[Chiesa/Testi/Famiglia/FamiliaTextosFranciscoViajeIrlandaAgosto2018]
Ø Familia.
Algunos de los textos de Papa Francisco en su viaje a Irlanda, para el
«IX Encuentro Mundial
de las Familias» (25-26 de agosto de 2018).
1. Discurso en la Fiesta de las familias
Estadio Croke Park, Dublín
Sábado, 25 de agosto de 2018
Sábado, 25 de agosto de 2018
Dia dhaoibh [“buenas tardes”, en gaélico]
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Gracias por vuestra cálida bienvenida. Qué bien se está aquí. Es
hermoso celebrar, porque nos hace más humanos y más cristianos. También nos
ayuda a compartir la alegría de saber que Jesús nos ama, nos acompaña en el
camino de la vida y nos atrae cada día más a él.
En cualquier celebración familiar se siente la presencia de todos:
padres, madres, abuelos, nietos, tíos, primos, de quien no pudo venir, y de
quien vive demasiado lejos, todos. Hoy en Dublín nos reunimos para una
celebración familiar de acción de gracias a Dios por lo que somos: una sola
familia en Cristo, extendida por toda la tierra. La Iglesia es la familia de
los hijos de Dios. Una familia en la que nos alegramos con los que están
alegres y lloramos con los que sufren o se sienten abatidos por la vida. Una
familia en la que cuidamos de cada uno, porque Dios nuestro Padre nos ha hecho
a todos hijos suyos en el bautismo. Por eso sigo alentando a los padres a que
bauticen a sus hijos lo antes posible, para que puedan formar parte de la gran
familia de Dios. Es necesario invitar a todos a la fiesta, incluso al niño
pequeño. Y es por esto que debe ser bautizado pronto. Y hay otra cosa: si el
niño es bautizado, el Espíritu Santo entra en su corazón. Hagamos una
comparación: un niño sin bautizar, porque los padres dicen: “No, cuando sea
mayor”, y un niño bautizado, con el Espíritu Santo en su interior: esto es más
grande, porque tiene la fuerza de Dios dentro de él.
Vosotras, queridas familias, sois la gran mayoría del Pueblo de
Dios. ¿Qué aspecto tendría la Iglesia sin vosotras? Una Iglesia de estatuas,
una Iglesia de personas solas... Escribí la Exhortación Amoris laetitia sobre la alegría del
amor para ayudarnos a reconocer la belleza y la importancia de la familia, con
sus luces y sus sombras, y he querido que el tema de este Encuentro Mundial de
las Familias fuera «El Evangelio de la familia, alegría para el mundo».
Dios quiere que cada familia sea un faro que irradie la alegría de su amor en
el mundo. ¿Qué significa esto? Significa que, después de haber encontrado el
amor de Dios que salva, intentemos, con palabras o sin ellas, manifestarlo a
través de pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana y en los momentos
más sencillos del día.
Y esto ¿cómo se llama? Esto se llama santidad. Me
gusta hablar de los santos «de la puerta de al lado», de todas esas personas
comunes que reflejan la presencia de Dios en la vida y en la historia del mundo
(cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6-7). La vocación al amor y a la santidad no
es algo reservado a unos pocos privilegiados. Incluso ahora, si tenemos ojos
para ver, podemos vislumbrarla a nuestro alrededor. Está silenciosamente
presente en los corazones de todas aquellas familias que ofrecen amor, perdón,
misericordia cuando ven que es necesario, y lo hacen en silencio, sin tocar la
trompeta. El Evangelio de la familia es verdaderamente alegría para el mundo,
ya que allí, en nuestras familias, siempre se puede encontrar a Jesús; él vive
allí, en simplicidad y pobreza, como lo hizo en la casa de la Sagrada Familia
de Nazaret.
El matrimonio cristiano y la vida familiar manifiestan toda su
belleza y atractivo si están anclados en el amor de Dios, que nos creó a su
imagen, para que podamos darle gloria como iconos de su amor y de su santidad
en el mundo. Padres y madres, abuelos y abuelas, hijos y nietos: todos, todos
llamados a encontrar la plenitud del amor en la familia. La gracia de Dios nos
ayuda todos los días a vivir con un solo corazón y una sola alma. ¡También las
suegras y las nueras! Nadie dice que sea fácil, lo sabéis mejor que yo. Es como
preparar un té: es fácil hervir el agua, pero una buena taza de té requiere
tiempo y paciencia; hay que dejarlo reposar. Así, día tras día, Jesús nos
envuelve con su amor, asegurándose de que penetre todo nuestro ser. Del tesoro
de su sagrado Corazón, derrama sobre nosotros la gracia que necesitamos para
sanar nuestras enfermedades y abrir nuestra mente y corazón para escucharnos,
entendernos y perdonarnos mutuamente.
Acabamos de escuchar el testimonio de Felicité, Isaac y Ghislain,
que vienen de Burkina Faso. Nos han contado una conmovedora historia de perdón
en familia. El poeta decía que «errar es humano, perdonar es divino». Y es
verdad: el perdón es un regalo especial de Dios que cura nuestras heridas y nos
acerca a los demás y a él. Gestos pequeños y sencillos de perdón, renovados
cada día, son la base sobre la que se construye una sólida vida familiar
cristiana. Nos obligan a superar el orgullo, el desapego y la vergüenza, y a
hacer las paces. Muchas veces estamos enojados entre nosotros y queremos hacer
las paces, pero no sabemos cómo. Da vergüenza hacer las paces, pero lo
deseamos. No es difícil. Es fácil. Da una caricia; así se hacen las paces. Es
cierto, me gusta decir que en las familias necesitamos aprender tres palabras
—tú [Ghislain] las dijiste— tres palabras: “perdón”, “por favor” y “gracias”.
Tres palabras. ¿Qué palabras son? Todos: [perdón, por favor, gracias]; otra
vez: [perdón, por favor, gracias]; no escucho… [perdón, por favor, gracias].
Muchas gracias. Cuando discutas en casa, asegúrate de pedir disculpas y decir
que lo sientes antes de irte a la cama. Antes de que termine el día, haced las
paces. ¿Y sabéis por qué es necesario hacer las paces antes de terminar el día?
Porque si no haces las paces, al día siguiente, la “guerra fría” es muy
peligrosa. Cuidado con la guerra fría en la familia. Pero a veces, quizás,
estás enojado y tienes la tentación de irte a dormir a otra habitación, solo y
aislado; si te sientes así, simplemente llama a la puerta y di: “Por favor,
¿puedo pasar?”. Lo que se necesita es una mirada, un beso, una palabra
afectuosa... y todo vuelve a ser como antes. Digo esto porque, cuando las
familias lo hacen, sobreviven. No hay familia perfecta. Sin el hábito de
perdonar, la familia se enferma y se desmorona gradualmente.
Perdonar significa dar algo de sí mismo. Jesús nos
perdona siempre. Con la fuerza de su perdón, también nosotros podemos perdonar
a los demás, si realmente lo queremos. ¿No es lo que pedimos cuando rezamos
el Padrenuestro? Los niños aprenden a perdonar cuando ven que sus
padres se perdonan recíprocamente. Si entendemos esto, podemos apreciar la
grandeza de la enseñanza de Jesús sobre la fidelidad en el matrimonio. En lugar
de ser una fría obligación legal, es sobre todo una poderosa promesa de la
fidelidad de Dios mismo a su palabra y a su gracia sin límites. Cristo murió
por nosotros para que nosotros, a su vez, podamos perdonarnos y reconciliarnos
unos con otros. De esta manera, como personas y como familias, empezamos a
comprender la verdad de las palabras de san Pablo: mientras todo pasa, «el amor
no pasa nunca» (1 Co 13,8).
Gracias, Nisha y Ted, por vuestro testimonio de la India, donde
estáis enseñando a vuestros hijos a ser una verdadera familia. Nos habéis
ayudado también a comprender que las redes sociales no son
necesariamente un problema para las familias, sino que pueden ayudar a
construir una «red» de amistades, solidaridad y apoyo mutuo. Las familias
pueden conectarse a través de Internet y beneficiarse de ello. Las redes
sociales pueden ser beneficiosas si se usan con moderación y prudencia.
Por ejemplo, vosotros, que participáis en este Encuentro Mundial de las
Familias, formáis una “red” espiritual y de amistad, y las redes
sociales os pueden ayudar a mantener este vínculo y extenderlo a otras
familias en muchas partes del mundo. Es importante, sin embargo, que estos
medios no se conviertan en una amenaza para la verdadera red de relaciones de
carne y hueso, aprisionándonos en una realidad virtual y aislándonos de las
relaciones concretas que nos estimulan a dar lo mejor de nosotros mismos en
comunión con los demás. Quizás la historia de Ted y Nisha puede ayudar a todas
las familias a que se pregunten sobre la necesidad de reducir el tiempo que se
dedica a estos medios tecnológicos, y de pasar más tiempo de calidad entre
ellos y con Dios. Pero cuando tú usas demasiado las redes sociales, tú “entras
en órbita”. Cuando en la mesa, en lugar de hablar con la familia, todos tienen
un teléfono celular y se conectan con el exterior, están “en órbita”. Pero esto
es peligroso. ¿Por qué? Porque te saca de lo concreto de la
familia y te lleva a una vida “gaseosa”, sin consistencia. Cuidado con esto.
Recuerda la historia de Ted y Nisha; ellos nos enseñan cómo usar bien las redes
sociales.
Hemos escuchado de Enass y Sarmaad cómo el amor y la fe en la familia
pueden ser fuentes de fortaleza y paz incluso en medio de la violencia y la
destrucción causada por la guerra y la persecución. Su historia nos lleva a las
trágicas situaciones que muchas familias sufren a diario, obligadas a abandonar
sus hogares en busca de seguridad y paz. Pero Enass y Sarmaad también nos han
mostrado cómo, a partir de la familia y gracias a la solidaridad manifestada
por muchas otras familias, la vida se puede reconstruir y renace la esperanza.
Hemos visto este apoyo en el vídeo de Rammy y su hermano Meelad, en el que
Rammy ha manifestado profunda gratitud por el ánimo y por la ayuda que su
familia ha recibido de otras familias cristianas de todo el mundo, que han
hecho posible de regresar a sus pueblos. En toda sociedad, las familias generan
paz, porque enseñan el amor, la aceptación y el perdón, que son los mejores
antídotos contra el odio, los prejuicios y la venganza que envenenan la vida de
las personas y de las comunidades.
Como enseñaba un buen sacerdote irlandés, «la familia que reza
unida permanece unida» e irradia paz. Una familia así puede ser un apoyo
especial para otras familias que no viven en paz. Después de la muerte del
padre Ganni, Enass, Sarmaad y sus familias prefirieron el perdón y la
reconciliación en lugar del odio y el resentimiento. Vieron, a la luz de la
Cruz, que el mal solo se puede vencer con el bien, y que el odio solo puede
superarse con el perdón. De manera casi increíble, han podido encontrar la paz
en el amor de Cristo, un amor que hace nuevas todas las cosas. Y esta noche
comparten con nosotros esta paz. Ellos rezaron. Oración, rezar juntos. Cuando
escuchaba el coro, vi allí a una madre que enseñaba a su hijo a santiguarse. Os
pregunto: ¿Enseñáis a los niños a hacer la señal de la cruz? ¿Sí o no? [Sí] ¿O
enseñáis a hacer algo como esto [hace un gesto rápido], que no se entiende lo
que es? Es muy importante que los niños pequeños aprendan a hacer bien la
señal de la cruz: es el primer Credo que aprenden; credo en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu Santo. Antes de ir a la cama esta noche, preguntaos
vosotros, padres: ¿Enseño a mis hijos a hacer bien la señal de la cruz?
Piénsalo, es vuestra responsabilidad.
El amor de Cristo, que renueva todo, es lo que hace posible el
matrimonio y un amor conyugal caracterizado por la fidelidad, la
indisolubilidad, la unidad y la apertura a la vida. Esto es lo que quería
resaltar en el cuarto capítulo de Amoris laetitia. Hemos visto este amor en
Mary y Damián, y en su familia con diez hijos. Os pregunto [a Mary y a Damián]:
¿Os hacen enojar los hijos? ¡Eh, la vida es así! Pero es hermoso tener diez
hijos. Gracias. ¡Gracias por vuestras palabras y por vuestro testimonio de amor
y de fe! Vosotros habéis experimentado la capacidad del amor de Dios que ha
transformado completamente vuestra vida y que os bendice con la alegría de una
hermosa familia. Nos habéis indicado que la clave de vuestra vida familiar es
la sinceridad. Entendemos por vuestro testimonio lo importante que es continuar
yendo a esa fuente de la verdad y del amor que puede transformar nuestra vida.
¿Quién es? Jesús, que inauguró su ministerio público precisamente en una fiesta
de bodas. Allí, en Caná, cambió el agua en un buen vino nuevo y que permitió
continuar magníficamente con la alegre celebración. Pero, habéis pensado, ¿qué
hubiera pasado si Jesús no hubiera hecho eso? ¿Habéis pensado en lo feo que es
terminar una fiesta de bodas solo con agua? ¡Es feo! La Virgen entendió, y le
dijo al Hijo: “No tienen vino”. Y Jesús comprendió que la fiesta terminaría mal
solo con agua. Lo mismo sucede con el amor conyugal. El vino nuevo comienza a
fermentar durante el tiempo del noviazgo, necesario aunque transitorio, y
madura a lo largo de la vida matrimonial en una entrega mutua, que hace a los
esposos capaces de convertirse, aun siendo dos, en «una sola carne». Y también,
a su vez, de abrir sus corazones al que necesita amor, especialmente al que
está solo, abandonado, débil y, en cuanto vulnerable, frecuentemente marginado
por la cultura del descarte. Esta cultura que vivimos hoy, que descarta todo:
descarta todo lo que no es necesario, descarta a los niños porque molestan,
descarta a los ancianos porque no sirven... Solo el amor nos salva de esta
cultura del descarte.
Las familias están llamadas a continuar creciendo y avanzando en
todos los sitios, aun en medio de dificultades y limitaciones, tal como lo han
hecho las generaciones pasadas. Todos formamos parte de una gran cadena de
familias, que viene desde el inicio de los tiempos. Nuestras familias son
tesoros vivos de memoria, con los hijos que a su vez se convierten en padres y
luego en abuelos. De ellos recibimos la identidad, los valores y la fe. Lo
hemos visto en Aldo y Marisa, casados desde hace más de cincuenta años. Su
matrimonio es un monumento al amor y a la fidelidad. Sus nietos los mantienen
jóvenes; su casa está llena de alegría de felicidad y de bailes. ¡Fue bonito
ver a la abuela que enseñaba a bailar a sus nietas! Su amor recíproco es un don
de Dios, un regalo que están transmitiendo con alegría a sus hijos y nietos.
Una sociedad —escuchad bien esto—, una sociedad que no valora a
los abuelos es una sociedad sin futuro. Una Iglesia que no se preocupa por la
alianza entre generaciones terminará careciendo de lo que realmente importa, el
amor. Nuestros abuelos nos enseñan el significado del amor conyugal y parental.
Ellos mismos crecieron en una familia y experimentaron el afecto de hijos e
hijas, de hermanos y hermanas. Por eso son un tesoro de experiencia, un tesoro
de sabiduría para las nuevas generaciones. Es un gran error no preguntarles a
los ancianos sobre sus experiencias o pensar que hablar con ellos sea una
pérdida de tiempo. En este sentido, quisiera agradecerle a Missy su testimonio.
Ella nos ha dicho que la familia ha sido siempre una fuente de fuerza y de
solidaridad entre los nómadas. Su testimonio nos recuerda que, en la casa de
Dios, hay un lugar para todos. Nadie debe ser excluido; nuestro amor y nuestra
atención deben extenderse a todos.
Ya es tarde y estáis cansados. También yo. Pero permitidme que os
diga una última cosa. Vosotras, familias, sois la esperanza de la Iglesia y del
mundo. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, crearon a la humanidad a su imagen y
semejanza para hacerla partícipe de su amor, para que fuera una familia de
familias y gozara de esa paz que solo él puede dar. Con vuestro testimonio del
Evangelio podéis ayudar a Dios a realizar su sueño, podéis contribuir a acercar
a todos los hijos de Dios, para que crezcan en la unidad y aprendan qué
significa para el mundo entero vivir en paz como una gran familia. Por eso, he
querido daros a cada uno de vosotros una copia de Amoris laetitia, preparada con ocasión de
los dos Sínodos sobre la familia y escrita para que fuera una especie de guía
para vivir con alegría el evangelio de la familia. Que nuestra Madre, Reina de
la familia y de la paz, os sostenga en el camino de la vida, del amor y de la
felicidad.
Y ahora, al final de nuestra reunión, diremos la oración de este
Encuentro de las Familias. Recitemos juntos la oración oficial del Encuentro de
las Familias: [un gran aplauso]
Dios, nuestro Padre,…
Oración y bendición
Buenas noches, y que descanséis. Y hasta mañana.
2. Homilía en la Santa
Misa
Parque Fénix, Dublín
Domingo, 26 de agosto de 2018
Domingo, 26 de agosto de 2018
Ayer estuve reunido con ocho personas sobrevivientes de abuso de
poder, de conciencia y sexuales.
Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisiera poner delante de la
misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos.
Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de
conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia.
De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos
tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros
de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que
fueron sometidos tantos menores.
Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado
a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia
y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón.
Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se
hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos
perdón.
Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y
por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que
trataron de buscar a sus hijos que les habían sido alejados, o a los hijos que
buscaban a sus madres, decirles que "era pecado mortal". ¡Esto no es
pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón.
Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de
compunción, y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca
más suceda y para que se haga justicia. Amén.
«Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
En la conclusión de este Encuentro Mundial de las Familias, nos
reunimos como familia alrededor de la mesa del Señor. Agradecemos al Señor por
tantas bendiciones que ha derramado en nuestras familias. Queremos
comprometernos a vivir plenamente nuestra vocación para ser, según las
conmovedoras palabras de santa Teresa del Niño Jesús, «el amor en el corazón de
la Iglesia».
En este momento maravilloso de comunión entre nosotros y con el
Señor, es bueno que nos detengamos un momento para considerar la fuente de todo
lo bueno que hemos recibido. En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de
estas bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban
desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus
“palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta,
el Señor les dice directamente: «Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida» (Jn 6,63).
Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan
de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente
última de todo el bien que hemos experimentado y celebrado aquí en estos días:
el Espíritu de Dios, que sopla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones,
en las familias, en los hogares y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida
de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un
nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del
Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado,
nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía.
Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y
promesa de Dios. Como uno de los frutos de esta celebración de la vida
familiar, que podáis regresar a vuestros hogares y convertiros en fuente de
ánimo para los demás, para compartir con ellos “las palabras de vida eterna” de
Jesús. Vuestras familias son un lugar privilegiado y un importante medio para
difundir esas palabras como “buena noticia” para todos, especialmente para
aquellos que desean dejar el desierto y la “casa de esclavitud” (cf. Jos 24,17)
para ir hacia la tierra prometida de la esperanza y de la libertad.
En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio
es una participación en el misterio de la fidelidad eterna de Cristo a su
esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,32). Pero esta enseñanza, aunque
magnífica, tal vez pueda parecer a alguno una “palabra dura”. Porque vivir en
el amor, como Cristo nos ha amado (cf. Ef 5,2), supone la
imitación de su propio sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer
a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar el mundo de la
esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia hacia
las necesidades de los menos afortunados. Este es el amor que hemos conocido en
Jesucristo, que se ha encarnado en nuestro mundo por medio de una familia y que
a través del testimonio de las familias cristianas tiene el poder, en cada
generación, de derribar las barreras para reconciliar al mundo con Dios y hacer
de nosotros lo que desde siempre estamos destinados a ser: una única familia
humana que vive junta en la justicia, en la santidad, en la paz.
La tarea de dar testimonio de esta Buena Noticia no es fácil. Sin
embargo, los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante no son, a su
manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros
irlandeses. Pienso en san Columbano, que con su pequeño grupo de compañeros
llevó la luz del Evangelio a las tierras europeas en una época de oscuridad y
decadencia cultural. Su extraordinario éxito misionero no estaba basado en
métodos tácticos o planes estratégicos, no, sino en una humilde y liberadora
docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Su testimonio cotidiano de
fidelidad a Cristo y entre ellos fue lo que conquistó los corazones que
deseaban ardientemente una palabra de gracia y lo que contribuyó al nacimiento
de la cultura europea. Ese testimonio permanece como una fuente perenne de
renovación espiritual y misionera para el pueblo santo y fiel de Dios.
Naturalmente, siempre habrá personas que se opondrán a la Buena
Noticia, que “murmurarán” contra sus “palabras duras”. Pero, como san Columbano
y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para
seguir a Jesús, no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada
fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad.
Incluso, reconozcamos humildemente que, si somos honestos con
nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de
Jesús. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es
acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la
desilusión, el rechazo, la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de
los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que
parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad.
Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el
Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?» (Jn 6,67).
Con la fuerza del Espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado,
podemos responder: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios»
(v. 69). Con el pueblo de Israel, podemos repetir: «También nosotros serviremos
al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!» (Jos 24,18).
Con los sacramentos del bautismo y de la confirmación, cada
cristiano es enviado para ser un misionero, un “discípulo misionero” (cf. Evangelii gaudium, 120). Toda la Iglesia en
su conjunto está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a
las periferias del mundo. Que esta celebración nuestra de hoy pueda confirmar a
cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres,
religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, y
obispos, para compartir la alegría del Evangelio. Que podáis compartir el
Evangelio de la familia como alegría para el mundo.
Mientras nos disponemos a reemprender cada uno su propio camino,
renovemos nuestra fidelidad al Señor y a la vocación a la que nos ha llamado.
Haciendo nuestra la oración de san Patricio, repitamos con alegría: «Cristo en
mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre
mí» [lo repite en gaélico]. Con la alegría y la fuerza conferida por el
Espíritu Santo, digámosle con confianza: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú
tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
Agradecimiento
al concluir la Santa Misa
Al concluir esta Celebración eucarística y este
maravilloso Encuentro Mundial de las Familias, regalo de
Dios para nosotros y para toda la Iglesia, deseo dar las gracias cordialmente a
todos los que han colaborado en su realización de diversas maneras. Doy las
gracias al arzobispo Martin y a la arquidiócesis de Dublín por el trabajo de
preparación y organización. Agradezco especialmente el apoyo y la ayuda
ofrecida por el Gobierno, las autoridades civiles y tantos voluntarios, de
Irlanda y de otros países, que han entregado su tiempo y trabajo con
generosidad. De modo especial, deseo dar las gracias de forma muy sentida a
todas las personas que han rezado por este encuentro: ancianos, niños,
religiosos y religiosas, enfermos, encarcelados… Estoy seguro de que el éxito
de esta jornada se debe a sus oraciones sencillas y perseverantes. ¡Gracias a
todos! ¡Que el Señor os lo pague!
3. Discurso
en el Encuentro con los Obispos
Convento de las Hermanas Dominicas,
Dublín
Domingo, 26 de agosto de 2018
Domingo, 26 de agosto de 2018
Queridos hermanos obispos:
A punto de concluir mi visita a Irlanda, doy gracias por esta
oportunidad de compartir unos momentos con vosotros. Agradezco al arzobispo
Eamon Martin sus amables palabras de introducción y os saludo a todos con
afecto en el Señor.
Nuestro encuentro de esta noche retoma el diálogo fraterno que
tuvimos el año pasado en Roma durante vuestra visita ad limina
Apostolorum. En estas breves reflexiones, quisiera resumir nuestra
conversación anterior, en el espíritu del Encuentro Mundial de las Familias que
acabamos de celebrar. Todos nosotros, como obispos, somos conscientes de
nuestra responsabilidad como padres del santo Pueblo fiel de Dios. Como buenos
padres, tratamos de alentar e inspirar, reconciliar y unir, y sobre todo de
preservar todo el bien transmitido de generación en generación en esta gran
familia que es la Iglesia en Irlanda. Es verdad, la Iglesia en Irlanda sigue
siendo fuerte, es verdad.
Por ello, esta noche mi palabra para vosotros es de aliento en
vuestros esfuerzos —como continuación de la homilía—, en estos momentos de
desafío, para perseverar en vuestro ministerio de heraldos del Evangelio y
pastores del rebaño de Cristo. De manera especial, estoy agradecido por la
atención que mostráis hacia los pobres, los excluidos y los necesitados, como
recientemente lo ha atestiguado vuestra carta pastoral sobre las personas sin
hogar y sobre las dependencias. También estoy agradecido por la ayuda que
brindáis a vuestros sacerdotes, cuya pena y desánimo causados por los recientes
escándalos son a menudo ignorados. Sed cercanos a los sacerdotes. Como obispos,
son los más cercanos que tenéis.
Un tema recurrente de mi visita ha sido, por supuesto, la
necesidad de que la Iglesia reconozca y remedie con honestidad evangélica y
valentía los errores del pasado —pecados graves— con respecto a la protección
de los niños y los adultos vulnerables. Entre estos, las mujeres maltratadas.
En los últimos años, como cuerpo episcopal, habéis procedido resueltamente, no
solo a poner en marcha caminos de purificación y reconciliación con las
víctimas, las víctimas y los sobrevivientes de los abusos, sino también, con la
ayuda del National Board para la protección de los niños en la
Iglesia en Irlanda, habéis procedido a establecer un conjunto detallado de
reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes. En estos años todos
hemos tenido que abrir nuestros ojos —es doloroso— ante la gravedad y el
alcance de los abusos de poder, de conciencia y sexuales en diferentes
contextos sociales. En Irlanda, como también en otros lugares, la honestidad y
la integridad con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su
historia puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada. Seguid así.
Las humillaciones son dolorosas, pero hemos sido salvados de la humillación del
Hijo de Dios, y esto nos da valor. Las heridas de Cristo nos dan fuerza. Os
pido, por favor, cercanía: esta es la palabra, cercanía al Señor y al pueblo de
Dios. Proximidad. No repitáis actitudes de distancia y clericalismo que algunas
veces, en vuestra historia, dieron una imagen real de una Iglesia autoritaria,
dura y autocrática.
Como mencionamos en nuestra conversación en Roma, la transmisión
de la fe en su integridad y belleza representa un desafío significativo en el
contexto de la rápida evolución de la sociedad. El Encuentro Mundial de las
Familias nos ha dado gran esperanza y nos ha estimulado sobre el hecho de que
las familias son cada vez más conscientes de su papel irremplazable en la
transmisión de la fe. La transmisión de la fe se realiza principalmente en la
familia; la fe se va transmitiendo “en dialecto”, el dialecto de la familia. Al
mismo tiempo, las escuelas católicas y los programas de educación religiosa
continúan desempeñando una función indispensable en la creación de una cultura
de la fe y de un sentido de discipulado misionero. Sé que esto es un motivo de
cuidado pastoral para todos vosotros. La genuina formación religiosa requiere
maestros fieles y alegres, capaces de formar no solo las mentes sino también
los corazones en el amor de Cristo y en la práctica de la oración. A veces
pensamos que formar en la fe significa dar conceptos religiosos, y no pensamos
en formar el corazón, en formar actitudes. Ayer el presidente de la nación me
dijo que había escrito un poema sobre Descartes y lo dijo, más o menos: “La
frialdad del pensamiento ha matado la música del corazón”. Formar la mente, sí,
pero también el corazón. Y enseñar a rezar: enseñar a los niños a rezar; desde
el principio, oración. La preparación de tales maestros y la difusión de
programas para la formación permanente son esenciales para el futuro de la
comunidad cristiana, en la que un laicado comprometido está particularmente
llamado a llevar la sabiduría y los valores de su fe como parte de su
compromiso con los diferentes sectores de la vida social, cultural y política
del país.
La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe
tradicionalmente fuerte de los irlandeses. No obstante, ha constituido también
una oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país y ha
indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión. «Dios siempre es
novedad» y «nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más
allá de lo conocido» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate,
135). Que con humildad y confianza en su gracia, podáis discernir y
emprender caminos nuevos para estos tiempos nuevos. Sed valientes y creativos.
Ciertamente, el fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo
os inspirará las formas creativas para dar testimonio de la verdad del
Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo y
en el celo por el crecimiento de su Reino.
Que en vuestros esfuerzos diarios por ser padres y pastores de la
familia de Dios en este país —padres, por favor, no padrastros—, seáis
sostenidos siempre por la esperanza que se fundamenta en la verdad de las
palabras de Cristo y en la seguridad de sus promesas. En todo tiempo y lugar,
esta verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), posee su propio
poder intrínseco para convencer a las mentes y conducir los corazones hacia sí.
No os desaniméis cada vez que vosotros y vuestro pueblo os sintáis un pequeño
rebaño expuesto a desafíos y dificultades. Como nos enseña san Juan de la Cruz,
en la noche oscura es donde la luz de la fe brilla más pura en nuestros corazones.
Y esta luz mostrará el camino para la renovación de la vida cristiana en
Irlanda en los próximos años.
Por último, en espíritu de comunión eclesial, os pido que
continuéis promoviendo la unidad y la fraternidad entre vosotros, es muy
importante; y también, junto con los líderes de otras comunidades cristianas,
trabajéis y oréis fervientemente por la reconciliación y la paz entre todos los
miembros de la familia irlandesa. Hoy, en el almuerzo, estaba yo, luego [las
autoridades de] Dublín, Irlanda del Norte... Unidos, todos. Y una cosa que
siempre digo, pero que se debe repetir: ¿Cuál es la primera tarea del obispo?
Digo esto a todos: oración. Cuando los cristianos helenistas fueron a quejarse
porque no cuidaron de sus viudas [cf. Hch6,1] Pedro y los apóstoles
inventaron a los diáconos. Entonces, cuando Pedro explica cómo debería ser,
termina así: «Y a nosotros [apóstoles], nos corresponde la oración y el anuncio
de la palabra». Lanzo una pregunta aquí, y que cada uno responda en su
interior: ¿Cuántas horas al día rezáis cada uno de vosotros?
Con estas ideas, queridos hermanos, os aseguro mi oración por
vuestras intenciones, y os pido que me recordéis en la vuestra. A todos
vosotros y a los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral, os imparto la
Bendición, como prenda de alegría y fortaleza en el Señor Jesucristo.
Estoy cerca de vosotros: ¡adelante, fuerza! El Señor es muy bueno.
Y la Virgen nos protege. Y cuando las cosas son un poco difíciles, rezad Sub
tuum praesidium, porque los místicos rusos solían decir: en los momentos de
turbulencia espiritual, debemos pasar bajo el manto de la Santa Madre de
Dios, sub tuum praesidium. ¡Muchas gracias! Y ahora os daré la
Bendición.
Recemos juntos el Ave María.
Que Dios los bendiga a todos, el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Muchas gracias.
4. Conferencia de
prensa durante el vuelo de regreso a Roma
Domingo, 26 de agosto de 2018
Greg Burke
¡Buenas
tardes, Santo Padre!
Papa
Francisco
¡Buenas
tardes!
Greg Burke
Gracias
por este tiempo que nos dedica, después de dos días tan intensos. Ciertamente
ha habido momentos difíciles en Irlanda —está siempre la cuestión de los
abusos— pero también momentos muy bonitos: la fiesta de las familias, los
testimonios de las familias, el encuentro con las jóvenes parejas y también la
visita a los capuchinos, que tanto ayudan a los pobres.
Damos la palabra a los
periodistas, empezando por los irlandeses, pero quizá usted quiere decir algo
antes.
Papa
Francisco
Dar las
gracias, porque si yo me he cansado, pienso en vosotros, que tenéis trabajo,
trabajo, trabajo… Os agradezco mucho por vuestro esfuerzo, por vuestro trabajo.
Muchas gracias.
Greg Burke
La primera
pregunta, como es habitual, viene de un periodista del país, que es Tony
Connelly, de RTÉ - Radio Tv irlandesa.
Tony Connelly, RTÉ (Radio Tv Irlanda)
Santidad,
el sábado habló del encuentro que tuvo con el Ministro para la infancia; dijo
que le había conmovido mucho lo que la señora le dijo sobre las casas para las
madres y los niños. ¿Qué le dijo exactamente? ¿Se ha conmovido tanto porque ha
sido la primera vez que usted ha oído hablar de estas casas?
Papa
Francisco
La
ministra me dijo antes algo que no se refería tanto a madres e hijos; me dijo
—pero fue breve—: “Santo Padre, nosotros hemos encontrado fosas comunes de
niños, niños enterrados. Estamos haciendo investigaciones. ¿La Iglesia tiene
algo que ver en todo esto?”. Pero lo dijo con mucha educación, de verdad, y con
mucho respeto. Yo le di las gracias; esto me ha tocado el corazón, hasta el
punto de que quise repetirlo en el discurso. No era en el aeropuerto —me he
equivocado—, era en el encuentro con el presidente. En el aeropuerto había otra
señora —ministra, creo— me he confundido. Pero ella me dijo: “Después le
mandaré un informe”. Me ha enviado el informe, no he podido leerlo. He visto
que me había enviado un informe. Fue muy equilibrada al decirme: Hay un
problema, todavía no ha terminado la investigación, pero me ha hecho sentir
también que la Iglesia tenía algo que hacer en eso. En mi opinión, esto ha sido
un ejemplo de colaboración constructiva, antes que… —no quiero decir la palabra
“protesta”— de lamento, de lamento por lo que en un tiempo pasado quizá la
Iglesia había favorecido. Esa señora tenía una dignidad que me ha tocado el
corazón. Y ahora tengo ese informe, que estudiaré cuando vuelva a casa. Gracias
a usted.
Greg Burke
Ahora,
otro irlandés que es Paddy Agnew, del “Sunday Independent”, residente en Roma
pero periodista irlandés.
Papa
Francisco
¡No es el
único irlandés en Roma!
Paddy Agnew, del “Sunday Independent”
Santo
Padre, gracias y buenas noches. Ayer, Marie Collins, la víctima Marie Collins,
que usted conoce bien, indicó que usted no es favorable a la institución de
nuevos tribunales vaticanos de investigación sobre el problema de los abusos
sexuales y, en particular, los llamados tribunales de investigación sobre los
obispos, sobre la asunción de responsabilidad por parte de los obispos (bishop
accountability). ¿Por qué considera que no es necesario?
Papa
Francisco
No, no, no
es así. No es así. Marie Collins tiene fijación con la idea. Yo estimo mucho a
Marie Collins, a veces la llamamos en el Vaticano para que dé conferencias.
Ella tiene la fijación con la idea de ese escrito, “Como una madre amorosa”, en
el que se decía que para juzgar a los obispos estaría bien hacer un tribunal
especial. Después se ha visto que esto no era factible y tampoco era
conveniente por las diferentes culturas de los obispos que deben ser juzgados.
Se toma la recomendación de “Madre amorosa” y se hace un jurado para cada
obispo, pero no es el mismo. Este obispo es juzgado y el Papa hace un jurado
que sea capaz de llevar ese caso. Es algo que funciona mejor, también porque,
para un grupo de obispos, dejar la diócesis por esto no es posible. Así cambian
los tribunales, los jurados. Y así hemos hecho hasta ahora. Han sido juzgados
varios obispos: el último el de Guam, el arzobispo de Guam, que ha recurrido en
apelación y yo he decidido —porque era un caso muy, muy complejo— usar un
derecho que tengo, de reservarme la apelación y no mandarlo al tribunal de
apelación que hace su trabajo con todos los sacerdotes, pero me lo he
reservado. He formado una comisión de canonistas que me ayuda y me han dicho
que, en poco tiempo, un mes como mucho, se hará la “recomendación” para que yo
haga el juicio. Es un caso complicado, por una parte, pero no difícil, porque
las evidencias son clarísimas; por el lado de las evidencias, son claras. Pero
no puedo prejuzgar. Espero el informe y después juzgaré. Digo que las
evidencias son claras porque son las que han llevado a la condena en el primer
tribunal. Este ha sido el último caso. Ahora hay otro en proceso, veremos cómo
acaba. Pero está claro, yo le he dicho a Marie: el espíritu y también la
recomendación de “Como una madre amorosa” se realiza. Un obispo es juzgado por
un tribunal, pero no es siempre el mismo tribunal, porque no es posible. Ella
[Marie Collins] no ha entendido bien esto, pero cuando la vea —porque ella
viene a veces al Vaticano, la llamamos— se lo explicaré más claramente. Yo la
quiero mucho.
Greg Burke
Ahora el
grupo italiano, Santo Padre: está Stefania Falasca, de “Avvenire”.
Stefania
Falasca, “Avvenire”
Buenas
noches, Santo Padre. Usted ha dicho, también hoy, que siempre es un desafío
acoger al migrante y al extranjero. Precisamente ayer se resolvió una situación
dolorosa, la de la nave “Diciotti”. ¿Está su “manita” detrás de esta solución?
¿Está su implicación, su interés?
Papa
Francisco
¡La manita
es del diablo, no la mía! [ríen] La manita es del diablo...
Stefania
Falasca
Y, además,
muchos ven un chantaje a Europa sobre la piel de esta gente. ¿Usted qué piensa?
Papa
Francisco
Acoger
migrantes es algo antiguo como la Biblia. En el Deuteronomio, en los
mandamientos, Dios manda esto: Acoger al migrante, “al extranjero”. Es algo
antiguo, que está en el espíritu de la revelación divina y también en el
espíritu del cristianismo. Es un principio moral. Sobre esto he hablado, y
después he visto que debía explicitar un poco más, porque no se trata de acoger
“a la belle étoile”, no, sino un acoger razonable. Y esto vale en
toda Europa. ¿Cuándo me he dado cuenta de cómo debe ser esta actitud razonable?
Cuando hubo un atentado en Zaventem [Bélgica]: los chicos, los guerrilleros que
hicieron el atentado en Zaventem eran belgas, pero hijos de inmigrantes no
integrados, segregados. Es decir, fueron acogidos por el país pero dejados ahí,
e hicieron un gueto: no fueron integrados. Por eso he subrayado esto, es
importante. Después, he recordado, cuando fui a Suecia —y Franca [Giansoldati]
en un artículo hizo mención de esto y de cómo yo he explicitado este
pensamiento—, cuando fui a Suecia hablé de integración, y lo sabía porque
durante la dictadura en Argentina, desde 1976 a 1983, muchos, muchos argentinos
y también uruguayos huyeron a Suecia. Y ahí, enseguida el gobierno los tomaba,
les hacía estudiar la lengua y les daba trabajo, los integraba. Hasta el punto
que —y esta es una anécdota interesante— la señora ministra que vino a
despedirme al aeropuerto de Lund era hija de una sueca y de un migrante
africano; pero este migrante africano se había integrado de tal manera que su
hija se había convertido en ministra en el país. Suecia ha sido un modelo.
Pero, en aquel momento, Suecia empezaba a tener dificultades, no porque no tuviera
buena voluntad, sino porque no tenía las posibilidades de integración. Este fue
el motivo por el que Suecia se ha parado un poco, ha dado este paso.
Integración. Y después he hablado aquí, en una rueda de prensa entre vosotros,
de la virtud de la prudencia que es la virtud del gobernante, y he hablado de
la prudencia de los pueblos sobre el número o sobre las posibilidades. Un
pueblo que puede acoger, pero no tiene posibilidad de integrar, mejor que no
acoja. Ahí está el problema de la prudencia. Y creo que este es precisamente el
problema del diálogo hoy en la Unión Europea. Se debe continuar hablando: las
soluciones se encuentran.
¿Qué ha pasado con la “Diciotti”? Yo no he metido la manita. El
que ha hecho el trabajo con el ministro del interior ha sido el padre Aldo, el
buen padre Aldo, que es el que sigue la Obra de Don Benzi, que los italianos
conocen bien, que trabajan para la liberación de las prostitutas, las que son
explotadas y tantas cosas más. E intervino también la Conferencia episcopal
italiana, el cardenal Bassetti, que estaba aquí, pero por teléfono seguía toda
la mediación, y uno de los dos subsecretarios, monseñor Maffeis, negociaba con
el ministro. Y creo que intervino Albania… Han tomado un cierto número de
migrantes Albania, Irlanda y Montenegro, creo, no estoy seguro. De los otros se
ha hecho cargo la Conferencia episcopal, no sé si bajo el “paraguas” del
Vaticano o no; no sé cómo se ha negociado la cosa; pero van al Centro “Mundo
mejor”, en Rocca di Papa, serán acogidos ahí. El número creo que supera los
cien. Y ahí empezarán a aprender el idioma y a hacer ese trabajo que se ha
hecho con los migrantes integrados. Yo tuve una experiencia muy gratificante.
Cuando fui a la Universidad Roma III había estudiantes que querían hacerme
preguntas y vi a una estudiante: “Yo esa cara la conozco”. Era una que vino
conmigo entre los trece que traje de Lesbos. ¡Esa chica estaba en la
universidad! ¿Por qué? Porque la Comunidad de San Egidio, desde el día después
de su llegada, la llevó a la escuela, a estudiar. Y la integró a nivel
universitario. Este es el trabajo con los migrantes. Está la apertura del
corazón a todos, sufrir; después, la integración como condición para acoger; y
después la prudencia de los gobernantes para hacer esto. Yo lo he visto, tengo
una grabación clandestina, de qué es lo que le sucede a aquellos que son
enviados de vuelta y son tomados por los traficantes: es horrible, las cosas
que hacen a los hombres, a las mujeres y a los niños. Los venden, pero a los
hombres les hacen torturas muy sofisticadas. Había uno ahí —un espía— que ha
sido capaz de hacer esa grabación, que he enviado a mis dos subsecretarios de
las migraciones. Por eso, antes de mandarlos de vuelta hay que pensarlo bien.
Y después, una última cosa. Están estos migrantes que vienen; pero
están otros que son engañados, en Fiumicino, son engañados: “No, te damos
trabajo…”. Les hacen tener los papeles, a todos, y terminan en la calle
esclavizados, bajo amenaza de los traficantes de mujeres. Esto es.
Greg Burke
Gracias, Santo
Padre. La próxima pregunta es del grupo anglófono: Anna Matranga, de la
televisión americana CBS.
Anna
Matranga, CBS
Buenas
noches, Santo Padre. Volveré al argumento “abusos”, del que ya ha hablado. Esta
mañana muy pronto salió un documento del arzobispo Carlo María Viganò, en el
que dice que en 2013 tuvo una conversación personal con usted en el Vaticano, y
que en ese coloquio él habría hablado con usted explícitamente del
comportamiento y de los abusos sexuales del ex cardenal McCarrick. Quería preguntarle
si esto es verdad. Y quería también preguntar otra cosa: el arzobispo ha dicho
también que el Papa Benedicto había sancionado a McCarrick, que le había dicho
que no podía vivir en el seminario, no podía celebrar misa en público, no podía
viajar; estaba sancionado por la Iglesia. ¿Le puedo preguntar si estas dos
cosas son verdad?
Papa
Francisco
Una cosa:
yo preferiría —aunque responderé a su pregunta— preferiría que antes habláramos
del viaje y después de otros argumentos, pero respondo. He leído esta mañana
ese comunicado. Lo he leído y sinceramente debo deciros esto, a usted y a todos
aquellos entre vosotros que estáis interesados: leed atentamente el comunicado
y haced vuestro juicio. Yo no diré una palabra sobre esto. Creo que el
comunicado habla por sí mismo, y vosotros tenéis la suficiente capacidad
periodística para extraer conclusiones. Es un acto de confianza. Cuando haya
pasado un poco de tiempo, y vosotros hayáis extraído las conclusiones, quizá yo
hablaré. Pero quisiera que vuestra madurez profesional haga este trabajo: os
hará bien, de verdad. Está bien así.
Anna
Matranga
Marie
Collins dijo, después de haberse encontrado con usted durante el encuentro con
las víctimas, que ha hablado directamente con usted precisamente sobre el ex
cardenal McCarrick. Ha dicho que usted ha sido muy duro en su condena de
McCarrick. Le quería preguntar: ¿Cuándo ha sido la última vez que usted escuchó
hablar de los abusos que había cometido el ex cardenal?
Papa
Francisco
Esto forma
parte del comunicado sobre McCarrick: estudiadlo y después diré. Pero dado que
ayer no lo había leído, me permití hablar claro con Marie Collins y el grupo
[de las víctimas], en el encuentro que duró realmente una hora y media, una
cosa que me hizo sufrir mucho. Pero creo que era necesario escuchar a aquellas
ocho personas; y de esta reunión salió la propuesta —que hice yo y ellos la
aceptaron y me ayudaron a realizarla— de pedir perdón hoy en la Misa, pero
sobre cosas concretas. Por ejemplo, la última que yo nunca había escuchado: aquellas
madres —se llamaba el “lavadero de mujeres”—, cuando una mujer se quedaba
embarazada sin matrimonio, iba a un hospital o no sé cómo se llamaba,
instituto, pero lo dirigían las hermanas y después daban al niño en adopción a
la gente. Y había hijos, en aquel tiempo, que intentaban encontrar a las
madres, si estaban vivas, no sabían; y les decían a ellos que era pecado mortal
hacer esto; y también a las madres que buscaban a los hijos les decían que era
pecado mortal. Por eso he terminado hoy diciendo que esto no es pecado mortal,
sino que es el cuarto mandamiento. Y las cosas que he dicho hoy, algunas no las
sabía y ha sido para mí doloroso, pero también con el consuelo de poder ayudar
a aclarar estas cosas. Y espero su comentario sobre aquel documento, me
gustaría. Gracias.
Greg Burke
Gracias,
Santo Padre. Ahora Cecile Chambraud de “Le Monde”.
Cecile
Chambraud, “Le Monde”
Buenas
tardes, Santo Padre. Espero que no le incomode si le hago mi pregunta en
español y le ruego que responda en italiano para todos los colegas. En su
discurso a las autoridades irlandesas, usted se ha referido a su reciente Carta
al Pueblo de Dios. En esa Carta, usted llama a todos los católicos a participar
en la lucha contra los abusos en la Iglesia. ¿Puede explicarnos qué pueden
hacer concretamente los católicos, cada uno en su propia posición, para luchar
contra los abusos? Y a este respecto, en Francia, un sacerdote ha empezado una
petición llamando a que renuncie el cardenal Barbarin, acusado por víctimas.
¿Le parece adecuada esta iniciativa, o no?
Papa
Francisco
Si hay
sospechas o pruebas o medias pruebas no veo nada de malo en hacer una
investigación, siempre que se haga sobre un principio jurídico
fundamental: Nemo malus nisi probetur, nadie es malo si no se
prueba. Y muchas veces existe la tentación no solo de hacer la investigación,
sino de publicar la investigación que se ha hecho y por qué es culpable. Así
algunos medios —no los vuestros, no lo sé— comienzan a crear un clima de
culpabilidad. Y me permito decir una cosa que ha sucedido en estos tiempos, que
podrá ayudar en esto, porque para mí es importante cómo se procede y cómo los
medios pueden ayudar. Hace tres años, más o menos, comenzó en Granada el
problema de los llamados curas pedófilos, un grupo de siete, ocho o diez curas
que fueron acusados de abuso de menores y también de hacer fiestas, orgías y
esas cosas. La acusación la recibí yo, directamente. En una carta escrita por
un joven de veintitrés años —según él— había sido abusado, daba nombres y todo.
Era un joven que trabajaba en un colegio religioso de Granada, de mucho
prestigio. La carta, perfecta… Y me preguntaba qué hacer para denunciar esto.
Yo dije: “Ve al arzobispo, el arzobispo sabe lo que debes hacer”. El arzobispo
hizo todo lo que debía hacer, la cosa llegó también al tribunal civil. Hubo dos
procesos. Los medios del lugar comenzaron a hablar, a hablar… Tres días
después, la parroquia tenía pintadas: “Curas pedófilos” y cosas del estilo; y
así se creó la conciencia de que estos curas eran criminales. Siete fueron
interrogados, y no se encontró nada; sobre tres fue adelante la investigación,
permanecieron dos en la cárcel durante cinco días; y uno, el padre Román, que
era el párroco, durante siete días. Durante casi otros tres años sufrieron el
odio, las bofetadas de todo el pueblo: criminalizados, no podían salir fuera y
sufrieron humillaciones hechas por el jurado para comprobar las acusaciones del
chico, que yo no oso repetir aquí. Después de más de tres años, el jurado
declara inocentes a los curas, inocentes todos, pero sobre todo a estos tres
—los demás ya estaban fuera de la causa—, y culpable al denunciante. Porque
habían visto que aquel joven era fantasioso, pero era una persona muy
inteligente y trabajaba también en un colegio católico y tenía ese prestigio,
que daba impresión de decir la verdad. Fue condenado él a pagar los gastos y
todas esas cosas, y ellos, inocentes. Estos hombres fueron condenados por los
medios del lugar antes que por la justicia. Y por eso, vuestro trabajo es muy
delicado. Vosotros debéis acompañar, debéis decir las cosas, pero siempre con
esa presunción legal de inocencia, y no la presunción legal de culpabilidad. Y
hay diferencia entre el informador que informa sobre un caso, pero no se juega
con una condena previa, y el investigador que hace de “Sherlock Holmes”, que va
con la presunción de culpabilidad. Cuando leemos la técnica de Hercule Poirot:
para él, todos eran culpables. Pero este es el trabajo del investigador. Son
dos posiciones diversas. Pero quienes informan deben partir siempre de la
presunción de inocencia, diciendo las propias impresiones, dudas, pero sin dar
condenas. Este caso que sucedió en Granada para mí es un ejemplo que hará bien
a todos nosotros, en nuestro [respectivo] trabajo.
Greg Burke
En la primera
parte [de la pregunta precedente] había preguntado qué podría hacer el Pueblo
de Dios en la cuestión...
Papa
Francisco
Ah sí, sí.
Cuando se ve algo, hablar inmediatamente. Yo diré otra cosa un poco fea. A
veces, son los padres quienes cubren un abuso de un cura. Muchas veces. Se ve
en las sentencias. [Dicen:] “No es posible…”. No creen, o se convencen de que
no es verdad y el chico o la chica se queda así. Yo tengo por método recibir
cada semana a una o dos personas, pero no es matemático; y he recibido a una
persona, una señora, que desde hace 40 años sufría esta llaga del silencio,
porque los padres no la habían creído. Fue abusada con ocho años. Hablar, esto
es importante. Es cierto que, para una madre, ver eso, sería mejor que no fuera
verdad y entonces piensa que el hijo tal vez tiene fantasías. [Pero es
necesario] hablar. Y hablar con las personas precisas, hablar con aquellos que
pueden iniciar un juicio, al menos, una investigación previa. Hablar con el
juez o con el obispo o, si el párroco es bueno, hablar con el párroco. Esto es
lo primero que puede hacer el Pueblo de Dios. Estas cosas no hay que cubrirlas,
no hay que cubrirlas. Me decía un psiquiatra hace tiempo —pero esto no quiero
que sea una ofensa para las mujeres— que por el sentido de maternidad, las
mujeres están más inclinadas a cubrir las cosas del hijo que los hombres. Pero
no sé si es verdad o no. Pero esto es: hablar. Gracias.
Greg Burke
Del grupo
español está Javier Romero, de “Rome Reports TV”.
Javier
Romero
Santidad,
disculpe, quisiera hacerle dos preguntas. La primera: El primer ministro de
Irlanda, que ha sido muy directo en su discurso, está orgulloso de un nuevo
modelo de familia diferente al que tradicionalmente propone la Iglesia hasta
ahora; hablo del matrimonio homosexual. Y este es tal vez uno de los modelos
que genera más desencuentros, en el caso especialmente de una familia católica,
cuando hay una persona de esta familia que se declara homosexual. Santidad, la
primera pregunta que quisiera hacerle es: ¿Qué piensa usted? ¿Qué quisiera
decirle usted a un papá, a un padre, al que el hijo le dice que es homosexual y
que quiere ir a vivir con su pareja? Esta es la primera pregunta. Y la segunda:
De hecho, también usted en el discurso con el primer ministro ha hablado del aborto.
Hemos visto cómo Irlanda ha cambiado tanto en los últimos años y parecía que el
ministro estuviera satisfecho de esos cambios. Uno de esos cambios fue
precisamente el aborto. Nosotros hemos visto que en los últimos meses, en los
últimos años, la cuestión del aborto ha salido en muchos países, entre ellos en
Argentina, su país. Usted cómo se siente cuando ve que este es un argumento del
que usted habla a menudo y hay tantos países en los que se ha introducido...
Papa
Francisco
Está bien.
Comienzo por lo segundo, pero hay dos puntos —gracias por esto—, porque están
ligados a las cuestiones de las que estamos hablando. Sobre el aborto, vosotros
sabéis cómo piensa la Iglesia. El problema del aborto no es un problema
religioso. Nosotros no estamos contra el aborto a causa de la religión. No. Es
un problema humano y hay que estudiarlo desde la antropología. Estudiar el
aborto comenzando por el hecho religioso es ignorar el pensamiento. El problema
del aborto hay que estudiarlo desde la antropología. Y siempre está la cuestión
antropológica sobre la ética de eliminar un ser vivo para resolver un problema.
Pero esta es ya la discusión. Solamente quiero subrayar esto: No permito nunca
que se empiece a discutir el problema del aborto desde el hecho religioso. No.
Es un problema humano. Este es mi pensamiento.
Segundo. Siempre ha habido homosexuales y personas con tendencias
homosexuales. Siempre. Dicen los sociólogos, pero no sé si es cierto, que en
los tiempos de cambio de época crecen algunos fenómenos sociales y éticos, y
uno de estos sería este. Esta es la opinión de algunos sociólogos. Tu pregunta
es clara: ¿Qué diría yo a un papá que ve que su hijo o su hija tiene esa
tendencia? Yo les diría sobre todo que rezaran: reza. No condenar, dialogar,
entender, dar espacio al hijo o a la hija. Dar espacio para que se exprese.
Después, ¿en qué edad se manifiesta esta inquietud del hijo? Es importante. Una
cosa es cuando se manifiesta de niño, cuando hay tantas cosas que se pueden
hacer, para ver cómo son las cosas; otra es cuando se manifiesta después de los
20 años o cosas por el estilo, pero yo nunca diré que el silencio es el
remedio. Ignorar al hijo o la hija con tendencia homosexual es una falta de
paternidad y maternidad. Tú eres mi hijo, tú eres mi hija, así como eres; yo
soy tu padre y tu madre, hablamos. Y si vosotros, padre y madre, no podéis con
ello, pedid ayuda, pero siempre en el diálogo, siempre en el diálogo. Porque
ese hijo y esa hija tienen derecho a una familia y la familia es esta, la que
es: no echarlo de la familia. Este es un desafío serio a la paternidad y a la
maternidad. Te agradezco la pregunta. Gracias.
Greg Burke
Gracias a
usted, Santo Padre.
Papa
Francisco
Y después,
quisiera decir una cosa para los irlandeses que están aquí. Yo he encontrado
mucha fe en Irlanda. Mucha fe. Es cierto, el pueblo irlandés ha sufrido mucho
por los escándalos. Pero hay fe, en Irlanda, y grande. Y además el pueblo
irlandés sabe distinguir y cito lo que hoy he escuchado de un prelado: “El
pueblo irlandés sabe distinguir bien entre las verdades y las medias verdades.
Es una cosa que tiene dentro”. Es cierto que está en un proceso de
transformación, de sanación de este escándalo. Es cierto que algunos se abren a
posiciones que parecen alejarse de la fe, pero el pueblo irlandés tiene una fe
arraigada y fuerte. Lo quiero decir porque es lo que he visto, he escuchado y
sobre lo que en estos dos días me he informado.
Gracias por vuestro trabajo,
muchas gracias. Y rezad por mí, por favor.
Greg Burke
Gracias a
usted. Buena cena y buen reposo.
VIDA CRISTIANA
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