Ø [Chiesa/Papas/Francisco/ViajePanamá/DiscursoAperturaJMJ2019]
El amor de Cristo nos
apremia
v
Cfr. Discurso del Papa Francisco en la Apertura de la JMJ en Panamá
Jueves, 24 de enero de 2019
Queridos jóvenes, ¡buenas tardes!
¡Qué bueno volver a encontrarnos y hacerlo en esta tierra que nos recibe con
tanto color y calor! Juntos en Panamá, la Jornada Mundial de la Juventud es
otra vez una fiesta, una fiesta de alegría, de esperanza para la Iglesia toda
y, para el mundo, un enorme testimonio de fe.
Me acuerdo que, en Cracovia,
algunos me preguntaron si iba a estar en Panamá; les contesté: “Yo no sé, pero
Pedro seguro va a estar. Pedro va a estar”. Hoy me alegra decirles: Pedro está
con ustedes para celebrar y renovar la fe y la esperanza. Pedro y la Iglesia
caminan con ustedes y queremos decirles que no tengan miedo, que vayan adelante
con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y moviliza a
ser más alegres, más disponibles, más “testigos del Evangelio”. Ir adelante no para
crear una Iglesia paralela un poco más “divertida” o “cool” en un evento para
jóvenes, con algún que otro elemento decorativo, como si a ustedes eso los
dejara felices.
Pensar así sería no respetarlos y
no respetar todo lo que el Espíritu a través de ustedes nos está diciendo. ¡Al
contrario! Queremos encontrar y despertar junto a ustedes la continua novedad y
juventud de la Iglesia abriéndonos siempre a esa gracia del Espíritu Santo que
hace tantas veces un nuevo Pentecostés (cfr. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc.
final, 60). Y eso solo es posible, como lo acabamos de vivir en el Sínodo, si
nos animamos a caminar escuchándonos y a escuchar complementándonos, si nos
animamos a testimoniar anunciando al Señor en el servicio a nuestros hermanos;
que siempre es un servicio concreto, no es un servicio de figuritas, es un
servicio concreto.
v
Empezar a caminar, esa es la mayor alegría del
discípulo: estar en camino.
Si nos vamos a caminar, jóvenes
–siempre jóvenes como en la historia de América–, pienso en ustedes que
empezaron a caminar primero en esta Jornada, los jóvenes de la juventud
indígena: fueron los primeros en América y los primeros en caminar en este
encuentro. Un aplauso grande, fuerte. Y también, los jóvenes de la juventud
descendientes de africanos, también hicieron su encuentro y nos ganaron de
mano. Otro aplauso.
Bueno yo sé que llegar hasta aquí
no fue fácil. Conozco el esfuerzo y el sacrificio que hicieron para poder
participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo, de dedicación, encuentros de
reflexión y de oración hacen que el camino sea –el mismo camino– la recompensa.
El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con
decisión, el que no tiene miedo a arriesgar y ponerse a caminar. Si uno se pone
a caminar, ese ya es discípulo, si te quedás quieto, perdiste. Empezar a
caminar, esa es la mayor alegría del discípulo: estar en camino. Ustedes no
tuvieron miedo de arriesgar y de caminar. Y hoy podemos “estar de rumba”,
porque esta rumba comenzó hace ya mucho tiempo y en cada comunidad.
v
Somos diferentes, pero tantas diferencias no
impidieron confesar a Jesucristo juntos.
o
Hicieron muchos sacrificios para poder
encontrarse y así se transforman en verdaderos maestros y artesanos de la
cultura del encuentro.
§ «El
amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una
unidad superior».
Escuchamos recién en la
presentación, en las banderas, que venimos de culturas y pueblos diferentes,
hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes. Cada uno de nuestros
pueblos ha vivido historias y circunstancias diferentes. ¡Cuántas cosas nos
pueden diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos, tantas
diferencias no impidieron poder encontrarnos y estar juntos, divertirnos
juntos, celebrar juntos, confesar a Jesucristo juntos, ninguna diferencia nos
paró. Y eso es posible porque sabemos que hay alguien que nos une, que nos
hermana. Ustedes, queridos amigos, hicieron muchos sacrificios para poder
encontrarse y así se transforman en verdaderos
maestros y artesanos de la cultura del encuentro. Ustedes
con esto se transforman en maestros y artesanos de la cultura del encuentro,
que no es: “Hola, qué tal, chao, hasta pronto”. No, la cultura del encuentro es
la que nos hace caminar juntos desde nuestras diferencias pero con un amor,
juntos todos en el mismo camino. Ustedes con sus gestos y con sus actitudes,
con sus miradas, con los deseos y especialmente con la sensibilidad que tienen desmienten
y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar
división, esos discursos que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son
como nosotros”. Como en varios países de América decimos: “No son Gcu, Gente
como uno”. Ustedes desmienten eso, todos somos gente como uno, todos con
nuestras diferencias. Y esto porque tienen ese olfato que sabe intuir que «el
amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una
unidad superior» (Benedicto XVI,
Homilía, 25-I-2006). Lo repito: «El amor verdadero no anula
las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior».
¿Saben quién dijo eso? ¿Saben? El Papa Benedicto XVI que está mirando y lo
vamos a aplaudir, le mandamos un saludo desde acá. Él nos está mirando por la
televisión, un saludo, todos, todos con las manos, al Papa Benedicto.
v
Ser constructores de puentes, no de muros
o
Tenemos muchas diferencias, pero tengamos una
sueño común: grande y capaz de cobijar a todos. Eso no nos anula, nos
enriquece.
§ El
sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz, y el Espíritu Santo se
desparramó en el corazón de cada uno. Un sueño llamado Jesús sembrado por el
Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que
crecerá y vivirá en cada corazón.
«El cristianismo
es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es
Cristo».
Por el contrario, sabemos que el
padre de la mentira, el demonio, siempre prefiere un pueblo
dividido y peleado, es el maestro de la división y le tiene
miedo a un pueblo que aprende a trabajar juntos. Y este es un criterio para
distinguir a la gente: los constructores de puentes y los constructores de
muros, esos constructores de muros que sembrando miedos buscan dividir y a
broquelear a la gente. Ustedes quieren ser constructores de puentes, ¿qué quieren
ser? [Jóvenes
responden: “Constructores de puentes”]. Aprendieron bien, me
gusta.
Ustedes nos enseñan que
encontrarse no significa mimetizarse, ni que todos piensen lo mismo o vivir
todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, eso lo hacen los loros,
los papagayos. Encontrarse es animarse a otra cosa, es entrar en esa cultura
del encuentro, es un llamado y una invitación a atreverse a mantener vivo y
juntos un sueño en común. Tenemos muchas diferencias, hablamos idiomas
diferentes, todos nos vestimos diferente pero, por favor, juguemos por tener un
sueño en común, y eso sí podemos hacerlo, y eso no nos anula, nos enriquece. Un
sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús
dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día
de Pentecostés en el corazón de cada
hombre y cada mujer, en el corazón de cada uno, en el tuyo,
en el tuyo, en el tuyo, en el mío, también en el tuyo, lo tatuó a la espera de
que encuentre espacio para crecer y para desarrollarse. Un sueño, un sueño
llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por
el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño
concreto, que es una persona, que corre por nuestras venas, estremece el
corazón y lo hace bailar cada vez que escuchamos: «Ámense los unos a los otros.
Así como yo los he amado, ámense también ustedes. En eso reconocerán ustedes
que son mis discípulos». ¿Cómo se llama el sueño nuestro? [Jóvenes responden: Jesús]
No oigo [repiten: Jesús] No oigo [repiten: Jesús]. A un santo de estas tierras
–escuchen esto–, a un santo de estas tierras le gustaba decir: «El cristianismo
no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir,
o de prohibiciones. Así el cristianismo
resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que
me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo» (cfr. S.
Oscar Romero, Homilía, 6-XI-1977). ¿Lo decimos todos juntos? [Jóvenes repiten:
El cristianismo es Cristo]. Otra vez [repiten: El cristianismo es Cristo]. Otra
vez [repiten: El cristianismo es Cristo]. Es Cristo, es desarrollar el sueño
por el que
dio la vida: amar con el mismo amor con que Él nos amó. No
nos amó hasta la mitad, no nos amó un cachito, nos amó totalmente, nos llenó de
ternura, de amor, dio su vida.
v
Nos preguntamos: ¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por
qué estamos unidos? ¿Qué cosa nos mueve a encontrarnos?
o
Es el amor de Cristo que nos apremia.
§ Un
amor que no margina, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor,
un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la
libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor silencioso de la mano tendida
en el servicio y la entrega.
¿Crees en este amor? ¿Crees que vale la pena?
Nos preguntamos: ¿Qué nos
mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué cosa nos mueve a encontrarnos?
¿Saben lo que es, lo que los mantiene unidos? Es la seguridad de saber que
fuimos amados, que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y no
podemos callar, un amor que nos desafía a responder de la misma manera: con
amor, que es el amor de Cristo que nos apremia (cfr. 2Co 5,14).
Fíjense que el amor que nos une
es un amor que no “patotea”, que no aplasta, es un amor que no margina, que no
se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de
todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad,
amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas
que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad
que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor silencioso de la mano
tendida en el servicio y la entrega, es el amor que no se pavonea, que no la
juega de pavo real, ese amor humilde que se da a los demás siempre con la mano
tendida, ese es el amor que nos une hoy a nosotros.
Te pregunto: ¿Creés en este amor?
[Jóvenes responden: Sí]. Pregunto otra cosa: ¿Creés que este amor vale la pena?
[Jóvenes responden: Sí]. Jesús una vez a uno que le hizo una pregunta y Jesús
se la contestó terminó diciendo: “Bueno, si creés andá y hacé lo mismo”. Yo en
nombre de Jesús les digo: “Vayan y hagan lo mismo”. No tengan miedo de amar, no
tengan miedo de ese
amor concreto, de ese amor que tiene ternura, de ese amor
que es servicio, de ese amor que gasta la vida.
v
María sabía lo que era el amor y respondió: “He
aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
o
“¿Te animás? ¿Querés?”. ¿Nos animamos a decirle
al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase?
§ ¿Querés
con tu corazón al sueño de Dios? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te
abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados, jamás pensados,
soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar tu corazón?
No contesten acá, cada uno conteste en su corazón. Hay preguntas que solo
se contestan en silencio.
Y esta fue la misma pregunta y la
invitación que recibió María. El ángel le preguntó si quería llevar este sueño
en sus entrañas, si quería hacerlo vida, hacerlo carne. María tenía la edad de
tantas de ustedes, la edad de tantas chicas como ustedes. Y María dijo: «He
aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cerremos
los ojos, todos, y pensemos en María; no era tonta, sabía lo que sentía su
corazón, sabía lo que era el amor y respondió: “He aquí la sierva del Señor,
hágase en mí según tu palabra”. En este momentito de silencio que Jesús les
dice a cada uno, a vos, a vos, a vos, a vos: “¿Te animás? ¿Querés?”. Pensá en
Maria y contestá: “Quiero servir al Señor, que se haga en mí según tu palabra”.
María se animó a decir “sí”. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y esto es
lo que hoy nos pregunta: ¿Querés darle carne con tus manos, con tus pies, con
tu mirada, con tu corazón al sueño de Dios? ¿Querés que sea el amor del Padre
el que te abra
nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados,
jamás pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar tu
corazón? ¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del
Señor, hágase? No contesten acá, cada uno conteste en su corazón. Hay preguntas
que solo se contestan en silencio.
v
Lo más esperanzador de este encuentro serán
vuestros rostros, vuestra oración y cada uno volverá a casa con la fuerza nueva
que se genera cada vez que nos encontramos con los otros y con el Señor, llenos
del Espíritu Santo.
o
Para recordar y mantener vivo ese sueño que nos
hace hermanos y que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón
del mundo.
§ Allí
donde nos encontremos, haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos
levantar la mirada y decir: Señor, enséñame a amar como tú nos has amado.
Queridos jóvenes: Lo más
esperanzador de esta Jornada no va a ser un documento final, una carta
consensuada o un programa a ejecutar. No, eso no va a ser. Lo más esperanzador
de este encuentro serán vuestros rostros y una oración. Eso dará esperanza. Con
la cara con la cual vuelvan a sus casas, con el corazón cambiado con el cual
vuelvan a su casa, con la oración que
aprendieron a decir con ese corazón cambiado. Lo más
esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros, vuestra oración y cada
uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos
encontramos con los otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo para
recordar y mantener vivo ese sueño que nos hace hermanos y que estamos
invitados a no dejar que se
congele en el corazón del mundo: allí donde nos encontremos,
haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos levantar la mirada y decir:
Señor, enséñame a amar como tú nos has amado —¿se animan a repetirlo conmigo?—.
Señor, enséñame a amar como tú nos has amado. [Jóvenes
repiten con el Papa]. Otra vez. [Señor, enséñame a amar como
tú nos has amado]. Más fuerte, están roncos. [Señor, enséñame a amar como tú
nos has amado].
v
Un agradecimiento porque queremos ser buenos y
educados.
Bueno y como queremos ser buenos
y educados no podemos terminar este encuentro sin agradecer. Gracias a todos
los que han preparado con mucha ilusión esta Jornada Mundial de la Juventud.
Todo esto. Gracias, fuerte. Gracias por animarse a construir y hospedar, por
decirle “sí” al sueño de Dios de ver a sus hijos reunidos. Gracias Mons. Ulloa
y todo su equipo por ayudar a
que Panamá hoy sea no solamente un canal que une mares, sino
también canal donde el sueño de Dios siga encontrando cauces para crecer, multiplicarse
e irradiarse en todos los rincones de la tierra. Amigos, amigos y amigas, que
Jesús los bendiga, lo deseo de todo corazón.
Que Santa María la Antigua los
acompañe y los cuide, para que seamos capaces de decir sin miedo, como ella:
«Aquí estoy. Hágase». Gracias.
Vida Cristiana
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