sábado, 4 de enero de 2020

ACOGER/RECIBIR A JESÚS: LA BÚSQUEDA DEL ROSTRO DEL SEÑOR Un programa para el Tercer Milenio



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Ø Segundo domingo después de Navidad (5 de enero de 2010). Acoger/recibir al Señor. La búsqueda
del rostro del Señor. Resumen con textos de la  Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte” de Juan Pablo II (6 de enero de 2001), propuesta como programa para el tercer Milenio.
 

ACOGER/RECIBIR A JESÚS:

LA BÚSQUEDA DEL ROSTRO DEL SEÑOR

Un programa para el Tercer Milenio

-          Juan 1, 35-39: 35 Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, 36 fijándose en
Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: « ¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». 39 Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.

Algunos textos de la Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte” de Juan Pablo II (6 de enero de 2001),  al concluir el año 2000, que calificó él mismo como “programa para el tercer Milenio”. En concreto,  se recogen textos en los que se habla del “rostro del Señor”.

Al comienzo del nuevo milenio,
mientras se cierra el Gran Jubileo
en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús
y se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino ….
(Inicio del documento: n. 1)

v  1. Ven, Señor Jesús 

1. (…) La alegría de la Iglesia, que se ha dedicado a contemplar el rostro de su Esposo y Señor, ha sido grande este año. Se ha convertido, más que nunca, en pueblo peregrino, guiado por Aquél que es « el gran Pastor de las ovejas » (Heb 13,20). (…)  A él, meta de la historia y único Salvador del mundo, la Iglesia y el Espíritu Santo han elevado su voz: « Marana tha - Ven, Señor Jesús » (cf. Ap 22,17.20; 1 Co 16,22).
La plenitud de los tiempos
5. (…)  Cristo es el fundamento y el centro de la historia, de la cual es el sentido y la meta última. En efecto, es por medio él, Verbo e imagen del Padre, que « todo se hizo » (Jn 1,3; cf. Col 1,15). Su encarnación, culminada en el misterio pascual y en el don del Espíritu, es el eje del tiempo, la hora misteriosa en la cual el Reino de Dios se ha hecho cercano (cf. Mc 1,15), más aún, ha puesto sus raíces, como una semilla destinada a convertirse en un gran árbol (cf. Mc 4,30-32), en nuestra historia. (…)

v  2. Un rostro para contemplar

o   El testimonio de los Evangelios


16. « Queremos ver a Jesús » (Jn 12,21). Esta petición, hecha al apóstol Felipe por algunos griegos que habían acudido a Jerusalén para la peregrinación pascual, ha resonado también espiritualmente en nuestros oídos en este Año jubilar. Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo « hablar » de Cristo, sino en cierto modo hacérselo « ver ». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?
Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro. (…)
17. La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo » [8]. Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que es el origen de aquellos escritos, y, a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1). (…)
8. «Ignoratio enim Scripturarum ignoratio Christi est »: Comm. in Is., Prol.PL 24, 17.

23. « Señor, busco tu rostro » (Sal 2726,8). El antiguo anhelo del Salmista no podía recibir una respuesta mejor y sorprendente más que en la contemplación del rostro de Cristo. En él Dios nos ha bendecido verdaderamente y ha hecho « brillar su rostro sobre nosotros » (Sal 6766,3). (…)
El rostro doliente (n,25); el rostro del resucitado (n. 28) (…)

3. Caminar desde Cristo

v  Una certeza

29. « He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28,20). Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, ha acompañado a la Iglesia durante dos milenios y se ha avivado ahora en nuestros corazones por la celebración del Jubileo. De ella debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino. (…)
No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio. (…)

4. Algunas prioridades pastorales
- La santidad (nn. 30 ss); la oración (nn. 32 ss); la Eucaristía dominical (nn. 35 ss); el sacramento de la Reconciliación n. 37); primacía de la gracia n. 38); Escucha de la Palabra n. 39); (Anuncio de la Palabra n. 40).
5. La inspiración en el mandamiento nuevo
42. « En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros » (Jn 13,35). Si verdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo, queridos hermanos y hermanas, nuestra programación pastoral se inspirará en el « mandamiento nuevo » que él nos dio: « Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros » (Jn 13,34). (…)
6. Atención especial a la pastoral de la familia
47. Una atención especial se ha de prestar también a la pastoral de la familia, especialmente necesaria un momento histórico como el presente, en el que se está constatando una crisis generalizada y radical de esta institución fundamental. En la visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer —relación recíproca y total, única e indisoluble— responde al proyecto primitivo de Dios, ofuscado en la historia por la « dureza de corazón », pero que Cristo ha venido a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios ha querido « desde el principio » (cf. Mt 19,8). En el matrimonio, elevado a la dignidad de Sacramento, se expresa además el « gran misterio » del amor esponsal de Cristo a su Iglesia (cf. Ef 5,32). (…)
En este punto la Iglesia no puede ceder a las presiones de una cierta cultura, aunque sea muy extendida y a veces « militante ». Conviene más bien procurar que, mediante una educación evangélica cada vez más completa, las familias cristianas ofrezcan un ejemplo convincente de la posibilidad de un matrimonio vivido de manera plenamente conforme al proyecto de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana: tanto la de los cónyuges como, sobre todo, la de los más frágiles que son los hijos. Las familias mismas deben ser cada vez más conscientes de la atención debida a los hijos y hacerse promotores de una eficaz presencia eclesial y social para tutelar sus derechos. (…)

7. El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino
58. (…) El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5). (…)
59. (…) Que Jesús resucitado, el cual nos acompaña en nuestro camino, dejándose reconocer como a los discípulos de Emaús « al partir el pan » (Lc 24,30), nos encuentre vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: « ¡Hemos visto al Señor! » (Jn 20,25). (…)




Vida Cristiana

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