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Ø El sacramento del Bautismo. Catequesis de Papa Francisco
(2018). (2) La señal de la fe cristiana.
El Bautismo es el comienzo de un proceso que permite vivir unidos a
Cristo en la Iglesia. Y es como si
fuese
el segundo cumpleaños. El Bautismo enciende la vocación personal a
vivir como cristianos, que se
desarrollará
toda la vida. E implica una respuesta personal y no prestada, de
“corta y pega”. La vida
cristiana
está entretejida por una serie de llamadas y respuestas: Dios sigue
pronunciando nuestro
nombre
en el curso de los años, haciendo sonar de mil modos su llamada a conformarnos
a su Hijo Jesús.
Ser
cristianos es un don que viene de lo alto.
La fe no se puede comprar, pero sí pedir y recibir como
don.
“Señor, regálame el don de la fe”, es una bonita oración. Si los catecúmenos
adultos manifiestan en
primera
persona lo que desean recibir como don de la Iglesia, los niños son presentados
por sus padres,
con
los padrinos. «La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la
impronta de Cristo sobre
el que
le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha
adquirido por su cruz».
¿Nuestros
niños saben hacer bien la señal de la cruz?
Hacer la señal de la cruz en otros momentos de
nuestra
vida.
v
Cfr. Catequesis de Papa Francisco, Audiencia
General
Miércoles, 18
de abril de 2018
Catequesis sobre el Bautismo.
2. La señal de la fe cristiana
1. Es
el comienzo de un proceso que permite vivir unidos a Cristo en la Iglesia. Y es
como si fuese el segundo cumpleaños.
Prosigamos, en este Tiempo de
Pascua, las catequesis sobre el Bautismo. El significado del Bautismo
destaca claramente por su celebración, por eso dirigimos a ella nuestra
atención. Considerando los gestos y las palabras de la liturgia, podemos captar
la gracia y el compromiso de este Sacramento, que siempre debemos redescubrir.
Lo recordamos en la aspersión con el agua
bendita que se puede hacer los domingos al inicio de la
Misa, así como en la renovación de las promesas bautismales durante la Vigilia
Pascual.
Y es que cuanto sucede en la
celebración del Bautismo suscita una dinámica espiritual que atraviesa toda la
vida de los bautizados; es el comienzo de un proceso que permite vivir unidos a
Cristo en la Iglesia. Por tanto, volver a la fuente de la vida cristiana nos
lleva a comprender mejor el don recibido el día de nuestro Bautismo y a renovar
el compromiso de corresponder en nuestra situación actual. Renovar el
compromiso, comprender mejor ese don, que es el Bautismo, y recordar el día de
nuestro Bautismo.
El miércoles pasado pedí que cada
uno hiciera la tarea en casa de recordar el día del Bautismo, qué día fue bautizado.
Yo sé que algunos de vosotros lo saben, otros, no; los que no lo
saben, que pregunten a sus parientes, a los padrinos, a las
madrinas…, que pregunten: “¿Cuál es la fecha de mi bautismo?” Porque es un
renacimiento el Bautismo, y es como si fuese el segundo cumpleaños. ¿Entendido?
Hacer esatarea en casa, preguntar: “¿Cuál es la fecha de mi bautismo?”.
2. En
el rito de acogida, se pregunta el nombre del candidato, porque el
nombre indica la identidad de una persona.
v
Dios llama a cada uno por su nombre, amándonos
singularmente, en lo concreto de nuestra historia.
o
El Bautismo enciende la
vocación personal a vivir como cristianos, que se desarrollará toda
la vida.
§ E
implica una respuesta personal y no prestada, de “corta y pega”.
La vida cristiana está entretejida por una serie de llamadas y respuestas:
Dios sigue pronunciando nuestro nombre en el curso de los años, haciendo sonar
de mil modos su llamada a conformarnos a su Hijo Jesús.
En primer
lugar, en el rito de acogida, se pregunta el nombre del candidato, porque
el nombre indica la identidad de una persona. Cuando nos presentamos decimos en
seguida nuestro nombre: “Yo me llamo así”, para salir del anonimato —el anónimo
es el que no tiene nombre—. Para salir del anonimato inmediatamente decimos
nuestro nombre. Sin nombre somos unos
desconocidos, sin derechos ni deberes. Dios llama a cada uno
por su nombre, amándonos singularmente, en lo concreto de nuestra historia. El
Bautismo enciende la vocación personal a vivir como cristianos, que
se desarrollará toda la vida. E implica una respuesta personal y no
prestada, de “corta y pega”. La vida cristiana está entretejida por una serie
de llamadas y respuestas: Dios sigue pronunciando nuestro nombre en el curso de
los años, haciendo sonar de mil modos su llamada a conformarnos a su Hijo
Jesús. ¡El nombre es importante! ¡Es muy importante! Los padres piensan en el
nombre que van aponer al hijo antes del nacimiento: y eso también forma parte
de la espera de
un hijo que, en su nombre propio, tendrá su identidad
original, también para la vida cristiana unida a Dios.
3. Ser
cristianos es un don que viene de lo alto.
La fe no se puede comprar, pero sí pedir y recibir como don. “Señor,
regálame el don de la fe”, es una bonita oración.
v
Si los catecúmenos adultos manifiestan en
primera persona lo que desean recibir como don de la Iglesia, los niños son
presentados por sus padres, con los padrinos.
Claro que ser cristianos es un
don que viene de lo alto (cfr. Jn 3,3-8). La fe no se puede comprar, pero sí
pedir y recibir como don. “Señor, regálame el don de la fe”, es una bonita
oración. “Que yo tenga fe”, es una bonita oración. Pedirla como don, pero no se
puede comprar, se pide. Pues, «el Bautismo es el sacramento de aquella fe, con
la cual los hombres, iluminados por la gracia del Espíritu Santo, responden al
Evangelio de Cristo» (Rito del Bautismo de Niños, Introducción general, n.
3).
A suscitar y despertar una fe
sincera en respuesta al Evangelio tienden la formación de los
catecúmenos y la preparación de los padres, como la escucha de la
Palabra de Dios en la misma celebración del Bautismo.
Si los catecúmenos adultos
manifiestan en primera persona lo que desean recibir como don de la Iglesia,
los niños son presentados por sus padres, con los padrinos. El diálogo con
ellos les permite expresar la voluntad de que los pequeños reciban el Bautismo
y a la Iglesia la intención de celebrarlo. «Expresión de todo esto es
la señal de la cruz, que el celebrante y los padres
trazan sobre la frente de los niños» (Rito del Bautismo de
Niños, Introducción., n. 16).
4. «La
señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo
sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que
Cristo nos ha adquirido por su cruz».
v
¿Nuestros niños saben hacer bien la señal de la
cruz?
o
La cruz es el distintivo que manifiesta quiénes
somos: nuestro hablar, pensar, mirar, hacer… está bajo la señal de la cruz, o
sea bajo la señal del amor de Jesús hasta el fin.
§ Los
niños son signados en la frente. Los catecúmenos adultos son signados en los
oídos, en los ojos, en la boca, en el pecho, en los hombros.
«La señal de la cruz, al comienzo
de la celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer
y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz»
(Catecismo de la Iglesia Católica, 1235). En la ceremonia hacemos sobre los
niños la señal de la cruz. Pero me gustaría volver a un tema del que ya os he
hablado. ¿Nuestros niños saben hacer bien la señal de la cruz? Muchas veces he
visto niños que no saben hacer la señal de la cruz. Y vosotros, padres, madre,
abuelos, abuelas, padrinos, madrinas, debéis enseñar a hacer bien la señal de
la cruz porque es repetir lo que se hizo en el Bautismo. ¿Lo habéis entendido
bien? Enseñar a los niños a hacer bien la señal de la cruz. Si lo aprenden de
niños lo harán bien después, de grandes. La cruz es el distintivo que
manifiesta quiénes somos: nuestro hablar, pensar, mirar, hacer… está bajo la
señal de la cruz, o sea bajo la señal del amor de Jesús hasta el fin.
Los niños son signados en la
frente. Los catecúmenos adultos son signados también en los sentidos, con estas
palabras: «Recibid la señal de la cruz en los oídos para escuchar la voz del
Señor»; «en los ojos para ver el esplendor del rostro de Dios»; «en la boca,
para responder a la
palabra de Dios»; «en el pecho, para que Cristo habite por
medio de la fe en vuestros corazones»; «en los hombros, para sostener el yugo
suave de Cristo» (Rito de la iniciación cristiana de adultos, n. 85). Nos
hacemos cristianos en la medida en que la cruz se imprime en nosotros como una
marca “pascual” (cfr. Ap 14,1;22,4), haciendo visible, también exteriormente,
el modo cristiano de
afrontar la vida.
5. Hacer
la señal de la cruz en otros momentos de nuestra vida.
Hacer la señal de la cruz cuando
nos despertamos, antes de comer, ante un peligro, como defensa contra el mal,
por la noche antes de dormir, significa decirnos a nosotros mismos y a los
demás a quién pertenecemos, quién queremos ser. Por eso es tan importante enseñar
a los
niños a hacer bien la señal de la cruz. Y, como lo hacemos
al entrar en la iglesia, podemos hacerlo también en casa, conservando en un
pequeño vaso adecuado un poco de agua bendita. Algunas familias lo hacen: así,
cada vez que entran o salen, haciendo la señal de la cruz con esa agua
recordamos que estamos bautizados. No olvidarlo, repito: enseñar a los
niños a hacer la señal de la cruz.
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