Ø Domingo 13 del Tiempo
Ordinario, Año B (28 de junio de 2015). La resurrección de la hija de
Jairo,
y la curación de una mujer enferma. Nuestra fe en Jesús Señor de la vida
y de la muerte. En Jesús que salva. El encuentro decisivo con Cristo Palabra
encarnada. La función de la fe. A la hemorroisa le dice: «Hija, tu fe te ha
salvado». Un encuentro supremo entre Dios y el hombre, que se celebra en
Jesucristo. La mujer tocó la
vestidura y fue curada. Infelices de nosotros que no nos curamos de nuestras
calamidades aun comiendo el cuerpo del Señor. Todo
es posible para quien cree. La ayuda a las
necesidades de los demás. Desde el principio, junto con el pan y el
vino para la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para
compartirlos con los que tienen necesidad. La costumbre de la colecta en la
Misa, siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para
enriquecernos.
v Cfr.
Domingo 13 del Tiempo Ordinario Año B, 28 de junio de 2015
Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24; 2 Corintios 8, 7.9.13-15; Marcos 5, 21-43
Sabiduría 1: 13 Dios no hizo la muerte, ni se goza con la destrucción de los vivientes. 14 Sino que creó todas las cosas para que existieran:
las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo reina sobre la tierra, 15 porque la justicia es inmortal. 2 23 Porque Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad, y lo hizo imagen de su propia eternidad. 24 Mas por la envidia del diablo entró la muerte
en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.
2 Corintios 8, 7-9.13-15: 7 Y lo
mismo que sobresalís en todo –en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño
y en el amor que os hemos comunicado–, sobresalid
también en esta obra de caridad. 8 No os lo digo como un mandato, sino que
deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro
amor. 9 Pues conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros
para enriqueceros con su pobreza. 13 Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata
de igualar.
14 En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la
abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad. 15 Como está
escrito: Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le
faltaba.
Marcos 5, 21 Jesús pasó de nuevo
en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a
la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes
de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: « Mi
hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve
y viva. » 24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que
le oprimía. 35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del
jefe de la sinagoga unos diciendo: « Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al
Maestro? » 36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al
jefe de la sinagoga: « No temas; solamente ten fe. » 37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no
ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y
observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. 39 Entra y les dice: « ¿Por qué alborotáis y
lloráis? La niña no ha muerto; está
dormida ». 40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar
fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y
entra donde estaba la niña. 41 Y tomando
la mano de la niña, le dice: « Talitá kum », que quiere decir: « Muchacha, a ti
te digo, levántate. » 42 La muchacha se levantó
al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí,
llenos de estupor. 43 Y les insistió mucho en
que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
La resurrección de la hija de Jairo y la curación de la mujer enferma
significan que Dios, en Jesucristo,
tiene en su mano la suerte del hombre.
1. La resurrección de la hija de Jairo: somos llamados a
renovar nuestra fe en Jesús Señor de la vida y de la muerte. En Jesús que
salva.
Cfr. Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno B, ed. città Nuova IX
Edizione giugno 2001, XIII domenica pp.
230-233
·
pp. 231-232: Leyendo el texto del evangelio
sobre la resurrección de la hija de Jairo, vuelve el
“estupor; y es que, ¡no sólo le
obedece el mar, sino también la muerte! Si el hombre pudiese volver a vivir
.... suspiraba Job, he aquí ahora una señal concreta de que él puede volver a
vivir”. (p. 231)
“Hoy somos llamados a
renovar nuestra fe en Jesús Señor de la vida y de la muerte; en Jesús que
salva, porque éste es hoy el motivo que domina [en la liturgia]: la salvación.
Una salvación que no se limita a la mente, al corazón o al alma, sino que
abraza todo el hombre entero, su carne no menos que su espíritu. También la salud forma parte de la salvación.
Hemos tocado un punto
delicado en el que es fácil trampear y tenemos el deber de ser honrados en
relación con quien escucha la palabra, sin engañar con palabras fáciles pero
ilusorias. ¿Qué promete hoy el Evangelio: curaciones milagrosas para todos,
resurrección de la muerte? El hombre está siempre buscando angustiosamente soluciones para sus enfermedades,
especialmente de aquellas - cada generación tiene la suya - ante las que se siente impotente. ¡Y cuando
el médico, es decir, la ciencia, se declara vencido, se recurre al curandero o
al exorcista! Nos agarramos a cualquier esperanza. ¿Es Jesús, por casualidad,
una de esos curanderos de la última hora, al que nos podemos dirigir después de
todo lo demás ha fallado? Podría ser así, pero es un aspecto secundario de todo
ello. Las curaciones de Jesús no son manifestaciones taumatúrgicas que acaban
en sí mismas; son, en cambio, señales, son como sacramentos en acción. Algo así
como el pan en la Eucaristía y el agua en el Bautismo. Su grandeza no está en
lo que se ve y obran externamente, sino en lo que prometen y significan. pp. 231-232
v
El
significado de la curación de la mujer y la resurrección de la hija de
Jairo.
o No eliminando las enfermedades, o la
decadencia o la muerte, sino rescatándolas con la apertura para ellas de un
paso hacia la vida. ¡Habrá vida y vida eterna!
§ Dios, en
Jesucristo, ha tomado en su mano la suerte del hombre y ha vuelto a manifestarse a sí mismo como
quien es en realidad, es decir, el Dios de vivos y no de muertos (cf. Mt 22,32)
¿Y qué
significan, en nuestro caso, la curación de la mujer enferma y la resurrección
de la hija de Jairo? Significan que Dios, en Jesucristo, ha tomado en su mano
la suerte del hombre, que ha vuelto a manifestarse a sí mismo como quien es en
realidad, es decir, el Dios de vivos y no de muertos (cf. Mateo 22,32); el Dios
que hace que triunfe la vida y que preserva la existencia de sus criaturas.
Todo esto lo hace no eliminando las enfermedades o la decadencia o la muerte, sino
rescatándolas, con la apertura para ellas de un
paso hacia la vida. Un día ya no habrá más muerte, ni luto, ni lamento,
ni ansiedad: todas estas cosas han pasado (cf. Apocalipsis 21,4). El último
enemigo - la muerte - será aniquilado
(cf. 1 Corintios 15, 26). ¡Habrá vida y vida eterna! Esta es la promesa que se
contiene en aquellos signos, que hace de los milagros de Jesús como otros
tantos sacramentos de la esperanza.” (p.
232)
No temas; solamente ten fe
2. El encuentro decisivo con Cristo Palabra encarnada. La
función de la fe. A la hemorroisa le dice: «Hija, tu
fe te ha salvado»
v Un
encuentro supremo entre Dios y el hombre, que se celebra en Jesucristo.
Cfr.
san Juan Pablo II, Catequesis, miércoles 9 de agosto del 2000
-
En nuestras
reflexiones anteriores hemos seguido los pasos de la humanidad en su encuentro
con Dios, que la creó y salió
a su camino para buscarla. Hoy meditaremos en el encuentro supremo entre Dios y
el hombre, el que se celebra en Jesucristo, la Palabra divina que se encarna y
pone su morada en medio de nosotros (cf. Juan 1,14).
Como afirmaba en el siglo II san Ireneo, obispo de Lyon, la revelación
definitiva de Dios se realizó "cuando el Verbo se hizo hombre, haciéndose
semejante al hombre y haciendo al hombre semejante a sí mismo, para que, a
través de la semejanza con el Hijo, el hombre llegara a ser precioso ante el
Padre" (Adversus haereses V,
16, 2). Este abrazo íntimo entre divinidad y humanidad, que san Bernardo
compara con el "beso" del que habla el Cantar de los cantares
(cf. Sermones super Cantica
canticorum II), se extiende desde la persona de Cristo hasta aquellos
a quienes él llega. Ese encuentro de amor manifiesta varias dimensiones que
ahora trataremos de ilustrar. (…)
o
Encontrarse con Cristo en el sendero de la
propia vida significa a menudo obtener una curación física.
§ Jesús
exige la fe. A la hemorroísa que, como última esperanza, había tocado la orla
de su manto, Jesucristo le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y
queda curada de tu enfermedad·
-
Encontrarse con
Cristo en el sendero de la propia vida significa a menudo obtener una
curación física. A sus
discípulos Jesús les encomendará la misión de anunciar el reino de Dios, la
conversión y el perdón de los pecados (cf. Lucas 24,47),
pero también curar a los enfermos, librar de todo mal, consolar y sostener. En
efecto, los discípulos "predicaban a la gente que se convirtiera;
expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los
curaban" (Marcos
6,12-13). Cristo vino para buscar, encontrar y salvar al hombre
entero. Como condición para la salvación, Jesús exige la fe, con la que el
hombre se abandona plenamente a Dios, que actúa en él. En efecto, a la
hemorroísa que, como última esperanza, había tocado la orla de su manto,
Jesucristo le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada
de tu enfermedad" (Marcos 5,34).
(…)
v La mujer
tocó la vestidura y fue curada. Infelices de nosotros que no nos curamos de
nuestras calamidades aun comiendo el cuerpo del Señor.
Cfr. san
Pedro Crisólogo [1], Sermones 33.
·
“La fe curó en un momento lo que en doce años no
pudo curar la ciencia humana. (…) La mujer tocó
la vestidura y fue curada, fue liberada de un mal antiguo. Infelices de
nosotros que, aun recibiendo y comiendo cada día el cuerpo del Señor, no nos
curamos de nuestras calamidades. No es Cristo quien falta al que está enfermo
sino la fe. Ahora que Él permanece en nosotros podrá curar las heridas mucho
más que entonces, cuando de paso curó de esta manera a una mujer”.
v Todo es
posible para quien cree (Marcos 9, 23)
Cfr. san
Juan Pablo II, Catequesis, 18 de marzo de 1998
-
“La función de
la fe es cooperar con esta omnipotencia. Jesús pide hasta tal punto esta
cooperación, que, al volver a
Nazaret, no realiza casi ningún milagro porque los habitantes de su aldea no
creían en él (cf. Mc 6,5-6).
Con miras a la salvación, la fe tiene para Jesús una importancia decisiva.
San
Pablo desarrollará la enseñanza de Cristo cuando, en oposición con los que
querían fundar la esperanza de salvación en la observancia de la ley judía,
afirmará con fuerza que la fe en Cristo es la única fuente de salvación:
«Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la
ley» (Romanos 3,28).
Sin embargo, no conviene olvidar que san Pablo pensaba en la fe auténtica y
plena, «que actúa por la caridad» (Gálatas 5,6).
La verdadera fe está animada por el amor a Dios, que es inseparable del amor a
los hermanos”.
v Los
milagros de Jesucristo fortalecen la fe en Jesús y pueden ser ocasión de
escándalo.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 548: Los signos que lleva a cabo Jesús
testimonian que el Padre le
ha enviado (cf. Juan 5, 36; Juan 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf.
Juan 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Marcos
5, 25 - 34; Marc 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros fortalecen la fe
en Aquél que hace las obras de su Padre: éstas testimosonian que él es Hijo de
Dios (cf. Juan 10, 31 - 38). Pero también pueden ser "ocasión de
escándalo" (Mateo 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los
deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por
algunos (cf. Juan 11, 47 - 48); incluso se le acusa de obrar movido por
los demonios (cf. Marcos 3, 22).
v Jesús
pide a menudo a menudo a los enfermos
que crean
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1504: A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Marcos 5,
34. 36; 9, 23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Marcos 7, 32 - 36; Marcos 8, 22 - 25), barro y ablución (cf Juan 9, 6s). Los enfermos
tratan de tocarlo (cf Marcos 1, 41; Marcos 3, 10; Marcos
6, 56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lucas 6, 19). Así, en los
sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
v Las
curaciones de Jesús hacen referencia a la fe y revelan la realidad de un Dios
que ama.
·
Romano Guardini, El Señor, ed.
Cristiandad 2ª
ed. 2005, cfr. pp. 87-88: “Las curaciones de
Jesús
hacen referencia a la fe, igual que el anuncio del mensaje; y al mismo tiempo
revelan la realidad de un Dios que ama.
La auténtica finalidad de esas curaciones consiste en que los hombres descubran
la realidad de la fe, se abran a ella y se identifiquen con ella”.
3. Jesús es el Señor
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno
B, Piemme 4 Edizione, settembre 1996,
XIII domenica.
v
Un
gesto y dos palabras. Cristo no necesita actos mágicos, ritos complicados,
escenas taumatúrgicas largas y elaboradas, aplausos de la muchedumbre.
o Marcos nos quiere introducir en un
misterio divino más que en un milagro.
La figura de Jesús, el Maestro,
“emerge con toda su potencia y grandeza
en el silencio que ha descendido en aquella habitación. Su gesto es solemne y,
en cierto sentido, nos hace pensar en el Dios creador de Miguel Angel, quien
con su dedo llama a la vida a Adán. Jesús toma la mano de la niña y su mano en
la delicada y pequeña de la niña se enciende de fuerza y de luz, sobre la
estela del Salmo 37: «Aunque tropiece, el fiel no cae, porque el Señor sostiene
su mano» (v. 24). Las palabras acompañan al gesto sencillo pero creador, que
Jesús pronuncia en su lengua, el arameo popular: Talikà kum! Es una orden a la niña para que se ponga en pié,
volviendo a caminar entre los vivientes. Un gesto y dos palabras: Cristo no
necesita actos mágicos, ritos complicados, escenas taumatúrgicas largas y
elaboradas, aplausos de la muchedumbre. Marcos nos quiere introducir en un
misterio divino más que en un milagro. En efecto, como dice el canto de Ana, la
madre de Samuel, «Sólo el Señor da muerte y vida, hace bajar al los infiernos y
retornar» (1 Samuel 2,6).
o Más allá de la simple reanimación de
un cadáver. Es la participación en la resurrección de Cristo, en su vida
divina, en la eterna comunión con Dios.
§ La muerte, que ahora ha sido
evitada, llamará otra vez en su casa y en su corazón, pero, a través de la
muerte del «Maestro» Jesús que ella ha encontrado, esa muerte será solamente el
umbral que se abre sobre la luz y sobre la vida.
En la niña, se encarna algo
más que una simple beneficiaria de un milagro: se trata de una «resucitada», y
esta palabra en el lenguaje del Nuevo Testamento tiene resonancias particulares
que van más allá de la simple reanimación de un cadáver. Es la participación en
la resurrección de Cristo, en su vida divina, en la eterna comunión con Dios. Marcos
por tanto nos hace entrever en aquella joven de doce años que vuelve a la vida
lo que Juan hará vislumbrar en la narración de la resurrección de Lázaro:
usando el lenguaje de los Padres de la Iglesia, podemos decir que para el
cristiano la muerte es un sueño y la resurrección es un despertar en el día
perfecto del Señor. La hija de Jairo, como Lázaro, ahora vuelve entre sus
personas queridas, a su trabajo, a la espera de la boda (que en el Israel
antiguo solamente era posible después de los doce años y medio). La muerte, que
ahora ha sido evitada, llamará otra vez en su casa y en su corazón, pero, a
través de la muerte del «Maestro» Jesús que ella ha encontrado, esa muerte será
solamente el umbral que se abre sobre la luz y sobre la vida”.
4. La ayuda a las necesidades de los demás
·
Segunda Lectura, 2
Corintios 8, 7-9: “7 Sobresalid también en esta obra de caridad. 8 No os lo
digo como un
mandato, sino que deseo
comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor. 9
Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se
hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
v Desde el
principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos
presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad.
o
La donación de Jesucristo es punto de referencia en
los donativos que hacen los fieles.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1351: “Desde
el principio, junto con el pan y el vino para
la Eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para
compartirlos con los que tienen necesidad. Esta costumbre de la colecta (cf 1 Corintios
16, 1), siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre
para enriquecernos (cf 2 Corintios 8, 9):
"Los que son
ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo que es recogido es
entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y viudas, a los que la
enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los inmigrantes y, en
una palabra, socorre a todos los que están en necesidad" (S. Justino,
apol. 1, 67, 6).
Vida Cristiana
[1] San Pedro,
llamado Crisólogo (que significa «palabra de oro»), nació a finales
del siglo IV o inicio del V, fue arzobispo de Rávena (433-450). Padre de la Iglesia, fue proclamado Doctor de la Iglesia por el
papa Benedicto XIII en 1729. Dedica sus sermones a la formación de los
catecúmenos, antes de recibir el Bautismo. Siete de ellos son explicaciones del
Símbolo (Sermones 56-62) y otros tantos son comentarios de la oración
dominical (Sermones 77-82).
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