lunes, 28 de noviembre de 2016

Primer domingo de Adviento Año A (2013).


1 Primer domingo de Adviento Año A (2013). En el Adviento celebramos el Aniversario del Nacimiento del Señor, y, también, preparamos de modo especial las otras venidas del Señor: el Señor sale muchas veces a nuestro encuentro en esta vida (en la Palabra, en la Liturgia/Sacramentos, en las necesidades del prójimo), y al final de ella, y cuando vendrá al final de los tiempos, como juez. Como preparación a estos encuentros somos llamados a abandonar las obras de las tinieblas para revestirnos de Cristo. Una imagen sobre la venida del Señor: vendrá como ladrón, hay que estar vigilantes. Cfr. Domingo 1º de Adviento, Año A, 1 de diciembre de 2013 Mateo 24, 37-44: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«37 Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. 38 Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: 40 Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; 41 dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. 42 Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. 43 Comprended que si supiera el dueño de casa aqué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. 44 Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Romanos 13, 11-14: «11 Hermanos, ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está avanzada, el día está cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz. 13 Como en pleno día tenemos que comportarnos honradamente, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contiendas y envidias; 14 al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no estéis pendientes de la carne para satisfacer sus concupiscencias». Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo. (Oración colecta, domingo primero de Adviento) Abandonemos las obras de las tinieblas y revistámonos del Señor Jesucristo. (Segunda Lectura, Romanos 13, 11-14a) 1. El Adviento. Las diversas venidas del Señor a nuestras vidas. • Es tiempo de preparación para celebrar la Navidad (el aniversario del nacimiento del Señor), y, al mismo tiempo, para que nos preparemos a las otras venidas del Señor: el Señor sale muchas veces a nuestro encuentro en nuestra vida (en la Palabra, en la Liturgia/Sacramentos, en las necesidades del prójimo), entre ellas al final de nuestra vida. Y vendrá al final de los tiempos, como juez. Las tres venidas del Señor De los sermones de san Bernardo, abad (1090-1153) - Sermón 5 en el Adviento del Señor, 1-3: Opera omnia, edición cisterciense, 4, 1996, 188-190 (Oficio de Lectura del miércoles de la primera semana de adviento). o La primera y la última Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera, el Señor se manifestó en la tierra y convivió con los hombres, cuando, como atestigua él mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la salvación de Dios (Lucas 3,6) y mirarán al que traspasaron (Cfr. Juan 19,37). 2 o La intermedia La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad. Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo. Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él (Cfr. Juan 14, 23). He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien (Cfr. Sirácida 15,1); pero pienso que, se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el, corazón, sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti (Salmo 118,11). Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos los que la cumplen. (...) Dos venidas. De las catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo, (315-86), Catequesis 15, 1-3: PG 33, 870-874), Oficio de Lectura del domingo primero de Adviento. o En la primera soportó el sufrimiento y la cruz; en la segunda vendrá glorificado y será aclamado y llevará la diadema del reino divino, juzgará a vivos y muertos y su reino no tendrá fin. • Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro. En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles. No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor (Mateo 21,9), diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor (Mateo 21,9). El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé (cfr. Salmo 38,10). (...) Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas, en estos términos: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo (Tito 2, 11-13). Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos. Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. (...). Sobre el tiempo de Adviento: la venida de Cristo en cualquier momento para habitar espiritualmente en nuestra alma. De las cartas pastorales de san Carlos Borromeo, obispo (Acta Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917) (Segunda Lectura del lunes de la primera semana de Adviento) • Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El Padre por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el 3 germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna. o La eficacia de la vida de Cristo aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos. Así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo. La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos. La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo. Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos. Las venidas intermedias han sido calificadas por diversos autores como venidas «silenciosas». o Cristo llama a la puerta de nuestra vida con su Palabra, con una inspiración, con un sufrimiento, en las incidencias del trabajo profesional, de la vida familiar y social, a través de las necesidades del prójimo, etc. • Se trata de la venida de cada día cuando Cristo llama a la puerta de nuestro vida con su Palabra, con algún sucedido, con una inspiración, con un sufrimiento, en las incidencias del trabajo profesional, de la vida familiar y social. A todo esto podemos referir las palabras del libro de Apocalipsis (3,20): “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”. En estas venidas silenciosas se pueden considerar dos aspectos importantes. El ejercicio de nuestra libertad a) Los hombres deberemos ejercitar nuestra libertad, que Él respeta. En el cuadro de un pintor inglés, Golman Hunt (1827-1910) que hay en la Catedral de San Pablo, en Londres, Jesús está delante de una puerta, donde han crecido arbustos y hierbas. Acaba de llamar y está esperando la respuesta. Al ser un pintor meticuloso en los detalles, alguien le hizo notar que en su cuadro había cometido un olvido: poner una manilla en la puerta. Y él respondió que lo había hecho a posta: en esa puerta hay una sola manilla que está en la parte interna. Porque debemos ser nosotros quienes abrimos a Cristo que llama. Él respeta nuestra libertad: llama y espera, no entra forzando la puerta. La petición de luz al mismo Señor para distinguir su llamada y otras (impresiones, tentaciones, etc.) que también recibimos. b) En nuestra puerta recibiremos muchas llamadas (acontecimientos, impresiones, tentaciones, etc. etc.) además de las del Señor: hemos de pedir luz al mismo Señor (que nos envíe su Espíritu Santo) para reconocer cuándo los golpes o el timbre que suenan en la puerta son la voz del Señor. El Catecismo afirma: (cfr. CEC 2849): “el Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Corintios 16, 13; Colosenses 4, 2; 1 Tesalonicenses 5, 6; 1 Pedro 5, 8)”. 3. Adviento: el abandono de las obras de las tinieblas y el encuentro con Cristo 4 Algunos de los textos de la Escritura que nos hablan del abandono de las obras de las tinieblas y del encuentro con Cristo. a) Romanos 13, 11b-12: “Ya es hora que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, el día se ha acercado. Abandonemos, pues, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz”. (Lectura breve, Laudes del domingo 1º de Adviento). b) Romanos 13, 13-14a: “ 13 Como en pleno día conduzcámonos con decoro, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contienda y envidia, 14 sino revestíos del Señor Jesucristo”. (Lectura Breve, Hora Tercia del domingo 1º de Adviento). Las obras de las tinieblas: el pecado, el vacío interior, el aislamiento, la tristeza individualista, la clausura en los propios intereses, etc. Cfr. Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013 o El encuentro con Cristo para ser rescatados n. 1 “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” n. 2. “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”. n. 3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. (…) Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». n. 7. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[Carta enc. Deus caritas est (25 diciembre 2005), 1: AAS 98 (2006), 217.] 3. Adviento y una imagen sobre la venida del Señor. Vendrá como ladrón: hay que estar vigilantes. Cfr. Evangelio de hoy: Mateo 24, 37-44 El Señor vendrá como el ladrón; no sabemos qué día. Hay que estar en vela (vigilar), estar preparados. o Todo ingreso de Dios en nuestra historia personal es libre y misterioso. No es calculable con previsiones cronológicas como se obstinan en hacer ciertas sectas. Por tanto, es necesario ser hombres «despiertos», no entorpecidos por la indiferencia; es necesario tener los ojos abiertos para descubrir su presencia. • Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, III Edizione Piemme 1995, p. 10: “La fuerza del ladrón está precisamente en la sorpresa y en la oscuridad: es afortunado el padre de familia que estará despierto esa noche, preparado para reaccionar ante la irrupción del atracador. Pues el ingreso de Dios en nuestra historia personal y en la universal es libre y misterioso, no calculable con previsiones cronológicas como se obstinan en hacer ciertas sectas. Por tanto, es necesario ser hombres «despiertos», no entorpecidos por la indiferencia; es necesario tener los ojos abiertos para descubrir la presencia, y los 5 oídos atentos para oir los pasos y las palabras: «Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen» (Mateo 13,16)”. (pp. 13-14) “El estilo de vida del cristiano no se hunde en el sueño de la indiferencia sino que vigila como el dueño de la casa, que está atento para registrar la más pequeña señal que llega a los oídos desde la oscuridad de la noche. Cristo viene hoy y al final de la historia inesperadamente y de modo secreto; es necesario tener los ojos limpios y los oídos sensibles para captar las huellas de su paso” (pp. 13-14). o El “hoy” en la vida cristiana • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2730: (...) Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a El, a su Venida, al último día y al "hoy". El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: "Dice de ti mi corazón: busca su rostro" (Sal 27, 8). Jesús, que en la Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos, no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de la vida. La vigilancia. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en 2/12/2007, Domingo 1º de Adviento. o Nos pide estar atentos para percibir su presencia, su adviento, y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible. A la «vigilancia», que por lo demás es la palabra clave de todo este período litúrgico, nos exhorta la página evangélica que acabamos de proclamar: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24, 42). Jesús, que en la Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos, no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de cada día. Nos pide estar atentos para percibir su presencia, su adviento, y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible. Sólo quien está despierto no será tomado de sorpresa. Que no os suceda —advierte— lo que pasó en tiempo de Noé, cuando los hombres comían y bebían despreocupadamente, y el diluvio los encontró desprevenidos (cf. Mt 24, 37-38). Lo que quiere darnos a entender el Señor con esta recomendación es que no debemos dejarnos absorber por las realidades y preocupaciones materiales hasta el punto de quedar atrapados en ellas. Debemos vivir ante los ojos del Señor con la convicción de que cada día puede hacerse presente. Si vivimos así, el mundo será mejor. «Estad, pues, en vela...». Escuchemos la invitación de Jesús en el Evangelio y preparémonos para revivir con fe el misterio del nacimiento del Redentor, que ha llenado de alegría el universo; preparémonos para acoger al Señor que viene continuamente a nuestro encuentro en los acontecimientos de la vida, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad; preparémonos para encontrarlo en su venida última y definitiva. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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