Ø El matrimonio. Domingo 27 del tiempo ordinario, Año B (2018). El proyecto matrimonial al inicio de la creación. Una carne: la comunión interpersonal entre iguales, entre hombre y mujer. La mujer no es inferior, ni un ídolo fetiche o una esclava, ni un juguete precioso. El amor conyugal comporta una totalidad. La sexualidad. La dureza de corazón.
v
Domingo 27 del Tiempo ordinario. Año B. 7 de
octubre de 2018
Génesis 2, 18-24; Sal 127; Hebreos 2, 9-11; Marcos 10, 2-16
Cfr. Ravasi Gianfranco, Secondo la Scrittura, Anno B Piemme 1996 pp. 295-300
·
Génesis 2, 18-24: 18 Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno
que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada.»
19 Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves
del cielo y los llevó ante el hombre
para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el
nombre que el hombre le diera. 20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no
encontró una ayuda adecuada. 21 Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo
sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y
le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. 22 De la costilla
que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el
hombre. 23 Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» 24
Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen
una sola carne.
·
Marcos 10, 2-16: 2 Se acercaron unos fariseos que, para
ponerle a prueba, preguntaban: ¿Puede el marido repudiar
a la
mujer?» 3 El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» 4 Ellos le dijeron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» 5 Jesús les dijo:
«Teniendo en cuenta la dureza de vuestro
corazón escribió para vosotros este precepto. 6 Pero desde el comienzo de
la creación, El los hizo varón y hembra. 7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre, 8 y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos,
sino una sola carne. 9 Pues bien, lo que
Dios unió, no lo separe el hombre.» 10 Y
ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. 11 Él les dijo:
«Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla;
12 y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». [13 Y
se fue otra vez a la orilla del mar. Y toda la muchedumbre iba hacia él, y les
enseñaba. 14 Al pasar, vio a Leví el de Alfeo sentado en el telonio, y le dijo:
Sígueme. Él se levantó y le siguió. 15 Y ocurrió que, estando a la mesa en casa
de éste, se sentaron con Jesús y sus discípulos muchos publicanos y pecadores,
pues eran muchos y le seguían. 16 Los escribas de los fariseos, viendo que
comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come con
los publicanos y pecadores?
Y se hacen una sola carne
(Génesis 2, 18-24 y Evangelio Marcos 10,
2-16)
Hueso de mis
huesos y carne de mi carne
(Igualdad del hombre y de la mujer:
Génesis)
I. Al inicio de la creación
- Encontramos el proyecto fundamental de Dios sobre el matrimonio en
Génesis 2, 18-24
(primera Lectura),
cuando creó el hombre y la mujer. Es el proyecto del que Jesús habla en el
Evangelio que hemos leído hoy, Marcos 10, 2-16.
v
1. El Señor, para fundamentar el matrimonio, se
remonta al inicio, al Génesis.
o
El amor se inscribe en la carne viva, es decir
en la misma existencia del hombre y de la mujer.
·
Cfr.
Gianfranco Ravasi o.c., p. 296: En el diálogo con los fariseos
sobre el divorcio, Jesús, en la
discusión con los fariseos, “abandona el terreno negativo de la crisis,
y lleva a sus interlocutores hacia el horizonte positivo del amor matrimonial
perfecto. De las indicaciones que se encuentran
en el Deuteronomio[1], que
se refieren al proceso que hay en la ley de Moisés sobre el divorcio con el
certificado oficial de repudio, el Señor se remonta al texto luminoso del
Génesis en el que el amor se inscribe en la carne viva, es decir en la misma
existencia del hombre y de la mujer. Por tanto nosotros debemos también partir
del texto del capítulo 2 del Génesis, que surge probablemente en el siglo X
a.C.”
o
Las palabras, al comienzo de la creación, dejan claro que Jesús fundamenta la
enseñanza de la indisolubilidad y unidad del matrimonio en lo que Dios ha hecho y que atestigua el libro del
Génesis.
·
César
Franco, Alfa y Omega, 5-X-2000: “La pregunta del Evangelio de este domingo, acerca
del divorcio, pone a Jesús en un aprieto:
contradecir el permiso de repudio,
dado por Moisés, significaba situarse por encima de él, es decir, con autoridad
divina, puesto que Moisés había recibido la ley del mismo Dios. Jesús, por
tanto, podía ser acusado de heterodoxia ante el tribunal judío.
Como
en otras ocasiones, Jesús esquiva la trampa mediante un giro que apunta al
corazón de sus interlocutores y los pone al descubierto. Salva la autoridad de
Moisés apelando a la dureza del corazón
que le obligó, no a prescribir el divorcio, sino a permitir
el libelo de repudio, que, de alguna manera, protegía los derechos de la mujer
despedida ante un futuro marido. Pero lo más interesante de la respuesta de
Jesús es la interpretación que hace de la voluntad de Dios sobre el hombre y la
mujer, apelando al acto mismo de la creación. Las palabras, al comienzo de la creación, dejan claro
que Jesús fundamenta la enseñanza de la indisolubilidad y unidad del matrimonio
en lo que Dios ha hecho y que
atestigua el libro del Génesis. Esta acción de Dios en el principio del orden
creado no puede ser puesta en entredicho ni por Moisés, ni por hombre alguno
que pretende corregir, no una letra escrita, sino la voluntad expresa de Dios
inscrita por su amor y verdad en el corazón del hombre”.
v
2. «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada» Génesis 2,18.
·
Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales
del campo y todas las aves del cielo y los llevó
ante el hombre para
ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el
hombre le diera (Génesis 2, 19).
·
El hombre se sentía solo, sin una ayuda
«semejante» y el Señor crea y le presenta animales, aves ... y
el hombre les impone el nombre (en el lenguaje de la Escritura, poner el
nombre: quiere decir que penetra en los secretos de un ser, que descubre la estructura y la finalidad de esos
seres... es la experiencia de la ciencia, del trabajo, de la cultura); pero
cuando ha hecho ese trabajo, el hombre se siente insatisfecho, no ha encontrado
la «ayuda adecuada».
v
3. La imagen de la costilla. “Es hueso de mis
huesos y carne de mi carne”. Génesis 2, 22-24.
o
Con la imagen de la costilla se nos quiere
indicar que el hombre y la mujer están formados de la misma sustancia, non son
extraños entre sí ...
·
“ 22 De la costilla que Yahveh Dios había tomado
del hombre formó una mujer y la llevó ante el
hombre. 23 Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha
sido tomada.» 24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su
mujer, y se hacen una sola carne”.
§ La unicidad
insustituible de la mujer, la complementariedad de los dos sexos y la relación
de amor se celebran con el estupor del
hombre enamorado que eleva al cielo el primer y eterno canto de amor.
·
Cfr. Gianfranco Ravasi, o.c. pp. 296-297: “La
aparición de la mujer suprime toda
soledad; los
dolores, las
alegrías, las ansias, las incógnitas del hombre ahora se transfunden en el corazón de otra
criatura,
verdaderamente «semejante a él». La unicidad insustituible de la mujer, la
complementariedad de
los dos sexos y
la relación de amor se celebran con el
estupor del hombre enamorado que eleva al cielo el
primer y eterno
canto de amor: «Esta vez sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne». Entre los
dos se ha
establecido una verdadera homogeneidad, una comunión tan profunda que les hace
una única
existencia, «una
sola carne», una unidad que no se extinguirá ni siquiera con la muerte, porque
«fuerte como
la muerte es el
amor» (Cantar 8,6).”
§ Hay
paridad entre hombre y mujer, comunión real y no una subordinación.
·
Del mismo modo, la exclamación de Adán «Esta vez sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi
carne» significa parentesco, pertenencia; significa que hay
paridad entre los dos, una comunión real, no una subordinación. La ayuda no se
entiende en sentido subordinado o instrumental.
Cfr. Gianfranco Ravasi o.c. p. 297: “Si la relación de
comunión interpersonal se resquebrajase, si el diálogo se suprimiese, si la
mujer fuese reducida a un ídolo fetiche o a un juguete precioso –semejante a
las cosas a las que el hombre da el nombre, dominándolas – entonces la
humanidad volvería a ser demolida profundamente, incompleta y abandonada a la
soledad”.
§
La donación integral exige empeño, seriedad,
amor auténtico que no puede ser abrogado fácilmente por un “permiso”, o por una
dispensa como la que fue introducida en la ley del Deuteronomio.
·
Cfr. Gianfranco Ravasi o.c., pp. 297-298: “Las
palabras de Jesús se sobreponen a las del antiguo
autor del Génesis y dan un golpe a las complicadas controversias que había alrededor de la
legislación divorcista del antiguo Israel: interpretaciones restrictivas, como
las de la celebre escuela del rabbí
Shammai, se contraponían a las interpretaciones liberales y demasiado
permisivas de la otra escuela teológica del judaísmo de la época de Jesús, la
del rabbí Hillel. Cristo, por el
contrario, no fija su atención sobre el fracaso, sobre la casuística negativa,
sino sobre la norma fundamental positiva que está en la raíz del encuentro de
amor matrimonial que había sido formulada espléndidamente en el Génesis. Jesús
en su constante propuesta de radicalidad y totalidad (¡pensemos en el Discurso
de la Montaña!) presenta a su discípulo el proyecto ideal del matrimonio
cristiano. Un ideal de donación integral que exige empeño, seriedad, amor
auténtico, y que no puede ser abrogado fácilmente por un “permiso”, o por una
dispensa como la que fue introducida en la ley del Deuteronomio.
§ La meta que el cónyuge cristiano debe tener siempre en el horizonte
de su vida matrimonial es la de una pura plenitud de amor y la de una fidelidad
alimentada continuamente.
Ciertamente,
los reglamentos concretos alguna vez pueden ser exigidos por la limitación del
hombre, por su fragilidad, y la comprensión amorosa debe ser la regla de oro de
la Iglesia como fue para Jesús en el caso de la mujer adúltera (Juan 8, 1-11). Pero la meta que el cónyuge cristiano debe tener siempre en el horizonte de
su vida matrimonial es la de una pura plenitud de amor y la de una fidelidad
alimentada continuamente. (...)
§ El amor
debe transfigurar la sexualidad y el eros en comunión perfecta y signo del amor
divino.
Todas
las parejas cristianas son invitadas a descubrir el esplendor de su donación de
amor, que a veces ha sido recubierta por las cenizas de la rutina. El hombre
tiene la posibilidad y el derecho de vivir su sexualidad, pero el sexo solo es
una cualidad animal y biológica y como tal ciego e instintivo. El hombre tiene
la posibilidad de exaltar el sexo junto con el eros, que es sentimiento,
belleza y pasión, realidades imposibles para el animal. Pero el eros solo puede
ser egoísta y reducir el
otro a un objeto. Entre todos los seres, solamente el hombre puede vivir
el amor que transfigura la sexualidad y el eros en comunión perfecta, en signo
del amor divino».
II. El amor conyugal comporta una totalidad
v
1. Catecismo de la Iglesia Católica
o
El ser humano tiene la dignidad de persona: es
capaz de conocerse, de poseerse, de darse libremente y entrar en comunión con
otras personas.
·
CEC 357: Por haber sido hecho a imagen de Dios, el
ser humano tiene la dignidad de persona; no es
solamente algo, sino alguien. Es capaz de
conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras
personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a
ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su
lugar.
§ El
amor conyugal: comporta … mira a … exige … se abre a …
·
CEC 1643: Los bienes y las exigencias del amor conyugal - «El amor conyugal comporta una
totalidad en la que entran todos los elementos de la
persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la
afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira a una
unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce
a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la
fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la
fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo
amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y
consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de
valores propiamente cristianos» ( Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 13).
§ La
sexualidad se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte
integral del amor por el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente
entre si hasta la muerte.
·
CEC 2361: «La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el
uno al otro con los
actos propios y exclusivos de los esposos,
no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona
humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente
cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se
comprometen totalmente entre sí hasta la muerte» (Juan Pablo II, Familiaris Consortio,
11):
Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: «Levántate, hermana, y
oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve». Ella
se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él
diciendo: «¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres... tú creaste a Adán, y
para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos
proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: "no es bueno que el
hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él". Yo no tomo a
ésta mi hermana con deseo impuro, más con recta intención. Ten piedad de mí y
de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad». Y dijeron a coro: «Amén,
amén». Y se acostaron para pasar la noche (Tobías 8, 4-9).
§ La
sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y de su alma.
·
CEC 2332: La sexualidad abraza todos los
aspectos de la persona humana, en la unidad de
su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a
la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general,
a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
§ Exclusividad,
unidad e indisolubilidad
·
CEC 1611: Contemplando la Alianza de Dios con Israel
bajo la imagen de un amor conyugal
exclusivo y fiel (Cf Os 1-3; Is 54. 62; Jr
2-3. 31; Ez 16, 62; 23), los profetas fueron preparando la conciencia del
Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la
indisolubilidad del matrimonio (Cf Mal 2, 13-17). Los libros de Rut y de Tobías
dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad
y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de
los Cantares una expresión única del amor humano, puro reflejo del amor de
Dios, amor «fuerte como la muerte» que «las grandes aguas no pueden anegar» (Ct
8, 6-7).
o
El amor de Dios y el amor de los padres
§ Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su
amada.
·
CEC 219: El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Cf
Os 11, 1). Este
amor es más fuerte que el
amor de una madre a sus hijos (Cf Is 49, 14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su
amada (Cf Is 62, 4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades
(Cf Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: «Tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único» (Jn 3, 16).
§ La
ternura paternal de Dios se expresa
mediante la imagen de la paternidad y de la maternidad.
·
CEC 239: Al designar a Dios con el nombre de
«Padre», el lenguaje de la fe indica principalmente dos
aspectos: que Dios es origen primero de
todo y autoridad trascendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud
amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada
también mediante la imagen de la maternidad (Cf Is 66, 13; Sal 131, 2.) que
indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su
criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los
padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el
hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles
y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene
recordar, entonces, que Dios trasciende la distinción humana de los sexos. No es
hombre ni mujer, es Dios. Trasciende también la paternidad y la maternidad
humanas (Cf Sal 27, 10), aunque sea su origen y medida (Cf Ef 3, 14; Is 49,
15): nadie es padre como lo es Dios.
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2. Juan Pablo II, Homilía
En Kinshasa, República Democrática del Congo,
3-V-1980
v
La unión de los cuerpos, de los caracteres, de
los corazones, de las inteligencias y de la voluntad, de las almas.
·
“Conformándose con Cristo, que se
entregó por amor a su Iglesia, es como los esposos llegan día a
día al amor de que nos habla el Evangelio: «Amaos
unos a otros como Yo os he amado», y más precisamente a la perfección de la
unión indisoluble en todos los planos. Los esposos cristianos han prometido
comunicarse cuanto son y cuanto tienen. ¡Es el contrato más audaz que pueda existir,
y asimismo el más maravilloso!
La unión de sus
cuerpos, querida por Dios mismo cual expresión de la comunión todavía más
profunda de sus espíritus y corazones, realizada con tanto respeto cuanto
ternura, renueva el dinamismo y la juventud de su compromiso solemne, de su
primer «sí».
La unión de sus
caracteres: pues amar a un ser es amarlo tal cual es, es amarlo hasta el
punto de cultivar en sí el antídoto de sus debilidades o defectos, por ejemplo,
la calma y la paciencia si al otro le faltan de modo notorio.
¡La unión de los
corazones! Los matices que diferencian el amor del hombre del de la mujer son innumerables. Cada una de
las partes no puede no puede exigir ser
amado como él ama. Es importante renunciar – una y otra – a los reproches
secretos que separan los corazones y liberarse de esta pena en el momento más
propicio. Hay una puesta en común que es muy unificadora, la de las alegrías y,
más aún, la de los sufrimientos del corazón. Pero es sobre todo en el amor
común a los hijos donde se fortifica la unión de los corazones.
¡La unión de las
inteligencias y de las voluntades! Los esposos son asimismo dos fuerzas
diversificadas y , a la vez, ensambladas en el servicio recíproco y en el
servicio de su hogar, de su ambiente social y en el servicio a Dios. El acuerdo
esencial debe manifestarse en la determinación y prosecución de objetivos
comunes. La parte más enérgica debe respaldar la voluntad de la otra, suplirla
a veces, y hacer de palanca con habilidad, como educando.
En fin, ¡la unión
de almas, almas unidas ellas mismas a Dios! Cada uno de los esposos debe
reservarse momentos de soledad con Dios, de «corazón a corazón», donde el otro
cónyuge no sea la preocupación primera. Esta vida personal del alma con Dios,
que es indispensable, está lejos de excluir la puesta en común de toda la vida
conyugal y familiar. Por el contrario, estimula a los cónyuges cristianos a
buscar juntos a Dios, a descubrir juntos su voluntad y a cumplirla
concretamente con las luces y energías que han sacado de Dios mismo”.
III. La dureza del corazón - esclerocardia
[2]-hace
que el hombre no sea capaz de entender el proyecto de Dios ni de realizarlo.
·
El
pecado hace que el hombre no sea capaz de entender el proyecto de Dios, que no
sea capaz de
realizarlo. Por tanto “dureza de corazón”
quiere decir insensibilidad de la conciencia, y, como consecuencia,
desobediencia a Dios.
·
Cfr. Gianfranco Ravasi o.c. p. 299: Jesús, encuentra una causa excusante de la
posibilidad de
divorciar reconocida en la Ley biblica: “la esclerocardìa, la «dureza de corazón»,
una terminología clásica en el Antiguo Testamento, que indicaba la
insensibilidad de la conciencia, la fragilidad pecadora, la obstinada
desobediencia a Dios. En este sentido es ejemplar el llamamiento del
Deuteronomio: «Circuncidad el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más
vuestra cerviz» (10,16). Se trataba, por tanto, de un gesto de tolerancia y de aguante
por parte de Dios, que, sin embargo, no justifica el acto en sí, del mismo modo
que el haber permitido alguna vez la violencia «sagrada» no avala automáticamente
el odio, la guerra, la hostilidad”.
Vida Cristiana
[1]
Deuteronomio 24, 1-4: 1 Si un hombre toma una
mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos,
porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de
repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa. 2 Si después de
salir y marcharse de casa de éste, se casa con otro hombre, 3 y luego este otro
hombre le cobra aversión, le redacta un libelo de repudio, lo pone en su mano y
la despide de su casa (o bien, si llega a morir este otro hombre que se ha
casado con ella), 4 el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla
por esposa después de haberse hecho ella impura. Pues sería una abominación a
los ojos de Yahveh, y tú no debes hacer pecar a la tierra que Yahveh tu Dios te
da en herencia.
[2] "Esclero"
(del griego sklerós) significa
"duro". "Cardia" se refiere al corazón, al órgano. Según
los diccionarios, la esclerosis es
un endurecimiento patológico de un órgano o tejido que ocasiona trastornos sensoriales y del control
muscular. La “Esclerocardia” se refiere al corazón. Éste se endurece, se cansa,
se embota: se agota la vida.
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