viernes, 5 de julio de 2019

14 C Tiempo Ordinario 7 julio 2019


[Chiesa/Omelie1/RegnoDio/14C19ReinoDiosEsCristoEnNuestrasVidas]

Ø Domingo 14 del tiempo ordinario. Ciclo C (2019). El reino de Dios. Se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo en nuestras vidas. Este reino, aunque ya está presente, todavía no está definitivamente instaurado. Pero podemos dar ya frutos gracias al poder del Espíritu Santo: la lucha entre el «espíritu» y la «carne». En la Iglesia, hay para todos una tarea en la misión de anunciar que “el reino de Dios está cerca” (Lucas 10,9). El carácter peculiar de la vocación de los laicos: tiene en modo especial la finalidad de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios". El Reino de Dios y el progreso.


v  Cfr. 14 C Tiempo Ordinario  7 julio 2019 

Lucas 10, 1-12.17-20

Lucas 10: En aquel tiempo, 1designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2. Y les decía: - “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. 3 ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." 6 Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 8 Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." 10 Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: 11 "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." 12 Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo. ” 17 Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: - “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.” Él les contestó: - “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. 20 Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.”

Y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios”.
(Lucas 10, 9)
El Señor nos ha confiado a todos
la tarea de edificar el Reino de Dios
(Es Cristo que pasa, 158)

1. El Reino de Dios es la presencia de Cristo en nuestras vidas: llevar una vida según Cristo, sus palabras y sus obras

v  Catecismo de la Iglesia Católica

o   Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino»[1].

§  Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
a) n. 764: «Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo» (Conc. Vaticano II, Lumen Gentium,  5). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino» (ibid.)

b) n. 2046: Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, «Reino de justicia, de verdad y de paz» (MR, Prefacio de Jesucristo Rey). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
c) n. 543: El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (Cf Mateo 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mateo 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Lumen Gentium 5).

o   Este reino, aunque ya está presente, todavía no está definitivamente instaurado

§  Hasta que todo le sea sometido, el Reino es objeto de los poderes del mal, aunque hayan sido vencidos en su raíz;  las criaturas gimen en dolores de parto.
- n. 671: ...esperando que todo le sea sometido. - El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado «con gran poder y gloria» (Lc 21, 27) (Cf Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (Cf 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (Cf 1 Co 15, 28), y «mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios» (Lumen Gentium,  48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (Cf 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (Cf 2 Pedro 3, 11-12) cuando suplican: «Ven, Señor Jesús» (Cf 1 Corintios 16, 22; Apocalipsis 22, 17-20).

o   Pero podemos dar ya frutos gracias al poder del Espíritu Santo

§  En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el «espíritu» y la «carne»[2].
Esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual
 - n. 736: Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos «el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Ga 5, 22-23). «El Espíritu es nuestra Vida»: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Cf Mt 16, 24-26), más «obramos también según el Espíritu» (Ga 5, 25):
Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamados hijos de la luz y de tener parte en la gloria eterna (S. Basilio, Spir. 15, 36).
- n. 2516: En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el «espíritu» y la «carne». Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual:
Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad personal, sino que trata de las obras -mejor dicho, de las disposiciones estables-, virtudes y vicios moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe: «si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu» (Ga 5, 25) (Juan Pablo II, DeV 55).

2. Para todos hay una tarea: es la misión de anunciar que “el reino de Dios está cerca” (Lucas 10,9).

v  Por el bautismo y la confirmación, por la participación en el sacerdocio de Cristo,

como miembros vivos de su Cuerpo, los laicos participan en la comunión y en la misión de la Iglesia. Estáis todos invitados: jóvenes, ancianos, pobres y ricos, hombres y mujeres, doctos e iletrados.

Cfr. Juan Pablo II, Homilía, Misa para el laicado colombiano,  Ciudadela Real de Minas,
Bucaramanga, 6 de julio de 1986.

o   El campo de trabajo del laico en la misión de la Iglesia se extiende a todos los ambientes y situaciones de la convivencia humana.

§  Es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social así como de otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y de los jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento”.
Una presencia activa y evangélica, dinámica y  transformadora, como la levadura en medio de la masa, como la sal que da sentido cristiano a la vida del trabajo, como la luz que brilla en las tinieblas de la indiferencia, del egoísmo y del odio.

- Por el bautismo y la confirmación, por la participación en el sacerdocio de Cristo, como miembros vivos de su Cuerpo, los laicos participan en la comunión y en la misión de la Iglesia. La Iglesia quiere y necesita laicos santos que sean discípulos y testigos de Cristo, constructores de comunidades cristianas, transformadores del mundo según los valores del Evangelio. Guiados por vuestros Pastores, estáis todos invitados a participar activamente en esta misión de salvación: jóvenes, ancianos, pobres y ricos, hombres y mujeres, doctos e iletrados. Para todos hay una tarea en la misión de anunciar que “el reino de Dios está cerca” (Lc 10,9).
El campo de trabajo del laico en la misión de la Iglesia se extiende a todos los ambientes y situaciones de la convivencia humana. Así lo afirmó mi venerado predecesor el Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”: “El campo propio de su actividad evangélica es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social así como de otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y de los jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento” (n. 70).
Los laicos, fieles a vuestra identidad secular, debéis vivir en el mundo como en vuestro ambiente y realizar allí una presencia activa y evangélica, dinámica y transformadora, como la levadura en medio de la masa, como la sal que da sentido cristiano a la vida del trabajo, como la luz que brilla en las tinieblas de la indiferencia, del egoísmo y del odio.

v  El carácter peculiar de la vocación de los laicos: tiene en modo especial la finalidad de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios".

Juan Pablo II, Exhortación Apostólica «Christifideles laici», 30/12/1988
- n. 9: Al dar una respuesta al interrogante "quiénes son los fieles laicos", el Concilio, superando interpretaciones precedentes y prevalentemente negativas, se abrió a una visión decididamente positiva, y ha manifestado su intención fundamental al afirmar la plena pertenencia de los fieles laicos a la Iglesia y a su misterio, y el carácter peculiar de su vocación, que tiene en modo especial la finalidad de "buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios"[Lumen gentium, 31]. "Con el nombre de laicos -así los describe la Constitución Lumen gentium- se designan aquí todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia; es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde"[ibid.].

o   Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm. 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt. 25, 40).

§  Están llamados de modo particular para dar de nuevo a la entera creación todo su valor originario. Cuando mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre.
- n. 14: Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por El para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm. 6, 12); y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños (cf. Mt. 25, 40).
Pero los fieles laicos están llamados de modo particular para dar de nuevo a la entera creación todo su valor originario. Cuando mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre, participan en el ejercicio de aquel poder, con el que Jesucristo Resucitado atrae a sí todas las cosas y las somete, junto consigo mismo, al Padre, de manera que Dios sea todo en todos (cf. Jn. 12, 32; 1 Co. 15, 28).

v  El Señor nos ha confiado a todos la tarea de edificar el Reino de Dios

San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 158
-  No hay cosecha, cuando no se está dispuesto a aceptar generosamente un constante trabajo, que puede resultar largo y fatigoso: labrar la tierra, sembrar la simiente, cuidar los campos, realizar la siega y la trilla... En la historia, en el tiempo, se edifica el Reino de Dios. El Señor nos ha confiado a todos esa tarea, y ninguno puede sentirse eximido. Al adorar y mirar hoy a Cristo en la Eucaristía, pensemos que aún no ha llegado la hora del descanso, que la jornada continúa.
Se ha recogido en el libro de los Proverbios; el que labra su campiña tendrá pan a saciedad (12,11). Tratemos de aplicarnos espiritualmente este pasaje: el que no labra el terreno de Dios, el que no es fiel a la misión divina de entregarse a los demás, ayudándoles a conocer a Cristo, difícilmente logrará entender lo que es el Pan eucarístico. Nadie estima lo que no le ha costado esfuerzo. Para apreciar y amar la Sagrada Eucaristía, es preciso recorrer el camino de Jesús: ser trigo, morir para nosotros mismos, resurgir llenos de vida y dar fruto abundante: ¡el ciento por uno!

v  La extensión del Reino de Dios no es sólo tarea oficial de los miembros de la Iglesia que representan a Cristo, porque han recibido de El los poderes sagrados.

San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 121.
- Tenemos una gran tarea por delante. No cabe la actitud de permanecer pasivos, porque el Señor nos declaró expresamente: negociad, mientras vengo (Lucas 19, 13). Mientras esperamos el retorno del Señor, que volverá a tomar posesión plena de su Reino, no podemos estar cruzados de brazos. La extensión del Reino de Dios no es sólo tarea oficial de los miembros de la Iglesia que representan a Cristo, porque han recibido de El los poderes sagrados. Vos autem  estis corpus Christi, vosotros también sois cuerpo de Cristo (1 Corintios 12, 27), nos señala el Apóstol, con el mandato concreto de negociar hasta el fin.

v  Progreso y Reino de Dios. Catecismo de la Iglesia Católica.

-          n. 1049: «No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar  la
preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios» (GS 39,2).
-          n.  2820:  Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino
de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz (Cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).

Vida Cristiana




[1] Cfr. Canto antes del Evangelio: Colosenses 3, 15-16: 16 Que la palabra de Cristo habite en vosotros    abundantemente.
[2] La “carne” significa nuestra condición humana precaria, llena de debilidad.

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