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Ø Domingo 33 del tiempo ordinario, ciclo B. (2018). La vigilancia en la vida cristiana. El fiel cristiano debe vigilar y trabajar en la espera de la segunda venida del Señor, que juzgará nuestra vida, santificando el tiempo presente. La advertencia de Cristo “velad” se dirige a cada uno de nosotros, para que pensemos en nuestra vida personal. Este modo de pensar es fuente de la verdadera vida interior, prueba de la madurez de la conciencia y manifestación de responsabilidad humana para consigo mismo y para con los otros. Así cada uno de nosotros como cristiano participa en la misión de la Iglesia. La lección de Jesús es doble: la atención al presente y la mirada fija en la meta futura, en la plena y perfecta redención que es el fin y la finalidad del tiempo. Muchos son tentados de cerrarse en el presente, convencidos de que es imposible ir más allá, ascender, perforar la capa opaca de nuestros días frecuentemente absurdos. Otros, por otra parte, se lanzan sólo hacia el futuro, soñando, ignorando los compromisos cotidianos, tendiendo más allá de la cima hasta caer en el engaño, en la fantasía y en la alienación fanática. Como la fecha de la llegada y la plenitud del Reino está escrita sólo en la mente de Dios y en su proyecto de salvación, es inútil proponer los horóscopos o hipótesis de ciencia ficción o de teología ficción.
v
Cfr. 33 semana del tiempo
ordinario Año B 18 noviembre 2018
Daniel 12, 1-3; Hebreos 10,11-14.18; Marcos 13, 24-32
cfr. Gianfranco
Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B
Piemme 1996, pp. 330-335; Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Marcos 13, 24-27;
28-37.
Marcos 13, 24-32: 24 « Mas por esos días, después de aquella
tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas
irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. 26 Y entonces verán al Hijo
del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los
cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo. 28 « De la higuera aprended esta
parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el
verano está cerca. 29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas.
30 . Yo os aseguro que no pasará esta
generación hasta que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán. 32 Mas de aquel día y hora,
nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
ESTAD
SIEMPRE DESPIERTOS
(Lucas 21, 36: Aleluya antes del Evangelio)
1.
El tiempo presente es un
tiempo de espera y de vigilia
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 672: (…) El tiempo presente, según el Señor, es el
tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hechos 1, 8), pero es también un tiempo
marcado todavía por la "tribulación" (1 Corintios 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef esios 5, 16) que afecta también a la
Iglesia (cf. 1 Pedro 4, 17) e inaugura los combates de los
últimos días (1 Juan 2,
18; 4, 3; 1 Timoteo 4, 1). Es un tiempo de espera y de
vigilia (cf. Mateo 25, 1-13; Marcos 13, 33-37).
v
En los versículos siguientes
al texto del evangelio de Marcos leído hoy, hay una llamada de Jesús a la
vigilancia para preparar su segunda venida[1].
o
Vigilad: “porque ignoráis
cuándo será el momento”; velad “ya que no sabéis cuando viene el dueño de la
casa”.
§ “no
sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos”; “a todos lo digo:
¡velad!.
·
vv. 33-37: 33 « Estad atentos y vigilad,
porque ignoráis cuándo será el momento. 34 Al igual que un hombre que se
ausenta: deja su casa, da
atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que
vele; 35 velad, por tanto, ya que no
sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al
cantar del gallo, o de madrugada. 36 No
sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros
digo, a todos lo digo: ¡Velad!»]
o
Jesús explicará esta
necesidad de vigilar con la mini-parábola de la higuera.
§
En el evangelio de San Mateo (24, 32-35) y San Lucas (21, 29-33) se
refiere también esa parábola con la misma finalidad.
·
Marcos 13,
28-29: « De la higuera aprended esta
parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que
el verano está cerca. Así
también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas.
2.
El centro de la descripción
de Jesús no está en una catástrofe
cósmica, no está en el fin del mundo, sino más bien en la «venida del Hijo del
hombre» que es la finalidad del mundo es decir, la meta hacia la cual se dirige
la historia para llegar a su plenitud
v
Hay una distinción entre a) el
fin del mundo (destrucción, desaparición del mundo), y b) la finalidad del
mundo en cuanto meta hacia la que se dirige: Cristo y su ingreso en la historia.
·
Gianfranco Ravasi o.c. , p. 333: “Sin embargo, el centro de la descripción de Jesús
no está en una
catástrofe cósmica, no está en el
fin [ la desaparición] del mundo,
sino más bien en la «venida del Hijo del hombre» que es la finalidad del mundo, es decir, la meta hacia la cual se dirige la
historia para llegar a su plenitud” (Ravasi o.c. p. 330).
·
G. Ravasi o.c.,
p. 333 “Hay un doble modo de considerar el adjetivo «último»: se puede
entender como la meta
de un itinerario o de una espera, o bien el fin de una cosa, es decir,
el último instante de vida. Se trata de la diferencia que hay en italiano entre
el fin di una realidad [su
finalidad] y su su fin [su desaparición]. El énfasis de de las
palabras de Jesús recae sobre el fin
[finalidad] de la historia, aunque en el lenguaje usado tal vez parece
orientarse sobre el fin [desaparición]del mundo” (…).
·
Gianfranco Ravasi p. 330-331: “Jesús remite a un
famoso libro apocalíptico del Antiguo Testamento, el libro
de Daniel (7, 13-14), en el
que se introducía la aparición gloriosa del «Hijo del hombre que venía en las
nubes del cielo para recibir el poder, honor y reino, y para ser servido
por todos los pueblos, naciones y
lenguas». Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será
destruido jamás. La tradición judía y cristiana ha visto en esta página el
ingreso del Mesías en la historia. Y es bajo esta luz que ahora debemos leer el
anuncio de Jesús. Cristo ha venido ya al mundo para imprimir un cambio
radical en la historia humana. Ya se ha
dado la inauguración del Reino de Dios, cuya realización es, sin embargo,
lenta, aunque hay un crecimiento progresivo. Cuando se llegará a la plenitud, entonces Cristo
«entregará a Dios Padre el Reino para que Dios sea todo en todos» (1 Corintios
15, 24.28)”.
v
La imagen de la higuera: el
cristiano debe vivir con los ojos abiertos, como el centinela que escruta los
signos del acercarse de Dios.
·
Gianfranco Ravasi p. 331: “Esta actitud está descrita por Jesús por medio de la parábola de la higuera, una
imagen popular
para
indicar los cambios de las estaciones: al contrario de la casi totalidad de las
otra plantas de Palestina, la higuera pierde las hojas en invierno, en
primavera produce los brotes que, al crecer, nos señalan la inminencia del
verano y de los frutos. El cristiano debe vivir con los ojos abiertos, no siendo
de carácter blando por las
distracciones o por el goce ciego, no
sentado en los márgenes del río de la vida sino como el centinela que escruta
los signos del acercarse de Dios, de su venida hasta «las puertas» de nuestras
ciudades y de nuestras casas.
Esta
irrupción está siempre «cercana» a cada generación, ya sea a la contemporánea
de Jesús que a la del lector de todos los tiempos, porque cada uno tiene a
disposición solamente este espacio limitado de tiempo para esperar su venida.
§
Para entender con finura la imagen de la higuera, es necesario conocer
el sistema climático de Palestina
·
Gianfranco Ravasi p. 334: “Para entender con finura la imagen de la
higuera, es necesario conocer el sistema climático de
Palestina:
la vegetación es siempre verde, con la excepción de la higuera que pierde las
hojas en invierno. Prácticamente existen sólo dos estaciones, y la primavera es
un período muy breve entre el invierno y el verano. Por tanto, la higuera es el
único árbol que señala de modo visual el verano con el brote de sus yemas y,
enseguida, el calor hace que explote el follaje y estamos en pleno verano. Hay,
por tanto, un breve arco de tiempo para observar la primavera y los signos son
mínimos, ligados a los tiernos brotes. Dios se presenta así, como una aparición
veloz y secreta; hay que tener ojos vigilantes, mente aguda y corazón preparado
para acogerlo”.
v
Pero como la fecha de la
llegada y la plenitud del Reino está escrita sólo en la mente de Dios y en su
proyecto de salvación, es inútil proponer los horóscopos o hipótesis de ciencia
ficción o de teología ficción.
·
Gianfranco
Ravasi o.c., p. 331: Pero la fecha de la llegada y la plenitud del Reino está escrita sólo en la
mente de Dios y en
su
proyecto de salvación. Es inútil proponer los horóscopos y agitarse
frenéticamente con hipótesis de ciencia ficción o de ficción teológica, como
suelen hacer también hoy día ciertas sectas apocalípticas. El creyente, que
vive atento a los signos de los tiempos,
vive con intensidad y serenidad su presente, «su generación», guiado por la Palabra de Cristo que no pasa, en espera de
aquella palabra decisiva y definitiva que será pronunciada por Dios en el
momento oportuno y solamente conocido por El”.
v
La lección de Jesús es doble:
la atención al presente y la mirada fija en la meta futura, en la plena y
perfecta redención que es el fin y la finalidad del tiempo.
o
Muchos son tentados de
cerrarse en el presente, convencidos de que es imposible ir más allá, ascender,
perforar la capa opaca de nuestros días frecuentemente absurdos. Otros, por
otra parte, se lanzan sólo hacia el futuro, soñando, ignorando los compromisos
cotidianos, tendiendo más allá de la cima hasta caer en el engaño, en la
fantasía y en la alienación fanática.
·
Gianfranco Ravasi o.c. pp. 334-335: “La lección fundamental que
debemos recoger de este texto que lleva del fin
[como final de la vida] a la finalidad, es doble. En primer lugar es necesario
estar atentos, no distraerse en las cosas, inmersos en la banalidad. Las señales que Dios
disemina en la historia son minúsculas pero incisivas. (...) La lección se
alarga hacia un horizonte todavía más lejano. El cristiano debe, ciertamente,
estar siempre atento al presente, al silencioso paso de Dios por nuestros
caminos, pero debe tener también la mirada fija en la meta futura, en la plena
y perfecta redención que es el fin y la finalidad del tiempo. (...) No es fácil
estar en esta cima. Muchos son tentados de cerrarse en el presente, convencidos
de que es imposible ir más allá, ascender, perforar la capa opaca de nuestros
días frecuentemente absurdos. Otros, por otra parte, se lanzan sólo hacia el
futuro, soñando, ignorando los compromisos cotidianos, tendiendo más allá de la
cima hasta caer en el engaño, en la fantasía y en la alienación fanática. El
verdadero cristiano obra ahora y aquí, en la espera de que su vida florecerá en
el después y en el más allá.”
o
El fiel no espera el fin del mundo, sino la
venida del Señor. Sabe que no termina en el abismo de la nada, sino que
florecerá en la plenitud. En este domingo somos invitados a interrogarnos sobre algunas cuestiones
fundamentales.
·
Gianfranco
Ravasi o.c. p. 332: “El fiel, por tanto, no espera el fin del mundo sino la
venida del Señor. No espera una
catástrofe cósmica sino
una recreación de todo el ser en una armonía suprema, no teme el abismo de la
nada sino el florecer de la plenitud y de lo eterno. En efecto, hoy en la
primera Lectura, del libro de Daniel, hay un horizonte de luz que espera a los
justos: «brillarán como el fulgor del firmamento, como las estrellas, por toda la eternidad»
(12, 3). (...) Hoy somos invitados a interrogarnos sobre algunas cuestiones
fundamentales: ¿quién somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, qué sentido
tiene la vida y la muerte? Y somos empujados a encontrar respuestas no en los
magos ni en los «astrólogos», o en los fanáticos religiosos, sino en el Evangelio, que nos presenta una meta
con luz, conquistada, sin embargo, a través de la paciencia cotidiana, a través
de la esperanza, de estar atentos, a través del amor. En aquel día, Dios «hará
nuevas todas las cosas y al que tenga sed le dará gratis del manantial del agua
de la vida» (Apocalipsis 21, 5-6)”.
3.
Sobre el tiempo presente.
v No podemos perder el tiempo, que es corto. Hay que gastarlo
fielmente, lealmente, administrar bien – con sentido de responsabilidad – los
talentos que hemos recibido.
·
San Josemaría, Hoja Informativa n. 1, Madrid, Mayo 1976: “Este mundo, mis
hijos, se nos va de las manos. No
podemos perder
el tiempo, que es corto: es preciso que nos empeñemos de veras en esa tarea de
nuestra santificación personal y de nuestro trabajo apostólico, que nos ha
encomendado el Señor: hay que gastarlo fielmente, lealmente, administrar bien –
con sentido de responsabilidad – los talentos que hemos recibido”.
“Entiendo muy bien aquella exclamación que San Pablo
escribe a los de Corinto: tempus breve
est!, ¡qué breve es la duración de nuestro paso por la tierra! Estas
palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de su corazón
como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación constante
para ser leal. Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para
desagraviar.”
4.
Juan Pablo II: la importancia del tiempo en la vida cristiana,
el deber de santificarlo.
Tertio millenio adveniente, n. 10.
v
Cristo es el Señor del tiempo
10. En el
cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su
dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la
salvación, que tiene su culmen en la « plenitud de los tiempos » de la Encarnación y su
término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo
llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida
de Cristo se inician los « últimos tiempos » (cf. Hebreos 1, 2), la « última hora » (cf. 1 Juan 2, 18), se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la Parusía.
De esta relación de Dios con el tiempo nace el deber de santificarlo.
(...) En la liturgia de la
Vigilia pascual el celebrante, mientras bendice el cirio que
simboliza a Cristo resucitado, proclama: « Cristo ayer y hoy, principio y fin,
Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A El la gloria y el poder por
los siglos de los siglos ». Pronuncia estas palabras grabando sobre el cirio la
cifra del año en que se celebra la Pascua. El significado del rito es claro:
evidencia que Cristo es el Señor del
tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día y cada momento
son abarcados por su Encarnación y Resurrección, para de este modo encontrarse
de nuevo en la « plenitud de los tiempos ».
5.
Papa Francisco: la idolatría
del acostumbramiento que hace sordo el corazón.
v
La necesidad de dirigir la
mirada al final de las cosas creadas, como la Iglesia enseña en estos días que
concluyen el Año litúrgico. [2]
o
¡Hasta las costumbres pueden
ser pensadas como dioses! No las divinicemos.
Hay
otra idolatría, la del acostumbramiento que hace sordo el corazón. Lo muestra
Jesús en el Evangelio (Lc 17,26-37), con esa descripción de los hombres y mujeres
de los tiempos de Noé y de Sodoma: comían,
bebían, compraban, vendían, sembraban, construían sin preocuparse de nada,
hasta el momento del diluvio o de la lluvia de fuego y azufre, de la
destrucción absoluta. Todo es habitual.
La vida es así: vivimos así, sin pensar en el ocaso de este modo de vivir. Eso
también es idolatría: estar apegado a las costumbres, sin pensar que todo
acabará. La Iglesia nos hace mirar al final de estas cosas. ¡Hasta las
costumbres pueden ser pensadas como dioses! Así es la vida, y así vamos
adelante… Pero, así como la belleza acabará en otra belleza, nuestra costumbre
acabará en una eternidad, en otra costumbre. ¡Pero estará Dios!
Es
preciso dirigir la mirada siempre más allá, a la costumbre final, al único Dios
que está más allá, al final de las cosas creadas, como la Iglesia enseña en
estos días que concluyen el Año litúrgico, para no repetir el error fatal de
volverse atrás, como le pasó a la mujer de Lot, y con la certeza de que, si la
vida es bella, también el ocaso lo será. Nosotros
los creyentes no somos gente que se vuelve atrás, que cede, sino gente que va
siempre adelante. Ir siempre adelante por la vida, mirando las bellezas y con
las costumbres que todos tenemos, pero sin divinizarlas, porque se acabarán…
Que las pequeñas bellezas, que reflejan la gran belleza, sean nuestras
costumbres para sobrevivir en el canto eterno, en la contemplación de la gloria
de Dios.
Vida Cristiana
[1] Jesús vino ya una vez (lo celebramos en las fiestas de la Navidad), y
en esa su primera venida a la tierra ha inaugurado el Reino de Dios; podemos
entrar en ese reino con una vida conforme al Evangelio. En el evangelio de hoy
el Señor se refiere a la segunda venida: en la profesión
de fe que frecuentemente recitamos en la celebración de la Eucaristía, tal como
la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel «que subió al
cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin».
[2] Nota de la Redacción de Vida Cristiana: probablemente, se
confirmará más adelante, estas palabras de Papa Francisco se pueden encontrar
en la homilía en Santa Marta el 13 de noviembre de 2015. Espero encontrar la fuente
donde se encuentra el texto completo. La
liturgia es la del viernes de la 32 semana del tiempo ordinario, año I.
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