Ø Domingo 29 del Tiempo Ordinario Año A. (2017) Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Misiones para este año. La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio, que ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, que se convierte en Camino, Verdad y Vida. Jesús entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. Dios nos ha concedido a los hombres el poder participar libremente en su providencia; podemos llegar a ser plenamente colabores de Dios y, a menudo, somos cooperadores inconscientes de la voluntad divina, como sucedió en el caso de Ciro, rey de Persia. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta.
v
Cfr. Domingo 29 del Tiempo Ordinario, Año A
22 de octubre 2017 – Isaías 45, 1.4-6; Salmo 95; 1
Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22,
15-21
Jornada
Mundial de las Misiones 2017 y colecta por la Evangelización de los Pueblos.
Día del Domund: el lema de este año es: “Sé valiente, la misión te espera”. Es una Invitación
a comprometerse a fondo con la labor misionera de la Iglesia.
Con la Jornada Mundial de las Misiones, Domund, se apoya económica y
espiritualmente a
los territorios de misión, aquellos lugares del
mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está
asentada. Estos territorios están confiados a la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, y dependen de la labor de los misioneros y del
sostenimiento económico de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de todo el
mundo. Es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad
evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con
ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.
Isaías 45, 1.4-6: “1 Así dice el Señor a su
ungido, a Ciro, a quien he tomado por su diestra, para someter ante él las
naciones y desatar las cinturas de los reyes, par abrir ante él las puertas, y
que no se cierren las puertas de las ciudades. 4 A favor de mi siervo Jacob y
de Israel, mi elegido, te he llamado por
tu nombre, te he dado una alcurnia, aunque
tú no me conozcas. 5 Yo soy el Señor, y no hay ningún otro, fuera de mí no
hay dios. Yo te he ceñido, aunque tú no
me conozcas, 6 para que sepan, desde la salida del sol hasta el ocaso, que
no hay otro fuera de mí: Yo soy el
Señor, y no hay ningún otro.
Tesalonicenses 1, 1-5b: Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios
Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias
a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante
Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el
esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo
nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido
y que cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros no hubo sólo palabras,
sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Yo soy el Señor, y no hay
ningún otro
(Primera Lectura de hoy, Isaías 45, 6)
Contad a los pueblos su
gloria, sus maravillas a todas las naciones
(Salmo Responsorial de hoy, n. 95)
Decid a los pueblos:
«El Señor gobierna a los
pueblos rectamente»
(Salmo Responsorial de hoy, n. 95)
1. Mensaje de Papa Francisco (4 de junio de 2017) con ocasión del Domund,
Día de las misiones, de 2017 Algunos párrafos de este documento.
o
La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza
transformadora del Evangelio, que ofrece una vida nueva: la de Cristo
resucitado, que se convierte en Camino, Verdad y Vida.
Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas;
transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada
por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios
Padre.
1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena
voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El
Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque
contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando
su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6).
Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al
seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y
recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la
fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente
de creatividad en el amor.
2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e
hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad
(cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en
la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es
el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De
este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que
realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir
Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana
(cf. Jn 1,14).
o
La misión de la Iglesia no es la propagación de
una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos
movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas
sublimes.
§ Jesús
entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo.
Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva».
El Evangelio es una persona [Jesús], que continuamente se ofrece y
continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a
compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de
muerte y resurrección.
3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología
religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del
mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de
la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso,
ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la
historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en
contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan
la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y
la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo
del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece
que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la
resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).
4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una
persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la
reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la
participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El
Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de
vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el
Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción
fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias
nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se
convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio
de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).
o
El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo
como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen
Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen
Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos
tortuosos y sin una meta.
5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial.
Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano,
curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor,
buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una
meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio
de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel
estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la
tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística
en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la
ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo
las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas
del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran
consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo
el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el
tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la
fraternidad y el saber compartir.
o
Se trata de «salir de la propia comodidad y
atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio»
§ La
misión de la Iglesia estimula una actitud de continua
peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través
de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia.
6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad
de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y
atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la
Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a
través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes
experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia
propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir
al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la
patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.
2. Primera lectura: Dios es uno, es único, no hay otros
dioses fuera del Señor
v
Los cambios de época, el sucederse de las
grandes potencias, están bajo el supremo dominio de Dios; ningún poder terreno
puede ponerse en su lugar.
Benedicto XVI, Homilía, Domingo
29 del tiempo ordinario, Misa para la Nueva Evangelización, 16 de octubre de
2011
o
No hay otros dioses fuera del Señor. Incluso el
poderoso Ciro, emperador de los persas, forma parte de un plan más grande que
sólo Dios conoce y lleva adelante.
Pasemos ahora a las lecturas
bíblicas, en las que hoy el Señor nos habla. La primera, tomada del libro de
Isaías, nos dice que Dios es uno, es único; no hay otros dioses fuera del
Señor, e incluso el poderoso Ciro, emperador de los persas, forma parte de un
plan más grande, que sólo Dios conoce y lleva adelante. Esta lectura nos da el
sentido teológico de la historia: los cambios de época, el sucederse de las
grandes potencias, están bajo el supremo dominio de Dios; ningún poder terreno
puede ponerse en su lugar. La teología de la historia es un aspecto importante,
esencial de la nueva evangelización, porque los hombres de nuestro tiempo, tras
el nefasto periodo de los imperios totalitarios del siglo XX, necesitan reencontrar
una visión global del mundo y del tiempo, una visión verdaderamente libre,
pacífica, esa visión que el concilio Vaticano II transmitió en sus documentos,
y que mis predecesores, el siervo de Dios Pablo VI y el beato Juan Pablo II,
ilustraron con su magisterio.
v
Ciro, rey de los persas, es elegido por Dios
como instrumento para la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en
Babilonia. Dios se vale, para realizar sus designios, de situaciones históricas
que pueden parecernos paradójicas.
·
Después de la
caída de Jerusalén (en el año 586 antes
de Cristo) por obra de los babilonios, los
israelitas son deportados a Babilonia, y comienza su
cautividad. 47 años después ( en el año 539 antes de Cristo), Ciro rey de los
persas se apodera de Babilonia, y un año después - en el 538 – hace un Decreto por el que autoriza a
los israelitas a regresar a sus hogares, a Jerusalén, y a reconstruir el
Templo. Así se describe al final del Libro Segundo de las Crónicas este hecho:
“En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de
Yahvé, por boca de Jeremías, movió Yahvé el espíritu de Ciro, Rey de Persia,
que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro,
rey de Persia: Yahvé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la
tierra. Él me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén, en Judá.
Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»”
(36, 22-23).
·
Este hecho
histórico es una paradoja - notable y
que llama la atención - de la historia
de la salvación del
pueblo de Israel: Ciro
el libertador, que ejecutará la voluntad
salvífica de Dios con Israel sirviéndole de instrumento, es un rey extranjero,
que es calificado por Isaías, en la profecía que leemos hoy en la liturgia
eucarística, nada menos que como “ungido
de Dios” (Isaías 45, 1), un título reservado a los reyes de Israel. Y en los
versículos 4 y 5, del mismo texto de
Isaías, queda subrayada la paradoja, cuando se dice que ese título de “ungido”
se da a un soberano extranjero que no conocía al Dios del pueblo elegido. En
los versículos 2 y 3, que no recoge la liturgia de hoy, se afirma, incluso, que
“la misión y los éxitos del conquistador persa son debidos a una especial
providencia de Dios, que lo ha designado para liberar a Israel de la opresión
de otros pueblos”. Vale la pena que veamos estos dos versículos:
-
“2 Yo iré delante
de ti, // y allanaré los terrenos abruptos; //romperé los portones de bronce,
// y
partiré los cerrojos de hierro. // 3 Te daré
tesoros ocultos // y riquezas secretas,
// para que sepas que Yo soy el Señor, // el que te ha llamado por tu nombre,
el Dios de Israel”
·
Todo esto, “a la vuelta de los siglos, no deja de llamar
nuestra atención sobre los designios de Dios, que
a veces se vale de
situaciones históricas que pueden parecernos paradójicas”. (Sagrada Biblia,
Libros proféticos, Eunsa 2002, Isaías
45, 1-13).
3. Dios nos ha concedido a los hombres el poder
participar libremente en su providencia; podemos llegar a ser plenamente
colabores de Dios y, a menudo, somos cooperadores inconscientes de la
voluntad divina, como sucedió en el caso de Ciro, rey de Persia.
·
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 373: (...) A imagen del Creador, «que ama todo lo que
existe»
(Sabiduría 11, 24), el hombre
y la mujer son llamados a participar en la providencia divina respecto a las
otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha
confiado.
·
Catecismo …, n. 307:
Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su
providencia confiándoles la
responsabilidad de «someter» la tierra y dominarla (Cf Génesis l, 26-28). Dios
da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra
de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos.
Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden
entrar libremente en el plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones,
sino también por sus sufrimientos (Cf Colosenses l, 24). Entonces llegan a ser
plenamente «colaboradores de Dios» (l Corintos 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino
(Cf Colosenses 4, 11).
·
Es Cristo que pasa, 113: “La obra de Cristo, la tarea que su Padre le
encomendó, se está realizando, su
fuerza atraviesa la historia
trayendo la verdadera vida, y cuando ya
todas las cosas estén sujetas a El, entonces el Hijo mismo quedará sujeto en
cuanto hombre al que se las sujetó todas, a fin de que en todas las cosas todo
sea Dios (1 Corintios 15, 28).
En
esa tarea que va realizando en el mundo, Dios ha querido que seamos
cooperadores suyos, ha querido correr el
riesgo de nuestra libertad”.
4. Una exhortación de San Pablo a los primeros
cristianos: que sepan valorar bien sus días, su tiempo, la historia de su vida,
descubriendo la voluntad del Señor, su designio para cada uno de nosotros.
·
Efesios 5,
15-17: 15 Así pues, mirad cómo vivís: no como necios
sino como sabios; 16 Aprovechando [1]
bien el tiempo presente,
porque los días son malos. 17 Por
tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad de Señor.
·
Cfr. Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Efesios 5, 8-20: “La vida nueva recibida en el
Bautismo se
caracteriza por la sensatez,
frente a la necedad de quienes se empeñan en vivir de espaldas a Dios (cfr. 1 Corintios 1,18). La consecuencia
inmediata es la de hacer buen uso del tiempo que Dios nos da para santificarnos
(v. 16). ”
Vida Cristiana
[1] Biblia de Jerusalén: v. 16,
literalmente “rescatando el tiempo”. Otras traducciones: “redimiendo el
tiempo”.
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