sábado, 16 de marzo de 2019

La montaña de la luz: por Santiago Agrelo


Si un día has de subir, como Abrahán, a la montaña “donde el Señor provee”, si has de ofrecer sobre el altar de la fe lo que más quieres, si has de peregrinar sobre la tierra sin alcanzar la meta del camino, si has de conocer el terror intenso y oscuro de la muerte, habrás de guardar siempre como un tesoro en el corazón la memoria de las promesas que el Señor te hace, pues éstas han de ser luz para el camino cuando llegue tu noche.
Cuántas veces el israelita creyente habrá llevado desde el corazón a los labios la oración del salmista: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Las palabras de la oración recuerdan la alianza de Dios con su fiel Abrán, la luz que iluminaba las casas de Israel en Egipto, la luz que acompañaba la peregrinación de Israel en el desierto, la luz inaccesible en la que habita el Señor.
Hoy, domingo de la transfiguración del Señor, la Iglesia sube con Jesús de Nazaret a la montaña de la luz.
Nos disponemos a subir con Cristo a la montaña “donde el Señor provee”, la montaña de la obediencia, altura hermosa donde el amor consuma la reconciliación del hombre con Dios y se hace evangelio la paz; nos disponemos a subir con Jesús a la montaña de su muerte, a cargar con nuestra cruz de cada día, a seguirle por el camino en el que él nos precede con la suya; por eso subimos hoy con él a la montaña de la luz, para guardar en el corazón la memoria de una revelación que es una promesa inaudita, pronunciada para iluminar la noche de Jesús y nuestra noche: “Éste es mi Hijo, el escogido; escuchadle”.
Considera el misterio, Iglesia cuerpo de Cristo: hoy comulgas con tu Señor, te haces una con él por la fe y el amor. Sabes que subirás con él hasta la cruz; sabes que te ilumina la misma luz misteriosa que en la montaña alta cambió el aspecto del rostro de Jesús e hizo brillar de blancos sus vestidos; sabes que ofrecida con él en el mismo altar, mientras sufriendo aprendes como él a obedecer, eres amada en el más amado, eres iluminada por la luz que a él lo ilumina, y un día gozarás resucitada de la luz que hoy ves resplandecer en su cuerpo transfigurado.
Guarda memoria de esa luz: la necesitas para tu noche, para la noche de tus hijos, para mantener viva su esperanza, para vendar heridas sin morir de dolor.
Hoy subimos con Cristo a la montaña de la luz. Hasta que un día brille sobre todos nosotros la luz de la Pascua.
Feliz domingo.

Domingo 2º de Cuaresma, Año C (2019). La búsqueda del rostro del Señor.



[Chiesa/Omelie/2C19CuaresmaMetaImportanteDescubrirRostroSeñor]

Ø Domingo 2º de Cuaresma, Año C (2019). La búsqueda del rostro del Señor.

Lucas 9, 28b-36: 28 Sucedió que Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. 29 Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente. 30 Y he aquí que dos hombres estaban conversando con él: eran Moisés y Elías 31 que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había de cumplirse en Jerusalén. 32 Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que con él estaban.33 Cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras decía esto, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. 35 Y salió una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. 36 Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto.

v  Cfr. 2º Domingo de Cuaresma, Año C, 17 de marzo de 2019.

Génesis 15, 5-12.17-18; Salmo 26, 1-14; Filipenses 3,17-4,1; Lucas 9, 28b-36 

Escuchadle: Cristo es el rostro de Dios
En Jesús se revela el “rostro de Dios”
Toda nuestra existencia debe estar orientada hacia el encuentro con Jesucristo, al amor hacia Él y al prójimo.
(Benedicto XVI, Catequesis sobre la fe, 16/01/2013)

1.    El rostro del Señor en la liturgia del 2º domingo de Cuaresma
-       La búsqueda del rostro del Señor es una parte importante en la liturgia de este domingo
Salmo 26, 8-9: Antífona de entrada: Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré,
Señor; no me escondas tu rostro”
-       Descubrir su ternura y su misericordia (petición que hacemos) es parte importante del
descubrimiento del rostro.
Salmo  24, 6.3.22: Antífona de entrada alternativa: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu
misericordia son eternas”. (…)
-       La palabra de Jesús -  escucharle, leyendo el evangelio, por ejemplo -  es un medio importante
para descubrir no sólo su rostro, sino también el de su Padre.
Primera oración, colecta: “Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; así, con mirada limpia, contemplaremos gozosos la gloria de tu rostro.
-       Salmo responsorial.
“Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”.
“Tu rostro buscará, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio.
-       Antífona de comunión.
Mateo 17, 5. “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”.
-       Salmo 105, 3-4: 3 que se alegren los que buscan al Señor. 4 Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
-       Salmo 14/13, 2: “El Señor mira desde los cielos a los hijos de Adán para ver si hay alguno
inteligente, que busque a Dios.
      Cfr. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 17: El testimonio de los Evangelios
       “La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura
que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo ».[1] Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que es el origen de aquellos escritos, y, a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1).
2.    Fijar los ojos en Cristo es tarea y anhelo de todos los cristianos. 

v  A) Tarea de todos los discípulos de Cristo

Cfr.  San Juan Pablo II: Rosarium Virginis Mariae, n. 9:
-       Un rostro brillante como el sol
«Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol» (Mt 17, 2). La
escena evangélica de la transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, puede ser considerada como icono de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su fulgor divino manifestado definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra. Contemplando este rostro nos disponemos a acoger el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo. Se realiza así también en nosotros la palabra de san Pablo: «Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 18).

v  B) Anhelo de todos los cristianos

      Cfr.  Benedicto XVI, Discurso, en la Peregrinación al Santuario de la Santa Faz, en
      Manopello (Italia) (1 de septiembre de 2006)
-       (…) "Jesús, qué bondadoso eres con los que te buscan". Así hemos cantado hace poco,
entonando el antiguo canto "Jesu, dulcis memoria", que algunos atribuyen a san Bernardo. Es un himno que adquiere un significado especial en este santuario dedicado a la Santa Faz y que nos trae a la mente el salmo 23:  "Esta es la generación de los que lo buscan, los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob" (v. 6). Pero, ¿cuál es la "generación" que busca el rostro de Dios?, ¿cuál es la generación digna de "subir al monte del Señor", de "estar en el recinto sacro"? Explica el salmista:  son los que tienen "manos inocentes y puro corazón", los que no dicen mentiras ni juran contra el prójimo en falso (cf. vv. 3-4). 
Así pues, para entrar en comunión con Cristo y contemplar su rostro, para reconocer el rostro del Señor en el de los hermanos y en las vicisitudes de todos los días, es preciso tener "manos inocentes y puro corazón". "Manos inocentes" quiere decir existencias iluminadas por la verdad del amor, que vence a la indiferencia, la duda, la mentira y el egoísmo. Además, hay que tener un corazón puro, un corazón arrebatado por la belleza divina, como dice santa Teresa de Lisieux en su oración a la Santa Faz; un corazón que lleve impresa la faz de Cristo.  (…)
"Busco tu rostro, Señor". Buscar el rostro de Jesús debe ser el anhelo de todos los cristianos, pues nosotros somos "la generación" que en este tiempo busca su rostro, el rostro del "Dios de Jacob". Si perseveramos en la búsqueda del rostro del Señor, al final de nuestra peregrinación terrena será él, Jesús, nuestro gozo eterno, nuestra recompensa y gloria para siempre. 
3.    Condiciones necesarias para reconocer el rostro de Cristo
-       El reconocimiento del rostro de Cristo requiere un largo camino, morir a uno mismo como el
grano de trigo en la tierra (Juan 12,24),  y - como dice el Salmo 23 -  “tener manos inocentes y puro corazón”, que quiere decir existencias iluminadas por la verdad del amor, que vence a la indiferencia, la duda, la mentira y el egoísmo” (Benedicto XVI, Discurso, Peregrinación al santuario de Manopello (Abruzzo, Italia, 1 de septiembre de 2006).



[1] Del prólogo al comentario de san Jerónimo sobre el libro del profeta Isaías, Nums. 1.2

Vida Cristiana

domingo, 10 de marzo de 2019

Domingo 1º de Cuaresma, año C. 10 de marzo de 2019 - Lucas 4, 1-13; Romanos 10, 8-13; Deuteronomio 26, 4-10


[Chiesa/Omelie1/Quaresima/1C19AvanzarInteligenciaMisterioCristoAyunoLimosnaOración]

Ø Cuaresma 2019, domingo 1º, año C. (10 de marzo de 2019) Es tiempo de conversión: apto para “avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud” (Oración colecta). Pedimos “sentir hambre de Cristo y vivir de toda palabra que sale de su boca” (cfr. Oración después de la comunión y Evangelio)   Porque todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. (cfr. 2 Lectura).

En la tradición cristiana se señalan  tres caminos para la conversión: A) ayuno; B) caridad/limosna; C) oración.

La conversión.
Te rogamos, Dios nuestro,
que nos hagas sentir hambre de Cristo pan vivo y verdadero
y que nos enseñes a vivir constantemente
de toda palabra que sale de su boca.
(Domingo 1º de Cuaresma, Oración después de la comunión)

v  cfr. Domingo 1º de  Cuaresma, año C.

10 de marzo de 2019 -  Lucas 4, 1-13; Romanos 10, 8-13; Deuteronomio 26, 4-10

Romanos 10, 8-13: ¿Hermanos, qué dice la Escritura? = Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón =. Sed refiere a  la palabra de la fe que nosotros proclamamos. 9 Porque, si confiesas con tu boca: «Jesús es Señor», y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás. 10               Porque  con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. 11 Ya la Escritura dice: = Todo el que cree en él no quedará confundido. = 12 Pues  no hay distinción entre judío y griego;  porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que le invocan. 13 = Porque todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. =
Lucas 4  1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, regresó del Jordán, y fue conducido por el Espíritu en el desierto, 2 durante estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y al final  sintió hambre. 3 Entonces el diablo le dijo: « Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan ». 4 Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre». 5 Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; 6. y le dijo el diablo: « Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. 7. Si, pues, me adoras, toda será tuya. » 8. Jesús le respondió: « Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto. » 9  Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: « Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; 10 porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. 11 Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna. » 12 Jesús le respondió: « Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios. » 13 Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

 

1.   La Cuaresma es tiempo de conversión: apto para avanzar en el
conocimiento de Cristo y vivirlo en su plenitud.

v  Esta finalidad de la conversión del tiempo de Cuaresma está claramente indicada en la Liturgia de hoy.

a) Oración Colecta de la  Misa: Al celebrar un año más la santa cuaresma, concédenos, Dios Todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud.
b) Oración después de la comunión: Haznos sentir hambre de Cristo pan vivo y verdadero y enséñanos a vivir de toda palabra que sale de su boca.
c) La respuesta del Señor al diablo, en la primera tentación: Lucas 4, 4: 1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, 2 durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. 3 Entonces el diablo le dijo: « Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. » 4 Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre».

v  Rasgad los corazones, y no las vestiduras

            Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa, Bendición e imposición de la  ceniza, Miércoles de
            Ceniza, 13 de febrero de 2013.

o   Este volver a Dios solamente llega a ser una realidad concreta en nuestra vida cuando la gracia del Señor penetra en nuestro interior y lo remueve dándonos la fuerza de «rasgar el corazón» y no las vestiduras.

§  En efecto, también hoy muchos están dispuestos a «rasgarse las vestiduras» ante escándalos e injusticias, cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dispuestos a obrar sobre el propio «corazón», sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.
-          Hay que subrayar la expresión «de todo corazón», que significa desde el centro de nuestros
pensamientos y sentimientos, desde la raíz de nuestras decisiones, elecciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. ¿Pero, es posible este retorno a Dios? Sí, porque existe una fuerza que no reside en nuestro corazón, sino que brota del mismo corazón de Dios. Es la fuerza de su misericordia. Continúa el profeta: «Convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas» (Joel 2,13). El retorno al Señor es posible por la ‘gracia’, porque es obra de Dios y fruto de la fe que ponemos en su misericordia. Este volver a Dios solamente llega a ser una realidad concreta en nuestra vida cuando la gracia del Señor penetra en nuestro interior y lo remueve dándonos la fuerza de «rasgar el corazón». Una vez más, el profeta nos transmite de parte de Dios estas palabras: «Rasgad los corazones y no las vestiduras» (Joel, 2 13). En efecto, también hoy muchos están dispuestos a «rasgarse las vestiduras» ante escándalos e injusticias, cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dispuestos a obrar sobre el propio «corazón», sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.

o   Que la cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por nuestra parte cada día debemos “volver a dar” al prójimo.

Cfr. Benedicto XVI, Mensaje de Cuaresma 2007
- “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37): En el tiempo de penitencia y de oración de la cuaresma, dirijamos nuestra mirada con atención más viva a Cristo Crucificado. Muriendo en el Calvario nos ha revelado plenamente al amor de Dios.
- En el camino cuaresmal se nos exhorta a salir de nosotros mismos para abrirnos, con un confiado abandono al abrazo misericordioso del Padre.
- Que la cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por nuestra parte cada día debemos “volver a dar” al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. 

o   Sólo quien cree en el Señor encontrará la salvación

-          Romanos 10, 13 (segunda Lectura): “Porque todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará”.
§  Como consecuencia, la misión de quien hace catequesis (en cualquiera de sus formas)  es importante y  clara.
El catequista tiene como misión invitar a fijar la mirada en Jesús y a seguirlo, porque sólo él es el Maestro, el Señor, el Salvador.
·         Juan Pablo II, Homilía en el jubileo de los catequistas y profesores de religión, 10/12/2000: “Como Juan
Bautista, también el catequista está llamado a indicar en Jesús al Mesías esperado, al Cristo. Tiene como misión invitar a fijar la mirada en Jesús y a seguirlo, porque sólo él es el Maestro, el Señor, el Salvador. Como el Precursor, el catequista no debe enaltecerse a sí mismo, sino a Cristo. Todo está orientado a él: a su venida, a su presencia y a su misterio.
El catequista debe ser voz que remite a la Palabra, amigo que guía hacia el Esposo”.

A) ayuno; B) caridad/limosna; C) oración.

v  A) El ayuno

o   El ayuno radical, la verdadera conversión.

Cfr. Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, anno C, pp. 76-80
§  El ayuno nos lleva a aprender a no ser esclavos de nada, a ser desprendidos.
·         El ayuno nos lleva a aprender a no ser esclavos de nada, a ser desprendidos. Buscamos no ser esclavos
solamente de la comida y de la bebida sino también de las  sensaciones que nos esclavizan, de valores de mero consumo, de vicios;  del odio, de  la venganza, de la frivolidad, de la vanidad ...  
Junto al ayuno corporal existe el ayuno al que se refiere san Pablo (Romanos 12, 2): “No os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, trasformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto”.
§  El ayuno de “nosotros mismos”: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo”.
Es más, hay otro ayuno más radical, al que se refiere Jesús (Lucas 9, 23), que es el ayuno de “nosotros mismos”: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo”.
·         “Iba de pequeño con mi padre al río, para cavar el tocón de los chopos cortados recientemente; se
quitaba el terreno de alrededor y se cortaban, a medida que surgían, todas la raíces laterales y superficiales. Entonces yo, que era inexperto, comenzaba a empujar el chopo como si se pudiese moverlo con un sencillo empujón. El chopo, como muchos otros árboles, tiene una raíz-madre que cala a plomo en el terreno y es inamovible; hasta que no se corta esa raíz no se obtiene nada. Así nos sucede a nosotros: podemos cortar con tantos vínculos o necesidades: con los alimentos, con las cosas, con los demás, pero hasta que no metemos el hacha en nuestro “yo” viejo, tenaz y egoísta, no se avanza un centímetro en el camino del Evangelio. Permanecemos al otro lado de la verdadera conversión. Ésa es nuestra raíz que alimenta y hace crecer a las demás. Puede darse el asceta que atormenta su cuerpo, privado de todo, que está reducido a la piel y a los huesos por la penitencia, pero que está lleno de sí mismo y de su ascética: éste sería un hombre que debe convertirse todavía.
Cada año, en Cuaresma, llamándonos a la conversión, la palabra de Dios nos llama a esa difícil operación.
¿Pero es necesario cortar con el hacha esa precisa raíz? ¿Por qué hay que entrar en conflicto con nosotros mismos? Porque es el lugar de Dios. Nuestro yo lo ocupa como un usurpador. El hombre, después del pecado, es como una ciudad fortificada pasada manos del enemigo: aunque cueste a quien la ha construida y habita en ella, hace falta desmantelarla, si no, desde allí, el enemigo no dejará de golpearnos. Desde ese sitio sabemos sobre quién  estamos fundados y enraizados, quién es el sostén y la «roca» de nuestra vida, en quién nos centramos:   en Dios o en nosotros mismos. ¡Pablo dice que nosotros debemos estar  «enraizados y edificados» en Cristo Jesús. (Colosenses 2,7)!” (R. Cantalamessa, o.c. pp. 77-78). 
·         Descendiendo a lo concreto. ¿Cuándo chupamos la linfa y nos alimentamos con aquella vieja raíz?
Cuando dejamos que sea el “yo” viejo y pecador quien habla en nosotros, y expresa libremente sus juicios, sus condenas, quien destila resentimientos y rencores; cuando cedemos a la ira, a los celos y a la autocompasión. A veces, en esos casos, se tiene como la impresión física de chupar de aquella raíz venenosa; el espíritu se oscurece, se cierra en sí mismo, respiramos aire de muerte dentro de nosotros. Cuando nos sorprendemos en ese estado, debemos cortar enseguida con aquel hilo de los pensamientos, renegarlos, oponer a ellos pensamientos contrarios de amor, de perdón, de pureza, de misericordia: reconocer el error. Así se  pone «el hacha en la raíz de los árboles» (Mateo 3,10): «Si con  la ayuda del Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis» (Romanos 8,13).
Éste es el verdadero ayuno espiritual, el ayuno de nosotros mismos. Sus frutos son la paz, la alegría, la
concordia, la comunidad; en una palabra, «la vida nueva»”. (R. Cantalamessa, o.c. p. 78).

o   Razones para el ayuno

Cfr. Indicaciones litúrgico-pastorales sobre el ayuno y la oración por la paz en preparación al encuentro de Asís del 24 de enero de 2002
Como vivimos en una cultura “individualista”, las razones del ayuno son : impide que nos convirtamos en “puros consumidores”; nos ayuda a adquirir el fruto del Espíritu  que es el dominio de sí (Cfr. Gálatas 5); nos predispone al encuentro con Dios y nos convierte en personas atentas a las necesidades de los demás.
Son ayunos alternativos al ayuno y abstinencia de alimentos: el ayuno del tabaco y de alcohólicos
(que también hace bien al cuerpo, además de, en primer lugar, al alma); el ayuno de las imágenes violentas y sensuales de medios de comunicación (TV etc.), de espectáculos, el ayuno de pensamientos hostiles, que hace que nuestros corazones sean pacificadores, etc. También estos “demonios” son vencidos solamente con el ayuno y la oración.

v  B) La caridad/limosna

o   La limosna incluye una extensa gama de obras de misericordia

                        S. León Magno Papa (390-461), De los Sermones sobre la Cuaresma, Sermón 6º, 1-
                        2 PL 54, 285-287
-          Caridad/Limosna: para sentirnos responsables de las necesidades de los demás. La limosna: incluye una
extensa gama de obras de misericordia: son variadísimas. 
·         “Junto al razonable y santo ayuno, nada más provechoso que la limosna, denominación que incluye una extensa
gama de obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por diversas que sean sus posibilidades. En efecto, con relación al amor que debemos a Dios y a los hombres, siempre está en nuestras manos la buena voluntad, que ningún obstáculo puede impedir. Los ángeles dijeron: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; con ello nos enseñaron que todo aquel que por amor se compadece de cualquier miseria ajena se enriquece, no sólo con la virtud de su buena voluntad, sino también con el don de la paz.
Las obras de misericordia son variadísimas, y así todos los cristianos que lo son de verdad, tanto si son ricos como si son pobres, tienen ocasión de practicarlas a la medida de sus posibilidades; y aunque no todos puedan ser iguales en la cantidad de lo que dan, todos pueden serlo en su buena disposición.” 
·         Nos  sentiremos responsables de las necesidades de los demás, de la sociedad civil, de hacer fructificar al servicio
de los demás nuestras capacidades de todo tipo que podamos tener  ... Reconociendo a Cristo en las necesidades de los demás.

o   Este tiempo de penitencia y de reconciliación animará a los creyentes a pensar y a obrar bajo la orientación de una caridad auténtica, abierta a todas las dimensiones del hombre. Esta actitud interior llevará también a ofrecer,  con corazón nuevo, la ayuda material a quien se encuentra en necesidad.

Cfr. Juan Pablo II, Mensaje para la Cuaresma del 2001.

Que este tiempo de penitencia y de reconciliación anime a los creyentes a pensar y a obrar bajo la orientación de una caridad autentica, abierta a todas las dimensiones del hombre. Esta actitud interior los conducirá a llevar los frutos del Espíritu (cfr Gal 5, 22) y a ofrecer, con corazón nuevo, la ayuda material a quien se encuentra en necesidad. Un corazón reconciliado con Dios y con el prójimo es un corazón generoso. En los días sagrados de la Cuaresma la "colecta" asume un valor significativo, porque no se trata de dar lo que nos es superfluo para tranquilizar la propia conciencia, sino de hacerse cargo con solidaria solicitud de la miseria presente en el mundo. Considerar el rostro doliente y las condiciones de sufrimiento de muchos hermanos y hermanas no puede no impulsar a compartir, al menos, parte de los propios bienes con aquellos que se encuentran en dificultad. Y la ofrenda de Cuaresma resulta todavía más rica de valor si quien la cumple se ha librado del resentimiento y de la indiferencia, obstáculos que alejan de la comunión con Dios y con los hermanos.
            El mundo espera de los cristianos un testimonio coherente de comunión y de solidaridad. Al respecto, las palabras del apóstol Juan son más que nunca iluminadoras: “Si alguno que posee bienes de la tierra y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1 Jn 3, 17).

o   Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad. La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica

 Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013
 15 de octubre de 2012
·         La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad
(cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

v  C) La oración.

o   La oración nos convierte porque cambia la dirección de nuestra mirada

·         Nos ayuda a encontrar la justa relación con Dios: la oración nos convierte porque cambia la dirección de
nuestra mirada. En vez de mirarnos a nosotros, contemplamos a Dios en Cristo, para que todo sea orientado hacia El.

o   Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 6/01/2001:

a)       La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que,
desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo ». [n. 17] (…)
b)      Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino
Maestro, como los primeros discípulos: « Señor, enséñanos a orar » (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: « Permaneced en mí, como yo en vosotros » (Jn 15,4). [n. 32]
c)       Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas « escuelas de oración », donde el
encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el « arrebato del corazón. Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios.18 [n. 33]
d)      Se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial,
incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino « cristianos con riesgo ». En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición. Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral.[n. 34].
e)       Alimentarnos de la Palabra para ser « servidores de la Palabra » en el compromiso de la evangelización,
es indudablemente una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.[n. 40]

o   Juan Pablo II, Homilía en la Parroquia de San Agustín (Roma), 16 febrero 1986.

§  La escucha de la Palabra de Dios para vencer la tentación de un cristianismo fácil y acomodaticio
·         “El tiempo de Cuaresma es muy útil para escuchar la Palabra y, sobre todo, para la realización de sus
exigencias para transformar nuestro viejo «yo» en una nueva criatura que vive no en conformidad con la propia voluntad sino con la voluntad divina, para establecer realmente dentro de sí el reino de Dios. Solamente así podremos vencer, siguiendo el ejemplo de Jesús, la tentación, que resurge siempre, de un cristianismo fácil y acomodadizo”. 

3. Hemos de tener el deseo de transformarnos de verdad, de no jugar con la gracia del Señor.

Cfr. Es Cristo que pasa, n. 59

·         Exhortamur ne in vacuum gratiam Dei recipiatis (2 Corintios 6,1), os exhortamos a no recibir en vano
la gracia de Dios. Porque la gracia divina podrá llenar nuestras almas en esta Cuaresma, siempre que no cerremos las puertas del corazón. Hemos de tener estas buenas disposiciones, el deseo de transformarnos de verdad, de no jugar con la gracia del Señor. (…)
No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único; es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza.
            Ecce nunc tempus acceptabile, ecce nunc dies salutis (2 Corintios 6,2): éste es el tiempo oportuno, que puede ser el día de la salvación. Otra vez se oyen los silbidos del buen Pastor, con esa llamada cariñosa: ego vocavi te nomine tuo (Isaías 43,1). Nos llama a cada uno por nuestro nombre, con el apelativo familiar con el que nos llaman las personas que nos quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe en palabras.

4. Catecismo de la Iglesia Católica

v  Breves anotaciones  de las diversas formas de penitencia en la vida cristiana que puede tener expresiones muy variadas.

·         n. 1434. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf.
Tb 12, 8; Mt 6, 1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. (…)
·         n. 1435. La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los
pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5, 24; Is 1, 17), por el reconocimiento de
nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la
dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar
la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9, 23).
·         n. 1436. Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento
en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son
alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras faltas
cotidianas y nos preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
·         n.1437. La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro,
todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y
contribuye al perdón de nuestros pecados.
·         n. 1439. El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la
parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15, 11  - 24): la
fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se
encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y
peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes
perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la
acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El
mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría
que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de
Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de
una manera tan llena de simplicidad y de belleza.


Vida Cristiana







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