sábado, 30 de junio de 2018

Domingo 13 del Tiempo Ordinario Año B, 28 de junio de 2015



Ø Domingo 13 del Tiempo Ordinario, Año B (28 de junio de 2015). La resurrección de la hija de
Jairo, y la curación de una mujer enferma. Nuestra fe en Jesús Señor de la vida y de la muerte. En Jesús que salva. El encuentro decisivo con Cristo Palabra encarnada. La función de la fe. A la hemorroisa le dice: «Hija, tu fe te ha salvado». Un encuentro supremo entre Dios y el hombre, que se celebra en Jesucristo. La mujer tocó la vestidura y fue curada. Infelices de nosotros que no nos curamos de nuestras calamidades aun comiendo el cuerpo del Señor. Todo es posible para quien cree. La ayuda a las necesidades de los demás. Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad. La costumbre de la colecta en la Misa, siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos.

v  Cfr. Domingo 13 del Tiempo Ordinario Año B, 28 de junio de 2015

                  Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24; 2 Corintios 8, 7.9.13-15; Marcos 5, 21-43

Sabiduría 1: 13 Dios no hizo la muerte,  ni se goza con  la destrucción de los vivientes. 14 Sino que creó todas las cosas para que existieran: las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte,  ni el abismo reina sobre la tierra, 15 porque la justicia es inmortal. 2 23 Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, y lo hizo imagen de su propia eternidad. 24 Mas por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.

2 Corintios 8, 7-9.13-15: 7 Y lo mismo que sobresalís en todo –en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado–, sobresalid también en esta obra de caridad. 8 No os lo digo como un mandato, sino que deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor. 9 Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. 13 Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar.
14 En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad. 15 Como está escrito: Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.

Marcos 5, 21  Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: « Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva. » 24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. 35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: « Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro? » 36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: « No temas; solamente ten fe. » 37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. 39 Entra y les dice: « ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida ». 40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dice: « Talitá kum », que quiere decir: « Muchacha, a ti te digo, levántate. » 42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. 43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

La resurrección de la hija de Jairo y la curación de la mujer enferma

significan que Dios, en Jesucristo,

tiene en su mano la suerte del hombre.


1. La resurrección de la hija de Jairo: somos llamados a renovar nuestra fe en Jesús Señor de la vida y de la muerte. En Jesús que salva.

Cfr. Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno B, ed. città Nuova IX Edizione giugno 2001, XIII domenica  pp. 230-233

·         pp. 231-232: Leyendo el texto del evangelio sobre la resurrección de la hija de Jairo, vuelve el
“estupor; y es que, ¡no sólo le obedece el mar, sino también la muerte! Si el hombre pudiese volver a vivir .... suspiraba Job, he aquí ahora una señal concreta de que él puede volver a vivir”.  (p. 231)
            “Hoy somos llamados a renovar nuestra fe en Jesús Señor de la vida y de la muerte; en Jesús que salva, porque éste es hoy el motivo que domina [en la liturgia]: la salvación. Una salvación que no se limita a la mente, al corazón o al alma, sino que abraza todo el hombre entero, su carne no menos que su espíritu. También la salud forma parte de la salvación.
            Hemos tocado un punto delicado en el que es fácil trampear y tenemos el deber de ser honrados en relación con quien escucha la palabra, sin engañar con palabras fáciles pero ilusorias. ¿Qué promete hoy el Evangelio: curaciones milagrosas para todos, resurrección de la muerte? El hombre está siempre buscando angustiosamente  soluciones para sus enfermedades, especialmente  de aquellas  - cada generación tiene la suya -  ante las que se siente impotente. ¡Y cuando el médico, es decir, la ciencia, se declara vencido, se recurre al curandero o al exorcista! Nos agarramos a cualquier esperanza. ¿Es Jesús, por casualidad, una de esos curanderos de la última hora, al que nos podemos dirigir después de todo lo demás ha fallado? Podría ser así, pero es un aspecto secundario de todo ello. Las curaciones de Jesús no son manifestaciones taumatúrgicas que acaban en sí mismas; son, en cambio, señales, son como sacramentos en acción. Algo así como el pan en la Eucaristía y el agua en el Bautismo. Su grandeza no está en lo que se ve y obran externamente, sino en lo que prometen y significan.  pp. 231-232

v  El significado de la curación de la mujer y la resurrección de la hija de Jairo. 

o   No eliminando las enfermedades, o la decadencia o la muerte, sino rescatándolas con la apertura para ellas de un paso hacia la vida. ¡Habrá vida y vida eterna!

§    Dios, en Jesucristo, ha tomado en su mano la suerte del hombre y  ha vuelto a manifestarse a sí mismo como quien es en realidad, es decir, el Dios de vivos y no de muertos (cf. Mt 22,32)
            ¿Y qué significan, en nuestro caso, la curación de la mujer enferma y la resurrección de la hija de Jairo? Significan que Dios, en Jesucristo, ha tomado en su mano la suerte del hombre, que ha vuelto a manifestarse a sí mismo como quien es en realidad, es decir, el Dios de vivos y no de muertos (cf. Mateo 22,32); el Dios que hace que triunfe la vida y que preserva la existencia de sus criaturas. Todo esto lo hace no eliminando las enfermedades  o la decadencia o la muerte, sino rescatándolas, con la apertura para ellas de un  paso hacia la vida. Un día ya no habrá más muerte, ni luto, ni lamento, ni ansiedad: todas estas cosas han pasado (cf. Apocalipsis 21,4). El último enemigo - la muerte -  será aniquilado (cf. 1 Corintios 15, 26). ¡Habrá vida y vida eterna! Esta es la promesa que se contiene en aquellos signos, que hace de los milagros de Jesús como otros tantos sacramentos de la esperanza.”  (p. 232)

No temas; solamente ten fe

2. El encuentro decisivo con Cristo Palabra encarnada. La función de la fe. A la hemorroisa le dice: «Hija, tu fe te ha salvado» 


v  Un encuentro supremo entre Dios y el hombre, que se celebra en Jesucristo.

Cfr. san Juan Pablo II, Catequesis, miércoles 9 de agosto del 2000

-          En nuestras reflexiones anteriores hemos seguido los pasos de la humanidad en su encuentro
con Dios, que la creó y salió a su camino para buscarla. Hoy meditaremos en el encuentro supremo entre Dios y el hombre, el que se celebra en Jesucristo, la Palabra divina que se encarna y pone su morada en medio de nosotros (cf. Juan 1,14). Como afirmaba en el siglo II san Ireneo, obispo de Lyon, la revelación definitiva de Dios se realizó "cuando el Verbo se hizo hombre, haciéndose semejante al hombre y haciendo al hombre semejante a sí mismo, para que, a través de la semejanza con el Hijo, el hombre llegara a ser precioso ante el Padre" (Adversus haereses V, 16, 2). Este abrazo íntimo entre divinidad y humanidad, que san Bernardo compara con el "beso" del que habla el Cantar de los cantares (cf. Sermones super Cantica canticorum II), se extiende desde la persona de Cristo hasta aquellos a quienes él llega. Ese encuentro de amor manifiesta varias dimensiones que ahora trataremos de ilustrar. (…)

o   Encontrarse con Cristo en el sendero de la propia vida significa a menudo obtener una curación física.

§    Jesús exige la fe. A la hemorroísa que, como última esperanza, había tocado la orla de su manto, Jesucristo le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad·
-          Encontrarse con Cristo en el sendero de la propia vida significa a menudo obtener una
curación física. A sus discípulos Jesús les encomendará la misión de anunciar el reino de Dios, la conversión y el perdón de los pecados (cf. Lucas 24,47), pero también curar a los enfermos, librar de todo mal, consolar y sostener. En efecto, los discípulos "predicaban a la gente que se convirtiera; expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban" (Marcos 6,12-13). Cristo vino para buscar, encontrar y salvar al hombre entero. Como condición para la salvación, Jesús exige la fe, con la que el hombre se abandona plenamente a Dios, que actúa en él. En efecto, a la hemorroísa que, como última esperanza, había tocado la orla de su manto, Jesucristo le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad" (Marcos 5,34). (…)

v  La mujer tocó la vestidura y fue curada. Infelices de nosotros que no nos curamos de nuestras calamidades aun comiendo el cuerpo del Señor.

Cfr. san Pedro Crisólogo [1], Sermones 33.
·         “La fe curó en un momento lo que en doce años no pudo curar la ciencia humana. (…) La mujer tocó
la vestidura y fue curada, fue liberada de un mal antiguo. Infelices de nosotros que, aun recibiendo y comiendo cada día el cuerpo del Señor, no nos curamos de nuestras calamidades. No es Cristo quien falta al que está enfermo sino la fe. Ahora que Él permanece en nosotros podrá curar las heridas mucho más que entonces, cuando de paso curó de esta manera a una mujer”.

v  Todo es posible para quien cree  (Marcos 9, 23)

Cfr. san Juan Pablo II, Catequesis, 18 de marzo de 1998
-          La función de la fe es cooperar con esta omnipotencia. Jesús pide hasta tal punto esta
cooperación, que, al volver a Nazaret, no realiza casi ningún milagro porque los habitantes de su aldea no creían en él (cf. Mc 6,5-6). Con miras a la salvación, la fe tiene para Jesús una importancia decisiva.
San Pablo desarrollará la enseñanza de Cristo cuando, en oposición con los que querían fundar la esperanza de salvación en la observancia de la ley judía, afirmará con fuerza que la fe en Cristo es la única fuente de salvación: «Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley» (Romanos 3,28). Sin embargo, no conviene olvidar que san Pablo pensaba en la fe auténtica y plena, «que actúa por la caridad» (Gálatas 5,6). La verdadera fe está animada por el amor a Dios, que es inseparable del amor a los hermanos”.

v  Los milagros de Jesucristo fortalecen la fe en Jesús y pueden ser ocasión de escándalo.

·         Catecismo de la Iglesia Católica, n. 548: Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le
ha enviado (cf. Juan 5, 36; Juan 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Juan 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Marcos 5, 25 - 34; Marc 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquél que hace las obras de su Padre: éstas testimosonian que él es Hijo de Dios (cf. Juan 10, 31  - 38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mateo 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Juan 11, 47  - 48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Marcos 3, 22).

v  Jesús pide a menudo a menudo a los enfermos  que crean

·         Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1504: A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Marcos 5,
34. 36; 9, 23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf  Marcos 7, 32 - 36; Marcos 8, 22 - 25), barro y ablución (cf Juan 9, 6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf  Marcos 1, 41; Marcos 3, 10; Marcos 6, 56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lucas 6, 19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.

v  Las curaciones de Jesús hacen referencia a la fe y revelan la realidad de un Dios que ama.

·         Romano Guardini, El Señor, ed. Cristiandad 2ª ed. 2005, cfr. pp. 87-88: “Las curaciones de
Jesús hacen referencia a la fe, igual que el anuncio del mensaje; y al mismo tiempo revelan  la realidad de un Dios que ama. La auténtica finalidad de esas curaciones consiste en que los hombres descubran la realidad de la fe, se abran a ella y se identifiquen con ella”. 

3. Jesús es el Señor

     Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 4 Edizione, settembre 1996,
      XIII domenica.

v  Un gesto y dos palabras. Cristo no necesita actos mágicos, ritos complicados, escenas taumatúrgicas largas y elaboradas, aplausos de la muchedumbre.

o   Marcos nos quiere introducir en un misterio divino más que en un milagro.

            La figura de Jesús, el Maestro, “emerge  con toda su potencia y grandeza en el silencio que ha descendido en aquella habitación. Su gesto es solemne y, en cierto sentido, nos hace pensar en el Dios creador de Miguel Angel, quien con su dedo llama a la vida a Adán. Jesús toma la mano de la niña y su mano en la delicada y pequeña de la niña se enciende de fuerza y de luz, sobre la estela del Salmo 37: «Aunque tropiece, el fiel no cae, porque el Señor sostiene su mano» (v. 24). Las palabras acompañan al gesto sencillo pero creador, que Jesús pronuncia en su lengua, el arameo popular: Talikà kum! Es una orden a la niña para que se ponga en pié, volviendo a caminar entre los vivientes. Un gesto y dos palabras: Cristo no necesita actos mágicos, ritos complicados, escenas taumatúrgicas largas y elaboradas, aplausos de la muchedumbre. Marcos nos quiere introducir en un misterio divino más que en un milagro. En efecto, como dice el canto de Ana, la madre de Samuel, «Sólo el Señor da muerte y vida, hace bajar al los infiernos y retornar» (1 Samuel 2,6). 

o   Más allá de la simple reanimación de un cadáver. Es la participación en la resurrección de Cristo, en su vida divina, en la eterna comunión con Dios.

§    La muerte, que ahora ha sido evitada, llamará otra vez en su casa y en su corazón, pero, a través de la muerte del «Maestro» Jesús que ella ha encontrado, esa muerte será solamente el umbral que se abre sobre la luz y sobre la vida.
            En la niña, se encarna algo más que una simple beneficiaria de un milagro: se trata de una «resucitada», y esta palabra en el lenguaje del Nuevo Testamento tiene resonancias particulares que van más allá de la simple reanimación de un cadáver. Es la participación en la resurrección de Cristo, en su vida divina, en la eterna comunión con Dios. Marcos por tanto nos hace entrever en aquella joven de doce años que vuelve a la vida lo que Juan hará vislumbrar en la narración de la resurrección de Lázaro: usando el lenguaje de los Padres de la Iglesia, podemos decir que para el cristiano la muerte es un sueño y la resurrección es un despertar en el día perfecto del Señor. La hija de Jairo, como Lázaro, ahora vuelve entre sus personas queridas, a su trabajo, a la espera de la boda (que en el Israel antiguo solamente era posible después de los doce años y medio). La muerte, que ahora ha sido evitada, llamará otra vez en su casa y en su corazón, pero, a través de la muerte del «Maestro» Jesús que ella ha encontrado, esa muerte será solamente el umbral que se abre sobre la luz y sobre la vida”.

4. La ayuda a las necesidades de los demás


·         Segunda Lectura,  2 Corintios 8, 7-9: “7 Sobresalid también en esta obra de caridad. 8 No os lo digo como un
mandato, sino que deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor. 9 Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.

v  Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad.

o   La donación de Jesucristo es punto de referencia en los donativos que hacen los fieles.

·         Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1351: “Desde el principio, junto con el pan y el vino para
la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad. Esta costumbre de la colecta (cf 1 Corintios 16, 1), siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos (cf 2 Corintios 8, 9):
"Los que son ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo que es recogido es entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y viudas, a los que la enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los inmigrantes y, en una palabra, socorre a todos los que están en necesidad" (S. Justino, apol. 1, 67, 6).


Vida Cristiana




[1] San Pedro, llamado Crisólogo  (que significa «palabra de oro»), nació a finales del siglo IV o inicio del V, fue arzobispo de Rávena (433-450). Padre de la Iglesia, fue proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIII en 1729.  Dedica sus sermones a la formación de los catecúmenos, antes de recibir el Bautismo. Siete de ellos son explicaciones del Símbolo (Sermones 56-62) y otros tantos son comentarios de la oración dominical (Sermones 77-82).

Benedicto XVI, Angelus, Domingo 1 de julio de 2012, Ciclo B

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[Chiesa/Omelie1/13B18FeCuracionesMilagrosasLiberaciónTotalSerHumanoAngelusBXVI]

Ø La fe. Domingo 13 del tiempo ordinario (2018). Angelus de Benedicto XVI (2012). Dos

curaciones milagrosas: la hija de uno de los  jefes de la sinagoga y una mujer que sufría hemorragia. En

los dos episodios hay dos niveles de lectura: el puramente físico, Jesús se inclina ante el sufrimiento

humano y cura el cuerpo; el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y

pide fe en él. Estos dos relatos de curación son una invitación a superar una visión puramente horizontal

y materialista de la vida. 


v   Cfr. Benedicto XVI, Angelus, Domingo 1 de julio de 2012, Ciclo B

 Marcos 5, 21ñ43

1. Dos curaciones milagrosas a favor de dos mujeres: la hija de uno de los jefes de la sinagoga y una mujer que sufría de hemorragia

v  En los dos episodios hay dos niveles de lectura: el puramente físico, Jesús se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él. 

Este domingo, el evangelista san Marcos nos presenta el relato de dos curaciones milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija de uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y una mujer que sufría de hemorragia (cf. Mc 5, 21-43). Son dos episodios en los que hay dos niveles de lectura; el puramente físico: Jesús se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él.
En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo había muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe» (v. 36), lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: «Contigo hablo, niña, levántate» (v. 41). Y esta se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: «Niña, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Por tanto, levántate por mí: el hecho de haber sido curada no depende de tus virtudes» (Homilías sobre el Evangelio de Marcos, 3).
El segundo episodio, el de la mujer que sufría hemorragias, pone también de manifiesto cómo Jesús vino a liberar al ser humano en su totalidad. De hecho, el milagro se realiza en dos fases: en la primera se produce la curación física, que está íntimamente relacionada con la curación más profunda, la que da la gracia de Dios a quien se abre a él con fe. Jesús dice a la mujer: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc 5, 34).

o   Estos dos relatos de curación son una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. 

Para nosotros estos dos relatos de curación son una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos muchas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona.

 

2. Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar también en todos

aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, especialmente en los médicos, en los agentes sanitarios y en quienes prestan la asistencia religiosa en los hospitales.

v  Su competencia profesional, y su humanidad y atención cordial: “la formación del corazón”.

Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, especialmente en los médicos, en los agentes sanitarios y en quienes prestan la asistencia religiosa en los hospitales. Son «reservas de amor», que llevan serenidad y esperanza a los que sufren. En la encíclica Deus caritas estexpliqué que, en este valioso servicio, hace falta ante todo competencia profesional —que es una primera necesidad fundamental—, pero esta por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, que necesitan humanidad y atención cordial. «Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una “formación del corazón”: se les ha de guiar hacia el encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro» (n. 31).
Pidamos a la Virgen María que acompañe nuestro camino de fe y nuestro compromiso de amor concreto especialmente a los necesitados, mientras invocamos su maternal intercesión por nuestros hermanos que viven un sufrimiento en el cuerpo o en el espíritu.



Vida Cristiana

viernes, 29 de junio de 2018

Luchar por la vida hasta perderla: por Santiago Agrelo

Para un creyente la muerte es siempre un escándalo.
El libro de la Sabiduría parece querer evitártelo, cuando dice: “Dios no hizo la muerte”. Pero tú intuyes que puedes añadir, aunque te inquiete lo que vas a decir: “Tampoco hizo la vida”, pues vida y muerte no son cosas que se hacen, sino procesos que se experimentan.
No te dejes acobardar por el escándalo y entra en el misterio asombroso de la relación de Dios con la vida y con la muerte.
La Sabiduría se acerca con palabras nuestras al misterio de Dios, y nos deja entrever dónde encuentra Dios su complacencia y qué sueños son los que acaricia en su intimidad: “Dios no se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”.
No pienses, sin embargo, que has de llamar vida a cualquier cosa, pues la vida que Dios ama y por la que lucha en todos los ámbitos de la creación, lleva consigo la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad. Y eso significa que lleva consigo la inmortalidad, pues todo, desde la justicia a la verdad, ¡todo es inmortal!
Te he dicho de la vida que Dios ama. Y porque no pienses que lo dicho es invención mía, recuerda las palabras de Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna”.  Y aquellas otras: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
En realidad, lo que se proclama en el evangelio de este domingo es narración de la lucha de Dios por la vida del hombre, por la salud del hombre, por la paz del hombre: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva… Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: …levántate”. Y a la mujer que, pensando que con solo tocar el vestido de Jesús quedaría curada, Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y con salud”.
Intuyo, hermano mío, hermana mía, que la vida, siendo lo que ya tenemos, es sobre todo lo que aún no tenemos, lo que esperamos alcanzar, porque Dios lucha por ello, y nosotros nos unimos a esa lucha con la pasión que en nuestros corazones pone el amor de Dios.
Te he dicho de la vida por la que Dios lucha. Y porque no pienses que la palabra lucha es excesiva para indicar el compromiso de tu Dios con la vida, deja por un momento la casa del jefe de la sinagoga con su velatorio por la niña muerta, deja el camino que Jesús recorre acompañado de tanta gente que lo apretujaba, deja Galilea por Jerusalén, y mira a Jesús luchar por la justicia y el bien, la libertad y la paz, la reconciliación y la verdad, mira a Jesús luchar hasta perder la vida por tu vida.
Tal vez ahora empecemos a intuir qué significa la palabra cristiano. En el catecismo aprendiste que  “cristiano quiere decir hombre de Cristo”. Ahora puedes añadir: cristiano es el hombre, la mujer, que por ser de Cristo, aman la vida, luchan por la vida, hasta perder la vida en esa lucha.
Cristiano tal vez sea sólo ese hombre, esa mujer, en quienes Cristo continúa su batalla por la vida, una vida que empieza en el seno materno y aspira a la inmortalidad en el seno de Dios.
Feliz domingo.
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