sábado, 28 de octubre de 2017

Domingo 30 del tiempo ordinario.2017: + Fr. Santiago Agrelo Arzobispo de Tánger


El pasado miércoles, día 25, presenté en Madrid, en la sede de la editorial Perpetuo Socorro, el libro «Desacato al silencio», una mirada desde la fe al mundo de los emigrantes.
La liturgia de la palabra del próximo Domingo se abre con una declaración solemne, inapelable: “Así dice el Señor: «No oprimirás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto». Y, en el evangelio, oirás, saliendo de los mismos labios, las palabras del mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Esta vez, servirá de comentario a la liturgia dominical la nota que utilicé en la presentación del libro. Fue ésta:

«A las páginas de este libro –Desacato al silencio- se asoma una humanidad condenada, no por un destino fatal  ni por una providencia descuidada sino por nosotros, a sufrimientos atroces que, si alguien los procurase a un animal, a cualquier animal, sería señalado como inhumano por toda la sociedad.
Sobre esa humanidad, además de la condena al sufrimiento –intemperie, hambre, vejaciones, enfermedades, esclavitud, explotación, miedo-, pesa la condena al silencio, al aislamiento, a la invisibilidad. Si quieren aparecerse –como fantasmas-, habrán de  arriesgarse a morir.
Cada página de este libro quiere ser un acto de desacato al silencio en que la crueldad ha enclaustrado la desdicha de los pobres.

Fe contra silencio:
La legalidad ha declarado la guerra a los pobres y pone cerco de día y de noche a sus míseros refugios. Esa legalidad es un monstruo, que burla las exigencias de la justicia e impide el ejercicio de la caridad.
Todo mi ser se presenta entonces en rebeldía delante de Dios: “Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?”  Y dado que mi fe calla, me responde la fe de los emigrantes: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Ellos, a su manera, aun sin conocer esas palabras del salmo, las han pronunciado muchas veces en mi presencia: “Dios nos ayudará”; “confiamos en Dios”… Que es como decir: “¡El auxilio me viene del Señor!”
Los que “se hacen llamar bienhechores” de las naciones, los que ejercen la autoridad sobre ellas, tienen poder para privar de pan y de abrigo a los pobres, pero no pueden quitarles la fe. Y eso significa que ellos, los pobres, serán los vencedores aunque parezcan ser siempre los vencidos.
Para ser más fuertes que un ejército, más fuertes que el frío, la lluvia y el viento, más fuertes que el hambre y las enfermedades, más fuertes que la desdicha y la muerte, a los pobres les basta la fe. Esa fe mantiene en alto los brazos para la lucha. Esa fe hace perseverante la palabra que reclama justicia. Esa fe mueve montañas. Y puede que esa fe les permita vislumbrar sufrimiento también en la cara de los soldados que los persiguen, pues “no existen fronteras entre la gente que sufre” (Etty Hillesum).
Y si todavía me pregunto: “¿de dónde me vendrá el auxilio?”, alguien –el salmista, los emigrantes, la comunidad eclesial, mi propio yo, Cristo resucitado- alguien pronunciará un oráculo de respuesta: “No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme… El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha… El Señor te guarda de todo mal”….
Y el que ha cruzado ya la frontera del enigma, añadirá: “¡Dios les hará justicia sin tardar!”

Aprendiendo a amarlos:
Aprendiendo de Simone Weil: “El benefactor de Cristo, en presencia de un desdichado, no siente ninguna distancia entre la persona que tiene delante y él mismo; proyecta hacia el otro todo su ser; y desde ese momento el impulso a dar de comer es tan instintivo, tan inmediato, como el de comer uno mismo cuando tiene hambre. Y cae enseguida en el olvido, como caen en el olvido las comidas de días pasados.
A quien así actúa no se le ocurriría decir que se ocupa de los desdichados por el Señor: esto le parecería tan absurdo como decir que come por el Señor. Se come porque no se puede no comer. Aquellos a quienes Cristo mostrará su agradecimiento son los que dan de la misma forma que comen”.
Aprendiendo de San Vicente de Paúl –recomendaciones a una aspirante a Hija de la Caridad-: “Ámalos tanto (a los pobres) que te perdonen la escudilla de sopa que les das”.
Amar a alguien, servirlo, hacerse pobre por él, dar la vida por él, es darle consistencia, es decirle que existe, es darle vida.”
Y aquí quiero traer otra cita –de Eduardo Galeano, El libro de los abrazos- que nos ayudará a entrar en esta dimensión del servicio de la caridad:
Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar. Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían… se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba detrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso. Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano: _Decile a… -susurró el niño-, decile a alguien que yo estoy aquí”.
Recaudadores y descreídos, mujeres conocidas en la ciudad como pecadoras, adúlteras, mujeres con flujo impuro de sangre, leprosos que llevan en la piel la evidencia de la corrupción interior, sordos que no podrán oír la palabra de Dios, ciegos que lo son por sus pecados, ladrones y asesinos a quienes sólo se puede asignar una cruz para que mueran en ella, todos ellos, al lado de Jesús de Nazaret, se sabrán reconocidos por Dios, acogidos, interpelados y respetados, porque todos se sabrán amados de Dios. Este reconocimiento divino redime de la humillación; la acogida aleja la violencia; el abrazo anula la clandestinidad.”

Conclusión:
Si no vemos a los pobres, no veremos a Dios. La ceguera –la indiferencia- ante el dolor humano es una forma radical de negar a Dios, pues es negación de lo que Dios dice de sí mismo, de lo que Dios es: amor compasivo, amor misericordioso, simplemente amor. 
Señor, “que pueda ver”, sólo por la dicha de cuidar de ti.»


viernes, 27 de octubre de 2017

Dom. 30 del tiempo ordinario Año A, 29 octubre 2017. Mateo 22, 34-40; 1 Tesalonicenses 1, 5c-10: Éxodo 22, 20-26; Salmo 18 (Vg 17)






Domingo 30 del Tiempo Ordinario, Año A. (2017). Los mandamientos. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento; pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Cuando amamos al hombre amamos a Dios porque el hombre es imagen de Dios. En Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Aprender a mirar desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. El amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios. El amor al prójimo es el criterio para valorar positiva o negativa la vida humana. La diferencia entre Eros y Ágape: la visión griega y la visión cristiana de la vida.


v  Cfr. Dom. 30 del tiempo ordinario Año A,  29 octubre 2017.

Mateo 22, 34-40; 1 Tesalonicenses 1, 5c-10: Éxodo 22, 20-26; Salmo 18 (Vg 17)
Cfr. Benedicto XVI, Enc. Deus caritas est; cfr. Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno  A, Città Nuova, XI edizione  giugno 2001, XXX domenica, pp. 273-275; cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme III Edizione novemb re 1995, XXX Domenica

Mateo 22, 34-40: “34 Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se pusieron de acuerdo, 35 y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»  37 Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Éste es el mayor y el primer mandamiento. 39 El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.

Éxodo 22, 20-26: «20 No maltratarás al forastero, ni lo oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto. 21 No vejarás a viuda alguna ni al huérfano. 22 Si los vejas y claman a mí, yo escucharé su clamor, 23 se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos. 24 Si prestas dinero a alguien de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigirás intereses. 25 Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, 26 porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le escucharé, porque soy compasivo».

“El amor al prójimo es
inseparable del amor a Dios”
 (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica,  n. 1878).
En la ayuda al hermano necesitado, sobre todo al más débil,
procura la Iglesia ejercitar el mandamiento supremo de la ley,
que es amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a sí mismo
(San Juan Pablo II, Homilía, en la Ciudad de México, 7 de mayo de 1990)

1. ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? ¿Por qué esa pregunta de los fariseos al Señor?

·         Además de la mala intención - «para tentarle» -, también puede añadirse otra razón: el número de los
mandamientos contenidos en las leyes mosaicas era 613. Ante este gran número de preceptos – expuestos muchas veces en los textos desordenadamente, sin ningún criterio jerárquico -, lógicamente  entre los judíos se planteaba cuáles eran los más importantes, o los que podían ser considerados como punto de referencia de los demás, o si había alguno que fuese el principal de ellos.

2. La respuesta del Señor


v  Les recuerda un texto del Antiguo Testamento que muchos de ellos conocían bien.

·         Les recuerda un texto del Antiguo Testamento: «Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tus fuerzas» (Deuteronomio 6, 5). Los israelitas piadosos  conocían  muy bien este texto, ya que lo repetían como oración por la mañana y por la tarde, y que constituía la identidad de Israel como pueblo del Señor, a quien debe su existencia.  Incluso lo que les dice el Señor acerca del prójimo se encuentra en el libro del Levítico: «Amarás a tu  prójimo como a ti mismo» (19,18). Hoy, precisamente, en la primera Lectura, del Libro del Éxodo,  hemos escuchado una casuística del amor al prójimo: se describe una serie de preceptos que, por otra parte, como subrayan diversos autores,  se encuentran como perdidos entre innumerables preceptos secundarios. Sin olvidar que, casi siempre el prójimo era el connacional o el prosélito; téngase en cuenta que, en el tiempo de Jesús, los que eran considerados como los más piadosos entre los israelitas (los esenios de Qumrân) , tenían la siguiente máxima: «Amarás a todos los hijos de la luz y odiarás a todos los hijos de las tinieblas» .

v  En la respuesta del Señor hay dos novedades: a) la dimensión  universal del «prójimo»; b) Jesús coloca el amor al prójimo  al mismo nivel que el amor a Dios.


o   a) La dimensión universal del «prójimo»: es cualquiera que tiene necesidad.

·         Primera novedad. En  primer lugar la figura del «prójimo» adquiere una dimensión universal. En la
parábola del samaritano, el «prójimo» es alguien que desde el punto de vista político y étnico era considerado un enemigo, y desde el punto de vista religioso un «hijo de las tinieblas». Para Jesús el «prójimo» ya no es solamente el familiar, el connacional o el correligionario o el simpatizante, sino cualquiera que tiene necesidad, aunque sea extranjero y desconocido. 
·         San León Magno, Papa (390-461), Sermón 12,2: “Con el nombre de prójimo, no hemos de considerar
sólo a los que se unen a nosotros con los lazos de la amistad o del parentesco, sino a todos los hombres, con los que tenemos una común naturaleza... Un solo Creador nos ha hecho, un solo Creador nos ha dado el alma. Todos gozamos del mismo cielo y del mismo aire, de los mismos días y de las mismas noches y, aunque unos son buenos y otros son malos, unos justos y otros injustos, Dios, sin embargo, es generoso y benigno con todos.” La igual y radical dignidad de todos los hombres, porque han sido creados a imagen y semejanza de Dios y capacitados para participar en la vida en Dios. El amor es venerar la imagen de Dios que hay en cada hombre.

o   b) Jesús coloca el amor al prójimo al mismo nivel que el amor a Dios.

·         La segunda novedad es el hecho de que Jesús coloca el amor al prójimo al mismo nivel que el amor a
Dios. Probablemente esa afirmación del Señor sonaría como algo inaudito. San Juan hace explícita esa doctrina en su primera Carta: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y  aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano., a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a dios, que ame también a su hermano” (4, 20-21).
§  Cuando amamos al hombre amamos a Dios porque el hombre es imagen de Dios.
·         ¿Cómo se explica esta segunda novedad, esta equiparación entre el amor a Dios y el amor al prójimo? La
explicación más conocida en la doctrina católica es que cuando amamos al hombre amamos a Dios porque el hombre es imagen de Dios (cf. S. Tomás de Aquino, Sup. Ev. Mat.). En otro lugar, S. Tomás dice: «La caridad por la que amamos a Dios y al prójimo es una misma virtud, porque la razón de amar al prójimo es precisamente Dios, y amamos a Dios cuando amamos al prójimo con caridad.» (S. Th. II-II, q 103, a. 2.3).
·         “Ninguno de estos dos amores puede ser perfecto si le falta el otro, porque no se puede amar de verdad a
Dios sin amar al prójimo, ni se puede amar al prójimo sin amar a Dios. (…) Solo ésta es la verdadera y única prueba del amor de Dios, si procuramos estar solícitos del cuidado de nuestros hermanos y les ayudamos. (San Beda [1], Homiliae 2, 22).”
·         En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos esta afirmación rotunda: “El amor al prójimo es
inseparable del amor a Dios” (n. 1878).
El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley.
·         n. 2055 (…)  El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de
la caridad, plenitud de la Ley:
En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud (Romanos 13,9-10).
§  El amor cristiano y la veneración de la imagen de Dios que hay en cada hombre.
·         Amigos de Dios, n 230: “Nuestro amor no se confunde con una postura sentimental, tampoco con la
simple camaradería, ni con el poco claro afán de ayudar a los otros para demostrarnos a nosotros mismos que somos superiores. Es convivir con el prójimo, venerar —insisto— la imagen de Dios que hay en cada hombre, procurando que también él la contemple, para que sepa dirigirse a Cristo.”
§  La diferencia entre Eros y Ágape: la visión griega y la visión cristiana de la vida.
·         Gianfranco Ravasi, o.c. p. 288: “En 1930 un estudioso sueco, Anders Nygren, publicaba un importante
estudio titulado Eros y Ágape en el que  oponía las dos visiones del amor, la griega ligada al tema del «eros», de la contemplación estética, de la posesión y de la conquista, y la visión cristiana abierta más bien a la donación, a la dedicación, a la generosidad ilimitada y sin recompensa”.  

3. La «inseparable  relación» y la «imprescindible interacción» entre el amor a Dios y el amor al prójimo.

Cfr. Benedicto XVI, Encíclica «Deus caritas est», nn. 15-18:


v  Amor a Dios y amor al prójimo

o   El amor al prójimo es el criterio para valorar positiva o negativa la vida humana. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí.

n. 15. (...)  La parábola del buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) nos lleva sobre todo a dos aclaraciones importantes. Mientras el concepto de «prójimo» hasta entonces se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a la comunidad compacta de un país o de un pueblo, ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora. La Iglesia tiene siempre el deber de interpretar cada vez esta relación entre lejanía y proximidad, con vistas a la vida práctica de sus miembros. En fin, se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio final (cf. Mt 25, 31-46), en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.

o   ¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? En la primera carta de San Juan se subraya la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. La afirmación de amar a Dios es una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios.

n. 16. Después de haber reflexionado sobre la esencia del amor y su significado en la fe bíblica, queda aún una doble cuestión sobre cómo podemos vivirlo: ¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? Y, por otro lado: ¿Se puede mandar el amor? En estas preguntas se manifiestan dos objeciones contra el doble mandamiento del amor. Nadie ha visto a Dios jamás, ¿cómo podremos amarlo? Y además, el amor no se puede mandar; a fin de cuentas es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no puede ser creado por la voluntad. La Escritura parece respaldar la primera objeción cuando afirma: «Si alguno dice: ‘‘amo a Dios'', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4, 20). Pero este texto en modo alguno excluye el amor a Dios, como si fuera un imposible; por el contrario, en todo el contexto de la Primera carta de Juan apenas citada, el amor a Dios es exigido explícitamente. Lo que se subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios.

o   El amor enunciado en la Biblia sólo es posible a partir del encuentro íntimo con Dios.

§  En Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco.
§  Aprender a mirar desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo.
 n. 18. De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita.

o   La imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo:

§  a) si en mi vida falta el contacto con  Dios, no reconoceré en el otro la imagen divina;
§  b) Por el contrario, si en mi vida omito la atención al otro, queriendo sólo ser «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos»,  se marchita la relación con Dios.
§  c) Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace también sensible ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que el Señor hace por mí y a lo mucho que me ama.
§  d) Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero.
En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos», se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación «correcta», pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama. Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para todos» (cf. 1 Co 15, 28).

Vida Cristiana






[1] Monje benedictino, presbítero y Doctor de la Iglesia ( 672-735). 

martes, 24 de octubre de 2017

Calendario de catequesis: curso 2017 / 2018

Amor y miedo: Santiago Agrelo

El escriba preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” Y Jesús le respondió: “El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser»”. Si entras en el misterio de la divina unidad, te habrás asomado al misterio de la divina plenitud, y allí se llenan de luz las palabras de aquel mandato primero que reclama la plenitud de tu amor: amarás… con todo el corazón, con toda el alma… Hoy, en la asamblea eucarística, la palabra de Dios proclama y la fe confiesa la unidad divina “Yo soy el Señor y no hay otro”. Y la palabra escuchada se nos vuelve exigencia de que, en la relación con Dios, vivamos la plenitud del amor. Un amor así es necesariamente perturbador, inquietante, peligroso; un amor así es vida que da muerte, es muerte que da vida. Quienes niegan a Dios, como quienes viven ignorándolo, no rechazan la verdad de un enunciado doctrinal sino que huyen de un amor intuido como amenaza por su evidente pretensión de totalidad. Aunque no lo confesemos, el amor nos da miedo, ¡a todos! Denominador común de ateísmo, agnosticismo, relativismo, indiferentismo, ritualismo, fundamentalismo, moralismo, fariseísmo, magia, es el miedo al amor. Lo inaceptable de Dios no es que exista, sino que sea Uno, pues esa unicidad lleva aparejada la plenitud de su gloria, de su poder, de su grandeza, de su soberanía, de su dignidad. Por eso “dar a Dios lo que es de Dios” significa necesariamente “amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todo el ser”. Todos lo intuimos, también los ateos, y así multiplicamos los dioses para dividir el amor. Ahora, a ti que crees, te pido que recuerdes el misterio de tu comunión por la fe con Cristo Jesús, con el Hijo de Dios hecho carne, con el hombre en el que se nos ha manifestado el amor que Dios nos tiene, con el hombre en el que los pecadores le decimos a Dios el amor que le tenemos. Recuérdalo, pues sólo en Cristo podemos amar como tenemos que amar. No te apartes del amor de este Hijo si quieres guardar el precepto del amor al Padre. Hoy, recibiendo a Cristo en comunión sacramental, recibes la moneda que el Espíritu de Dios acuñó para tu tributo, recibes el amor eterno con que has de amar a tu Dios. Con todo, no es la de Dios la única imagen que has de reconocer en Cristo Jesús, pues en él se halla grabada también la imagen del hombre. Y si has de tributar a Dios todo tu amor, el hombre no ha de quedar fuera de ese tributo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No tengas miedo: el que te pide amar es el que te da, con su Hijo, su Espíritu, para que ames a Dios con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo.

lunes, 23 de octubre de 2017

Domingo 29 del Tiempo Ordinario Año A. (2017) Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Misiones para este año.






Ø Domingo 29 del Tiempo Ordinario Año A. (2017) Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Misiones para este año. La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio, que ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, que se convierte en Camino, Verdad y Vida. Jesús entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. Dios nos ha concedido a los hombres el poder participar libremente en su providencia; podemos llegar a ser plenamente colabores de Dios y,  a menudo,  somos cooperadores inconscientes de la voluntad divina, como sucedió en el caso de Ciro, rey de Persia. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta.


v  Cfr. Domingo 29 del Tiempo Ordinario, Año A

22 de octubre  2017 – Isaías 45, 1.4-6; Salmo 95; 1 Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22,
15-21
Jornada Mundial de las Misiones 2017 y colecta por la Evangelización de los Pueblos.
Día del Domund: el lema de este año es: “Sé valiente, la misión te espera”. Es una Invitación a comprometerse a fondo con la labor misionera de la Iglesia.
Con la Jornada Mundial de las Misiones, Domund, se apoya económica y espiritualmente a
los territorios de misión, aquellos lugares del mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está asentada. Estos territorios están confiados a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y dependen de la labor de los misioneros y del sostenimiento económico de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de todo el mundo. Es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.

Isaías 45, 1.4-6: “1 Así dice el Señor a su ungido, a Ciro, a quien he tomado por su diestra, para someter ante él las naciones y desatar las cinturas de los reyes, par abrir ante él las puertas, y que no se cierren las puertas de las ciudades. 4 A favor de mi siervo Jacob y de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre, te he dado una alcurnia, aunque tú no me conozcas. 5 Yo soy el Señor, y no hay ningún otro, fuera de mí no hay dios. Yo te he ceñido, aunque tú no me conozcas, 6 para que sepan, desde la salida del sol hasta el ocaso, que no hay otro fuera de mí: Yo soy el Señor, y no hay ningún otro.
Tesalonicenses 1, 1-5b: Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Yo soy el Señor, y no hay ningún otro
(Primera Lectura de hoy, Isaías 45, 6)
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones
(Salmo Responsorial de hoy, n. 95)
Decid a los pueblos:
«El Señor gobierna a los pueblos rectamente»
(Salmo Responsorial de hoy, n. 95)

1. Mensaje de Papa Francisco (4 de junio de 2017) con ocasión del Domund, Día de las misiones, de 2017 Algunos párrafos de este documento.

o   La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio, que ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, que se convierte en Camino, Verdad y Vida.

Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre.
1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.
2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).

o   La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes.

§  Jesús entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo.
Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
El Evangelio es una persona [Jesús], que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección.
3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).
4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).

o   El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta.

5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

o   Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio»

§  La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia.
6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

2. Primera lectura: Dios es uno, es único, no hay otros dioses fuera del Señor

v  Los cambios de época, el sucederse de las grandes potencias, están bajo el supremo dominio de Dios; ningún poder terreno puede ponerse en su lugar.

Benedicto XVI, Homilía, Domingo 29 del tiempo ordinario, Misa para la Nueva Evangelización, 16 de octubre de 2011

o   No hay otros dioses fuera del Señor. Incluso el poderoso Ciro, emperador de los persas, forma parte de un plan más grande que sólo Dios conoce y lleva adelante.

Pasemos ahora a las lecturas bíblicas, en las que hoy el Señor nos habla. La primera, tomada del libro de Isaías, nos dice que Dios es uno, es único; no hay otros dioses fuera del Señor, e incluso el poderoso Ciro, emperador de los persas, forma parte de un plan más grande, que sólo Dios conoce y lleva adelante. Esta lectura nos da el sentido teológico de la historia: los cambios de época, el sucederse de las grandes potencias, están bajo el supremo dominio de Dios; ningún poder terreno puede ponerse en su lugar. La teología de la historia es un aspecto importante, esencial de la nueva evangelización, porque los hombres de nuestro tiempo, tras el nefasto periodo de los imperios totalitarios del siglo XX, necesitan reencontrar una visión global del mundo y del tiempo, una visión verdaderamente libre, pacífica, esa visión que el concilio Vaticano II transmitió en sus documentos, y que mis predecesores, el siervo de Dios Pablo VI y el beato Juan Pablo II, ilustraron con su magisterio.

v  Ciro, rey de los persas, es elegido por Dios como instrumento para la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Babilonia. Dios se vale, para realizar sus designios, de situaciones históricas que pueden parecernos paradójicas.

·         Después de la caída  de Jerusalén (en el año 586 antes de Cristo) por obra de los babilonios, los
israelitas  son deportados a Babilonia, y comienza su cautividad. 47 años después ( en el año 539 antes de Cristo), Ciro rey de los persas se apodera de Babilonia, y un año después  - en el 538 – hace un Decreto por el que  autoriza a  los israelitas a  regresar a  sus hogares, a Jerusalén, y a reconstruir el Templo. Así se describe al final del Libro Segundo de las Crónicas este hecho: “En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahvé, por boca de Jeremías, movió Yahvé el espíritu de Ciro, Rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahvé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»” (36, 22-23).
·         Este hecho histórico  es una paradoja - notable y que llama la atención -  de la historia de la salvación del
pueblo de Israel: Ciro el  libertador, que ejecutará la voluntad salvífica de Dios con Israel sirviéndole de instrumento, es un rey extranjero, que es calificado por Isaías, en la profecía que leemos hoy en la liturgia eucarística, nada menos que  como “ungido de Dios” (Isaías 45, 1), un título reservado a los reyes de Israel. Y en los versículos  4 y 5, del mismo texto de Isaías, queda subrayada la paradoja, cuando se dice que ese título de “ungido” se da a un soberano extranjero que no conocía al Dios del pueblo elegido. En los versículos 2 y 3, que no recoge la liturgia de hoy, se afirma, incluso, que “la misión y los éxitos del conquistador persa son debidos a una especial providencia de Dios, que lo ha designado para liberar a Israel de la opresión de otros pueblos”. Vale la pena que veamos estos dos versículos:
-          “2 Yo iré delante de ti, // y allanaré los terrenos abruptos; //romperé los portones de bronce, // y
 partiré los cerrojos de hierro. // 3 Te daré tesoros  ocultos // y riquezas secretas, // para que sepas que Yo soy el Señor, // el que te ha llamado por tu nombre, el Dios de Israel”
·         Todo esto,  “a la vuelta de los siglos, no deja de llamar nuestra atención sobre los designios de Dios, que
a veces se vale de situaciones históricas que pueden parecernos paradójicas”. (Sagrada Biblia, Libros proféticos, Eunsa  2002, Isaías 45, 1-13). 

3. Dios nos ha concedido a los hombres el poder participar libremente en su providencia; podemos llegar a ser plenamente colabores de Dios y,  a menudo,  somos cooperadores inconscientes de la voluntad divina, como sucedió en el caso de Ciro, rey de Persia.   

·         Catecismo de la Iglesia Católica, n. 373: (...) A imagen del Creador, «que ama todo lo que existe»
(Sabiduría 11, 24), el hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia divina respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha confiado.
·         Catecismo …, n.  307: Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su
providencia confiándoles la responsabilidad de «someter» la tierra y dominarla (Cf Génesis l, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (Cf Colosenses l, 24). Entonces llegan a ser plenamente «colaboradores de Dios» (l Corintos 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (Cf Colosenses 4, 11).
·         Es Cristo que pasa, 113: “La obra de Cristo, la tarea que su Padre le encomendó, se está realizando, su
fuerza atraviesa la historia trayendo la verdadera vida, y cuando ya todas las cosas estén sujetas a El, entonces el Hijo mismo quedará sujeto en cuanto hombre al que se las sujetó todas, a fin de que en todas las cosas todo sea Dios (1 Corintios 15, 28).
En esa tarea que va realizando en el mundo, Dios ha querido que seamos cooperadores suyos, ha querido correr el riesgo de nuestra libertad”.

4. Una exhortación de San Pablo a los primeros cristianos: que sepan valorar bien sus días, su tiempo, la historia de su vida, descubriendo la voluntad del Señor, su designio para cada uno de nosotros.  


·         Efesios 5, 15-17: 15 Así pues, mirad cómo vivís: no como necios sino como sabios; 16 Aprovechando [1]
bien el tiempo presente, porque los días son malos. 17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad de Señor.
·         Cfr. Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Efesios 5, 8-20: “La vida nueva recibida en el Bautismo se
caracteriza por la sensatez, frente a la necedad de quienes se empeñan en vivir de espaldas a Dios  (cfr. 1 Corintios 1,18). La consecuencia inmediata es la de hacer buen uso del tiempo que Dios nos da para santificarnos (v. 16). ”


Vida Cristiana




[1]  Biblia de Jerusalén: v. 16, literalmente “rescatando el tiempo”. Otras traducciones: “redimiendo el tiempo”. 

domingo, 22 de octubre de 2017

Discurso de Papa Francisco a Pontificio Colegio Pío-Brasileño de Roma Sábado, 21 de octubre de 2017




Ø Los cuatro pilares que sostienen la vida de un presbítero: la dimensión espiritual, la dimensión académica, la dimensión humana y la dimensión pastoral.


v  Cfr. Discurso de Papa Francisco a Pontificio Colegio Pío-Brasileño de Roma

                  Sábado, 21 de octubre de 2017

Eminencias, Excelencias, queridos hermanos y hermanas, os recibo hoy, con ocasión de los 300 años del hallazgo de la venerada Imagen de Nuestra Señora de Aparecida. Agradezco al Cardenal Sérgio da Rocha las palabras que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad sacerdotal del Pontificio Colegio Pío-brasileño, así como a las religiosas y empleados que colaboran para hacer de
esa casa “un pedacito de Brasil en Roma”.

v  Los cuatro pilares que sostienen la vida de un presbítero: la dimensión espiritual, la dimensión académica, la dimensión humana y la dimensión pastoral.


¡Qué importante es sentirse en un ambiente acogedor, cada vez que nos encontramos lejos de nuestra tierra y llenos de nostalgia, de “saudades”! Un ambiente así ayuda también a superar las dificultades para adaptarse a una situación donde la actividad pastoral no es el centro del día. Ahora no sois párrocos ni vicarios parroquiales, sino curas estudiantes. Y esta nueva condición puede acarrear el peligro de producir un desequilibrio entre los cuatro pilares que sostienen la vida de un presbítero: la dimensión espiritual, la dimensión académica, la dimensión humana y la dimensión pastoral.

v  Cultivo de la vida espiritual

Naturalmente, en este particular periodo de vuestra vida, la dimensión académica cobra protagonismo. Pero eso no puede significar un descuido de las otras dimensiones. Es necesario cuidar la vida espiritual: la Misa de cada día, la oración cotidiana, la lectio divina, el encuentro personal con el Señor, el rezo del rosario.

v  Dimensión pastoral y dimensión humana

También la dimensión pastoral debe cuidarse: según las posibilidades, es bueno y aconsejable realizar alguna actividad apostólica. Y respecto a la dimensión humana, sobre todo hay que evitar, ante cierto vacío provocado por la soledad –porque ahora se goza menos del consuelo del pueblo de Dios que cuando se está en la diócesis–, que se pierda la perspectiva eclesial y misionera de los estudios.

v  «Enfermedades» posibles del sacerdote estudiante: el “academicismo” y los estudios simplemente como medio de afirmación personal

El descuido en esas dimensiones abre las puertas a algunas “enfermedades” que pueden afectar al sacerdote estudiante, como por ejemplo el “academicismo” y la tentación de hacer de los estudios simplemente un medio de afirmación personal.

o   Se ahoga la fe. ¡Antes de ser maestros y doctores, sois y debéis seguir siendo sacerdotes, pastores del pueblo de Dios!

En ambos casos, se acaba ahogando la fe que, por el contrario, tenemos la misión de proteger, como san Pablo pedía a Timoteo: «Protege lo que se te ha encomendado; evita las conversaciones vanas y perversas, y los argumentos de la falsa ciencia. Algunos, por haberla seguido, se han desviado de la fe» (1Tm 6,20-21). ¡No olvidéis, por favor, que antes de ser maestros y doctores, sois y debéis seguir siendo sacerdotes, pastores del pueblo de Dios!

v  El mantenimiento del l equilibrio entre esos cuatro pilares fundamentales de la vida sacerdotal

o   El remedio más eficaz es la fraternidad sacerdotal

§  La murmuración, el chismorreo
¿Y cómo es posible entonces mantener el equilibrio entre esos cuatro pilares fundamentales de la vida sacerdotal? Diría que el remedio más eficaz contra el riesgo del desequilibrio es la fraternidad sacerdotal. Esto no estaba escrito, pero quiero decirlo ahora, porque Pablo habla de conversaciones vanas y perversas, de murmuraciones: lo que más destruye la fraternidad sacerdotal es murmurar.

¡El chismorreo es un “acto terrorista”, porque con la murmuración tiras una bomba, destruyes al otro y te vas tan tranquilo! Por eso, hay que proteger la fraternidad sacerdotal. Por favor, nada de murmurar. Sería bueno poner un cartel en la entrada: “No se murmura”. Aquí tenemos la imagen de la Virgen del Silencio, en la planta baja del ascensor; la Virgen que dice: “No se murmura”. Ese
es el mensaje para la Curia. Haced algo por el estilo para vosotros.

o   «El primer ámbito donde se realiza la formación permanente es la fraternidad presbiteral»: eje principal de la formación permanente.

§  Mediante la Ordenación sacerdotal, participamos en el único sacerdocio de Cristo y formamos una verdadera familia.
De hecho, la nueva Ratio Fundamentalis para la formación sacerdotal, al afrontar el tema de la formación permanente, afirma que «el primer ámbito donde se realiza la formación permanente es la fraternidad presbiteral» (n. 82). Ese es pues, en cierto modo, el eje principal de la formación permanente.

Y eso se basa en que, mediante la Ordenación sacerdotal, participamos en el único sacerdocio de Cristo y formamos una verdadera familia. La gracia del sacramento asume y eleva nuestras relaciones humanas, psicológicas y afectivas y «se revela y se concreta en las más variadas formas de ayuda mutua, no solo espirituales sino también materiales» (San Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 74).

o   El primer objeto de nuestra caridad pastoral debe ser nuestro hermano en el sacerdocio.

En la práctica, esto significa saber que el primer objeto de nuestra caridad pastoral debe ser nuestro hermano en el sacerdocio –es el primer prójimo que tenemos–: «llevad los unos las cargas de los otros –nos exhorta el Apóstol–: así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6,2). Rezar juntos, compartir las alegrías y los retos de la vida académica, celebrar las fiestas, beber una “cachacinha” 1* …

Todo eso está bien, muy bien; ayudar a los que sufren más la nostalgia; salir justos a dar un paseo; vivir como una familia, como hermanos, sin dejar a nadie de lado, incluidos los que están en crisis o quizá han tenido actitudes censurables, porque «la fraternidad presbiteral no excluye a nadie» (Pastores dabo vobis, 74).

v  El pueblo de Dios desea ver y necesita ver que sus curas se quieren y viven como hermanos

Queridos sacerdotes, el pueblo de Dios desea ver y necesita ver que sus curas se quieren y viven como hermanos; y eso es aún más cierto pensando en Brasil y en los retos, tanto religiosos como sociales, que os esperan a la vuelta. De hecho, en este momento difícil de su historia nacional, cuando tantas personas parecen haber perdido la esperanza en un futuro mejor a causa de los enormes problemas sociales y de una escandalosa corrupción, Brasil necesita que sus curas sean un signo de esperanza. Los brasileños necesitan ver un clero unido, fraterno y solidario, donde los sacerdotes puedan afrontar juntos los obstáculos, sin ceder a las tentaciones del protagonismo o de hacer carrera. ¡Estad atentos a esto! Estoy seguro de que Brasil superará su crisis y confío en que vosotros seréis protagonistas en esto.

v  Invocación a la Virgen

Para eso, contad siempre con una ayuda particular: la ayuda de nuestra Madre del Cielo, que vosotros brasileños llamáis Nuestra Señora de Aparecida. Me vienen a la cabeza las palabras de ese canto con que la saludáis: «Virgen santa, Virgen bella; Madre amable, Madre querida; ampáranos, socórrenos, oh Señora de Aparecida» («Virgem santa, Virgem bela; Mãe amável, mãe querida; Amparai-nos, socorrei-nos; Ó Senhora Aparecida»). Que estas palabras puedan hallar confirmación en la vida de cada uno de vosotros. Quiera la Virgen María, con su amparo y socorro, ayudaros a vivir la fraternidad presbiteral, haciendo que vuestro periodo de estudios en Roma produzca abundantes frutos, además del título académico.

Que la Reina del Colegio Pío-brasileño ayude a hacer de esta comunidad una escuela de fraternidad, haciendo de cada uno de vosotros fermento de unidad en el seno de la respectiva diócesis, ya que la diocesanidad del sacerdote secular se nutre directamente de la experiencia de fraternidad entre los presbíteros.  

Como confirmación de esos deseos, imparto de corazón a la dirección, a los estudiantes, a las religiosas y a los empleados, a todos, junto a todos vuestros familiares, la Bendición Apostólica, y os pido, por favor, que no olvidéis de rezar por mí. Gracias.


* La cachaza (en portugués, cachaça) es una bebida alcohólica destilada de Brasil. Se obtiene
como producto de la destilación del jugo de la caña de azúcar fermentado (ndt).





VIDA CRISTIANA
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