Ø Domingo 14
del Tiempo Ordinario, Año B (2018). Segunda Lectura, de la 2ª Carta de san
Pablo a los
Corintios: la fuerza del Señor resplandece en nuestras debilidades y flaquezas.
Debemos gloriarnos en (presumir de) nuestras flaquezas para que habite en nosotros
la fuerza de Cristo. «No podemos dar un paso en la vida cristiana sin la ayuda
del Señor, porque somos débiles». Toda dificultad en el seguimiento de Cristo y en el
testimonio de su Evangelio se puede superar
abriéndose con confianza a la acción del Señor. No es el poder de
nuestras capacidades el que realiza el reino de Dios.
v
Cfr.14 Domingo tiempo ordinario Ciclo B - 8 de julio de 2018
Ezequiel 2,
2-5; Salmo 122; 2 Corintios 12,7-10; Marcos 6, 1-6.
2 Corintios 12, 7b-10. 7 Hermanos: para que no tenga soberbia, me fue
clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, que me abofetea para que
no sea soberbio. 8 Por esto, rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; 9
pero El me dijo: Te basta mi gracia,
porque la fuerza resplandece en la flaqueza. Por eso, con sumo gusto, presumo de mis debilidades, porque así
residirá en mí la fuerza de Cristo. 10 Por lo cual me complazco en las
flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y
angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Él me dijo: te basta mi
gracia,
porque la fuerza
resplandece en la flaqueza.
Por eso, con sumo gusto,
presumo de mis
debilidades,
porque así residirá en mí
la fuerza de Cristo.
(2ª Lectura, 2ª Carta de san Pablo a los
Corintios)
1.
La experiencia de la flaqueza, de la debilidad,
de las propias miserias, está patente en la historia del mundo y en la historia
personal de cada hombre.
v
Varios textos
·
Concilio Vaticano II: "Lo que la revelación nos dice coincide con la experiencia. El
hombre, en
efecto, cuando examina su
corazón, comprueba su tendencia hacia el mal, se ve anegado por muchos males,
que no pueden tener su origen en su Santo Creador [...]. Toda la vida humana,
individual y colectiva, se presenta como lucha -lucha dramática- entre el bien
y el mal, entre la luz y las tinieblas. Es más: el hombre se siente incapaz de
combatir con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de
sentirse como aherrojado entre cadenas" (Const. Gaudium et spes, 13).
·
Concilio Vaticano II: “Nadie por sí y sus propias fuerzas se
libra del pecado, ni se eleva sobre sí
mismo; nadie se ve
enteramente libre de su debilidad, de su soledad y de su servidumbre, sino que
todos tienen necesidad de Cristo modelo, maestro, liberador, salvador y vivificador”. (Decreto Ad
gentes, 8)
·
San Agustín:
"No hay pecado ni crimen cometido por otro hombre que yo no sea capaz de
cometer
por razón de mi fragilidad; y
si aún no lo he cometido es porque Dios, en su misericordia, no lo ha permitido
y me ha preservado del mal" (Confesiones,
II, 7) .
·
San Josemaría:
“Al barruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ternura con que Cristo
Jesús
nos mira, porque Él no nos
abandona, comprenderemos en toda su hondura las palabras del Apóstol: virtus in infirmitate perficitur [1](2 Corintios
12, 9); con fe en el Señor, a pesar de nuestras miserias –mejor, con nuestras
miserias–, seremos fieles a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino,
sosteniéndonos en medio de nuestra flaqueza” (Amigos de Dios, 194).
2.
El Señor se hace presente en la historia de la
humanidad, en la debilidad de sus apóstoles y discípulos, en las diversas
pruebas o dificultades de la vida.
o
Jesús le dijo a Pablo: te basta mi gracia,
porque la fuerza resplandece en la
flaqueza (segunda Lectura, v. 9).
§ El «aguijón de la carne» (v. 7), es la expresión que utiliza
san Pablo para hablar de la enfermedad, o persecuciones, o nuestras debilidades
o flaquezas.
La actitud cristiana ante la propia debilidad es confiar en la ayuda
divina.
·
San Juan
Crisóstomo ve en esta expresión las tribulaciones y continuas persecuciones
antes
mencionadas. San Agustín, por su parte, piensa que se
trata de una enfermedad física, crónica y molesta. Sólo a partir de San
Gregorio Magno comenzó a hablarse de tentaciones de concupiscencia. En todo
caso, este gesto de sencillez por parte del Apóstol y la consiguiente respuesta
divina «te basta mi gracia» (v. 10) son fuente de innumerables enseñanzas para
la lucha ascética, pues enseñan que la actitud cristiana ante la propia
debilidad es confiar en la ayuda divina. «Porque Dios libra de las
tribulaciones no cuando las hace desaparecer (…), sino cuando con la ayuda de
Dios no nos abatimos al sufrir tribulación» (Orígenes, De oratione 30,1) [2]
3.
Hay otros ejemplos en la Escritura, además del
de san Pablo, que subrayan nuestra absoluta insuficiencia y la fuerza de la
intervención divina [3].
v
La Escritura resalta nuestra absoluta
insuficiencia, para que quede clara la intervención divina; además de lo que se
dice hoy de S. Pablo, podemos ver algunos de los ejemplos:
·
2 Re 17,
36: 36 Rendiréis culto únicamente al Señor,
que os trajo de la tierra de Egipto con
gran fuerza y con su brazo extendido; os postraréis
ante él y a él ofreceréis sacrificios.
- 1 Samuel 17, 32-54,
cómo David vence al gigante Goliat.
- 2 Re 6, 8-23: Eliseo vence un ejército che lo rodeaba
- 1 Macabeos 4, 1-35, victoria de Judas sobre Gorgias.
- Salmo 77: El camino de Dios con su pueblo; con tu
brazo rescataste a tu pueblo (v. 16)
4.
Papa Francisco, homilía del 18 de junio de 2015
o
Fuertes en la debilidad
En la oración
colecta [4],
observó inmediatamente el Papa, «hemos pedido ayuda al Señor, que es nuestra
fortaleza». Y, en efecto, hemos rezado: «En nuestra debilidad, nada podemos sin
tu ayuda». Palabras que expresan precisamente «la consciencia de ser débiles».
Es «esa debilidad que todos nosotros cargamos tras la herida del pecado
original: somos débiles, caemos en el pecado, no podemos seguir adelante sin la
ayuda del Señor».
He aquí, por qué,
afirmó el Papa Francisco, «conocer y confesar nuestra debilidad es precisamente
indispensable». En efecto, «quien se cree fuerte, quien se cree capaz de
arreglárselas solo, es ingenuo y, al final, es un hombre derrotado por tantas
debilidades que lleva consigo». En cambio, precisamente «la debilidad nos lleva
a pedir ayuda al Señor», porque, como dice la oración colecta, «en nuestra
debilidad nada podemos sin tu ayuda».
Así, pues,
insistió el Papa, «no podemos dar un paso en la vida sin la ayuda del Señor,
porque somos débiles». Y «quien está en pie tenga cuidado de no caer porque es
débil, incluso débil en la fe». Recordemos, continuó, a ese padre que, tras la
transfiguración, «había llevado a su hijo para que Jesús lo curase. Y Jesús
dijo que todo es posible para quien tiene fe». Por su parte el padre respondió:
«Tengo fe, pero hazla crecer Señor, porque es débil».
«Todos
nosotros tenemos fe — explicó el Papa — y todos nosotros queremos seguir
adelante en la vida cristiana. Pero si no somos conscientes de nuestra
debilidad acabaremos todos derrotados». Por ello, añadió, «es hermosa esa
oración: “Señor, yo sé que en mi debilidad nada puedo sin tu ayuda”». Y «esta
es la primera palabra de hoy: debilidad».
5.
Benedicto XVI
v
Toda dificultad en el seguimiento de Cristo y en el
testimonio de su Evangelio se puede superar abriéndose con confianza a la acción del
Señor.
¿De
qué debilidades habla el Apóstol? […] su actitud da a entender que toda dificultad en el
seguimiento de Cristo y en el testimonio de su Evangelio se puede superar
abriéndose con confianza a la acción del Señor. San Pablo es
muy consciente de que es un “siervo inútil” (Lucas 17, 10) —no es él quien
ha hecho las maravillas, sino el Señor—, una “vasija de barro” (2 Corintios 4,
7), en donde Dios pone la riqueza y el poder de su gracia.
o
En el momento en que se experimenta la propia
debilidad, se manifiesta el poder de Dios
En
este momento de intensa oración contemplativa, San Pablo comprende con claridad
cómo afrontar y vivir cada acontecimiento, sobre todo el sufrimiento, la
dificultad, la persecución: en el momento en que se
experimenta la propia debilidad, se manifiesta el poder de Dios, que no nos abandona, no nos deja solos, sino que se transforma en
apoyo y fuerza.
o
No es el poder de nuestras capacidades el que
realiza el reino de Dios
El Señor no nos libra
de los males, pero nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones. […] Por
tanto, en la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica
nuestra oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de
nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades, el que realiza
el reino de Dios, sino que es Dios quien obra maravillas precisamente a través
de nuestra debilidad, de
nuestra inadecuación al encargo. Por eso, debemos tener la humildad de no
confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar en la
viña del Señor, con su ayuda, abandonándonos a él como frágiles “vasijas de
barro”.
6.
En el Catecismo de la Iglesia Católica
v
El poder de Dios se manifiesta en nuestra
debilidad
- n. 268: (…) “la omnipotencia de Dios es misteriosa, porque
sólo la fe puede descubrirla cuando "se
manifiesta en la
debilidad" (2Corintios 12,9 cf. 1Corintios 1,18).
- n. 273: “Sólo la fe puede adherir a las vías misteriosas de la
omnipotencia de Dios. Esta fe se
gloría de sus debilidades con
el fin de atraer sobre sí el poder de Cristo” (cf. 2 Corintios 12,9 Filipenses 4,13). (…)
- n. 1508: (…) Ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la
curación de todas las
enfermedades. Así S. Pablo
aprende del Señor que "mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra
perfecta en la flaqueza" (2Corintios 12,9), y que los sufrimientos
que tengo que padecer, tienen como sentido lo siguiente: "completo en mi
carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es
la Iglesia" (Colosenses 1,24).
7.
El testimonio de san Juan Pablo II, sobre la
fuerza de Dios presente en la debilidad humana, ante el atentado que sufrió el
13 de mayo de 1981.
Yo siento también
profundamente mi debilidad humana,
y por esto repito
confiadamente las palabras del Apóstol:
"en la flaqueza llega
al colmo el poder"
v
A) "Ahora me doy cuenta de que realmente el
Señor ha enviado su ángel y me
ha arrancado de las manos de Herodes y
de toda la expectación del pueblo judío"» (Hechos 12, 3-11).
San Juan
Pablo II, Audiencia General del 7 de octubre de 1981
o
El poder
y la eficacia de las oraciones de toda la Iglesia
·
Este
episodio acaecido en los primeros días de la Iglesia en Jerusalén, me ha venido
con frecuencia a
la mente durante la estancia en el
hospital. Aun cuando las circunstancias de entonces y las de hoy parecen tan
distintas entre sí, sin embargo, le ha resultado difícil al convaleciente, que
era el Sucesor de Pedro en la sede episcopal de Roma, no meditar estas palabras
del Apóstol: "Me doy cuenta de que el Señor me ha arrancado de las manos
de Herodes y de toda la expectación"...
He citado este
pasaje de los Hechos de los Apóstoles también por las palabras que encontramos
en él y que han sido para mí, en ese período, una ayuda muy grande. Mientras
" Pedro era custodiado en la cárcel"... "la Iglesia oraba
insistentemente a Dios por él" (Act 12, 5).
He
experimentado, queridos hermanos y hermanas, de manera semejante a Pedro,
apartado y destinado a la muerte, la eficacia de las oraciones de la Iglesia.
Lo experimenté inmediatamente: de parte de los que estaban reunidos para la
audiencia general que no se pudo celebrar. (…)
Me resulta difícil
pensar en todo esto sin emoción. Sin una profunda gratitud para todos. Hacia
todos los que el día 13 de mayo se reunieron en oración. Y hacia todos los que
han perseverado en ella durante todo este tiempo. Agradezco esta oración a los hombres, mis
hermanos y hermanas. Estoy agradecido a Cristo Señor y al Espíritu Santo, el
cual, mediante este evento, que tuvo lugar en la plaza de San Pedro el día 13
de mayo, a las 17:17 horas, ha inspirado a tantos corazones para la oración
común.
Y, al pensar en
esta gran oración, no puedo olvidar las palabras de los Hechos de los
Apóstoles, que se refieren a Pedro: "La Iglesia oraba insistentemente a
Dios por él" (Act 12,
5)
v
B) La dimensión profunda de una prueba permitida
por Dios
Juan Pablo II, Audiencia General del miércoles 14 de octubre de 1981
o
Es Cristo quien concede la gracia de poder,
mediante el sufrimiento y con el peligro de la vida y de la salud, dar
testimonio de su Verdad y de su Amor.
§ Una dimensión
de la prueba divina, que el hombre no puede descubrir fácilmente.
·
El miércoles
pasado, durante la audiencia general, hice referencia al evento del 13 de mayo.
Puesto
que ese día se interrumpieron los encuentros que hemos
reanudado de nuevo tras haber recuperado la salud, deseo compartir al menos
brevemente con vosotros, el contenido de mis meditaciones en ese período de
algunos meses, durante los que he pasado por una gran
prueba divina.
Digo prueba divina.
Efectivamente, aunque los acontecimientos del 13 de mayo —el atentado contra la
vida del Papa y también sus consecuencias, vinculadas a la intervención y la
cura en el Policlínico Gemelli— tengan su dimensión plenamente humana, sin
embargo ésta no puede ofuscar una dimensión todavía más profunda: precisamente
la dimensión de la prueba permitida por Dios. En esta dimensión se debe situar
también todo lo que dije el pasado miércoles. Hoy deseo retornar una vez más
sobre ello.
Dios me ha permitido
experimentar, durante los meses
pasados, el sufrimiento,
me ha permitido experimentar el peligro de perder la vida. (…)
Cristo, que es la luz del
mundo, el Pastor de su rebaño, y sobre todo el Príncipe de los pastores, me ha
concedido la gracia de poder, mediante el sufrimiento y con el peligro de la
vida y de la salud, dar
testimonio de su Verdad y de su Amor. Esto precisamente juzgo que ha sido
una gracia particular que me ha hecho, y por esto expreso de modo especial mi
gratitud al Espíritu Santo, que han recibido los Apóstoles y sus Sucesores el
día de Pentecostés como fruto de la cruz y de la resurrección de su Maestro y
Redentor. (…)
Es el Espíritu Santo quien,
desde el día de Pentecostés, ayudó a los Apóstoles a dar testimonio,
primero en Jerusalén y luego en diversos países del mundo de entonces. Fue Él
quien les dio la fuerza para testimoniar a Cristo ante todo el pueblo, y,
cuando por esto iban a los tormentos, les concedió alegrarse por "padecer
ultrajes por el nombre de Jesús. (Ac 5,41). (…)
Fue
el Espíritu Santo quien sostuvo a Pedro para dar testimonio de Cristo, primero
en Jerusalén, luego en Antioquía, y finalmente aquí, en Roma, capital del
Imperio. Este testimonio fue confirmado al final con el martirio, como también
lo fue el testimonio de Pablo de Tarso, gran Apóstol de las Gentes. (…)
Es difícil hablar de estas
cosas sin una profunda veneración, sin estremecimiento interior. En
efecto, por el sacrificio de los que dieron testimonio de Cristo
crucificado y resucitado, especialmente durante los primeros
siglos, creció el Cuerpo místico de Cristo, surgió la Iglesia, profundizó
en las almas y se consolidó en aquel mundo antiguo, que respondió a la Buena
Nueva del Evangelio —tan frecuentemente— con persecuciones sangrientas. (…)
Yo siento también
profundamente mi debilidad humana, y por esto repito confiadamente las
palabras del Apóstol: "virtus in infirmitate perficitur", "en la
flaqueza llega al colmo el poder" (2Co 12,9). (…)
v
C) El perdón
Juan
Pablo II: miércoles 21 de octubre de 1981, Audiencia General
o
Cristo nos ha enseñado a perdonar
·
Rezo
por el hermano que me ha herido, al cual he perdonado sinceramente. Unido a
Cristo, sacerdote
y víctima, ofrezco mis sufrimientos por la
Iglesia y por el mundo. A Ti, María, te digo de nuevo: ‘Totus tuus ego sum’”.
¡El
perdón! Cristo nos ha enseñado a perdonar. Muchas veces y de varios modos Él ha
hablado de perdón. Cuando Pedro le preguntó cuántas veces habría de perdonar a
su prójimo, “¿hasta siete veces?”. Jesús contestó que debía perdonar “hasta
setenta veces siete” (Mt 18,
21 s.). En la práctica, esto quiere decir siempre: efectivamente, el número «”setenta”
por “siete” es simbólico, y significa, más que una cantidad determinada, una
cantidad incalculable, infinita. (…)
Dejando
a Dios mismo el juicio y la sentencia en su dimensión definitiva, no cesemos de
pedir: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores”.
Vida Cristiana
[2] Cfr. Nuevo Testamento,
EUNSA 2004, nota 2 Corintios 12, 1-10
[4] Oración colecta del jueves
de la XI semana del tiempo ordinario: “Oh Dios, fuerza de los que en ti
esperan, escucha nuestras súplicas, y pues
el hombre es frágil y sin ti nada
puede, concédenos la ayuda de tu gracia
para guardar los mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos”
(Nota de la redacción de VIDA CRISTIANA)
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