discípulos es un combate,
y velando en la oración es como no se cae en la tentación.
(Catecismo, n. 2612)

1.    En la oración, el discípulo espera atento a aquél que "es y que viene”.

·         n. 2612:  En Jesús "el Reino de Dios está próximo", llama a la conversión y a la fe pero también
a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a aquél que "es y que viene", en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34 - 36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf  Lc 22, 40. 46).

-          Lucas 22, 40: Cuando llegó al lugar,  les dijo: - Orad para no caer en la tentación.
-          Lucas 22, 46: Y les dijo: - ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en la tentación. 



2.    El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a la vigilancia.

·         n. 2849:  (…)  La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su
Nombre" (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1Co 16, 13; Col 4, 2; 1Ts 5, 6; 1P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).

-          Juan 17, 11: Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el  mundo y yo voy a Ti. Padre Santo,
       guarda en tu nombre   
-          1 Corintios 16,13: Vigilad, estad firmes en la fe, sed fuertes, tened ánimo.
-          Colosenses 4,2: Perseverad en la oración, velan en ella con acciones de gracias.
-          1 Tesalonicenses 5,6: Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos en vela y
       mantengámonos sobrios.  
-          1 Pedro 5,8: Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente ronda buscando a quien devorar.
-          Apocalipsis 16, 15: Mirad que vengo como un ladrón. Bienaventurado el que esté vigilante y guarde sus vestidos, para no andar desnudo y que le  vean sus vergüenzas.  

3.    Comentarios a dos textos de la Escritura que se acaban de citar.


  • Colosenses 4, 2: “La perseverancia en la oración es un tema ampliamente subrayado en el Nuevo Testamento, como característico de los primeros cristianos (cfr. Lucas 18,1; Romanos 12,12; 1 Tesalonicenses 5, 17, etc.” (Nuevo Testamento, Eunsa 2004).
  • 1 Pedro 5,8: “La lucha ascética para resistir las tentaciones tiene su apoyo en la confianza en Él.”  (Cfr. ibídem, Nota 5,5-11).


Vida Cristiana






jueves, 29 de noviembre de 2018

¡PRESENCIA EN LA AUSENCIA! Por Santiago Agrelo


Comienza el Año litúrgico, un año de gracia del Señor.
Nuestra celebración eucarística se abre con palabras de súplica, que nacen de
conciencia humilde y corazón confiado: “A ti, Señor, levanto mi alma: Dios mío, en ti
confío”.
Decimos al Señor, a ti levanto mi alma, como quien desde la tierra, desde lo
hondo, desde la noche, desde la ausencia, busca las huellas del Amado.
Decimos al Señor, a ti levanto mi alma, pues en la noche de su ausencia nos
sentimos pequeños como niños, necesitados como niños, confiados como niños.
Le decimos, a ti, Señor, levanto mi alma, pues lo reconocemos grande, el único
grande, generoso, el más generoso, cariñoso, el más acogedor.
Le decimos, a ti levanto mi alma, y a él volvemos los ojos desde nuestra
soledad, y en la mirada levantada, el alma y el corazón salen clamando, con la certeza
de que el Señor se abajará hasta nuestra pequeñez, y nos levantará hasta su pecho, hasta
su rostro, hasta sus mismos ojos.
Éste es nuestro Adviento, tiempo de humildad confiada, de confianza humilde,
de deseo ardiente, de mirada al cielo, de esperanza cierta.
Éste es el tiempo en que tu Dios se te hace presente en el misterio de su
ausencia:

Apagada la antorcha del ocaso,
de amor se enciende el alma de la Esposa,
para ver de su Amado, en cada cosa,
la huella misteriosa de su paso.
Noche, que del Amor traes memoria,
noticia de su ausencia a nuestro anhelo,
serías, si le hallásemos, ya el cielo,
y tu sombra sería ya la gloria.
Cuando llegue la dicha del encuentro,
comunión del Amado con su Amada,
la Iglesia brillará inmaculada,
pues Dios será su lámpara y su centro.

Feliz domingo.
Feliz espera del Señor.


domingo, 25 de noviembre de 2018

Domingo Solemnidad Cristo Rey 2018




[Chiesa/Omelie1/Cristo/Re/34B18CristoReinaEquivalenteJesúsEsElSeñor]
  • Solemnidad de Cristo Rey (25 de noviembre de 2018). El reinado de Cristo. El señorío de Cristo.

  • Cfr. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo – ciclo B - 25 noviembre 2018

Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, Piemme 1996 //Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva, Tipografía Poliglota Vaticana , 1983 //Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Facultad de Teología, Universidad de Navarra, 1999// Es Cristo que pasa, Homilía «Cristo Rey».

Juan 18, 33-37: 33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» 34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» 37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Daniel 7, 13-14: 13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. 14 A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.
Apocalipsis 1: 5 y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados 6 . y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 7 . Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, « Aquel que es, que era y que va a venir », el Todopoderoso.
CRISTO REINA. SU EQUIVALENTE EN LA PROFESIÓN DE FE.
«JESÚS ES EL SEÑOR»:
EL SEÑORÍO DE CRISTO EN NUESTRAS VIDAS
  1. JESÚS ES EL SEÑOR

  • Filipenses 2.5-11:
5 Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
6 El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
7 al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
8 se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
9 Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
10 de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
11 y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
  • Dios le dio a Jesús un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, y toda legua proclame que Jesucristo es el Señor (cfr. vv. 9-11)
  • Algunas consecuencias:

  • Juan 1, 3-4: Todo se hizo por él … en él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
  • Juan 1, 10-12: En el mundo estaba, y el mundo se hizo por él, y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les dio la potestad de ser hijos de Dios.
“«Les dio poder para ser hijos de Dios. Esta es la fuerza que transforma interiormente al
hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna (cfr. Juan 4,14)». (San Juan Pablo II, Redemptor hominis, n. 18). Es decir, por la filiación divina que se adquiere mediante la unión con Cristo a través del Bautismo podemos participar, real y sobrenaturalmente, de la vida de Dios (cfr. 2 Pedro 1,4)” (Cfr. Nuevo Testamento, EUNSA, 2004, Comentario a Juan 1, 1-18).

  • EN EL CREDO O PROFESIÓN DE FE, DECIMOS:

  • “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor”.

  • EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

  • El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios

  • n. 446: En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el
cual Dios se reveló a Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf. 1 Co 2,8).

  • A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.

  • n. 447: El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos
sobre el sentido del Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf. también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita al dirigirse a sus Apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.
  • El título Señor expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús, respeto y confianza en los que se le acercan, connotación de amor y de afecto propio de la tradición cristiana.

  • n. 448: Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús
llamándole “Señor”. Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación (cf. Mt 8, 2; 14, 30; 15, 22, etc.). Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús (cf. Lc 1, 43; 2, 11). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios mío" (Jn20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21, 7).
  • Jesús es de "condición divina" y Dios Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria.

  • n. 449: Atribuyendo a Jesús el título de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia

afirman desde el principio (cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús (cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de "condición divina" (Flp 2, 6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (cf. Rm 10, 9;1 Co 12, 3; Flp 2,11).
  • La afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor".

  • n. 450: Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el
mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29)." La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).
  • La oración cristiana está marcada por el título "Señor".

  • n. 451: La oración cristiana está marcada por el título “Señor”, ya sea en la invitación a la
oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de esperanza: Maran atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven, Señor!") (1 Co 16, 22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
  1. MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Evangelio de hoy, Juan 18, 36

  • No es un proyecto político tutelado por el aparato militar; es un reino de amor y de paz.

  • El Señor recalca que su reino no es de este mundo: “Mi reino no es de este mundo ... si mi reino fuese de
    este mundo ... mi reino no es de aquí”. (v. 36).
  • Ravasi o.c. p. 336: “No se trata, por tanto, de un proyecto político ni de una estrategia socio-económica
o militar. Jesús, al recordar que todo poder se funda sobre el aparato militar, contrapone su solitaria debilidad, no tutelada por guardias del cuerpo o de legiones terrenas, como prueba de la diversidad radical positiva de la realeza de Cristo”.
  • Cristo afirma que no se funda sobre servidores que están obligados a combatir para defenderlo (Juan
    18, 36); de esto se habla claramente en el ya citado Prefacio de la Misa: «un Reino eterno y universal: Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz». Jesús no es rey en sentido político, como Pilato podía entenderlo.
  • Eternidad y trascendencia del reino

  • Ravasi p. 337: “Todas las lecturas de la solemnidad subrayan la eternidad, la trascendencia – y, por
tanto, la indestructibilidad – de este pequeño reino, de este semen escondido en la tierra de la historia. En la celebre visión mesiánica de Daniel (primera lectura) el Hijo del hombre está revestido por Dios «de un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás». El Salmo 92 (93) exalta el trono divino que «para siempre está firme». Y el Cristo del Apocalipsis (segunda lectura) es el Alfa y Omega de la historia, es decir, la primera y la última palabra de nuestra vida humana, es «el que es, el que era y el que ha de venir», abraza en sí las tres dimensiones del tiempo, el pasado, el presente y el futuro”.
  1. EL REINADO DE CRISTO SOBRE EL MUNDO INTERIOR DEL HOMBRE


  • Si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo nos domine el pecado.

  • Orígenes, Sobre la oración, cap. 25: “Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en
cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo (Cf. 2 Cor 6, 14-15), así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal (Romanos 6,12), antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros (Cf. Colosenses 3,5) y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas”.
  • Los cristianos vencemos el reino del pecado con una vida santa.

  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 908: Por su obediencia hasta la muerte (Cf Filipenses 2, 8-
    9), Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, «para que vencieran en sí mismos, con la propia renuncia y una vida santa, al reino del pecado» (Lumen gentium 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; es libre e independiente y no se deja cautivar por una esclavitud culpable (S. Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A.).
  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 549: Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del
hambre (cf. Jn 6,5-15), de la injusticia (cf. Lc 19,8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13.14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8,34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
  • El reinado sobre los propios afectos, sentimientos y tendencias: ser dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía y del instinto

  • Vincenzo Raffa o.c. n. 871: “Una manera de ejercitar la realeza, por parte nuestra, con Cristo, como
prenda de la vida eterna, es el dominio de sí, no por cálculo humano sino por solidaridad con Cristo. Y esto es un don del Espíritu Santo (Gálatas 5, 22-23: 22 «En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley»).
Es realeza divina reinar sobre el mundo interior de los propios afectos, sentimientos y tendencias; ser dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía, del ámbito instintivo; coordinar la propia existencia y orientarla conscientemente y firmemente hacia un fin; resistir a los estímulos contrarios del mundo exterior. (...) No como simple fruto de especiales técnicas psico-físicas, que refuerzan el yo y su concentración. No por estos o semejantes motivos, sino principalmente para una perfecta liberación espiritual como imitación de la realeza victoriosa de Cristo”.
  • A este tipo de realeza se refieren diversas exhortaciones de San Pablo en sus Cartas.

  • Colosenses 3, 5-15: 5 Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza,
pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, 6 todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, 7 y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais entre ellas. 8 Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. 9 No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10 y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento pefecto, según la imagen de su Creador, 11 donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. 12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. 14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. 15 Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
  • Romanos 6, 12-23: 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a
sus apetencias. 13 Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios. 14 Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.
  • 1 Corintios 6, 19-20: 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está
en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 Habéis sido comprados mediante un precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.
  • Cfr. también Gálatas 5, 1-26.
  • Con el pecado el hombre pierde el dominio interior; con la Redención recupera la imagen perdida.

  • Vincenzo Raffa o.c.: n. 871 “Con el pecado el hombre perdió el dominio interior, llegando a ser
esclavo de la concupiscencia (Rom 6, 12-23). Se convirtió en un rey sin corona. La redención le da la posibilidad de volver a tener el poder perdido y re-adquirir la imagen del Soberano (Col 3, 18). Puede volver a adquirir aquella imagen que estuvo siempre presente en Cristo, en grado perfectísimo. (Rom. 8,29).
La imagen de la supremacía divina es una gloria que se proyecta de Cristo sobre el rostro de todo bautizado, hasta transfigurarlo: «Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (1 Cor 3,18)”.

4. LA REALEZA Y EL ESPÍRITU DE SERVICIO: EL REINADO DE CRISTO NO TIENE COMO LEY EL DOMINIO SOBRE LOS DEMÁS.
  • No tiene como ley el dominio, sino el servicio (cfr. Marcos 10, 41-45). No se construye sobre la
prevaricación sino sobre la justicia.

  • A) Para el cristiano «servir es reinar».

  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 786: (...) Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de
todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20, 28). Para el cristiano, «servir es reinar» (Lumen gentium, 36) particularmente «en los pobres y en los que sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen gentium, 8). El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.
  • B) Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, también los cristianos seremos servidores de todos los hombres.

  • San Josemaría, Es Cristo que pasa, 182: “Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos
    convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por El, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen”.
5. LA VOCACIÓN CRISTIANA: NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA REALEZA DE CRISTO. LOS CRISTIANOS REINAMOS SIRVIENDO.
  • Reinar es servir y servir es reinar

  • La dignidad de la realeza se expresa en la disponibilidad para servir

dominándose a uno mismo.

  • A la vez, el «servir» exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el «reinar».
Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 21

  • El Concilio Vaticano II, construyendo desde la misma base la imagen de la Iglesia como Pueblo de
Dios --a través de la indicación de la triple misión del mismo Cristo, participando en ella, nosotros formamos verdaderamente parte del pueblo de Dios-- ha puesto de relieve también esta característica de la vocación cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar toda la riqueza de la doctrina conciliar, haría falta citar numerosos capítulos y párrafos de la Constitución Lumen gentium y otros documentos conciliares. En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho de re-descubrir en sí y en los demás la particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como « realeza». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que « no ha venido para ser servido, sino para servir». (Mt 20, 28). Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente « reinar » sólo « sirviendo », a la vez el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el « reinar». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la misión real de Cristo - concretamente en su « función real » (munus) - está íntimamente unida a todo el campo de la moral cristiana y a la vez humana”.

Vida Cristiana

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