sábado, 30 de marzo de 2019

Cuaresma: 4C 2019 - Lucas 15, 1-3.11-32 - 31 de marzo de 2019

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[Chiesa/Omelie1/Quaresima/4C19HijoPródigoPadreMisericordiosoConversiónExamenConciencia]

Ø Cuaresma, 4º domingo, Año C. (2019) La parábola llamada «del hijo pródigo» cuyo centro es «el Padre misericordioso». El itinerario de la conversión del hijo pródigo. El examen de conciencia es un momento central de la conversión: el hijo pródigo «recapacitó». Cada uno debemos prestar mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización. Importancia de la formación de la conciencia, para no ser objeto de manipulaciones ideológicas.

v  Cfr. Cuaresma: 4C 2019 -  Lucas 15, 1-3.11-32  -  31 de marzo de 2019

       cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 101 – 106)

Lucas 15 1  Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2  y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: « Este acoge a los pecadores y come con ellos. ». 3  Entonces les dijo esta parábola. 11 « Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.14 « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. 17 Recapacitando, se dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. « Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. 25 « Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30. y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" 31 « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." 


La parábola llamada «del hijo pródigo»
cuyo centro es «el padre misericordioso».

El examen de conciencia:
El hijo pródigo “recapacitando, se dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti”.
(Evangelio vv. 17-19)

1.    En el sacramento de la penitencia “cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado”.

v  La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia

o   Es infinita e inagotable “la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo.


-          Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, n. 13: “La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y
proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación.
La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte: en efecto, « cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz », no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria. (Cfr. 1 Cor 11, 26; aclamación en el « Misal Romano »).
El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual desea siempre El unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones humanos.
Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado. Se ha hablado ya de ello en la encíclica Redemptor Hominis; convendrá sin embargo volver una vez más sobre este tema fundamental. (…) La misericordia en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita. Infinita pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo.
Por tanto, la Iglesia profesa y proclama la conversión. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno (Cfr. 1 Corintios 13, 4) a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » (2 Corintios 1, 3) es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.
El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo « ven » así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven pues in statu conversionis; es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris. (…)

2.    La conversión y el examen de conciencia

v  El proceso de la conversión es descrito por Jesús maravillosamente.

o   El itinerario del hijo pródigo y la acogida de su padre

v  Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1439: “El proceso de la conversión y de la penitencia fue
descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el padre
misericordioso» (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la
miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de
verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los
cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su
padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos
propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta
vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia,
que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo
revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza”.

o   Algunos aspectos de ese itinerario.

a) Al hijo pródigo sólo interesa el patrimonio (vv. 11-14) y rechaza las relaciones filiales.
·         Después de malgastar el dinero viviendo lujuriosamente,  “ se puso a servir a un hombre de aquella
región, el cual lo mandó a su tierra a guardar cerdos”.
·         “Ese trabajo, que no es ciertamente el más atractivo para un joven, para un hebreo de aquel tiempo era
incluso una grande infamia, porque el cerdo era considerado un animal inmundo”.
c) cl momento decisivo en la conversión: «Recapacita»  [1], hace examen de conciencia. Cuántas cosas extraordinarias pueden derivar del coraje de recapacitar, de ponerse la desnudo delante de la propia conciencia (vv. 17-20). Del coraje de recapacitar, de ponerse al desnudo delante de la propia conciencia pueden derivarse cosas extraordinarias [2]

3.    El examen de conciencia en el Catecismo de la Iglesia Católica

v  La conversión se realiza en la vida cotidiana, entre otros modos, por la revisión de vida, por el examen de conciencia.

·         CEC 1435: La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a
los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Cf Amós 5, 24; Isaías 1, 17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (Cf Lucas 9, 23).

v  Importancia del examen de conciencia

·         CEC 1454: Conviene preparar la recepción de este sacramento [Reconciliación] mediante un examen de
conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los textos más adaptados a este respecto se encuentran en la catequesis moral de los Evangelios y de las Cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Cf Romanos 12-15; 1 Cotintios 12-13; Gálatas 5; Ef 4-6).
·         CEC 1779: Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su
conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
Retorna a tu conciencia, interrógala... retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al Testigo, Dios (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9).

v  Qué es la conciencia

·         En CEC 1778, Newman al duque de Norfolk: “La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va
más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza... La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo” (Newman, carta al duque de Norfolk 5).

v  Importancia de la formación de la conciencia, para que el hombre no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias o de abusos de los más fuertes sobre los más débiles.    

Cfr. Benedicto XVI, Discurso, a los participantes en el Congreso organizado por la Academia de
las  Ciencias de París y por la Academia Pontificia de las Ciencias, 28 enero 2008.

o   El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien.

§  Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral.
“El hombre no es fruto del azar, ni de un conjunto de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones fisicoquímicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo habita. Desde esta perspectiva el gran pensador Pascal decía que «el hombre sobrepasa infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin, que por sus actos puede orientarse hacia la felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad pone de manifiesto que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su auténtica libertad, la persona realiza su vocación; se cumple; da forma a su identidad profunda. En el ejercicio de su libertad ejerce también su responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es al mismo tiempo un don de Dios y la promesa de un porvenir.
El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien. Impresa en él como un sello, la sindéresis le lleva a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en el criterio del bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la historia humana, y en particular en el siglo XX”.

4. A partir de que  vuelve a su padre, Dios «padre misericordioso» es el centro de la parábola del hijo pródigo.

v  A) El padre acoge, en la alegría de la comunión restablecida, al hijo que había renunciado a la comunión familiar.

o   Jesús muestra el rostro de Dios Padre misericordioso, tomando posición contra algunas tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita severidad con respecto a los pecadores.

·         San Juan Pablo II, Catequesis 8/09/1991: En el Nuevo Testamento, el perdón de Dios se manifiesta a
través de las palabras y los gestos de Jesús. Al perdonar los pecados, Jesús muestra el rostro de Dios Padre misericordioso. Tomando posición contra algunas tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita severidad con respecto a los pecadores, explica en varias ocasiones cuan grande y profunda es la misericordia del Padre para con todos sus hijos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1443).
            Culmen de esta revelación puede considerarse la sublime parábola normalmente llamada "del hijo pródigo", pero que debería denominarse "del padre misericordioso" (Lc 15,11-32). Aquí la actitud de Dios se presenta con rasgos realmente conmovedores frente a los criterios y las expectativas del hombre. Para comprender en toda su originalidad el comportamiento del padre en la parábola es preciso tener presente que, en el marco social del tiempo de Jesús, era normal que los hijos trabajaran en la casa paterna, como los dos hijos del dueño de la viña, de la que nos habla en otra parábola (Mt 21,28-31). Este régimen debía durar hasta la muerte del padre, y sólo entonces los hijos se repartían los bienes que les correspondían como herencia. En cambio, en nuestro caso, el padre accede a la petición del hijo menor, que quiere su parte de patrimonio, y reparte sus haberes entre él y su hijo mayor (Lc 15,12).

o   Frente a la opción de este hijo pródigo, la racionalidad humana, expresada de alguna manera en la protesta del hermano mayor, hubiera aconsejado la severidad de un castigo adecuado, antes que una plena reintegración en la familia.

            La decisión del hijo menor de emanciparse, dilapidando los bienes recibidos del padre y viviendo disolutamente (Lc 15,13), es una descarada renuncia a la comunión familiar. El hecho de alejarse de la casa paterna indica claramente el sentido del pecado, con su carácter de ingrata rebelión y sus consecuencias, incluso humanamente, penosas. Frente a la opción de este hijo, la racionalidad humana, expresada de alguna manera en la protesta del hermano mayor, hubiera aconsejado la severidad de un castigo adecuado, antes que una plena reintegración en la familia.
            El padre, por el contrario, al verlo llegar de lejos, le sale al encuentro, conmovido, (o, mejor, "conmoviéndose en sus entrañas", como dice literalmente el texto griego: Lc 15,20), lo abraza con amor y quiere que todos lo festejen.

o   La misericordia paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano mayor, que reivindica sus propios derechos (Lucas 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría.

            La misericordia paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano mayor, que reivindica sus propios derechos (Lc 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría. La pura legalidad queda superada por el generoso y gratuito amor paterno, que va mas allá de la justicia humana, e invita a ambos hermanos a sentarse una vez mas a la mesa del padre.
            El perdón no consiste solo en recibir nuevamente en el hogar paterno al hijo que se había alejado, sino también en acogerlo en la alegría de una comunión restablecida, llevándolo de la muerte a la vida. Por eso, "convenía celebrar una fiesta y alegrarse" (Lc 15,32).
            El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios revelado por Cristo. Dios es, ante todo y sobre todo, Padre. Es el Dios Padre que extiende sus brazos misericordiosos para bendecir, esperando siempre, sin forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza y al mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre a la vez.
            El padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los rasgos de la paternidad y la maternidad. Al arrojarse al cuello de su hijo, muestra la actitud de una madre que acaricia al hijo y lo rodea con su calor. A la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre se comprenden las palabras de Jesús, desconcertantes para la lógica humana: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión" (Lc 15,7). Así mismo: "Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte" (Lc 15,10).
·         “Si le vio «cuando aún estaba lejos» es porque desde el día en que su hijo se había marchado, no
Había dejado de escrutar frecuentemente el horizonte. «Y se compadeció, y corrió a su encuentro.» Ninguna alusión a la pena que tenía, a sus razones, ningún reproche”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c.).

v  B) El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. La culminación de toda la historia salvífica se expresa con la imagen de un banquete.

·         San Juan Pablo II, Catequesis 22/09/1999: “Como Jesús nos explica en la parábola del Padre
misericordioso (Lc 15,11-32), para él perdonar y reconciliar es una fiesta. El Padre, en ese pasaje evangélico, como en otros muchos, no solo ofrece perdón y reconciliación; también muestra que esos dones son fuente de alegría para todos.”
En el Nuevo Testamento es significativo el vínculo que existe entre la paternidad divina y la gran alegria del banquete. Se compara el reino de Dios a un banquete donde el que invita es precisamente el Padre (Mt 8,11 Mt 22,4 Mt 26,29). La culminación de toda la historia salvífica se expresa asimismo con la imagen del banquete preparado por Dios Padre para las bodas del Cordero (Ap 19,6-9).
·         Juan Pablo II, Catequesis 28/02/1990: “La alegría forma parte de la renovación incluida en la
"creación de un corazón puro". Es el resultado del nacimiento a una nueva vida, como Jesús explicara en la parábola del hijo pródigo, en la que el padre que perdona es el primero en alegrarse y quiere comunicar a todos la alegría de su corazón (Lc 15,20-32)”.

5.    Nuestro trato con Dios, «Padre misericordioso» estará  lleno de sinceridad y confianza.

Cfr. Es Cristo que pasa, 64

-          (...) “Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia
formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia.
Mirad que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo [3] .
            Cuando aún estaba lejos, dice la Escritura, lo vio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil besos [4] . Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica el amor paternal de Dios por los hombres?
            Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater!, Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos altisonantes, ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemos esa palabra, llenándonos el alma de gozo”.

v  La vida cristiana es, en cierto modo,  un constante volver hacia la casa de nuestro padre, mediante la conversión.

            “La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición, esa conversión del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar nuestra vida, y que —por tanto— se manifiesta en obras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios.
            Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos”.

6.    La conciencia y el conformismo. A veces malvendemos la conciencia por la llamada de una Sirena, por la ilusión de una propuesta, y renunciamos a la dignidad del alma.

v  Cfr. El alma no os la doy: la  conciencia y el conformismo

       Gianfranco Ravasi, Avvenire  8 de febrero de 2005
“Áquel un brazo, este otro una pierna, una oreja, la espalda, y éste, un ojo. Estamos recogiendo todas las partes del cuerpo”. “¿Y tú que tienes?”  Me examinó atentamente, yo estaba desnudo. “¿Tú que cosa nos das? ¿El alma?”  “No – le dije – el alma no te la doy”.
            Esta parábola surrealista por desgracia es consecuencia de una experiencia dramática, genuina. Es la de Varlam  Shalamov, escritor ruso, deportado en la mineras de oro de Siberia ( sus  Cuentos de  Kolyma [5] describen este hecho), que después fue internado en una cárcel e más tarde en un manicomio, donde morirá en 1982, a 75 años. Ante el torturador estalinista que le pide el alma, Shalamov opone un neto y absoluto rechazo: está preparado para dar un órgano y hasta el cuerpo entero, pero no cederá su interioridad, intransitable para toda dictadura, indisponible para toda tortura.  
            Es un testimonio ejemplar que hemos querido reservar para el inicio de la cuaresma, el tiempo de la seriedad, del alma, de la dignidad espiritual y moral reconquistada.  «Me habéis robado la tierra, el caballo, la mujer. Pero no conseguiréis jamás robarme el alma». La frase que Toro Sentado dirigió a los invasores blancos de su tierra va en la misma línea de la del escritor ruso y es un aviso severo para nosotros. Frecuentemente, en efecto, estamos preparados para intercambiar el alma por un triunfo, una posesión, un placer. ¡Si por lo menos estuviésemos preparados para  enajenar nuestro espíritu  por un segundo de eternidad como hace el Faust de Goethe! No, malvendemos la conciencia para obtener a cambio realidades más bien modestas; no sufrimos torturas como las de las víctimas de la opresión  - que incluso permanecen inquebrantables – sino que es suficiente la llamada de una Sirena, la ilusión de una propuesta, para que renunciemos a la dignidad del alma, a su libertad, a su pureza, a su decoro, a sus valores. 


Vida Cristiana




[1] Sinónimos: meditar, reflexionar, pensar, considerar, reconsiderar cuidadosa y detenidamente sobre algo, en especial sobre los propios actos.
[2] Cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 101-106.
[3] Cfr. Lc 15, 11 ss
[4] Lc 15, 20
[5] Kolyma es una desolada región pantanosa y con abundantes hielos, en el límite extremo nororiental de Siberia. El verano dura poco más de un mes, y el resto es invierno, con una temperatura que puede llegar a sesenta grados bajo cero. Al final de los años veinte del siglo pasado, fueron deportados allí algunos millones de personas. Shalamov llegó allí en 1937 y estuvo hasta 1953.


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