martes, 6 de junio de 2017
27 Tiempo ordinario Ciclo C - 6 octubre 2013
1 Domingo 27 del tiempo ordinario, ciclo C (2013). El salmo responsorial de la Eucaristía de hoy. La fe y el corazón. «Ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace». El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. La fe es un don de Dios que mueve el corazón. La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. La peregrinación de nuestra vida: caminamos hacia una meta y necesitamos tener el corazón en actitud de espera; necesitamos un corazón inquieto y abierto. Manifestaciones de la genuina creencia religiosa. Cfr. Cfr. 27 Tiempo ordinario Ciclo C - 6 octubre 2013 Habacuc 1, 2-3. 2,2-4; Timoteo 1, 6-8.13.14; Lucas 17,5-10; Salmo 94 Habacuc 1,2-3; 2,2-4: 2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: "¡Violencia!" sin que tú salves? 3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita! 2 Y me respondió Yahveh y dijo: "Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. 3 Porque es aún visión para su fecha, aspira ella al fin y no defrauda; si se tarda, espérala, pues vendrá ciertamente, sin retraso. 4 "He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, más el justo por su fidelidad vivirá." 2 Timoteo 2, 6-8.13-14: 6 Por esta razón, te recuerdo que revivas el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos, 7 porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza. 8 Así, pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el evangelio con fortaleza de Dios. 13 Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. 14 Guarda el precioso depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros. Lucas 17, 5-10: 5 En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» 6 El Señor contestó: - «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. 7 Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa`? 8 ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? 9 ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? 10 Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. " » Salmo responsorial – del salmo 95/94: (de este domingo 27 tiempo ordinario C) R/. Ojalá oyéreis la voz del Señor: No queráis endurecer vuestros corazones 1 ¡Venid! Cantemos jubilosos al Señor, aclamemos a la Roca de nuestra salvación. 2 Vayamos a su presencia con acción de gracias, Aclamémosle con salmos. 6 Venid, adoremos y postrémonos, pongámonos de hinojos ante el Señor, nuestro Hacedor. 7 Pues Él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que El apacienta, las ovejas que Él cuida. ¡Ojalá escuchéis hoy su voz! 8 No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Masá, en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me pusieron a prueba, aunque había visto mis obras. ¡Ojalá escuchéis hoy su voz! No endurezcáis vuestro corazón. (Salmo 95, 7-8) El tiempo está en las manos del Padre; Lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy: “¡Ojalá oyerais hoy su voz!: No endurezcáis vuestro corazón” (Salmo 95, 7-8) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2659) 2 1. El corazón a) Fe y corazón Romano Guardini, El Señor: «ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace» 1 . o El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 368: La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de «lo más profundo del ser» (Cf Jeremías 31, 33),donde la persona se decide o no por Dios (Cf Deuteronomio 6, 5; 29, 3; Isaías 29, 13; Ezequiel 36, 26;Mateo 6, 21; Lucas 8, 15; Romanos 5, 5). o La fe abre “los ojos del corazón”. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 158: (…) La gracia de la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1, 18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. (…) o La fe es un don de Dios que mueve el corazón. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 153: La fe es una gracia - Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 16, 17) (Cf Gálatas 1, 15; Mateo 11, 25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por El. «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (Dei verbum 5). o La fe da su fruto en el amor. Guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Jesús en el Padre que nos ama. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2614: (…) La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, Sus mandamientos, permanecer con El en el Padre que nos ama en El hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús (cf Jn 14, 13 - 14). o La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. La fe es hermana del amor y es precisamente con el lenguaje amoroso con el que los místicos han descrito los secretos del creer en Dios. • Gianfranco Ravasi, Avvenire, 5 abril 2007: “Creer es, ciertamente, también un poco saber, pero es, sobre todo, comunión de vida con el Otro, es vivir dentro de él, pulsando en su corazón, recorriendo su pensamiento, abandonándose a Él en el sueño, conscientes - como dice la mujer del Cantar de los Cantares – de que “yo duermo, pero mi corazón vigila./ La voz de mi amado llama a la puerta/ (5,2). Sí, la fe es hermana del amor y es precisamente con el lenguaje amoroso con el que los místicos han descrito los secretos del creer en Dios. Por tanto superemos una religiosidad hecha solamente de saber y de deber, aunque sea necesario como primera etapa, y introduzcámonos en el camino de la intimidad y de la comunión, “viviendo dentro de Él”, haciendo que Él viva en nosotros, como confesó san Pablo: “Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20)”. Ibidem: Lalla Romano, escritora fallecida en el 2001, Poesias, ed. Einaudi 1974: La fe no es saber que el otro existe es vivir dentro de él calor en sus venas sueño en sus pensamientos. Aquí vagar durmiendo en él despertarse. 1 Cfr. Giacomo Canobbio, El Evangelio en el corazón, en Alfa y Omega n. 499. 3 b) Algunos adjetivos que se pueden aplicar al corazón: o Pesado: por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. • Lucas 21, 34 «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre. o Duro: insensibilidad de conciencia que lleva a no entender el proyecto que Dios tiene para cada uno. • Cfr. Ravasi Gianfranco, Secondo la Scrittura, Anno B Piemme 1996 pp. 295-300: El pecado hace que el hombre no sea capaz de entender el proyecto de Dios, que no sea capaz de realizarlo. Por tanto “dureza de corazón” quiere decir insensibilidad de la conciencia, y, como consecuencia, desobediencia a Dios. Jesús, encuentra una causa excusante de la posibilidad de divorciar reconocida en la Ley biblica: “la sclerokardìa, la «dureza de corazón», una terminología clásica en el Antiguo Testamento, que indicaba la insensibilidad de la conciencia, la fragilidad pecadora, la obstinada desobediencia a Dios. o Ofuscado: por los afanes de la vida • cfr. Marcos 6, 47-56: “Y se metió con ellos en la barca, y se echó al instante el viento, con lo cual quedaron mucho más asombrados. Y es que no habían hecho reflexión sobre el milagro de los panes; porque su corazón estaba aún ofuscado”. • Debemos vigilar para que, cuando se presente el Seños en nuestras vidas, nuestro corazón no esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses. • En el diccionario se define “ofuscar” como: 1 Perder momentáneamente la capacidad de razonar y no poder pensar con claridad. 2 ofuscarse: obsesionarse con algo y no poder pensar con claridad. o contrito …. • Cfr. la oración de Azarías en el Horno (Libro de Daniel capítulo 3), Audiencia General de Juan Pablo II, 14 de mayo de 2003: “El orante se acerca al Señor ofreciéndole el sacrificio más valioso y agradable: el "corazón contrito" y el "espíritu humillado" (v. 39; cf. Sal 50, 19). Es precisamente el centro de la existencia, el yo renovado por la prueba, lo que se ofrece a Dios, para que lo acoja como signo de conversión y consagración al bien. Con esta disposición interior desaparece el miedo, se acaban la confusión y la vergüenza (cf. Daniel 3, 40), y el espíritu se abre a la confianza en un futuro mejor, cuando se cumplan las promesas hechas a los padres”. o Empedernido • Quien tiene una costumbre o un vicio muy arraigado • Sinónimos: contumaz, recalcitrante. 2. El corazón en la peregrinación de nuestra vida. Cfr. Homilía de Benedicto XVI en el Santuario Mariazell – Austria – 8 septiembre 2007 La necesidad de tener un corazón inquieto y abierto. o Peregrinar significa caminar hacia una meta: la necesidad de tener el corazón en actitud de espera. Peregrinar significa estar orientados en cierta dirección, caminar hacia una meta. • Esto confiere una belleza propia también al camino y al cansancio que implica. Entre los peregrinos de la genealogía de Jesús algunos habían olvidado la meta y querían ponerse a sí mismos como meta. Pero el Señor había suscitado siempre de nuevo personas que se habían dejado impulsar por la nostalgia de la meta, orientando hacia ella su vida. El impulso hacia la fe cristiana, el inicio de la Iglesia de Jesucristo fue posible porque existían en Israel personas con un corazón en búsqueda, personas que no se acomodaron en la rutina, sino que escrutaron a lo lejos en búsqueda de algo más grande: Zacarías, Isabel, Simeón, Ana, María y José, los Doce y muchos otros. Al tener su corazón en actitud de 4 espera, podían reconocer en Jesucristo a Aquel que Dios había mandado, llegando a ser así el inicio de su familia universal. La Iglesia de los gentiles pudo hacerse realidad porque tanto en el área del Mediterráneo como en las zonas de Asia más cercanas, a donde llegaban los mensajeros de Jesucristo, había personas en actitud de espera que no se conformaban con lo que todos hacían y pensaban, sino que buscaban la estrella que podía indicarles el camino hacia la Verdad misma, hacia el Dios vivo. o Tenemos necesidad de Dios y de su mediador, Jesucristo. Necesitamos un corazón inquieto y abierto: es el núcleo de la peregrinación. Necesitamos este corazón inquieto y abierto. Es el núcleo de la peregrinación. Tampoco hoy basta ser y pensar, en cierto modo, como todos los demás. El proyecto de nuestra vida va más allá. Tenemos necesidad de Dios, del Dios que nos ha mostrado su rostro y abierto su corazón: Jesucristo. San Juan, con razón, afirma que "él es el Hijo único, que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18); así sólo él, desde la intimidad de Dios mismo, podía revelarnos a Dios y también revelarnos quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Ciertamente ha habido en la historia muchas grandes personalidades que han hecho bellas y conmovedoras experiencias de Dios. Sin embargo, son sólo experiencias humanas, con su límite humano. Sólo él es Dios y por eso sólo él es el puente que pone realmente en contacto inmediato a Dios y al hombre. Así pues, aunque nosotros lo consideramos el único Mediador de la salvación válido para todos, que afecta a todos y del cual, en definitiva, todos tienen necesidad, esto no significa de ninguna manera que despreciemos a las otras religiones ni que radicalicemos con soberbia nuestro pensamiento, sino únicamente que hemos sido conquistados por Aquel que nos ha tocado interiormente y nos ha colmado de dones, para que podamos compartirlos con los demás. 3. El padre nuestro: venga a nosotros tu reino. El corazón dócil es necesario para recibir el reino de Dios, que es Cristo mismo: la comunión con Él. Cfr. BXVI, Jesús de Nazaret, pp. 180-182 o a) La primacía de Dios. Se establece un orden de prioridades para el obrar humano. No se nos promete a los devotos un mundo utópico que funciona automáticamente. Reino de Dios quiere decir soberanía de Dios: asumir su voluntad como criterio. Al reflexionar sobre esta petición acerca del Reino de Dios, recordaremos lo que hemos considerado antes acerca de la expresión «Reino de Dios». Con esta petición reconocemos en primer lugar la primacía de Dios; donde El no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En este sentido, el Señor nos dice; «Buscad ante todo el Reino (le Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6,33). Con estas palabras se establece un orden de prioridades para el obrar humano, para nuestra actitud en la vida diaria. En modo alguno se nos promete un mundo utópico en el caso de que seamos devotos y de algún modo deseosos del Reino de Dios. No se nos presenta automáticamente un mundo que funciona como lo propuso la utopía de la sociedad sin clases, en la que todo debía salir bien sólo porque no existía la propiedad privada. Jesús no nos da recetas tan simples, pero establece - como se ha dicho - una prioridad determinante para todo: «Reino de Dios» quiere decir «soberanía de Dios», y eso significa asumir su voluntad como criterio. Esa voluntad crea justicia, lo que implica que reconocemos a Dios su derecho y en él encontramos el criterio para medir el derecho entre los hombres. o b) La primera oración de Salomón: pide a Dios un corazón dócil (para que sea Dios quien reine y no nosotros), la capacidad de discernir el bien del mal, para gobernar. El orden de prioridades que Jesús nos indica aquí nos recuerda el relato veterotestamentario de la primera oración de Salomón tras ser entronizado. En él se narra que el Señor se apareció al joven rey en sueños, asegurándole que le concedería lo que le pidiera. ¡Un tema clásico en los sueños de la humanidad! ¿Qué pidió Salomón? «Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el bien y el mal» (1 Reyes 3, 9). Dios lo alaba porque no ha pedido — como hubiera sido más natural — riqueza, bienes, honores o la muerte de sus enemigos, ni siquiera una vida más larga (cf 2 Cr 1, 11), sino algo verdaderamente esencial: un corazón dócil, la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y por eso Salomón recibió también todo lo demás como añadidura. 5 Con la petición «venga tu reino» (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y de establecer las prioridades de nuestro obrar. Lo primero y esencial es un corazón dócil, para que sea Dios quien reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre. o c) Jesús es el Reino de Dios en persona: la petición se convierte, por tanto, en petición de la comunión con Jesucristo. A partir del encuentro con Cristo esta petición asume un valor aún más profundo, se hace aún más concreta. Hemos visto que Jesús es el Reino de Dios en persona; donde Él está, está el «Reino de Dios». Así, la petición de un corazón dócil se ha convertido en petición de la comunión con Jesucristo, la petición de que cada vez seamos más «uno» con El (cf. Gálatas 3,28). Es la petición del seguimiento verdadero, que se convierte en comunión y nos hace un solo cuerpo con Él. Reinhold Schneider lo ha expresado de modo penetrante: «La vida en este reino es la continuación de la vida de Cristo en los suyos; en el corazón que ya no es alimentado por la fuerza vital de Cristo se acaba el reino; en el corazón tocado y transformado por esa fuerza, comienza... Las raíces del árbol que no se puede arrancar buscan penetrar en cada corazón. El reino es uno; subsiste sólo por el Señor, que es su vida, su fuerza, su centro...» (pp. 3 Is). Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: ¡Déjanos ser tuyos, Señor! Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y Tú puedas entregar el universo al Padre, para que «Dios sea todo para todos» (1 Corintios 15, 28). 4. «Auméntanos la fe». Evangelio de hoy, Lucas 17,5: la genuina creencia religiosa. o Nos sitúa … nos recuerda … nos ilumina …purifica … inspira … nos mueve a … nos lleva al … o Más allá de la utilidad presente. • Benedicto XVI, Viaje al Reino Unido, Discurso, 17 septiembre 2010: La genuina creencia religiosa nos sitúa más allá de la utilidad presente, hacia la trascendencia. Nos recuerda la posibilidad y el imperativo de la conversión moral, el deber de vivir en paz con nuestro prójimo y la importancia de llevar una vida íntegra. Entendida de forma adecuada, nos ilumina, purifica nuestros corazones e inspira acciones nobles y generosas, en beneficio de toda la familia humana. Nos mueve a la práctica de la virtud y nos lleva al amor de los unos para con los otros, con el mayor respeto a las tradiciones religiosas distintas de las nuestras. 5. Hans Urs von Balthasar, Luz e la Palabra. Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C. Ediciones Encuentro, Madrid 1994 pp. 287 ss. 2. «Dios no nos ha dado un espíritu cobarde». o Hay que permanecer en el amor que se nos ha dado. (Segunda Lectura) La segunda lectura alude a esto. El elegido debe acordarse del Espíritu que le ha sido, conferido con la imposición de manos. Debe «avivar» en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente, porque es un «Espíritu de energía, amor y buen juicio». En estas tres palabras podemos ver tres realidades que se implican mutuamente: la fuerza se encuentra precisamente en el amor, que no es estático, sino sensato y prudente, para luchar contra los poderes antidivinos; esta fuerza del amor es el arma del cristiano. Esto se inculca una vez más: hay que trabajar por el Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que «permanecer» en el «amor» que se nos ha dado, y todo ello conforme al ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerza para sufrir por el Evangelio; éste precisamente puede ser el «buen combate» (2 Tm 4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero. 3. «Prepárame de cenar». o Creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides). Sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús «no podéis hacer nada» 6 El evangelio lo aclara aún más: creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, sino que la fe obtiene su inconcebible eficacia (arrancar el árbol de raíz y trasplantarlo al mar) en el servicio al Señor, que se ha convertido en el servidor de todos nosotros y que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides), sino que considera como algo natural que sirvamos junto con él; y esto significa en realidad que hay que servirle «porque donde estoy yo, allí estará también mi servidor» (Jn 12,26), y esto sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús «no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Como él ha hecho ya todo por nosotros, la única manera de valorarnos correctamente a nosotros mismos es la que el propio Señor nos recomendó: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer». www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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