[Omelie1/Preghiera/29C19MoisésViudaJuezCaracterísticasOración]
Domingo 29 del tiempo ordinario, Ciclo C (2019). La oración de Moisés y de la viuda. La oración cristiana: dos aspectos: A) lucha y fidelidad también en los momentos de silencio de Dios, en la aridez y en la oscuridad; B) confianza en la paternidad de Dios y certeza de ser amados y escuchados. El diálogo con Dios mediante sus palabras. La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él. En el Libro de los Salmos y en otros textos de la Escritura, se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él.
Cfr. Domingo 29 del tiempo ordinario, Ciclo C 20/10/19
Éxodo 17, 8-13; Salmo 120, 1-2.3-8; 2 Tim 3, 14-4,2;
Lucas 18, 1-8
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo
le Scritture Anno C, Piemme I Edizione economica, 1999,
XXIX
Domenica. pp. 309-314; Cfr. Raniero Cantalamessa, La
parola e la vita,
Anno C, Città
Nuova
1998, pp. 381-388 1.
Éxodo 17, 8-13:
8 Vinieron los
amalecitas y atacaron a Israel en Refidim. 9
Moisés dijo a Josué: « Elígete algunos hombres, y sal mañana a
combatir contra Amalec. Yo me pondré en la cima del monte, con el
cayado de Dios en mi mano. » 10
Josué cumplió las órdenes de Moisés, y salió a combatir contra
Amalec. Mientras tanto, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del
monte. 11 Y
sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía
Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec.
12 Se le cansaron
las manos a Moisés, y entonces ellos tomaron una piedra y se la
pusieron debajo; él se sentó sobre ella, mientras Aarón y Jur le
sostenían las manos, uno a un lado y otro al otro. Y así
resistieron sus manos hasta la puesta del sol. 13
Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
Del Salmo 120, 1-2
– Salmo responsorial de hoy: 1 Alzo mis ojos a
los montes: ¿de dónde me vendrá el
auxilio?, 2 Mi auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la
tierra.
Lucas
18, 1-8:
1 En
aquel tiempo, Jesús, les proponía una palabra sobre
la necesidad de orar siempre y no desfallecer,
2 diciendo: - «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni
le importaban los hombres. 3 En la misma ciudad había una viuda que
solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario."
4 Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni
temo a Dios ni me importan los hombres, 5 como esta viuda está
molestándome, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la
cara."» 6 Y el Señor añadió: - «Fijaos en lo que dice el
juez injusto; 7 pues Dios, ¿no
hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?;
¿o les dará largas? 8. Os digo que les hará justicia sin tardar.
Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la
tierra?»
Levanto
mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?,
el auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
el auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
(Del
salmo responsorial de hoy, salmo 120, 1-2)
Jesús
les propuso una parábola
sobre
la necesidad de orar siempre y no desfallecer.
(Lucas
18,1, Evangelio de hoy)
Pues
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?
(Lucas,
18, 7)
1. Cuatro personajes de la Biblia: Moisés, Amalec, el juez y la viuda
Moisés: primera Lectura de hoy
Moisés es como la personificación de todo el pueblo de Dios en oración.
Sin esta vigilancia orante, en vano confiamos en el compromiso y la fuerza humanos.
- Ravasi o.c. p. 312: «La figura orante de Moisés, con las manos alzadas hacia el cielo, es el telón de
fondo
ideal en esta liturgia de la Palabra que tiene come centro una
parábola de Jesús que solamente
encontramos
en Lucas. Mientras Israel afronta a los amalecitas en la llanura de
Refidim, Moisés es como la
personificación
de todo el pueblo de Dios en oración. Sin esta vigilancia orante,
en vano confiamos en el
compromiso
y la fuerza humanos. Es lo que expresa sugestivamente el Salmo 127:
“Si el Señor no edifica la
casa,
en vano se afanan los constructores. Si el Señor no guarda la
ciudad, en vano vigilan los centinelas”. La
eficacia
y la constancia en la oración en la hora de la espera, constituyen
también el tema que sostiene la
narración
del juez y la viuda».
Moisés y Amalec: primera Lectura de hoy
Cfr.
Raniero Cantalamessa, o.c., pp. 386-388.
La figura de Amalec: símbolo de las fuerzas hostiles: el mal, el pecado, el mundo.
Cuando el creyente reza, es más fuerte del mal que hay dentro de él y a su alrededor, nadie lo puede vencer; en todos los campos - en el dolor, en la contrariedad, en la persecución, en la duda y en el cansancio – él es «más que un vencedor». Pero cuando baja las manos - cuando cesa de rezar – es un vencido; Amalec, es decir la sensualidad, la pereza, la ira, la codicia, son más potentes que él y lo arrollan.
“La primera
lectura nos ha hecho contemplar a Moisés mientras reza, en el monte,
con los brazos levantados; cuando sus brazos están levantados Israel
es más fuerte que Amalec; cuando sus brazos, cansados, se bajan,
Amalec es más fuerte y vence a Israel. Ésta es una parábola.
Algunos Padres de la Iglesia (por ejemplo, Orígenes) han hecho,
desde hace tiempo, una interpretación espiritual. Amalec es el
símbolo de las fuerzas hostiles (el mal, el pecado, el mundo) que se
oponen al pueblo de Dios. Cuando el creyente reza, es más fuerte del
mal que hay dentro de él y a su alrededor, nadie lo puede vencer; en
todos los campos - en el dolor, en la contrariedad, en la
persecución, en la duda y en el cansancio – él es «más que un
vencedor». Pero cuando baja las manos - cuando cesa de rezar – es
un vencido; Amalec, es decir la sensualidad, la pereza, la ira, la
codicia, son más potentes que él y lo arrollan. Su vida espiritual
se asemeja a una pequeña barca que ha perdido la vela y el timón, y
está parada en medio del mar, expuesta a todas las tormentas. Muchas
exigencias de la vida cristiana parecen imposibles y superiores a las
fuerzas humanas (¡y lo son!), pero se convierten en posibles con
ayuda de la oración. Sucede, en la oración, algo semejante a lo que
sucede en el árbol, gracias al proceso de la clorofila: el árbol
vive y florece porque sus hojas, expuestas a la luz, fijan el oxígeno
del aire; el creyente vive y se renueva cuando en la oración se
«expone» a la luz de Dios y «fija» en su alma al Espíritu Santo.
La oración es nuestro oxígeno espiritual”.
El juez: evangelio de hoy
Es la representación de la arrogancia del poder, una presencia constante, por desgracia, en la historia, que ya denunció de modo lapidario el profeta Isaías
- Cfr. Ravasi o.c. p. 312: «El juez es un individuo sin fe (“no temía a Dios”), y sin caridad (“no leimportaban los hombres”). Es la representación de la arrogancia del poder, una presencia constante, por desgracia, en la historia, que ya denunció de modo lapidario el profeta Isaías (10, 1-2): “ ¡Ay! los que decretan decretos inicuos, y los escribientes que escriben vejaciones, excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos”. El jurista “laico” Piero Calamandrei (1889-1956) se lamentaba de que el Crucifijo estuviese en las aulas judiciales en la espaldas de los jueces y delante solamente de las personas juzgadas como señal dolorosa de los errores procesales. Y escribía: “Por el contrario, debería estar ante la cara de los jueces, bien visible en la pared de enfrente, para que lo contemplen con humildad mientras juzgan, y no olviden jamás que sobre ellos incumbe el terrible peligro de condenar un inocente”».
La viuda: evangelio de hoy
Su coraje no se debilita y reclama continuamente su derecho conculcado ante el juez arrogante e indiferente.
- Ravasi o.c. p. 313: «La viuda, sobre todo en el pasado, era la persona más expuesta al abuso, de talmanera que Dios mismo es invocado en el Antiguo Testamento como “el defensor de las viudas”, que estaban privadas de la tutela del marido (salmo 68,6), y los profetas amonestaban: “17 aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda” (Isaías 1, 17). Pero, en la parábola, la viuda tiene una característica decisiva. Efectivamente es víctima, pero no resignada o desesperada. Su coraje no se debilita y reclama continuamente su derecho conculcado ante el juez arrogante e indiferente. Su incansable perseverancia no se rompe ante la puerta cerrada, el rechazo aburrido, la reacción irritada. Su pretensión resuena en las heladas aulas judiciales con una advertencia inexorable: “Hazme justicia”. Y, al fin, hay un viraje en la actitud del juez. Se da cuenta de que no hay nada que podrá apagar el ansia de justicia y, aun ignorando el respeto por la ética de su profesión, él, cansado por la insistencia, decide librarse de ella haciendo justicia. Es curioso, a este respecto, el original griego de Lucas, que es muy realista. El razonamiento del juez se puede traducir de varias maneras: “para que no venga a importunarme continuamente”; “para que no venga finalmente a golpearme en la cara”; “para que, finalmente, exasperada, no me rompa la cara”. Se trata de una vigorosa y pintoresca nota de indignación del evangelista de los pobres, Lucas, en relación con los poderosos y los vulgares burócratas, inertes y provocadores ».
2. Algunas características de la oración
Constancia, lucha, fidelidad
Cfr. Gianfranco Ravasi
o.c. pp 310-311
Implacable constancia
- «La cualidad fundamental de la viuda es su implacable constancia, que ignora el silencio del juez, laamargura de su indiferencia e incluso la dureza de su larvada hostilidad.
La oración tiene frecuentemente, en la Biblia, la fisonomía de una lucha: fidelidad en los momentos del silencio de Dios y en los tiempos de aridez y de oscuridad.
- »Rezar no es tan fácil como pronunciar una fórmula mágica que todo lo allana y lo resuelve.»La oración es una aventura misteriosa que, en la Biblia, tiene frecuentemente la fisonomía de una lucha:»pensemos en el célebre episodio de la lucha de Jacob con Dios a lo largo de la orilla del río Yaboc (Gn 32, 23-33)2; »en la lucha que el profeta Oseas interpreta, en efecto, como un símbolo de la oración (12, 4-6).»Pensemos en también en aquella extraña frase usada por Pablo en la carta a los Romanos: “Os suplico, hermanos, a luchar conmigo en vuestras oraciones” (15,30). En griego, el Apóstol usa la palabra ‘agonia’, es decir, combate decisivo y supremo. Cualidad indispensable de la oración es, por tanto, la fidelidad también en los momentos del silencio de Dios, en los tiempos de aridez y de oscuridad” ».
La certeza de ser escuchados3
Cfr. Gianfranco Ravasi o.c.
p.311
Si un juez corrompido e injusto como el de la parábola está dispuesto a ceder ante la constancia de una viuda indefensa e implorante, cuanto más los hará el Juez justo y perfecto que es Dios.
La fe en la paternidad de Dios es la raíz de la oración.
- «Esto es desarrollado por medio de una técnica de razonamientos que se suele definir a fortiori: si unjuez corrompido e injusto como el de la parábola está dispuesto a ceder ante la constancia de una viuda indefensa e implorante, cuanto más los hará el Juez justo y perfecto que es Dios 4.» Lucas había ya presentado la misma consideración - también sobre el tema de la oración – en una bella frase de Jesús: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (11,13).» Aparece así un nuevo aspecto, bastante sorprendente en el contexto de esta parábola tan helada: la fe en la paternidad de Dios es la raíz de la oración e impone el estilo y la atmósfera. En su Diario, en la fecha del 6 de enero de 1839, el grande filósofo y creyente danés S. Kierkegaard escribía: “Padre celeste, cuando se despierta el pensamiento sobre ti en nuestra oración, haz que no se despierte como un pájaro sobrecogido y desorientado que revolotea aquí y allí, sino como un niño que se despierta con su sonrisa celestial”. No es en vano el que el texto bíblico que representa de la manera más luminosa la relación orante entre Dios y el hombre, el Salmo 131, usa como imagen la de un niño en el regazo de su madre, que se abandona totalmente en ella.» La frase final que Jesús pronuncia [vv. 7-8] sintetiza idealmente las dos tesis de la lección sobre la oración que Jesús nos ha impartido hoy: por una parte, está nuestro grito ‘día y noche’, un grito que es, por tanto, constante y confiado; por otra, está Dios que ‘hará justicia a sus elegidos’».
- Ravasi o.c. p. 314: «La invitación a la vigilancia orante, a la perseverancia confiada, lleva consigotambién la certeza de que el obrar divino es con frecuencia misterioso, que sigue caminos que no son nuestros caminos, son pensamientos que no encajan con los nuestros, pero la meta de llegada está en la luz y no en el abismo de la nada y del mal».
La oración viva
Cfr. Amigos
de Dios, nn. 310-311
Para un discípulo que busque amorosamente al Maestro, es muy distinto el sabor de las tristezas, de las penas, de las aflicciones: desaparecen en cuanto se acepta de veras la Voluntad de Dios, en cuanto se cumplen con gusto sus designios, como hijos fieles, aunque los nervios den la impresión de romperse y el suplicio parezca insoportable.
310.
Me alzaré y rodearé la ciudad: por las calles y las plazas buscaré
al que amo...
(Cant III,2) Y no sólo la ciudad: correré de una parte a otra del
mundo —por todas las naciones, por todos los pueblos, por senderos
y trochas— para alcanzar la paz de mi alma. Y la descubro en las
ocupaciones diarias, que no me son estorbo; que son —al contrario—
vereda y motivo para amar más y más, y más y más unirme a Dios.
Y
cuando nos acecha —violenta— la tentación del desánimo, de los
contrastes, de la lucha, de la tribulación, de una nueva noche en el
alma, nos pone el salmista en los labios y en la inteligencia
aquellas palabras: con
El estoy en el tiempo de la adversidad.
(Ps XC,15) ¿Qué vale, Jesús, ante tu Cruz, la mía; ante tus
heridas mis rasguños? ¿Qué vale, ante tu Amor inmenso, puro e
infinito, esta pobrecita pesadumbre que has cargado Tú sobre mis
espaldas? Y los corazones vuestros, y el mío, se llenan de una santa
avidez, confesándole —con obras— que
morimos de Amor
(Cfr. Cant V,8).
311.
Nace una sed de Dios, una ansia de comprender sus lágrimas; de ver
su sonrisa, su rostro... Considero que el mejor modo de expresarlo es
volver a repetir, con la Escritura: como
el ciervo desea las fuentes de las aguas, así te anhela mi alma, ¡oh
Dios mío!
(Ps XLI, 2).
Y el alma avanza metida en Dios, endiosada: se ha hecho el cristiano
viajero sediento, que abre su boca a las aguas de la fuente (Cfr.
Ecclo XXVI, 15).
Con
esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día
—pegando esta ansia a los otros—, porque el bien es difusivo. No
es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda
en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de
regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de
Cristo (Cfr. Ioh XIX, 34), de empezar y acabar todas las tareas por
Amor.
Os hablaba
antes de dolores, de sufrimientos, de lágrimas. Y no me contradigo
si afirmo que, para un discípulo que busque amorosamente al Maestro,
es muy distinto el sabor de las tristezas, de las penas, de las
aflicciones: desaparecen en cuanto se acepta de veras la Voluntad de
Dios, en cuanto se cumplen con gusto sus designios, como hijos
fieles, aunque los nervios den la impresión de romperse y el
suplicio parezca insoportable.
3. El diálogo con Dios mediante sus palabras
Cfr. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica «Verbum
Domini», n. 24
La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él.
En el Libro de los Salmos y en otros textos de la Escritura, se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él.
Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana.
24.
La Palabra divina nos
introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla
nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente
en el Libro de los Salmos,
donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él,
presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la
vida misma en un movimiento hacia él.[73] En los Salmos, en efecto,
encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre
experimenta en su propia existencia y que son presentados con
sabiduría ante Dios; aquí se encuentran expresiones de gozo y
dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos,
hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan
del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión
(cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Ex 15),
o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jr
20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace
también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda
la revelación cristiana,[74] y toda la existencia del hombre se
convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y
mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la
existencia del hombre está bajo la llamada divina.[75]
[73]
Cf. Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège
des Bernardins de París
(12
septiembre 2008): AAS 100 (2008), 721-730.
[74] Cf. Propositio 4.
[75] Cf. Relatio post disceptationem, 12.
Vida
Cristiana
1
La traducción del comentario de estos dos autores es de la
redacción de VIDA CRISTIANA
2
CEC 2573: Dios renueva su promesa a Jacob, origen de las doce tribus
de Israel (Cf Gn 28, 10-22). Antes de enfrentarse con su hermano
Esaú, lucha una noche entera con «alguien» misterioso que rehúsa
revelar su nombre, pero que le bendice antes de dejarle, al alba. La
tradición espiritual de la Iglesia ha tomado de este relato el
símbolo de la oración como un combate de la fe y una victoria de
la perseverancia (Cf Gn 32, 25-31; Lc 18, 1-8).
3
Acerca de la certeza de ser amados – previa a la de ser
escuchados - , gracias al poder del Espíritu: vid. CEC 2778 y Ef
3, 12; Hb 3, 6; 4, 16; 10, 19; 1 Jn 2, 28; 3, 21; 5, 14
4
CEC 2592: La oración de Abraham y de Jacob aparece como una
lucha de fe vivida en la confianza a la fidelidad de Dios, y en la
certeza de la victoria prometida a quienes perseveran. CEC 2752: La
oración supone un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y
contra las astucias del Tentador. El combate de la oración es
inseparable del «combate espiritual» necesario para actuar
habitualmente según el Espíritu de Cristo: Se ora como se vive
porque se vive como se ora.
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