Domingo 19 del Tiempo Ordinario, Ciclo A (2017). La presencia de Dios: se hace presente a través del susurro de una brisa suave (Primera Lectura). Su presencia en la vida ordinaria.
o Cfr. Domingo 19 del tiempo ordinario, Año A, 13 agosto de 2017
13
de agosto de 2017
Mateo 14, 22-33: 22 Inmediatamente mandó a los discípulos a subir a la barca y a ir por
delante de él a la otra orilla, mientras él
despedía a la gente. 23 Después de despedir a la gente, subió al monte a
solas para orar; al atardecer estaba solo allí. 24 La barca se hallaba ya
distante de la tierra muchos estadios, zarandeada
por las olas, pues el viento era contrario. 25 Y a la cuarta vigilia de la
noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, viéndole
caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se
pusieron a gritar. 27 Pero al instante
les habló Jesús diciendo: «Tened
confianza, soy yo, no tengáis miedo» 28 Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti
sobre las aguas.» 29 «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a
caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. 30 Pero, viendo la violencia del
viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!»
31 Al punto Jesús, tendiendo la mano, le
agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» 32 Subieron a la
barca y amainó el viento. 33 Y los que estaban en la barca se postraron ante él
diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.»
1 Reyes 19, 9.11-13: [Elías en el monte Horeb/Sinaí] 9 Allí entró en la
cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra del Señor, que le
dijo: « ¿Qué haces aquí Elías?» 11 Le
dijo: «Sal y ponte en el monte ante el Señor.» Y he aquí que el Señor pasaba.
Hubo un huracán tan violento que
hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba el
Señor en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba el Señor en el temblor. 12
Después del temblor, fuego, pero no
estaba el señor en el fuego. Después
del fuego, el susurro de una brisa suave. 13 Al oírlo Elías,
cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue
dirigida una voz que le dijo: «¿Qué
haces aquí, Elías?»
¿Cómo se muestra el rostro
de Dios? Dónde está presente y dónde no.
La
presencia del Señor, no en el huracán,
ni
en el temblor de tierra,
ni en el fuego,
sino en el susurro de una
brisa suave
(cfr.
Primera Lectura, del libro de los Reyes)
1. Cuántas veces nuestra vida se asemeja a aquella barca «zarandeada por el viento contrario».
o Las dificultades en el propio matrimonio, en la salud, en el trabajo …
Raniero Cantalamessa, Famiglia
Cristiana, n. 32, 7 agosto 2005
·
“Cuántas veces
nuestra vida se asemeja a aquella barca «zarandeada por el viento contrario».
La
barca con dificultades puede
ser el proprio matrimonio, los negocios, la salud … El «viento contrario» puede
ser la hostilidad de las personas, un revés de fortuna, los obstáculos para
encontrar un trabajo o la casa. Tal vez al inicio se afrontan con valentía las
dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en el Señor. Por un poco
de tiempo también nosotros hemos caminado sobre las aguas, confiando en la
ayuda del Señor. Pero después, al ver que la
prueba se alarga y se endurece, nos parece que no conseguimos superarla,
que nos hundimos. Y perdemos la valentía. Es el momento de acoger la palabra
que Jesús dirigió a los apóstoles y sentirla como dirigida personalmente a
nosotros: «Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo»”.
2. ¿Cómo se muestra el rostro de Dios? Es paciente, padre, maestro …
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme III edizione
1995, XIX Domenica pp. 226-231
v A. Dios no se presenta en medio de incendios, tempestades, sino en la paz de la brisa de la tarde. Es paciente, padre, madre, esposo, guía ..... No quema etapas, sino que espera pacientemente la gestación del hombre nuevo.
Elías, en su itinerario para descubrir el verdadero
rostro de Dios [1], estaba acostumbrado a imaginar a Dios según los
esquemas “tempestuosos” y “sinaíticos”, a verlo como potencia implacable y
triunfal.
En la soledad de la montaña, Elías, “profeta semejante al
fuego”, busca a Dios en el viento impetuoso que azota los montes, en el fuego o
en el terremoto, es decir, según esquemas personales y tradicionales.
En efecto, incendios, tempestades, trastornos telúricos y
erupciones de volcanes, eran el marco
popular dentro del cual se colocaban las apariciones divinas: “El Señor hará
oír su voz majestuosa y mostrará el golpe de su brazo con el furor de su ira,
con las llamas de fuego devorador, con truenos, tormenta y pedrisco” (Isaías
30,30). También el salmo más antiguo, el 29, tiene como coreografía la
explosión de una tempestad que ciega [2].
Dios elige presentarse a Elías en la tranquilidad y en la paz de la brisa de la tarde.
Pero este Dios que ha sido soñado según la propia imagen
o según las esperanzas personales, no se presenta a la cita con el hombre.
Dios, en efecto, elige presentarse a Elías en la tranquilidad y en la paz de la
brisa de la tarde.
Y el profeta, poniéndose un velo en el rostro, “porque
nadie puede verme y seguir con vida” (Éxodo 33,20) [3], conoce
que el Señor es sencillez, intimidad, dulzura, paciente y tierna presencia,
espíritu y vida. Dios no comparte la actitud de cruzada y la impaciencia, como
Cristo no acoge la indignación de los hijos de Zebedeo ante las puertas
bloqueadas del pueblo samaritano: «Señor ¿quieres que digamos que baje fuego
del cielo y los consuma? Pero, volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro
pueblo» (Lucas 9, 54-55).
El Dios de la Biblia es, por el contrario, paciente, no
duda definirse también padre, madre, esposo, maestro, guía; retrasa siempre el
juicio porque “Él no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta de su
conducta y viva” (Ezequiel 18,23).
Él no quema etapas sino que espera pacientemente la
fatigosa gestación del hombre nuevo, invitando sus fieles a compartir los mismos
sentimientos de amor y de dulzura.
§ Dios abandona el camino espectacular para manifestarse como una brisa.
En definitiva, se puede
decir que la novedad para un hombre de la antigua alianza es que Dios entra en
la historia, en la vida de los hombres, no como un huracán sino como un soplo
benéfico, una brisa mañanera o de la tarde, tan esperada en el caliente clima
oriental. Se trata de una agradable sorpresa.
v B. Sólo cuando se escuchó «un susurro», como una suave brisa, supo Elías que debía cubrir su rostro, porque el Señor estaba presente
Cfr. Hans Urs von Balthasar – Luz de la Palabra -
Comentarios a las lecturas
dominicales A-B-C - Ediciones Encuentro, Madrid 1994.Pág. 95 s.
En la primera lectura, Elías, en un simbolismo
sumamente misterioso, es iniciado precisamente en esta fe. Se le ha ordenado
aguardar en el monte la manifestación de la majestad de Dios, que va a pasar
ante él. Y el profeta tendrá que experimentar que las grandes fuerzas de la
naturaleza, que otrora anunciaban la presencia de Dios en el Sinaí, la misma
tempestad violenta de la que los discípulos son testigos en el lago, el
terremoto que en los Salmos es un signo de su proximidad, el fuego que le
reveló antaño en la zarza ardiendo, son a lo sumo sus precursores, pero no su
presencia misma. Sólo cuando se escuchó «un susurro», como una suave brisa,
supo Elías que debía cubrir su rostro con el manto; esta suavidad inefable es
como un presentimiento de la encarnación del Hijo: «No gritará, no clamará, no
voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no
lo apagará» (Is 42,2-3).
v C. El rostro de Dios se encuentra en el rostro de Cristo
o Evangelio según San Juan: 14, 5-11
§ “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”.
-
5 Tomás le dijo: Señor, no
sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? 6 Le
respondió Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va
al Padre sino por mí. 7 Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi
Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto. 8 Felipe le dijo: Señor,
muéstranos al Padre y nos basta.9 Jesús le contestó: Felipe, ¿tanto tiempo como
llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al
Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mí mismo.
El Padre, que está en mí, realiza sus obras. 11 Creedme: Yo estoy en el Padre y
el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas.
o El reconocimiento de Cristo dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias
- En los acontecimientos de la vida y en el rostro de los demás, a través
de la oración y de la meditación de la Palabra de Dios, sobre todo en la Eucaristía (cfr. San Juan Pablo II, «Novo millennio
ineunte», nn. 6 y 17).
§ Saliendo al paso de todos los sufrimientos humanos
- “A la beata Teresa de Calcuta le gustaba
entregar una «tarjeta de visita» en la que estaba escrito: «Fruto del silencio
es la oración; fruto de la oración la fe, fruto de la fe el amor, fruto del
amor al servicio, fruto del servicio la paz». Este es el camino del encuentro
con Jesús. Salid al paso de todos los sufrimientos humanos con el empuje de
vuestra generosidad y con el amor que Dios infunde en vuestros corazones por medio
del Espíritu Santo: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25, 40). ¡El mundo
tiene necesidad urgente del gran signo profético de la caridad fraterna!”
o La voz serena de Cristo y su mano: sustituyen al aullido del viento y dan seguridad y esperanza.
Cfr. G. Ravasi o.c. p. 228
También
envuelven la escena evangélica un viento borrascoso, olas impetuosas y miedos.
Pero la voz serena de Cristo, en una especie de aparición pascual, sustituye el
aullido del viento y el hundimiento de Pedro: «¡Animo, que soy yo; no temáis!».
(...) La mano de Cristo glorioso, «Señor» del cosmos y de la historia, da
seguridad e infunde esperanza y alegría en la Iglesia que se encuentra en
crisis y en actitud de búsqueda, suspendida sobre el caos del mal o sobre el mar de la duda. La mano extendida hacia
Pedro no es solamente su salvación sino también la nuestra.
§ El Señor llegará cuando el camino de las tinieblas está ya avanzado [4].
Orígenes
(185-253), uno de los primeros teólogos cristianos.
Comentario a
la escena del evangelio. cfr. Ibídem. p.
228
“Si
un día nos encontramos con inevitables e implacables tentaciones, recordemos
que Jesús nos ha obligado a embarcarnos y quiere que le precedamos solos hacia
la rivera opuesta. Cuando, en medio de las tempestades de los sufrimientos,
habremos pasado las tres cuartas partes de la noche oscura que reina en los
momentos de la tentación, luchando del mejor modo posible y vigilando para evitar
el naufragio de la fe, estemos seguros de que, cuando llegue el último cuarto
de la noche, cuando el camino de las tinieblas estará ya avanzado y el día
cercano, llegará junto a nosotros el Hijo de Dios caminando sobre las ondas,
para darnos un mar benigno. Y también nosotros caminaremos con Él sobre las
ondas de la tentación, del dolor y del mal”.
§ La mano tendida del Señor a San Pedro.
Se trata de un gesto que el
Señor repetirá siempre a quien se dirige a Él. La fe no ahorra pruebas,
dificultades, crisis, pero el evangelista nos hace saber que «al final» Jesús
vendrá, se hará ver. El camina con nosotros encima de las aguas, pero pueden
percibirlo solamente los que creen.
o Metidos en las limitaciones de la vida, debemos dirigir nuestra mirada a Cristo.
Cfr. G. Ravasi, o.c. pp. 226-231
Metidos en los
remolinos del mal, de los sufrimientos, de la limitación y de la muerte,
debemos dirigir, como Pedro, nuestra
mirada, la voz y la mano, hacia Cristo, el único que vence el mar del mal. Él
nos elevará y hará que «caminemos» sobre las olas. No en vano en la Jerusalén
celestial, sede del nuevo mundo y de la humanidad resucitada, el mar
desaparecerá: “Vi un cielo nuevo y una nueva tierra, porque el primer cielo y
la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya” (Apocalipsis
21,1).
o Buscar el rostro de Jesús debe ser el anhelo de todos los cristianos
Discurso de Benedicto XVI en el santuario de la Santa Faz de Manoppello,
1 de
septiembre de 2006
-
“Busco
tu rostro, Señor”. Buscar el rostro de Jesús debe ser el anhelo de todos los
cristianos, pues
nosotros somos “la
generación” que en este tiempo busca su rostro, el rostro del “Dios de Jacob”.
Si perseveramos en la búsqueda del rostro del Señor, al final de nuestra
peregrinación terrena será él, Jesús, nuestro gozo eterno, nuestra recompensa y
gloria para siempre: “Sis Jesu nostrum gaudium, qui es futurus praemium: sit
nostra in te gloria, per cuncta semper saecula”.
o Jesucristo es la «piedra» sobre la cual debemos construir. Que nuestros ojos estén fijos en Jesucristo.
Papa Francisco, Homilía, 22 de
febrero de 2016.
-
“Hagamos nuestras las palabras de Pedro: «Tú eres el Mesías,
el Hijo del Dios vivo» (Mt 16, 16).
Que
nuestro pensamiento y nuestros ojos estén fijos en Jesucristo, inicio y fin de
cada acción de la Iglesia. Él es el fundamento y nadie puede poner otro
cimiento (1 Cor 3, 11). Él es la «piedra» sobre la cual debemos
construir. Lo recuerda con palabras expresivas san Agustín cuando escribe que
la Iglesia, que viéndose agitada y sacudida por las vicisitudes de la historia,
«no se cae, porque está cimentada sobre la piedra de donde Pedro tomó el
nombre, pues “piedra” no viene de “Pedro”, sino “Pedro” de “piedra”; como
tampoco “Cristo” viene de “cristiano”, sino “cristiano” de “Cristo”. […] La
roca es el Mesías, cimiento sobre el que también Pedro mismo está edificado» (In
Joh 124, 5: pl 35, 1972).
v Presencia de Dios, encuentro con Cristo en la vida ordinaria.
Tres textos
breves de la homilía «Amar al mundo apasionadamente», pronunciada
por San
Josemaría Escrivá en el campus de la Universidad de Navarra el 8-X-1967
o En vuestras aspiraciones, en vuestro trabajo, en vuestros amores está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo.
(…)
Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están
vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de
vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más
materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a
todos los hombres. (…)
o Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.
Debéis
comprender ahora –con una nueva claridad– que Dios os llama a servirle en y
desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un
laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra
universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia
y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo
bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que
toca a cada uno de vosotros descubrir. (…)
o O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca.
No
hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al
Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra
época devolver –a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares– su
noble y original sentido, ponerlas al
servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y
ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.
3. La grandeza y la debilidad de san Pedro: su fe y sus dificultades para creer.
Cfr. Biblia de
Navarra, Nota a Mateo 14, 22-33.
o Presumió del Señor y pudo por el Señor, pero titubeó como hombre, y entonces se volvió hacia el Señor (San Agustín).
·
“Las tempestades
en el lago de Genesaret son frecuentes: las aguas se arremolinan con grave
peligro para las
embarcaciones. El episodio de Jesús andando sobre el mar (vv. 25-27) lo relatan
también Marcos 6,48-50 y Juan 6,19-21. En cambio, San Mateo es el único que
narra el caminar de San Pedro sobre las aguas (vv. 28-31). (…) En este caso, el
episodio muestra la grandeza y la debilidad del Apóstol, su fe y sus
dificultades para creer: «Así también dice Pedro: Mándame ir a ti sobre las
aguas. (...) Y Él dijo: ¡Ven! Se bajó y pudo caminar sobre las aguas (...). Eso
es lo que podía Pedro en el Señor. ¿Y qué podía en sí mismo? Sintiendo un
fuerte viento, temió y comenzó a hundirse y exclamó: ¡Señor, perezco, líbrame!
Presumió del Señor y pudo por el Señor, pero titubeó como hombre, y entonces se
volvió hacia el Señor» (S. Agustín, Sermones 76,8).
o El episodio ilumina la vida cristiana. El Señor levanta y sustenta la esperanza que vacila.
§ No temeremos, si caminamos agarrados de su mano (San Gregorio de Nisa).
El
episodio ilumina la vida cristiana. También la Iglesia, como la barca de los
Apóstoles, se ve combatida. Jesús, que vela por ella, acude a salvarla, no sin
antes haberla dejado luchar para fortalecer el temple de sus hijos. En las
pruebas de fe y de fidelidad, en el combate del cristiano por mantenerse firme
cuando las fuerzas flaquean, el Señor nos anima (v. 27), nos estimula a pedir
(v. 30), y nos tiende la mano (v. 31). Entonces, como ahora, brota la confesión
de la fe que proclama el cristiano: «Verdaderamente eres Hijo de Dios» (v. 33):
«El Señor levanta y sustenta esta esperanza que vacila. Como hizo en la persona
de Pedro cuando estaba a punto de hundirse, al volver a consolidar sus pies
sobre las aguas. Por tanto, si también a nosotros nos da la mano aquel que es
la Palabra, si, viéndonos vacilar en el abismo de nuestras especulaciones, nos
otorga la estabilidad iluminando un poco nuestra inteligencia, entonces ya no
temeremos, si caminamos agarrados de su mano» (S. Gregorio de Nisa, De
beatitudinibus 6).”
o El creyente busca las huellas de la presencia de Dios en las vicisitudes de la vida.
-
Es importante
leer las vicisitudes de la vida con transparencia, buscando las huellas de la
presencia
de Dios. Esto forma parte del
compromiso del creyente. Este compromiso será considerado no como algo
“obligatorio”, gravoso, sino como una tarea gozosa, como un desafío que cambia
el horizonte de la vida y que facilita el nacimiento de la alegría genuina que
nace, precisamente, de la percepción de la presencia de Dios.
Vida Cristiana
[1] Elías emprende el viaje hacia el monte Horeb
(Sinaí) huyendo (cfr. 1 Re 19,3); teme
por su vida ante las asechanzas de la Reina Jezabel, que no le perdona el hecho
de que haya derrotado a los sacerdotes de Baal (Cf 1 Reyes 18, 20-40). En este
viaje encuentra tantas dificultades (la sed, la inclemencia del sol en el
desierto, etc.) que desea la muerte: "Basta, Señor, toma mi vida, que yo
no soy mejor que mis padres". Sin embargo, el Señor lo reanima por medio
de un ángel, le proporciona alimento y le responde: "Levántate y
come porque el camino es superior a tus fuerzas" (1 Re 19, 1-8).
Reemprendió la marcha y caminó cuarenta días con cuarenta noches hasta llegar
al monte Horeb, en donde sucede un encuentro misterioso con Yahveh. La
manifestación de Dios (teofanía) que
presenciará Elías es diferente a la que
tuvo lugar en el tiempo de Moisés, ya que
esta vez no hubo truenos, relámpagos y fuego. Dios se manifestó a Elías
en una brisa de la tarde, en el silencio, en la soledad de la montaña.
[2] Biblia de Jerusalén, Salmo 29/28: La tormenta
(ver Éxodo 13, 22+ y Éxodo 19,16+), evoca el poder y la gloria divinos, que
causan pavor a los enemigos de Israel y aseguran la paz al pueblo de Dios.
[3] [Nota
del traductor]. He aquí el texto en el
que se explica que Moisés, cuando estaba también en el Monte Horeb para hacer
la Alianza del Sinaí entre Dios y su pueblo, hizo una petición al Señor que no
fue atendida (Éxodo 33, 18-23): Entonces dijo Moisés: «Déjame ver, por favor,
tu gloria.» 19 Él le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y
pronunciaré delante de ti el nombre de Yahveh; pues hago gracia a quien hago
gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia.» 20 Y añadió: «Pero
mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo.»
21 Luego dijo Yahveh: «Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la
peña. 22Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te
cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. 23 Luego apartaré mi mano, para
que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver.»
[4] La barca se ve "sacudida por las olas", expuesta a un
"viento contrario"; pasado un
tiempo, “en la cuarta vigilia”, hacia
las 4 de la madrugada, Jesús "va hacia ellos caminando sobre el mar".
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