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La
Ascensión del Señor (2018). El cielo. No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión
plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo. Ahora,
gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros,
para siempre. El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu
Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del
misterio de Cristo. La Ascensión es el momento en que Jesús nos
pasa el relevo a sus discípulos. Nuestra tarea es
llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. Todo cristiano,
a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado. El inicio de la
comunión con Cristo ya en esta tierra. Cristo no ofrece un programa
político. El reino de Dios y su justicia
es una vida santa.
v Cfr. La Ascensión del Señor, Ciclo B, 13 Mayo de 2018
1. El cielo. No significa un lugar, sino una manera de
ser: es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo.
v A) El inicio de la comunión con Cristo ya en esta tierra
o
En el Catecismo de la Iglesia
Católica
§ El cielo designa la presencia de Dios en el corazón de los justos.
§ El cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en
su templo.
§ Todos tenemos que esforzarnos y asemejarnos con Cristo en esta tierra
v B) La comunión plena con Cristo cuando terminamos la vida en esta
tierra.
o
En el Catecismo de la Iglesia
Católica
Vivir en el
cielo es «estar con Cristo»
§ Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están
perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo.
§ El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están
perfectamente incorporados a El.
§ El cielo es la comunión de vida y de amor con Dios
o
En el Antiguo Testamento:
“subió al cielo” indicaba el ingreso del justo en la comunión plena de Dios.
v C) Cristo está presente en cada uno de nosotros por la acción del
Espíritu Santo
o
“Estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo” (Mateo
18,20).
o
“Estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo” (Mateo
18,20).
2. La Ascensión - acontecimiento conclusivo de la vida
terrena de Cristo -, significa que Jesucristo es Señor: posee todo poder en los
cielos y en la tierra.
v Y está sentado a la derecha de Dios
o
Catecismo de la Iglesia
católica
§ Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del
reino del Mesías. A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en
los testigos del "Reino que no tendrá fin".
3. El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza
del Espíritu Santo.
v La Ascensión significa que
Jesús ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que
pertenece totalmente a Dios.
o Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión
del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros.
§ Sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca
de cada uno de nosotros, para siempre. El ser humano ha sido llevado hasta
dentro de la vida misma de Dios.
v El Jesús que se despide no va a alguna parte en un astro lejano.
Él entra en la comunión de vida y poder con el Dios viviente, en la situación
de superioridad de Dios sobre todo espacio.
o
Por eso «no se ha marchado»,
sino que, en virtud del mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto
a nosotros y por nosotros.
o
Ahora ya no se encuentra en
un solo lugar del mundo, como antes de la «ascensión».
§ Con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo
sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en
todo lugar y a lo largo de la historia.
4. La fiesta de la Ascensión es el momento en que Jesús nos
pasa el relevo a sus discípulos.
v «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo
Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto
marcharse» (Hechos 1, 11: primera Lectura).
o
No es tarea de los discípulos
quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el
secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los
confines de la tierra.
5. Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora
cuando vas a restaurar el reino de Israel?».
v La pregunta de los Apóstoles (Hechos v. 6) y la respuesta del
Señor (vv. 7-8): naturaleza del reino de Dios.
o
Cristo, Dios y Hombre
verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por Él se mantiene en
vida todo lo que vive.
§ Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa.
§ Los que esperaban del Mesías un poderío temporal visible, se
equivocaban. Cristo no ofrece un programa político.
§ Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa
o
Todo cristiano, a su manera,
puede y debe ser testigo del Señor resucitado.
6. La esperanza en el cielo - en
la tierra nueva - no debe debilitar,
sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra.
v Aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso
temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye
a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios.
La
Ascensión del Señor (2018). El cielo. No significa un lugar, sino una manera de ser: es la comunión
plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo. Ahora,
gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros,
para siempre. El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza del Espíritu
Santo. La misión del Espíritu consiste en introducirnos en la grandeza del
misterio de Cristo. La Ascensión es el momento en que Jesús nos
pasa el relevo a sus discípulos. Nuestra tarea es
llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. Todo cristiano,
a su manera, puede y debe ser testigo del Señor resucitado. El inicio de la
comunión con Cristo ya en esta tierra. Cristo no ofrece un programa
político. El reino de Dios y su justicia
es una vida santa.
v Cfr. La Ascensión del Señor, Ciclo B, 13 Mayo de 2018
Marcos 16,
15-20; Hechos 1, 1-11; Efesios 1, 17-23
Hechos de los apóstoles 1,
1-11: (...) 3 Se
les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo,
y, apareciéndoseles durante cuarenta
días, les habló del reino de Dios. 4 Una vez que comían juntos, les
recomendó: (…) 8 Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» 9 Y
después de decir esto, mientras miraban mientras ellos lo observaban, se elevó,
y una nube lo ocultó a sus ojos. 10 Estaban
mirando atentamente al cielo mientras él se iba, cuando se presentaron ante ellos dos hombres con
vestiduras blancas 11 que dijeron:-
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha
dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Marcos 16,15-20: 15 En aquel tiempo se apareció Jesús y
les dijo: -Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda criatura. 16 El que crea y sea bautizado se
salvará; pero el que no crea se condenará. 17 A los que crean, les acompañarán
estos milagros: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18
agarrarán serpientes con las manos, y si bebieran un veneno, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos y quedarán curados. 19 19 El Señor Jesús,
después de hablarles, se elevó al
cielo y está sentado a la derecha de Dios. 20 Ellos fueron y
proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y
confirmaba la Palabra con los milagros que los acompañaban.
Se elevó al cielo y está
sentado a la derecha de Dios
1. El cielo. No significa un lugar, sino una manera de
ser: es la comunión plena y definitiva con Dios, es estar con Cristo.
·
El
cielo no significa un lugar sino una manera de ser. El cielo es la comunión
plena y definitiva con
Dios, destinada a los que creerán en el
Señor. Vivir en el cielo es estar con Cristo. Es la comunidad bienaventurada de
todos los que están perfectamente incorporados a él.
Como veremos en los números del Catecismo
que se citan a continuación, cuando decimos con la Biblia «Padre nuestro que
estás en el cielo» o decimos de alguien que «ha ido al cielo», nos estamos
adaptando al lenguaje popular. Pero la Biblia enseña que Dios “está en el
cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien “ha creado los cielos”,
y, si los ha creado, no puede ser encerrado en ellos; que Dios está en los
cielos significa más bien que habita «en una luz inaccesible», como dice San
Pablo en su primera Carta a Timoteo y recoge el Catecismo [1]:
“Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6, 16), quiere comunicar su
propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de
ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (Cf Ef l, 4-5). (...) ”. Que está en
el cielo significa que es infinitamente diverso de nosotros; en definitiva el
cielo es, en sentido religioso, más un estado que un lugar.
El cielo no
designa un lugar
sino la
presencia de Dios en el corazón de los justos
en el que
Dios habita como en su templo.
v A) El inicio de la comunión con Cristo ya en esta tierra
o
En el Catecismo de la Iglesia
Católica
§ El cielo designa la presencia de Dios en el corazón de los justos.
·
n. 2802: «Que estás en el cielo» no
designa un lugar, sino la majestad de Dios y su presencia en el
corazón de los justos. El cielo, la
Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que
ya pertenecemos.
§ El cielo es el corazón de los justos en el que Dios habita como en
su templo.
·
n. 2794: «QUE ESTAS EN
EL CIELO» - Esta expresión bíblica no significa un lugar [«el
espacio»] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su
majestad. Dios Padre no está «fuera», sino «más allá de todo» lo que, acerca de
la santidad divina, puede el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está
totalmente cerca del corazón humilde y contrito:
Con razón, estas palabras "Padre nuestro que
estás en el cielo" hay que entenderlas en relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su
templo. Por eso también el que ora desea ver que reside en él Aquel a quien
invoca (S. Agustín, serm. Dom. 2, 5, 17).
El «cielo» bien podía ser también aquellos que
llevan la imagen del mundo celestial, y en los que Dios habita y se pasea (S.
Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).
§ Todos tenemos que esforzarnos y asemejarnos con Cristo en esta tierra
·
n. 793 (...) Todos los miembros tienen
que esforzarse en asemejarse a él «hasta que Cristo esté
formado en ellos» (Gálatas 4, 19) (...)
v B) La comunión plena con Cristo cuando terminamos la vida en esta
tierra.
o
En el Catecismo de la Iglesia
Católica
Vivir en el
cielo es «estar con Cristo»
§ Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están
perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo.
·
n. 1023: El cielo - Los que mueren en la gracia y la
amistad de Dios y están perfectamente
purificados, viven para siempre
con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven «tal cual es»
(1 Juan 3, 2), cara a cara
(Cf 1 Corintios 13, 12; Apocalipsis
22,
4):
·
n. 1025: Vivir en el cielo es «estar con Cristo»
(Cf Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4, 17). Los
elegidos viven «en El», aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí
su verdadera identidad, su propio nombre (Cf Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo,
allí está la vida, allí está el reino (S.
Ambrosio, Luc.
10, 121).
§ El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están
perfectamente incorporados a El.
·
n. 1026: Por su muerte
y su Resurrección Jesucristo nos ha «abierto» el cielo. La vida de los
bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la
redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a
aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de
todos los que están perfectamente incorporados a El.
§ El cielo es la comunión de vida y de amor con Dios
·
n. 1024: Esta vida
perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión
de vida y de amor con ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama
«el cielo». El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más
profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
o
En el Antiguo Testamento:
“subió al cielo” indicaba el ingreso del justo en la comunión plena de Dios.
·
Ya en el Antiguo
Testamento “subió al cielo” indicaba el ingreso del justo en la comunión
plena
de Dios después
de la muerte; es la representación del destino de la eternidad bienaventurada
que espera al hombre fiel en esta tierra; así lo explica el salmo 16, 10-11:
“10 pues tú no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la
tumba. 11 Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia,
alegría perpetua a tu derecha”.
v C) Cristo está presente en cada uno de nosotros por la acción del
Espíritu Santo
o
“Estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo” (Mateo
18,20).
Cfr. Juan Pablo II, Homilía, en la
Ascensión del Señor, En el estadio Funchal,
Madeira (12-V-1991)
o
“Estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo” (Mateo
18,20).
·
“Galileos, ¿qué
hacéis ahí mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús,
vendrá así tal como lo habéis visto subir al cielo” (Hechos 1,11).
Con estas palabras termina el relato de la Ascensión del Señor. Antes, Cristo
mismo había dicho: “No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros” (Juan 14,18),
afirmación que alguno podría considerar referida sólo a las apariciones en
aquellos cuarenta días, después de la resurrección. ¡Pero no! De hecho, cuando
ya subía definitivamente al Padre, dijo: “Y he aquí que estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo
18,20).
Este “yo estoy” tiene la fuerza del nombre de Dios.
“Yo estoy” como hijo en el Padre (o, a la diestra del Padre), y “estoy con
vosotros” (quiere decir con la Iglesia y con el mundo), en el poder del
Espíritu Santo. Gracias a este poder, nuestra permanencia en la fe cristiana
tiene carácter de espera de su venida: la segunda definitiva venida de Cristo
Salvador.
Pero esta espera no es pasiva: constituye la
edificación del Cuerpo de Cristo. (…) ¡No permanezcamos, pues, pasivamente a su
espera! En todos lados, en el trabajo o durante el tiempo libre, en tu tierra o
viajando por otros lugares, cuando acoges a otros o aceptas su hospitalidad,
¡eres heraldo itinerante de Cristo! Debemos llegar “todos a la unidad de la fe
y del conocimiento pleno del Hijo de Dios”. Debemos llegar al estado del hombre
perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo (Efesios 4,13).
2. La Ascensión - acontecimiento conclusivo de la vida
terrena de Cristo -, significa que Jesucristo es Señor: posee todo poder en los
cielos y en la tierra.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 668: «Cristo murió y
volvió a la vida para eso, para ser
Señor de muertos y vivos» (Romanos 14, 9). La
Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el
poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en
los cielos y en la tierra. Él está
«por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre
«bajo sus pies sometió todas las cosas» (Efesios 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos
(Cf Efesios 4, 10; 1
Corintios 15, 24. 27-28) y de la historia. En él, la historia de la
humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Cf Efesios 1,10), su cumplimiento
trascendente.
v Y está sentado a la derecha de Dios
o
Catecismo de la Iglesia
católica
§ Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del
reino del Mesías. A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en
los testigos del "Reino que no tendrá fin".
- n. 664: Sentarse
a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías,
cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del
Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que
nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Daniel 7, 14). A partir
de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino
que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
3. El Señor se encuentra junto a nosotros con la fuerza
del Espíritu Santo.
Cfr. Benedicto XVI, Homilía 7 mayo 2005
- Al tomar posesión de la Cátedra del
Obispo de
Roma en la Basílica de San Juan de Letrán
v La Ascensión significa que
Jesús ya no pertenece al mundo de la corrupción y de la muerte, que
pertenece totalmente a Dios.
o Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión
del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros.
§ Sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca
de cada uno de nosotros, para siempre. El ser humano ha sido llevado hasta
dentro de la vida misma de Dios.
Entonces, ¿qué nos quiere
decir la fiesta de la Ascensión del Señor? No nos quiere decir
que el Señor se
ha ido a algún lugar alejado de los hombres y del mundo. La Ascensión de Cristo
no es un viaje en el espacio hacia los astros más remotos; pues en el fondo,
también los astros están constituidos de elementos físicos como la tierra. La
Ascensión de Cristo significa que ya no pertenece al mundo de la
corrupción y de la muerte, que condiciona nuestra vida. Significa que
pertenece completamente a Dios. Él, el Hijo Eterno, ha llevado nuestro ser
humano a la presencia de Dios, ha llevado consigo la carne y la sangre de forma
transfigurada. El hombre encuentra espacio en Dios, a través de Cristo; el ser
humano ha sido llevado hasta dentro de la vida misma de Dios. Y, dado que Dios
abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que
Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho de estar
con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre. Cada uno de nosotros puede tutearle, cada
uno puede dirigirse a Él. El Señor se encuentra siempre al alcance de nuestra
voz. Podemos alejarnos de Él interiormente. Podemos vivir dándole las
espaldas. Pero Él nos espera siempre, y siempre está cerca de nosotros.
v El Jesús que se despide no va a alguna parte en un astro lejano.
Él entra en la comunión de vida y poder con el Dios viviente, en la situación
de superioridad de Dios sobre todo espacio.
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI,
Jesús de Nazaret 2, Ed. Encuentro 2011, pp. 328-330
o
Por eso «no se ha marchado»,
sino que, en virtud del mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto
a nosotros y por nosotros.
El Jesús que
se despide no va a alguna parte en un astro lejano. Él entra en la comunión de
vida y poder con el Dios viviente, en la situación de superioridad de Dios
sobre todo espacio. Por eso «no se ha marchado», sino que, en virtud del mismo
poder de Dios, ahora está siempre presente junto a nosotros y por nosotros. En
los discursos de despedida en el Evangelio de Juan, Jesús dice precisamente
esto a sus discípulos: «Me voy y vuelvo a vuestro lado» (Jn 14, 28). Aquí está
sintetizada maravillosamente la peculiaridad del «irse» de Jesús, que es al
mismo tiempo su «venir», y con eso queda explicado también el misterio acerca
de la cruz, la resurrección y la ascensión. Su irse es precisamente así un
venir, un nuevo modo de cercanía, de presencia permanente, que Juan pone
también en relación con la «alegría», de la que antes hemos oído hablar en el
Evangelio de Lucas.
o
Ahora ya no se encuentra en
un solo lugar del mundo, como antes de la «ascensión».
§ Con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo
sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en
todo lugar y a lo largo de la historia.
Puesto que
Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros. Ahora ya no
se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la «ascensión»; con su
poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo sitio, sino que está
presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo
de la historia.
4. La fiesta de la Ascensión es el momento en que Jesús nos
pasa el relevo a sus discípulos.
v «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo
Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto
marcharse» (Hechos 1, 11: primera Lectura).
o
No es tarea de los discípulos
quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el
secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los
confines de la tierra.
Volvamos todavía al primer capítulo de los Hechos de
los Apóstoles. Hemos dicho que la existencia cristiana no consiste en
escudriñar el futuro, sino, de un lado, en el don del Espíritu Santo y, de
otro, en el testimonio universal de los discípulos en favor de Jesús
crucificado y resucitado (cf. Hechos 1, 6-8). Y la desaparición de Jesús a
través de la nube no significa un movimiento hacia otro lugar cósmico, sino su
asunción en el ser mismo de Dios y, así, la participación en su poder de
presencia en el mundo.
Luego el texto prosigue. Al igual que antes, junto al
sepulcro (cf. Lucas 24, 4), también ahora aparecen dos hombres vestidos de
blanco y dirigen un mensaje: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le
habéis visto marcharse» (Hechos 1, 11). Con eso queda confirmada la fe en el
retorno de Jesús, pero al mismo tiempo se subraya una vez más que no es tarea
de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los
momentos escondidos en el secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el
testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra.
5. Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora
cuando vas a restaurar el reino de Israel?».
v La pregunta de los Apóstoles (Hechos v. 6) y la respuesta del
Señor (vv. 7-8): naturaleza del reino de Dios.
·
Ellos piensan todavía en una restauración temporal de la dinastía
de David, su esperanza se cifra en
algo así como un dominio nacional judío. La respuesta del Señor les
dice que los planes de Dios están por encima de una realización política. Su
misión será la de dar testimonio de la
resurrección de Jesús.
o
Cristo, Dios y Hombre
verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por Él se mantiene en
vida todo lo que vive.
§ Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa.
·
San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 180: “Quisiera que
considerásemos cómo ese
Cristo, que —Niño amable— vimos nacer en Belén, es el Señor del mundo: pues por Él fueron
creados todos los seres en los cielos y en la tierra; El ha
reconciliado con el Padre todas las cosas, restableciendo la paz entre el cielo
y la tierra, por medio de la sangre que derramó en la cruz (Cf Colosenses 1, 11-16). Hoy Cristo
reina, a la diestra del Padre: declaran aquellos dos ángeles de blancas
vestiduras, a los discípulos que estaban atónitos contemplando las nubes,
después de la Ascensión del Señor: varones
de Galilea ¿por qué estáis ahí mirando al cielo? Este Jesús, que separándose de
vosotros ha subido al cielo, vendrá de la misma manera que le acabáis de ver
subir (Hechos 1,11).
Por El reinan los reyes (Cf Proverbios 8,15), con la
diferencia de que los reyes, las autoridades humanas, pasan; y el reino de
Cristo permanecerá por toda la eternidad (Éxodo 15,18), su reino es un reino eterno y su dominación perdura de generación en
generación (Daniel 3,100).
El reino de Cristo no es un
modo de decir, ni una imagen retórica. Cristo vive, también como hombre, con
aquel mismo cuerpo que asumió en la Encarnación, que resucitó después de la
Cruz y subsiste glorificado en la Persona del Verbo juntamente con su alma humana.
Cristo, Dios y Hombre verdadero, vive y reina y es el Señor del mundo. Sólo por
Él se mantiene en vida todo lo que vive.
§ Los que esperaban del Mesías un poderío temporal visible, se
equivocaban. Cristo no ofrece un programa político.
¿Por qué, entonces, no se
aparece ahora en toda su gloria? Porque su reino no es de este mundo (Juan 18,36), aunque está en el mundo. Había replicado Jesús a Pilatos: Yo soy rey. Yo para esto nací: para dar
testimonios de la verdad; todo aquel que pertenece a la verdad, escucha mi voz (Juan 18,37). Los que esperaban del
Mesías un poderío temporal visible, se equivocaban: que no consiste el reino de Dios en el comer ni en el beber, sino en la
justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (Romanos 14,17).
Verdad y justicia; paz y
gozo en el Espíritu Santo. Ese es el reino de Cristo: la acción divina que
salva a los hombres y que culminará cuando la historia acabe, y el Señor, que
se sienta en lo más alto del paraíso, venga a juzgar definitivamente a los
hombres.
§ Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa
Cuando Cristo inicia su
predicación en la tierra, no ofrece un programa político, sino que dice: haced penitencia, porque está cerca el reino
de los cielos (Mateo
3,2; 4,17); encarga a sus discípulos que anuncien esa buena nueva (Lucas 10,9), y enseña que se pida en
la oración el advenimiento del reino (Cf. Mateo 6,10). Esto es el reino de Dios y su justicia,
una vida santa: lo que hemos de buscar primero (Cf Mateo 6,33), lo único verdaderamente necesario (Cf Lucas 10,42)”.
o
Todo cristiano, a su manera,
puede y debe ser testigo del Señor resucitado.
·
Benedicto XVI, 7 de mayo
2005, Toma de posesión de la cátedra del Obispo de Roma: “De
este modo, el
Espíritu Santo es la fuerza por la que Cristo nos hace experimentar su
cercanía. Pero la primera lectura deja
también un segundo mensaje: seréis mis testigos. Cristo resucitado tiene
necesidad de testigos que se hayan encontrado con él, que le hayan conocido
íntimamente a través de la fuerza del Espíritu Santo. Hombres que, habiéndole
tocado con la mano, por así decir, puedan testimoniarle. Fue así como la
Iglesia, familia de Cristo, creció desde «Jerusalén… hasta los confines de la
tierra», como dice la lectura. A través de testigos se construyó la Iglesia,
comenzando por Pedro y Pablo, por los Doce, hasta todos los hombres y mujeres
que, llenos de Cristo, en el transcurso de los siglos, han vuelto a encender y
encenderán de nuevo de manera siempre nueva la llama de la fe. Todo cristiano, a su manera, puede y debe
ser testigo del Señor resucitado. Cuando leemos los nombres de los santos,
podemos ver cuántas veces ante todo han sido --y siguen siendo-- hombres
sencillos, hombres de los que surgía --y surge-- una luz resplandeciente capaz
de llevar a Cristo”.
6. La esperanza en el cielo - en
la tierra nueva - no debe debilitar,
sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra.
v Aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso
temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye
a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios.
Cfr.
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral «Gaudium et spes», n . 39:
39. Ignoramos
tanto el tiempo en que la tierra y la humanidad se consumarán [71],
como la forma en que se transformará el universo. Pasa ciertamente la figura de
este mundo, deformada por el pecado [72]. Pero sabemos por
la revelación que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita
la justicia [73], y cuya bienaventuranza saciará y superará
todos los anhelos de paz que ascienden en el corazón de los hombres [74]. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios serán
resucitados en Cristo, y lo que se sembró en debilidad y corrupción se
revestirá de incorrupción [75]; y, subsistiendo la caridad
y sus obras [76], serán liberadas de la esclavitud de la
vanidad todas aquellas criaturas [77] que Dios creó
precisamente para servir al hombre.
Y ciertamente se nos
advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí
mismo [78]. Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar,
sino más bien excitar la preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde
crece aquel Cuerpo de la nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta
prefiguración del mundo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir con sumo
cuidado entre el progreso temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, el
primero, en cuanto contribuye a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran
medida al Reino de Dios [79].
En efecto; los bienes todos
de la dignidad humana, de la fraternidad y de la libertad, es decir, todos los
buenos frutos de la naturaleza y de nuestra actividad, luego de haberlos
propagado -en el Espíritu de Dios y conforme a su mandato- sobre la tierra, los
volveremos a encontrar de nuevo, pero limpios de toda mancha a la vez que
iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva a su Padre el reino eterno
y universal: reino de verdad y de vida,
reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz[80]. Aquí, en la tierra, existe ya el Reino, aunque entre
misterios; mas, cuando venga el Señor, llegará a su consumada perfección.
[71] Cf. Hch 1,7. [72] Cf. 1 Cor 7,31; S. Iren. Adv. haer. 5, 36 PG 7, 1222. [73] Cf. 2 Cor 5,2; 2 Pe 3,13. [74] Cf. 1 Cor 2,9; Ap 21,4-5. [75] Cf. 1 Cor 15,42.53. [76] Cf. 1 Cor 13,8; 3,14. [77] Cf. Rom 8,19-21. [78] Cf. Lc 9,25. [79] Cf. Pío XI, e. QA l. c., 207. [80]
Praefatio Festi Christi Regis.
Vida
Cristiana
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