sábado, 16 de marzo de 2019

Domingo 2º de Cuaresma, Año C (2019). La búsqueda del rostro del Señor.



[Chiesa/Omelie/2C19CuaresmaMetaImportanteDescubrirRostroSeñor]

Ø Domingo 2º de Cuaresma, Año C (2019). La búsqueda del rostro del Señor.

Lucas 9, 28b-36: 28 Sucedió que Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. 29 Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente. 30 Y he aquí que dos hombres estaban conversando con él: eran Moisés y Elías 31 que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había de cumplirse en Jerusalén. 32 Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que con él estaban.33 Cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras decía esto, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. 35 Y salió una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. 36 Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto.

v  Cfr. 2º Domingo de Cuaresma, Año C, 17 de marzo de 2019.

Génesis 15, 5-12.17-18; Salmo 26, 1-14; Filipenses 3,17-4,1; Lucas 9, 28b-36 

Escuchadle: Cristo es el rostro de Dios
En Jesús se revela el “rostro de Dios”
Toda nuestra existencia debe estar orientada hacia el encuentro con Jesucristo, al amor hacia Él y al prójimo.
(Benedicto XVI, Catequesis sobre la fe, 16/01/2013)

1.    El rostro del Señor en la liturgia del 2º domingo de Cuaresma
-       La búsqueda del rostro del Señor es una parte importante en la liturgia de este domingo
Salmo 26, 8-9: Antífona de entrada: Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré,
Señor; no me escondas tu rostro”
-       Descubrir su ternura y su misericordia (petición que hacemos) es parte importante del
descubrimiento del rostro.
Salmo  24, 6.3.22: Antífona de entrada alternativa: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu
misericordia son eternas”. (…)
-       La palabra de Jesús -  escucharle, leyendo el evangelio, por ejemplo -  es un medio importante
para descubrir no sólo su rostro, sino también el de su Padre.
Primera oración, colecta: “Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; así, con mirada limpia, contemplaremos gozosos la gloria de tu rostro.
-       Salmo responsorial.
“Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”.
“Tu rostro buscará, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio.
-       Antífona de comunión.
Mateo 17, 5. “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”.
-       Salmo 105, 3-4: 3 que se alegren los que buscan al Señor. 4 Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
-       Salmo 14/13, 2: “El Señor mira desde los cielos a los hijos de Adán para ver si hay alguno
inteligente, que busque a Dios.
      Cfr. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 17: El testimonio de los Evangelios
       “La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura
que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo ».[1] Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que es el origen de aquellos escritos, y, a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1).
2.    Fijar los ojos en Cristo es tarea y anhelo de todos los cristianos. 

v  A) Tarea de todos los discípulos de Cristo

Cfr.  San Juan Pablo II: Rosarium Virginis Mariae, n. 9:
-       Un rostro brillante como el sol
«Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol» (Mt 17, 2). La
escena evangélica de la transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, puede ser considerada como icono de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su fulgor divino manifestado definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra. Contemplando este rostro nos disponemos a acoger el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo. Se realiza así también en nosotros la palabra de san Pablo: «Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 18).

v  B) Anhelo de todos los cristianos

      Cfr.  Benedicto XVI, Discurso, en la Peregrinación al Santuario de la Santa Faz, en
      Manopello (Italia) (1 de septiembre de 2006)
-       (…) "Jesús, qué bondadoso eres con los que te buscan". Así hemos cantado hace poco,
entonando el antiguo canto "Jesu, dulcis memoria", que algunos atribuyen a san Bernardo. Es un himno que adquiere un significado especial en este santuario dedicado a la Santa Faz y que nos trae a la mente el salmo 23:  "Esta es la generación de los que lo buscan, los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob" (v. 6). Pero, ¿cuál es la "generación" que busca el rostro de Dios?, ¿cuál es la generación digna de "subir al monte del Señor", de "estar en el recinto sacro"? Explica el salmista:  son los que tienen "manos inocentes y puro corazón", los que no dicen mentiras ni juran contra el prójimo en falso (cf. vv. 3-4). 
Así pues, para entrar en comunión con Cristo y contemplar su rostro, para reconocer el rostro del Señor en el de los hermanos y en las vicisitudes de todos los días, es preciso tener "manos inocentes y puro corazón". "Manos inocentes" quiere decir existencias iluminadas por la verdad del amor, que vence a la indiferencia, la duda, la mentira y el egoísmo. Además, hay que tener un corazón puro, un corazón arrebatado por la belleza divina, como dice santa Teresa de Lisieux en su oración a la Santa Faz; un corazón que lleve impresa la faz de Cristo.  (…)
"Busco tu rostro, Señor". Buscar el rostro de Jesús debe ser el anhelo de todos los cristianos, pues nosotros somos "la generación" que en este tiempo busca su rostro, el rostro del "Dios de Jacob". Si perseveramos en la búsqueda del rostro del Señor, al final de nuestra peregrinación terrena será él, Jesús, nuestro gozo eterno, nuestra recompensa y gloria para siempre. 
3.    Condiciones necesarias para reconocer el rostro de Cristo
-       El reconocimiento del rostro de Cristo requiere un largo camino, morir a uno mismo como el
grano de trigo en la tierra (Juan 12,24),  y - como dice el Salmo 23 -  “tener manos inocentes y puro corazón”, que quiere decir existencias iluminadas por la verdad del amor, que vence a la indiferencia, la duda, la mentira y el egoísmo” (Benedicto XVI, Discurso, Peregrinación al santuario de Manopello (Abruzzo, Italia, 1 de septiembre de 2006).



[1] Del prólogo al comentario de san Jerónimo sobre el libro del profeta Isaías, Nums. 1.2

Vida Cristiana

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