martes, 31 de diciembre de 2019

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS 1 de enero de 2020



[Chiesa/Omelie1/SantaMaríaMadreDeDios 1 enero 2020]

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
1 de  enero de 2020

A.   BREVES ANOTACIONES AL EVANGELIO (LUCAS 2, 16-21)

v  Búsqueda de Dios, no perezosa

-      El evangelista dice que los pastores fueron “presurosos y encontraron a María y a José y
a José  y al Niño reclinado en un pesebre”  (Lucas 2, 16)
·         “nadie busca a Cristo perezosamente”  (san Ambrosio, Expositio Evangelii secundum
Lucam).
“Ya antes había dicho que tras la Anunciación, Nuestra Señora,  había ido deprisa (1, 39) a visitar a Santa Isabel. El alma que ha dado entrada a Dios en su corazón viven con alegría la visita del Señor, y esa alegría da alas a su corazón”.  (Nuevo Testamento, EUNSA, 2004, Nota Lucas 2, 8-20).


B.   BREVES ANOTACIONES A LA SEGUNDA LECTURA (Gálatas 4, 4-7)

v  La libre cooperación de una criatura en la actuación de Dios en la Historia

-      Con la Encarnación en “la plenitud de los tiempos” (v. 4) la historia ha llegado a su
momento culminante, ha quedado definitivamente orientada hacia Dios,
            “Las palabras la Virgen María, la nueva Eva, en la obra de la redención: ´Dios envió a su Hijo´ (Gal 4,4), pero para formarle un cuerpo (cfr. Hb 10,5) quiso la libre cooperación de una criatura.” (Nuevo Testamento, EUNSA, 2004, Nota Gálatas 4, 1-11). 




Vida Cristiana

lunes, 30 de diciembre de 2019

Un Dios obstinado en llamarse Jesús: por Santiago Agrelo


Es todavía Navidad: solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
Las palabras con las que anunciamos el misterio, adquieren sentido sólo si optamos por ellas: Habrá Navidad sólo si creo en ella. Y sólo la fe hará que, en una mujer de Nazaret, de donde nada bueno se espera que salga, vea la comunidad de los fieles a la Madre de Dios.
Es también la Jornada Mundial de la Paz.
Habrá paz sólo si la dejo entrar en el corazón y hago con ella un pacto de fidelidad hasta que la muerte nos una de forma definitiva.
Dios se ha obstinado en hacer siempre posible lo que la fe de cada uno hará real.
Su Navidad y su paz, su mundo nuevo, su año de gracia, hace tiempo que comenzó; hace tiempo que las profecías se hicieron evangelio; hace tiempo que el futuro de las promesas quedó atrapado en el hoy de su cumplimiento: “Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Y es su nombre: Admirable, Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo, y su reino no tendrá fin”; “hoy os ha nacido un salvador”; “hoy ha sido la salvación de esta casa”.
Pero sólo la fe hará de ti una nueva criatura. Sólo por la fe entrarás en el año de gracia del Señor. La fe, la misma que llenó de esperanza el tiempo de las promesas, hoy, en el tiempo del evangelio, llena tu vida de asombro y de alabanzas.
Dios se ha obstinado en bendecir… hasta bendecirnos con su Hijo, hasta fijarse en nosotros por los ojos de su Hijo, hasta hacernos el don de su Hijo, señal de su favor y de su amor sin medida. Y tú te alegras con un gozo que nadie podrá arrebatarte, pues te reconoces nacido de Dios, hijo de la bendición.
Dios se ha obstinado en abrir caminos de salvación para todos los pueblos, una fuente de alegría para las naciones. Toda tu riqueza, Iglesia de Cristo, es la salvación y la alegría que tu Señor te ha dejado en herencia para que la entregues entera a los que lloran, a los pobres, a los predilectos de Dios.
La paz de Dios para ti se llama Jesús. La gracia se llama Jesús. La bendición se llama Jesús. La salvación se llama Jesús. Todo lo que amas, todo lo que esperas, todo lo que Dios puede darte se llama Jesús. Dios se ha obstinado en llamarse Jesús.
Feliz entrada en el mundo nuevo de la mano de Jesús.

sábado, 28 de diciembre de 2019

Sagrada Familia: 29 de diciembre de 2019 Ciclo A.



[Chiesa/Omelie1/Famiglia/FamiliaA19JoséMisiónFamiliaElPadreEducaciónHijos]

Ø Domingo de la Sagrada Familia (29 de diciembre de 2019). La igual dignidad del hombre y de la mujer. La ausencia del padre o, por el contrario, su presencia opresiva fruto del fenómeno del “machismo” provocan desequilibrios psicológicos y morales en los hijos. La educación de los hijos en los valores esenciales de la vida humana: 1) justa libertad ante los bienes materiales; 2) sentido de la verdadera justicia y del verdadero amor; 3) educación para una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. La formación específicamente cristiana de los hijos, como seguidores de Cristo: en el sentido vocacional de la vida y en la oración.


v  Cfr. Sagrada Familia: 29 de diciembre de 2019 Ciclo A.

Mateo 2, 13-15.19-23; Sirácida 3, 2-6.12-14; Sal 127; Colosenses 3, 12-21

Mateo 2, 13-15. 19-23 : 13 Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. » 14 José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y huyó a Egipto. 15 Allí permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» 19 Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto 20 y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño21 Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. 22 Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea. 23 Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: «Será llamado Nazareno».  

1. Una familia ordinaria, según aparece en el Evangelio.

·         Una familia que vive  los problemas cotidianos de la supervivencia.
·         Dios permite que los suyos tengan persecución o incomprensión.
Cfr. Evangelio de hoy  vv. 13,19, 22 etc.
·         El Niño Dios, María y José, viven la misma experiencia  del Pueblo de Dios, de Israel,
también prófugo en Egipto. Forman parte de esa cadena ilimitada de prófugos que, a lo largo de los siglos, recorren tierras inhospitalarias, ciudades extrañas y, a veces, hostiles a ellos.

2. José: el padre de familia del que se sirve Dios para custodiar a Jesús y a María en tiempos difíciles. Misión de la familia.

 

v  A) S. José es el hombre justo, fiel a la misión que Dios le encomienda.

·         En los breves párrafos del Evangelio que se ha leído, dos veces el Señor dice a José «Levántate, toma
al niño y a su madre» y va a este sitio o vuelve a tal sitio. Y dos veces también el Evangelio nos dice – con mucha sencillez y de modo escueto - que José «se levantó, tomó al niño y a su madre» y huyó al sitio indicado o volvió a tal sitio.

v  B) La misión de marido y padre (Familiaris consortio, Exhort. Apostólica de Juan Pablo II, 22 noviembre 1981, n. 25)

·         “Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su
función de esposo y padre.

o   Ve en la esposa la realización del designio de Dios, con profundo respeto por la igual dignidad de la mujer.

·         Él ve en la esposa la realización del designio de Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada», (Génesis 2,18) y hace suya la exclamación de Adán, el primer esposo: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne».(Génesis 2,23)
El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: «No eres su amo —escribe san Ambrosio— sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino como mujer... Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecido por su amor».(S. Ambrosio, Exameron, V, 7,19) El hombre debe vivir con la esposa «un tipo muy especial de amistad personal».(Pablo VI, Cart. Enc. Humanae vitae,9). El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia (Cfr. Efesios 5,25).

o   Importancia del padre, única e insustituible. Su ausencia y/o también su presencia opresiva donde vige el fenómeno del “machismo”,  provocan desequilibrios psicológicos y morales así como dificultades notables en las relaciones familiares.  

·         El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la
comprensión y la realización de su paternidad. Sobre todo, donde las condiciones sociales y culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible (Cfr. Juan Pablo II, Homilía a los fieles de Terni, 3-5, 19 de marzo 1981).Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía vige el fenómeno del «machismo», o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares.
§  El hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, y mediante un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa
Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios (Cfr. Efesios 3,15), el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa (Cfr. Conc. Vat. II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 52), un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia”.

v  C) Educación en los valores esenciales de la vida humana (Cfr. Familiaris consortio, n.  37)


o   1. La justa libertad ante los bienes materiales. La familia escuela de socialidad.

Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene» (Conc. Ecum. Vaticano II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 35).

o   2. Los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, sino, más aún, del verdadero amor.

§  Éste enriquecimiento lleva no sólo al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también al sentido del verdadero amor, entendido como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad.
En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer.
§  El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La participación vivida en la casa es eficaz para la inserción en la sociedad.
El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.

o   3. Educación para una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal.

§  Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal.
La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.
La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.
Educación para la castidad
En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.
Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.

v  D) La familia y la educación específica cristiana

o   La misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo.

·         En la familia:  “se transmite e irradia el Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de
familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo. En la familia consciente de tal don, como escribió Pablo VI, «todos los miembros evangelizan y son evangelizados» (Exhort. Apostólica Evangelii nuntiandi, 71).En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos.” (Familiaris consortio, 39).

o   La educación cristiana no persigue solamente la madurez propia de la persona humana... sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe.

·         La educación cristiana: “no persigue solamente la madurez propia de la persona humana...
sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad (cf. Juan 4, 23), ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad (Efesios 4, 22-24), y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo (cf. Efesios 4, 13), y contribuyan al crecimiento del Cuerpo místico. Conscientes, además, de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pedro 3, 15) y a ayudar a la configuración cristiana del mundo»” (Decl. Sobre la educación cristiana de la juventud Gravissimum educationis) (Familiaris consortio, 39).

o   Los hijos aprenden en la familia a descubrir su vocación, lo que Dios quiere de ellos: los padres han de fomentar la vocación personal de cada hijo (cfr. CCE 1656; Lumen gentium, 11)

·         Familiaris consortio, n. 53:  La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada
uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios”.

o   Los hijos aprenden en la familia el sentido profundo de la oración

·         Familiaris consortio, n. 59: “La vida de oración en la familia “tiene como contenido
original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos.”

v  E) En el Catecismo de la Iglesia Católica

o   n.  526: […] Cuando Cristo toma forma en nosotros

“El Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el Misterio de este "admirable intercambio":
"O admirabile commercium! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (LH, antífona de la octava de Navidad).”




Vida Cristiana






LA FAMILIA EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA




LA FAMILIA EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos
y a la procreación y educación de los hijos.

n. 2201 I. LA FAMILIA EN EL PLAN DE DIOS
Naturaleza de la familia
La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales.

Un hombre y una mujer unidos en matrimonio
forman con sus hijos una familia.
Esta disposición es anterior a todo reconocimiento
por la autoridad pública

n. 2202 Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco.

Sus miembros son personas iguales en dignidad.
La familia implica una diversidad
de responsabilidades, de derechos y de deberes.


n. 2203 Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes.

La familia es una comunidad de fe, esperanza y caridad,
posee en la Iglesia una importancia singular
como aparece en el Nuevo Testamento.

n. 2204 La familia cristiana
"La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso… puede y debe decirse iglesia doméstica" (FC 21, cf LG 11). Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (cf Ef 5, 21  - Ef 6, 4; Col 3, 18  - 21; 1P 3, 1  - 7).

La familia cristiana es una comunión de personas,
reflejo e imagen de la comunión del Padre
y del Hijo en el Espíritu Santo.
La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios
fortalecen en ella la caridad.
La familia cristiana es evangelizadora y misionera.


n. 2205 La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.

Las relaciones en el seno de la familia entrañan
una afinidad de sentimientos, afectos e intereses
que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas.

n. 2206 Las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de sentimientos, afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas. La familia es una "comunidad privilegiada" llamada a realizar un "propósito común de los esposos y una cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos" (GS 52, 1).

La familia es la "célula original de la vida social".
Es la sociedad natural donde el hombre y la mujer
son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida.

n. 2207 II. LA FAMILIA Y LA SOCIEDAD
La familia es la "célula original de la vida social". Es la sociedad natural donde el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se puede aprender los valores morales, comenzar a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.

La familia debe vivir de manera que sus miembros
aprendan el cuidado y la atención de los jóvenes y ancianos,
de los enfermos o disminuidos, y de los pobres.

n. 2208 La familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la atención de los jóvenes y ancianos, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres. Numerosas son las familias que en ciertos momentos no se hallan en condiciones de prestar esta ayuda. Corresponde entonces a otras personas, a otras familias, y subsidiariamente a la sociedad, proveer a sus necesidades. "La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo" (St 1, 27).

La familia debe ser ayudada y defendida
mediante medidas sociales apropiadas.

n. 2209 La familia debe ser ayudada y defendida mediante medidas sociales apropiadas. Donde las familias no son capaces de realizar sus funciones, los otros cuerpos sociales tienen el deber de ayudarlas y de sostener la institución familiar. De conformidad con el principio de subisidiariedad, las comunidades más vastas deben abstenerse de privar a las familias de sus propios derechos y de inmiscuirse en sus vidas.

El poder civil ha de considerar como deber grave
"el reconocimiento de la auténtica naturaleza
del matrimonio y de la familia,
protegerla y fomentarla,
asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica".

n. 2210 La importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad (cf GS 47, 1) entraña una responsabilidad particular de ésta en el sostén y fortalecimiento del matrimonio y de la familia. El poder civil ha de considerar como deber grave "el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica" (GS 52, 2).

La comunidad política tiene el deber de honrar a la familia.

n. 2211 La comunidad política tiene el deber de honrar a la familia, asistirla, y asegurarle especialmente:
 - la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas;
 - la protección de la estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar;
 - la libertad de profesar su fe, transmitirla, educar a sus hijos en ella, con los medios y las instituciones necesarios;
 - el derecho a la propiedad privada, la libertad de iniciativa, de tener un trabajo, una vivienda, el derecho a emigrar;
 - conforme a las instituciones del país, el derecho a la atención médica, a la asistencia de las personas de edad, a los subsidios familiares;
 - la protección de la seguridad y la higiene, especialmente por lo que se refiere a peligros como la droga, la pornografía, el alcoholismo, etc;
 - la libertad para formar asociaciones con otras familias y de estar así representadas ante las autoridades civiles (cf FC 46).

El cuarto mandamiento ilumina las demás relaciones en la sociedad.

n. 2212 El cuarto mandamiento ilumina las demás relaciones en la sociedad. En nuestros hermanos y hermanas vemos a los hijos de nuestros padres; en nuestros primos, los descendientes de nuestros abuelos; en nuestros conciudadanos, los hijos de nuestra patria; en los bautizados, los hijos de nuestra madre, la Iglesia; en toda persona humana, un hijo o una hija del que quiere ser llamado "Padre nuestro". Así, nuestras relaciones con nuestro prójimo son reconocidas como de orden personal. El prójimo no es un "individuo" de la colectividad humana; es "alguien" que por sus orígenes, siempre "próximos" por una u otra razón, merece una atención y un respeto singulares.

Las justas relaciones entre patronos y empleados,
gobernantes y ciudadanos, suponen la benevolencia natural
conforme a la dignidad de las personas humanas
deseosas de justicia y fraternidad.

n. 2213 Las comunidades humanas están compuestas de personas. Gobernarlas bien no puede limitarse simplemente a garantizar los derechos y el cumplimiento de deberes, como tampoco a la fidelidad a los compromisos. Las justas relaciones entre patronos y empleados, gobernantes y ciudadanos, suponen la benevolencia natural conforme a la dignidad de las personas humanas deseosas de justicia y fraternidad.

La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana;
es el fundamento del honor de los padres.

n. 2214  II. DEBERES DE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA
Deberes de los hijos
La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (cf. Ef 3, 14); es el fundamento del honor de los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (cf Pr 1, 8; Tb 4, 3  - 4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (cf Ex 20, 12).

La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana
es el fundamento del honor de los padres.

n. 2215 El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. "Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?" (Si 7, 27  - 28).

El respeto filial se revela en la docilidad y la obediencia verdaderas.

n. 2216 El respeto filial se revela en la docilidad y la obediencia verdaderas. "Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre… en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar" (Pr 6, 20  - 22). "El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión" (Pr 13, 1).

La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos,
pero no el respeto que permanece para siempre.

n. 2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que estos dispongan para su bien o el de la familia. "Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor" (Col 3, 20; cf Ef 6, 1). Los hijos deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el hijo está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.
Cuando sean mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prever sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.

Los hijos mayores de edad deben prestar a los padres
ayuda material y moral en los años de vejez
y durante los tiempos de enfermedad,
de soledad o de abatimiento.

n. 2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En cuanto puedan deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante los tiempos de enfermedad, de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (cf Mc 7, 10  - 12).
"El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre" (Si 3, 12  - 13. 16).
"Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, se indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor… Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre" (Si 3, 12. 16).
                                                              
El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar;
atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas.

n. 2219 El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar; atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas. El respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar. "Corona de los ancianos son los hijos de los hijos" (Pr 17, 6). "Soportaos unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y paciencia" (Ef 4, 2).



Los cristianos están obligados a una especial gratitud
para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe,
gracia del bautismo y la vida en la Iglesia.

n. 2220 Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores, de los catequistas, de otros maestros o amigos. "Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti" (2Tm 1, 5).

La fecundidad del amor conyugal
no se reduce a la sola procreación de los hijos,
sino que debe extenderse también
a su educación moral y a su formación espiritual.

n. 2221 Deberes de los padres
La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación "tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse" (GE 3). El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables (cf FC 36).

Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios
y respetarlos como a personas humanas.

n. 2222 Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas. Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre del cielo.

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos.

n. 2223 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. El hogar es un lugar apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones "materiales e instintivas a las interiores y espirituales" (CA 36). Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos:
"El que ama a su hijo, le azota sin cesar… el que enseña a su hijo, sacará provecho de él" (Si 30, 1  - 2).
"Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor" (Ef 6, 4).



El hogar constituye un medio natural para la iniciación del ser humano
en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias.

n. 2224 El hogar constituye un medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias. Los padres deben enseñar a los hijos a guardarse de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.

Por la gracia del sacramento del matrimonio,
los padres han recibido la responsabilidad
y el privilegio de evangelizar a sus hijos.

n. 2225 Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su primera edad, deberán iniciarlos en los misterios de la fe de los que ellos son para sus hijos los "primeros anunciadores de la fe" (LG 11). Desde su más tierna infancia, deben asociarlos a la vida de la Iglesia. La forma de vida en la familia puede alimentar las disposiciones afectivas que, durante la vida entera, serán auténticos preámbulos y apoyos de una fe viva.

La educación en la fe por los padres debe comenzar
desde la más tierna infancia.

n. 2226 La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la más tierna infancia. Esta educación se hace ya cuando los miembros de la familia se ayudan a crecer en la fe mediante el testimonio de una vida cristiana de acuerdo con el evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece las otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios (cf LG 11). La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres.

Los hijos, a su vez,
contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad.

n. 2227 Los hijos, a su vez, contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad (cf GS 48, 4). Todos y cada uno se concederán generosamente y sin cansarse los perdones mutuos exigidos por las ofensas, las querellas, las injusticias, y las omisiones. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige (cf Mt 18, 21  - 22; Lc 17, 4).

En el transcurso del crecimiento,
los padres a enseñar a sus hijos
a usar rectamente de su razón y de su libertad.

n. 2228 Durante la infancia, el respeto y el afecto de los padres se traducen ante todo por el cuidado y la atención que consagran en educar a sus hijos, en proveer a sus necesidades físicas y espirituales. En el transcurso del crecimiento, el mismo respeto y la misma dedicación llevan a los padres a enseñar a sus hijos a usar rectamente de su razón y de su libertad.

Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos
una escuela que corresponda a sus propias convicciones.

n. 2229 Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos (cf GE 6). Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.

Cuando llegan a la edad correspondiente,
los hijos tienen el deber y el derecho
de elegir su profesión y su estado de vida.

n. 2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación confiada con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar no violentar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Este deber de no inmiscuirse no les impide, sino al contrario, ayudarles con consejos juiciosos, particularmente cuando se proponen fundar un hogar.

Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres,
o sus hermanos y hermanas,
para dedicarse más exclusivamente
a una profesión o por otros motivos dignos.

n. 2231 Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Estas personas pueden contribuir grandemente al bien de la familia humana.

Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos.
El hijo crece, hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales,
la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza.
Los padres deben respetar esta llamada

n. 2232 IV. LA FAMILIA Y EL REINO DE DIOS
Los vínculos familiares, aunque son muy importantes, no son absolutos. A la par el hijo crece, hacia una madurez y autonomía humanas y espirituales, la vocación singular que viene de Dios se afirma con más claridad y fuerza. Los padres deben respetar esta llamada y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús (cf Mt 16, 25): "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mi" (Mt 10, 37).

Hacerse discípulo de Jesús
es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios,
a vivir en conformidad con su manera de vivir.

n. 2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: "El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12, 49).
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.




Vida Cristiana

martes, 24 de diciembre de 2019

Papa Francisco, Catequesis, Audiencia General: El pesebre, Evangelio doméstico Miércoles, 18 de diciembre de 2019



[Chiesa/Testi/Natale/BelénEnTiempoNavidad]

v  Cfr. Papa Francisco, Catequesis, Audiencia General: El pesebre, Evangelio  doméstico 

            Miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL BELÉN EN EL TIEMPO DE LA NAVIDAD

Dentro de una semana será Navidad. En estos días, mientras se corre a hacer los preparativos para la fiesta, podemos preguntarnos: “¿Cómo me estoy preparando al nacimiento del Festejado?”. Un modo sencillo pero eficaz de prepararse es hacer el belén. Yo también este año he seguido esa vía: he ido a Greccio, donde San Francisco hizo el primer pesebre, con la gente del lugar. Y he escrito una carta para recordar el significado de esta tradición, qué significa el belén en el tiempo de Navidad.

v  El pesebre «es como un Evangelio vivo»

o   Lleva el Evangelio a los lugares donde se vive: a las casas, escuelas, lugares de trabajo y de encuentro, hospitales y residencias, cárceles y plazas.

§  Poner el pesebre es celebrar la cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante. Dios no es un señor lejano o un juez despegado, sino Amor humilde, bajado hasta nosotros.
Es bonito estar delante del belén y confiar al Señor la vida, hablarle de las personas y situaciones que nos preocupan, hacer con Él el balance del año que está acabando, compartir esperanzas y preocupaciones.
Porque el pesebre «es como un Evangelio vivo» (Admirabile signum, 1). Lleva el Evangelio a los lugares donde se vive: a las casas, escuelas, lugares de trabajo y de encuentro, hospitales y residencias, cárceles y plazas. Y allí donde vivimos nos recuerda una cosa esencial: que Dios no se quedó invisible en el cielo, sino que vino a la Tierra, se hizo hombre, un niño. Poner el belén es
celebrar la cercanía de Dios. Dios siempre ha estado cerca de su pueblo, pero cuando se encarnó y nació, fue mucho más cercano, cercanísimo. Poner el pesebre es celebrar la cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real, concreto, vivo y palpitante. Dios no es un señor lejano o un juez despegado, sino Amor humilde, bajado hasta nosotros. El Niño en el pesebre nos trasmite su ternura. Algunas imágenes representan al Niño con los brazos abiertos, para decirnos que Dios ha venido a abrazar nuestra humanidad. Entonces es bonito estar delante del belén y confiar al Señor la vida, hablarle de las personas y situaciones que nos preocupan, hacer con Él el balance del año
que está acabando, compartir esperanzas y preocupaciones.

v  La palabra pesebre literalmente significa “comedero”, mientras que la ciudad del pesebre, Belén, significa “casa del pan”.

o   Comedero y casa del pan: el pesebre que hacemos en casa, donde compartimos comida y afectos, nos recuerda que Jesús es el alimento, el pan de la vida

§  Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a nuestras familias la fuerza de seguir adelante y de perdonarnos.
El pesebre nos da otra enseñanza de vida. En los ritmos a veces frenéticos de hoy es una invitación a la contemplación.
Junto a Jesús vemos a la Virgen y a San José. Podemos imaginar los pensamientos y los sentimientos que tenían mientras el Niño nacía en la pobreza: alegría, pero también congoja. Y podemos también invitar a la Sagrada Familia a nuestra casa, donde hay alegrías y preocupaciones, donde cada día nos despertamos, comemos y estamos cerca de las personas más queridas. El pesebre es un Evangelio doméstico. La palabra pesebre literalmente significa “comedero”, mientras que la ciudad del pesebre, Belén, significa “casa del pan”. Comedero y casa del pan: el pesebre que hacemos en casa, donde compartimos comida y afectos, nos recuerda que Jesús es el alimento, el pan de la vida (cfr. Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor, es Él quien da a nuestras familias la fuerza de seguir adelante y de perdonarnos.
El pesebre nos da otra enseñanza de vida. En los ritmos a veces frenéticos de hoy es una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de detenernos. Porque solo cuando sabemos recogernos podemos acoger lo que cuenta en la vida. Solo si dejamos fuera de casa el estruendo del mundo nos abrimos a la escucha de Dios, que habla en el silencio. El pesebre es actual, es la actualidad de toda familia. Ayer me regalaron una imagen de un belén especial, pequeñito, que se llamaba: “Dejemos descansar a mamá”. Estaba la Virgen dormida y José sosteniendo al Niño mientras se dormía. Cuántos de vosotros debéis dividir la noche entre marido y mujer por el niño o la niña que llora y llora y llora. “Dejad descansar a mamá” es la ternura de una familia, de un matrimonio.
El belén es más actual que nunca, mientras cada día se fabrican en el mundo tantas armas y tantas imágenes violentas, que entran en los ojos y en corazón. El pesebre es en cambio una imagen artesanal de paz. Por eso es un Evangelio vivo.

v  Del pesebre podemos captar finalmente una enseñanza sobre el sentido mismo de la vida.

o   Vemos escenas cotidianas: los pastores con las ovejas, los herreros que golpean el hierro, los molineros que hacen el pan; a veces se ponen paisajes y situaciones de nuestros territorios.

§      Es justo, porque el pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida concreta.
Queridos hermanos y hermanas, del pesebre podemos captar finalmente una enseñanza sobre el sentido mismo de la vida. Vemos escenas cotidianas: los pastores con las ovejas, los herreros que golpean el hierro, los molineros que hacen el pan; a veces se ponen paisajes y situaciones de nuestros territorios. Es justo, porque el pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida
concreta. Y eso es importante. Poner un pequeño belén en casa, siempre, porque es el recuerdo de que Dios vino a nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en la vida, es hombre como nosotros, se ha hecho hombre como nosotros.
En la vida de todos los días ya no estamos solos: Él vive con nosotros. No cambia mágicamente las cosas pero, si lo acogemos, todo puede cambiar. Espero que poner el belén sea la ocasión para invitar a Jesús en la vida.
Cuando hacemos el pesebre en casa, es como abrir la puerta y decir: “¡Jesús, entra!”, es hacer concreta esa cercanía, esa invitación a Jesús para que venga a nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida renace. Y si la vida renace, es auténtica Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!



Vida Cristiana

Imprimir

Printfriendly