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Razones antropológicas
explican su potencial destructivo
Mary
Eberstadt: la revolución sexual introdujo en las relaciones hombre/mujer una
lógica homosexual
Mary Eberstadt es
una de las grandes estudiosas sobre los devastadores efectos de la revolución
sexual, en curso en Occidente desde los años 60, sobre la familia y la persona.
En la imagen, su intervención en julio de 2019 en un encuentro de la Fundación
Edmund Burke.
ReL - 17 enero
2020
La capacidad de destrucción social
que ha demostrado la revolución sexual en Occidente obedece a razones
antropológicas y psicológicas profundas. La ensayista norteamericana Mary
Eberstadt lo ha estudiado en profundidad en varias de sus obras, donde
quedan de manifiesto también los estrechos vínculos entre fe y familia. Es el
análisis de Alberto Frigerio en Tempi:
Revolución sexual, fe, familia y
sociedad
En 2019, Mary Eberstadt, Senior
Research Fellow en el Faith and Reason Institute de Washington D.C. y
colaboradora en revistas y periódicos como Los Angeles Times y el Wall Street Journal, publicó
el ensayo Primal
Screams. How the Sexual Revolution created Identity Politics.
Este libro da un paso adelante en
el recorrido iniciado por Eberstadt sobre el tema de la revolución
sexual, objeto de la investigación de esta escritora y ensayista
estadounidense, que se centra en sus implicaciones en relación a la fe,
la familia y la sociedad. La obra de Mary Eberstadt ofrece claves de
lectura para la comprensión de nuestro tiempo.
Revolución
sexual
Eberstadt describe el fenómeno de
la revolución sexual, iniciado a partir de los años 60 del siglo XX, como el
proceso de progresiva "desestigmatización" de todas las
variedades de prácticas sexuales no conyugales, propiciada por la difusión de
las técnicas modernas de anticoncepción.
La revolución sexual está
históricamente vinculada a la Reforma, el Romanticismo y el Feminismo. La
interpretación negativa del eros,
entendido como fruto de la concupiscencia pecaminosa, llevó, en el ámbito
protestante, a secularizar la sexualidad a través de la desacralización
del matrimonio. Ante la represión puritana de los afectos, que se abrió
paso en ámbito católico a traves del jansenismo, en los siglos XVIII y XIX se
desarrolló en el ámbito alemán el Romanticismo, cuya intención inicial era
revalorizar el elemento afectivo de la relación amorosa, pero que acabó
por reducir el amor a sentimiento. La crisis del puritanismo
explotó cuando surgió el heterogéneo movimiento feminista, cuyo fin era
reivindicar la igualdad entre el hombre y la mujer, pero que acabó siendo la
búsqueda de lo que es específicamente femenino y llevando a que algunas de sus
ramificaciones degeneraran en la afirmación de una generalizada indiferenciación
sexual.
Según los promotores y defensores
de la revolución sexual, la píldora y, como plan B, el aborto (aunque la
anticoncepción atenta contra la castidad conyugal y el aborto contra la
justicia, ambas circunstancias morales no están privadas de conexión, dado que
el aborto se realiza a menudo como anticoncepción de emergencia) liberarían
a la humanidad al liberar a la mujer de las cadenas de la fertilidad y a las
minorías sexuales de la prisión de la moral tradicional.
De manera más detallada, en el
libro-manifiesto de la revolución sexual Die Sexualität im Kulturkampf. Zur sozialistischen
Umstrukturierung des Menschen (1936), el psicoanalista
austriaco Wilhelm Reich teorizó el conflicto entre el instinto
sexual y los principios morales, y propuso la superación de la familia
monógama tradicional, considerada una institución social represiva, en la
que la líbido es mortificada en aras del elemento procreador. En esta
óptica, la práctica de la sexualidad solo se entiende en virtud de la búsqueda
del placer sexual, y la liberación coincidiría con la mera
satisfacción de los instintos sexuales.
En su coloquio con el periodista y
escritor Vittorio Messori, el entonces cardenal Ratzinger describía
la revolución sexual como un fenómeno caracterizado por una triple
fractura: entre sexualidad y matrimonio, que abre la vía en
ámbito civil a la equiparación del matrimonio a otras formas de relación
heterosexual; entre sexualidad y procreación, eliminando la
diferencia sexual y poniendo las bases para la equiparación de las relaciones
heterosexuales y homosexuales; entre sexualidad y amor, reducido a
fenómeno fisiológico que hay que apoyar hedonísticamente [Informe sobre la fe, 1985].
Para comprender a fondo el cambio
radical que se está llevando a cabo, vale la pena recordar el papel que ha
tenido la acción/saber tecnológico, copartícipe de la triple factura descrita y
del avance en ámbito sexual de una lógica consumista. Junto a la difusión de las técnicas
anticonceptivas, que separan la sexualidad de la procreación, hay que
recordar la difusión de las técnicas de reproducción asistida, que
separan la procreación de la sexualidad. Ambos métodos han abierto el camino al
doble movimiento from sex
without babies to babies without sex [del sexo sin bebés, a
los bebés sin sexo], introduciendo en las relaciones heterosexuales una
lógica homosexual, caracterizada por una sexualidad privada del elemento
procreador, y por prácticas procreadoras privadas del ejercicio de la
sexualidad. En este sentido, se comprende lo que escribió el filósofo Augusto del Noce, según el cual el pensamiento
moderno tiene carácter nihilista y es incapaz de captar la diferencia, también
en términos sexuales, como "otra" presencia positiva distinta a uno
mismo, por lo que acaba concibiendo la experiencia amorosa, también
heterosexual, en términos homosexuales, como prolongación del yo [Carta a
Rodolfo Quadrelli, 1984].
Implicaciones
La revolución sexual favoreció la proliferación
de una serie de comportamientos que, hasta ese momento, eran escasos y
considerados inaceptables: relaciones prematrimoniales, relaciones
extraconyugales, rupturas familiares. En lugar de propiciar una auténtica
liberación, la revolución sexual ha contribuido a la difusión de una
inestabilidad afectiva perjudicial, como atestiguan a nivel
macroscópico los datos correspondientes a las convivencias, separaciones y
divorcios, que provocan un gran sufrimiento en grandes y pequeños.
En el ensayo Home-Alone
America (2004), Eberstadt evidencia las consecuencias
de las rupturas familiares y la ausencia de la figura paterna en niños
y adolescentes: incremento del índice de depresión, delincuencia y abuso de
sustancias, inicio precoz de la actividad sexual con difusión de las
enfermedades de transmisión sexual (ETS). Por último, la autora observa un aumento
del 350% en el número de abusos sexuales sobre niños a partir de 1980.
Este último dato confirma lo que ha observado el Papa emérito Benedicto
XVI que, en sus notas sobre los abusos sexuales publicadas en abril de
2019, pone en evidencia el vínculo entre revolución sexual, que no toleraba
ninguna norma en materia de sexualidad, y la difusión de la pedofilia.
En Adán y Eva
después de la píldora (2012), Mary Eberstadt
observa el resultado paradójico de la revolución sexual para hombres y mujeres:
a un crecimiento exponencial del sexo, cada vez más difundido y al alcance de
todos, le corresponde una disminución significativa de satisfacción romántica.
En el texto Cómo el
mundo occidental perdió realmente a Dios (2013),
Eberstadt pone de manifiesto el vínculo entre fe y familia, doble hélice que
constituye el ADN de la sociedad. La tesis clásica de la secularización, a
saber: que la fe favorece la edificación de la familia y la crisis de fe la
erosiona, es integrada con la afirmación de que el buen estado de salud
de la familia alimenta la fe, y el malo dificulta el acceso a Dios. La
perspectiva planteada por Eberstadt recuerda el ensayo Family and Civilization (1947)
del sociólogo de Harvard Carle C. Zimmerman, según el cual el declive del mundo clásico estuvo caracterizado por el
declive de la familia.
La autora defiende su tesis
aportando algunos datos sociológicos (concomitancia en la
segunda posguerra del boom religioso
y familiar; marcada secularización en los países con un alto índice de personas
que viven solas, como en los países escandinavos; debilitamiento de la práctica
religiosa en las confesiones cristianas de matriz protestante al introducir
cambios en el ámbito de la moral sexual y familiar a través de la
anticoncepción, el divorcio y la homosexualidad) y avanzando consideraciones
antropológicas (la generación es una experiencia trascendente que
lleva a que las personas salgan de sí mismas; los padres buscan comunidades
morales que les coadyuven en ámbito educativo; la fe es un apoyo al afrontar
los sacrificios que requiere la vida familiar).
La familia tiene carácter sagrado,
y esta es la razón por la que la crisis de la familia es expresión, y también
motivo, de la secularización. La familia es el lugar de la
transmisión de la fe, no sólo porque es en ella donde el hijo es introducido o
no a una determinada tradición religiosa, sino también porque, y de manera más
profunda, la experiencia familiar tiene un carácter religioso.
Las relaciones conyugales y
paterno-filiales tienen un valor sagrado, puesto que se invita a las personas a
tomar partido por un bien gratuito y lleno de significado, como es propio de la
experiencia de fe: matrimonio y familia llevan a cabo la figura de la
vida como dedicación a un plan trascendente. En la novela El hombre sin atributos (1930),
que ataca una cierta visión burguesa del matrimonio, Robert Musil afirma:
"Y sin embargo, hay algo de verdad en lo que se conoce como significado
sagrado de la familia, en ese estar atraídos los unos por los otros,
sirviéndose mutuamente".
La familia es una realidad
creatural que proporciona el lenguaje a la fe, como muestra la Alianza
bíblica, que tiene su ejemplificación en el acontecimiento nupcial, que
nos habla de esponsalidad y generación. Véase, a título de ejemplo,
el libro del profeta Oseas, que en el capítulo 2 interpreta la
relación entre Dios y el pueblo a la luz de la unión entre marido y mujer
("Yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón... Aquel día
-oráculo del Señor- me llamarás 'esposo mío'... Me desposaré contigo para
siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en
ternura"), mientras que en el capítulo 11 lo interpreta a la luz de la
relación entre padres e hijos ("Cuando Israel era joven lo amé y de Egipto
llamé a mi hijo... Pero era yo quien habría criado a Efraín, tomándolo en mis
brazos... Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos
como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para
darle de comer").
En el libro It's
Dangerous to Believe (2016), Mary Eberstadt denuncia
la persecución soft [suave]
llevada a cabo por la ortodoxia laicista contra todo el que disienta del
dogma progresista de la revolución sexual. El secularismo progresista
considera que rechazar los postulados de la liberación sexual constituye una
amenaza para la sociedad y merece ser castigado. En este sentido, es
preocupante constatar que determinadas posiciones de quienes se sienten
perplejos ante los denominados nuevos derechos respecto al ámbito
bioético tienden a ser denigradas a
priori al ser consideradas contrarias al pensamiento
dominante. Preocupa también constatar que el derecho a la objeción de
conciencia en relación a temáticas tan complejas y debatidas no sea
acogido y protegido a nivel jurídico, causando graves dificultades al conjunto
de determinadas categorías profesionales, sobre todo en ámbito sanitario.
En Primal Screams. How the Sexual Revolution created Identity
Politics (2019), Mary Eberstadt aborda el tema de la identidad
y de las políticas identitarias. La autora hace referencia al ensayo La cultura del narcisismo (1979),
del sociólogo estadounidense Robert C. Lasch, sobre la difusión de
la mentalidad narcisista, y al ensayo Solo en la
bolera (2000), del politólogo estadounidense Robert
D. Putman, sobre el declive de las comunidades y las asociaciones, e
investiga los motivos centrando su mirada en el tema de la familia. La
gran dispersión (great
scattering) familiar provocada por la revolución sexual, afirma la
autora, constituye el impedimento más significativo a la comprensión de uno
mismo. La relación es camino de edificación de uno mismo, entre el yo
y el uno mismo, diría el filósofo francés Paul Ricoeur; por
esto, la crisis de las relaciones familiares complica el proceso identitario y
la cuestión de la identidad se convierte en zona zero emotivo y político para una
amplísima parte de la población.
La ruptura de los vínculos
familiares y la búsqueda de la identidad encuentra ejemplificación en el
panorama musical, que se divide entre quienes cantan la disgregación de la familia
(Eminem, Papa Roach, Everclear, Blink-182, Good Charlotte, Eddie Vedder y Pearl
Jam, Kurt Kobain y Nirvana, Tupac Shakur, Snoop Dogg) y lo que representan el
mito del andrógino en la perspectiva de la ambigüedad sexual (David Bowie,
FFC-Acrush, BTS).
Conclusión
La revolución sexual, aun partiendo
de perspectivas de cambio en parte aceptables como la búsqueda de afecto y el
amor solidario, anteriormente, en un segundo plano, ha provocado un deterioro
del ethos sexual,
marcado por una "mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la
sexualidad" (Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae n.
13). Es cuanto afirmaba Pablo VI proféticamente en la
encíclica Humanae vitae,
promulgada en el verano de 1968, en plena revolución sexual, afirmando que la
introducción de las prácticas anticonceptivas llevaría a un disminución general
de la moralidad (infidelidad conyugal, degradación de la dignidad de la mujer),
mientras que la defensa de la moral conyugal en su totalidad es el camino a la
edificación de una civilización verdaderamente humana (nn. 17-18).
Dos textos nos ayudan a comprender
el alcance antropológico y social de la anticoncepción: el primero es Contraception and Chastity (1975),
en el que Elizabeth Anscombe, filósofa británica discípula
de Wittgenstein, ponía en evidencia la imposibilidad, implícita en
la legitimación de la anticoncepción, de distinguir entre actos sexuales buenos
y malos. Separar el significado unitivo del procreador, por ejemplo, impediría
reconocer el aspecto crítico existente en el acto homosexual. El segundo
es De la vie
avant tout chose (1979), en el que Pierre
Simon, ginecólogo ex Gran Maestre de la Gran Logia Masónica de Francia,
declaraba la voluntad de subvertir las costumbres sociales occidentales de
matriz clásica y judeocristiana a través de la anticoncepción, a la que añadía
el aborto y la eutanasia. Estas tres prácticas, a la que hoy podríamos añadir
muchas más (eugenesia, experimentación con embriones, fecundación asistida,
maternidad subrogada, manipulación de los cuerpos) introducirían la
noción de vida como algo material, vacío de todo significado intrínseco y a
total disposición de la voluntad subjetiva.
La reflexión llevada a cabo por
Mary Eberstadt nos ayuda a comprender el estrecho nexo entre fe y
familia: por un lado, la fe en Dios pone las bases para una experiencia
familiar sólida y, por el otro, la vida familiar lleva a Dios en
cuanto lugar de cuidado en el que la persona vive vínculos de gratuidad y de
bondad de carácter religioso. El hombre alcanza la conciencia siempre en la
mediación de una experiencia práctica, actuando e implicándose en la realidad
(Jn 3, 21); por lo tanto, la posibilidad de mantener vivas evidencias seculares
como el carácter insuperable de la diferencia sexual, está relacionado con la
tutela de experiencias fundamentales como la familia.
La Iglesia, al ocuparse y cuidar de
la familia, fortalece el cuerpo eclesial y edifica al conjunto de la sociedad.
El vínculo de ida y vuelta entre fe y familia nos dice que evangelizar
a la familia implica anunciar la fe en el Dios de Jesucristo y, al
mismo tiempo, el anuncio de la fe nos pide promover la familia jurídica y
culturalmente, en cuanto la cultura es mediación de la conciencia y la ley es
uno de los dispositivos culturales más poderosos.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
Vida Cristiana
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