[Chiesa/Omelie1/3AdvA19SignosMesiánicosContenidoSalvaciónCristoMesías]
Ø Domingo 3º de Adviento – Ciclo A. (2019). A Una pregunta a Jesús, el Salvador, el Mesías esperado. Juan el Bautista envía discípulos suyos a Jesús, para que le pregunten: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». B Jesús responde indicándoles unos «signos» o milagros como prueba de que, efectivamente, Él es el Mesías que esperaban los judíos. Esos «signos» (curaciones, etc.) tienen también un valor simbólico: hacen referencia a la vida nueva que trae Jesús a los hombres y mujeres. A los cojos, que tienen dificultades para avanzar por los caminos del bien, a los que están afectados por la lepra del mal y del pecado y esperan la salvación, a los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia y no han recibido la luz de la fe … El descubrimiento, en este Adviento, de la centralidad de Cristo en nuestras vidas.
v
Cfr. 3º Domingo Adviento Ciclo A. 15 diciembre
2019
Isaías 35, 1-6.8.10; Salmo Resp. 145, 7-10; Santiago
5, 7-10; Mateo 11, 2-11
Isaías
35, 1-6.8.10: 1 Que el desierto y la tierra árida se alegren, regocíjese la
estepa y la florezca como flor; 2 estalle en flor y se regocije hasta lanzar
gritos de júbilo. La gloria del Líbano le ha sido dada, el esplendor del
Carmelo y del Sarón. Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios.
3 Fortaleced las manos débiles,
afianzad las rodillas vacilantes. 4
Decid a los de corazón intranquilo [otra traducción: pusilánime [1]]: ¡Animo, no temáis! Aquí está vuestro Dios,
llega la venganza, la retribución de Dios, él vendrá y os salvará. 5 Entonces se despegarán los ojos de los
ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. 6 Entonces saltará el cojo como
ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. Pues serán alumbradas en
el desierto aguas, y torrentes en la estepa.
8 Habrá allí una senda y un camino, vía sacra se la llamará; no pasará
el impuro por ella, ni los necios por ella vagarán 10 Los redimidos de Yahveh
volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus
cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros!
Santiago 5,
7-10: 7 Por tanto,
hermanos, tened paciencia hasta la
Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra,
aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y las tardías. 8
Tened también vosotros paciencia,
fortaleced vuestros corazones, porque la Venida del Señor está cerca. 9 No os
quejéis, hermanos, unos de otros, para que no seáis juzgados; mirad que el Juez
está ya a la puerta. 10 Tomad, hermanos, como modelos de una vida sufrida y
paciente a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
Salmo
145,6-7; 8-9; 10: 6 Del poder de tus portentos se
hablará, y yo tus grandezas contaré; 7 se hará memoria de tu inmensa bondad, se
aclamará tu justicia. 8 El Señor es clemente y compasivo, Lento a la ira y rico en misericordia. 9 El Señor es bueno con todos, y su misericordia se extiende a
todas sus obras. 10 Que todas tus obras
te den gracias, Señor, todas tus obras y tus fieles te bendigan.
Mateo 11, 2-11: 2 En aquel tiempo, Juan, que
había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de
sus discípulos: 3 -«¿Eres tú el que ha
de venir o tenemos que esperar a otro?» 4 Jesús les respondió: -«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo
y oyendo: 5 los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a
los pobres se les anuncia el Evangelio. 6 ¡Y dichoso el que no se escandalice
de mí!» 7 Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: -«¿Qué
salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? 8 ¿0
qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan
en los palacios. 9 Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os
digo, y más que profeta; 10 él es de quien está escrito: "Yo envío mi
mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." 11 Os
aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque
el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»
A
Una pregunta de Juan a
Jesús
que tiene plena actualidad
para nosotros.
Todos buscamos alguien/algo
que sea nuestra salvación
para ser felices en
definitiva.
1. Una pregunta muy importante de Juan el Bautista a
Jesús (Mateo 11,3): «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
·
La respuesta del Señor en la
que da las señales para reconocerle como
Mesías (Mateo 11, 4-5):
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo
y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y
los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio.
enviado por Él para traer la paz a la
humanidad restaurando el Reino de Dios. Los cristianos aceptaron
que el Mesías esperado era Jesús de Nazareth; le llamaron "Cristo", que es una traducción
literal del hebreo "Mesías".
·
Es también una pregunta
actual, porque los seres humanos continuamente - de modo consciente o
inconsciente – estamos buscando
alguien/algo que sea nuestra salvación, para ser felices en definitiva: una
ideología, una persona, que nos salve, un “mesías”. Que nos salve de la precariedad de la vida humana,
de la enfermedad, de la soledad, de la pobreza, de la inmadurez, de la
ignorancia, del egoísmo, etc. etc. etc. Y, con más o menos frecuencia, ese
algo/alguien es un mesías falso: el poder, el dinero, el alcohol, la droga, la
infidelidad, la pereza, un mentiroso, un adulador, un visionario, quien
odia, cualquier idolatría, cualquier
superstición, la injusticia, etc. etc. etc.
v
Catecismo de la Iglesia Católica
o
Cristo, Mesías (ungido en hebreo), Ungido
§ Cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de
sacerdote, profeta y rey.
·
Catecismo n. 436: Cristo viene de la
traducción griega del término hebreo «Mesías» que quiere
decir «ungido». No pasa a ser nombre
propio de Jesús sino porque El cumple perfectamente la misión divina que esa palabra
significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le
eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de
los reyes (Cf 1 Samuel 9, 16; 10, 1; 16,
1. 12-13; 1 Reyes 1, 39), de los sacerdotes (Cf Éxodo 29, 7; Levítico 8, 12) y, excepcionalmente, de
los profetas (Cf 1 Reyes 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del
Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (Cf Salmo 2,
2; Hechos 4, 26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (Cf
Isaías 11, 2) a la vez como rey y sacerdote (Cf Zacarías 4, 14; 6, 13), pero
también como profeta (Cf Isaías 61, 1; Lucas
4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza
mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey.
o
Jesús aceptó el título de Mesías con reservas
§ Porque una parte de los contemporáneos lo
comprendían según una concepción esencialmente política
·
Catecismo n. 439: Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza
reconocieron en Jesús los
rasgos fundamentales del mesiánico «hijo de David» prometido por Dios a Israel
(Cf Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9. 15). Jesús aceptó el título
de Mesías al cual tenía derecho (Cf Jn 4, 25-26; 11, 27), pero no sin reservas
porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una concepción
demasiado humana (Cf Mt 22, 41-46), esencialmente política (Cf Jn 6, 15; Lc 24,
21).
v
Jesús nos libera del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento.
Francisco, Exhortación Apostólica
“Evangelii gaudium”, 24 de noviembre de
2013
o El
gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo,
es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la
búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Los creyentes también corren ese
riesgo.
§ Muchos caen en ese riesgo y se convierten en seres resentidos,
quejosos, sin vida.
n.1
“Quienes se dejan salvar por Jesús son liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento. (…)
n. 2 El gran riesgo del mundo actual, con su
múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que
brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en
los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su
amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también
corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en
seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y
plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el
Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
n. 3 Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se
encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al
menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día
sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es
para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».[PabloVI,
Gaudete in Domino 9 mayo
1975, 22] Al que arriesga,
el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús,
descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el
momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras
escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te
necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos
redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto
una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos
cansamos de acudir a su misericordia. (…)
2. «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
v
¿Por qué hizo Juan esa pregunta?
·
Biblia de Jerusalén, Mateo 11,3: Los
exégetas han discutido al interpretar esta pregunta de Juan
el Bautista: a) tal vez ya lo sabía pero
es un modo de provocar a Jesús para que él mismo desvelase su identidad; b) o
tal vez “sin dudar absolutamente de Jesús, Juan Bautista se extraña viéndole
plasmar un tipo de Mesías tan distinto del que él esperaba, ver Mateo 3, 10-12” .
·
Juan Pablo II afirma (14/12(1986): “¿Cómo
es que hace esa pregunta quien había reconocido la
plenitud de los tiempos? No porque tuviese
dudas acerca del Redentor, indicado por Juan como el perdón de Dios tan
esperado e invocado, sino porque se había sorprendido. En efecto, él, que en ese
momento está prisionero destinado a morir, en cierto sentido se sentía
desconcertado porque Jesús sea portador del juicio de Dios de un modo así
humilde e inerme; porque realizaba con
la delicada potencia del amor todo lo que el Bautista había anunciado con tonos
fuertes (Mateo 3,12): “El tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y
recogerá su trigo en el granero; en cambio quemará la paja con fuego que no se
apaga”.
v
Esa pregunta conserva una actualidad. Nosotros
debemos preguntarnos: ¿es Jesucristo mi salvador en el que espero? ¿Espero en
otro salvador? Hoy, también en este Adviento, estamos llamados a redescubrir la
centralidad de Cristo en nuestras vidas.
o
Juan Pablo II, en diversas homilías del 3º
Domingo de Adviento
§ ¿Quién es Jesucristo para mí?: es la pregunta del Adviento.
·
Juan Pablo II, 14 de diciembre de 1980: “¿Quién es Jesucristo en verdad en mis pensamientos,
en mi corazón y en mi obrar? ¿Hablo de él
a los demás? Doy testimonio de él al menos ante los más cercanos a mí: en mi
casa paterna, en el ambiente de trabajo, de la universidad o de la escuela, en
todo mi vida y mi conducta? Esta es precisamente la pregunta del adviento, y es
necesario que, apoyándonos en ella, nos hagamos las preguntas posteriores a las
que he aludido, porque hacen que profundicemos en nuestra conciencia cristiana y así nos preparan
para la venida del Señor”.
§ La situación en que vivimos
se presenta a veces como un «desierto», una «tierra árida», difícil de roturar y refractaria a la siembra
evangélica.
·
Juan Pablo II, 17 diciembre
de1989: “La pregunta conserva una actualidad. Es
hecha también
por el nuevo Israel, la Iglesia, que
espera la venida del Señor, sobre todo la última. Es hecha, de modo particular,
por parte de muchos hombres desalentados y perdidos que, con corazón sincero buscan
la salvación, (…) La situación en que vivimos se presenta a veces - usando las
palabras del profeta Isaías - como un
«desierto», una «tierra árida», difícil
de roturar y refractaria a la siembra evangélica. Nos encontramos con los
«corazones pusilánimes» que han perdido el camino de la verdad y de la vida;
con muchas «manos débiles» incapaces de hacer el bien; con muchas «rodillas
vacilantes» en el camino del seguimiento de Cristo.
Con las palabras del profeta, Dios nos
invita a no desalentarnos y nos exhorta a tener esperanza: ¡Animo, no temáis! Aquí está
vuestro Dios … él vendrá y os salvará!.
Sí, hermanos y hermanas, el Señor viene. Es más, está entre nosotros. Las
señales de su presencia salvífica son ya visibles …. Son muchas las obras de caridad y de servicio
que se ofrecen a los enfermos, a los que sufren, a los marginados …
§ La salvación no ha llegado a todos. Es necesario
incrementar la misión de evangelización y de promoción humana.
Pero la salvación que Jesús ofrece no es un don que ha llegado a todos;
muchos «pobres» que tenemos con nosotros todavía no han acogido el anuncio de
la Buena Nueva y todavía no han sido liberados del pecado y de todo lo que les
humilla y les pone al margen de una convivencia humana fraterna y solidaria; y
muchos «escandalizados» se han distanciado de Cristo y de la Iglesia.
Es necesario, por tanto, incrementar la misión de evangelización y de
promoción humana, para abrir a todos las puertas del Reino de Dios, que viene
por medio de Jesucristo.
§ También en nuestros días son numerosos los que están envueltos en
las tinieblas de la ignorancia y no han recibido la luz de la fe; los cojos,
que tienen dificultades para avanzar por los caminos del bien; los que se
sienten defraudados y desalentados; los que están afectados por la lepra del mal
y del pecado y esperan la salvación.
·
Juan Pablo II, 13 de diciembre de 1998: «También en nuestros días son numerosos los que están
envueltos en las tinieblas de la
ignorancia y no han recibido la luz de la fe; son numerosos los cojos, que
tienen dificultades para avanzar por los caminos del bien; son numerosos los
que se sienten defraudados y desalentados; son numerosos los que están
afectados por la lepra del mal y del pecado y esperan la salvación. A todos
ellos se dirige la «buena nueva» del Evangelio, encomendada a la comunidad
cristiana. La Iglesia, en el umbral del tercer milenio, proclama con vigor que
Cristo es el verdadero liberador del hombre, el que lleva de nuevo a toda la
humanidad al abrazo paterno y misericordioso de Dios».
2. La respuesta que dio el Señor: presenta unos signos que manifiestan que
Él es el Salvador, el Mesías que esperaban. ¿En qué consiste su salvación?
v
Catecismo de la Iglesia Católica
·
n. 549: Al
liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (Cf Juan 6, 5-15),
de la
injusticia (Cf Lucas 19,
8), de la enfermedad y de la muerte (Cf Mateo 11, 5), Jesús realizó unos signos
mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (Cf Lucas
12, 13. 14; Juan 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más
grave, la del pecado (Cf Juan 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de
hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
·
n. 547: Jesús
acompaña sus palabras con numerosos «milagros, prodigios y signos» (Hch 2, 22)
que manifiestan que el
Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (Cf
Lucas 7, 18-23).
·
n. 548: Los
signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (Cf Juan
5, 36;
10, 25.). Invitan a creer
en Jesús (Cf Juan 10, 38). (…)
v
Juan Pablo II, en diversas en diversas homilías
del 3º Domingo de Adviento.
o
Las curaciones de Cristo son signos de la
salvación eterna.
·
Juan Pablo II, 13 de diciembre de 1992: “Los prodigiosos signos de la curación realizada por
Cristo en los enfermos, asumen un precioso valor simbólico, el de indicar el
auténtico don del saneamiento y de la vida nueva que él trae a las almas. Las
curaciones de Cristo son signos de la salvación eterna”.
o
Algunas exigencias fundamentales para conservar
el carácter original de la salvación traída por Cristo.
§ Es necesario huir de dos peligrosas tentaciones.
·
Juan Pablo II, 17 de diciembre de 1989: Es necesario huir de dos peligrosas tentaciones.
Por una
parte, hace falta evitar
la reducción de la misión de la Iglesia a la sola dimensión de un proyecto
temporal, con el riesgo de que se pierda la originalidad de la liberación en el
mensaje evangélico. Por otra parte, es necesario excluir toda violencia en el
camino de la liberación humana , porque ésta «
engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud » (Pablo VI, Evangelio Nuntiandi, 37).
- «Al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren
por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno
religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que
reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la substitución del
anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama
también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara
anunciar la salvación en Jesucristo». (Pablo VI, Evangelio Nuntiandi, 34).
Los creyentes
saben que la salvación ofrecida por Cristo no se agota en una dimensión
exclusivamente terrena y temporal; esa salvación es transcendente y tendrá su
cumplimiento definitivo cuando llegue el segundo Adviento de Señor. Tiene
ciertamente aquí su inicio, pero sólo al final su plena realización”.
§ Jesús libera al hombre del mal, orientándolo hacia el bien y hacia
la felicidad.
·
Juan Pablo
II, 17 de diciembre de 1995: “El Mesías que prometido, que viene a la
tierra en la
noche de Belén es el Salvador del mundo, e
aquél que libera al hombre del mal, orientándolo hacia el bien y hacia la
felicidad.
El Salmo responsorial ensalza a Dios que
es siempre fiel: él hace justicia a los oprimidos, nutre con el pan a los
hambrientos, libera a los cautivos, da la vista a los ciegos, endereza a quien
ha caído, ama a los justos, protege a los extranjeros, sustenta al huérfano y a la viuda (cf. Salmo 145, 7-10).
Las palabras del salmista se relacionan
con lo que afirmó el profeta Isaías: «Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las
orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la
lengua del mudo lanzará gritos de júbilo». Son señales de una grande
conversión, de un retorno, que se realizará por obra del Redentor. Y el profeta
anuncia: «Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán
en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo
y alegría les acompañarán! ¡Adiós a las penas
y suspiros!».
3. Brevísimo resumen de cinco
catequesis de Juan Pablo II sobre los milagros o signos.
o
El significado salvífico de los milagros
(25.XI.87)
·
Mediante los 'milagros,
prodigios y señales' que ha realizado, Jesucristo ha manifestado su poder de
salvar al hombre del mal que amenaza al
alma inmortal y su vocación a la unión con
Dios.
o
Los milagros, signos de salvación (2.XII.87)
·
Los milagros de Cristo son
presentados como signos del reino de Dios, que ha irrumpido en la historia del
hombre y del mundo.
o
Los milagros son signos del amor (9.XII.87)
·
Los milagros son también revelación del amor de Dios hacia el hombre.
Son «para el hombre», en armonía con la finalidad redentora de su misión.
Ninguno ha sido realizado para castigar a nadie.
o
El milagro es una llamada a la fe (16.XII.87)
·
La llamada tiene dos formas:
precede al milagro y es condición para
el mismo, y constituye un efecto del milagro.
o
Los milagros demuestran la existencia del mundo
sobrenatural (13.I.88)
4. Jesucristo en el centro de la vida de Pablo de Tarso
v
Cfr. Benedicto XVI, Catequesis, 8 de noviembre
de 2006
o
A la luz del encuentro con Cristo, comprendió
que su vida necesitaba absolutamente una nueva orientación.
·
“(…) Hemos visto cómo el encuentro con Cristo en la carretera de
Damasco revolucionó
literalmente su vida. Cristo se convirtió
en su razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico. En
sus cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el
nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces). Por tanto, es
importante que nos demos cuenta de cómo Jesucristo puede influir en la vida de
una persona y, por tanto, también en nuestra misma vida. (…)
·
Pablo, antes de la conversión, no
era un hombre alejado de Dios ni de su Ley. Por el contrario,
era un observante, con una observancia que
rayaba en el fanatismo. Sin embargo, a
la luz del encuentro con Cristo comprendió que con ello sólo se había
buscado hacerse a sí mismo, su propia justicia, y que con toda esa justicia
sólo había vivido para sí mismo. Comprendió
que su vida necesitaba absolutamente una nueva orientación. Y esta nueva
orientación la expresa así: «la vida, que vivo al presente en la carne, la vivo
en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas
2, 20).
Pablo, por tanto, ya no vive para sí mismo, para su propia justicia. Vive de Cristo y con Cristo: dándose a sí mismo; ya no se busca ni se
hace a sí mismo. Esta es la nueva justicia, la nueva orientación que nos ha
dado el Señor, que nos da la fe. ¡Ante la cruz de Cristo, expresión máxima se
su entrega, ya no hay nadie que pueda gloriarse de sí, de su propia justicia!
(…)
o
Los bautizados en Cristo debemos considerarnos muertos
al pecado y vivos para Dios.
·
Pablo lo escribe en la Carta a los Romanos: «Fuimos
bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte… Fuimos con él
sepultados… somos una misma cosa con él… Así también vosotros, consideraos como
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Romanos 6, 3.4.5.11).
Precisamente esta última expresión es sintomática: para Pablo, de hecho, no es
suficiente decir que los cristianos son bautizados, creyentes; para él es igualmente importante decir que
ellos «están en Cristo Jesús» (Cf. también Romanos 8,1.2.39; 12,5;
16,3.7.10; 1 Corintios 1, 2.3, etcétera).
En otras ocasiones invierte los términos y
escribe que «Cristo está en nosotros/vosotros» (Romanos 8,10; 2 Corintios 13,5)
o «en mí» (Gálatas 2,20). Esta compenetración mutua entre Cristo y el
cristiano, característica de la enseñanza de Pablo, completa su reflexión sobre
la fe. La fe, de hecho, si bien nos une íntimamente a Cristo, subraya la
distinción entre nosotros y Él. Pero, según Pablo, la vida del cristiano tiene también un elemento que podríamos llamar
«místico», pues comporta ensimismarnos en Cristo y Cristo en nosotros. En este
sentido, el apóstol llega a calificar nuestros sufrimientos como los
«sufrimientos de Cristo en nosotros» (2 Corintios 1, 5), de manera que
«llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin
de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Corintios
4,10).
o
La fe
debe mantenernos en una actitud constante de humildad ante Dios, de adoración y
de alabanza. Ningún ídolo tiene que contaminar nuestro universo espiritual.
Todo esto tenemos que aplicarlo a nuestra
vida cotidiana siguiendo el ejemplo de Pablo que vivió siempre con este gran
horizonte espiritual. Por una parte,
la fe debe mantenernos en una actitud constante de humildad ante Dios, es más,
de adoración y de alabanza en relación con Él. De hecho, lo que somos como
cristianos sólo se lo debemos a Él y a su gracia. Dado que nada ni nadie puede
tomar su lugar, es necesario por tanto que a nada ni a nadie rindamos el
homenaje que le rendimos a Él. Ningún
ídolo tiene que contaminar nuestro universo espiritual, de lo contrario en
vez de gozar de la libertad alcanzada volveremos a caer en una forma de
esclavitud humillante.
o La
radical pertenencia a Cristo infunde una actitud de total confianza y de
inmensa alegría.
Por otra parte, nuestra radical pertenencia a
Cristo y el hecho de que «estamos en Él» tiene que infundirnos una actitud de
total confianza y de inmensa alegría.
En definitiva,
tenemos que exclamar con san Pablo: «Si Dios está por nosotros ¿quién contra
nosotros?» (Romanos 8, 31). Y la respuesta es que nada ni nadie «podrá separarnos
del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8,39).
Nuestra vida cristiana, por tanto, se basa en la roca más estable y segura que
puede imaginarse. De ella sacamos toda nuestra energía, como escribe
precisamente el apóstol: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Fi1ipenses
4,13).
Afrontemos por tanto nuestra existencia, con
sus alegrías y dolores, apoyados por estos grandes sentimientos que Pablo nos
ofrece. Haciendo esta experiencia, podemos comprender que es verdad lo que el
mismo apóstol escribe: «yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy
convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día», es
decir, hasta el día definitivo (2 Timoteo 1,12) de nuestro encuentro con
Cristo, juez, salvador del mundo y nuestro.
Vida
Cristiana
[1] Pusilánime: se dice de quien muestra
poco ánimo, poco valor para emprender acciones, o para enfrentarse a peligros o
dificultades.
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