sábado, 2 de marzo de 2019

8º domingo del tiempo ordinario, Ciclo C - 3 de marzo de 2019



[Chiesa/Omelie1/VerdadVeracidad/8C19VerdadVeracidadReconocimientoPorFrutos]

  • La verdad o veracidad y los dones y los frutos del Espíritu Santo. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.


  • Cfr. 8º domingo del tiempo ordinario, Ciclo C - 3 de marzo de 2019

Lucas 6, 39-45; Sirácide 24, 4-8 [cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno
C, Piemme 1999]

Lucas 6, 39-45: 39 Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? 40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. 41 ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? 42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la mota que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota que hay en el ojo de tu hermano. 43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno. 44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. 45 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca.

Cada árbol se conoce por su fruto
(Evangelio de hoy: v. 44)
La verdad o veracidad
es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos
y en decir verdad en sus palabras,
evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2468)

  1. Dos números del Catecismo


  • La virtud de la verdad o veracidad en los propios actos: evitando la duplicidad, la simulación o la hipocresía.

CEC 2468: La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.

  • «Rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias»

CEC 2475: III LAS OFENSAS A LA VERDAD
Los discípulos de Cristo se han «revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4, 24). «Desechando la mentira» (Ef 4, 25), deben «rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias» (1 P 2, 1).
  1. Una norma sapiencial

v. 39 del Evangelio
  • «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
  • El hombre, para ser guía de otro debe tener en sí una luz y una riqueza. En caso contrario,
será causa de la ruina no sólo para sí sino también para los otros.
  • Lucas aplica a los discípulos lo que Mateo (15,14) decía de los fariseos.

  1. La mota en el ojo del hermano y la viga en el nuestro

vv. 41-42 del Evangelio
  • Antes de erigirnos como árbitros y jueces de nuestros hermanos, es necesario mirar con
profundidad nuestro propio corazón, para ver los límites, defectos, pecados que hay dentro. Y antes que nada, debemos tener conciencia de nuestra fragilidad.

  1. Las apariencias – el follaje – y los frutos del árbol

vv. 42 a 44 del Evangelio
  • El justo, quien es fiel al Señor, se reconoce por los frutos. La palabra «hipócrita» que el Señor
usa en el v. 42 se adapta muy bien a quien juzga a su hermano recubriéndose de apariencias. El vocablo «hipócrita» es de origen griego, y hace referencia a quien recita en el teatro una figura que no corresponde a su condición: viste y habla como un rey, pero es un plebeyo; se presenta como un santo, pero es un delincuente.
  • Las virtudes que el Señor nos propone como guía para el camino de nuestra vida son:
caridad/amor, pureza - sencillez - de corazón, generosidad, transparencia, alegría, paz, fidelidad ...
  • Cada árbol se reconoce por su fruto”.

  • Es la enseñanza de Jesús

  • Para juzgarnos a nosotros y a los demás, no debemos dejarnos llevar por las solas apariencias o
las solas declaraciones. Hemos de mirar las obras y las realizaciones. La pregunta que nos hacemos es si producimos frutos útiles, sabrosos, provechosos para dar gloria a Dios y para ayudar a los demás. ¿Los hermanos se dirigen a nosotros cuando necesitan un consejo, una ayuda, un servicio?
Hay otras palabras de Jesús, claras y contundentes: “No el que dice ´Señor, Señor´ entrará
en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre” (Mateo 7,21).
  • Al invocar al Señor en la Eucaristía, como consecuencia, procuraremos mejorar nuestra vida
de cada día en el cumplimiento de la voluntad de Dios Padre, con amor hacia los que nos rodean, y ayudando a los que lo necesiten si estamos en condiciones de hacerlo.
  • Al reunirnos para celebrar la Eucaristía no solamente realizamos unos cuantos ritos y oramos,
sino que pedimos que madure nuestro corazón, y nuestra conducta y nuestras costumbres en bien de los demás, precisamente como consecuencia de la acción de la Eucaristía en nuestras vidas .
  • El Espíritu produce unos frutos.

Cfr. San Juan Pablo II: Audiencia General del 13 de septiembre del 2000
  • La vida moral –como nos recuerda san Pablo– por el hecho de ser irradiada por el Espíritu
produce frutos de «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gálatas 5, 22)”. En la misma Catequesis afirmará san Juan Pablo II que “desde los primeros instantes de la vida cristiana” el Espíritu delinea esa “gama de virtudes que hace florecer en la existencia del fiel.”
  • Dones y frutos del Espíritu Santo

Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica
  • n. 1831: Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza,
ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
  • n. 1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como
primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.). (…)
Vida Cristiana

jueves, 28 de febrero de 2019

Arrodillados delante de Dios y de los pobres: por Santiago Agrelo

Puede que no lo hayas pensado, pero ésta es tu realidad: el día de tu bautismo, entrando en la comunidad eclesial, entraste en una tierra que es de Dios y que Dios ha dado a su pueblo, la tierra buena que es Cristo Jesús, tierra que mana leche y miel.
No añores el paraíso que Dios había plantado en Edén, hacia Oriente, y en el que puso al hombre que había formado de la tierra: Mucho más que un paraíso te ofreció a ti en Cristo Jesús el Padre del cielo.
No imites la idolatría de los padres que en aquel paraíso terrenal, figura del celeste que es Cristo Jesús, suplantaron la fruición de los dones de Dios por la apropiación y la posesión, y transformaron la gratitud  humilde de quien todo lo recibía en el árido silencio de quien nada tiene que agradecer porque todo lo posee.
Toma tu cestilla, tú que has entrado por gracia en la tierra buena que es Cristo Jesús, y preséntala delante del Padre del cielo.
Toma tu cestilla y pronuncia delante del Señor, tu Dios, la confesión de tu fe.
Toma tu cestilla con las primicias de los frutos de la tierra en la que has entrado; Pon en ella tu pan que es el cuerpo de Cristo, tu sabiduría que es la palabra de Cristo. Pon en ella el Espíritu que te unge, el divino crisma que procede del olivo que es Cristo. Pon en ella la memoria de lo que en Cristo el Padre del cielo te ha regalado: De Cristo has aprendido a servir, a amar, a evangelizar a los pobres. En Cristo has entrado como hijo, como heredero, en la familia de Dios. Con Cristo serás glorificado.
Toma tu cestilla y póstrate en presencia del Señor, tu Dios.
No te dejes seducir por el Engañador.
Se te presentará como el que dispone a su antojo del poder y la gloria. Todo te lo promete a cambio de lo poco que parece pedir. Escucha lo que dice a Jesús en el desierto: “Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. El Engañador oculta lo que el Sabio enseña: que “el codicioso no se harta de dinero”, que “el avaro no aprovecha lo que tiene”, que “las riquezas guardadas perjudican al dueño”.
Tú no eres del Engañador sino de Cristo.
Tú no te arrodillas delante de nadie para alcanzar poder y gloria.
Como la tierra en la que has entrado, como Cristo Jesús de quien eres cuerpo, tú te arrodillas delante de Dios para adorarlo y darle culto, tú te arrodillas delante todos para servir: para lavar los pies de todos, para amar a todos, para llevar a los pobres la buena noticia que esperan o que necesitan.
Eso dice hoy nuestra comunión con Cristo Jesús: dice de quién somos; dice en qué tierra entramos; dice a quién queremos parecernos; dice con quién queremos caminar, a dónde queremos ir; dice qué frutos queremos dar; dice delante de quién nos arrodillamos –delante de Dios y de los pobres-; y dice también lo que llevamos en los labios y en el corazón –la fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado-.
Feliz domingo.

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