Ø Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2017). La vocación cristiana. Diversos aspectos
de nuestras relaciones con Dios. a) Primera Lectura (Jeremías): una historia de amor. El Señor me ha seducido. b) Segunda Lectura (Carta a los Romanos). El verdadero culto: todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios. c) Evangelio (Mateo). Jesús habla de “perder” o “ganar” la vida.
v Cfr. Domingo 22 del tiempo ordinario Año A, 3 de septiembre de 2017
1ª Lectura Jeremías 20,7-9: 7 Tú me has seducido, Señor, y yo me he
dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido. Me he convertido
en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo
que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí
oprobio y burla todo el día. 9 Yo me
decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi
corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en
contenerlo y no lo he podido soportar.
Salmo Responsorial 63,2-6.8-9: 2 Oh Dios, tú eres mi Dios;
desde el amanecer ya te estoy buscando,
mi alma tiene sed de ti, en pos
de ti mi ser entero desfallece cual
tierra de secano árida y falta de agua. 3 Así en el santuario te contemplo para ver tu gloria y tu poder. 4 Tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán; 5 toda mi vida te
bendeciré, en tu nombre levantaré mis
manos; 6 me saciaré como en banquete
espléndido, mi boca te alabará con
labios jubilosos. 8 porque tú eres mi auxilio
y a la sombra de tus alas me recreo;
9 me abrazo a ti con toda el alma,
y tu diestra me sostiene.
2ª Lectura Romanos 12,1-2: 1 Hermanos, os ruego, por la misericordia de Dios,
que ofrezcáis vuestros cuerpos como
sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios; éste es el culto que debéis ofrecer.
2 Y no os acomodéis a este mundo; al
contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de
Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo
perfecto.
Evangelio Mt 16,21-27:
21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos del pueblo, de los
sumos sacerdotes y de los maestros de
la ley, ser matado y resucitar al
tercer día. 22 Pedro se lo llevó aparte
y se puso a reprenderle: «¡Dios te
libre, Señor! ¡No te sucederá
eso!». 23 Pero él, volviéndose, le
dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, pues
eres un obstáculo para mí, porque tus
sentimientos no son los de Dios, sino los
de los hombres». 24 Luego dijo a sus discípulos: «El que quiera venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero
el que pierda su vida por mí la
encontrará. 26 ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su
vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de
su vida? 27 Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre
con sus ángeles, y entonces dará a cada
uno según sus obras.
Vocación cristiana: diversos aspectos de
nuestras relaciones con Dios
Primera Lectura (Jeremías): una historia de
amor. El Señor me ha seducido.
Segunda Lectura (Carta a los Romanos). El
verdadero culto: todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios.
Evangelio (Mateo). Jesús habla de “perder” o
“ganar” la vida.
1. Primera Lectura, del Libro de Jeremías
20, 7-9
v A. La figura del profeta Jeremías.
Jeremías
vivió entre el VII y el VI siglo a.C., en una de las épocas más funestas de la
historia de Israel. Dios le confió la misión de anunciar a Israel el castigo
del exilio que sufriría para purificar su fe con vistas a nueva alianza entre
Dios y su pueblo, que anunciará Jeremías en el capítulo 31. Así como hubo
profetas cuya misión era la de consolar a Israel, la misión de Jeremías fue la
de hablar del castigo punitivo y, por tanto, más que nada ser el típico
“profeta de las desgracias”; como consecuencia
fue odiado y perseguido y maltratado por sus opositores [1].
v B. Su vocación. Una historia de amor: el Señor me ha seducido.
o Ante las dificultades, tiene la tentación de renunciar a la misión que le ha sido encomendada.
§ Pero reconoce que en su corazón hay como un fuego abrasador encerrado en los huesos; que se ha agotado en contenerlo y no ha podido soportarlo.
Se
podría añadir que los profetas han experimentado la incomprensión, en cuanto
que tenían que hablar de parte de Dios de modo que, muchas veces, su palabra
entraba en colisión con el modelo de vida y los comportamientos de los que les
escuchaban.
Abre
su corazón para expresar que, por una parte, se siente aislado en el
cumplimiento de la misión que Dios le había encomendado, tiene que soportar un
aislamiento social y siente fuertemente la tentación de renunciar a la misión que Dios
le ha encomendado [2].
Y, por otra parte, confiesa que se sabe sostenido
por el Señor. Y, para explicar la fuerza de Dios que le llama, utiliza la imagen de un fuego interno - en sus huesos
- abrasador : “Pero había en mi corazón
como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y
no lo he podido soportar” (v. 9).
Jeremías
comienza explicando su vocación como una historia de amor: el Señor le ha
elegido antes de nacer, lo ha “seducido” y lo llama a ser profeta, a pesar de
su resistencia y dudas y rebeldías (cfr. el primer capítulo del libro de Jeremías
[3] ). Con la ayuda del Señor
supo superar pruebas muy duras.
v C. La oración del profeta.
o La oración del profeta “cara a cara con Dios”: a veces es una escucha, a veces es un litigio o a veces es una queja o lamento.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2584
En el
"cara a cara" con Dios, los profetas
sacan
luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino
una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una
intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la
historia (cf Amós 7,2 Amós
7,5 Isaías 6,5 Isaias 6,8 Isaías
6,11 Jeremías 1,6 Jeremías 15,15-18 Jeremías 20,7-18).
2. Segunda Lectura de la Carta a los Romanos: todo estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios, es “el culto que debemos ofrecer”.
Romanos 12, 1-2
v El culto espiritual agradable a Dios es la ofrenda de la propia vida, el sacrificio de la propia existencia.
o La identidad del hombre: orientar la vida a Dios, no reduciéndola a lo que come o a la satisfacción de necesidades.
Hoy
leemos el texto que, seguramente, es uno
de los más importantes en la Escritura para explicar lo que es en la vida
cristiana el culto espiritual, el verdadero culto a Dios: la ofrenda de la
propia vida para seguir la voluntad de Dios, como “como sacrificio vivo,
consagrado, agradable a Dios”. En la Escritura, en este caso, “cuerpo” equivale
a “vida”. Se trata del sacrificio de la propia existencia. Aparece claro en el
v. 2: “Y no os acomodéis a este mundo; al
contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de
Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo
perfecto”.
El “culto racional” del que
habla san Pablo en su Carta los Romanos, lleva a orientar la vida a Dios,
rechazando la mentalidad de quien reduce la identidad del hombre a lo que come
o a la satisfacción de necesidades.
o El cristiano es sacerdote de su propia existencia, para realizar cada una de sus acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios.
·
Nuevo Testamento, Eunsa 1999, Romanos 12,1-8: “En los vv. 1-2 el Apóstol introduce
la
invitación a dar a Dios un
culto espiritual, como consecuencia de la nueva condición dada por el Bautismo.
Los cristianos son el nuevo Pueblo de Dios y están incorporados a Cristo como
miembros suyos, de modo que «todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos
sacerdotes de nuestra propia existencia, ‘para
ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo’ (1 Pedro 2,5), para realizar cada una de nuestras
propias acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando
así la misión del Dios-Hombre» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 96)”.
o El culto verdadero a Dios por parte del hombre: unido a Cristo, honrando a Dios en la existencia cotidiana más concreta. El ofrecimiento a Dios de la persona entera.
Benedicto XVI
Audiencia General, 7 enero 2009
§ La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a la persona entera. Se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible.
"Os
exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros
cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto
espiritual". En estas palabras se verifica una paradoja aparente: mientras
el sacrificio exige por norma la muerte de la víctima, Pablo hace referencia a
la vida del cristiano. La expresión "presentar vuestros cuerpos",
unida al concepto sucesivo de sacrificio, asume el esbozo cultual de "dar
en oblación, ofrecer". La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se
refiere a la persona entera; de hecho, en Romanos 6, 13, invita a "presentaros
a vosotros mismos". Por lo demás, la referencia explícita a la dimensión
física del cristiano coincide con la invitación a "glorificar a Dios con
vuestro cuerpo" (1 Corintios 6, 20): se trata de honrar a Dios en la
existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y
perceptible.
Un comportamiento de este tipo es calificado por Pablo
como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Es aquí donde
encontramos precisamente el vocablo "sacrificio". En el uso corriente
este término forma parte de un contexto sacro y sirve para designar el
degollamiento de un animal, del que una parte puede ser quemada en honor de los
dioses y la otra consumida por los oferentes en un banquete. Pablo lo aplicaba
en cambio a la vida del cristiano. De hecho califica un sacrificio así sirviéndose
de tres adjetivos. El primero --"vivo"-- expresa una vitalidad. El
segundo --"santo"-- recuerda la idea paulina de una santidad que no
está ligada a lugares u objetos, sino a la persona misma del cristiano. El
tercero --"agradable a Dios"-- recuerda quizás la frecuente expresión
bíblica del sacrificio "de suave olor" (Cf. Levítico 1,13.17; 23,18;
26,31; etc.).
§ Un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo.
Inmediatamente
después, Pablo define así esta nueva forma de vivir: éste es "vuestro
culto espiritual". Los comentadores del texto saben bien que la expresión
griega (ten logiken latreían) no es
fácil de traducir. La Biblia latina traduce: "rationabile obsequium". La misma palabra "rationabile" aparece en la primera
Plegaria eucarística, el Canon Romano: en él se reza para que Dios acepte esta
ofrenda como "rationabile".
La tradicional traducción italiana "culto espiritual" no refleja
todos los detalles del texto griego (y ni siquiera del latino). En todo caso no
se trata de un culto menos real, o incluso solamente metafórico, sino de un
culto más concreto y realista, un culto en el que el hombre mismo en su
totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación
del Dios vivo.
3. Evangelio
v A. El Señor anuncia por primera vez su pasión (Mateo 16, 21), como obediencia consciente al proyecto de Dios Padre.
·
El Señor introduce la descripción de todas las
acciones que iba a realizar (ir a Jerusalén,
padecer, ser matado y resucitar al tercer día) con la expresión “tenía que” (debía). Todo sucedería necesariamente como obediencia
a la voluntad del Padre, que ofrece así la salvación a la humanidad. Por parte
de Jesús se trata de una obediencia consciente al proyecto de Dios Padre.
v B. Los discípulos no comprenden ese proyecto. Jesús indica a los discípulos en qué consiste la entrega que él les pide, en qué consiste el seguimiento de Jesús.
En los vv. 24-26 dice a todos los discípulos frases categóricas: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
y sígame. Porque el que quiera salvar su
vida la perderá, pero el que pierda su
vida por mí la encontrará. ¿Qué le
vale al hombre ganar el mundo entero si
pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a
cambio de su vida?». Indica así el
contenido del seguimiento de Cristo, de lo que significa ser su discípulo.
o “Perder” y “encontrar” la vida.
·
A
veces podemos aferrarnos a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo, al hacer del
propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia.
·
Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995, p. 246: “Jesús nos
propone, abiertamente, el “perdernos” en la donación a
Él por amor (“por mí”). Es el “dar la vida por
la persona que se ama” [4] , el
entregarnos a nosotros mismos a manos llenas, las propias energías, el
propio tiempo y los propios bienes a los hermanos, lo
que nos constituye como verdaderos
discípulos. Y el resultado es paradójico. Mientras la
civilización actual nos enseña a “encontrar”, a
“poseer” y al fin hace que nos sintamos solos y pobres
en la conciencia, Jesús nos enseña a
“perdernos” para colmarnos de serenidad y de paz.
Contra las leyes de la economía su “perdernos” se
convierte en “encontrarnos”; al donarnos no nos
privamos sino que nos enriquecemos”.
4. La fe como nuevo principio operativo
v El verdadero discípulo que sigue a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión a la fe.
- “La fe bíblica no es nunca un puro creer teórico, sino que
se expresa siempre, necesariamente, en un obrar. En la Sagrada Escritura, creer
significa obrar: salir del propio país, aceptar el realizar un sacrificio,
marcharse de Egipto, obedecer a las palabras de la Alianza. Solo en la acción
se expresa la propia fe en Dios, porque no todo el que dice: «Señor, Señor,
entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos» (Mateo 7, 21). Y, por esto, el gran discurso moral de
Jesús, conocido como el Sermón de la Montaña, se cierra con la amonestación de
que un sólida construcción de la propia vida se fundamenta sobre la unidad
entre el escuchar y poner en práctica aquello que se ha oído, de otro modo
sería como haber construido sobre arena, en vez de sobre la roca (cfr. Mateo 7,
14-27). El verdadero discípulo que sigue
a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión a la fe” (Cfr. Livio
Melina, José Noriega, Juan Pérez Soba, Una
luz para el obrar. Experiencia moral, caridad y acción cristiana, Palabra
2006. La fe como nuevo principio operativo: pp. 192-194).
Vida Cristiana
[1]
“Jeremías desarrolló su actividad en Judá, en los tiempos en que el nuevo
imperio babilónico comenzaba a constituir una amenaza para los israelitas (años
605 a.C. y siguientes), amenaza que culminó con la caída definitiva de
Jerusalén ante las tropas de Nabucodonosor (598 a.C) y la deportación a
Babilonia”. (Cfr. Antiguo Testamento, Libros proféticos, Introducción al libro
del profeta Jeremías, Eunsa p. 305)
[2] Jeremías 20, 7-9: “Me he convertido en irrisión continua,
todos se burlan de mí. Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar:
«¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el
día. Yo me decía: No pensaré más en él,
no hablaré más en su nombre”.
[3]
Jeremías 1, 4-9: Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos
términos: Antes de haberte formado yo en
el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo
profeta de las naciones te constituí. Yo
dije: "¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un
muchacho." Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues
adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas
miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-. Entonces alargó
Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis
palabras en tu boca. “El relato de la vocación de Jeremías muestra en
profundidad el misterio de toda llamada divina, acto eterno y gratuito de Dios
por el que se desvela a un alma el porqué y el para qué de su vida. (…) Cuando
el misterio de la vocación personal comienza a desvelarse, la primera
reacción puede ser de miedo, puesto que
se constatan las personales limitaciones para llevar a cabo la tarea a la que
el Señor llama. Así sucede a Jeremías, que se escusa por su excesiva juventud
(v. 6). (…) En cualquier caso, en la respuesta a la vocación hay que atender
sobre todo a Dios mismo que llama, nunca abandona a sus elegidos y proporciona
todo el apoyo necesario para realizar la misión que les encomienda (vv. 7-8)
(Antiguo Testamento, Libros proféticos, Jeremías 1, 4-10, Eunsa pp.
320-321).
[4] “No hay prueba de amor más
grande que dar la vida por los hermanos” (Juan 15, 13).
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