Ø Domingo 32 del Tiempo Ordinario Año A. (2017). La parábola de las vírgenes necias y de las prudentes. La vigilancia en la vida cristiana. La “vida drogada” y la “estrategia de la evasión” en el consumo irresponsable del tiempo. En el tiempo de nuestra peregrinación en esta tierra, hemos de preparar la venida del Señor: «Por tanto velad porque no sabéis ni el día ni la hora». El deber de santificar el tiempo presente. Vigilar no es vivir con ansiedad, significa obrar, en todos los momentos, conforme a la voluntad de Dios. Verdaderamente es breve la duración de nuestro paso por la tierra, es corto nuestro tiempo para amar.
v Cfr. 32 domingo tiempo ordinario,
Año A -12 de noviembre de 2017 Mateo 25,
1-13
Sabiduría 16, 12-16; Salmo 62,
2.3-4.5-6.7-8 (R 2b); 1 Tesalonicenses 4, 13-17; Mateo 25, 1-13.
Mateo 25, 1-13: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta
parábola: -«1 El reino de los cielos será como diez vírgenes que tomaron sus
lámparas y salieron a esperar al esposo. 2 Cinco
de ellas eran necias y cinco eran prudentes. 3 Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en
cambio, 4 las prudentes se llevaron
alcuzas de aceite con las lámparas. 5 El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 6 A medianoche se oyó una
voz: ¡Que llega el esposo, salid a
recibirlo! 7 Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. 8 Y
las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que
se nos apagan las lámparas. " 9 Pero las prudentes contestaron: "Por
si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la
tienda y lo compréis." 10 Mientras
iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él
al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11 Más tarde llegaron también las
otras vírgenes, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." 12 Pero él respondió: "En verdad os digo
que no os conozco. 13 Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
La vigilancia en la vida
cristiana
La prudencia
y la necedad
en la
parábola de diez vírgenes.
El tiempo
presente es un tiempo de espera y de vigilia
(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 672)
1. Algunos presupuestos que nos ayudan a entender
la parábola de las 10 vírgenes
cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le
Scritture, Anno A piemme 1995, pp. 297-298
v
a) El matrimonio en Palestina
·
Según las
costumbres matrimoniales en Palestina,
el último día de las fiestas, al atardecer, el esposo iba
con los amigos a la casa de
la esposa que esperaba su llegada acompañada por las compañeras de su juventud.
Los amigos del esposo llevaban antorchas encendidas; también las amigas de la
esposa en la espera del esposo tenían antorchas encendidas. Cuando llegaba el
cortejo del esposo, se unían la esposa y sus amigas y todos juntos se dirigían
a la casa del esposo donde se celebraría el matrimonio y tendría lugar el
banquete nupcial.
- En este caso de la parábola que narra el Señor, hubo un retraso en
la llegada del cortejo del esposo
- llegó a medianoche (v. 6) - , y las jóvenes se durmieron (v. 5). Cuando
llegó el esposo y se despertaron, algunas de ellas - las que el Señor califica
de imprudentes o necias - se dieron
cuenta de que se les había acabado el aceite de las antorchas y decidieron ir a
comprarlo a una tienda. Mientras tanto el cortejo llegó a la casa del esposo y
cerraron la puerta, y cuando llegaron más tarde las jóvenes que habían tenido
que comprar aceite, pidieron que les abriesen la puerta, pero no lo
consiguieron: «"Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "En
verdad os digo que no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni
la hora”.
v
b) Las
antítesis «sueño-vigilancia», «noche-día», «luz-tinieblas».
·
El sueño de las
jóvenes necias (cfr. v. 5 del texto del evangelio), alude al torpor espiritual,
a la frialdad, o
a la tibieza; por el contrario,
la vigilancia representa el amor efectivo, la entrega, la tensión hacia el fin
que se desea conseguir. San Pablo afirma en dos textos:
-
1 Tesalonicenses
5,6: «no durmamos como los demás, sino estemos en vela y seamos sobrios».
-
Romanos 13, 11: «ya
es hora que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca
que cuando creímos».
·
La luz de las
lámparas que rompen la noche, es símbolo de vida, de salvación, de felicidad,
de alegría
(cfr. Isaías 9,1-2;
33,2;45,7; 58,10). La aurora y la luz simbolizan la salvación (Sal 17,15); por
el contrario, las tinieblas, la noche y
la oscuridad son símbolo de muerte, de
desgracias, de infortunio (cfr. Sal 30,6; 59,7; 88,19; Isaías 17,14; 50,10).
Cfr Biblia de Jerusalén: Juan 8,12;
y Salmo 17 (16), 15.
o
El tiempo de nuestra peregrinación, de nuestra
vida en esta tierra.
·
Entre el tiempo
de la primera venida de Cristo al mundo
por la Encarnación y el de su segunda venida al
final de los tiempos, hay un tiempo llamado intermedio, que es
tiempo de salvación, de conversión; es el tiempo de nuestra peregrinación, cuya
duración es incierta. Y hay que velar para que cuando llegue el encuentro
personal de cada uno con Cristo (con el esposo, la luz del mundo: Juan 8,12) al
final de la peregrinación, al final de nuestra vida en la tierra, estemos
preparados:
·
A ello nos ayuda la
llamada de atención que hace el Señor precisamente al final de la parábola que
hemos leído en el Evangelio
de hoy: “velad, porque no sabéis el día ni la hora” (v.13).
o
Algunos de los textos de la Escritura que se
refieren a la necesidad de estar vigilantes:
-
“Vosotros hermanos
no vivís en la oscuridad, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, pues
todos vosotros sois hijos de
la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así
pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1
Tesalonicenses 5, 4-6).
-
“No nos cansemos de obrar el bien, porque si
perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto.
Por tanto, mientras
disponemos de tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe” (Gálatas 6, 9-10).
-
“Mantente fiel
hasta la muerte y te daré la corona de
la vida” (Apocalipsis 2,10).
- “La noche está avanzada, el día está
cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y
revistámonos con las armas de
la luz. Como en pleno día tenemos que comportarnos honradamente, no en
comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contiendas
y envidias; al contrario, revestíos del Señor Jesucristo ....” (Romanos
13,11-14).
·
Cfr. Biblia de
Jerusalén, comentario a 2 Corintios 6, 1-2: Entre el tiempo de la venida de Cristo al
mundo (Romanos 3,26+), y el de su vuelta , discurre un tiempo intermedio
(Romanos 13,11+), que es el «día de salvación».
Tiempo apto para la conversión (Hechos 3, 20s). (…) hay que velar (1 Tesaloniceneses 5,6; ver Marcos 13,33), y emplear bien el tiempo que resta (Colosenses
4,5; Efesios 5,16) para salvarse y salvar a los demás (Gal 6,10). (…)
o
El tiempo presente es un tiempo de espera y de
vigilia.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, 672: (…) El tiempo
presente, según el Señor, es el tiempo del
Espíritu y del
testimonio (cf Hechos 1,8), pero es también un tiempo marcado
todavía por la "tribulación" (1Corintios 7,26) y la prueba del mal (cf. Efesios
5,16)
que afecta también a la Iglesia (cf. 1Pedro 4,17) e inaugura los combates de los
últimos días (1Juan 2,18; 4,3; 1Timoteo 4,1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mateo 25,1-13
Marcos 13,33-37).
o En
la parábola de las 10 vírgenes, Jesús nos llama a la prontitud, a la vigilancia
y al esfuerzo fervoroso en la espera del Esposo. A algunas de las vírgenes, por
imprevisión, les faltó el aceite.
§ Una
vez más encontramos la llamada al sentido de responsabilidad frente a la
vocación cristiana.
·
Juan Pablo II, Audiencia General, 11 de
diciembre de 1991: “En esa misma parábola [de las
10 vírgenes] se puede
apreciar también la insistencia en la necesidad de la disposición interior, sin
la que no se puede participar en el banquete de bodas. Mediante esa parábola
Jesús nos llama a la prontitud, a la vigilancia y al esfuerzo fervoroso en la
espera del Esposo. Sólo cinco de las diez vírgenes se habían cuidado de que sus
lámparas estuviesen encendidas a la llegada del Esposo. A las otras, por
imprevisión, les faltó el aceite. «Llegó el esposo, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta» (Mt 25,10). Es una alusión delicada,
pero muy clara, a la suerte de quien no tiene la disposición interior adecuada
para el encuentro con Dios y, por tanto, carece de fervor y de perseverancia en
la espera. Esa alusión, por consiguiente, se refiere al peligro de que le
cierren la puerta en el rostro. Una vez más encontramos la llamada al sentido
de responsabilidad frente a la vocación cristiana.
o
La parábola de las diez vírgenes es la parábola
de la disponibilidad en todo momento
Con lo
dicho se ha introducido ya la enseñanza fundamental de la parábola de las diez
vírgenes, cinco de las cuales eran necias y cinco prudentes. Velar y perseverar
en la esperanza, aunque sea de noche, es prudencia; no estar dispuesto para
cuando llegue la hora, es necedad. A la hora de la muerte el hombre debe tener
consigo, en su alcuza, el aceite de su disponibilidad, y esta vez ya no se
puede volver atrás para procurarse en algún sitio la disponibilidad necesaria.
En el evangelio se reconoce expresamente que las horas de la noche y de la
incertidumbre pueden ser largas, que en el tiempo de la vida puede haber algo
así como una cierta «flexibilidad» incluso para los prudentes, pero en el
Cantar de los Cantares se dice: «Estaba durmiendo, pero mi corazón vela» (5,2).
La disponibilidad para Dios puede estar viva en todo momento, incluso en medio
de los asuntos mundanos. La imposibilidad de repartir entre diez el aceite de
las cinco vírgenes prudentes no tiene nada que ver con la comunión de los
santos, donde cada uno de los santos está dispuesto a compartir con los demás
todo lo suyo. Se trata de la obtención de la santidad misma, que como tal no se
puede compartir; con las santidades a medias, el Esposo no puede hacer nada:
sólo la santidad total es por su esencia comunicable. Sólo el Hijo de Dios totalmente
santo podía llevar sobre sí el pecado del mundo. Pero la parábola de las
vírgenes necias, que llegan tarde y son rechazadas por el Esposo como
desconocidas, no indica que Dios tenga el corazón duro como el pedernal y no
quiera perdonar a los pecadores; simplemente indica que debido a nuestra
tibieza e indiferencia podría ocurrir que llegáramos «tarde» a nuestra cita con
él. Se nos sugiere esta posibilidad para que tomemos en serio la advertencia
final: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora».
2. El contenido de la vigilancia cristiana
v
El deber de santificar el tiempo presente
·
Es necesario emplear bien el tiempo que resta de nuestra vida, como
escribe San Pablo en dos de sus
Cartas:
“Mirad con cuidado cómo vivís: no como necios, sino como sabios; redimiendo el
tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5,16); “Comportaos sabiamente ante los de fuera,
redimiendo el tiempo” (Colosenses 4,5).
o En el cristianismo el tiempo tiene una
importancia fundamental.
·
Juan Pablo II, en
la Carta Apostólica «Tertio millenio adveniente», lo explica así, refiriéndose
al
tiempo de nuestra vida: “En el cristianismo el tiempo tiene una
importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su
interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la «
plenitud de los tiempos » de la Encarnación y su término en el retorno glorioso
del Hijo de Dios al final de los tiempos. En
Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que
en sí mismo es eterno. Con la venida de Cristo se inician los « últimos tiempos
» (cf. Hb 1, 2), la « última hora »
(cf. 1 Jn 2, 18), se inicia el tiempo
de la Iglesia que durará hasta la Parusía. De esta relación de Dios con el
tiempo nace el deber de santificarlo”
(n. 10).
o
Verdaderamente es breve la duración de nuestro
paso por la tierra, es corto nuestro
tiempo para amar.
·
San Josemaría, Hoja Informativa,
n. 1: “Entiendo muy bien aquella exclamación que San Pablo
escribe a los de Corinto: tempus breve est!, ¡qué breve es la duración
de nuestro paso por la tierra! Estas
palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de su corazón
como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación constante
para ser leal. Verdaderamente
es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar”.
o
Vigilar no es vivir con ansiedad, significa
obrar, todos los momentos, conforme a la voluntad de Dios.
·
R. Cantalamessa, La
parola e la vita, Anno A, Città Nuova luglio 1992, p. 284: “Vigilar no es
vivir con
ansiedad, pensando noche y
día en la muerte, casi como paralizados por este pensamiento. Significa pensar
en la vida, y en cómo llenarla de contenido; significa obrar, todos los
momentos, conforme a la voluntad de Dios ... Es «la fe que actúa por la
caridad» (Gálatas 5,6); «caminad mientras tenéis la luz” (Juan 12, 35).”
o
No dejemos pasar el «tiempo favorable» para la
salvación: es tiempo de conversión en el que hay que velar.
·
San Pablo se
apela al sentido de responsabilidad de los Corintios, recordándoles unas
palabras del
Profeta Isaías (49,8): “Os
exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice él: En el tiempo favorable te escuché, y en el
día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el
día de salvación.” (2 Corintios 6, 1-2).
·
El «tiempo
favorable» es el tiempo - del que hablamos antes - de la vida personal de cada
uno, hasta el
momento de la muerte, el
tiempo de nuestra peregrinación en esta tierra (cfr. 1 Pedro 1,17) , de
duración incierta (1 Tesalonicenses 5,1), que transcurre entre la primera
venida de Cristo en la Encarnación hasta su segunda venida gloriosa al final de
los tiempos; también veíamos que es el tiempo de conversión en el que hay que
velar.
v El
cristiano emplea bien el tiempo que le resta no sólo para salvarse a sí mismo,
sino también para vivir la caridad
ayudando a los demás.
·
Así lo afirma
claramente San Pablo (Gal 6,10): “Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos
el
bien a todos, especialmente a
nuestros hermanos en la fe”.
·
Biblia de Jerusalén: [Gálatas 6,10]: “En
realidad toda obra buena del cristiano, que, en último término,
es expresión de amor (5,14),
se ordena al prójimo: El amor cristiano se ejerce ante todo dentro de la
comunidad (Romanos 14,15; 1 Tesalonicenses 4, 9-10; 2 Tesalonicenses 1,3,
etc.), pero es un testimonio para todos los hombres (Romanos 12,17), y debe
extenderse a todos (1 Tesalonicenses 5,15; Romanos 12, 18s), aún a los enemigos
(Romanos 12,20)”.
v
Estar atentos a ……..
Llenar
nuestras jornadas con excitaciones, concentrándonos meticulosamente en el
cuidado del propio bienestar físico o psíquico,
aferrándonos a la vida biológica, pensando que el dedicar tiempo a su
deleite sea todo el bien del que podemos disponer. Todo ello es semejante a
anestesiar el tiempo con el cultivo de la despreocupación por los asuntos de la
vida o, lo que es peor, de la
transgresión.
Al
considerar la necesidad de la vigilancia,
es conveniente recordar las palabras del Señor que narra el evangelista
Lucas (21, 34-36): “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros
corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche
encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los
habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que
podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo
del hombre»”.
Se
trata de la actitud de la “vida drogada”
o de la “estrategia de la evasión” [1] en el
consumo irresponsable del tiempo, caminando como en una especie de placentero
aturdimiento de modo que seamos insensibles a todo lo que nos parece fatigoso o
penoso. Ello aparta de lo que se aprecia
como una fatiga del pensar y del querer,
y puede ser como una compensación a la incapacidad de proyectar el propio futuro.
Se
podría resumir lo que se dice en los tres párrafos anteriores afirmando que
vigilar es madurar la vida sentimental cuando está privada del discernimiento o
de otros aspectos antropológicos; pero nunca se deberá olvidar que es fundamental
también un aspecto de fe: vivir el tiempo en la afectuosa contemplación del
Señor, distinguiendo las llamadas del Señor en todas las circunstancias de
nuestra vida. “Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi
voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3,20). Ahora
no es posible extenderse más en esto.
Vida Cristiana
[1] Nota de la Redacción de VIDA CRISTIANA: estos son los términos
que emplea un autor cuyo nombre no apuntamos por error en su momento y lo hemos
olvidado.
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