jueves, 19 de julio de 2018

El Buen Pastor. Papa Benedicto XVI, palabras en el rezo del Angelus (22 de julio de 2012).





Ø El Buen Pastor. Papa Benedicto XVI, palabras en el rezo del Angelus (22 de julio de 2012). Dios es el Buen Pastor que quiere para nosotros la plenitud de la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, no quiere que nos perdamos. El Evangelio de hoy presenta a Jesús como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Tuvo compasión de ellas porque eran como ovejas sin pastor.


v  Cfr. Papa Benedicto XVI, Rezo del Angelus, Dios es el Buen Pastor

 Domingo 22 de  julio de 2012 – 16 del Tiempo Ordinario Ciclo B

o   Dios es el Buen Pastor que quiere para nosotros la plenitud de la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, no quiere que nos perdamos.

§  El Evangelio de hoy presenta a Jesús como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Tuvo compasión de ellas porque eran como ovejas sin pastor.
La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema fundamental y siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el Pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, donde podamos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos a la meta de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Es lo que desea cada padre y cada madre para sus propios hijos: el bien, la felicidad, la realización. En el Evangelio de hoy Jesús se presenta como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada por así decirlo «pastoral». Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo se dice que, «habiendo bajado de la barca, vio una gran multitud; tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su modo de predicar y con sus obras, atendiendo a los enfermos y a los pecadores, a quienes están «perdidos» (cf. Lc 19, 10), para conducirlos a lugar seguro, a la misericordia del Padre.

o   Entre las ovejas perdidas hay una mujer, María Magdalena, original de la aldea de Magdala, en el lago de Galilea. 

§  Jesús expulsó siete demonios de ella. Esa curación creó paz en ella, en sus relaciones con Dios, con los demás, con el mundo. El maligno siembra guerra, Dios crea la paz.
Salmo responsorial del hoy: «habitaré en la Casa del Señor, por años sin término». Es  nuestro deseo más profundo, aquello para lo que estamos hechos.
Entre las «ovejas perdidas» que Jesús llevó a salvo hay también una mujer de nombre María, originaria de la aldea de Magdala, en el lago de Galilea, y llamada por ello Magdalena. Hoy es su memoria litúrgica en el calendario de la Iglesia. Dice el evangelista Lucas que Jesús expulsó de ella siete demonios (cf. Lc 8, 2), o sea, la salvó de un total sometimiento al maligno. ¿En qué consiste esta curación profunda que Dios obra mediante Jesús? Consiste en una paz verdadera, completa, fruto de la reconciliación de la persona en ella misma y en todas sus relaciones: con Dios, con los demás, con el mundo. En efecto, el maligno intenta siempre arruinar la obra de Dios, sembrando división en el corazón humano, entre cuerpo y alma, entre el hombre y Dios, en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales, y también entre el hombre y la creación. El maligno siembra guerra; Dios crea paz. Es más, como afirma san Pablo, Cristo «es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad» (Ef 2, 14). Para llevar a cabo esta obra de reconciliación radical, Jesús, el Buen Pastor, tuvo que convertirse en Cordero, «el Cordero de Dios... que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). Sólo así pudo realizar la estupenda promesa del Salmo: «Sí, bondad y fidelidad me acompañan / todos los días de mi vida, / habitaré en la casa del Señor / por años sin término» (22/23, 6).
Queridos amigos: estas palabras nos hacen vibrar el corazón, porque expresan nuestro deseo más profundo; dicen aquello para lo que estamos hechos: la vida, la vida eterna. Son las palabras de quien, como María Magdalena, ha experimentado a Dios en la propia vida y conoce su paz. Palabras más ciertas que nunca en los labios de la Virgen María, que ya vive para siempre en los pastos del Cielo, donde la condujo el Cordero Pastor. María, Madre de Cristo nuestra paz, ruega por nosotros.
Vida Cristiana

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