v Cfr. Domingo 16 del tiempo ordinario Año A
23
de julio de 2017
Evangelio - Mateo
13,24-30 (forma breve): 24 Les propuso otra parábola: «El reino
de Dios es semejante a un hombre que
sembró buena semilla en un campo. 25 Mientras
sus hombres dormían, vino su
enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Pero cuando creció la hierba y llevó fruto,
apareció también la cizaña. 27 Los criados fueron a decir a su amo:
¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?
28 Él les dijo: Un hombre
enemigo hizo esto. Los criados dijeron:
¿Quieres que vayamos a recogerla? 29 Les contestó: ¡No!, no sea que, al
recoger la cizaña, arranquéis con ella
el trigo. 30 Dejad crecer juntas las
dos cosas hasta la siega; en el tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la
cizaña y atadla en haces para quemarla,
pero el trigo recogedlo en mi granero».
“Mientras sus hombres dormían ….” (Mateo 13, 25).
Estamos obligados a una vigilancia continua
contra el sueño.
La vida no es cosa de juego,
sino un tesoro divino que hay que hacer
fructificar.
v Es responsabilidad de los cristianos prevenir el mal. Una vigilancia continua contra el sueño.
·
“Mientras su
gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo y se fue” (Mateo
13,25). Es ésta otra
enseñanza implícita, que podría interpretarse como un reproche ante la
incapacidad de esos siervos de vigilar de algún modo el campo sembrado con buena simiente.
o San Juan Crisóstomo [1]
La semilla también se puede perder por el sueño.
·
“«Pero, mientras
su gente dormía» (Mateo 13,25): estas palabras enseñan el peligro a que están
expuestos los que tienen la responsabilidad de
las almas, a los que, en concreto, está confiada la defensa del campo; pero no
sólo ésos, sino también los fieles. Cristo además precisa que el error aparece
después de establecerse la verdad, como también la experiencia de los hechos
puede testimoniar. Después de los profetas han aparecido los falsos profetas;
después de los apóstoles los falsos apóstoles, y después de Cristo el
anticristo. Si el demonio no ve qué tiene que imitar, o hacia quién debe
dirigir sus insidias, no sabría cómo dañarnos. Pero ahora que ha visto
fructificar en las almas la siembra divina de Jesús, el ciento, el sesenta y el
treinta por ciento, recorre otro camino. Ya que se ha dado cuenta que no puede
arrancar lo que tiene raíces bien profundas, ni puede ahogarlo y tampoco
quemarlo, entonces recurre a otro
insidioso engaño, esparciendo su simiente.
Pero cuál es la diferencia - me preguntaréis - entre los que
"duermen" en esta parábola y los
que, en la parábola anterior
son representados por la semilla que cayó «junto al camino»? En el caso de los
que son simbolizados en el "camino" la semilla es arrebatada enseguida
por el Maligno, que no da tiempo para echar raíces; mientras en los que
"duermen" el trigo ha echado raíces y entonces el demonio tiene que
intervenir con un engaño más elaborado. Cristo dice eso para enseñarnos a
vigilar continuamente, porque - nos advierte - aún cuando lograrais evitar
aquellos daños a los que está sometida la simiente, no estaríais todavía al
seguro de otros peligrosos asaltos. Como allí la semilla se pierde «junto al
camino», o "en el terreno pedregoso, o "entre los espinos", también
aquí la ruina puede derivar del sueño; por tanto estamos obligados a una
vigilancia continua. En efecto, Jesús incluso ha dicho que se salvará quién
habrá perseverado hasta al final (cf. Mc 4,33) ...
Pero
vosotros observaréis: ¿Cómo es posible prescindir de dormir? Ciertamente no es
posible, si se refiere al sueño del cuerpo: pero es posible no caer en el sueño de la voluntad. Por esto
Paolo dijo también: «Vigilad, estad firmes en la fe» (1Cor 16,13 ...)”.
o San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 123:
§ Los cristianos, que deberíamos estar vigilantes para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se desarrollen al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormido.
“El reino de los cielos es semejante a un
hombre que sembró buena simiente en su campo; pero, al tiempo de dormir los jornaleros, vino
cierto enemigo suyo, esparció cizaña en medio del trigo, y se fue (Mt
13,24-25). Está claro: el campo es fértil y la simiente es buena; el Señor del
campo ha lanzado a voleo la semilla en el momento propicio y con arte
consumada; además, ha organizado una vigilancia para proteger la siembra
reciente. Si después aparece la cizaña, es porque no ha habido correspondencia,
porque los hombres —los cristianos especialmente— se han dormido, y han permitido
que el enemigo se acercara.
Cuando los servidores irresponsables preguntan al
Señor por qué ha crecido la cizaña en su
campo, la explicación salta a
los ojos: inimicus homo hoc fecit (Mt
13,28), ¡ha sido el enemigo! Nosotros, los cristianos que debíamos estar
vigilantes, para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se
desarrollaran al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormido — ¡triste
pereza, ese sueño! —, mientras el enemigo y todos los que le sirven se movían
sin cesar. Ya veis cómo ha crecido la cizaña: ¡qué siembra tan abundante y en
todas partes!”
o Es Cristo que pasa, n. 147:
§ Es necesario, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño, mala cosa que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la tristeza.
“Tened
presente que, cum dormirent homines,
mientras dormían los hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en
una parábola. Los hombres estamos expuestos a dejarnos llevar del sueño del
egoísmo, de la superficialidad, desperdigando el corazón en mil experiencias
pasajeras, evitando profundizar en el verdadero sentido de las realidades
terrenas. ¡Mala cosa ese sueño, que sofoca la dignidad del hombre y le hace
esclavo de la tristeza!
Hay un caso que nos debe doler sobre manera: el de
aquellos cristianos que podrían dar más y
no se deciden; que podrían
entregarse del todo, viviendo todas las consecuencias de su vocación de hijos
de Dios, pero se resisten a ser generosos. Nos debe doler porque la gracia de
la fe no se nos ha dado para que esté oculta, sino para que brille ante los
hombres (Cf. Mateo 5, 15-16); porque, además, está en juego la felicidad
temporal y la eterna de quienes así obran. La vida cristiana es una maravilla
divina, con promesas inmediatas de satisfacción y de serenidad, pero a
condición de que sepamos apreciar el don de Dios (Cf Juan 4,10), siendo
generosos sin tasa.
§ La vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar.
Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido
caer en ese mal sueño: recordarles que la
vida no es cosa de juego,
sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar. Es necesario también enseñar
el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo
llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no
sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los
demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo”.
Vida Cristiana
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