viernes, 26 de enero de 2018

No digas palabras que no sean Cristo: por Santiago Agrelo

Nadie se escandalice si digo que, en principio, no tendríamos por qué preguntar acerca de la existencia de Dios.
Que se afirme o se niegue esa existencia, en principio, podría dejarme tan indiferente como indiferentes quedan ante ese nombre el asfalto de las calles, las plantas del jardín o el gallo que alerta cada noche a todo el vecindario, aunque de todo eso Dios sea el creador.
Entonces, ¿qué es lo que me empuja a decir Dios? ¿Por qué vivo pendiente de él? ¿Por qué Dios ha ocupado, como si fuese una pasión amorosa, todos los rincones de mi vida?
No es porque existe: ¡Es porque nos habla!
Con lo cual, en el corazón de nuestra fe, en el corazón de nuestra vida, se sitúa, no la idea de Dios, sino la voz de Dios, la palabra de Dios, el Dios de la palabra, el Dios que nos habla: “Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis vuestro corazón… Porque él es nuestro Dios, y nosotros somos su pueblo”.
Grabadlo, queridos, en el frontispicio de cada  una de vuestras iglesias: «Ésta es la casa de la palabra de Dios».
Grabadlo en el corazón de cada comunidad eclesial: «Somos el pueblo de la palabra de Dios».
Grabadlo en la memoria de vuestra fe: «Somos hechura de la palabra de Dios».
De Dios hemos nacido escuchando, en Dios crecemos escuchando, y, desde la fe, un día, porque hemos escuchado, nuestras vidas se abrirán en el cielo a la dicha de una eternidad de amor.
La creación habla de Dios, o si preferís decirlo de otra manera, Dios nos habla en su creación: “Ojalá escuchéis hoy su voz”.
La historia de la salvación habla de Dios que se ocupa de su pueblo: “No endurezcáis el corazón”.
El profeta lleva en su boca palabras de Dios para ti: No las ignores, no las desprecies.
Para todos los necesitados de salvación, la Palabra de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros, vino a los suyos, vino a enseñar, a curar, a perdonar, a salvar, y, con su venida, “a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”; con Jesús de Nazaret, “el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”.
De esa luz, de esa palabra, de ese don, de su Hijo, el Padre que nos lo ha enviado, nos pedirá cuentas.
No lo olvides, Iglesia convocada a la Eucaristía: somos un pueblo que escucha la palabra de Dios, una comunidad que escucha al Hijo de Dios, –lo escuchamos sobre todo en el misterio de la Eucaristía y en el cuerpo de los pobres, tanto que, con verdad, se nos podría llamar “pueblo de la Eucaristía y de los pobres-.
No olvides tampoco que de esa palabra, de ese Hijo –si creemos en él, si comulgamos con él, si cuidamos de él-, habremos de rendir cuentas.
Y aún he de recordar otro gran misterio: En tu boca, Iglesia de Cristo, el Señor ha puesto sus palabras; en tu boca el Señor ha puesto su Palabra; en ti ha derramado su Espíritu; el Señor quiso que fueses realmente cuerpo de su Palabra, cuerpo de su Hijo.
Considera tu dignidad, considera la grandeza de las obras que el amor de Dios ha realizado en ti.  Y considera tu responsabilidad: No digas palabras que no sean de Dios. No digas palabras que no sean Cristo.


jueves, 25 de enero de 2018

Despertar cristiano en China




Tras el vacío espiritual dejado por el comunismo

Despertar cristiano en China


JOSEMARÍA CARABANTE  - 24.ENE.2018 - Aceprensa

Ø En las últimas décadas se ha avivado el interés de la población china por la  religión y ha
aumentado considerablemente el número de nuevos cristianos. Se calcula que, desde los ochenta, el cristianismo está creciendo a un ritmo anual del 7%, y aun mayor en la nueva clase urbana, entre los jóvenes y los universitarios. Este despertar religioso es en la actualidad una de las principales preocupaciones del régimen.

No hay estimaciones seguras sobre el número de creyentes en China y los datos varían según la fuente. Las oficiales tienden a minimizar el impacto de la religión: según las últimas publicadas, de 2010, la población china sería mayoritariamente atea y solo el 10% profesaría alguna forma de creencia. El estudio del Pew Research Center, de hace cuatro años, aumentaba la proporción al 14%. Si se amplía el concepto de religión y se incluyen tradiciones espirituales como el taoísmo, la proporción alcanza el 31,4%, según una investigación de la Universidad de Shanghái.
El vacío moral dejado por el comunismo ha llevado a los chinos a interesarse por la religión
Lo que no se discute es que, tras la muerte de Mao y el fin de la política explícitamente hostil a la religión, ha resurgido la espiritualidad y, en concreto, ha crecido significativamente el número de cristianos, en un proceso de tal magnitud que Ian Johnson, en The Souls of China: The Return of Religion after Mao (Allan Lane, 2017), ha comparado con el “Gran Despertar” norteamericano. En la investigación que realizó con motivo de su libro, constató la proliferación de templos taoístas, grupos de meditación y movimientos budistas. Y calcula que hay cerca de 200 millones de practicantes de religiones orientales, con las que el régimen se muestra más tolerante –a excepción del budismo tibetano–.

o   Vacío moral

Medir, sin embargo, la presencia cristiana es mucho más complicado porque, a pesar de que tanto el catolicismo como el protestantismo son dos de las cinco religiones reconocidas por el Estado, muchos cristianos practican su fe de modo clandestino, al margen de las asociaciones religiosas controladas por las autoridades. Se estima que puede haber entre 70 y 100 millones de cristianos, muchos más, en cualquier caso, que las cifras oficiales.
Este resurgimiento obedece a varias causas. Por un lado, el proceso de apertura desde Deng Xiaoping ha tenido un impacto económico, pero también cultural, aumentando la permeabilidad de la población a lo foráneo. Al mismo tiempo, la gente ha cobrado conciencia de la crisis moral y cultural dejada por la Revolución Cultural y el ateísmo marxista. Además, la nueva clase urbana, acomodada y con menos prejuicios, se ha percatado de que la alternativa a la ideología oficial, el consumismo individualista, tampoco es satisfactoria desde el punto de vista existencial.
“Antes creíamos que no éramos felices porque éramos pobres –explica un ciudadano chino a Ian John-son–; ahora muchos no somos pobres, pero seguimos siendo infelices”. Es este vacío lo que ha llevado a la población a interesarse por la espiritualidad y, en concreto, por el cristianismo. Kin Sheung Chiaretto Yang afirma en Al otro lado de la Gran Muralla. Retos y perspectivas del cristianismo en China (Ciudad Nueva, 2016), que el surgimiento de nuevas necesidades emocionales y morales en la clase urbana ha sido decisivo para el rebrote cristiano.

El cristianismo se extiende sobre todo en las clases urbanas, personas con formación y jóvenes universitarios
También ha sido importante la constatación de la utilidad social de la religión: iniciativas de creyentes están atendiendo necesidades provocadas por los cambios demográficos y económicos, como el envejecimiento de la población, el abandono del campo y el éxodo masivo a las grandes ciudades, la soledad, la escasez e ineficacia de los servicios públicos, etc. Incluso en la toma de conciencia medioambiental se está sintiendo la influencia de la fe cristiana (cfr. New York Times, 12-07-2017).

o   Cristianismo cultural

Pero no se puede explicar esta “primavera cristiana” solo por factores sociales, económicos o morales. También ha tenido que ver la superación de los recelos que ha sentido tradicionalmente la cultura china ante fenómenos de procedencia extranjera, así como la fascinación de quienes habitan en las ciudades por lo occidental. En el caso de las religiones, es precisamente ese atractivo el que preocupa a los dirigentes y lo que les ha movido a promulgar leyes que restringen el campo de actuación de la fe (ver pág. 3).
Como indicaba hace unos años Jillian Kay Melchior en un artículo sobre los nuevos cristianos en el gigante asiático, el mensaje cristiano “ha encontrado su lugar en la cultura china” y, al convertirse en un fenómeno “de atracción masiva”, ha dejado de ser minoritaria (“China’s New Christians”, First Things, 1-10-2013). Este cambio de actitud es consecuencia de lo que Liu Xiaofeng denominó en la década de los ochenta el “cristianismo cultural”, una expresión acuñada para hacer referencia al interés que los intelectuales mostraban entonces por la tradición y cultura cristianas. En muchos casos, esa inclinación no era seguida de conversiones, pero sirvió para acercar el cristianismo a la gente.
Paulatinamente ha ido cambiando el ámbito de difusión del cristianismo. Si antes se extendía sobre todo en las zonas rurales y a través de las relaciones familiares, quienes se acercan a la fe son hoy las clases urbanas, personas con formación y jóvenes universitarios, es decir, aquellos que se encuentran más abiertos a las influencias extranjeras. Lo que les seduce, en opinión de Johnson, es la dimensión comunitaria y el compromiso personal y social que implica el cristianismo.
El espectacular crecimiento del cristianismo está relacionado con la identificación que establece la mente china entre modernidad, progreso y cultura cristiana
De hecho, para Rodney Stark y Xiuhua Wang, autores de A Star in the East: The Rise of Christianity in China (Templeton Press, 2015), el espectacular crecimiento del cristianismo en los últimos tiempos está relacionado con la identificación que establece la mente china entre modernidad, progreso y cultura cristiana. Y calculan que, si continúa el ritmo de crecimiento, en 2030 habrá casi 300 millones de cristianos en el país. El cristianismo se ha convertido en una moda entre los universitarios: ya en 2008, un estudio realizado por Tang Xiaofeng señalaba que el 4,75% de los estudiantes de las universidades de Shanghái eran cristianos, un porcentaje mayor que el del conjunto de la población.

o   El despegue protestante

Entre las diversas confesiones cristianas, es el protestantismo evangélico el que más ha aumentado en las últimas décadas. Según el Pew, en China hay unos 58 millones de protestantes y 9 millones de católicos; las autoridades hablan de 6 millones de católicos y 23 millones de protestantes. La expansión del protestantismo está relacionada con la mayor penetración en la sociedad urbana de grupos e iniciativas evangélicas y pentecostales, lo que ha terminado por invertir la proporción: en 1949 había tres católicos por protestante.
Aunque el catolicismo crece a menor ritmo, eso no significa que esté en retroceso. La Iglesia “patriótica” (reconocida por el gobierno) dio a conocer el número de nuevos bautizados en la Pascua de 2017: casi 20.000. A ellos se tendrían que añadir quienes se implican en movimientos clandestinos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que las encuestas pueden ser poco representativas en el caso del catolicismo, al estar muy concentrado geográficamente, especialmente en las provincias de Hebei y Shanxi.
Tampoco parece casual el crecimiento del protestantismo evangélico entre la clase urbana más atenta a las olas “modernizadoras”: por ser una corriente poco doctrinal y más espontánea, propagada informalmente, que subraya la experiencia subjetiva y emocional de la fe, casa más fácilmente con los estilos de vida que se están imponiendo. Y aunque la Iglesia católica “clandestina” ofrece un testimonio heroico de fe, también fértil desde un punto de vista apostólico, la hostilidad del partido hacia ella obstaculiza su labor misionera.
Según Yang, la dualidad entre los cristianos que pertenecen a la Iglesia “patriótica” y los que viven en la clandestinidad, puede hacer surgir en el creyente una especie de contraposición entre la lealtad que debe a su cultura y la fidelidad al catolicismo. Tanto Yang como Joseph You Gou Jiang, jesuita chino, creen que si la Iglesia quiere aprovechar las nuevas oportunidades de evangelización, debe adaptarse a la realidad del país y, sin abandonar su identidad, desarrollar un catolicismo “con rasgos chinos” (“Il cattolicesimo in Cina nel XXI secolo”, La Civiltà Cattolica, 03-06-2017).

o   Retos para el catolicismo

Anthony E. Clark, experto en historia china, piensa, por el contrario, que la respuesta no está en la “sinoización” de la religión católica y recuerda que hay presencia cristiana desde finales del siglo XVI. A su juicio, el problema no es cultural sino político. La confrontación entre la República Popular y el Vaticano, especialmente en la cuestión del nombramiento de los obispos, en la que se avanza con lentitud, y la persecución que sufren los católicos, es lo que ha determinado la situación actual del catolicismo (“China’s Catholics: Perseverance under Peter”, The Catholic World Report, 20-06-2017). Además, lo que se desprende del avance del protestantismo es la predilección de la nueva clase urbana por lo occidental, no su rechazo.
Merced a la expansión de grupos evangélicos y pentecostales, en China los protestantes han sobrepasado en número a los católicos
Pero ciertamente la desunión es el principal reto al que se enfrenta la fe católica, según un informe publicado en 2016 por Caritas in Veritate International, una confederación de asociaciones católicas auspiciada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral que organiza encuentros anuales entre católicos occidentales y chinos –laicos, sacerdotes y obispos–. En el documento, los participantes señalan la preocupación por la disminución de vocaciones sacerdotales: en la actualidad hay 900 seminaristas en China y solo 3.316 sacerdotes, según los datos ofrecidos por la Conferencia Episcopal.
Joseph You Guo Jiang cree que la expansión del catolicismo exige mejorar la formación de los laicos y promocionar movimientos e iniciativas comunitarias con fin social. Propone también intensificar la evangelización a través de las redes sociales y las plataformas digitales. Pero los católicos podrán solo intensificar su presencia si las autoridades lo permiten, lo que, a tenor de las últimas noticias, no parece muy probable.





Vida Cristiana
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