lunes, 28 de noviembre de 2016

2º Domingo de Adviento Año B (2014).


1 2º Domingo de Adviento Año B (2014). “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Otros nombres de Jesucristo, además del de Hijo de Dios: Jesús, Cristo, Señor. El significado de estos nombres. La meditación sobre los nombres de Jesús nos puede ayudar a entender la venida de Jesús a nuestras vidas por su gracia. En el Adviento no se trata solamente de preparar la celebración del nacimiento del niño de la Virgen María. ¿Es Jesús el Señor de mi vida? El reconocimiento de las visitas que el Señor nos hace durante nuestra vida. Cfr. Domingo 2º de Adviento año B 7 de diciembre de 2014. Marcos 1, 1-8; 2 Pedro 3, 8-14; Isaías 40, 1-5.9-11 Isaías 40, 1-5.9-11: 1 Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. 2. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que se ha cumplido su servidumbre y ha sido expiada su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados. 3 Una voz clama: « En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. 4 Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. 5 Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado. 9 Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: « Ahí está vuestro Dios. » 10 Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede. 11 Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas. 2 Pedro 3, 8-14: 8 . Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día. 9 No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. 10 . El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá. 11 Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, 12 esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán? 13 Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en lo que habite la justicia. 14 Por lo tanto, queridos, en espera de estos acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz ante él, sin mancilla y sin tacha. Marcos 1, 1-8: 1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2 Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. 3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, 4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. 5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6 Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 7 Y proclamaba: « Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. 1. El inicio del evangelio de San Marcos: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Los nombres de Jesús en el Catecismo de la Iglesia Católica o El nombre de Jesús, el de Cristo, el de Hijo de Dios, el de Señor. La meditación sobre los nombres de Jesús nos puede ayudar a entender la venida de Jesús a nuestras vidas por su gracia. No se trata solamente de celebrar el nacimiento del niño de la Virgen María. • n. 452: El nombre de Jesús significa «Dios salva». El niño nacido de la Virgen María se llama «Jesús» «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1, 21); «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hechos 4, 12) 1 . 1 “Esta salvación consiste no sólo en la liberación del mal y del pecado, sino también en el don de una nueva vida: una participación en la vida de Dios mismo”. (Cfr. Juan Pablo II, Catequesis, 2 de marzo de 1988) 2 • n. 453: El nombre de Cristo significa «Ungido», «Mesías». Jesús es el Cristo porque «Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder» (Hechos 10, 38). Era «el que ha de venir» (Lucas 7, 19), el objeto de «la esperanza de Israel» (Hechos 28, 20).2 • n. 454: El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su Padre: El es el Hijo único del Padre (Cf Juan 1, 14. 18; 3, 16. 18) y El mismo es Dios (Cf Juan 1, 1). Para ser cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (Cf Hechos 8, 37; 1 Juan 2, 23). • n. 455: El nombre de Señor significa la soberanía divina. Confesar o invocar a Jesús como Señor es creer en su divinidad. «Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo» (1 Corintios 12, 3). o Otra explicaciones sobre los nombres de Jesús • La palabra Cristo proviene del latín «christus» y ésta del griego «jristós», que, a su vez, es una traducción del hebreo «mashíaj» (en español, «mesías), que significa «ungido». La palabra ungido era el título o calificativo con el que los judíos se referían a sus sacerdotes, reyes y profetas, quienes por la unción se consagraban a su labor en el nombre de Dios. Los discípulos de Jesús de Nazaret, como tenían la certeza de que era el «mesías» prometido por las profecías judías, le aplicaron este título, llamándole Cristo Jesús o Jesucristo. Por la fe en él somos salvados. • Se ha escrito que Marcos expone, en el inicio de su Evangelio, las “credenciales” de Jesús. El Evangelista nos da el nombre del protagonista de su obra (Jesús), nos indica el título con el que quiere que sea reconocido (Cristo=Mesías), proclama su condición (Hijo de Dios) y declara expresamente que se trata de una «buena noticia», es decir, de un «feliz anuncio» (Evangelio). • Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Nota Mc 1,1-13: “El versículo inicial viene a ser como el pórtico de todo el Evangelio según San Marcos: Jesús de Nazaret es el Mesías («Jesucristo») y también «Hijo de Dios»; con él llega el momento de la salvación («comienzo») ya que Él mismo es la buena noticia de la salvación («Evangelio»).” • San Pablo afirma: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Corintios 4,5). • Con esa confesión de fe acerca de Jesús de Nazaret, nació y se desarrolló la fe cristiana, es decir, alrededor de la certeza de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Por ejemplo el centurión romano que estuvo presente en la muerte de Jesús, al que se podría calificar como “creyente pagano”: “El centurión, que estaba enfrente de él, al ver cómo había expirado, dijo: «En verdad este hombre era Hijo de Dios»” (Marcos 15, 39). 2. "Mirad: Dios, el Señor, llega con poder" (Is 40,10). (Primera Lectura) Juan Pablo II, Homilía, Misa para los Universitarios Romanos como preparación a la Navidad, 11 de diciembre de 2001 o Ya ahora, constantemente, "viene a renovar el mundo". El Adviento es el tiempo de la espera vigilante del Mesías, que "llega con poder" a liberar a su pueblo, y al que acogeremos dentro de pocos días en la pobreza de Belén. Vendrá como Rey victorioso al final de los tiempos, pero ya ahora, constantemente, "viene a renovar el mundo". Debemos aprender a escrutar los "signos" de su presencia en los acontecimientos de la historia. La liturgia de este tiempo nos invita a buscarlo y a descubrir que está cerca de nosotros aun cuando nos alejamos de él siguiendo senderos efímeros e ilusorios. Si lo buscamos, es porque antes él nos ha buscado y ha encontrado. Por eso, frente a las situaciones difíciles, en los momentos oscuros de la existencia, no faltan jamás la esperanza y la alegría en el corazón de los creyentes. 3. "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios" (Is 40,1). (Primera Lectura) Juan Pablo II, Homilía, Misa para los universitarios romanos como preparación a la Navidad, 10 de diciembre de 2002. 2 Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros, 2007, pp. 49-50: “El descenso del Espíritu sobre Jesús con que termina la escena del bautismo significa algo así como la investidura formal de su misión. (…) La palabra «Cristo Mesías» significa «el Ungido»: en la Antigua Alianza, la unción era el signo visible de la concesión de los dones requeridos para su tarea, del Espíritu de Dios para su misión. (…) ”. 3 o Estas palabras son el anuncio gozoso de la liberación al pueblo que estaba en el exilio. Valen también para nosotros, ya que somos viandantes en camino. La vida es un largo viaje en el que el ser humano se esfuerza por buscar una morada estable y segura. Con esta invitación comienza el así llamado "Libro de la consolación", en el que el segundo Isaías da al pueblo en el exilio el anuncio gozoso de la liberación. El tiempo del castigo ha terminado; Israel puede mirar con confianza al futuro: le espera, por fin, el regreso a la patria. Este anuncio gozoso vale también para nosotros. En el fondo, todos somos viandantes en camino. La vida es un largo viaje en el que todo ser humano, peregrino del Absoluto, se esfuerza por buscar una morada estable y segura. El paso del tiempo le confirma que esa morada no puede encontrarla aquí abajo. Nuestra patria verdadera y definitiva es el cielo. El autor de la carta a los Hebreos dirá: "No tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro" (He 13,14). Desde esta perspectiva, son consoladoras las palabras del profeta. Asegura que Dios camina con nosotros: "Consolad, consolad a mi pueblo. (...) Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres" (Is 40,1-5). En la noche de Belén el Verbo de Dios se hizo nuestro compañero de viaje; tomó nuestra misma carne y aceptó compartir hasta el fondo nuestra condición. Así pues, en la fe podemos acoger con toda la riqueza de su significado el deseo: "Consolad, consolad a mi pueblo". (…) "He aquí que viene el Señor Dios con poder, y su brazo domina" (Is 40,10). La omnipotencia de Dios, como comprenderemos mejor en el misterio de la Navidad, está impregnada de ternura y de misericordia. Es un poder de amor, que siente predilección por los débiles y los humildes. (…) Necesitamos la intervención de lo alto. Y en Navidad se realiza este prodigio de amor: Dios se ha hecho uno de nosotros para ayudarnos a encontrar nuevamente el camino que lleva a la felicidad y a la salvación. 4. Para encontrarnos con el Señor es necesario percibir de modo correcto su presencia. Es necesario entender al Señor. Para ello es necesario que madure nuestra conciencia, donde se perciben las realidades. o Algunas indicaciones que tenemos en la liturgia de hoy, en la segunda carta de san Pedro, para entender al Señor: el tiempo del Señor es diverso del nuestro. • El tiempo del Señor es diverso del nuestro: “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3,8); • El Señor cumplirá sus designios, también cuando parece que tarda, porque él conoce los tiempos y los modos y hace falta que nos convirtamos: “No tarda el Señor su promesa, como algunos piensan, sino que espera con paciencia por amor de nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos se conviertan a penitencia” (2 Pedro 3, 9); • Cfr. también Juan Pablo II, Audiencia, 11-III-1998: “Frente al crecimiento relativamente lento del reino de Dios en el mundo, se nos pide que nos fiemos del plan del Padre misericordioso, que lo dirige todo con sabiduría trascendente. Jesús nos invita a admirar la «paciencia» del Padre, que adapta su acción transformadora a la lentitud de la naturaleza humana, herida por el pecado”. Es el Espíritu Santo quien madurará nuestra conciencia: quien la clarificará con su luz. • Pedimos al Espíritu Santo – luz de las conciencias – que clarifique la nuestra para acoger verdaderamente a Jesús en nuestras vidas, como nuestro Mesías, Salvador, etc. La conciencia de cada uno “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde él se encuentra a solas con Dios” (Gaudium et spes, 16). Es el lugar del encuentro entre el hombre y Dios y expresión de la dignidad humana. El Espíritu Santo es el «Espíritu de Verdad» (Juan 16, 13), que conduce a los discípulos por los caminos de la verdad (Cf. Juan 8,32), con el fin de que obedezcamos al mensaje de amor que Cristo nos ha transmitido de parte de Dios (Cf Juan 18,37; 1 Jn 3, 18-19). Él es la «luz de los corazones», (Cf. Secuencia Veni, Sancte Spiritus) es decir de las conciencias (Cf JPII, Dominum et vivificantem, 42). 4 o La conciencia tiene mucho que ver con la dignidad humana: es la propiedad clave del sujeto personal • La conciencia es “la propiedad clave del sujeto personal” (Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 43): “El Concilio Vaticano II ha recordado la enseñanza católica sobre la conciencia, al hablar de la vocación del hombre y, en particular, de la dignidad de la persona humana. Precisamente la conciencia decide de manera específica sobre esta dignidad. En efecto, la conciencia es « el núcleo más secreto y el sagrario del hombre », en el que ésta se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo. Esta voz dice claramente a « los oídos de su corazón advirtiéndole ... haz esto, evita aquello ». Tal capacidad de mandar el bien y prohibir el mal, puesta por el Creador en el corazón del hombre, es la propiedad clave del sujeto personal”. Es necesaria la intervención del Espíritu Santo, a causa de la “fatiga de la conciencia o del corazón”, debido a los innumerables condicionamientos de la misma. • Es necesaria absolutamente la intervención del Espíritu Santo para reconocer al Niño Dios como nuestro Salvador, a causa de la “fatiga de la conciencia o del corazón”, que se manifiesta en los innumerables condicionamientos de la conciencia, en los desequilibrios que hunden sus raíces en el corazón humano, en las limitaciones compatibles con el hecho de que el hombre “se siente ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior”. El hombre “atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo » (Cf. Gaudium et spes, 10; Enc. Dominum et vivificantem ,44). Los condicionamientos son causados por la enfermedad, por los malos hábitos, por el temperamento, por la ignorancia, por las malas pasiones, etc. • Son los condicionamientos de la libertad causados por la enfermedad, por los malos hábitos, por el temperamento, por la ignorancia, por las malas pasiones, por dificultades patológicas y por la violencia, etc. En lo más íntimo del hombre “el Espíritu Santo infunde constantemente la luz y la fuerza de la vida nueva según la libertad de los hijos de Dios”; “la madurez del hombre en esta vida está impedida por los condicionamientos y las presiones que ejercen sobre él las estructuras y los mecanismos dominantes en los diversos sectores de la sociedad .... que en vez de favorecer el desarrollo y la expansión del espíritu humano, terminan por arrancarlo de la verdad genuina de su ser y de su vida - sobre la que vela el Espíritu Santo -, para someterlo así al «Príncipe de este mundo»” (cfr. Enc. Dominum et vivificantem, n. 60). 5. ¿Es Jesús el Señor de mi vida? o El sol de Jesucristo entrará en los recovecos del alma • Es Cristo que pasa, 11: “Es preciso que no haya recovecos en el alma, donde no pueda entrar el sol de Jesucristo. Hemos de echar fuera todas las preocupaciones que nos aparten de Él; y así Cristo en tu inteligencia, Cristo en tus labios, Cristo en tu corazón, Cristo en tus obras. Toda la vida - el corazón, las obras, la inteligencia y las palabras - llena de Dios. (...) Todo el panorama de nuestra vocación cristiana, esa unidad de vida que tiene como nervio la presencia de Dios, Padre Nuestro, puede y debe ser una realidad diaria”. ¿Qué lugar ocupa Cristo en mi vida? o ¿Para quién trabajamos y por qué lo hacemos? ¿Para nosotros mismos o para Cristo, por nuestra gloria o por la de Cristo? Estas preguntas nos ayudarán a ceder al Señor las riendas de nuestra vida. • Raniero Cantalamessa, La fe en Cristo hoy y en el inicio de la Iglesia, predicación sobre el Adviento en el Vaticano, 2/12/05: “Elegir a Jesús como Señor - Hemos partido de la pregunta: «¿qué lugar ocupa Cristo en la sociedad actual?»; pero no podemos terminar sin plantearnos la cuestión más importante en un contexto como éste: «¿qué lugar ocupa Cristo en mi vida?». Traigamos a la mente el diálogo de Jesús con los apóstoles en Cesarea de Filipo: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? ...Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mateo 16,13-15). Lo más importante para Jesús no parece ser qué piensa de él la gente, sino qué piensan de él sus discípulos más cercanos. He aludido antes a la razón objetiva que explica la importancia de la proclamación de Cristo como Señor en el Nuevo Testamento: ella hace presentes y operantes en quien la pronuncia los eventos salvíficos que recuerda. Pero existe también una razón subjetiva, y existencial. Decir «¡Jesús es el Señor!» significa tomar una decisión de hecho. Es como decir: Jesucristo es «mi» Señor; le reconozco todo derecho 5 sobre mí, le cedo las riendas de mi vida; no quiero vivir más «para mí mismo», sino «para aquél que murió y resucitó por mí» (Cf. 2 Corintios 5,15). Proclamar a Jesús como propio Señor significa someter a él toda región de nuestro ser, hacer penetrar el Evangelio en todo lo que hagamos. Significa, por recordar una frase del venerado Juan Pablo II, «abrir, más aún, abrir de par en par las puertas a Cristo». Me ha ocurrido a veces ser huésped de alguna familia y he visto lo que sucede cuando suena el telefonillo y se anuncia una visita inesperada. La dueña de la casa se apresura a cerrar las puertas de las habitaciones desordenadas, con la cama sin hacer, a fin de conducir al invitado al sitio más acogedor. Con Jesús hay que hacer exactamente lo contrario: abrirle justamente las «habitaciones desordenadas» de la vida, sobre todo la habitación de las intenciones... ¿Para quién trabajamos y por qué lo hacemos? ¿Para nosotros mismos o para Cristo, por nuestra gloria o por la de Cristo? Es la mejor forma de preparar en este Adviento una cuna acogedora a Cristo que viene en Navidad.” o El reconocimiento del tiempo de la visita del Señor • Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno B, Cittá Nuova IX edizione giugno 2001, p. 20: “Es la hora de volver a la “buena noticia sobre Jesús Cristo Hijo de Dios, y para gritarla con fuerza (¡éste es el sentido del kerygma!) en Jerusalén y en las ciudades de Judea, es decir en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Isaías nos ofrece el modelo sobre cómo se debería anunciar hoy el Evangelio (…) Nos enseña cómo hacer de este anuncio un anuncio de liberación y de consolación para el hombre de hoy, que está curvado bajo el peso de tantas esclavitudes: : “Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios - . Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que se ha cumplido su servidumbre y ha sido expiada su culpa”. Decidle: ha acabado tu esclavitud. Ha acabado con tal que reconozcamos el tiempo de su visita (cf. Lucas 19, 44: del llanto de Jesús sobre Jerusalén: “y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo de la visita que se te ha hecho”). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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