domingo, 30 de julio de 2017

Sabiduría. Capítulo 9 de Libro de la Sabiduría. Catequesis de san Juan Pablo II.


Ø     Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Año A (2017). Sabiduría. Capítulo 9 de Libro de la Sabiduría. Catequesis de san Juan Pablo II. No es la simple inteligencia o habilidad práctica, sino más bien la participación en la mente misma de Dios, que "con su sabiduría formó al hombre". Es la capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, traspasando la superficie de las cosas y de los acontecimientos para descubrir en ellos el significado último, querido por el Señor.


v     Cfr. Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Año A, 30  de julio 2017.


1ª Lectura, 1Re 3,5.7-12: 5 En Gabaón el Señor se apareció a Salomón en sueños durante la noche y le dijo: «Pide lo que quieras y yo te lo daré».  Y Salomón respondió: 7 Ahora bien, Señor, Dios mío, me has hecho rey a mí, tu  siervo, en lugar de mi padre, David; pero yo soy muy  joven y no sé cómo actuar.  8 Estoy al frente del pueblo  que te elegiste, pueblo numeroso, que no se puede contar  ni calcular por su multitud.  9 Concédeme un corazón  prudente para gobernar [otras traducciones: atento para juzgar] a tu pueblo y saber discernir entre  lo bueno y lo malo. Porque ¿quién, si no, podrá gobernar  a este tu pueblo tan grande?».  10 El Señor vio con buenos ojos que Salomón hubiese  pedido tal cosa,  11 y por eso le dijo: «Ya que me has  hecho esta petición, y no has pedido para ti una vida  larga, ni has pedido riquezas, ni has pedido la muerte de  tus enemigos, sino que me has pedido sabiduría para  gobernar con justicia,  12 hago lo que has dicho. Te doy  un corazón sabio y prudente, como no hubo antes de ti ni  lo habrá después.  

Concédeme discernir entre lo bueno y lo malo
(Primera Lectura 1 Reyes 3,9)
¡Señor, dame sabiduría!
Cfr. San Juan Pablo II, Catequesis en la Audiencia General 29 de enero de 2003.

1. El cántico que se nos propone hoy nos presenta la mayor parte de una amplia oración puesta en labios de Salomón, al que la tradición bíblica considera el rey justo y el sabio por excelencia. Se encuentra en el capítulo 9 del libro de la Sabiduría, un texto del Antiguo Testamento compuesto en griego, tal vez en Alejandría de Egipto, en los umbrales de la era cristiana. En él se refleja el judaísmo vivo y abierto de la diáspora hebrea en el mundo helenístico.

v     Las tres líneas de pensamiento teológico que nos propone el libro de la Sabiduría


            Son fundamentalmente tres las líneas de pensamiento teológico que este libro nos propone: la inmortalidad feliz, como meta final de la existencia del justo (cf. capítulos 1-5); la sabiduría como don divino y guía de la vida y de las opciones de los fieles (cf. capítulos 6-9); la historia de la salvación, sobre todo el acontecimiento fundamental del éxodo de la opresión egipcia, como signo de la lucha entre el bien y el mal, que desemboca en una salvación y redención plena (cf. capítulos 10-19).

v     Salomón pide a Dios un corazón prudente para discernir entre el bien y el mal


2. Salomón vivió aproximadamente diez siglos antes del autor inspirado del libro de la Sabiduría, pero ha sido considerado el fundador y el artífice ideal de toda la reflexión sapiencial posterior. La oración del himno puesto en sus labios es una invocación solemne dirigida al "Dios de los padres y Señor de la misericordia" (Sabiduría 9,1), para que conceda el don valiosísimo de la sabiduría.
            Es evidente en nuestro texto la alusión a la escena narrada en el primer libro de los Reyes, cuando Salomón, al inicio de su reinado, se dirige al alto de Gabaón, donde se alzaba un santuario, y, después de celebrar un grandioso sacrificio, durante la noche tiene un sueño-revelación. A Dios, que lo invita a pedirle un don, responde: "Concede, pues, a tu siervo, un corazón prudente para gobernar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal" (1 Reyes 3,9).

3. La idea que sugiere esta invocación de Salomón se desarrolla en nuestro cántico mediante una serie de peticiones dirigidas al Señor, para que conceda ese tesoro insustituible que es la sabiduría.
            En el pasaje, recortado por la liturgia de Laudes, encontramos estas dos imploraciones: "Dame la sabiduría. (...) Mándala de tus santos cielos, de tu trono de gloria" (Sabiduría 9,4; Sabiduría  9,10). El fiel es consciente de que sin este don carece de guía, de una estrella polar que le oriente en las opciones morales de la existencia: "Soy hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes. (...) Sin la sabiduría, que procede de ti, (el hombre) será estimado en nada" (Sabiduría 9, 5-6).

v     Sabiduría es la capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, traspasando la superficie de las cosas y de los acontecimientos para descubrir en ellos el significado último, querido por el Señor.



4. La sabiduría es como una lámpara que ilumina nuestras opciones morales de cada día y nos lleva por el camino recto, "para saber lo que es grato al Señor y lo que es recto según sus preceptos" (cf. Sabiduría 9,9). Por eso, la liturgia nos hace orar con las palabras del libro de la Sabiduría al inicio de una jornada, precisamente para que Dios, con su sabiduría, esté a nuestro lado y "nos asista en nuestros trabajos" de cada día (cf. Sabiduría 9, 10), mostrándonos el bien y el mal, lo justo y lo injusto.
            Cuando la Sabiduría divina nos lleva de la mano, nos adentramos con confianza en el mundo. A ella nos asimos, amándola con un amor esponsal, a ejemplo de Salomón, el cual, siempre según el libro de la Sabiduría, confesaba: "Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me esforcé por hacerla esposa mía y llegué a ser un apasionado de su belleza" (
Sabiduría 8,2).

v     Cristo es la sabiduría de Dios


5. Los Padres de la Iglesia identificaron a Cristo con la Sabiduría de Dios, siguiendo a san Pablo, que definió a Cristo "fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Corintios 1,24).
            Concluyamos con una oración de san Ambrosio, que se dirige a Cristo así: "Enséñame las palabras llenas de sabiduría, porque tú eres la Sabiduría. Abre mi corazón, tú que abriste el Libro.
Ábreme la puerta del cielo, porque tú eres la Puerta. Si entramos por ti, poseeremos el reino eterno; si entramos por ti, no quedaremos defraudados, porque no puede equivocarse quien entra en la morada de la Verdad" (Commento al Salmo 118, 1: SAEMO 9, p. 377).



Vida Cristiana


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