[Chiesa/Omelie1/Preghiera/17C19OraciónPadreNuestroVengaTuReinoCristo]
v
Cfr. Domingo 17 del Tiempo Ordinario, Ciclo C
28
julio 2019 – Génesis 18, 20-21.23-32
Lucas 11, 1-13
Ø Domingo 17 del Tiempo Ordinario – Ciclo C (28 de julio de 2019). Un discípulo pide a Jesús que les enseñe a orar. Jesús les enseña la oración fundamental cristiana del Padre nuestro. San Lucas refiere un texto breve con cinco peticiones y San Mateo una versión más desarrollada con siete peticiones. Una de las peticiones que recoge el evangelio de hoy es “venga tu reino” (Lucas 11,2). Acogemos el reino de Dios si acogemos a Cristo en nuestras vidas. Algunos números del catecismo sobre el Reino de Dios.
Lucas 11, 1-13: 1 Y sucedió que, estando él orando en
cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó
Juan a sus discípulos.» 2 El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada día
nuestro pan cotidiano, 4 y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros
perdonamos a todo el que nos debe, y no nos pongas en tentación.» 5 Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un
amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres
panes, 6 porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué
ofrecerle", 7 y
aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está
cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a
dártelos", 8 os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo,
al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.» 9 Yo os
digo: «Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá. 10
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá. 11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en
lugar de un pez le da una serpiente?; 12
¿O, si le pide un huevo, le da un escorpión? 13 Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre
del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?»
«Reino de Dios» quiere
decir «señorío de Dios»:
su voluntad es asumida
como criterio.
(Benedicto XVI, Jesús de Nazaret)
1.
Un discípulo pide al Señor
que les enseñe a orar.
v
Jesús les enseña el “Padre
nuestro”: una oración cristiana fundamental que enseñó Jesús sus discípulos.
San Lucas da un texto con cinco peticiones, san Mateo una versión más
desarrollada con con siete peticiones.
o
La
tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de san Mateo
-
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2759: "Estando él
[Jesús] en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
'Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. '" (Lc 11,
1). En respuesta a esta petición, el Señor confía a sus discípulos y a su
Iglesia la oración cristiana fundamental. San Lucas da de ella un texto breve
(con cinco peticiones: cf Lc 11, 2 - 4), San Mateo una versión más desarrollada
(con siete peticiones: cf Mt 6, 9 - 13). La tradición litúrgica de la Iglesia
ha conservado el texto de San Mateo:
Padre nuestro, que estás en el
cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada
día;
perdona nuestras ofensas como
también
nosotros perdonamos a los que
nos ofenden;
no nos dejes caer en la
tentación,
y líbranos del mal.
v
Las siete peticiones del
Padre nuestro (cfr. Segunda sección del Catecismo, Artículo 3)
-
Santificado sea tu nombre: nn. 2807-2815
-
Venga a nosotros tu reino: nn,
2816-2821
-
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: nn. 2822-2827
-
Danos hoy nuestro pan de cada día: nn. 2828-2837
-
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden: nn. 2838-2845
-
No nos dejes caer en la tentación: nn. 2845-2849
-
Y líbranos del mal: nn. 2850-2854
2.
Breve anotación a la segunda
petición: “venga a nosotros tu reino”
-
Si en este año se desea comentar otros aspectos del «Padre nuestro», vid.
los comentarios
al “Padre nuestro” de San Cipriano y San
Agustín. [Chiesa/Testi/Preghiera/PadreNuestroCiprianoSanAgustín]
3.
El Reino se ha hecho presente
y llega a su cumplimiento en Cristo
Cfr. Juan Pablo
II, Encíclica Redemptoris missio,
7 de diciembre de 1990, n. 18
v a); El Reino de Dios no es un
concepto, una doctrina o un programa
Como ya queda dicho, Cristo no sólo ha anunciado el
Reino, sino que en él el Reino mismo se ha hecho presente y ha llegado a su
cumplimiento: « Sobre todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de
Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino "a servir y a dar su
vida para la redención de muchos" (Mc
10, 45) ».( Conc. Ecum. Vat. II,
Const. dogm. Lumen
gentium, sobre la Iglesia , 5.) El Reino de Dios no es un concepto, una
doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el
nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible.( Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes sobre la
Iglesia en el mundo actual, 22) Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no
existe ya el reino de Dios revelado por él, y se termina por distorsionar tanto
el significado del Reino —que corre
el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano o ideológico— como
la identidad de Cristo, que no aparece ya como el Señor, al cual debe someterse
todo (cf. 1 Cor l5, 27).
v b) La Iglesia está ordenada al Reino
de Dios, del cual es germen, signo e instrumento
Asimismo, el Reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente ,
ésta no es fin para sí misma, ya que está ordenada al Reino de Dios, del cual
es germen, signo e instrumento. Sin embargo, a la vez que se distingue de
Cristo y del Reino, está indisolublemente unida a ambos. Cristo ha dotado a la Iglesia , su Cuerpo, de la
plenitud de los bienes y medios de salvación; el Espíritu Santo mora en ella,
la vivifica con sus dones y carismas, la santifica, la guía y la renueva sin
cesar. (Cf. Conc. Ecum.
Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium , sobre la Iglesia , 4.) De ahí deriva una relación singular y
única que, aunque no excluya la obra de Cristo y del Espíritu Santo fuera de
los confines visibles de la
Iglesia , le confiere un papel específico y necesario. De ahí
también el vínculo especial de la
Iglesia con el Reino de Dios y de Cristo, dado que tiene « la
misión de anunciarlo e instaurarlo en todos los pueblos ».( Ibid.,5)
4.
Algunos de los puntos del Catecismo
de la Iglesia Católica que nos hablan del
Reino de Dios en Cristo:
se señalan algunos de los contenidos de
ese Reino de Dios que invocamos en el Padre nuestro.
v Dios instaura su Reino por medio de Cristo
§ Dios envía a Jesucristo, el Mesías, a la tierra,
para instaurar definitivamente su reino
n. 436: (....) Dios envía el Mesías para
instaurar definitivamente su Reino (Cf Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía
ser ungido por el Espíritu del Señor (Cf Is 11, 2) a la vez como rey y
sacerdote (Cf Za 4, 14; 6, 13), pero también como profeta (Cf Is 61, 1; Lc 4,
16-21). Jesús cumplió la esperanza
mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey.
§ Dios Padre reúne a los hombres en torno a su Hijo
en la Iglesia ,
que es germen y comienzo del Reino. Cristo inauguró en la tierra el Reino de
los cielos para hacer la voluntad del Padre
n.
541: «El
Reino de Dios está cerca» - «Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea;
y proclamaba la Buena
Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva "» (Mc
1, 15). «Cristo, por tanto, para hacer
la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos» (LG 3).
Pues bien, la voluntad del Padre es «elevar a los hombres a la participación de
la vida divina» (Lumen gentium 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su
Hijo, Jesucristo. ö Esta reunión es la Iglesia , que es sobre la tierra «el germen y el
comienzo de este Reino» (Lumen gentium,
5).
n. 763: La Iglesia , instituida por
Cristo Jesús - Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre,
en la plenitud de los tiempos; ése es el motivo de su «misión» (Cf LG 3; AG 3).
«El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia , es
decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las
Escrituras» (Lumen gentium 5). Para
cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la
tierra. La Iglesia
es el Reino de Cristo «presente ya en misterio» (Lumen gentium 3).
n. 768: Para realizar su misión, el
Espíritu Santo «la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y
carismáticos» (Lumen gentium 4). «La Iglesia , enriquecida con
los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la
humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los
pueblos el Reino de Cristo y de Dios.
Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra» (Lumen gentium 5).
§ Cristo realiza la venida de su Reino por medio del
Misterio de la Pascua :
su muerte de Cruz y su Resurrección. Los cristianos apresuran la venida del
Reino de Dios llevando una vida según Cristo. Todos los hombres están llamados
a esta unión con Cristo
n. 542: Cristo es el corazón
mismo de esta reunión de los hombres como «familia de Dios». Los convoca en
torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el Reino de Dios,
por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino
por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección.
«Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). A
esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf LG 3).
n. 2046: Llevando una vida
según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, «Reino de
justicia, de verdad y de paz» (MR, Prefacio
de Jesucristo Rey). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas,
sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
§ Para entrar en el Reino de Dios es necesario
acoger la palabra de Jesús; todos los hombres están llamados a entrar en el
Reino
n. 543: El anuncio del Reino de Dios -
Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer
lugar a los hijos de Israel (Cf Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está
destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mt 8, 11; 28,
19). Para entrar en él, es necesario
acoger la palabra de Jesús:
n. 764: «Este Reino se
manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo» (LG 5). Acoger la palabra de
Jesús es acoger «el Reino» (LG 5). El germen y el comienzo del Reino son el
«pequeño rebaño» (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno
suyo y de los que él mismo es el pastor (145). Constituyen la verdadera familia
de Jesús (Cf Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo
una nueva «manera de obrar», sino también una oración propia (Cf Mt 5-6).
§ La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de
Satanás. El Reino de Dios será definitivamente establecido por la Cruz de Cristo
n. 550: La venida del Reino
de Dios es la derrota del reino de Satanás (Cf Mt 12, 26). «Pero si por el
Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino
de Dios» (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio
de los demonios (Cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre «el
príncipe de este mundo» (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido
el Reino de Dios: «Regnavit a ligno Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz ») (Himno «Vexilla Regis»).
v La entrada en el Reino de Dios es libre
§ Nadie es forzado a pertenecer a este Reino
n. 160: La libertad de la fe - (...) Cristo invitó a la fe y a la conversión, El no forzó jamás a nadie
jamás. «Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a
los que le contradecían. ö Pues su reino... crece por el amor con que
Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia El» (DV 11.).
§ Los hombres pueden entrar libremente en el plan divino, siendo
plenamente colaboradores de su Reino
n. 307: Dios concede a los
hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la
responsabilidad de «someter» la tierra y dominarla (Cf Gn l, 26-28). ö Dios da
así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de
la Creación ,
para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres,
cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar
libremente en el plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones, sino
también por sus sufrimientos (Cf Col l, 24). Entonces llegan a ser plenamente
«colaboradores de Dios» (l Co 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (Cf Col 4, 11).
v La plenitud del Reino de Dios llegará al fin de
los tiempos
§ El Reino de Dios llegará a su plenitud al fin de
los tiempos
n. 1042: LA ESPERANZA DE LOS
CIELOS NUEVOSY DE LA
TIERRA NUEVA - Al fin
de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio
final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y
alma, y el mismo universo será renovado:
§ Hasta que sea definitivamente instaurado, este
Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal, aunque estos poderes
hayan sido vencidos por Cristo
n. 671: ...esperando que
todo le sea sometido - El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin
embargo, no está todavía acabado «con gran poder y gloria» (Lc 21, 27) (Cf Mt
25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de
los ataques de los poderes del mal (Cf 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes
hayan sido vencidos en su raíz por la
Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (Cf 1
Co 15, 28), y «mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite
la justicia, ö la Iglesia
peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este
tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas
que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los
hijos de Dios» (LG 48). ö Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (Cf 1 Co 11,
26), ö que se apresure el retorno de Cristo (Cf 2 P 3, 11-12) cuando suplican:
«Ven, Señor Jesús» (Cf 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).
v Los laicos buscan el Reino de Dios ocupándose de
las realidades temporales y ordenándolas según Dios
n. 898: La vocación de los laicos - Los
laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las
realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de manera especial
les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que
están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo,
se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor» (Lumen gentium 31).
v Reino de Dios y sacramentos
§ Los
sacramentos, con nuestra
cooperación, hacen que la semilla del Reino de su fruto
n. 1153: Palabras y acciones - Toda
celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en
Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a
través de acciones y de palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya
un lenguaje, pero es preciso que la
Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen
estas acciones, a fin de que la semilla del Reino dé su fruto en la tierra
buena. Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la Palabra de Dios: a la vez
la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.
§ Entramos en el reino de Dios por el Bautismo
n. 1215: Este sacramento es llamado
también «baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo» (Tt 3, 5), ö
porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual
«nadie puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5).
n. 1263: Por el Bautismo, todos los
pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales, así
como todas las penas del pecado (cf DS
1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les
impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal,
ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación
de Dios.
§ Reino de Dios y Eucaristía
n. 1404: La Iglesia sabe que, ya
ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin
embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía «expectantes beatam spem et adventum
Salvatoris nostri Jesu Christi» («Mientras esperamos la gloriosa venida de
Nuestro Salvador Jesucristo») (Embolismo después del Padre Nuestro; cf Tt 2, 13),
pidiendo entrar «en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud
eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, ö porque, al
contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y
cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro» (MR, Plegaria
Eucarística 3, 128: oración por los difuntos).
v La conversión, además de la fe la vigilancia y la
oración, es necesaria para entrar en el Reino de Dios
§ La llamada a la conversión es parte esencial del
anuncio del Reino
n. 1427: LA CONVERSION DE LOS
BAUTIZADOS - ö Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial
del anuncio del Reino: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la
Buena Nueva » (Mc 1, 15). (...)
n. 1989: La primera obra de la gracia
del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio
de Jesús al comienzo del Evangelio: «Convertíos porque el Reino de los cielos
está cerca» (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se
aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. «La
justificación entraña, por tanto, el perdón de los pecados, la santificación y
la renovación del hombre interior» (42).
§ Sólo por el camino de la conversión podemos entrar
en el Reino del que nos aparta el pecado grave
n. 1470: En este sacramento, el pecador,
confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el
juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en
esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo
por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado
grave nos aparta (cf 1Co 5, 11; Ga 5, 19 - 21; Ap 22, 15). Convirtiéndose
a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida «y
no incurre en juicio» (Jn 5, 24).
§ Además de la conversión y la fe, es necesaria la
vigilancia y oración atenta a Jesús
n. 2612: En Jesús «el Reino de Dios está
próximo», llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la
oración, el discípulo espera atento a Aquel que «es y que viene», en el
recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de
su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34 - 36). En comunión con su Maestro, la oración de los
discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la
tentación (cf Lc 22, 40. 46).
§ Oración de petición: debe haber una jerarquía en
las peticiones. Debe centrarse en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene
n. 2632: La petición
cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene,
conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13).Hay una
jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es
necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la
misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia , es objeto de la
oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; Hch 13, 3. Es la oración de Pablo,
el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas
las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16 - 23; Flp
1, 9 - 11; Col 1, 3 - 6; Col 4, 3 - 4. 12. Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
§ Por la oración discernimos cuál es la voluntad de
Dios: cumpliéndola entramos en el Reino
de Dios
n. 2826: Por la oración,
podemos «discernir cuál es la voluntad de Dios» (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener
«constancia para cumplirla» (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el
Reino de los cielos, no mediante palabras, sino «haciendo la voluntad de mi
Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21).
v El Espíritu Santo y el Reino de Dios
n.
556: “participamos en la Resurrección del
Señor por el Espíritu Santo que actúa en los
sacramentos del
Cuerpo de Cristo”.
n.
736: Gracias a este
poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha
injertado en la Vid verdadera hará que demos
«el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Ga 5, 22-23). «El Espíritu es
nuestra Vida»: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Cf Mt 16, 24-26), más
«obramos también según el Espíritu» (Ga 5, 25):
Por la
comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos
lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de
llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamados
hijos de la luz y de tener parte en la gloria eterna (S. Basilio, Spir. 15,
36).
n. 2819: «El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el
Espíritu Santo» (Rm 14, 17). Los últimos
tiempos en los
que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre «la carne» y el
Espíritu (Cf Ga 5, 16-25):
Sólo un corazón
puro puede decir con seguridad: "¡Venga a nosotros tu Reino!" Es
necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: "Que el pecado
no reine ya en nuestro cuerpo mortal" (Rm 6, 12). El que se conserva puro
en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios:
"¡Venga tu Reino!" (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 13).
5.
Venga a nosotros tu reino.
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI
Cfr. Gesù
di Nazaret, Rizzoli, Quarta edizione: maggio 2007, pp. 176-178
v Una prioridad en el obrar humano. No se trata de un reino con
recetas fáciles. «Reino de Dios» quiere decir «señorío de Dios»: su voluntad es
asumida como criterio.
Al reflexionar sobre la petición relativa al reino de
Dios recordamos todas las consideraciones que hemos hecho precedentemente sobre
la expresión «reino de Dios». Con esta petición reconocemos, antes que nada, el
primado de Dios: donde Él no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios,
decae el hombre y decae el mundo. «En este sentido nos dice el Señor: Buscad en
primer lugar el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán»
(Mt 6,33). Con esta palabra se establece un orden de prioridad para el obrar
humano, para nuestra actitud en la vida de todos los días.
De ningún modo nos es prometido el país de Jauja [1]
porque seamos piadosos o, de algún modo,
deseosos del reino de Dios. No se presenta ningún automatismo de un mundo que
funciona como el propuesto en la utopía de la sociedad sin clases, en la que
todo debe ir bien por sí mismo, sólo porque no existe la propiedad privada.
Jesús no nos ofrece recetas así de fáciles. Establece más bien - como ya se ha
dicho – una prioridad decisiva para todo: «reino de Dios» quiere decir «señorío
de Dios» y esto significa que su voluntad es asumida como criterio. Esta
voluntad crea justicia, en la que está implícito el que nosotros reconocemos a
Dios su derecho y en ello encontramos el criterio con el que medir el derecho
entre los hombres.
El orden de las prioridades que Jesús nos indica aquí
puede recordarnos la narración del viejo testamento acerca de la primera
petición de Salomón después de su entronización. Allí se cuenta que el Señor se
apareció de noche en sueños al joven rey y le concedió que le hiciese una
pregunta que sería escuchada. ¡Un tema clásico sobre los sueños de la
humanidad! ¿Qué pidió Salomón? «Concede a tu sirvo un corazón dócil para que
sepa juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal» (1 Reyes 3,9). Dios
le alaba porque no ha pedido - como habría sido espontáneo – ni riquezas, ni
bienes, ni gloria, ni la muerte de sus enemigos y ni siquiera una larga vida
(cfr. 2 Crónicas 1,11), sino la cosa verdaderamente esencial: el corazón dócil,
la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y por ello Salomón obtuvo
después también el resto como añadidura. Con la petición «venga tu reino» (¡no
el nuestro!) el Señor quiere conducirnos precisamente a ese modo de rezar y de
establecer las prioridades en nuestro obrar. La primera cosa, la esencial, es
el corazón dócil, para que Dios reine y no
nosotros. El reino de Dios viene a través de un corazón dócil. Éste es
su camino. Y nosotros debemos rezar siempre por esto.
v Con Jesús esta petición adquiere un valor más profundo, y es más
concreta. Cristo es el reino de Dios en persona, y la petición significa querer
vivir en comunión con Él.
A partir del encuentro con Jesús esta petición asume
un valor todavía más profundo, se
convierte en más
concreta. Hemos visto que Jesús es el reino de Dios en persona; donde está Él,
allí está el reino de Dios. De este modo, la petición de tener un corazón dócil
se ha convertido en la petición por la comunión con Jesucristo, es la petición
de ser siempre cada vez más «uno» con Él (cfr. Galátas 3, 28). Es la petición
de un verdadero seguimiento, que se convierte en comunión y nos hace un solo
cuerpo con Él. Reinhold Schneider lo ha expresado de un modo agudo: «La vida de
este reino es la prosecución de la vida de Cristo en los suyos; el reino se
acaba en el corazón que ya no es alimentado por fuerza vital de Cristo;
comienza en el corazón que viene tocado y transformado por ella (...) Las
raíces del árbol inextirpable intentan penetrar en todo corazón. El reino es
uno; subsiste sólo mediante el Señor que es su vida, su fuerza su centro ...»
(p. 31 s). Rezar por el reino de Dios significa decir a Jesús: ¡Haz que seamos
tuyos, Señor! Invádenos, vive en nosotros; recoge en tu Cuerpo a la humanidad
dispersada, a fin de que en ti venga sometido todo a Dios y tú puedas después
consignar el universo al Padre, de modo
que «Dios sea todo en todas las cosas» (1 Corintios 15, 26-28).
6.
Es Cristo que pasa, 44: todos
estamos llamados a participar del reino de los cielos
“Ningún hombre es despreciado por Dios.
Todos, siguiendo cada uno su propia vocación —en su hogar, en su profesión u
oficio, en el cumplimiento de las obligaciones que le corresponden por su
estado, en sus deberes de ciudadano, en el ejercicio de sus derechos—, estamos
llamados a participar del reino de los cielos”.
Vida Cristiana
[1] Nota del traductor: Con esta
imagen «País de Jauja» (en italiano paese
della cuccagna, en francés cocagne,
etc.), Benedicto XVI se refiere a esa figura de la literatura no sólo europea que
nos habla del sueño que los seres
humanos frecuentemente tenemos de encontrar un paraíso terrenal artificial,
donde todo nos es dado sin ningún esfuerzo. Se trata de una ficción. Entre los
griegos se puede recordar, entre otros, a Luciano que describe la ciudad de los
beatos como verdaderamente fabulosa. Haciendo un resumen muy pobre de la descripción que hace
Luciano , esta ciudad es toda de oro, con puertas de cinamomo, suelo de marfil
... las termas son palacios de cristal, donde en vez de agua se usa rocío
calentado ... sólo se conoce la estación de primavera ... abundan plantas muy
bellas que nunca dejan de dar fruto ... Encontramos estas ficciones en la edad media,
donde hay lugares con mesas preparadas
con toda clase de alimentos a las que uno accede libremente y come lo que
quiere sin pagar nada. En ese lugar hay un río para beber vino rojo y
blanco, el mes tiene seis semanas, se
celebran cuatro pascuas, la cuaresma cae una vez cada veinte años, las monedas
se encuentran por el suelo como las piedras, pero no hay necesidad de ellas porque
nadie compra y nadie vende ya que todo lo necesario para la vida se puede
obtener gratuitamente. Este lugar es
localizado según las diferentes obras literarias en Italia (en la República de Venecia),
en Praga o en Viena, en medio del mar al occidente de España, etc. En la cultura hispánica, como se ha dicho al
inicio, la ficción tiene el nombre de «País de Jauja». En 1533, Pizarro explora en Perú la región
de los Hatun-Xauxas, y se dice que quedó absorto al contemplar la hermosura y
la magnificencia del Valle del Hatunmayo (hoy Valle del Mantaro), cubierto de abundante vegetación, y le
pareció que era el lugar adecuado para fundar la ciudad de españoles. No sólo
había una vegetación exuberante, sino que además era muy rica en oro y plata, y
en alimentos: carne y cereales. Si a esto se unía la templanza del clima, se
entiende que los cronistas que trabajaban para Pizarro acuñasen, en los relatos
y cartas que enviaban al viejo continente, la frase: «Desde el País de
Jauja». El Romancero español del siglo
XVII consideró a Jauja como el nombre de un país fabuloso, paradisíaco, de
maravilla. Actualmente, está muy desarrollada la industria turística en el
Valle de Jauja, con la ciudad de Jauja, en Perú. La patrona de ésta es la Virgen del Rosario. Hay
hermosos paisajes, centros arqueológicos,
plantas nativas, artesanía, arquitectura pre-inca, Inca y Colonial, numerosas
lagunas, etc. Lope de Rueda, habla en
"El Deleitoso" de un valle famoso por su riqueza y benigno clima
donde se encuentran ríos de leche, barreras de carne asada, lagunas de miel de
abeja, pantanos de cuajada.
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