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Cfr. Discurso de Papa Francisco al Pontificio
Consejo para la Nueva Evangelización.
1.
La dignidad de toda persona: asunción de
posiciones valientes par la inclusión
de cuantos viven con formas de discapacidad.
v
Todavía ha expresiones que lesionan la dignidad
de las personas discapacitadas.
o Una
visión de la vida narcisista y utilitarista. Sin ver en ellas su multiforme
riqueza humana y espiritual
2.
La fe es una gran compañera de vida cuando nos
permite palpar la presencia de
un Padre que nunca deja solas a sus criaturas, en ninguna
condición de su vida.
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La catequesis, de modo particular, está llamada
a descubrir y experimentar formas coherentes para que cada persona, con sus
dones, sus límites y sus discapacidades, incluso graves, pueda encontrar en su
camino a Jesús y abandonarse en Él con fe.
o El
reconocimiento de la exigencia de la fuerza de la gracia que viene de los
Sacramentos de la iniciación cristiana.
Ø La Nueva Evangelización: la catequesis y las personas con discapacidad. Discurso de Papa Francisco (Octubre 2017). La dignidad de toda persona: asunción de posiciones valientes par la inclusión de cuantos viven con formas de discapacidad. Todavía hay expresiones que lesionan la dignidad de las personas discapacitadas. Una visión de la vida narcisista y utilitarista, sin ver en ellas su multiforme riqueza humana y espiritual. La fe es una gran compañera de vida cuando nos permite palpar la presencia de un Padre que nunca deja solas a sus criaturas, en ninguna condición de su vida. La catequesis, de modo particular, está llamada a descubrir y experimentar formas coherentes para que cada persona, con sus dones, sus límites y sus discapacidades, incluso graves, pueda encontrar en su camino a Jesús y abandonarse en Él con fe. El reconocimiento de la exigencia de la fuerza de la gracia que viene de los Sacramentos de la iniciación cristiana.
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Cfr. Discurso de Papa Francisco al Pontificio
Consejo para la Nueva Evangelización.
Sábado, 21 de
octubre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, me alegra recibiros, sobre
todo porque en estos días habéis afrontado un tema de gran importancia para la
vida de la Iglesia en su labor de evangelización y de formación cristiana: La
catequesis y las personas con discapacidad. Agradezco a S.E. Mons. Fisichella
su introducción, al Dicasterio por él presidido por su servicio y a todos
vosotros por
vuestro trabajo en este campo.
1.
La dignidad de toda persona: asunción de
posiciones valientes par la inclusión
de cuantos viven con formas de discapacidad.
v
Todavía ha expresiones que lesionan la dignidad
de las personas discapacitadas.
o Una
visión de la vida narcisista y utilitarista. Sin ver en ellas su multiforme
riqueza humana y espiritual
Conocemos el gran desarrollo que, en el curso de los últimos
años, se ha producido respecto a la discapacidad. El crecimiento en la
conciencia de la dignidad de toda persona, sobre todo de las más débiles, ha
llevado a asumir posiciones valientes para la inclusión de cuantos viven con
diversas formas de discapacidad, para que nadie se sienta extranjero en su
casa.
Sin embargo, a nivel cultural todavía hay expresiones que
lesionan la dignidad de estas personas por el prevalecer de una falsa
concepción de la vida. Una visión a menudo narcisista y utilitarista lleva,
desgraciadamente a no pocos, a considerar como marginales a las personas con
discapacidad, sin ver en ellas su multiforme riqueza humana y espiritual. Aún
es muy fuerte en la mentalidad
común una actitud de rechazo a esa condición, como si
impidiese ser felices y realizarse a sí mismos. Lo prueba la tendencia
eugenésica a suprimir a los nascituros que presentan alguna forma de
imperfección.
En realidad, todos conocemos a muchas personas que, con sus
fragilidades, incluso graves, han
encontrado, aun con esfuerzo, el camino de una vida buena y
rica en significado. ¡Como, por otra parte, conocemos personas aparentemente
perfectas y desesperadas! Además, es un peligroso engaño pensar que somos
invulnerables.
Como me decía una chica que encontré en mi reciente viaje a
Colombia, la vulnerabilidad pertenece a la esencia del hombre. La respuesta es
el amor: no el falso, blando y pietista, sino el verdadero,
concreto y respetuoso. En la medida en que se es acogido y
amado, incluido en la comunidad y acompañado a mirar al futuro con confianza,
se desarrolla el verdadero camino de la vida y se experimenta la felicidad
duradera. Esto –lo sabemos– vale para todos, pero las personas más frágiles son
como la prueba.
2.
La fe es una gran compañera de vida cuando nos
permite palpar la presencia de
un Padre que nunca deja solas a sus criaturas, en ninguna
condición de su vida.
La fe es una gran compañera de vida cuando nos permite
palpar la presencia de un Padre que nunca deja solas a sus criaturas, en
ninguna condición de su vida. La Iglesia no puede ser “afónica” ni “desafinada”
en la defensa y promoción de las personas con discapacidad. Su cercanía a las
familias les ayuda a superar la soledad en que a menudo tienden a encerrarse
por falta de atención y ayuda.
Esto vale aún más para la responsabilidad que posee en la
generación y en la formación de la vida cristiana. No pueden faltar en la
comunidad las palabras y sobre todo los gestos para encontrar y acoger a las
personas con discapacidad. Especialmente la liturgia dominical tendrá que
saberlas incluir, para que el encuentro con el Señor Resucitado y con la misma
comunidad pueda ser fuente de esperanza y de valor en el camino nada fácil de
la vida.
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La catequesis, de modo particular, está llamada
a descubrir y experimentar formas coherentes para que cada persona, con sus
dones, sus límites y sus discapacidades, incluso graves, pueda encontrar en su
camino a Jesús y abandonarse en Él con fe.
o El
reconocimiento de la exigencia de la fuerza de la gracia que viene de los
Sacramentos de la iniciación cristiana.
La catequesis, de modo particular, está llamada a descubrir
y experimentar formas coherentes para que cada persona, con sus dones, sus
límites y sus discapacidades, incluso graves, pueda encontrar en su camino a
Jesús y abandonarse en Él con fe. Ningún límite físico y psíquico podrá jamás
ser un
impedimento para ese encuentro, porque el rostro de Cristo
brilla en lo más íntimo de cada persona.
Además, estemos atentos, especialmente nosotros los ministros
de la gracia de Cristo, a no caer en el error neo-pelagiano de no reconocer la
exigencia de la fuerza de la gracia que viene de los Sacramentos de la
iniciación cristiana.
Aprendamos a superar el malestar y el miedo que a veces se
pueden sentir con las personas con discapacidad. Aprendamos a buscar y también
a “inventar” con inteligencia instrumentos adecuados para que a nadie le falte
la ayuda de la gracia. Formemos –ante todo con el ejemplo– catequistas cada vez
más capaces de acompañar a esas personas para que crezcan en la fe y den su
aportación genuina y original a la vida de la Iglesia. Por último, espero que
en la comunidad cada vez más las personas con discapacidad puedan ser ellas
mismas catequistas, también con su testimonio, para trasmitir la fe de modo más
eficaz.
Os agradezco vuestro trabajo de estos días y vuestro
servicio a la Iglesia. Que la Virgen os acompañe. Os bendigo de corazón. Y os
pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
VIDA CRISTIANA
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