Las bienaventuranzas. Domingo 4 del tiempo ordinario, Año A, 29 de enero de 2017. Forman
parte de la llamada de Dios, de su designio amoroso, de la vocación cristiana para todos. Las bienaventuranzas son «el carné de identidad
del cristiano».
1 Corintios, 26-31: 26 Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas;
27 sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. 28 Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable,
lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, 29 de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. 30 A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros
sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención. 31 Y así –como está escrito–: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.
Mateo 5, 1-12a: 1 Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; 2 y, abriendo su boca,
les enseñaba diciendo: Las bienaventuranzas 3 «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan
por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por
mi causa. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo
1. Introducción 1
- Las bienaventuranzas son el tema central del mensaje de Jesús sobre la vida cristiana,
según se desprende de la lectura del Evangelio de hoy, del capítulo 5º según san Mateo. Se podría decir que la esencia de las palabras de Jesús sobre las bienaventuranzas ha sido resaltada en todos los comentarios con expresiones como:
- son la “carta magna” del Reino de Cristo; son el resumen del Evangelio y de la vida misma de
Jesús; están en el centro de su predicación; “el carné de identidad del cristiano”.
- proponen un radical cambio de los valores en los que se inspira la mentalidad corriente; en
los tiempos de Jesús y en los actuales.
- forman parte de la llamada de Dios, de su designio amoroso, de su elección en Cristo, de la
vocación cristiana para todos, como aparece claramente en la segunda Lectura de hoy, de la 1ª Carta de San Pablo a los Corintios; de una vocación común que
Dios dirige a cada uno de los hombres. Nos invitan a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo.
- La «bienaventuranza» era una forma literaria que en el AT se usaba para celebrar la
felicidad del justo que confía su vida al camino indicado por Dios, sin dejarse seducir por la fascinación del mal. “Feliz quien no sigue el consejo de malvados
... sino que se recrea en la ley de Yahvé, susurrando su ley día y noche. Será como árbol plantado entre acequias, da su fruto en sazón, su fronda no se agosta”. (Salmo 1).
- El mensaje del Señor es positivo, puesto que quiere llevar a los hombres a la bienaventuranza, es
decir, a la felicidad.
-
Por lo que se refiere a la bienaventuranza de la pobreza
- La pobreza viene a parecerse a la «infancia espiritual» necesaria para entrar en el Reino (Mateo
18, 1s; Marcos 9,33s; ver Lucas 9,46; Mateo 19,13 …).
- Por ejemplo, los “pobres de espíritu” no se identifican con los pobres desde el punto de vista
socio-económico, sino con aquellos que en todas las circunstancias de la propia vida confían solamente en Dios.
En definitiva
Cfr. Alfa y Omega, jueves 26 de enero de 2017.p. 18: IV Domingo del tiempo ordinario, Daniel
A. Escobar Portillo: Bienaventurados.
o Ser discípulos del Maestro
- “La salvación que nos viene a traer el Señor está dirigida en último término a que seamos
dichosos. Pero algo llama la atención: se llama bienaventurados precisamente a los que a los ojos del mundo son considerados desgraciados. Parece algo paradójico. En
realidad lo que Jesús plantea constituye una revolución con respecto a los valores dominantes tanto para la sociedad judía de entonces como para el mundo actual. Jesús no está, por ejemplo,
defendiendo la desigualdad social; está llamándonos a todos a no vivir apegados a los bienes materiales. Tampoco desea que lloremos o que seamos perseguidos o nos insulten o persigan. El Señor quiere provocar
que dirijamos nuestra mirada a la segunda parte de la afirmación que hace: <<Porque de ellos es el reino de los cielos>>, <<porque ellos serán consolados>>, <<porque vuestra recompensa
será grande>>. Sólo así se comprende que alguien pueda elegir la sobriedad y la moderación frente al derroche, la paz frente a la venganza o la esperanza frente a la desesperación.
Sin embargo, esto no basta con saberlo. Llevar esto a cabo únicamente es posible haciéndonos discípulos del Maestro”.
2. Las bienaventuranzas se proclaman no de un modo puramente teórico sino en la misteriosa alegría de quien sigue plenamente al Señor.
Cfr. Benedicto XVI, en Jesús de Nazaret, p. 101
- (...) “las Bienaventuranzas expresan lo que significa ser discípulo. Se hacen más concretas y
reales cuanto más se entregan los discípulos a su misión, como hemos podido comprobar de un modo ejemplar en Pablo. Lo que significan no se puede explicar de un modo
puramente teórico; se proclama en la vida, en el sufrimiento y en la misteriosa alegría del discípulo que sigue plenamente al Señor. Esto deja claro un segundo aspecto: el carácter cristológico
de las Bienaventuranzas. El discípulo está unido al misterio de Cristo y su vida está inmersa en la comunión con El: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Ga2, 20).
Las Bienaventuranzas son la transposición de la cruz y la resurrección a la existencia del discípulo. Pero son válidas para los discípulos porque primero se han hecho realidad en Cristo como
prototipo”.
3. Acerca de la primera bienaventuranza
o a) La pobreza no es un simple fenómeno material pp. 104-105
La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo
pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero el corazón de los que no poseen nada puede endurecerse, envenenarse, ser malvado, estar por dentro lleno de afán de poseer, olvidando a Dios y codiciando
sólo bienes materiales.
o b) La pobreza tampoco es simplemente una actitud espiritual. Pero a la cultura del tener hay que contraponer la cultura de la libertad interior, creando las condiciones para la justicia social. El poseer es un servicio. p. 105
Por otro lado, la pobreza de que se habla aquí tampoco es simplemente una actitud espiritual. Ciertamente, la radicalidad que se nos propone en la vida de tantos cristianos
auténticos, desde el padre del monacato Antonio hasta Francisco de Asís y los pobres ejemplares de nuestro siglo, no es para todos. Pero la Iglesia, para ser comunidad de los pobres de Jesús, necesita
siempre figuras capaces de grandes renuncias; necesita comunidades que le sigan, que vivan la pobreza y la sencillez, y con ello muestren la verdad de las Bienaventuranzas para despertar la conciencia de todos, a fin de que
entiendan el poseer sólo como servicio y, frente a la cultura del tener, contrapongan la cultura de la libertad interior, creando así las condiciones de la justicia social.
o c) No es un programa social: pero la fuerza de la renuncia y de la responsabilidad por el prójimo y por la sociedad surge como fruto de la fe: sólo allí puede crecer la justicia social. p. 105
El Sermón de la Montaña como tal no es un programa social, eso es cierto. Pero sólo donde la gran orientación que nos da se mantiene viva en el sentimiento
y en la acción, sólo donde la fuerza de la renuncia y la responsabilidad por el prójimo y por toda la sociedad surge como fruto de la fe, sólo allí puede crecer también la justicia
social. Y la Iglesia en su conjunto debe ser consciente de que ha de seguir siendo reconocible como la comunidad de los pobres de Dios. Igual que el Antiguo Testamento se ha abierto a la renovación con respecto a la
Nueva Alianza a partir de los pobres de Dios, toda nueva renovación de la Iglesia puede partir sólo de aquellos en los que vive la misma humildad decidida y la misma bondad dispuesta al servicio.
4. Las bienaventuranzas son “el carné de identidad del cristiano”.
Cfr. Papa Francisco, Homilía en la capilla de Santa Marta, 9 de junio de 2014
Cfr. L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 24, viernes 13 de junio de 2014
“¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?”», la respuesta es sencilla: es necesario hacer lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas son «el carné de identidad del cristiano». Por ello el Papa Francisco —en la homilía de la misa que celebró el lunes
9 de junio— invitó a retomar esas páginas del Evangelio y releerlas más veces, para poder vivir hasta el final un «programa de santidad» que va «contracorriente» respecto
a la mentalidad del mundo.
El Pontífice se refirió punto por punto al pasaje evangélico de Mateo (5, 1-12) propuesto por la liturgia. Y volvió a proponer las bienaventuranzas
insertándolas en el contexto de nuestra vida diaria. Jesús, explicó, habla «con toda sencillez» y hace como «una paráfrasis, una glosa de los dos grandes mandamientos: amar al
Señor y amar al prójimo». Así, «si alguno de nosotros plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?”», la respuesta es sencilla: es
necesario hacer lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas.
Un sermón, reconoció el Papa, «muy a contracorriente» respecto a lo «que es costumbre, a lo que se hace en el mundo». La cuestión
es que el Señor «sabe dónde está el pecado, dónde está la gracia, y Él conoce bien los caminos que te llevan a la gracia». He aquí, entonces, el sentido de sus palabras
«bienaventurados los pobres en el espíritu»: o sea «pobreza contra riqueza».
o Pobres de espíritu
«El rico —explicó el obispo de Roma— normalmente se siente seguro con sus riquezas. Jesús mismo nos lo dijo en la parábola del granero»,
al hablar de ese hombre seguro que, como necio, no piensa que podría morir ese mismo día.
«Las riquezas —añadió— no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo,
que no tiene espacio para la Palabra de Dios». Es por ello que Jesús dice: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, que tienen el corazón pobre para que pueda entrar el Señor».
Y también: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados».
Al contrario, hizo notar el Pontífice, «el mundo nos dice: la alegría, la felicidad, la diversión, esto es lo hermoso de la vida». E «ignora,
mira hacia otra parte, cuando hay problemas de enfermedad, de dolor en la familia». En efecto, «el mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas». En cambio «sólo
la persona que ve las cosas como son, y llora en su corazón, es feliz y será consolada»: con el consuelo de Jesús y no con el del mundo.
o Mansos
«Bienaventurados los mansos», continuó el Pontífice, es una expresión fuerte, sobre todo «en este mundo que desde el inicio es un mundo
de guerras; un mundo donde se riñe por doquier, donde por todos lados hay odio». Sin embargo «Jesús dice: nada de guerras, nada de odio. Paz, mansedumbre». Alguien podría objetar: «Si
yo soy tan manso en la vida, pensarán que soy un necio». Tal vez es así, afirmó el Papa, sin embargo dejemos incluso que los demás «piensen esto: pero tú sé manso, porque
con esta mansedumbre tendrás como herencia la tierra».
o Hambre y sed de la justicia
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia» es otra gran afirmación de Jesús dirigida a quienes «luchan por la justicia, para
que haya justicia en el mundo». La realidad nos muestra, destacó el obispo de Roma, cuán fácil es «entrar en las pandillas de la corrupción», formar parte de «esa política
cotidiana del “do ut des”» donde «todo es negocio». Y, añadió, «cuánta gente sufre por estas injusticias». Precisamente ante esto «Jesús dice: son
bienaventurados los que luchan contra estas injusticias». Así, aclaró el Papa, «vemos precisamente que es una doctrina a contracorriente» respecto a «lo que el mundo nos dice».
o Misericordiosos
Y más: «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Se trata, explicó, de «los que perdonan, comprenden
los errores de los demás». Jesús «no dice: bienaventurados los que planean venganza», o que dicen «ojo por ojo, diente por diente», sino que llama bienaventurados a «aquellos
que perdonan, a los misericordiosos». Y siempre es necesario pensar, recordó, que «todos nosotros somos un ejército de perdonados. Todos nosotros hemos sido perdonados. Y por esto es bienaventurado
quien va por esta senda del perdón».
o Limpios de corazón
«Bienaventurados los limpios de corazón», es una frase de Jesús que se refiere a quienes «tienen un corazón sencillo, puro, sin suciedad:
un corazón que sabe amar con esa pureza tan hermosa».
o Trabajadores por la paz
Luego, «bienaventurados los que trabajan por la paz» hace referencia a las numerosas situaciones de guerra que se repiten. Para nosotros, reconoció el Papa,
«es muy común ser agentes de guerras o al menos agentes de malentendidos». Sucede «cuando escucho algo de alguien y voy a otro y se los digo; e incluso hago una segunda versión un poco más
amplia y la difundo». En definitiva, es «el mundo de las habladurías», hecho por «gente que critica, que no construye la paz», que es enemiga de la paz y no es ciertamente bienaventurada.
o Perseguidos por causa de la justicia
Por último, proclamando «bienaventurados a los perseguidos por causa de la justicia», Jesús recuerda «cuánta gente es perseguida»
y «ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia».
Así, puntualizó el Pontífice, «es el programa de vida que nos propone Jesús». Un programa «muy sencillo pero muy difícil»
al mismo tiempo. «Y si nosotros quisiéramos algo más —afirmó— Jesús nos da también otras indicaciones», en especial «ese protocolo sobre el cual seremos juzgados
que se encuentra en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber... estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”».
Un camino para «vivir la vida cristiana al nivel de santidad
He aquí el camino, explicó, para «vivir la vida cristiana al nivel de santidad». Por lo demás, añadió, «los santos no hicieron
otra cosa más que» vivir las bienaventuranzas y ese «protocolo del juicio final». Son «pocas palabras, palabras sencillas, pero prácticas para todos, porque el cristianismo es una religión
práctica: es para practicarla, para realizarla, no sólo para pensarla».
Y práctica es también la propuesta conclusiva del Papa Francisco: «Hoy, si tenéis un poco de tiempo en casa, tomad el Evangelio
de Mateo, capítulo quinto, al inicio están estas bienaventuranzas». Y luego en el «capítulo 25, están las demás» palabras de Jesús. «Os hará bien —exhortó—
leer una vez, dos veces, tres veces esto que es el programa de santidad».
Vida Cristiana
1 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 716; 1716; 1723.