Ø Reino de Dios. Salvación. Vida Eterna. Reino de Dios. La gratuidad de la salvación, de la vida eterna, del ingreso en el Reino de Dios. Domingo 25 del Tiempo Ordinario, ciclo A. (2017). La parábola de la contratación de los jornaleros de la viña tiene como objeto hablar de la gratuidad de la salvación, del ingreso en el Reino de Dios. No nos salvamos por nuestras obras. Enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica sobre el mérito del hombre ante Dios.
v Cfr. Domingo 25 del tiempo ordinario Ciclo A
24 de septiembre
de 2017
Isaías 55,
6-9; Mateo 20, 1-16
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno
A, Piemme 1995, XXV domenica.
- Isaias 55, 6-9: Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal
sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es
rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos
-oráculo del Señor-.
Salmo responsorial 144,2-3. 8-9. 17-18: R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan. Día tras día te bendeciré, Dios mío, y alabaré tu nombre por
siempre jamás. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su
grandeza.
El
Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el
Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. El Señor es
justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca
está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son
más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
- Filipenses 1,20c-24.27a. Hermanos: Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por
mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero si el vivir
esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger. Me encuentro
en esta alternativa: por un lado deseo partir para estar con Cristo, que es con
mucho lo mejor; pero por otro quedarme en esta vida, veo que es más necesario
para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del
Evangelio de Cristo.
- Mateo 20, 1-16: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola: «El reino de los cielos es semejante a un propietario
que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de
ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió
otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y
les dijo:
"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo-. Salió
al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que
estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos
ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también
recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a
nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te
hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete.
Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer
lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy
bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
La gratuidad de la
salvación,
de la vida eterna,
del ingreso en el Reino de
Dios.
1. La parábola de la contratación de los jornaleros de la viña tiene como objeto
hablar de la gratuidad de la salvación, del ingreso en el Reino de Dios.
v Dios ofrece la misma paga a todos independientemente del número de horas que han trabajado: desde el amanecer, o desde la media mañana, o desde el mediodía, o desde la media tarde o al caer de la tarde.
·
Una vez más el
Señor recurre a una parábola para explicar el Reino de Dios. Narra con elegancia
una
historia verosímil,
ambientándola en la vida ordinaria; pero, en medio de la normalidad, surge el
hecho imprevisible e insólito: la paga de los obreros es igual para todos, a
pesar del diverso trabajo que hacen. Es ésta la novedad del Reino de Dios: se
ingresa en él de un modo gratuito e incomparable.
·
Cfr. Biblia de Jerusalén, Mateo 20. “Y el Señor dice a los oyentes de esta parábola,
que son
judíos, que ellos fueron
llamados a primera hora, pero que después se ha dirigido también a los
gentiles: “admite en su Reino a los que han llegado tarde, como los pecadores y
paganos. Los llamados a primera hora (los judíos beneficiarios de la Alianza
desde Abrahán) no deben escandalizarse por ello”.
o Dios ofrece también la salvación a quien se convierte al final de su vida.
·
Cfr. Gianfranco
Ravasi, o.c. p. 259. Queda claro, por
tanto, que el objeto de la enseñanza de
Jesús no es entrar en las
legítimas reglas de justicia de las relaciones en el trabajo entre propietarios
y obreros, en los normales criterios económicos o sindicales. Tiene una
finalidad teológica que toma ocasión de unas relaciones humanas conocidas. El
mensaje de la parábola tiene varios aspectos: a) Dios ofrece a todos la
salvación; b) la salvación es gratuita; c)
los «fariseos» y los «justos», los «primeros», se escandalizan de que
ofrezca la misma salvación a los pecadores, a los «últimos». Como ha señalado
un autor, “el obrero que fue llamado en la primera hora fundamentalmente no
reclama un salario mayor, sino que, sobre todo, se lamenta por la igualdad de
trato que ha tenido él y el que llegó el último”.
2. La gratuidad de la salvación: el Reino es un don de Dios.
v No nos salvamos por nuestras obras
·
Cfr. Gianfranco
Ravasi, pp. 259.262. “El Reino es un don
de Dios y no un salario debido a las
obras
de la ley; la salvación no es una
recompensa de naturaleza casi contractual, sino, sobre todo, una iniciativa
divina fruto del amor y de la comunión a la que el hombre es invitado a
participar con alegría y sin limitaciones. (...) Es muy probable que Cristo con
la figura de los jornaleros haya querido reflejar la figura de los fariseos y
del judaísmo más rígido y «observante». Para ellos, la religión es semejante a
una rigurosa relación económica que debe ser regulada según criterios de
justicia: por medio de la cotidiana fatiga de la observancia de la ley, el
hombre «gana» la vida eterna. Para ellos la salvación divina es «debida» como
recompensa por las obras humanas. Por esto, ante sus ojos es absolutamente
insensato que una conversión se traduzca en un borrón y cuenta nueva del
pasado, que se ofrezca la misma «salvación» a un pecador que ha trabajado en la
obediencia a la ley solamente por un tiempo determinado. Es fácil imaginarse
cuál es la causa de su recriminación: Jesús acoge y declara salvados a los
publicanos, prostitutas y pecadores, después de que han pasado gran parte de la
jornada de su vida en el ocio, en el vicio y en el mal. Podría ser su portavoz
el primogénito de la parábola del hijo pródigo: “Mira cuántos años hace que te
sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito
para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que
devoró su fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado” (Lucas
15, 29-30).
3. Dos parábolas: A) la del fariseo y el publicano, B) y la del padre misericordioso
v A) Lucas 18, 9-14
·
El mismo
evangelista explica el sentido de la parábola, cuando al inicio (v. 9) dice que el Señor
la dijo “a algunos que
confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás”.
·
El fariseo presumía de su minuciosa observancia de la Ley, y pensaba
que tenía derecho a la
recompensa. Sin
embargo, el publicano recurría a la misericordia de Dios. Según el fariseo la
salvación divina es «debida» como recompensa por las obras humanas.
v
B) Lucas 15, 11-32
·
También aparece la gratuidad de la salvación en la parábola del hijo
pródigo o del padre misericordioso.
El hermano mayor, cuando ve la
fiesta que da su padre al regreso del hermano menor, dice a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me
has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido
ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado (Lucas
15, 29-30).
4. Enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica sobre el mérito del hombre ante Dios.
v La gratuidad del amor de Dios a Israel.
·
CEC 218: A lo
largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para
revelársele y escogerlo entre
todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (Cf Deuteronomio 4, 37; 7,
8; 10, 15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por
amor Dios no cesó de salvarlo (Cf Isías 43, 1-7)
y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (Cf Oseas 2).
v Hemos recibido todo de Dios
·
CEC 2007: Frente
a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del
hombre. Entre Él y nosotros,
la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo hemos recibido todo de Él,
nuestro Creador.
v Las buenas acciones del hombre proceden, en Cristo, de las gracias y auxilios del Espíritu Santo
·
CEC 2008: El
mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha
dispuesto libremente asociar
al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en
cuanto que El impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo, en cuanto que
éste colabora, de suerte que los méritos de las obras buenas deben atribuirse a
la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel, seguidamente. Por otra parte, el
mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en
Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.
v La caridad de Cristo es fuente de los méritos ante Dios
·
CEC 2011: La
caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios.
La
gracia, uniéndonos a Cristo
con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y, por
consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres. Los santos han
tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia.
Tras el destierro en la tierra espero
gozar de ti en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el Cielo,
quiero trabajar sólo por vuestro amor... En el atardecer de esta vida
compareceré ante ti con las manos vacías, Señor, porque no te pido que cuentes
mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, quiero
revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de ti
mismo... (Sta. Teresa del Niño Jesús,
ofr).
·
CEC 617: «Por su
sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación»,
enseña el Concilio de Trento
(DS 1529) subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo como «causa de
salvación eterna» (Hebreos 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: «Salve,
oh cruz, única esperanza». (Himno «Vexilla
Regis»).
v Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios.
·
CEC 1996: Nuestra
justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito
que Dios nos da para
responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (Cf Juan 1, 12-18), hijos
adoptivos (Cf Romanos 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf 2 Pedro
1, 3-4), de la vida eterna (Cf Juan 17, 3).
v Incluso la preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia.
·
CEC 2001: La
preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta
es
necesaria para suscitar y
sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la
santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que El mismo
comenzó, «porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y
termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida» (S. Agustín, grat. 17):
Ciertamente
nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que
trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos
sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta
para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos
adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por
siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada (S. Agustín, nat.
et grat. 31).
Vida Cristiana
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