LAS BIENAVENTURANZAS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
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Las Bienaventuranzas evangélicas responden al
deseo humano natural de felicidad
n. 1718: EL
DESEO DE FELICIDAD
Las bienaventuranzas
responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios
lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia él, el único que
lo puede satisfacer:
"Ciertamente todos
nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé
su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente
enunciada" (S. Agustín, mor. eccl. 1, 3, 4).
"¿Cómo
es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz,
haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi
alma vive de ti" (S. Agustín, conf. 10, 20. 29).
"Sólo
Dios sacia" (S. Tomás de Aquino, symb. 1).
n. 1725 : Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las
promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los Cielos. Responden
al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
2548 IV. "QUIERO VER A
DIOS"
El deseo de la felicidad
verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo, y
se realizará en la visión y la bienaventuranza de Dios. "La promesa de ver
a Dios supera toda felicidad. En la Escritura, ver es poseer. El que ve a Dios
obtiene todos los bienes que se pueden concebir" (S. Gregorio de Nisa,
beat. 6).
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Las Bienaventuranzas evangélicas dan
cumplimiento a las promesas divinas, 1725
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Las Bienaventuranzas evangélicas descubren la
meta de la existencia humana
1719: Las bienaventuranzas
descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos:
Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno
personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que
han acogido la promesa y viven de ella en la fe.
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Las Bienaventuranzas evangélicas perfilan el
verdadero rostro de Jesús, 1717
1717 Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y
describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria
de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes
características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la
esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las
recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de
todos los santos.
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Las Bienaventuranzas evangélicas como centro de
la predicación de Jesús, 1716
1716 Artículo 2 NUESTRA VOCACION A LA BIENAVENTURANZA
I. LAS BIENAVENTURANZAS
Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de
Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde
Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra,
sino al Reino de los cielos:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia
la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande
en los cielos.
(Mt 5, 3 - 12).
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La caridad de la Iglesia, inspirada en las
Bienaventuranzas evangélicas, 2444
2444 "El amor de la Iglesia por los pobres… pertenece a
su constante tradición" (CA 57). Está inspirado en el Evangelio de las
bienaventuranzas (cf Lc 6, 20 - 22), en la pobreza de Jesús (cf Mt 8,
20), y en su atención a los pobres (cf Mc 12, 41 - 44). El amor a los
pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de
"hacer partícipe al que se halle en necesidad" (Ef 4, 28). No abarca
sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural
y religiosa (cf CA 57).
v
Catequesis de las Bienaventuranzas evangélicas,
1697
1697 En la catequesis es importante destacar con toda
claridad el gozo y las exigencias de la vida de Cristo (cf CT 29). La
catequesis de la "vida nueva" en él (Rm 6, 4) será:
- una catequesis del Espíritu Santo, Maestro interior
de la vida según Cristo, dulce huésped del alma que inspira, conduce, rectifica
y fortalece esta vida;
- una catequesis de la gracia, pues por la gracia
somos salvados, y por la gracia también nuestras obras pueden dar fruto para la
vida eterna;
- una catequesis de las bienaventuranzas, porque el
camino de Cristo está resumido en las bienaventuranzas, único camino hacia la
dicha eterna a la que aspira el corazón del hombre;
- una catequesis del pecado y del perdón, porque sin
reconocerse pecador, el hombre no puede conocer la verdad sobre sí mismo, condición
del obrar justo, y sin la oferta del perdón no podría soportar esta verdad;
- una catequesis de las virtudes humanas que haga
captar la belleza y el atractivo de las rectas disposiciones para el bien;
- una catequesis de las virtudes cristianas de fe,
esperanza y caridad que se inspire ampliamente en el ejemplo de los santos;
- una catequesis del doble mandamiento de la caridad
desarrollado en el Decálogo;
- una catequesis eclesial, pues es en los múltiples
intercambios de los "bienes espirituales" en la "comunión de los
santos" donde la vida cristiana puede crecer, desplegarse y comunicarse.
v
Cristo, ejemplo de las Bienaventuranzas
evangélicas, 459, 1697
459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad:
"Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí … "(Mt 11, 29).
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la transfiguración, ordena:
"Escuchadle" (Mc 9, 7;cf. Dt 6, 4 - 5). El es, en efecto, el
modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: "Amaos los unos
a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como
consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
v
Doctrina emanada de las Bienaventuranzas
evangélicas, 1726, 1728, 1820, 2546
1726 Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que
Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza
divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.
1728 Las bienaventuranzas nos colocan ante elecciones decisivas
respecto a los bienes terrenos; purifican nuestro corazón para enseñarnos a
amar a Dios por encima de todo.
1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo
de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las
bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva
tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que
esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su
pasión, Dios nos guarda en "la esperanza que no falla" (Rm 5, 5). La
esperanza es "el ancla del alma", segura y firme, "que penetra…
adonde entró por nosotros como precursor Jesús" (Hb 6, 19 - 20). Es
también un arma que nos protege en el combate de la salvación: "Revistamos
la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de
salvación" (1Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: "Con
la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación" (Rm 12, 12). Se
expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro,
resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.
2546 "Bienaventurados los pobres en el espíritu"
(Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de
belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres de quienes es ya el
Reino (Lc 6, 20):
El Verbo llama "pobreza en el Espíritu" a la
humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el Apóstol nos da como
ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: "Se hizo pobre por nosotros"
(2Co 8, 9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).
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«Bienaventurados los pobres…», 2546-47, 2603,
2660, 2833
2546 "Bienaventurados los pobres en el espíritu"
(Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de
belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres de quienes es ya el
Reino (Lc 6, 20):
El Verbo llama "pobreza en el Espíritu" a la
humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el Apóstol nos da como
ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: "Se hizo pobre por nosotros"
(2Co 8, 9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).
2547 El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su
consuelo en la abundancia de bienes (Lc 6, 24). "El orgulloso busca el
poder terreno, mientras el pobre en espíritu busca el Reino de los Cielos"
(S. Agustín, serm. Dom. 1, 1). El abandono en la Providencia del Padre del
Cielo libera de la inquietud por el mañana (cf Mt 6, 25 - 34). La
confianza en Dios dispone a la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a
Dios.
2603 Los evangelistas han conservado dos oraciones más explícitas
de Cristo durante su ministerio. Cada una de el las comienza precisamente con
la acción de gracias. En la primera (cf Mt 11, 25 - 27 y Lc 10, 21 - 23), Jesús
confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios
del Reino a los que se creen doctos y los ha revelado a los
"pequeños" (los pobres de las Bienaventuranzas). Su conmovedor
"¡Sí, Padre!" expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer
del Padre, de la que fue un eco el "Fiat" de Su Madre en el momento
de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la
oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al
"misterio de la voluntad" del Padre (Ef 1, 9).
2660 Orar en los acontecimientos de cada día y de cada
instante es uno de los secretos del Reino revelados a los "pequeños",
a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y
bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la
marcha de la historia, pero también es importante amasar con la oración las
humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser esa
levadura con la que el Señor compara el Reino (cf Lc 13, 20 - 21).
2833 Se trata de "nuestro" pan, "uno"
para "muchos": La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir
los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no
por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las
necesidades de otros (cf 2Co 8, 1 - 15).
Vida Cristiana
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