viernes, 25 de enero de 2019

Domingo 3º del tiempo ordinario Ciclo C 27 de enero 2019

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[Omelie1/Cristo/3C19CristoRedentorLibereradorLuz]
Ø  Domingo tercero del Tiempo Ordinario, ciclo C  (2019) Jesucristo se presenta como redentor, liberador,
luz, etc. Meditar la historia de Cristo. Una ambición noble para participar en la divina amistad en un recogimiento interior compatible con  nuestros deberes profesionales y con los de ciudadano.

v  Cfr. Domingo 3º del tiempo ordinario  Ciclo C

            27 de enero 2019
              Nehemías 8,2-4a..5-6.8-10; 1 Corintios 12,12-30; Lucas 1,1-4; 4,14-21
Lucas  1, 1-4; 4, 14-21: Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, 2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, 3 he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, 4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. 4, 14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. 15 El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. 16 Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
            18 El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha
             enviado para  anunciar la redención a  los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad
             a los oprimidos 19 y para promulgar el año de gracia del Señor. [cfr. Isaías 61, 1-2]
20 Y enrollando el libro se  lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. 21 Comenzó, pues, a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir

Cristo se presenta como Redentor, Luz, Liberador etc.
(Cfr. Evangelio de hoy: vv. 18-19; 21)
Yo soy la luz del mundo – dice el Señor -. El que me sigue
no camina en las tinieblas,
Sino que tendrá la luz de la vida.
(Cfr. Antífona de comunión, Juan 8, 12)
El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad.
(Lucas 4, 18: Aleluya antes del Evangelio)

1.   Evangelio: es el Señor quien lee la Escritura y la comenta

v  «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír»:

·         El Señor mismo se presenta como cumplimiento de todas las promesas hechas por Dios en el Antiguo Testamento. Pronuncia una frase en la que asegura que toda la esperanza anunciada por Isaías se hace realidad «hoy», en él, en Jesús de Nazaret.
·         Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 3: Ante sus conciudadanos en Nazaret, Cristo hace alusión a las
palabras del profeta Isaías: « El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor ».(Lucas 4, 18 s) ) Estas frases, según san Lucas, son su primera declaración mesiánica, a la que siguen los hechos y palabras conocidos a través del Evangelio. Mediante tales hechos y palabras, Cristo hace presente al Padre entre los hombres.

v  El  Catecismo Iglesia Católica lo explica con diversas frases:

o   El Hijo de Dios hecho hombre es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre

                n.  65: CRISTO JESUS, «MEDIADOR Y PLENITUD DE TODA LA REVELACION» (DV 2) - Dios ha dicho todo en su Verbo - «De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hb 1, 1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb 1, 1-2:
            Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra...; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en El, dándonos al Todo, que es su Hijo. ö Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, ö no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (Carm. 2, 22).

o   Toda la vida  (Palabras, obras, silencios, su manera de ser, etc.) de Cristo es revelación del Padre

            n. 516: Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: «Quien me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14, 9), y el Padre: «Este es mi Hijo amado; escuchadle» (Lc 9, 35). ö Nuestro Señor, al haberse hecho para cumplir la voluntad del Padre (Cf Hb 10, 5-7), nos «manifestó el amor que nos tiene» (1 Jn 4, 9) incluso con los rasgos más sencillos de sus misterios.

o   La Iglesia venera las Escrituras como venera el Cuerpo del Señor

            n. 103: ...  la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (Cf DV 21).

o   El Nuevo Testamento: su objetivo central es Jesucristo

            n. 124: «La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (Cf DV 20).

o   La Escritura en nuestra vida: fuente de vida espiritual; fácil acceso; lectura frecuente

            n. 131: LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA - «Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV 21). «Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV 22).

2. Una ambición en nuestra vida

v  Meditar la historia de Cristo

·         Es Cristo que pasa, 107: «Cuando se ama una persona se desean saber hasta los más mínimos detalles de su
existencia, de su carácter, para así identificarse con ella. Por eso hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y resurrección».

v  Una ambición noble para participar en la divina amistad en un recogimiento interior compatible con  nuestros deberes profesionales y con los de ciudadano.  

·         Amigos de Dios, 300: «Ruego al señor que nos decidamos a alimentar en nuestras almas la única ambición
noble, la única que merece la pena: ir junto a Jesucristo, como fueron su Madre Bendita y el Santo Patriarca, con ansia, con abnegación, sin descuidar nada. Participaremos en la dicha de la divina amistad  - en un recogimiento interior, compatible con  nuestros deberes profesionales y con los de ciudadano -, y le agradeceremos la delicadeza y la claridad con que El nos enseña a cumplir la Voluntad del Padre Nuestro que habita en los cielos».  

4. Condiciones para acoger al Señor: como luz, como liberador, etc. según se presentó él mismo. Realidades que tendremos que reconocer.

Sólo podremos entender a Jesús y alegrarnos de su anuncio, cuando comprendamos que nos trae una salvación real para nuestras prisiones, pobrezas y cegueras. Tendremos que reconocer, sin maquillaje ni ignorancias culpables, cuáles son las cosas que nos esclavizan, las que nos empobrecen y ciegan. Aguantar el tirón y el vértigo de que no todo es tan libre, ni tan autosuficiente, ni tan claro como nos creemos o nos hacen creer. Pero en el realismo de nuestras dificultades cotidianas, allí donde brotan los barrotes que esclavizan, los consumos que empobrecen nuestro corazón y la dignidad de los verdaderamente pobres, las oscuridades que nos ciegan, allí es donde somos convocados para escuchar el hoy de nuestra salvación, el hoy de nuestra libertad, de nuestra alegría y de nuestra luz. (Jesús Sanz Montes, Alfa y Omega n. 529).

5. Unas palabras de san Pablo especialmente importantes para percibir en nuestras vidas una realidad imprescindible: Jesús nos ama.

v  Gálatas 2, 20

-          Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en
la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí.

o   La certeza del amor incondicionado. La gran esperanza y esperanzas, grandes o pequeñas.

-          Benedicto XVI, Spe salvi n. 26 (30 noviembre 2007): No es la ciencia la que redime al hombre. El
hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de « redención » que da un nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta también de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: « Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro » (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces– el hombre es « redimido », suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha « redimido ». Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana « causa primera » del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: « Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí » (Ga 2,20).
-          Ibidem n. 31. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas – más grandes o más pequeñas –, que
día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida. Trataremos de concretar más esta idea en la última parte, fijando nuestra atención en algunos « lugares » de aprendizaje y ejercicio práctico de la esperanza.

Vida Cristiana


Videomensaje del Papa a los jóvenes en preparación de la JMJ 2019 [Panamá, 22-27 de enero de 2019]




[Chiesa/Testi/Caritá/ServicioDemásSalirUnoMismoJMJPanamáLema]

Lema: la respuesta de la Virgen María a la llamada de Dios:
«He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás.
Nuestra vida solo encuentra significado
en el servicio a Dios y a los demás.

 

v  Cfr. Videomensaje del Papa a los jóvenes en preparación de la JMJ 2019

                  [Panamá, 22-27 de enero de 2019]

Queridos jóvenes, nos aproximamos a la Jornada Mundial de la Juventud, que
se celebrará en Panamá el próximo mes de enero y tiene como lema la
respuesta de la Virgen María a la llamada de Dios: «He aquí la sierva del
Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Sus palabras son un “sí” valiente y generoso. El sí de quien ha comprendido el secreto de la vocación: salir de uno mismo y ponerse al servicio de los demás. Nuestra vida solo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás.
Hay muchos jóvenes, creyentes o no, que al final de una etapa de estudios muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio.
Ponerse al servicio de los demás no significa solamente estar listos para la acción, sino que también hay que ponerse en diálogo con Dios, en actitud de escucha, como lo hizo María. Ella escuchó lo que el ángel le decía y después respondió. De ese trato con Dios en el silencio del corazón, se descubre la propia identidad y la vocación a la que el Señor llama; esta puede expresarse en diferentes formas: en el matrimonio, en la vida consagrada, en el sacerdocio… Todas ellas son modos para seguir a Jesús. Lo importante es descubrir lo que el Señor espera de nosotros y ser valientes para decir “sí”.
            María fue una mujer feliz, porque fue generosa ante Dios y se abrió al plan que tenía para Ella. Las propuestas de Dios para nosotros, como la que le hizo a María, no son para apagar sueños, sino para encender deseos; para hacer que nuestra vida fructifique y haga brotar muchas sonrisas y alegre muchos corazones. Dar una respuesta afirmativa a Dios, es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas.
Queridos jóvenes, anímense a entrar cada uno en su interior y decirle a Dios: ¿Qué es lo que quieres de mí? Dejen que el Señor les hable; ya verán vuestra vida transformada y colmada de alegría.
Ante la inminente Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, los invito a que se preparen, siguiendo y participando en todas las iniciativas que se llevan a cabo. Les ayudarán a ir caminando hacia esta meta. Que la Virgen María los acompañe en este peregrinaje y que su ejemplo los anime a ser valientes y generosos en su respuesta.
¡Buen camino hacia Panamá! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Hasta pronto.



Vida Cristiana

Discurso del Papa Francisco en la Apertura de la JMJ en Panamá Jueves, 24 de enero de 2019




Ø [Chiesa/Papas/Francisco/ViajePanamá/DiscursoAperturaJMJ2019]


El amor de Cristo nos apremia

v  Cfr. Discurso del Papa Francisco en la  Apertura de la JMJ en Panamá

                   Jueves, 24 de enero de 2019

Queridos jóvenes, ¡buenas tardes! ¡Qué bueno volver a encontrarnos y hacerlo en esta tierra que nos recibe con tanto color y calor! Juntos en Panamá, la Jornada Mundial de la Juventud es otra vez una fiesta, una fiesta de alegría, de esperanza para la Iglesia toda y, para el mundo, un enorme testimonio de fe.
Me acuerdo que, en Cracovia, algunos me preguntaron si iba a estar en Panamá; les contesté: “Yo no sé, pero Pedro seguro va a estar. Pedro va a estar”. Hoy me alegra decirles: Pedro está con ustedes para celebrar y renovar la fe y la esperanza. Pedro y la Iglesia caminan con ustedes y queremos decirles que no tengan miedo, que vayan adelante con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y moviliza a ser más alegres, más disponibles, más “testigos del Evangelio”. Ir adelante no para crear una Iglesia paralela un poco más “divertida” o “cool” en un evento para jóvenes, con algún que otro elemento decorativo, como si a ustedes eso los dejara felices.
Pensar así sería no respetarlos y no respetar todo lo que el Espíritu a través de ustedes nos está diciendo. ¡Al contrario! Queremos encontrar y despertar junto a ustedes la continua novedad y juventud de la Iglesia abriéndonos siempre a esa gracia del Espíritu Santo que hace tantas veces un nuevo Pentecostés (cfr. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc. final, 60). Y eso solo es posible, como lo acabamos de vivir en el Sínodo, si nos animamos a caminar escuchándonos y a escuchar complementándonos, si nos animamos a testimoniar anunciando al Señor en el servicio a nuestros hermanos; que siempre es un servicio concreto, no es un servicio de figuritas, es un servicio concreto.

v  Empezar a caminar, esa es la mayor alegría del discípulo: estar en camino.

Si nos vamos a caminar, jóvenes –siempre jóvenes como en la historia de América–, pienso en ustedes que empezaron a caminar primero en esta Jornada, los jóvenes de la juventud indígena: fueron los primeros en América y los primeros en caminar en este encuentro. Un aplauso grande, fuerte. Y también, los jóvenes de la juventud descendientes de africanos, también hicieron su encuentro y nos ganaron de mano. Otro aplauso.
Bueno yo sé que llegar hasta aquí no fue fácil. Conozco el esfuerzo y el sacrificio que hicieron para poder participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo, de dedicación, encuentros de reflexión y de oración hacen que el camino sea –el mismo camino– la recompensa. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo a arriesgar y ponerse a caminar. Si uno se pone a caminar, ese ya es discípulo, si te quedás quieto, perdiste. Empezar a caminar, esa es la mayor alegría del discípulo: estar en camino. Ustedes no tuvieron miedo de arriesgar y de caminar. Y hoy podemos “estar de rumba”, porque esta rumba comenzó hace ya mucho tiempo y en cada comunidad.

v  Somos diferentes, pero tantas diferencias no impidieron confesar a Jesucristo juntos.

o   Hicieron muchos sacrificios para poder encontrarse y así se transforman en verdaderos maestros y artesanos de la cultura del encuentro.

§  «El amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior».
Escuchamos recién en la presentación, en las banderas, que venimos de culturas y pueblos diferentes, hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes. Cada uno de nuestros pueblos ha vivido historias y circunstancias diferentes. ¡Cuántas cosas nos pueden diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos, tantas diferencias no impidieron poder encontrarnos y estar juntos, divertirnos juntos, celebrar juntos, confesar a Jesucristo juntos, ninguna diferencia nos paró. Y eso es posible porque sabemos que hay alguien que nos une, que nos hermana. Ustedes, queridos amigos, hicieron muchos sacrificios para poder encontrarse y así se transforman en verdaderos
maestros y artesanos de la cultura del encuentro. Ustedes con esto se transforman en maestros y artesanos de la cultura del encuentro, que no es: “Hola, qué tal, chao, hasta pronto”. No, la cultura del encuentro es la que nos hace caminar juntos desde nuestras diferencias pero con un amor, juntos todos en el mismo camino. Ustedes con sus gestos y con sus actitudes, con sus miradas, con los deseos y especialmente con la sensibilidad que tienen desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar división, esos discursos que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”. Como en varios países de América decimos: “No son Gcu, Gente como uno”. Ustedes desmienten eso, todos somos gente como uno, todos con nuestras diferencias. Y esto porque tienen ese olfato que sabe intuir que «el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior» (Benedicto XVI,
Homilía, 25-I-2006). Lo repito: «El amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior». ¿Saben quién dijo eso? ¿Saben? El Papa Benedicto XVI que está mirando y lo vamos a aplaudir, le mandamos un saludo desde acá. Él nos está mirando por la televisión, un saludo, todos, todos con las manos, al Papa Benedicto.

v  Ser constructores de puentes, no de  muros

o   Tenemos muchas diferencias, pero tengamos una sueño común: grande y capaz de cobijar a todos. Eso no nos anula, nos enriquece.

§  El sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz, y el Espíritu Santo se desparramó en el corazón de cada uno. Un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón.
«El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo».
Por el contrario, sabemos que el padre de la mentira, el demonio, siempre prefiere un pueblo
dividido y peleado, es el maestro de la división y le tiene miedo a un pueblo que aprende a trabajar juntos. Y este es un criterio para distinguir a la gente: los constructores de puentes y los constructores de muros, esos constructores de muros que sembrando miedos buscan dividir y a broquelear a la gente. Ustedes quieren ser constructores de puentes, ¿qué quieren ser? [Jóvenes
responden: “Constructores de puentes”]. Aprendieron bien, me gusta.
Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni que todos piensen lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, eso lo hacen los loros, los papagayos. Encontrarse es animarse a otra cosa, es entrar en esa cultura del encuentro, es un llamado y una invitación a atreverse a mantener vivo y juntos un sueño en común. Tenemos muchas diferencias, hablamos idiomas diferentes, todos nos vestimos diferente pero, por favor, juguemos por tener un sueño en común, y eso sí podemos hacerlo, y eso no nos anula, nos enriquece. Un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada
hombre y cada mujer, en el corazón de cada uno, en el tuyo, en el tuyo, en el tuyo, en el mío, también en el tuyo, lo tatuó a la espera de que encuentre espacio para crecer y para desarrollarse. Un sueño, un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño concreto, que es una persona, que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que escuchamos: «Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes. En eso reconocerán ustedes que son mis discípulos». ¿Cómo se llama el sueño nuestro? [Jóvenes responden: Jesús] No oigo [repiten: Jesús] No oigo [repiten: Jesús]. A un santo de estas tierras –escuchen esto–, a un santo de estas tierras le gustaba decir: «El cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así el cristianismo
resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo» (cfr. S. Oscar Romero, Homilía, 6-XI-1977). ¿Lo decimos todos juntos? [Jóvenes repiten: El cristianismo es Cristo]. Otra vez [repiten: El cristianismo es Cristo]. Otra vez [repiten: El cristianismo es Cristo]. Es Cristo, es desarrollar el sueño por el que
dio la vida: amar con el mismo amor con que Él nos amó. No nos amó hasta la mitad, no nos amó un cachito, nos amó totalmente, nos llenó de ternura, de amor, dio su vida.

v  Nos preguntamos: ¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué cosa nos mueve a encontrarnos?

o   Es el amor de Cristo que nos apremia.

§  Un amor que no margina, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega.
¿Crees en este amor? ¿Crees que vale la pena?
Nos preguntamos: ¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué cosa nos mueve a encontrarnos? ¿Saben lo que es, lo que los mantiene unidos? Es la seguridad de saber que fuimos amados, que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y no podemos callar, un amor que nos desafía a responder de la misma manera: con amor, que es el amor de Cristo que nos apremia (cfr. 2Co 5,14).
Fíjense que el amor que nos une es un amor que no “patotea”, que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega, es el amor que no se pavonea, que no la juega de pavo real, ese amor humilde que se da a los demás siempre con la mano tendida, ese es el amor que nos une hoy a nosotros.
Te pregunto: ¿Creés en este amor? [Jóvenes responden: Sí]. Pregunto otra cosa: ¿Creés que este amor vale la pena? [Jóvenes responden: Sí]. Jesús una vez a uno que le hizo una pregunta y Jesús se la contestó terminó diciendo: “Bueno, si creés andá y hacé lo mismo”. Yo en nombre de Jesús les digo: “Vayan y hagan lo mismo”. No tengan miedo de amar, no tengan miedo de ese
amor concreto, de ese amor que tiene ternura, de ese amor que es servicio, de ese amor que gasta la vida.

v  María sabía lo que era el amor y respondió: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

o   “¿Te animás? ¿Querés?”. ¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase?

§  ¿Querés con tu corazón al sueño de Dios? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados, jamás pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar tu corazón?
No contesten acá, cada uno conteste en su corazón. Hay preguntas que solo se contestan en silencio.
Y esta fue la misma pregunta y la invitación que recibió María. El ángel le preguntó si quería llevar este sueño en sus entrañas, si quería hacerlo vida, hacerlo carne. María tenía la edad de tantas de ustedes, la edad de tantas chicas como ustedes. Y María dijo: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cerremos los ojos, todos, y pensemos en María; no era tonta, sabía lo que sentía su corazón, sabía lo que era el amor y respondió: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. En este momentito de silencio que Jesús les dice a cada uno, a vos, a vos, a vos, a vos: “¿Te animás? ¿Querés?”. Pensá en Maria y contestá: “Quiero servir al Señor, que se haga en mí según tu palabra”. María se animó a decir “sí”. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y esto es lo que hoy nos pregunta: ¿Querés darle carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón al sueño de Dios? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te abra
nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados, jamás pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar tu corazón? ¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase? No contesten acá, cada uno conteste en su corazón. Hay preguntas que solo se contestan en silencio.

v  Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros, vuestra oración y cada uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos encontramos con los otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo.

o   Para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hace hermanos y que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón del mundo.

§  Allí donde nos encontremos, haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos levantar la mirada y decir: Señor, enséñame a amar como tú nos has amado.
Queridos jóvenes: Lo más esperanzador de esta Jornada no va a ser un documento final, una carta consensuada o un programa a ejecutar. No, eso no va a ser. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración. Eso dará esperanza. Con la cara con la cual vuelvan a sus casas, con el corazón cambiado con el cual vuelvan a su casa, con la oración que
aprendieron a decir con ese corazón cambiado. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros, vuestra oración y cada uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos encontramos con los otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hace hermanos y que estamos invitados a no dejar que se
congele en el corazón del mundo: allí donde nos encontremos, haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos levantar la mirada y decir: Señor, enséñame a amar como tú nos has amado —¿se animan a repetirlo conmigo?—. Señor, enséñame a amar como tú nos has amado. [Jóvenes
repiten con el Papa]. Otra vez. [Señor, enséñame a amar como tú nos has amado]. Más fuerte, están roncos. [Señor, enséñame a amar como tú nos has amado].

v  Un agradecimiento porque queremos ser buenos y educados.

Bueno y como queremos ser buenos y educados no podemos terminar este encuentro sin agradecer. Gracias a todos los que han preparado con mucha ilusión esta Jornada Mundial de la Juventud. Todo esto. Gracias, fuerte. Gracias por animarse a construir y hospedar, por decirle “sí” al sueño de Dios de ver a sus hijos reunidos. Gracias Mons. Ulloa y todo su equipo por ayudar a
que Panamá hoy sea no solamente un canal que une mares, sino también canal donde el sueño de Dios siga encontrando cauces para crecer, multiplicarse e irradiarse en todos los rincones de la tierra. Amigos, amigos y amigas, que Jesús los bendiga, lo deseo de todo corazón.
Que Santa María la Antigua los acompañe y los cuide, para que seamos capaces de decir sin miedo, como ella: «Aquí estoy. Hágase». Gracias.




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