Ø Domingo primero de Adviento (2018) Ciclo C. Las venidas de Cristo. Vino por primera vez con su nacimiento, que celebramos en la fiesta de Navidad; vendrá al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos y revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia; está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo: ésta es llamada la venida intermedia, que se repite muchas veces en nuestras vidas si no ponemos obstáculos. Por eso el señor nos pide que vigilemos: «Vigilad para que vuestros corazones no estén embotados [ofuscados, adormecidos]» (Lucas 21, 34). Toda venida de Cristo es una llamada a la conversión y a la vigilancia.
v Cfr. I Domingo
de Adviento, Año C
2 diciembre 2018
Jeremías 33, 14-16; Sal 25 (24); 1 Tesalonicenses
3, 12 – 4,2; Lucas 21, 25-28.34-36
Salmo responsorial Salmo 25 (24) 4-5. 8-9. 10
y 14. (R.: 1B)
A ti, Señor, levanto mi
alma
(Salmo responsorial 24,1B)
Lucas
21, 25-28.34-36: 25 «Habrá
señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia
de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26 muriéndose
los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo;
porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. 27 Y entonces verán venir al
Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder
estas cosas, cobrad ánimo y levantad la
cabeza porque se acerca vuestra liberación.» 34 «Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje, la
embriaguez y los afanes de esta vida, y
aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, 35 porque caerá como
un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de la tierra. 36 Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que
podáis evitar todos estos males que van a suceder, y podáis comparecer
delante del Hijo del hombre.»
1
Tesalonicenses 3,12-4,2: 12 Hermanos, que el Señor os colme y os haga
rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a
vosotros; 13 y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis
ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor
Jesús con todos sus santos. 4 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos
en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para
agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. 2 Pues ya conocéis las
instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Salmo 25
(24): R. A ti,
Señor, levanto mi alma. 4 Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador.
8 El
Señor es bueno y recto; por eso enseña
el camino a los pecadores. 9 Guía a los mansos en la justicia, enseña su camino a los humildes. 10 Las
sendas del Señor son amor y
fidelidad para los que guardan su alianza y sus preceptos. 14 El Señor es
amigo de quienes le temen, a ellos les da a conocer su alianza.
«Vigilaos a vosotros mismos,
para que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje,
por la embriaguez y por los afanes de esta vida,
y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros.
(Evangelio,
Lucas 21, 34)
Vigilad orando en
todo tiempo.
(Evangelio,
Lucas 21, 36)
1.
En el tiempo litúrgico del
Adviento preparamos la celebración de la Navidad, aniversario de la primera
venida del Señor. Pero, además, queremos prepararnos
para acoger al Señor que se hace presente en
nuestra vida en cualquier momento
si no ponemos obstáculos, si nuestros corazones no están ofuscados.
v
A) Así como Cristo vino una vez al mundo en la
carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para
habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si
nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
Cfr. San
Carlos Borromeo (1538-1584), Arzobispo
de Milán, en las Cartas Pastorales, Acta
Ecclesiae
Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917.
o
La venida de Cristo no sólo
aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia
continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los
sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta
conforme a sus mandamientos.
La Iglesia
celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros [el
misterio de
la Navidad], exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez
nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el
tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica
si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos
prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.
La Iglesia desea vivamente
hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo
en
la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para
habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si
nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
(…).
v
B) La venida intermedia (en cualquier momento de
nuestra vida). Es como una senda por la que se pasa de la primera venida
(nacimiento de Jesús) a la última (al final de los tiempos).
Cfr. San Bernardo (1090-1153), Sermón 5 en el
Adviento del Señor, 1-3
§ Y
para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta
venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará
mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él (Juan 14, 23).
- La intermedia, en cambio, es oculta, y
en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí
mismos,
y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino
en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en
gloria y majestad.
Esta venida intermedia es como una senda por la que
se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención;
en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y
nuestro consuelo.
Y para que nadie piense que es pura invención lo que
estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él (Juan 14, 23). He
leído en otra parte: El que teme a Dios
obrará el bien (Sirácida 15,1); pero
pienso que, se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla?
En el, corazón, sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti (Salmo
118,11) .
Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios,
porque son dichosos los que la cumplen. Es como si la palabra
de Dios tuviera que pasar a las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu
conducta. Haz del bien tu comida, y tu alma disfrutará con este alimento
sustancioso. Y no te olvides de comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva
árido: por el contrario, que tu alma rebose completamente satisfecha.
Si es así cómo guardas la palabra de Dios, no cabe
duda que ella te guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre,
vendrá el gran Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal
será la eficacia de esta venida, que nosotros,
que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial (1 Corintios 15, 49). Y así
como el viejo Adán se difundió por toda la humanidad y ocupó al hombre entero,
así es ahora preciso que Cristo lo posea todo, porque él lo creó todo, lo
redimió todo, y lo glorificará todo.
v
C) Algunos números del Catecismo acerca de la
venida de Cristo al final de los tiempos.
·
n. 681: El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo
vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo
definitivo del bien sobre el
mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la
historia.
·
n. 682: Cristo glorioso, al venir al final de los
tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la
disposición secreta de los
corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su
rechazo de la gracia.
v
D) Toda venida de Cristo es una llamada a la conversión y a la
vigilancia
o
El Señor advierte que, para detectar
su presencia, y escucharle y acogerle,
hay que vigilar, procurando que nuestro corazón no esté ofuscado [«pesado»].
§
Evangelio de hoy, vv. 34-36:
·
«Guardaos de que no se hagan pesados [no estén
ofuscados] vuestros corazones por el libertinaje,
por la embriaguez y por las preocupaciones [los afanes] de esta vida, y venga aquel día de improviso
sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la
faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis
fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis comparecer ante el
Hijo del hombre.»
§ Podemos
entender qué es un corazón pesado, ofuscado, embotado, recordando otros dos textos del Evangelio
a) Cfr. Lucas 8,14:
Lo
que cayó [semilla] entre espinos son los
que oyeron, pero en su caminar se ahogan
a causa de las
preocupaciones, riquezas
y placeres de la vida y no llegan a dar fruto.
b) Cfr. Lucas 12, 13-21:
13 Uno de la gente le dijo:
«Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.» 14 Él le
respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre
vosotros?» 15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun
en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.» 16 Les dijo
una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; 17 y
pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi
cosecha?" 18 Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y
edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, 19 y diré a mi alma: Alma,
tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe,
pásalo bien." 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma
noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?"
21 Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios».
o
En la raíz de un corazón
pesado u ofuscado, está:
·
el vivir el presente como
si fuese definitivo; sobre todo cuando nos parece que están en nuestra mano
todas las metas que tenemos en nuestra
cabeza;
·
sobre todo cuando tenemos
la sensación de que nada nos falta; o pensamos que todo está en regla;
·
y como consecuencia ya no
esperamos en el Señor.
v
E) Las dificultades que llevan a no acoger al
Señor en nuestra vida son la falta de atención por nuestra parte, el
entorpecimiento de nuestro corazón y nuestra mente.
§ Algunos
hechos que entorpecen (ofuscan) nuestra mente, nuestro corazón, nuestra
conciencia.
·
Se podría concluir que, los peligros para nuestra salvación, no derivan tanto de los trastornos exteriores
- véanse en el evangelio de hoy, en los versículos 25-26, las catástrofes anunciadas -, como de la falta de atención y de la pereza
en las condiciones normales de nuestra vida. Debemos tener miedo más que de la
catástrofe final del entorpecimiento de la mente a lo largo de la vida.
Podemos recordar
algunos ejemplos que llevan al entorpecimiento de la mente a lo largo de la vida,
que se pueden describir, de modo esquemático, así:
a) Tener una vida
sentimental sin discernimiento; no olvidemos que todo consumo superficial de
sentimientos nos hace frágiles. Deberíamos aprender a reconocer el significado
de nuestras emociones y de nuestros impulsos:
b) No percibir el
influjo en nuestra vida de la tibieza, que nos aleja de las manifestaciones
rectas y maduras del amor, con la consiguiente caída en el individualismo, en
la instrumentalización de la vida de los demás;
c) La ausencia
prolongada de la capacidad de percibir las amistosas llamadas del Señor a la
puerta de nuestras vidas. Véase el conocido texto del Apocalipsis (3,20): “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye
mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”;
d) El descuido en nuestra vida de la importante
práctica cristiana del examen diario de conciencia, durante unos pocos minutos.
He aquí unas palabras certeras de Papa Francisco acerca de este examen : “¿Cómo es nuestro modo de vivir? ¿Vivimos como hijos o
como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el
Espíritu, rescatadas, libres? ¿O vivimos según la lógica mundana, corrupta,
haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés?”. “Del examen de
conciencia depende, para los cristianos, la calidad de nuestro obrar, de
nuestro vivir, de nuestra presencia en la ciudad, de nuestro servicio al bien
común, de nuestra participación en las instituciones públicas y eclesiales”. (Homilía durante el Te Deum de acción de gracias al final del año 2014, 31 de diciembre).
2.
«Preparad los caminos del Señor»: la
imagen del Salmo responsorial de hoy, salmo 25 (24).
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo
le Scrittura Anno C Piemme 1999 I Domenica di Avvento, pp. 14-15
v
No todos los caminos son iguales: existe el
camino del bien y el camino del mal, el de la paz y el del odio ... pp.
14-15
·
“«Todo sendero,
en cuanto camino de la investigación humana, es al mismo tiempo camino y desvío,
progreso y extravío». Es
uno de los mayores filósofos del novecientos, el alemán M. Heidegger quien, con
esta frase, nos ayuda a descubrir este símbolo del adviento, el del camino: en
efecto, es conocido el grito del Bautista « ¡Preparad sus caminos!». La imagen
del camino que hay que recorrer incide en el salmo responsorial de hoy, sacado de una súplica muy ferviente en el
salmo 25 (24). Es suficiente con que nos
paremos en los vocablos: «tus caminos, tus senderos, guíame [1], el camino recto, mostrar, enseñar los caminos …»
La Biblia repite con insistencia que no todos los caminos
son iguales: existe el camino del bien, de la vida y de la paz y el camino del
mal, de la muerte y del odio; existe el camino ancho y fácil pero del final
trágico, y el áspero y estrecho que sube hasta el esplendor de Dios.
El
salmista pide a Dios que le guíe sobre el camino justo para no despistarse en
el desierto. Es una oración también necesaria para nosotros, frecuentemente
tentados por tantas desviaciones del camino maestro de la verdad y de la
justicia, con frecuencia privados de una estrella polar para caminar en la
noche de nuestras dudas, a menudo bloqueados por obstáculos aparentemente
insuperables que nos obligan a paradas
y bandazos. Una grande mística musulmana
del siglo octavo, Rabía, rezaba así: «Dios mío, yo me refugio en ti para
defenderme de todo lo que me desvía de ti, de toda barrera que se interpone
entre tú y yo, y cancela tu horizonte en mi camino».
v
Unas palabras del Señor en imperativo para el
Adviento: «Levantad la cabeza [2],
estad atentos, vigilad, rezad». Una meditación sobre el tiempo y su valor.
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le
Scrittura Anno C Piemme 1999 I Domenica di
Avvento, pp. 16-18.
o
Una imagen sobre el tiempo
·
“El conocido
escritor argentino Jorge L. Borges, muerto en 1986, tiene un verso fulgurante
que
señalamos en la apertura
del nuevo año litúrgico que se inaugura hoy con el Adviento: «No hay un
instante de la vida que no esté cargado como un arma». Todo fragmento de tiempo
está, en sí, rico de fecundidad y de mal, está lleno de fuerza como una semilla
pero también como un explosivo peligroso de manejar. El texto del evangelio de
hoy, leído tantas veces como un
pronóstico apocalíptico del fin del mundo, en realidad es una meditación
sobre el tiempo y su valor.
Por un lado, en
efecto, se trata de descripciones con imágenes que apreciaban los
contemporáneos de Jesús sobre los «signos de los tiempos». Imágenes que,
precisamente, están «cargadas como un arma», capaces de generar tensión, de
inducir a la urgencia, de atraer la atención.
o
Cómo el hombre debe acoger el
tiempo: «Levantad la cabeza, estad atentos, vigilad, rezad»
Por
otra parte, en cambio, estamos ante la representación del modo con que el
hombre debe acoger el
tiempo. Precisamente queremos fijar nuestra mirada
sobre este mensaje del Jesús. Hay una secuencia de imperativos semejantes: «Levantad la cabeza, estad
atentos. vigilad, rezad». El cristianismo no es una especie de dulcificante
para poner en las amarguras de la vida sino que es como un toque de trompeta
que turba el entorpecimiento nocturno y el gris de la indiferencia.
§ El
reconocimiento del carácter «inquietante» de la Palabra de Dios
Debemos reconocer con más
frecuencia el carácter «inquietante» de la Palabra de Dios, su ser espada y
martillo, su ser sal y
lluvia, por usar algunos conocidos símbolos bíblicos. Amós, el profeta agricultor del siglo VIII
a.C., declaraba (3, 6.8; 1,2): « ¿Si suena la trompeta en la ciudad, no se
alarmará el pueblo? Ruge el león: ¿quién
no temerá? Habla el Señor Dios: ¿quién no profetizará?».
§ Cuando
nuestra religiosidad es soporífera.
Con demasiada frecuencia nuestra religiosidad es soporífera, no conoce el «imperativo» sino
solo un descontado «indicativo», no nos lleva a «alzar la cabeza» para
reflexionar y para decidir. La espera que el Adviento suscita tiene también esta finalidad: introducir
una espiritualidad del día y de la vigilancia y eliminar una actitud
de reposo y de oscuridad. «He venido a arrojar un fuego
sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!».
§ Cuando la conciencia está vacía, inerte. En el
interior del vicio, de la agitación frenética, del gozo ciego, se esconde una
especie de muerte del espíritu.
El espíritu somnoliento y
tenebroso es representado por Jesús sustancialmente con dos ejemplos que no son
evidentes totalmente en una primera lectura. Por un lado las disipaciones y las borracheras y por
el otro los afanes de la vida son, a primera vista, signo de una existencia
movida, llena de actividad, de placer o de miedo, pero ciertamente no
adormecida. Pero en realidad anublan la
mente y el corazón, vuelven vacía e inerte la conciencia, encierran al hombre
en la prisión del egoísmo. En el
interior del vicio, de la agitación frenética, del gozo ciego, se esconde una
especie de muerte del espíritu. Como dice un texto de los salmos, adorando a
los ídolos, que son cosas muertas, nos convertimos semejantes a ellos: «son
como ellos todos los que en ellos confían»» (115, 8).
§ La vigilancia es necesaria para comparecer
delante del Hijo del Hombre en el «día del Señor».
El cristiano debe salir de esta telaraña de
superficialidad y de banalidad porque está a la espera de una persona, de un
día y de un evento, la persona de Cristo: (v. 36) «Vigilad para que tengáis la fuerza de comparecer delante del Hijo del
hombre».
El día es el del juicio que
Jesús describe con la imagen del lazo: como los pájaros y las otras presas
animales caen sin darse cuenta en la red preparada, así sucederá a los impíos
que se encontrarán implicados en «el día del Señor».
Vida Cristiana
[1] Cfr. Temi di predicazione – Omelie, I Domenica
di Avvento, Ciclo C , 6/2009 p. 17: “Según la mentalidad bíblica, la verdad no
es una serie de nociones que hay que aprender, sino una relación en la que hay
que entrar, es el vínculo con el Señor, roca estable sobre la que se ha de
encontrar el agarradero y el fundamento de la propia existencia. El vocablo
«verdad» lleva consigo la imagen de la roca sobre la que nos apoyamos y
encontramos estabilidad. La verdad, roca firme de nuestra vida, es la Palabra
fiel de Dios, que se inclina sobre nosotros, y «quiere salvar a todos los
hombres». El Señor que guía en la
verdad, dice el Salmo 24, guía a los humildes según la justicia, enseña a los
pobres sus caminos. Hace entrar a los humildes y a los pobres en una relación
en la que descubren que Dios es el
primer «justo», porque es «fiel» y no falla en sus promesas”.
[2] Nota de la redacción de
Vida Cristiana. “Alzad la cabeza”: las
peticiones al Señor del salmo responsorial de hoy, manifiestan bien el
contenido de ese “alzad la cabeza”; muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios
salvador.
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