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Ø Domingo de la Sagrada Familia (29 de diciembre de 2019). La igual
dignidad del hombre y de la mujer. La ausencia del padre o, por el contrario,
su presencia opresiva fruto del fenómeno del “machismo” provocan desequilibrios
psicológicos y morales en los hijos. La educación de los hijos en los valores
esenciales de la vida humana: 1) justa libertad ante los bienes materiales; 2)
sentido de la verdadera justicia y del verdadero amor; 3) educación para una
cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. La formación
específicamente cristiana de los hijos, como seguidores de Cristo: en el
sentido vocacional de la vida y en la oración.
v Cfr. Sagrada Familia: 29 de diciembre de 2019 Ciclo A.
Mateo 2,
13-15.19-23; Sirácida 3, 2-6.12-14; Sal 127; Colosenses 3, 12-21
Mateo 2, 13-15. 19-23 : 13 Cuando se marcharon los
magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye
a Egipto; quédate allí hasta que yo
te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. » 14 José se
levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y huyó a Egipto. 15 Allí
permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por
el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» 19 Cuando murió
Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto 20 y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y
vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.»
21
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. 22 Pero, al
enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes,
tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea. 23 Y se fue a
vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de
los Profetas: «Será llamado Nazareno».
1. Una familia ordinaria, según aparece en el
Evangelio.
·
Una familia que vive los problemas cotidianos de la supervivencia.
·
Dios permite que los suyos
tengan persecución o incomprensión.
Cfr. Evangelio
de hoy vv. 13,19, 22 etc.
·
El Niño Dios, María y José,
viven la misma experiencia del Pueblo de
Dios, de Israel,
también prófugo en Egipto. Forman parte
de esa cadena ilimitada de prófugos que, a lo largo de los siglos, recorren
tierras inhospitalarias, ciudades extrañas y, a veces, hostiles a ellos.
2. José: el padre de familia del que se sirve
Dios para custodiar a Jesús y a María en tiempos difíciles. Misión de la
familia.
v A) S. José es el hombre justo, fiel a la misión que Dios le encomienda.
·
En los breves párrafos del Evangelio que se ha
leído, dos veces el Señor dice a José «Levántate, toma
al niño y a su madre» y va a este sitio o vuelve a tal
sitio. Y dos veces también el Evangelio nos dice – con mucha sencillez y de
modo escueto - que José «se levantó, tomó al niño y a su madre» y huyó al sitio
indicado o volvió a tal sitio.
v B) La misión de marido y padre (Familiaris consortio, Exhort. Apostólica de
Juan Pablo II, 22 noviembre 1981, n. 25)
·
“Dentro
de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su
don y su
función de
esposo y padre.
o
Ve en la esposa la
realización del designio de Dios, con profundo respeto por la igual dignidad de
la mujer.
·
Él
ve en la esposa la realización del designio de Dios: «No es bueno que el hombre
esté solo. Voy a
hacerle una
ayuda adecuada», (Génesis 2,18) y hace suya la exclamación de Adán, el primer
esposo: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne».(Génesis
2,23)
El auténtico amor conyugal supone y exige que el
hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: «No eres su
amo —escribe san Ambrosio— sino su marido; no te ha sido dada como esclava,
sino como mujer... Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella
agradecido por su amor».(S. Ambrosio, Exameron,
V, 7,19) El hombre debe vivir con la esposa «un tipo muy especial de amistad
personal».(Pablo VI, Cart. Enc. Humanae
vitae,9). El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de
amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que
Cristo tiene a la Iglesia (Cfr. Efesios 5,25).
o
Importancia del padre, única
e insustituible. Su ausencia y/o también su presencia opresiva donde vige el
fenómeno del “machismo”, provocan
desequilibrios psicológicos y morales así como dificultades notables en las
relaciones familiares.
·
El
amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino
natural para la
comprensión y la
realización de su paternidad. Sobre todo, donde las condiciones sociales y
culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la
familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario
esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la
función del padre en y por la familia son de una importancia única e
insustituible (Cfr. Juan Pablo II, Homilía a los fieles de Terni, 3-5, 19 de
marzo 1981).Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca
desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las
relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la presencia
opresiva del padre, especialmente donde todavía vige el fenómeno del
«machismo», o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que
humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares.
§ El hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de
todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa
responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, y mediante un
compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa
Revelando y reviviendo en la tierra la misma
paternidad de Dios (Cfr. Efesios 3,15), el hombre está llamado a garantizar el
desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea
mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de
la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia
esposa (Cfr. Conc. Vat. II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et spes, 52), un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la
promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta,
que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y
de la Iglesia”.
v C) Educación en los valores esenciales de la vida humana (Cfr. Familiaris consortio,
n. 37)
o
1. La justa libertad ante los
bienes materiales. La familia escuela de socialidad.
Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo
agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con
confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos
deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un
estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por
lo que es que por lo que tiene» (Conc. Ecum. Vaticano II, Const. Pastoral sobre
la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 35).
o
2. Los hijos deben
enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, sino, más aún,
del verdadero amor.
§ Éste enriquecimiento lleva no sólo al respeto de la dignidad
personal de cada uno, sino también al sentido del verdadero amor, entendido como
solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los
más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de
socialidad.
En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y
conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos,
los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia,
que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más
aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio
desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La
familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de
amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer.
§ El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone
como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre
hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la
familia. La participación vivida en la casa es eficaz para la inserción en la
sociedad.
El don de sí, que inspira el amor mutuo de los
esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las
relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que
conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en
la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía
más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los
hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.
o
3. Educación para una cultura
sexual que sea verdadera y plenamente personal.
§ Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad
humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida,
relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio
educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera
y plenamente personal.
La educación para el amor como don de sí mismo
constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer
a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en
gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera
reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer
egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura
sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una
riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su
significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.
La educación sexual, derecho y deber fundamental de
los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa
como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este
sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene
que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu
mismo que anima a los padres.
Educación para la castidad
En este contexto es del todo irrenunciable la educación
para la castidad, como
virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de
respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres
cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de
la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del
don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.
Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión
sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los
hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa
para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema
de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente
difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del
placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al
vicio desde los años de la inocencia.
v D) La familia y la educación específica cristiana
o
La misma vida de familia se
hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los
seguidores de Cristo.
·
En la familia: “se transmite e irradia el Evangelio, hasta el
punto de que la misma vida de
familia se hace
itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los
seguidores de Cristo. En la familia consciente de tal don, como escribió Pablo
VI, «todos los miembros evangelizan y son evangelizados» (Exhort. Apostólica Evangelii nuntiandi, 71).En virtud del
ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son
los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos.” (Familiaris consortio, 39).
o
La educación cristiana no
persigue solamente la madurez propia de la persona humana... sino que busca,
sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don
recibido de la fe.
·
La educación cristiana: “no persigue solamente la madurez propia
de la persona humana...
sino que busca,
sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don
recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del
misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en
verdad (cf. Juan 4, 23), ante todo en
la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y
santidad de verdad (Efesios 4,
22-24), y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo
(cf. Efesios 4, 13), y contribuyan al
crecimiento del Cuerpo místico. Conscientes, además, de su vocación,
acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pedro 3, 15) y a ayudar a la
configuración cristiana del mundo»” (Decl. Sobre la educación cristiana de la
juventud Gravissimum educationis) (Familiaris consortio, 39).
o
Los hijos aprenden en la
familia a descubrir su vocación, lo que Dios quiere de ellos: los padres han de
fomentar la vocación personal de cada hijo (cfr. CCE
1656; Lumen
gentium, 11)
·
Familiaris consortio, n. 53:
“La familia debe formar a los hijos para
la vida, de manera que cada
uno cumpla en plenitud su cometido, de
acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está
abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría,
que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana
participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el
primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios”.
o
Los hijos aprenden en la
familia el sentido profundo de la oración
·
Familiaris consortio, n. 59: “La vida de oración en la
familia “tiene como contenido
original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es
interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su
llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños,
aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos,
elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan
la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben
también señalar el momento favorable de acción de gracias, de imploración, de
abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos.”
v E) En el Catecismo de la
Iglesia Católica
o
n. 526: […] Cuando Cristo toma forma en nosotros
“El Misterio
de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en
nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el Misterio de este "admirable
intercambio":
"O admirabile commercium! El Creador
del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre
sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (LH, antífona de la
octava de Navidad).”
Vida Cristiana
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