martes, 11 de abril de 2017
La cuaresma es tiempo de conversión: es un tiempo oportuno para hacer un serio discernimiento de nuestra vida confrontando nuestra conciencia con la Palabra de Dios, es decir, con el mismo Jesucristo a quien queremos reconocer también en las necesidades de los demás.
1 La cuaresma es tiempo de conversión: es un tiempo oportuno para hacer un serio discernimiento de nuestra vida confrontando nuestra conciencia con la Palabra de Dios, es decir, con el mismo Jesucristo a quien queremos reconocer también en las necesidades de los demás. 1 Domingo de Cuaresma Año B 1-III- 2009 – Marcos 1, 12-15; Génesis 9, 8-15; Salmo 24; 1 Pedro 3, 18-22 Aclamación antes del Evangelio, Mateo 4,4: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que procede de la boca de Dios». Marcos 1, 12-15: En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: - «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» LA CUARESMA ES TIEMPO DE CONVERSIÓN: ES UN TIEMPO OPORTUNO PARA HACER UN SERIO DISCERNIMIENTO DE NUESTRA VIDA CONFRONTANDO NUESTRA CONCIENCIA CON LA PALABRA DE DIOS, ES DECIR, CON EL MISMO JESUCRISTO A QUIEN QUEREMOS RECONOCER TAMBIÉN EN LAS NECESIDADES DE LOS DEMÁS. ............................................................................................. 1 1. LA CONVERSIÓN O RENOVACIÓN DE LA VIDA: “CONVERTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO” (MARCOS 1, 15). EL DISCERNIMIENTO. ........................................................................................................................................................... 1 o La conversión personal e interior, para descubrir los caminos del Señor. .....................................................................1 o Esa conversión se manifiesta externamente en formas variadas. ...................................................................................2 o El discernimiento según el sentir común. ......................................................................................................................2 o El discernimiento y la fe ................................................................................................................................................2 2. MENSAJES DE JUAN PABLO II PARA LA CUARESMA DEL 2003 Y DE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA DE 2009 ............................................................................................................................................................................... 2 o A) La oración nos lleva a confrontarnos con la Palabra de Dios (Juan Pablo II). .........................................................2 o B) La limosna no sólo es privarse de lo superfluo, sino de también de algo más para dar a quien vive en necesidad (Juan Pablo II). ..............................................................................................................................................................3 o C) El ayuno es una terapia para curar todo lo que impide conformarse a la voluntad de Dios (Benedicto XVI). .........4 3. LA CONFRONTACIÓN TIENE COMO OBJETO LA PALABRA DE DIOS VIVIENTE, LA PALABRA QUE HA SALIDO DE SU BOCA, EL VERBO DE DIOS HECHO CARNE: JESUCRISTO. LA MEDITACIÓN SOBRE CRISTO LLEVARÁ A PROGRESAR EN SU CONOCIMIENTO. .............................................................................................................................................................. 5 o Dos testos de la liturgia de hoy .....................................................................................................................................5 o Juan Pablo II, Exhortación Ecclesia in America............................................................................................................5 o Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 17 ...............................................................................................................5 o Catecismo de la Iglesia Católica, n. 65 ..........................................................................................................................5 4. RECONOCER A CRISTO QUE NOS SALE AL ENCUENTRO EN LAS NECESIDADES DE NUESTROS HERMANOS LOS HOMBRES. ....................................................................................................................................................................... 6 1. La conversión o renovación de la vida: “convertíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1, 15). El discernimiento. o La conversión personal e interior, para descubrir los caminos del Señor. • Una vez más, recordemos el significado de esta palabra que se oye frecuentemente en el período litúrgico de la Cuaresma. Corresponde al término griego metanoia ; meta es la preposición que indica una inversión de marcha, con un cambio hacia otra dirección; noia es un substantivo che significa mente. Alguien ha dicho que la traducción literal sería algo así como «revolución mental». Aunque evidentemente tendrá unas consecuencias benéficas en la vida social (de contribución a la resolución de los problemas) su punto de partida está en el interior del hombre, en la maduración de su mente y de su corazón. • Jesús dijo claramente (Marcos 7, 21) que es del corazón de los hombres de donde salen las malas intenciones. Y en la primera Lectura del miércoles de ceniza, el Señor pedía por medio del profeta: “Volved a mí de todo corazón ... desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos” (Joel 2, 12-13). • Está en juego la actitud fundamental ante Dios que proclama el Salmo Responsorial de este domingo: el deseo sincero de descubrir los caminos del Señor para caminar por ellos: “Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus sendas. Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador, y en Ti 2 espero todo el día” (Salmo 24). El horizonte de la vida cristiana se presenta, por tanto, como escucha de la Palabra de Dios y una vida cohernte con tal escucha. o Esa conversión se manifiesta externamente en formas variadas. • Esa conversión interior en la raíz se manifestará externamente con señales (oración, ayuno, atención a los necesitados, etc.), como declara el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1434): “La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna, (Cf. Tb 12,8; Mt 6, 1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. (...)”. o El discernimiento según el sentir común. • La palabra «discernimiento» significa «escoger», y se refiere a la capacidad del hombre de distinguir, por ejemplo, entre lo efímero y caduco y lo eterno e imperecedero. Implica “tener criterio” para conocer la conveniencia o no de las cosas, de acuerdo con determinados principios filosóficos, sociales o religiosos, que lleva a distinguir lo que es bueno y lo que es malo. Los especialistas afirman que es una capacidad diferente a la de razonar o analizar, o que, tal vez, sea el resultado final del uso de esas otras capacidades. En cualquier caso se requiere para que se dé un discernimiento – afirman también – una madurez de la mente, y que ésta supere la vaguedad. También se habla de muchos obstáculos que hay que superar para llegar al discernimiento: ser codiciosos, el individualismo, el egoísmo, la presunción, el fanatismo, etc. Cuando el hombre está sometido a estas realidades, oscila en sus decisiones, no discierne el bien del mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que es realmente útil y lo que es perjudicial. Entre lo que es un bien para mí y un bien para los demás. Entre lo que es verdad y lo que es superstición. Quien tiene discernimiento huye de los entusiasmos ciegos que le impiden discernir. o El discernimiento y la fe • En general de podría decir que se trata de discernir entre nuestros deseos y los deseos de Dios; o, tal vez con más precisión, enfocar nuestra vida con un sentido vocacional (el discernimiento vocacional es un compromiso permanente para todo cristiano, no ocasional), para descubrir lo que Dios quiere de cada uno, descubrir cuál es la voluntad de Dios para cada uno. Para esto último cfr. lo que se cita más adelante del mensaje de Cuaresma 2009 de Benedicto XVI sobre el descubrimiento de la voluntad de Dios y el ayuno. En la Escritura • Encontramos, por ejemplo, exhortaciones de San Pablo a los cristianos que hablan de la necesidad del discernimiento en la vida cristiana: - Efesios 5, 10: “Examinad qué es lo que agrada al Señor”: se trata un descubrimiento personal que todo creyente tiene que hacer; - Efesios 5, 17: "No seáis irreflexivos, tratad de comprender lo que Dios quiere": se trata ahora de conocer y amar de alguna manera con los ojos y el corazón de Dios; - Romanos 12, 2: Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. • Y en la Carta a los Hebreos (5, 14) aparece lo que se podría calificar como fisonomía del adulto espiritual: “En cambio, el manjar sólido es de adultos; de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal”: fisonomía del adulto espiritual. En el Catecismo de la Iglesia Católica • Resumiendo los contenidos que ahora nos interesan, el CEC trata del discernimiento para resaltar su necesidad en el uso de los bienes terrenos en conformidad con la Ley de Dios (n. 1729); es necesario también para la recta formación de la conciencia (n. 1780); para distinguir en la vida espiritual lo que son las pruebas para crecer en la vida espiritual y las tentaciones que conducen al pecado y a la muerte (nn. 2846 y 2847); y afirma expresamente que es un don del Espíritu Santo. 2. Mensajes de JUAN PABLO II para la Cuaresma del 2003 y de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2009 o A) La oración nos lleva a confrontarnos con la Palabra de Dios (Juan Pablo II). En este tiempo de Cuaresma hemos de hacer un serio discernimiento de la propia vida confrontándonos especialmente con la Palabra de Dios que nos lleve a darnos a los demás. • Juan Pablo II en su mensaje de Cuaresma para este año 2003, habla de un “serio discernimiento de la propia vida, confrontándose de manera especial con la Palabra de Dios, que ilumina el itinerario cotidiano de los creyentes”. Esa confrontación no es otra cosa que la oración, uno de los componentes o manifestaciones 3 de las que nos habla el Catecismo, según hemos visto: “tiempo de oración, de ayuno y de atención a los necesitados”. En su mensaje, el Papa nos hace ver el por qué de la búsqueda de ese discernimiento, que se apoya en las más íntimas aspiraciones del hombre y, al mismo tiempo, tiene en cuenta las dificultades que encontramos en la vida actual para realizar esas aspiraciones. El razonamiento del Papa a este respecto podría expresarse así: Hay obstáculos en nuestra época para hacer ese discernimiento, no obstante la inclinación del hombre a darse a los demás • Debemos constatar que hay una inclinación en el hombre, expresada en el libro del Nuevo Testamento «Los hechos de los Apóstoles” (20,35): «Hay mayor felicidad en dar que en recibir»: “La inclinación a dar está radicada en lo más hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente e los demás”. • Aun cuando no falte una atención a los demás en ocasiones extraordinarias (cuando se dan calamidades ambientales, o guerras u otras emergencias), nuestra época tiene una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo, que impulsa a satisfacer los propios intereses particulares, impidiendo a la criatura humana la apertura al Creador y a las necesidades de los demás. “Nuestra época está influenciada, lamentablemente, por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo, siempre dispuesto a resurgir en el ánimo humano. Tanto en el ámbito social, como en el de los medios de comunicación, la persona está a menudo acosada por mensajes que insistente, abierta o solapadamente, exaltan la cultura de lo efímero y lo hedonístico. Aun cuando no falta una atención a los otros en las calamidades ambientales, las guerras u otras emergencias, generalmente no es fácil desarrollar una cultura de la solidaridad. El espíritu del mundo altera la tendencia interior a darse a los demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los propios intereses particulares. Se incentiva cada vez más el deseo de acumular bienes. Sin duda, es natural y justo que cada uno, a través del empleo de sus cualidades personales y del propio trabajo, se esfuerce por conseguir aquello que necesita para vivir, pero el afán desmedido de posesión impide a la criatura humana abrirse al Creador y a sus semejantes. ¡Cómo son válidas en toda época las palabras de Pablo a Timoteo: «el afán de dinero es, en efecto, la raíz de todos los males, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores», (1 Timoteo 6, 10). La explotación del hombre, la indiferencia por el sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales, son sólo algunos de los frutos del ansia de lucro. Frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población mundial, ¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos, mientras que el resto de la humanidad sufre la miseria y el abandono?” o B) La limosna no sólo es privarse de lo superfluo, sino de también de algo más para dar a quien vive en necesidad (Juan Pablo II). Cristo propone su propio ejemplo al hombre de hoy, para que éste gaste su vida por los hermanos. Es necesaria la caridad de Cristo para que los resultados de la preocupación por los demás no sean efímeros. “El Hijo de Dios nos ha amado primero, «siendo nosotros todavía pecadores», (Romanos 5, 8), sin pretender nada, sin imponernos ninguna condición a priori. Frente a esta constatación, ¿cómo no ver en la Cuaresma la ocasión propicia para hacer opciones decididas de altruismo y generosidad? Como medios para combatir el desmedido apego al dinero, este tiempo propone la práctica eficaz del ayuno y la limosna. Privarse no sólo de lo superfluo, sino también de algo más, para distribuirlo a quien vive en necesidad, contribuye a la negación de sí mismo, sin la cual no hay auténtica praxis de vida cristiana. Nutriéndose con una oración incesante, el bautizado demuestra, además, la prioridad efectiva que Dios tiene en la propia vida. Es el amor de Dios infundido en nuestros corazones el que tiene que inspirar y transformar nuestro ser y nuestro obrar. El cristiano no debe hacerse la ilusión de buscar el verdadero bien de los hermanos, si no vive la caridad de Cristo. Aunque lograra mejorar factores sociales o políticos importantes, cualquier resultado sería efímero sin la caridad. La misma posibilidad de darse a los demás es un don y procede de la gracia de Dios. Cómo san Pablo enseña, «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece» (Filipenses 2, 13). Al hombre de hoy, a menudo insatisfecho por una existencia vacía y fugaz, y en búsqueda de la alegría y el amor auténticos, Cristo le propone su propio ejemplo, invitándolo a seguirlo. Pide a quién le escucha que gaste su vida por los hermanos.” 4 o C) El ayuno es una terapia para curar todo lo que impide conformarse a la voluntad de Dios (Benedicto XVI). El verdadero ayuno consiste más bien en cumplir la voluntad de Dios; tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre. En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará". Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el "alimento verdadero", que es hacer la voluntad del Padre. Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal", con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia. La fuerza del ayuno: frena el pecado, reprime los deseos del “viejo Adán”, abre el corazón del creyente el camino hacia Dios. La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana. También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: "El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica". Aunque el ayuno sea bueno como medida terapéutica para el cuidado de nuestro propio cuerpo, es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que impide conformarse a la voluntad de Dios, para mortificar nuestro egoísmo y abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo. En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica "Pænitemini" de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no "vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos". La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio. La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía "retorcidísima y enredadísima complicación de nudos", en su tratado "La utilidad del ayuno", escribía: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura". Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios. El ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación de necesidad en la que viven muchos de nuestros hermanos. Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?". Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre. 5 Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales, y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido. También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal. Es arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: "Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia - Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención". Bien mirado, el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros a donarse totalmente a Dios Queridos hermanos y hermanas, bien mirado, el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a donarse totalmente a Dios. Que en cada familia y comunidad cristiana, por tanto, se aproveche la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. 3. La confrontación tiene como objeto la Palabra de Dios viviente, la Palabra que ha salido de su boca, el Verbo de Dios hecho carne: Jesucristo. La meditación sobre Cristo llevará a progresar en su conocimiento. o Dos testos de la liturgia de hoy a) Es lo que pedimos en la «Oración colecta de la Misa» de este primer Domingo de Cuaresma: “Concédenos, Dios todopoderoso, que las prácticas anuales propias de la Cuaresma nos ayuden a progresar en el conocimiento de Cristo y a llevar una vida más cristiana”. b) En la aclamación antes del Evangelio, las palabras del Señor nos llevan a considerar que vivimos de la Palabra que sale de la boca de Dios, no sólo de pan: “No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4). o Juan Pablo II, Exhortación Ecclesia in America c) Para progresar en el reconocimiento de Cristo se recomienda vivamente el conocimiento de los Evangelios (Juan Pablo II, Ecclesia in America, 12): “Se ha recomendado fomentar el conocimiento de los Evangelios, en los que se proclama, con palabras fácilmente accesibles a todos, el modo como Jesús vivió entre los hombres. La lectura de estos textos sagrados, cuando se escucha con la misma atención con que las multitudes escuchaban a Jesús en la ladera del monte de las Bienaventuranzas o en la orilla del lago de Tiberíades mientras predicaba desde la barca, produce verdaderos frutos de conversión del corazón”. d) Dentro del programa para el siglo 21 propuesto por Juan Pablo II a la Iglesia Católica, un punto central es la contemplación del rostro de Cristo, que se centra en lo que dice de Él la Escritura: o Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 17 • “La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo ». Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que es el origen de aquellos escritos, y, a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1)”. o Catecismo de la Iglesia Católica, n. 65 e) Cristo es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. Dios ha dicho todo en su Verbo –“ «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos 6 últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1, 1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hebreos 1, 1-2: Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra [...]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo 2,22, 3-5)”. 4. Reconocer a Cristo que nos sale al encuentro en las necesidades de nuestros hermanos los hombres. • Es Cristo que pasa, Ed. Rialp 1997, homilía «Cristo presente en los cristianos», n. 111: “Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente cristiana, no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar. Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor. Todas las situaciones por las que atraviesa nuestra vida nos traen un mensaje divino, nos piden una respuesta de amor, de entrega a los demás. Cuando venga el Hijo del hombre con toda su majestad y acompañado de todos sus ángeles, sentarse ha entonces en el trono de su gloria, y hará comparecer delante de él a todas las naciones, y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, poniendo las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces el rey dirá a los que estarán a su derecha: venid, benditos de mi padre, a tomar posesión del reino, que os está preparado desde el principio del mundo. Porque yo tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedasteis; estando desnudo, me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; encarcelado, y vinisteis a verme. A lo cual los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos nosotros hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber?, ¿cuándo te hallamos de peregrino y te hospedamos, desnudo y te vestimos?, o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a visitarte? Y el rey en respuesta les dirá: en verdad os digo, siempre que lo hicisteis con algunos de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis. (Mateo 25, 31-40) Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.” www.parroquiasantamonica.com
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