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Cuaresma, primer domingo Año A (2011). Jesús es tentado tres veces por el diablo. La finalidad
fundamental de las tres tentaciones fue apartar a Jesús de la misión recibida por el Padre. También
los hombres somos tentados y, por tanto, hemos de tomar conciencia de la propia fragilidad para
acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida. El
diablo presenta a Dios como mentiroso y celoso de su propia sabiduría y potencia, que no quiere
cedernos, o de las que no nos quiere hacer partícipes: pone a Dios en estado de sospecha. El diablo
dice a la criatura: ¡atenta, que Dios te la está jugando, que no es tu padre sino tu enemigo! La raíz
de la tentación de nuestros primeros padres fue la de querer ser como Dios, a través de una rebelión,
de una desobediencia. La idolatría.
Cfr. 1º Cuaresma Ciclo A
13 marzo 2011 Génesis 2, 7-9; 3,1-7; Romanos 5, 12-19; Mateo 4, 1-11
Génesis 2, 7-9; 3, 1-7: El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de
vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al
hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de
comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era el
más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: -«¿Como es que os ha dicho
Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?» La mujer respondió a la serpiente:-«Podernos comer los frutos de los
árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo
toquéis, bajo pena de muerte."» La serpiente replicó a la mujer: -«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él
se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.» La mujer vio que el árbol era apetitoso,
atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se
les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las
ciñeron.
Salmo responsorial . Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17 (R.: cf. 3a) R. Misericordia, Señor:
hemos pecado. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi
delito, limpia mi pecado. R. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces. R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu
firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
Romanos 5, 12-19: [Si creció el pecado, más abundante fue la gracia].
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los
hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba
porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado
con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir. Sin embargo, no hay proporción entre el
delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la
gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Y tampoco hay proporción entre la gracia
que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia
condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria. Por el delito de un
solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre,
Jesucristo,, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen:
si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la
desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
Mateo 4, 1-11: 1 En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.
2 Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 El tentador se le acercó y le dijo: -
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4 Pero él le contestó, diciendo: «Está escrito: "No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."» 5 Entonces el diablo lo lleva a la ciudad
santa, lo pone en el alero del templo y 6 le dice: -«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a
los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."» 7 Jesús le dijo:
-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."» 8 Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y,
mostrándole los reinos del mundo y su gloria, 9 le dijo: -«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.» 10 Entonces le
dijo Jesús: -«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."» 11
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
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1. JESÚS ES TENTADO
Las tres tentaciones en general.
o Catecismo de la Iglesia Católica:
• CEC 538: Las Tentaciones de Jesús - Los evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto
inmediatamente después de su bautismo por Juan: «Impulsado por el Espíritu» al desierto, Jesús permanece allí sin
comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (Cf Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo,
Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que
recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él «hasta el
tiempo determinado» (Lc 4, 13).
• CEC 539: Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo
Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de
Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (245).
Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del
diablo; él ha «atado al hombre fuerte» para despojarle de lo que se había apropiado (246). ö La victoria de Jesús en el
desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
• CEC 394: La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el
principio» (Jn 8, 44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (Cf Mt 4, 1-11). «El Hijo de
Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3, 8). La más grave en consecuencias de estas obras ha
sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.
o La finalidad fundamental de las tres tentaciones: apartar a Jesús de la misión
recibida por el Padre.
• En la raíz, como hace notar el CEC, Satanás, de un modo u otro, intentó «apartar a Jesús de la
misión recibida por el Padre», «trata de poner a prueba su actitud filial hacia Dios», pero Cristo «se revela
como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina».
La 1ª tentación es tener solamente el horizonte en la vida fisiológica.
- 1ª: Tentación de los panes. Las criaturas tenemos que alimentarnos .. La tentación es tener
solamente el horizonte en la vida fisiológica; esta tentación se vence con la adhesión a la Palabra de
Dios. El hombre vive de pan, pero no sólo de pan material; también tiene necesidad del pan de la Palabra
de Dios, alimento de nuestro espíritu.
- Cfr. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, pp. 54-59
La 2ª tentación: en vez de servir al Señor nos servimos de Él
- 2ª: Tentación del templo. Un autor dice que Jesús rechaza la «pseudoreligión» por la cual en vez
de servir a Dios nos servimos de Él. El diablo pide a Jesús que haga algo espectacular para que Dios le
socorra de un modo extraordinario: con la consecuencia – en el fondo, en nuestro caso – de servirnos de
Dios o de crear un Dios a nuestra disposición; se trata del mesianismo fácil y espectacular por el que,
dicho de otro modo, rechazamos, en nuestro camino de fe, el trabajo por el Reino de Dios, el encuentro
con Dios en la vida normal cotidiana, las pruebas, las dificultades, las fatigas, etc.
- Cfr. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, pp. 59-63
La 3ª tentación: la idolatría
- 3ª: La tentación en el monte. La idolatría.. El diablo –presentándose como rey y señor del mundo -
le ofrece los reinos del mundo, y Jesús rechaza esa idolatría y declara el verdadero señorío de Dios: -
«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."». Cristo,
durante su vida pública, multiplicará los panes, hará milagros, pero al leer el Evangelio descubrimos
fácilmente, en numerosas ocasiones, que la finalidad de estas acciones era la gloria de Dios, y estaban
hechas en perfecta adhesión a la voluntad de Dios Padre.
- Cfr. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, pp. 63-71
2. LOS HOMBRES TAMBIÉN SOMOS TENTADOS. LA TENTACIÓN DE LA
IDOLATRÍA.
3
a) El primer domingo del itinerario cuaresmal es una invitación a tomar conciencia
de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva
fuerza en Cristo, camino, verdad y vida.
• Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma (2011): El primer domingo del itinerario cuaresmal
subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio
a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que
libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae
Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de
Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual
el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale
victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
b) La tentación de nuestros primeros padres: primera lectura. Génesis 2, 7-9.3, 1-7.
o La serpiente
La serpiente es en el Oriente Antiguo símbolo de la juventud perenne, de la inmortalidad, de la fecundidad, debido
sobre todo al fenómeno de su muda de piel. Evoca, por tanto, la idolatría cananea, tan fascinante para los pueblos
agrícolas y nómadas, que querían concretizar a Dios en algún dato experimental. En una civilización agrícola y pastoril,
los hijos, los partos de los rebaños y la fertilidad de los campos eran considerados casi como el semen de la divinidad
difundido en la vida y en la tierra. El tentador por excelencia es, por tanto, el ídolo. Y el pecado consiste precisamente
en ponerse a sí mismo en el puesto del Dios vivo y creador. La serpiente es también, en el Oriente Antiguo, símbolo del
caos: Tiamat, la divinidad negativa de las cosmogonías mesopotámicas, aparece representada como una serpiente
gigantesca. Además, tal como indica ya el v. 1 de nuestra narración, se considera también a la serpiente como signo de
la sabiduría. (Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento, ... p. 88)
• Era un símbolo de la sabiduría en la cultura antigua. El tentador (satanás o diablo) viene expresado
aquí bajo la figura de serpiente.
• La serpiente se representaba, por ejemplo, sobre el sombrero del faráon, para indicar su sabiduría. Y
en la parte del Génesis que se ha leído hoy, es definido como «el más astuto de todos los animales». Un
animal listo y astuto.
• Nos ayuda a entender cómo la tentación crece en nuestro corazón como reptando, tal vez, incluso con
razonamientos falsos y solapados .....
• A veces el tentador hará una pregunta que sirve simplemente para iniciar el diálogo; una pregunta que
servirá para – después – seducirnos. Y responder a esa pregunta (¿Cómo es que Dios os ha dicho: no comáis
de ninguno de los árboles del jardín?), es ya una victoria a medias a favor del tentador.
El diablo puso a Dios en estado de sospecha. Es una de las más
corrientes tentaciones en las que podemos caer actualmente.
• El tentador sembrará la duda, es más, la sospecha: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe
muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses”: que es como decirles
que Dios les ha engañado y que si comen serán como dioses, es decir, decidirán ellos lo que es el bien y el
mal.
- Poner a Dios en estado de sospecha es una de las más corrientes tentaciones en las que podemos
caer actualmente: “El espíritu de las tinieblas (cfr Ef 6,12; Lc 22,53) es capaz de mostrar a Dios
como enemigo de la propia criatura y, ante todo, como enemigo del hombre, como fuente de peligro
y de amenaza para el hombre. De esta manera Satanás injerta en el ánimo del hombre el germen de
la oposición a aquél que « desde el principio » debe ser considerado como enemigo del hombre y no
como Padre. El hombre es retado a convertirse en el adversario de Dios”. (Dominum et vivificantem,
38). El diablo dice a la criatura: ¡atenta, que Dios te la está jugando, que no es tu padre sino tu
enemigo!.
- El diablo presenta a Dios como mentiroso y celoso de su propia sabiduría y potencia, que no quiere
cedernos, o de las que no nos quiere hacer partícipes.
4
o Ese pecado llevó a Adán y Eva a la desnudez: símbolo de la humillación, de
pobreza o miseria, de pérdida de la dignidad; representa la situación
existencial de la criatura limitada.
• “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos” (Gen
3,7). La desnudez era un contravalor en el mundo cultural del Antiguo Testamento. Frecuentemente la
desnudez se asociaba a la idea del fracaso que llevaba consigo la vergüenza; eran “desnudos” los esclavos,
los pobres. De este modo, Adán y Eva descubrieron que eran pobres y tuvieron vergüenza; su sabiduría era
falsa, habían fracasado.
En el pasado se ha hecho hincapié en esta vergüenza para identificar el pecado «original» con una dimensión
sexual. Incluso recientemente ha habido algún exegeta que ha insistido en esta línea. E.Testa comenta, de una
manera más bien fantástica: «Los ojos de Eva, maliciosos, se posan concupiscentes sobre la desnudez de Adán y
los de Adán en Eva. Desequilibrio físico, al que sigue el moral, interno.» Con mayor sobriedad, 0. Procksch
escribe: «Una de las consecuencias del pecado es el descubrimiento del secreto del sexo en el sentido de
vergüenza.»
Pero, como ya se dijo a propósito de 2,25, el símbolo de la «desnudez» (como, por lo demás, el análisis
precedente sobre el pecado) tiene, dentro de la literatura bíblica, dimensiones más teológicas. Mientras que el
vestido es imagen de dignidad, despojarse o estar despojado de vestidos indica humillación, pobreza, miseria. «La
desnudez se refiere de ordinario en el Antiguo Testamento - escribe el especialista J.A. Bailey - a la pérdida de la
dignidad humana y social.» La desnudez representa ante todo la radicalidad humana en su situación existencial de
criatura limitada. Resulta ejemplar en este sentido la declaración de Job: «Desnudo salí del seno de mi madre, y
desnudo allá volveré» (1,21). 0 la del Qohélet: «Salió desnudo del seno de su madre y se marchará lo mismo que
vino» (Ecl 5,14). El pecado consigue convertir en drama aquella limitación humana que antes, en cambio, había
sido aceptada con serenidad. (Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento .... pp. 91-92)..
c) Nosotros también somos tentados
o Los pecados – denominados obras de la carne - en S. Pablo. La idolatría.
• S. Pablo, en su carta a los Gálatas (5, 19-21) , incluye entre los pecados – que en ese texto denomina
«obras de la carne» - a la idolatría: «Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes
hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios»(Cf Romanos 1, 28-32; 1 Corintios 6, 9-10; Efesios 5, 3-5;
Colosenses 3, 5-8; 1 Timoteo 1, 9-10; 2 Timoteo 3, 2-5).
o La idolatría en el Catecismo de la Iglesia Católica
• Según el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. nn. 2112 y 2113), la idolatría es «una tentación
constante de la fe» en cuanto que rechaza «el único Señorío de Dios» desde el momento en que «honra y
reverencia a una criatura en lugar de Dios», consiste en «divinizar lo que no es Dios». Los ídolos son
criaturas que se toman como dioses: aparte del diablo, el poder, el placer, la raza, los antepasados, el dinero,
el Estado, el bienestar, los afectos desordenados, etc. Quien los venera como divinidades y pone en ellos su
confianza, se vuelve vano, superficial, esclavo (cfr. Sal 115, 4-5.8). Por último, la idolatría, al rechazar el
único Señorío de Dios, es incompatible con la comunión divina (Cf Ga 5, 20; Ef 5, 5). Es incompatible con
la fe.
o La adoración de los ídolos.
• Hay que precisar que la idolatría surge no porque el bienestar, el dinero, etc. en sí sean
realidades malas, sino porque el primer mandamiento exige la adoración exclusiva del único verdadero
Dios: «Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a El darás culto» (Mt 4,10). La conversión que se nos
pide de modo especial en la cuaresma, supone un nuevo modo de pensar y de obrar, para poner a Dios y su
voluntad en primer lugar, liberándonos – precisamente – de los ídolos a los que adoramos, que son tales en
cuanto que nos sugestionan y nos esclavizan, desviando nuestro corazón fuera del designio de Dios.
Podemos constatar que hay idolatría cuando nos damos cuenta de que hay en nosotros avidez, con la
consiguiente ansia.
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d) La raíz de la tentación de nuestros primeros padres fue la de querer ser como
Dios, a través de una rebelión, de una desobediencia.
• La tentación de nuestros primeros padres: una desobediencia cuya raíz es querer superar un límite
insuperable para un ser creado, dejar de ser criatura para ser como Dios, es decir, pretender decidir por sí
mismos lo que es bueno y malo. La libertad humana se cierra a Dios y se abre al «padre de la mentira». Y a
lo largo de la historia el «padre de la mentira» tentará a la humanidad para que rechace a Dios.
“Aquí está la raíz de todos nuestros pecados. Paradójicamente, el «ser como Dios» es también el
origen de toda santidad. Pero con una diferencia decisiva. En el pecado se quiere «ser como Dios» a través
de una rebelión, un acto de orgullo, un gesto violento y humano. En la santidad, el hombre «se hace como
Dios» en virtud de la obediencia, de la aceptación de la fe, del don divino de la gracia, confiándose al Señor
y a sus mandatos.” (Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento, El libro del Génesis (1-11),
Herder-Ciudad Nueva 1992, p. 90).
o Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 36. Una desobediencia.
Según el Génesis, « el árbol de la ciencia del bien y del mal » debía
expresar y constantemente recordar al hombre el « límite » insuperable
para un ser creado.
“Según el testimonio del principio, que encontramos en la Escritura y en la Tradición, después de la primera (y a la
vez más completa) descripción del Génesis, el pecado en su forma originaria es entendido como « desobediencia », lo
que significa simple y directamente transgresión de una prohibición puesta por Dios.( Génesis 2, 16 s) Pero a la vista de
todo el contexto es también evidente que las raíces de esta desobediencia deben buscarse profundamente en toda la
situación real del hombre. Llamado a la existencia, el ser humano —hombre o mujer— es una criatura. La « imagen de
Dios », que consiste en la racionalidad y en la libertad, demuestra la grandeza y la dignidad del sujeto humano, que es
persona. Pero este sujeto personal es también una criatura: en su existencia y esencia depende del Creador. Según el
Génesis, « el árbol de la ciencia del bien y del mal » debía expresar y constantemente recordar al hombre el « límite »
insuperable para un ser creado. En este sentido debe entenderse la prohibición de Dios: el Creador prohíbe al hombre y
a la mujer que coman los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Las palabras de la instigación, es decir de la
tentación, como está formulada en el texto sagrado, inducen a transgredir esta prohibición, o sea a superar aquel « límite
»: « el día en que comiereis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal ».( Gén 3,
5)
Dios creador es, en efecto, la fuente única y definitiva del orden moral en
el mundo creado por él. El hombre no puede decidir por sí mismo lo que
es bueno y malo, no puede « conocer el bien y el mal como dioses».
La « desobediencia » significa precisamente pasar aquel límite que permanece insuperable a la voluntad y a la
libertad del hombre como ser creado. Dios creador es, en efecto, la fuente única y definitiva del orden moral en el
mundo creado por él. El hombre no puede decidir por sí mismo lo que es bueno y malo, no puede « conocer el bien y el
mal como dioses ». Sí, en el mundo creado Dios es la fuente primera y suprema para decidir sobre el bien y el mal,
mediante la íntima verdad del ser, que es reflejo del Verbo, el eterno Hijo, consubstancial al Padre. Al hombre, creado a
imagen de Dios, el Espíritu Santo da como don la conciencia, para que la imagen pueda reflejar fielmente en ella su
modelo, que es sabiduría y ley eterna, fuente del orden moral en el hombre y en el mundo. La « desobediencia », como
dimensión originaria del pecado, significa rechazo de esta fuente por la pretensión del hombre de llegar a ser fuente
autónoma y exclusiva en decidir sobre el bien y el mal.”
o Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 37. Dar la espalda a Dios y apertura
al «padre de la mentira».
(...) “Esta desobediencia significa también dar la espalda a Dios y, en cierto modo, el cerrarse de la libertad humana ante
él. Significa también una determinada apertura de esta libertad – del conocimiento y de la voluntad humana – hacia el
que es el «padre de la mentira». (...). Dios Creador es puesto en estado de sospecha, más aún incluso en estado de
acusación ante la conciencia de la criatura. Por vez primera en la historia del hombre aparece el perverso « genio de la
sospecha ». (...)
o Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, n. 38. El hombre rechaza a Dios por
considerar que es una limitación y no la fuente de la liberación.
• “El análisis del pecado en su dimensión originaria indica que, por parte del « padre de la mentira », se dará a lo
largo de la historia de la humanidad una constante presión al rechazo de Dios por parte del hombre, hasta llegar al odio:
« Amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios », como se expresa San Agustín. (Cf. De Civitate Dei XIV, 28: CCL 48,
p. 451). El hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la
plenitud del bien. Esto lo vemos confirmado en nuestros días, en los que las ideologías ateas intentan desarraigar la
religión en base al presupuesto de que determina la radical « alienación » del hombre, como si el hombre fuera
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expropiado de su humanidad cuando, al aceptar la idea de Dios, le atribuye lo que pertenece al hombre y
exclusivamente al hombre. Surge de aquí una forma de pensamiento y de praxis histórico-sociológica donde el rechazo
de Dios ha llegado hasta la declaración de su « muerte ». Esto es un absurdo conceptual y verbal. Pero la ideología de la
« muerte de Dios » amenaza más bien al hombre, como indica el Vaticano II, cuando, sometiendo a análisis la cuestión
de la « autonomía de la realidad terrena », afirma: « La criatura sin el Creador se esfuma ... Más aún, por el olvido de
Dios la propia criatura queda oscurecida ».( Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en e1 mundo actual, 36) La
ideología de la « muerte de Dios » en sus efectos demuestra fácilmente que es, a nivel teórico y práctico, la ideología de
la « muerte del hombre ».”
3. COMENTARIO DE SAN AGUSTÍN SOBRE LA TENTACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
1er. Domingo de Cuaresma, De los Comentarios de San Agustín, obispo, sobre los salmos
(…)
Nuestra vida mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de
tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y
nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser
coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede
luchar si carece de enemigo y de tentaciones.
Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro
progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser
coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones.
Aquel que invoca desde los confines de la tierra está abatido, mas no queda abandonado. Pues quiso
prefigurarnos a nosotros, su cuerpo, en su propio cuerpo, en el cual ha muerto ya y resucitado, y ha subido al cielo, para
que los miembros confíen llegar también adonde los ha precedido su cabeza.
Así, pues, nos transformó en sí mismo, cuando quiso ser tentado por Satanás. Acabamos de escuchar en el
Evangelio cómo el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya
que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para
ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo
honores para tí; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí mismo la victoria para ti.
Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que
venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera
podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de
él a vencerla.
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