Ø Domingo 5º de Cuaresma (2018). Año B. La parábola del grano de trigo que muere nos ayuda entender a Cristo y también a nosotros mismos, si entendemos el sentido de nuestras vidas. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto». Los discípulos de Cristo debemos aprender a renunciar a nosotros mismos. Y como sucedió en la vida de Cristo, la renuncia a nosotros mismos encierra un misterio de fecundidad y de resurrección. El Señor interpreta todo su itinerario terrenal como el proceso del grano de trigo, que solamente mediante la muerte llega a producir fruto. Nos encontramos ante la eterna sorpresa de la naturaleza: cuando la cosecha se vuelve amarilla en el verano es cuando se desvela el secreto fecundo de aquella muerte. Que nosotros tengamos el valor de perder nuestra vida para encontrarla. En el ejercicio del sacerdocio ministerial. En el matrimonio y en la familia.
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, V Domenica di
Quaresima, Piemme
1996, pp. 90-96; Cfr. Raniero Cantalamessa, jueves, 30 marzo 2006 (Zenit.org).
v
Cfr. V Domingo de Cuaresma (ciclo B) 18 de marzo
de 2018
Jeremías 31, 31-34; Salmo 50; Hebreos 5,
7-9; Juan 12, 20-33
Juan 12, 20-33: 20 Había algunos
griegos de los que subían a adorar en la fiesta. 21 Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida
de Galilea, y le rogaron: « Señor, queremos ver a Jesús. » 22 Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y
Felipe fueron a decírselo a Jesús. 23 Jesús les
respondió: « Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. 24 En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. 25 El que
ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para
una vida eterna. 26 Si alguno me sirve, que
me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve,
el Padre le honrará. 27 Ahora mi alma está
turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado
a esta hora para esto! 28 Padre, glorifica tu
Nombre. » Vino entonces una voz del cielo: « Le he glorificado y de nuevo le
glorificaré. » 29 La gente que estaba allí y lo oyó decía que
había sido un trueno. Otros decían: « Le ha hablado un ángel. » 30 Jesús respondió: « No ha venido esta voz por
mí, sino por vosotros. 31 Ahora es el juicio de
este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. 32 Y yo
cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.» 33 Decía esto para significar de qué muerte iba a
morir.
Si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo;
pero
si muere, da mucho fruto.
El
que ama su vida, la pierde;
y
el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna
(Juan 12, 24-25)
1. La parábola del grano de trigo que muere nos ayuda a entender a Cristo y
también a nosotros mismos, entendiendo el sentido de nuestras vidas.
v
A) El entendimiento de Cristo
o
Él es el grano de trigo
·
Jesús habló con frecuencia tomando ocasión de
hechos de la vida de los agricultores, que él
transforma en parábolas, en
imágenes, para darnos luz sobre nuestras vidas. Así encontramos en el
Evangelio, junto a la imagen de hoy sobre el grano de trigo, otras en las que
habla del sembrador, del vino, del aceite, de la viña, de la vendimia .... La
imagen del grano de trigo sirve para transmitirnos luz sobre la vida del mismo
Jesús, y también sobre la nuestra. Todas las personas que conocen lo que sucede
en la naturaleza lo saben bien: si el grano de trigo se deja escondido en el
granero, al final se pierde; por el contrario si se pudre cuando se ha sembrado
en el campo, es generada una nueva vida. La simiente se corrompe para poder
convertirse en una nueva planta.
o
Cristo, con su pasión, muerte y resurrección,
cayó en la tierra y dio mucho fruto: la Iglesia o reino de Cristo.
§ La “Iglesia
ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación”
·
Con su pasión, muerte y resurrección, cayó en la tierra y trajo mucho fruto: ese
«mucho fruto» es la
Iglesia o reino de Cristo, que es su cuerpo místico del que
formamos parte los cristianos y al que
todos los hombres están llamados a formar parte [1],
aunque muchos no lo sepan. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la
“Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra
salvación”... que “nació del corazón
traspasado de Cristo muerto en la Cruz del mismo modo que Eva fue formada del
costado de Adán adormecido” [2].
Para llegar a la Resurrección, Jesús tuvo que pasar
por su muerte. Él aplicó a sí mismo la parábola del grano de trigo diciendo a
continuación: “El que ama su vida la pierde; y el que odia [odiar es
renunciar a sí mismo en el lenguaje
semítico] su vida en este mundo, la
guardará para la vida eterna” (v. 25). Muerte y resurrección constituyen un
doble aspecto del misterio Pascual,
es decir, del paso de Jesús de la
muerte a la vida: por la muerte nos liberó del pecado, y por la resurrección
nos abrió el acceso a una nueva vida, que es
la participación en su vida [3].
v
B) El grano de trigo nos ayuda también a
entendernos a nosotros mismos y entender el sentido de nuestras vidas.
o
Los discípulos de Cristo debemos aprender a
renunciar a nosotros mismos. Y como
sucedió en la vida de Cristo, la renuncia a nosotros mismos encierra un
misterio de fecundidad y de resurrección.
·
Cfr. Ravasi o.c. p. 93. “Jesús se da cuenta de que debe
pasar a través de la vía oscura de la muerte para
llevar a la humanidad a la vía luminosa de la vida divina.
Sobre su rastro también el discípulo afronta ahora su «hora»[4], la de la muerte, sabiendo sin
embargo que por medio de ella él se asoma a la «vida eterna» que, en el
lenguaje de Juan, es sinónimo de plena y perfecta comunión con Dios. También
Pablo escribe a los cristianos de Roma el mismo mensaje: «Si hemos sido
injertados en él con una muerte como la suya, también lo seremos con una
resurrección como la suya» (Romanos 6,5)”
Además, la muerte a nosotros mismos - a la vanidad,
a la envidia, al odio, al egoísmo, etc. etc.-
deberá
ser acompañada siempre por la esperanza en la vida, en la gloria y en la
resurrección que nos esperan, según la promesa de Jesús: “Si alguno me sirve,
que me siga, y donde yo esté allí estará también mi servidor (Juan 12, 26)”.
o
Podemos tener la impresión de que en la tierra
la energía de la semilla es destinada a apagarse; en efecto, la semilla se
marchita y muere.
§ Sin
embargo, nos encontramos ante la eterna sorpresa de la naturaleza: cuando la
cosecha se vuelve amarilla en el verano es cuando se desvela el secreto fecundo
de aquella muerte.
·
Ravasi
o.c. pp. 92-93: “Con la sugestiva
imagen de la semilla que muere, iniciamos una interpretación
muy original de la parábola de la semilla y del sembrador que
ya había sido narrada por los otros evangelistas. Jesús trata como de liberar
uno de los contrastes más trágicos de la existencia, el de la vida y la muerte.
La semilla se hunde en la oscuridad de la tierra: los comentadores de los
primeros siglos del cristianismo veían en ello una alusión simbólica a la
encarnación del Hijo de Dios en el horizonte tenebroso de la historia. Podemos
tener la impresión de que en la tierra la energía de la semilla es destinada a
apagarse; en efecto, la semilla se marchita y muere. Sin embargo, nos encontramos ante la eterna
sorpresa de la naturaleza: cuando la cosecha se vuelve amarilla en el verano es
cuando se desvela el secreto fecundo de aquella muerte. En otra ocasión Jesús
había confirmado la misma realidad, cuando se paró admirado ante un frondoso
árbol de mostaza, que había nacido de una casi microscópica semilla abandonada
por alguien en la tierra (Mc 4, 30-32). Si la semilla no hubiese caído en la
tierra y no hubiese muerto, habría permanecido estéril y solitaria, porque
solamente nace el fruto a través del sufrimiento y de la muerte. Pablo aplicará
la imagen de Jesús al destino futuro del creyente, que se abre de ese modo a la esperanza de la resurrección: “Lo que tú siembras no revive si antes no
muere; y lo que siembras no es el cuerpo que llegará a ser, sino un simple
grano (1 Co 15, 36-37).
o Jesús
ya ve que se cierne sobre él la muerte, y sin embargo no nos la presenta como
un monstruo devorador.
§ Para
Cristo tiene la fuerza secreta de un parto, encierra en sí un misterio de
fecundidad y de resurrección.
Jesús ya ve que se cierne sobre él la muerte, y sin
embargo no nos la presenta como un
monstruo devorador. Aunque
ella sea tiniebla y laceración, para Cristo tiene la fuerza secreta de un
parto, encierra en sí un misterio de fecundidad y de resurrección. Y bajo esta
luz Jesús formula la grande ley de la cruz: «Quien ama su vida la pierde, y quien odia su vida en este
mundo la conservará para la vida eterna». Quien se agarra a la propia vida
considerándola como una piedra preciosa que hay que ocultar en la escribanía
del propio egoísmo, es como una semilla cerrada en sí misma y estéril. Por el
contrario, es diverso el destino de quien «odia su vida», expresión muy fuerte
y paradójica en el lenguaje semita para
indicar la renuncia a sí mismo: la donación a los demás es creativa, se
transforma en fuente de paz, de vida y de felicidad. Es la semilla muerta que
germina”.
o Hay
situaciones, ya en esta vida, sobre las cuales la parábola del grano de trigo
arroja una luz tranquilizadora.
·
Cfr. R. Cantalamessa o.c.: Hay
situaciones, ya en esta vida, sobre las cuales la parábola del grano de
trigo arroja una luz
tranquilizadora. Tienes un proyecto que te importa muchísimo; por él has
trabajado, se había convertido en el principal objetivo en la vida, y he aquí
que en poco tiempo lo ves como caído en tierra y muerto. Ha fracasado; o tal
vez se te ha privado de él y se ha confiado a otro que recoge sus frutos.
Acuérdate del grano de trigo y espera. Nuestros mejores proyectos y afectos (a
veces el propio matrimonio de los esposos) deben pasar por esta fase de aparente
oscuridad y de gélido invierno para renacer purificados y llenos de frutos. Si
resisten a la prueba, son como el acero después de que ha sido sumergido en
agua helada y ha salido “templado”. Como siempre, constatamos que el Evangelio
no está lejos, sino muy cerca de nuestra vida. También cuando nos habla con la
historia de un pequeño grano de trigo.
2. También en la sociedad actual es necesario
redescubrir el valor de la entrega de
nosotros mismos.
o
Excepto en momentos de emergencia, en nuestra época
hay una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo.
·
Juan
Pablo II, Mensaje para la Cuaresma del 2003: “Nuestra época está
influenciada,
lamentablemente, por una mentalidad particularmente sensible
a las tentaciones del egoísmo, siempre dispuesto a resurgir en el ánimo humano.
Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona
está a menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente,
exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico. Aun cuando no falta una
atención a los otros en las calamidades ambientales, las guerras u otras
emergencias, generalmente no es fácil desarrollar una cultura de la
solidaridad. El espíritu del mundo altera la tendencia interior a darse a los
demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los propios intereses
particulares. Se incentiva cada vez más el deseo de acumular bienes. Sin duda,
es natural y justo que cada uno, a través del empleo de sus cualidades
personales y del propio trabajo, se esfuerce por conseguir aquello que necesita
para vivir, pero el afán desmedido de posesión impide a la criatura humana
abrirse al Creador y a sus semejantes. ¡Cómo son válidas en toda época las
palabras de Pablo a Timoteo: «el afán de dinero es, en efecto, la raíz de todos
los males, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se
atormentaron con muchos dolores», (1 Timoteo 6, 10)”.
3. La libertad y la entrega se sostienen mutuamente.
·
Amigos de
Dios, n. 31: “Querría grabarlo a fuego en cada uno: la libertad y la
entrega no se contradicen;
se sostienen mutuamente. La libertad sólo puede entregarse
por amor; otra clase de desprendimiento no la concibo. No es un juego de
palabras, más o menos acertado. En la entrega voluntaria, en cada instante de
esa dedicación, la libertad renueva el amor, y renovarse es ser continuamente
joven, generoso, capaz de grandes ideales y de grandes sacrificios. Recuerdo
que me llevé una alegría cuando me enteré de que en portugués llaman a los
jóvenes os novos. Y eso son. Os
cuento esta anécdota porque he cumplido ya bastantes años, pero al rezar al pie
del altar al Dios que llena de alegría mi
juventud (Salmo 42,4), me siento muy joven y sé que nunca llegaré a
considerarme viejo; porque, si permanezco fiel a mi Dios, el Amor me vivificará
continuamente: se renovará, como la del águila, mi juventud.
Por
amor a la libertad, nos atamos. Unicamente la soberbia atribuye a esas ataduras
el peso de una cadena. La verdadera humildad, que nos enseña Aquel que es manso
y humilde de corazón, nos muestra que su yugo es suave y su carga ligera: el
yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo es la unidad, el yugo es la
vida, que El nos ganó en la Cruz”.
4. El hombre se encuentra plenamente a sí mismo por la entrega.
v
La actitud de servicio en dos situaciones de la
vida.
o
a) En el ejercicio del sacerdocio ministerial
·
Exhortación
apostólica Pastores dabo vobis, n. 21: “Jesucristo es Cabeza de la Iglesia, su Cuerpo. Es
«Cabeza» en el sentido nuevo y original de ser «Siervo»,
según sus mismas palabras: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45). El servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte
en cruz, o sea, con el don total de sí mismo, en la humildad y el amor: «se
despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz ...» (Flp 2, 78). La autoridad de Jesucristo Cabeza coincide pues con su
servicio, con su don, con su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia. Y
esto en obediencia perfecta al Padre: él es el único y verdadero Siervo
doliente del Señor, Sacerdote y Víctima a la vez. (...)
La vida espiritual de los ministros del Nuevo
Testamento deberá estar caracterizada, pues, por esta actitud esencial de
servicio al Pueblo de Dios (cf. Mt 20,
24ss,; Mc 10, 43-44), ajena a toda
presunción y a todo deseo de «tiranizar» la grey confiada (cf. 1 Pe 5, 2-3). Un servicio llevado como
Dios espera y con buen espíritu. De este modo los ministros, los «ancianos» de
la comunidad, o sea, los presbíteros, podrán ser «modelo» de la grey del Señor
que, a su vez, está llamada a asumir ante el mundo entero esta actitud
sacerdotal de servicio a la plenitud de la vida del hombre y a su liberación
integral.”
o
b) En el matrimonio y en la familia
El don sincero de sí es el criterio moral de la autenticidad de las
relaciones conyugales y familiares
·
San Juan
Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris
consortio, n. 22: “El criterio moral de la
autenticidad de las relaciones conyugales y familiares
consiste en la promoción de la dignidad y vocación de cada una de las personas,
las cuales logran su plenitud mediante el don sincero de sí mismas”.
El don de sí mismo de los esposos es modelo y norma del don de sí entre los
hermanos
·
Exhortación
apostólica Familiaris consortio, n. 37: La familia es la primera y fundamental
escuela de
socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí
misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo
de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las
relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que
conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en
la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía
más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los
hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.
Vida Cristiana
[1] Cf. Conc. Vaticano II, Lumen
gentium, 3
[2] Catecismo … n.
766
[3] Catecismo … n.
654
[4] Ravasi o.c. p. 92: La «hora»: se trata del “momento fundamental en
el que Jesús levantado de la tierra,
atraerá
a todos hacia sí (Juan 12,32). (…) Juan llama ese momento decisivo la «hora»
por excelencia: «Ha llegado la hora ...». La humanidad, representada
emblemáticamente por los griegos, prosélitos del judaísmo, que deseaban conocer
a Jesús (cfr. Juan 12, 20-23) puede
acceder a esa «hora». Y Cristo, a quienes quieren comprender el significado de
su «hora» les enseña una pequeña parábola y enuncia la ley de la cruz”.
·
Ravasi o.c. pp. 95-96: “Hay dos polos en los que se refleja
el significado de la Hora: por una parte el
morir,
perder la vida; por otra producir mucho fruto, encontrar la vida eterna. (…) Son,
también, los dos rostros de la «exaltación»: (…) «cuando sea levantado de la
tierra, atraeré todos hacia mí. La crucifixión de Cristo es la
señal de su «elevación», en su doble verdad de muerte y de gloria. Sobre la
cruz Jesús es matado como un malhechor; aparentemente es el momento de su derrota,
el más clamoroso fracaso. Pero sobre la cruz se abre ya en el cuarto evangelio
el ingreso de Cristo en la gloria, es ya el momento de su triunfo sobre el mal.
En efecto, como la semilla que, muerta, ha producido la espiga, así Cristo
Crucificado «atrae todos a sí». Toda la
humanidad, emblemáticamente representada en los Griegos como primeros, converge
ahora hacia lo alto, hacia la gloria, hacia la vida, hacia lo eterno”.
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