sábado, 13 de octubre de 2018

Domingo 28 del Tiempo Ordinario, Año B (2018). La Palabra de Dios.

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Ø Domingo 28 del Tiempo Ordinario, Año B (2018). La Palabra de Dios. La verdadera riqueza del cristiano es la Palabra de Dios. “Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, “Porta fidei”, 3). Nacemos de nuevo “por medio de la palabra de Dios viva y verdadera.”. El Espíritu Santo es quien constituye a los bautizados en hijos de Dios y, al mismo tiempo, en miembros del Cuerpo de Cristo.


2ª Lectura , Hebreos 4, 12-13: “12 Ciertamente, la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que un espada de doble filo: penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. 13 No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuenta”.
Marcos 10, 17-30: 17 Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. 19 Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. 20 El respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. 21 Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. 22 Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes. 23 Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos quedaron impresionados por sus palabras. Y hablándoles de nuevo, dijo: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. 26 Y ellos se asombraban aún más diciéndose unos a otros: Entonces, ¿quién podrá salvarse? 27 Jesús, fijándose en ellos, dijo: Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios; pues para Dios todo es posible. 28 Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. 29 Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, 30 no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna.

Mirad que habéis vuelto a nacer, por medio de la palabra de Dios,
viva y verdadera
(1 Pedro 1, 23)
Ciertamente, la palabra de Dios es viva y eficaz
 (Hebreos 4, 12, 2ª Lectura de hoy)
Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra Dios y la guardan
(Lucas 11, 28)

v  Cfr. Domingo 28 del Tiempo Ordinario, año B.

14 de octubre de 2018
Sabiduría 7, 7-11; Salmo 89, 12-17; Hebreos 4, 12-13; Marcos 10, 17-30

1.    La verdadera riqueza del cristiano es la Palabra de Dios. (2ª  Lectura)


v  Hemos vuelto a nacer por medio de la palabra de Dios viva y verdadera.

  • 1 Pedro 1, 23: “Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una
inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y verdadera” [1].
  • Juan Pablo II, Christifideles laici, 11: San Pedro “designa a los cristianos como aquellos que «no
han sido reengendrados de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y permanente» (1 Pedro 1,23).

§  Cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas del río Jordán
Por el santo Bautismo somos hechos hijos de Dios en su Unigénito Hijo, Cristo Jesús. Al salir de las aguas de la sagrada fuente, cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas del río Jordán: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Lucas 3,22); y entiende que ha sido asociado al Hijo predilecto, llegando a ser hijo adoptivo (cf. Gálatas 4,4-7) y hermano de Cristo. Se cumple así en la historia de cada uno el eterno designio del Padre: «a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (cf.  Romanos  8; Romanos 29).
§  El Espíritu Santo es quien constituye a los bautizados en hijos de Dios y, al mismo tiempo, en miembros del Cuerpo de Cristo.
El Espíritu Santo es quien constituye a los bautizados en hijos de Dios y, al mismo tiempo, en miembros del Cuerpo de Cristo. Lo recuerda Pablo a los cristianos de Corinto: «En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo» (1Corintios 12,13); de modo tal que el apóstol puede decir a los fieles laicos: «Ahora bien, vosotros sois el Cuerpo de Cristo y sus miembros, cada uno por su parte» (1Corintios 12,27); «La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gálatas 4,6 cf.  Romanos 8,15-16).
§  Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios.
  • Benedicto XVI, Porta fidei, n. 3:  “Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos
con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cfr. Juan 6, 51). Creer en Jesucristo es el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación”. Ningún texto de espiritualidad alcanza la riqueza de la Escritura.
§  Que cada jornada nuestra esté marcada por el encuentro renovado con Cristo, Verbo del Padre hecho carne. Meditemos sobre la Palabra de Dios.
  • Benedicto XVI, Verbum Domini, 124: Así pues, que cada jornada nuestra esté marcada por
el encuentro renovado con Cristo, Verbo del Padre hecho carne. Él está en el principio y en el fin, y «todo se mantiene en él» (Colosenses 1,17). Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y rejuvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que permanece eternamente (cf. 1Pedro1,25 Isaías 40,8). Y también nosotros podemos entrar así en el gran diálogo nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. Y el que oiga, diga: “¡Ven!”... Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto”. ¡Amen! “Ven, Señor Jesús”» (Apocalipsis 22,17.20).

o   Ningún texto de espiritualidad o de literatura puede alcanzar el valor y la riqueza contenida en la Sagrada Escritura

Cfr. Benedicto XVI, Exhortación apostólica  Verbum Domini (30 septiembre 2010)
  • n. 69: “«Ningún texto de espiritualidad o de literatura puede alcanzar el valor y la riqueza
contenida en la Sagrada Escritura, que es Palabra de Dios».
  • n. 107: «El Señor ensalza la sencillez de corazón de quien reconoce a Dios como la verdadera
riqueza, pone en Él la propia esperanza, y no en los bienes de este mundo».

v  La Palabra de Dios es eficaz (v. 12).

Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana 5/2012, Domenica 28, pp. 15-16

            La verdadera riqueza del cristiano, según la Carta a los Hebreos, es la Palabra de Dios, porque es una llamada a la comunión con quien habla, que es Dios mismo. 
Es eficaz, como ya había anunciado el profeta Isaías (55,11):  “así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié”.
Así lo repitió san Pablo en su 1ª Carta a los Tesalonicenses (2, 13): “ Damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino como lo que es en verdad, palabra divina, que actúa eficazmente en vosotros los creyentes”.

v  Es cortante como una espada de doble filo (v. 12).

Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana 5/2012, Domenica 28, pp. 15-16
Al hombre que está atenazado sobre todo por las falsas preocupaciones que proceden de la avidez o ansia del dinero, el Señor le regala como un instrumento para discernir y orientarse sobre los verdaderos valores de la vida. 

2. La Palabra de Dios crea comunión, con Dios y entre los creyentes y es fuente de alegría.

  • 1 Juan 1, 2-3: "Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo
que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan., 1, 2-3).

v  El sacerdote - ungido y enviado para anunciar a todos el Evangelio del Reino y para conducir a los creyentes a la comunión con Dios -, debe ser el primero en cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios.

Cfr. Benedicto XVI, Exhortación apostólica  Verbum Domini (30 septiembre 2010)

  • n. 80 Respecto a los sacerdotes, quisiera también remitirme a las palabras del Papa Juan Pablo II, el
cual, en la Exhortación apostólica postsinodal «Pastores dabo vobis», ha recordado que «el sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra de Dios; es el ungido y enviado para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo». Por eso, el sacerdote mismo debe ser el primero en cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: «no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva: “la mente de Cristo” (1 Corintios 2,16)». (n. 26).  Consiguientemente, sus palabras, sus decisiones y sus actitudes han de ser cada vez más una trasparencia, un anuncio y un testimonio del Evangelio; «solamente “permaneciendo” en la Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo del Señor; conocerá la verdad y será verdaderamente libre».

o   Una condición indispensable para una fecunda labor pastoral es la relación personal con Cristo.

                           Cfr. Juan Pablo II, Mensaje durante el encuentro con los miembros de la
                         Conferencia Episcopal Polaca,  Varsovia, 11 de junio de 1999.
§  Los pastores deben abrirse a la luz y a la fuerza de la palabra de Dios: quien ha recibido el ministerio de la palabra se convierte en vano  predicador  exterior de la palabra de Dios si no la escucha interiormente.
  • 4.  (…) Una condición indispensable para una fecunda labor pastoral es la relación personal con
Cristo, que se manifiesta ante todo en la oración y en el amor, lleno de espíritu de sacrificio, a la Iglesia, nuestra Madre. «Porque me devora el celo por tu casa, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí» (PS 69,10).
  • 5. En la base de toda renovación está la palabra de Dios, «que tiene poder para construir el edificio y
daros la herencia con todos los santificados» (AC 20,32). Sigue siendo siempre actual la exhortación del concilio ecuménico Vaticano II, según la cual «toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la sagrada Escritura. En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (Dei Verbum, DV 21).  
A la luz y a la fuerza de la palabra de Dios deben abrirse ante todo los pastores, para que, como recomienda san Agustín, aquel a quien se ha encomendado el santo ministerio de la palabra no se convierta en vano predicador exterior de la palabra de Dios, si no la escucha interiormente (cf. Sermón 179, 1: PL 38, 966). «La palabra de Dios es viva y eficaz» (Hebeos 4,12). Que esa palabra alimente vuestra espiritualidad y se transforme en fuente de un apostolado fecundo, de acuerdo con el principio de santo Tomás: «contemplata aliis tradere». La palabra de Dios es un medio insustituible de salvación para los hombres de todos los tiempos. «Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (Dei Verbum, DV 21).

v  El anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría profunda que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo.

Cfr. Benedicto XVI, Exhortación apostólica  Verbum Domini (30 septiembre 2010)

o   Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo (cf. Gálatas 5,22)

  • 123  El anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría profunda
que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo. Una alegría que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegría. Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de una alegría superficial y efímera, sino de aquella que brota del ser conscientes de que sólo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (cf. Juan 6,68).

o   La íntima relación entre la Palabra de Dios y la alegría se manifiesta claramente en la Virgen.

  • 124 Esta íntima relación entre la Palabra de Dios y la alegría se manifiesta claramente en
la Madre de Dios. Recordemos las palabras de santa Isabel: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lucas 1,45). María es dichosa porque tiene fe, porque ha creído, y en esta fe ha acogido en el propio seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo. La alegría que recibe de la Palabra se puede extender ahora a todos los que, en la fe, se dejan transformar por la Palabra de Dios. El Evangelio de Lucas nos presenta en dos textos este misterio de escucha y de gozo. Jesús dice: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra» (Lucas 8,21). Y, ante la exclamación de una mujer que entre la muchedumbre quiere exaltar el vientre que lo ha llevado y los pechos que lo han criado, Jesús muestra el secreto de la verdadera alegría: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen» (Lucas 11,28). Jesús muestra la verdadera grandeza de María, abriendo así también para todos nosotros la posibilidad de esa bienaventuranza que nace de la Palabra acogida y puesta en práctica. Por eso, recuerdo a todos los cristianos que nuestra relación personal y comunitaria con Dios depende del aumento de nuestra familiaridad con la Palabra divina. Finalmente, me dirijo a todos los hombres, también a los que se han alejado de la Iglesia, que han abandonado la fe o que nunca han escuchado el anuncio de salvación. A cada uno de ellos, el Señor les dice: «Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos» (Apocalipsis 3,20).

v  Por la revelación, Dios invisible (cf. Colosenses, 1, 15; 1 Timoteo, 1, 17), movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos.

o   Cfr. Conc. Vaticano II, const. «Dei Verbum».


2. Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef., 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef., 2, 18; 1 Pe., 1, 4). Así, pues, por esta revelación Dios invisible (cf. Col., 1, 15; 1 Tim., 1, 17), movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex., 33, 11; Jn., 15, 14-15) y trata con ellos (cf. Bar., 3, 38), para invitarlos y recibirlos a la comunión con El. Este plan de la revelación se realiza con palabras y hechos intrínsecamente conexos entre sí, de modo que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación (Cf. Mateo 11, 27; Juan 1, 14 y 17; 14, 6; 17, 1-3; 2 Corintios, 3, 16; 4, 6; Efesios 1, 3-14.).

v  Todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuenta.

o   Incluso lo que la acción libre de las criaturas producirá.

  • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 302: (…) Dios guarda y gobierna por su providencia todo
lo que creó, "alcanzando con fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo con dulzura" (SG 8,1). Porque "todo está desnudo y patente a sus ojos" (HE 4,13), incluso lo que la acción libre de las criaturas producirá (Cc. Vaticano I: DS 3003).



Vida Cristiana


[1] Cfr. Lumen Gentium, 9: “Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo (1Pedro 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (Juan 3,5-6), son hechos por fin "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición… que en un tiempo no era pueblo, y ahora pueblo de Dios" (1 Pedro 2,9-10). Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1228: El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1Pedro 1,23 Efesios 5,26). S. Agustín dirá del Bautismo: "Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum" ("Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento", ev. Io. 80,3); n. 2475: Los discípulos de Cristo se han ‘revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad’ (Efesios 4,24). ‘Desechando la mentira’ (Efesios 4,25), deben ‘rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias’ (1Pedro 2,1); n. 2769: En el Bautismo y la Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del Señor significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es hablar con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados de nuevo por la Palabra del Dios vivo" (1Pedro 1,23) aprenden a invocar a su Padre con la única Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en adelante porque el Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado indeleble en sus corazones, sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por eso, la mayor parte de los comentarios patrísticos del Padre Nuestro están dirigidos a los catecúmenos y a los neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración del Señor, es siempre el Pueblo de los "neófitos" el que ora y obtiene misericordia (cf 1Pedro  2,1-10).

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