Miércoles, 09 de octubre de 2019
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EUTANASIA Y CUIDADOS PALIATIVOS
Tres
artículos (2019)
A
o El «derecho a la eutanasia» entra de nuevo en campaña electoral
Ø Pedro pensó en la eutanasia para su mujer, pero conoció los paliativos: «Empezamos a vivir otra vez»
Pedro cuenta la experiencia, que no cambiaría, que vivió con su mujer enferma terminal en un centro de cuidados paliativos
J.L. / ReL - 09 octubre 2019
Queda apenas
un mes para unas nuevas elecciones generales en España y los partidos
políticos ya van dando a conocer las propuestas que llevarán en sus programas o
que promocionarán especialmente con el objetivo de ganar votos de cara al 10-N.
Al igual
que en abril la eutanasia volverá a entrar en campaña. Ya se
ha encargado el propio PSOE de que así sea al presentar sus “35 compromisos
sociales”. En el número 13 aparece la “regulación de la eutanasia” donde
aparece que “es necesario avanzar en materia de derechos civiles. Nos
comprometemos a aprobar la ley de derechos y garantías de la dignidad de la
persona ante el proceso final de su vida que entre otros aspectos regulará
el derecho a la eutanasia”.
Ni una
sola mención hace de los cuidados paliativos, principal
petición de los médicos y de numerosas familias.
Más
paliativos y menos eutanasia
Sin
embargo, mientras se intenta imponer el “derecho a la eutanasia” siguen
sin implantarse como debieran los cuidados paliativos, que donde se
llevan a cabo hacen un bien inmenso. Así lo atestiguan los pacientes y sus
familias.
Un ejemplo
es el de Pilar y su familia. Esta
mujer, esposa y madre de familia, fue diagnosticada de un tumor cerebral muy
agresivo e inoperable. Finalmente, acabó en el centro de cuidados paliativos de
la Fundación
Vianorte-Laguna, donde falleció, y este final de la vida fue
completamente diferente a lo que esperaban. Pero para mejor, mucho mejor.
Su marido,
Pedro, recuerda exploraron todas las opciones, llegando incluso a plantearse la
eutanasia como una opción. Finalmente, en los cuidados paliativos encontraron
todo lo que necesitaban. “Empezamos a vivir otra vez”, explica.
En una
entrevista publicada en Alfa y
Omega, Pedro recuerda que su esposa acudió al médico a
realizarse una revisión rutinaria porque cada vez tenía más dolores de cabeza y
más fuertes. Era joven, tenía 44 años, y fue entonces
cuando le diagnosticaron un tumor cerebral en un TAC. Ese día, él no había
acompañado a su mujer a la consulta, pero al quedar ingresada acudió
rápidamente.
Pilar, en
una foto cedida por la familia
"Eutanasia
y que deje de sufrir"
Entonces
recibió el mazazo. “Me dieron la noticia –señala- de que era un tumor
inoperable y de los peores que hay, con una esperanza de seis meses. La calidad
de vida iba a ser muy mala, con todas las consecuencias: fallo respiratorio,
fallo multiorgánico, silla de ruedas, sin oír ni hablar… Cuando te dicen eso se
te cae el mundo encima. Primero piensas en buscar otro diagnóstico. Y luego cuando
se confirma, te planteas: para que esté sufriendo, lo mejor es que muera.
Eutanasia y que deje de sufrir”.
Sin
embargo, echando la vista atrás su pensamiento es completamente diferente.
Afirma que aquella primera opción que se planteó con la eutanasia era la vía
“fácil”. De hecho, Pedro reconoce que “debido al sistema de vida y a la
velocidad que llevamos, no nos paramos a pensar. Pero ahora sé que hay
200.000 cosas que no son la eutanasia y que son infinitamente mejores. El
enfermo va a estar atendido y no va a sufrir, esa es mi experiencia”.
"En
paliativos empezamos a vivir otra vez"
“Lo más
digno –agrega el marido de Pilar- es cuidarle y luchar, hasta los últimos momentos.
Tuvimos la suerte de caer en paliativos de Laguna después de un año de
desatenciones por parte de médicos que decían que, como ya no se podía curar,
no podían hacer nada. Cuando entramos en paliativos empezamos a vivir
otra vez".
Paradójicamente
esta familia asocia ahora paliativos a vida. “Puede parecerlo, pero quien lo
haya vivido me entenderá. Recuerdo cuando llegamos con la ambulancia que la
imagen que teníamos era que esto es el final. Y fue todo lo contrario: mi
mujer se encontró atendida, querida y cuidada. Y nosotros también. Ella vivía. La
gente que hay en el hospital se deja la vida entera”.
Unos
momentos inolvidables y para toda la vida
Sus hijos
tienen también una tremenda experiencia de lo vivido con su madre en aquel
tiempo en cuidados paliativos. Pedro reconoce que “mis hijos son una generación
de su tiempo, y tienen opiniones muy modernas sobre muchas cosas. Pero respecto
a la eutanasia están en contra por lo que han vivido. Mi hija Lorena,
por ejemplo, venía y tocaba la guitarra y el piano para su madre, porque en
este hospital hay piano. Y su madre la escuchaba. Eso le quedará a ella para
siempre. Son minutos llenos de intensidad”.
Al mismo
Pedro la enfermedad y muerte de su mujer le ha cambiado la forma de ver la
vida. “Me ha reforzado más en mis creencias. Yo he vivido otras situaciones
en las que la gente se ha enfadado pero a mí me pasó lo contrario, ahora
necesito rezar a la Virgen. Tengo la costumbre de entrar a verla
cuando paso cerca de una iglesia y, cuando la veo, lloro”.
También
tiene palabras para los políticos que tienen la capacidad de legislar sobre el
final de la vida, a los que les pide que se “informen”. Les recuerda que “los
paliativos existen en nuestro país porque hay médicos y profesionales
excepcionales que se preocupan, trabajan con personas que están en una
situación difícil y dolorosa. Muchas veces trabajan sin médicos
suficientes, sin ser valorados socialmente ni tomados en cuenta… Necesitan más
ayudas para poder atender tanto a los enfermos, como a quienes los rodeamos. Si
hacen una ley, necesitamos una ley para la vida. Para las familias necesitamos
bajas laborales que se puedan tramitar rápidamente. Por ejemplo, en mi caso,
estuve cinco años sin faltar al trabajo, y en los últimos meses de enfermedad
de mi mujer, la empresa te echa. Y la ley de dependencia debería contemplar los
paliativos”.
Miles de
muerte sin acceso a los paliativos
Según la
Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), 80.000 personas fallecen
cada año en España sin acceso a servicios de cuidados paliativos, lo que les
genera un sufrimiento innecesario, con síntomas descontrolados. En definitiva, se ven privados del derecho fundamental a la
salud.
Sin
embargo, no todo son sombras. Se ha detectado una creciente implantación de
servicios paliativos para niños en Europa (de 29 países en 2013 a 38 en 2019) y
en España (de 5 a 10 servicios en 6 años); además, se están generalizando
marcos legales que regulan la provisión de paliativos (leyes específicas,
decretos-leyes, o planes y estrategias nacionales).
B
o El cirujano Stefano Martinolli lamenta la legalización del suicidio asistido en Italia
Ø Los enfermos son frágiles y sensibles al ambiente: legalizar la eutanasia les sugiere «no molestar»
El doctor Martinolli no excluye la posibilidad de que la aplicación de la eutanasia y el suicidio asistido tenga solamente razones económicas, ante el creciente número de ancianos y el declive demográfico.
ReL 06 octubre 2019
A través
de una sentencia del Tribunal Constitucional, Italia ha
legalizado de hecho el suicidio asistido. Como siempre en casos excepcionales que
la experiencia de países como Bélgica, Holanda o Canadá demuestra que se
amplían rápidamente hasta la desaparición de todo límite. En un artículo
publicado en el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuan sobre la Doctrina
Social de la Iglesia, el doctor Stefano Martinolli, jefe de
cirugía en el hospital Cattinara de Trieste y experto en bioética, pone
de manifiesto todos los peligros que se abren ahora sobre los enfermos más
ancianos, más graves o incluso, sin ser ancianos ni graves, los más
predispuestos a perder la esperanza:
El doctor
Stefano Martinolli, además de un prestigioso cirujano y experto en bioética,
tiene una gran afición a la prestidigitación, que demuestra incluso en actos
públicos.
El pasado
24 de septiembre, el Tribunal Constitucional italiano ratificó
que la ayuda al suicidio, contemplada en el art. 580 del Código
Penal, que prevé penas entre los 5 y los 12 años de cárcel, puede no
ser objeto de castigo en "determinadas condiciones", en el caso
de un "paciente con una enfermedad irreversible que le causa sufrimientos
físicos o psicológicos intolerables, que es mantenido en vida mediante soporte
vital, pero que está capacitado para tomar decisiones conscientemente".
Las
reacciones a esta sentencia han sido numerosas y variadas, creando la habitual
confrontación entre los favorables y los contrarios. En esta ocasión, sin
embargo, la cuestión de la eutanasia y el final de la vida han ido un paso más
"allá". Se ha observado como el Tribunal Constitucional ha vinculado
la sentencia a la ley 219/2017 (Disposiciones
anticipadas de tratamiento, el testamento vital), lo que confirma
que ya entonces el planteamiento de ese texto era claramente
pro-eutanasia, aunque "endulzado" por cuestiones distintas como
el consentimiento informado, la autodeterminación del paciente, el hecho de
compartir el recorrido de tratamientos, etc. Se ha querido proceder por etapas
para introducir en Italia el "derecho a morir" mediante normas
jurídicas que se presentaban como humanas, justas, solidarias y realmente
cercanas a las personas que sufren. De hecho, la Consulta ha abierto la
puerta a la cuestión de la legalización de la eutanasia.
También en
este caso asistimos a definiciones que no son siempre precisas, con el fin de confundir
los términos reales que hay que utilizar. Por ejemplo, la Asociación Europea de Médicos de
Hospitales distingue eutanasia, momento en el que un
médico administra una sustancia letal a petición del paciente, del suicidio
asistido, que es cuando el médico ayuda al paciente a suicidarse, dejándole
a él la responsabilidad del acto final. Por lo tanto, según estas definiciones,
se trataría de una cuestión "técnica" en la que, en el
segundo caso, el médico no tendría responsabilidad y sí sólo el deber
de vigilar la modalidad del suicidio.
La
Consulta ha utilizado los términos «sufrimientos físicos o psicológicos
intolerables» como motivo para recurrir al suicidio, impulsando e
hipertrofiando la autodeterminación del paciente que, así, podrá
decidir acabar con su vida también sobre la base de una enfermedad psíquica, un
estado de ánimo existencial negativo o la simple falta de un motivo para vivir.
Basta recordar algunos ejemplos recientes: Noa Pothoven, fallecida el 2 de junio en Holanda por
una depresión grave, o Alan Nichols, fallecido en Canadá por el mismo
motivo, ambos utilizando el suicidio asistido.
Sin
embargo, el punto en el que me gustaría detenerme es el de la «libertad de
elección». El diputado Marco Cappato, después de la sentencia, se
ha expresado con gran entusiasmo y énfasis, subrayando que "ahora por fin
somos libres". Por otra parte, la objeción que se plantea cada vez
que se aprueban estas leyes es la misma: se tiene que ser libre de
elegir si suicidarse o no, si utilizar el testamento vital o no, si abortar o
no. El Estado tiene que dejar la posibilidad de utilizar estos derechos. Además
de la respuesta inmediata que nos recuerda que algunas leyes (la obligación del
casco o del cinturón de seguridad, por ejemplo) han sido creadas limitando
la libertad de elección por el bien de los individuos, hay otra que hace
referencia a la "experiencia histórica" de otros países (como
Holanda y Bélgica, por ejemplo), que han adoptado y utilizado la eutanasia
y el suicidio asistido desde hace años, y que aportan datos muy interesantes.
No existe
verdadera libertad de elección en un ambiente cultural que nos hace percibir
constantemente y de manera muy negativa el sufrimiento, la enfermedad y la
muerte, y en el que la dignidad de la vida es
definida exclusivamente según criterios utilitaristas ("si estoy bien,
estoy activo, funciono bien, me relaciono bien, entonces valgo como persona").
¿Quién establece el nivel de dignidad (con qué escala de valores) por debajo
del cual la vida ya no tiene sentido? ¿Cada uno se tiene que ocupar de sí
mismo, desvinculándose de la realidad objetiva y de la sociedad, hecha de
relaciones? Es evidente que con estas premisas el parámetro dignidad de
la vida puede sufrir continuas e imprevisibles variaciones y cambios, que
ni la jurisprudencia ni la medicina podrán enmarcar o medir.
Los
defensores de estas leyes sostienen, además, que el enfermo es consciente y
consiente. Pero las experiencias de los países citados más arriba ponen
en evidencia un porcentaje no indiferente de malentendidos o incluso de falta
de consentimiento, hasta el punto de suscitar reacciones o denuncias (a
veces verdaderas investigaciones judiciales) por parte de los familiares o de
las personas amadas del difunto, poniendo de manifiesto un sistema eutanásico
que no desea ser cuestionado.
Los
ejemplos de este planteamiento casi «coercitivo» son numerosos. Cito a Joseph
Fletcher y Granville Williams que, en los años 50, en
la región de habla inglesa, elaboraron el principio ético y jurídico del Right-to-Die [Derecho a
morir] y defendieron incluso la acción -no solicitada- de matar,
por motivos eugenésicos y humanitarios, a personas portadoras de graves
disfunciones biológicas, sobre todo niños. Defendían este derecho contra la
mentalidad religiosa, expresada sobre todo por la Iglesia católica.
Este tipo
de elección puede esconder, además, motivos económicos. ¿Cómo no pensar en un
proyecto a gran escala de reducción del gasto sanitario ante
una población cada vez más anciana e improductiva?
¿Cómo
tendrá que comportarse la Medicina, nacida para cuidar y sanar? ¿Tendrá que
renegar de su esencia más profunda, su función originaria? Esta mentalidad
eutanásica considera a los enfermos graves como "casos perdidos",
no dignos de vivir y no merecedores de ulteriores esfuerzos terapéuticos, lo
que lleva gradualmente a renunciar a esa "obstinada" búsqueda de
nuevos tratamientos incluso en los casos más desesperados, eliminando
el tradicional impulso médico hacia estudios cada vez más complejos y,
es inevitable, más caros.
Por
último, hay que recordar que los enfermos son personas frágiles y que
se resienten del "clima cultural" que les rodea. Es como el
fenómeno de los suicidios "en cadena" (estudiado en Psiquiatría): uno
empieza, otros le siguen por un mecanismo de emulación. ¿Quién nos dice que,
ahora que se ha abierto esta puerta, no pueda suceder lo mismo? Es evidente que
los pacientes, en este clima de desaliento y desconfianza, serán "libres"
de poder elegir únicamente la muerte, como para quitarse de en medio, para no
molestar, ya que sentirán que su presencia es incómoda, convencidos además
de que su decisión será libre y un bien para ellos y para la sociedad. Y, sobre
todo, que es la única opción posible que tienen.
Para
concluir, me parece que estas leyes tan inhumanas conllevan dos
consecuencias: la pérdida de la esperanza y la soledad de los individuos.
En el primer caso, los enfermos se sentirán inútiles, sentirán que su vida no
tiene un objetivo, se sentirán privados de toda perspectiva y aspiración
futura. En el segundo caso, la tan enfatizada autodeterminación, si se
exaspera, puede llevar al individuo a sentirse cada vez más solo, privado de la
experiencia de las relaciones y de poder compartir realmente la enfermedad y la
muerte, consideradas como una experiencia personal encerrada en una privacidad
rígida, dentro de una habitación sin puertas o ventanas comunicantes.
El Hecho
Cristiano es el único que da sentido y respuesta a estos interrogantes: ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Por qué sufro? ¿Por
qué muero? Sólo Cristo es capaz de glorificar el sufrimiento y el dolor y de
derrotar, una vez para siempre, a la Muerte.
C
Miércoles, 09 de octubre de 2019
Inicio / Vida y familia
o Expertos belgas en salud denuncian la falta de autonomía del paciente
Ø La eutanasia real, allí donde se aplica: el «derecho a morir» se transforma en «obligación de morir»
Los defensores de la eutanasia afirman que refuerza la autonomía del paciente. La realidad, allí donde se aplica, es justo la contraria.
ReL - 18 septiembre 2019
En
Bélgica, uno de los países pioneros en la legalización de la eutanasia y su
gran banco de pruebas, un equipo de personas del ámbito de la salud y la
bioética cuestionan desde su conocimiento de la realidad cotidiana práctica el
mito de que la decisión de morir sea totalmente individual. Lo cuenta Ferdinando
Cancelli en Il Foglio:
No hay
modo mejor de comprender lo que podría suceder en nuestro país si se aprobara
la ley que despenaliza la eutanasia y el suicido asistido, que hacer referencia
a la experiencia directa de personas que trabajan en el sector
sanitario de un país en el que las cosas son muy distintas desde hace
mucho tiempo. Bélgica es un óptimo modelo. Algunos médicos y enfermeros belgas
han publicado recientemente un libro, Euthanasie, l’envers du décor (que
se podría traducir como Eutanasia,
la otra cara de la medalla), en el que recogen sus testimonios,
respaldados por referencias bibliográficas y documentales. (Pincha aquí para ver una entrevista con dos de los autores.)
El texto,
disponibile por ahora sólo en francés, merece ser leído con atención y ofrece
algunos hechos dolorosamente interesantes.
En primer
lugar, se descubre que antes de la aprobación de la ley belga del año 2002
había muchas dudas, expresadas por instituciones importantes y relacionadas con
los riesgos de deriva. "Pensamos que cualesquiera que puedan ser las
precauciones que la ley quiera adoptar, existe un peligro real de que la
petición de eutanasia no refleje la verdadera voluntad del individuo, o
esté fácilmente condicionada por circunstancias o presiones
externas", escribía ya en 1983 la Comisión de reforma del derecho en
Canadá. Y sigue: "Existe un peligro real de que el procedimiento puesto en
marcha para permitir matar a quien siente que es un peso para sí mismo sea
desviado gradualmente de su objetivo principal, y acabe siendo
utilizado para eliminar a quienes son un peso para otros y para la sociedad".
En la práctica, ya entonces se vislumbraba lo que es, actualmente, una realidad
en un país como Bélgica.
Dos de los
autores del libro. A la izquierda, Timothy Devos, hematólogo e internista en el
hospital universitario de Lovaina, coordinador de la obra. A la derecha, Eric
Vermeer, enfermero especializado en cuidados paliativos.
Eric
Vermeer, enfermero especializado en cuidados
paliativos y psiquiatría lo dice con claridad en el libro. A finales de 2001,
la Comisión que trabajó en el que era entonces el proyecto de ley sobre la
eutanasia había afirmado, sin ningún tipo de ambigüedad, que el sufrimiento
psíquico del paciente, sólo, nunca debería llevar a la muerte por
petición. A fecha de hoy, el séptimo informe de registro de las eutanasias
en Bélgica indica 113 casos de muertes por eutanasia por motivos
psiquiátricos como depresión, demencia -incluso en una fase muy
inicial-, trastornos bipolares, esquizofrenia y otras enfermedades mentales.
Esta deriva se aplica también a los casos pediátricos. Vermeer hace
referencia a la petición que hicieron los mejores pediatras del mundo reunidos
en el congreso internacional de cuidados paliativos pediátricos de Bombay, en
la India, en 2014. Dirigiéndose directamente al gobierno belga, pedían la
puesta en marcha de los cuidados paliativos, afirmando que "la
eutanasia no forma parte de la terapia paliativa pediátrica y no constituye una
alternativa".
Otro
aspecto fundamental que se deduce del libro es el de las motivaciones
económicas que respaldan el interés político por la "muerte dulce",
un argumento del que no se habla, a propósito, en los debates a favor de acortar
la vida. Un estudio detallado de 2017 llevado a cabo por la
universidad de Calgary, en Canadá, demostró que si el estado norteamericano
alcanzaba el porcentaje de muertes por eutanasia de Bélgica en relación a la
población, podría ahorrarse cada año 130 millones de dólares, el
dinero que serviría para curar a quien, en cambio, "debería hacerse a un
lado".
An
Haekens, psiquiatra, también participa en este volumen sobre la eutanasia en
Bélgica.
An Haekens, psiquiatra belga, directora de la clínica Alexianen, en Tienen,
refiere las palabras de un compañero de profesión, el doctor Boudewijn
Chabot, un militante pro-eutanasia de los inicios. "Se observa -tiene
que reconocer también Chabot- un cambio cultural inquietante a propósito de la
muerte elegida de acuerdo con el médico" y surge, continúa, "un vínculo
creciente entre las peticiones de eutanasia y la crisis financiera de la
sanidad que amenaza la calidad de los cuidados de las personas, sobre
todo de las que sufren enfermedades psíquicas, en especial si son de larga
duración".
Cada vez
más, el "derecho a morir" se transforma en una
"obligación de morir"; los médicos objetores de conciencia
(aspecto previsto por la ley belga) se sienten cada vez más discriminados y
sufren presiones para que se adapten al pensamiento dominante; cada vez más la
lógica de la "calidad de vida", creciente también en nuestro trabajo
diario en Italia, ejerce un sutil pero pérfido y continuo "impulso
amable" para que convenzamos a nuestros pacientes de que su vida
vale poco, seguramente menos de la de las personas que están sanas o son
"curables". Este condicionamiento forma ya parte de la
mentalidad de los médicos y el personal sanitario hasta tal punto que
muchos corren el riesgo, también en nuestro país, de no ser conscientes de los
riesgos que algunos cuestionarios aparentemente "inocentes" pueden
esconder para los pacientes. A menudo presentados como instrumentos de
valoración para mejorar la calidad de los cuidados, los cada vez más frecuentes
listados de preguntas y su correspondiente puntuación acaban siendo
clasificaciones artificiales de "dignidad", a menudo sin el
conocimiento de quien los distribuye rutinariamente, o porque el "sistema
de calidad así lo solicita".
Patrick
Verspieren, jesuita.
El experto
en bioética Patrick Verspieren, profesor de Filosofía moral en el
centro Sèvres, a menudo recordaba el hecho de que no existe un
"yo" que no dependa de los otros. "Recurrir a la noción de
libertad individual, escribía, es por lo tanto, en este campo de elección entre
la vida y la muerte, en parte ilusorio. Ese enfermo desea verdaderamente morir;
sin embargo, ese deseo no es el resultado únicamente de su libertad,
sino que con frecuencia puede ser la traducción de la actitud de su ambiente,
si no de toda la sociedad, que ya no cree en el valor de su vida y se lo hace
comprender con todo tipo de mensajes. Es una paradoja suprema: se rechaza a
alguien de la comunidad de los vivos y él mismo piensa que desea personalmente
la muerte. (…) Lo que soy y lo que quiero depende de la mirada y de la actitud
de los otros".
A partir
de esta tesis, las palabras de uno de los padres fundadores de la sociología
moderna, Emile Durkheim, a propósito del suicidio, escritas hace
más de un siglo, nos provocan: "El índice de suicidios no se explica
sociológicamente. Es la construcción moral de la sociedad la que fija en cada
momento el contingente de muertes voluntarias. Existe una corriente
'suicidógena' que actúa en cada sociedad, que influye en el deseo o no de
vivir".
Hay que
tener los ojos bien abiertos, nos dicen desde Bélgica estos compañeros. Hay que
atesorar el camino recorrido por algunos "pioneros" y no caer en el
error de pensar que somos mejores que ellos. Al cabo de algunos años de
camino, éste es cada vez más oscuro y resbaladizo de lo que
algunos podían pensar. Es el momento, como pidió en una ocasión el
cardenal Angelo Bagnasco a los jóvenes genoveses, de caminar
contracorriente.
Traducción
de Elena Faccia Serrano
Vida Cristiana
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